Intervención de Carlos Munzer, en representación del Comité Redactor del periódico “El Organizador Obrero Internacional”, vocero de la FLTI
“El más grande homenaje que podemos rendirle al camarada Trotsky es afirmar que su mayor obra es haber fundado la IV Internacional en 1938 junto a miles de militantes revolucionarios.”
“El revisionismo en el marxismo fue clave para descomponer a la clase obrera mundial y formar sus cuadros para sostener al sistema capitalista. Esto hizo la II Internacional edulcorando a los regímenes burgueses y el stalinismo falsificando el legado de la III Internacional y de Lenin.”
“Si logramos unir a la clase obrera todos los días y recuperar el internacionalismo militante, en ese combate crearemos las mejores condiciones para recuperar la IV Internacional y refundarla y poner en pie partidos revolucionarios de vanguardia.”
Compañeros, queremos agradecerles a todos los que nos acompañan en este homenaje que le estamos realizando a nuestro camarada León Trotsky. Fueron dos días de distintas intervenciones de organizaciones y militantes internacionalistas destacados de la lucha de la clase obrera mundial. Hemos estado rodeados por compañeros representativos de los familiares de los heridos, asesinados y presos políticos de Senkata, duramente reprimidos por el gobierno golpista de la Áñez. Hemos podido escuchar a voceros de la heroica resistencia iraní y de la lucha de la clase obrera de las maquilas de México; a los padres de los 43 desaparecidos por ese estado asesino; a militantes revolucionarios de los partisanos de Siria; a figuras de una enorme tradición de combate en el proletariado francés; a luchadores de las organizaciones más avanzadas de la clase obrera de Colombia, Chile y de países de África del Sur, como así también a los combatientes internacionalistas, los marxistas revolucionarios de Japón y a dirigentes del Comité Redactor de “El Organizador Obrero Internacional” que ha organizado este homenaje a Trotsky.
Como no podía ser de otra manera, nuevamente se ha abierto un período de crisis del reformismo que acompaña como alma al cuerpo a la bancarrota del capitalismo. Es que el reformismo ya no puede hacer pasar miserables limosnas como reformas para la clase obrera. Los límites para la colaboración de clases se han agotado. Las clases a nivel mundial están entrando en un período que para nada es ni será de “paz social”, sino de guerra de clases. Estamos en un período histórico de contrarreformismo, que no es ni será otra cosa que la crisis de los que no dejaron ni rastros ni huellas de continuidad del marxismo revolucionario, es decir, de la IV Internacional.
He visto y seguido con atención los distintos homenajes realizados por corrientes que se reivindican de la izquierda trotskista, a 80 años del asesinato de Trotsky. Lo que ninguno de ellos dice y lo que todos ellos callan es que nuestro partido mundial, la IV Internacional, ha sido llevado a una crisis terminal. Solo quedan corrientes aisladas y desechos de los que se disolvieron en los partidos reformistas o de los que han adoptado directamente el programa de ellos. La brutal crisis y liquidación de la IV Internacional es un nuevo escollo que se suma a los que ya tiene la clase obrera para retomar el camino de la revolución socialista.
Me llama poderosamente la atención que no se le diga la verdad a los trotskistas, a los revolucionarios: que la IV Internacional, que tres o cuatro generaciones peleamos por construir, fracasó por causa del oportunismo, el revisionismo y la adaptación a las direcciones traidoras.
No ha quedado ningún hilo de continuidad de las lecciones revolucionarias de décadas de combates del proletariado internacional. Las corrientes que hoy existimos somos producto de brutales estallidos, ya sea en el período de la posguerra, como así también en el ‘89.
Esto se ha producido de forma generalizada durante todo el siglo XXI y sobre todo en los últimos 2 o 3 años, con las corrientes “neo-trotskistas” volviéndose a romper y a estallar alrededor de cómo claudicar y capitularle a los regímenes burgueses y al stalinismo, como sucedió con la ISO en EEUU que se disolvió en las faldas de Sanders, el agente de izquierda de Wall Street.
Lo mismo ocurrió con el grupo The Militant que en sus distintas variantes lleva décadas sosteniendo a la socialdemocracia imperialista y a lo peor de las burguesías nativas en el mundo semicolonial.
También es el caso del PSTU de Brasil, que ha perdido a un enorme sector de su partido que se fue a posiciones abiertamente pro-stalinistas y es aliado del PT y el PSOL.
Asimismo, el Partido Obrero de Argentina viene de estallar luego de la experiencia que realizó en su “corriente internacional” junto al EEK de Grecia y el DIP de Turquía, con quienes intentaron poner en pie una “Internacional revolucionaria” o “refundar la III Internacional” con partidos abiertamente stalinistas como el Partido Comunista Unificado (OKP) de Mitina que es una secretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores del carnicero Putin en Rusia.
Ni hablar del FIT-U que es la continuidad de los viejos grupos del nacional-trotskismo argentino que ya “estallados” se han unido en un partido único con el solo objetivo de rotar un par de bancas en el Parlamento burgués.
Mientras tanto los así llamados “anticapitalistas”, que hace décadas renunciaron a la lucha por la dictadura del proletariado, luego de estar años traicionando abiertamente dentro de Podemos y Syriza, han sido tirados como desechos luego de ser utilizados por esos frentes de colaboración de clases, mientras en Francia están al borde de la disolución.
Hablar de esta crisis de la IV Internacional también es hablar de que los renegados del trotskismo impulsan abiertas políticas de colaboración de clases, sometiendo al proletariado a la burguesía, como es el caso de la UIT-CI que en Perú está dentro del Frente Amplio y llevó a su dirigente Fernández Chacón como candidato de ese frente con viejos curas, ONGs imperialistas y partidos ecologistas burgueses.
Por su parte, la LIT-CI, desde su grupo PST de Colombia, ha apoyado en las últimas elecciones presidenciales a Gustavo Petro, un candidato burgués asentado en la cámara empresarial de Antioquía, viejo delator y entregador de la resistencia colombiana.
Al mismo tiempo, desde el PSOL de Brasil, Pedro Fuentes, dirigente histórico del morenismo, viajaba a EEUU a proponerle al multimillonario Sanders poner en pie una “Internacional socialista”.
Mientras tanto, todos, absolutamente todos, los partidos que hablan en nombre de la IV Internacional, le dieron apoyo político al frente de colaboración de clases del PT, Haddad y la iglesia en Brasil, con la excusa de “enfrentar a Bolsonaro”.
Hay que decir la verdad. A esta postración han llevado a la IV Internacional las corrientes que la han liquidado y que se han ido a abrazar con el stalinismo y los desechos de la socialdemocracia en la autodenominada “Nueva Izquierda”. Esta crisis es innegable. Tal como vemos ahora en los homenajes a Trotsky que se desarrollaron en San Pablo, en mayo del año pasado todas estas corrientes viajaron a La Habana y en un aula tabicada ante los ojos de los obreros y campesinos cubanos –es decir, a espalda de ellos- se reconciliaron con el castrismo. El stalinismo cubano hoy intenta reivindicar a la figura de Trotsky como una “personalidad del movimiento socialista”, como si esto fuera una tarea de los mismos que recibieron con honores a Mercader –como hicieron los hermanos Castro- luego de que este saliera de prisión en México en la década del ’50, después de asesinar a Trotsky.
Ante esto, hoy venimos a rendirle homenaje al camarada León Trotsky reafirmando que no hay tarea más inmediata que recuperar la IV Internacional de los que la llevaron al fango del oportunismo y el servilismo a la burguesía y sus agentes, para abrir el camino a su refundación revolucionaria.
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Compañeros,
El más grande homenaje que podemos rendirle al camarada Trotsky es afirmar que su mayor obra es haber fundado la IV Internacional en 1938 junto a miles de militantes revolucionarios. El Partido Mundial de la Revolución Socialista fue la continuidad histórica del marxismo revolucionario que desde 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, reagrupó sus fuerzas para enfrentar a las corrientes social-imperialistas y luego al stalinismo que traicionaron una a una las luchas revolucionarias de la clase obrera.
Trotsky afirmaba en 1940 que la IV Internacional entraba como una “fuerza compacta” a la guerra. El revisionismo en la IV Internacional hizo mil y un intentos de falsificar y borrar su legado teórico y programático, pero lo que demuestra la experiencia de la vida es que la teoría y el programa del trotskismo pasaron la prueba; los trotskistas, no y por eso estallan ante cada test ácido de la revolución y la contrarrevolución.
La preservación de los Partidos Comunistas por parte de la burguesía y los estados en la dirección de los sindicatos y organizaciones obreras del mundo, donde juegan su rol contrarrevolucionario, es un motor decisivo que le depara crisis permanentes a las corrientes que hace rato rompieron toda amarra con la IV Internacional. En muchos países son simples fotocopias del stalinismo revivido y, cuando no, lo acompañan en su crisis y descomposición.
Ante esta crisis la única política honesta es tratar de sacar lecciones y explicar pacientemente por qué la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista, no existe más y cuál es el camino para refundarla y volver a poner de pie al socialismo científico, que revisionistas y oportunistas entregaron al enemigo de clase.
Buscar el origen de la crisis de la IV Internacional es partir de su fundación y del asesinato de Trotsky. Si la fundación de nuestro partido mundial resultó ser un reagrupamiento sólido de revolucionarios internacionalistas, pese a las enormes bajas y golpes de la contrarrevolución del imperialismo y el stalinismo, el asesinato de Trotsky significó un duro golpe a la IV Internacional. Como dijeron los compañeros que me antecedieron, fue un gran hito contrarrevolucionario, porque liquidó al último de los grandes jefes del ala izquierda internacionalista y revolucionaria de la clase obrera mundial.
Pero ese terrible hecho que golpeó a nuestro partido mundial no explica la bancarrota de la IV Internacional, ni sus capitulaciones y adaptaciones estos últimos 80 años. Mucho menos explica el triste espectáculo de ver a sus partidos reviviendo a la lacra stalinista y adaptándose a los que estrangularon la revolución socialista internacional durante décadas.
Las corrientes del “trotskismo de Yalta”, y las de hoy también, afirman que la crisis de la IV Internacional es producto del asesinato de Trotsky. Con ello se cubren de un halo de “debilitad”, escondiendo, en realidad, que a la muerte de Trotsky su equipo de dirección, encabezado por el SWP norteamericano y otros revolucionarios, se volvió a su país y abandonó el estado mayor internacional, dejando a la deriva a todas las secciones de la IV Internacional bajo condiciones de guerra, revolución y fascismo. Esto se llama capitulación y adaptación a las presiones hostiles de la guerra y a las que imponía el stalinismo.
Queremos rendirle homenaje a Trotsky y a los trotskistas que combatieron hasta el año ‘40 justamente porque ellos no sucumbieron a estas presiones, no se adaptaron a ellas, no se arrodillaron ante ellas y fueron la continuidad perfecta de los revolucionarios que en la Primera Guerra Mundial reagruparon sus filas en Kienthal y Zimmerwald, lo que preparó las condiciones para la victoria de la Revolución de Octubre y para la fundación de la III Internacional. Cuando Trotsky fue expulsado de la URSS, no fue a buscar un país para hacer un partido nacional, sino para poner todas sus fuerzas junto a los marxistas revolucionarios para recuperar la III Internacional primero y luego, para fundar la IV Internacional.
Afirmamos que la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de dirección revolucionaria, como dice el Programa de Transición. Y que la crisis actual de la IV Internacional solo la ha agudizado ya entrado el siglo XXI.
Nosotros afirmamos que no hubo una sola victoria de los capitalistas en el mundo, ninguna revolución aplastada, ningún golpe fascista victorioso, ni mucho menos la caída de los estados obreros, que se haya producido por la inteligencia y la capacidad de la burguesía o por la fortaleza de sus ejércitos. Mucho menos esto sucedió porque el marxismo revolucionario internacional que fundó la III y la IV Internacional no dejó un programa y una bandera sin mácula para luchar. Opinamos que las luchas centrales de la clase obrera mundial han sido derrotadas desde adentro, por traición de sus direcciones, como dijeron los compañeros que me antecedieron.
En el año 1918, junto a la revolución de Octubre en Rusia, se protagonizó una enorme revolución en Alemania, encabezada por los Consejos de Obreros y Soldados, que se habían rebelado contra la guerra. Se sublevaron junto a sus hermanos que ya habían conquistado la URSS, cuando terminaban de volver las tropas de Alemania imperialista derrotadas en el frente de batalla. A los inicios de esa revolución se reúne la primera asamblea de los Consejos de Obreros y Soldados y Karl Liebknecht, un valiente dirigente socialista que había pasado la mayoría de los años de la guerra en prisión y que sabía y que entendía de lo que se trataba, intervino planteando: “el enemigo de esta revolución es el que vemos todos los días, son los capitalistas a los cuales reconocemos y sabemos que hay que pelear contra ellos; los enemigos son las tropas de la soldadesca de los junkers contra los que nos enfrentamos y a los cuales desarmamos. Pero el enemigo más poderoso que tenemos, el más pérfido que tenemos, es el que está acá adentro”.
“Este sistema se sobrevive a sí mismo puesto que la burguesía en su fase de decadencia ha comprado a un sector de la clase que oprime y explota y lo ha corrompido para que le cuide sus intereses, sus negocios, sus mercados, sus estados y sus regímenes.”
Liebknecht dijo una gran verdad. Esta es la verdad que sostuvo el ala internacionalista de la clase obrera en todo el siglo XX hasta nuestros días. Por ello justamente la III Internacional fue fundada por Lenin y Trotsky contra los traidores de la II Internacional.
El verdadero enemigo de la clase obrera no son solo los poderosos ejércitos, la perspicacia de la burguesía y este sistema capitalista que ya no soporta más mantener mínimamente una civilización con posibilidad de vida en el planeta. Este sistema se sobrevive a sí mismo puesto que la burguesía en su fase de decadencia ha comprado a un sector de la clase que oprime y explota y lo ha corrompido para que le cuide sus intereses, sus negocios, sus mercados, sus estados y sus regímenes. Eso y no otra cosa fue la descomposición y la cooptación por parte de los estados burgueses imperialistas de la socialdemocracia y luego del stalinismo, excrecencia burocrática del estado obrero.
Contra esta posición marxista que nosotros sostenemos, se han levantado todas las corrientes oportunistas y revisionistas que quieren hacer creer que los culpables de las derrotas son las masas y su “conciencia atrasada” (lo que ellos llaman “crisis de subjetividad”) o la fortaleza intrínseca del sistema capitalista.
Ahí está una corriente muy importante del reformismo en Argentina, el PTS, que dice que “este sistema desarrolla parcialmente las fuerzas productivas”. Para ellos, este sistema en estado mortal de descomposición y parasitismo hace avanzar la rueda de la historia y a la civilización entera hacia adelante, por momentos. Aunque no lo haga totalmente, por lo menos sí “parcialmente”. Eso dijo el profesor universitario Christian Castillo del PTS, mientas lo escuchábamos y no podíamos creer lo que oían nuestros oídos.
Si la rueda de la historia avanza hacia adelante, como afirma Castillo, entonces la clase obrera luchando en épocas de paz puede conseguir demandas y reivindicaciones y elevar su nivel de vida dentro del sistema capitalista actual, sin que antes el fascismo, la contrarrevolución o las direcciones traidoras aplasten a la clase obrera. O incluso, sin el peligro de que el crac y la crisis, que es lo más recurrente en la fase imperialista, barran con todas las conquistas de las masas. El PTS afirma de hecho que estamos ante una época por momentos reformista. Vaya revisión teórica antimarxista para justificar una política reformista.
Lo que demostró la historia del siglo XX y lo que va del siglo XXI es que, lejos de conseguir tal o cual reivindicación con tal o cual lucha, si no tomamos el poder, perdemos todas las conquistas, e inclusive el poder mismo si dejamos de pelear por la extensión de la revolución a nivel internacional, como sucedió con la URSS y demás ex estados obreros.
Lo que vemos hoy es una clase obrera mundial que no tiene nada que envidiarle al proletariado del siglo XIX y peor aún. Esta gente ve al movimiento obrero desde las capas altas de las burocracias y aristocracias obreras.
La verdad es que este revisionismo también en estado de descomposición, no puede explicar que 200 millones de obreros y campesinos deambulen por el planeta, como parias y migrantes sin tierra, buscando un país donde vivir, una cama donde dormir y una máquina donde trabajar porque este podrido sistema capitalista ni siquiera le da ese derecho.
Con Trotsky y el marxismo revolucionario afirmamos, y contra el reformismo declaramos, que hace rato las fuerzas productivas han dejado de crecer de forma armónica, orgánica y equilibrada en el planeta. Con el 80% de la civilización en los países semicoloniales saqueados en sus fuentes de materias primas, reducidos al atraso y cada vez más a la barbarie; con 800 millones de obreros alejados del proceso productivo en cada crisis y estallido del crac; con el 40% de la capacidad industrial del mundo parada; con naciones y privados que han perdido todo poder de pago, destruyendo el propio mercado mundial, esta gente quiere hacerle creer a la clase obrera que el capitalismo sigue jugando un rol redentor en la historia, como lo hacía en el siglo XIX, cuando hacía avanzar la civilización a su manera. Ahora lo que avanza es la desocupación crónica, la parálisis de la mayoría de las fuerzas productivas, encorsetadas en las fronteras nacionales, la ruina de la mayor parte de la economía mundial -a pesar del crecimiento de tal o cual sector de la misma-, y una sub-clase de parias que jamás ni soñarán con entrar al proceso productivo. Bajo este podrido sistema capitalista, el hombre y la naturaleza están siendo llevados cada vez más a la barbarie y la destrucción.
Basta ver al imperialismo yanqui que en su intento de mantener el control del mercado mundial a través de sus transnacionales y su ejército a partir del ‘89, lo que ha logrado es destruir al propio y poderoso mercado interno norteamericano. 40 millones de obreros despedidos y sin vivienda en EEUU son un golpe en la nariz a tanto reformista y liquidador del marxismo.
Después de dos masacres mundiales en el siglo XX por las guerras interimperialistas, en el medio de brutales crac y crisis que son la norma en la economía-mundo del sistema capitalista imperialista, luego de los avances tecnológicos basados en la industria de guerra para la destrucción, ningún revolucionario serio que se precie de socialista puede afirmar que el capitalismo sigue jugando, aunque sea parcialmente, un rol redentor de la civilización humana.
“Los reformistas y entregadores de la IV Internacional se han negado a decirle la verdad a los trabajadores: la verdad es que si estamos mal, solo podemos estar peor en los marcos de este sistema putrefacto. Y si no luchamos y nuestro combate decisivo no es por la toma del poder, jamás podremos mejorar nuestro nivel de vida y las conquistas que logremos, las perderemos.”
Con esta tesis se ensañaron todas las corrientes revisionistas y reformistas de la IV Internacional para liquidar su programa y sacarle a la clase obrera mundial la perspectiva de la lucha por la revolución socialista como su tarea inmediata.
Los reformistas y entregadores de la IV Internacional se han negado a decirle la verdad a los trabajadores: la verdad es que si estamos mal, solo podemos estar peor en los marcos de este sistema putrefacto. Y si no luchamos y nuestro combate decisivo no es por la toma del poder, jamás podremos mejorar nuestro nivel de vida y las conquistas que logremos, las perderemos.
Esto es lo que definió a la fracción revolucionaria internacionalista de la clase obrera mundial durante todo el siglo XX. Esta, encabezada por Rosa Luxemburgo, Lenin, Liebknecht y Trotsky, dio un combate intransigente planteando que todas las luchas que hacemos por las demandas más mínimas todos los días, por el pan, por salarios, por vivir, por poder hablar, por tener un pedazo de tierra donde alimentarse, por liberarse del imperialismo, no se pueden conseguir ni resolver, ni nuestra lucha triunfar, si la clase obrera no se hace del poder destruyendo a la dictadura del capital, a sus gobiernos, regímenes y estados.
A estas corrientes neo-stalinistas se las escuchó decir en todo el mundo (para lavarse ellos la ropa de su cobardía política) que desde 2008 “no ha habido revoluciones, sino que ha habido revueltas de ciudadanos”. Increíble, nos quieren volver tres o cuatro siglos atrás, a la época de las revoluciones burguesas. Dicen que la clase obrera no ha intervenido, cuando la clase obrera lo único que ha hecho ha sido luchar y sus direcciones traicionar.
Si no, ¿qué son las revoluciones de Medio Oriente? ¿“Revueltas de ciudadanos”? ¿Cómo van a tratar como “ciudadanos”, con derechos de ciudadanos, a los parias? Hay que ser un profesor universitario muy canalla para darle el poder de “ciudadano” a un obrero esclavo en un pozo de petróleo de Medio Oriente, cuando el imperialismo llenó de sangre y fuego esos países para saquear el “oro negro” de toda la región.
¿Cómo van a tatar de “ciudadanos” a la ruta de los esclavos de los obreros negros de África que hoy se levantan en Estados Unidos? ¿Cómo van a tratar de “ciudadanos” a los obreros negros de Estados Unidos que hoy se levantan y se sublevan? ¿Cómo van a tratar de “ciudadanos” a los obreros negros de Sudáfrica que no tienen ni siquiera salario y que viven en chozas para trabajar como esclavos en las minas? ¿Cómo van a decir que son “ciudadanos”?
Ciudadanos son los burgueses, que tienen derechos de propiedad, de educar a sus hijos, de no morir asesinados por las balas de un policía. Los obreros vamos a ser ciudadanos el día que nos hagamos del poder, que volvamos a poner en pie la Comuna de París, que tomemos el poder como en la URSS en 1917. Vamos a ser orgullosamente ciudadanos con los gobiernos de obreros y campesinos.
Si esto aún no se ha podido realizar es porque señores ciudadanos como los hoy llamados “anticapitalistas”, han entregado la lucha del proletariado internacional.
En estos últimos días hemos llegado a escuchar brutalidades anti-socialistas y anti-trotskistas semejantes, de boca de gente que dice luchar bajo las banderas de la IV Internacional.
El revisionismo en el marxismo fue clave para descomponer a la clase obrera mundial y formar sus cuadros para sostener al sistema capitalista. Esto hizo la II Internacional edulcorando a los regímenes burgueses y el stalinismo falsificando el legado de la III Internacional y de Lenin.
No se puede rendir homenaje a los revolucionarios como hacen los profesores universitarios, que dan cátedras desde las universidades burguesas al movimiento obrero y que han arrancado al marxismo revolucionario de la lucha revolucionaria de masas y lo han llevado a los claustros universitarios para tirarle desechos de programas mínimos y reformistas a la clase obrera. Y encima después le echan la culpa a ella de su “crisis de subjetividad” y “atraso político”.
El marxismo debe volver a la clase obrera. Esto es lo segundo que queremos afirmar en este homenaje que le rendimos al camarada Trotsky.
“¿Cómo vamos a ir los trotskistas a hacer una jornada de homenaje a León Trotsky con el Partido Comunista cubano que le paga 18 dólares por mes a la clase obrera y que ya instauró inclusive el derecho de herencia para reproducir la propiedad privada como nueva clase dominante?”
El compañero que abrió esta jornada, planteó que durante toda esta semana se realizaron homenajes a Trotsky también en San Pablo.
Nosotros fuimos invitados por Frank García Hernández, el dirigente del ala izquierda del Partido Comunista cubano, a participar de sus eventos, como el que hicieron en San Pablo, e inclusive viajar a La Habana.
Nosotros les dijimos: ¿por qué nos faltan el respeto? ¿Cómo vamos a ir los trotskistas a hacer una jornada de homenaje a León Trotsky con el Partido Comunista cubano que le paga 18 dólares por mes a la clase obrera y que ya instauró inclusive el derecho de herencia para reproducir la propiedad privada como nueva clase dominante? ¿Cómo nos va a invitar el castrismo a hacer un homenaje a Trotsky, quien luchó por la más amplia democracia obrera en el estado obrero para que se expresen todas las corrientes en los soviets democráticos y se respeten todas las posiciones de los que luchan por la revolución? El castrismo jamás nos permitiría poner en pie un partido trotskista en Cuba para pelear por este programa, sin encarcelarnos y fusilarnos.
Nosotros somos trotskistas. Estamos por organizar una guerra civil revolucionaria para barrer con todos los ex burócratas millonarios, socios del imperialismo mundial, y terminar con todas las medallas y condecoraciones que aún les quedan. Somos el partido de la guerra civil para derrocar al partido stalinista de las nuevas clases poseedoras que están en el poder en Cuba, causante de las derrotas de todos los procesos revolucionarios en el continente americano. Insistimos, si ese partido trotskista surge en Cuba, con el programa que aquí planteamos, sus militantes serán proscriptos, perseguidos y hasta asesinados, como sucedió con los trotskistas en la década de los ‘50 y ‘60, donde se los trató igual o peor que en la época de Stalin.
Los trotskistas volveremos a La Habana no para vender libros de Trotsky y que lo “rehabiliten” los mismos que recibieron con fanfarria a su asesino Mercader, sino para sublevar a los obreros y campesinos cubanos para que recuperen las tierras que se están robando desde la nomenclatura stalinista. Vamos a volver a Cuba para pelear contra los nuevos ricos que le roban el 80% del salario a cada médico que trabaja fuera de la isla, para ellos costearse los countries, los yates y los privilegios de una nueva clase dominante que no solo reconstituyó la propiedad privada, sino también el derecho de herencia para reproducir la propiedad capitalista.
CON NOSOTROS, NO. Por más que se llamen el grupo “Comuna”, son los que están destruyendo la Comuna obrera y campesina en Cuba. Su partido, el PC cubano hace rato se ha aliado a los oficiales de “Versalles” que están en Wall Street. Lo hicieron cuando se abrazaron con Obama y llamando a los trabajadores a confiar en los represores y asesinos del Partido Demócrata de los piratas imperialistas yanquis.
“¿Qué fueron a hacer a San Pablo con el castrismo y los teóricos stalinistas de Brasil, haciéndole un homenaje a Trotsky con los verdugos que lo asesinaron a él y a otros trotskistas de la IV Internacional?”
Yo le quiero hacer una pregunta al señor Alan Woods que habla en nombre del trotskismo británico y le llevó el Programa de Transición a Chávez; a los señores del SWP norteamericano, que fue fundado por León Trotsky en los ’30 y hoy viene de amenazar a los que se sublevaban en EEUU de mandarles piquetes para que se disciplinen; a los señores del FIT-U que se desviven por nuevas bancas en el Parlamento burgués argentino; a los señores “anticapitalistas”, enemigos de toda revolución socialista para destrozar al sistema. Mi pregunta es: ¿qué fueron a hacer a San Pablo con el castrismo y los teóricos stalinistas de Brasil, haciéndole un homenaje a Trotsky con los verdugos que lo asesinaron a él y a otros trotskistas de la IV Internacional? Respondo: es sencillo, es que están en un partido único con ellos a nivel internacional. Son la otra pata de la “Nueva Izquierda”.
Compañeros,
La IV Internacional no llegó a esta situación de estallido, crisis y bancarrota en un día. Fueron necesarios 80 años de ceder a las presiones hostiles enemigas, de adaptarse a las direcciones reformistas para luego capitular, después traicionar y finalmente descomponerse el movimiento trotskista.
En todas las intervenciones que hemos escuchado en los homenajes a Trotsky, hemos percibido que estas corrientes plantean que él y la IV Internacional se equivocaron en su pronóstico a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Cuando se fundó la IV Internacional, un puñado de tres mil revolucionarios que también representaban a la sección soviética, proclamaron que nuestro partido se iba a hacer de masas a la salida de la Segunda Guerra Mundial.
Comencemos por aclarar que la condición para hacerse de masas era no traicionar ni capitularle al stalinismo como lo hicieron durante la guerra y después de ella. El pronóstico de la IV Internacional no contaba con su traición.
Los fundadores de la IV Internacional también advirtieron que si sobrevivía el régimen de la guerra, es decir, que si salía fortalecido el stalinismo, los partidos revolucionarios podrían degenerar, como sucedió. Este pronóstico fue exacto, porque al decir de Trotsky, solamente el bolchevismo con su estado mayor internacional como ala izquierda internacionalista de la socialdemocracia, luego en Kienthal y Zimmerwald y después en la III Internacional, pudo elevarse por encima de las presiones que lo moldearon y llevar a la clase obrera a la toma del poder. La IV Internacional no solamente pasó la prueba en su teoría y su programa, sino también en su pronóstico.
Si la continuidad fue interrumpida es por la destrucción del estado mayor internacional de la IV Internacional y por su disolución luego del asesinato de Trotsky. Como consecuencia de ello, se produjo el aislamiento nacional de sus secciones, que luego fue seguido a la salida de la guerra, por un agrupamiento de caudillos y de tendencias que año tras año y revolución tras revolución fueron cavando su fosa, adaptándose al stalinismo y la socialdemocracia.
Nosotros creemos que el pronóstico de Trotsky fue correcto. La IV Internacional se podría haber convertido en un partido de masas a la salida de la guerra. Quizás esto les va a sonar raro a compañeros de otras corrientes, porque todos han dicho que el trotskismo fue una corriente marginal. Eso es mentira, lamento decepcionar a todos los que han escuchado mucho tiempo al señor Altamira, al señor Alan Woods, a los “anticapitalistas”, a los Albamonte, a las Mercedes Petit, a los Jack Burnes. Pero eso no ha sido, ni fue así.
En primer lugar aclaremos que para los fundadores de la IV Internacional su inserción en las masas no se definía en una revolución sino en todo un período histórico de crisis, guerras y revoluciones. Allí se afirmaba que en esas revoluciones la nueva generación del proletariado podía aprender. Y, en ese ciclo histórico de revolución y contrarrevolución, podían surgir los partidos de masas que dirijan a la clase obrera nuevamente a la toma del poder a condición de no traicionar, a condición de no entregar el programa al oportunismo, a condición de no cederle al reformismo, a condición de no capitular ante la burguesía.
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Compañeros,
Lo único que no previó el marxismo a la salida de la Segunda Guerra Mundial, incluso antes de la guerra, fue que la clase obrera tuviera tanto poder y fuera tan aguerrida. Pese a sus direcciones, contra los “aliados democráticos” que, como en Francia, se unían a Hitler para rapiñar en el norte de África, la clase obrera presentó batalla con los maquis, los partisanos, con los obreros en armas en la resistencia durante la guerra y a la salida de la misma. Fue el proletariado el que enfrentó al fascismo mientras que los “imperialismos democráticos” como EEUU e Inglaterra recién intervinieron en el año ’45 en Europa, porque esperaban que Hitler aplastara, desgastara y destrozara a la URSS, para luego las “democracias” quedarse con las conquistas del estado obrero. Esta es la verdad histórica.
Mientras tanto, las secciones de la IV Internacional, separadas país a país, terminaron adaptándose a cada una de estas presiones.
Los stalinistas levantaron monumentos a los generales y mariscales del Ejército Rojo, luego de la derrota de Hitler y el ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Pero no fueron ellos los que los derrotaron.
La verdad la podemos encontrar -y cualquiera la puede ver- en el jefe del periódico del Ejército Rojo llamado “Estrella Roja”, que cubrió la batalla de Stalingrado. Ese periodista por un lado tenía los reportes oficiales que le enviaba a Stalin a Moscú y, por otro, tenía las verdaderas notas que sacaba en el frente de batalla con los soldados rojos.
En las primeras notas se le mandaban loas a Stalin, porque si no lo mataban a él y a sus compañeros en el frente de batalla. En las otras notas -con las cuales se ha escrito un libro que apareció en los archivos de la ex URSS-, este periodista les decía la verdad a sus compañeros. Contaba que en las noches de invierno en Siberia, en Petrogrado, en las afueras de Stalingrado, los obreros discutían: “¿Qué hacemos primero? ¿Derrotamos al fascismo o tiramos a Stalin?”. En los fogones de las noches heladas de la Rusia que combatía al fascismo, los obreros discutían si lo tiraban a Stalin en ese momento o esperaban derrotarlo a Hitler para después tener las mejores condiciones para ir por Stalin.
20 millones de obreros y campesinos soviéticos murieron haciéndole una guerra de guerrillas y de maniobras a las posiciones del ejército alemán y cortándole todos los suministros y la línea de abastecimiento, bajo ninguna dirección de Stalin ni de demás traidores sinvergüenzas cobardes de la burocracia. Fueron millones de obreros que en la retaguardia destrozaron al ejército alemán en el invierno y terminaron marchando sobre Alemania, avanzando a liberar a la clase obrera europea.
El trotskismo no previó semejante heroísmo de las masas, pero sí lo explican su teoría y su tesis de “estado obrero degenerado”. Es que la política defensista de la URSS de los trotskistas en los ’30 era porque opinaban que pese a la burocracia stalinista, el estado obrero era una conquista de la revolución y de la clase obrera. Los obreros de la URSS dieron su vida por sus conquistas: las fuerzas productivas nacionalizadas, el derecho al trabajo, la educación, la salud, etc. Millones de obreros agrícolas dieron su vida por defender la tierra que trabajaban. La conciencia, al decir de Trotsky, vivía en las relaciones de propiedad. Ese fue el motor de tan grandes acciones y ofensiva revolucionaria.
Miren compañeros, y hagamos un paréntesis, de por qué ningún sector significativo del movimiento obrero soviético defendió a la URSS en el ’89. Es que en ese momento ya no había ninguna conquista que defender. La burocracia stalinista, deviniendo en nueva burguesía, había entregado todas las conquistas al imperialismo. La URSS estaba quebrada. Las góndolas estaban vacías. Los obreros luchaban por jabón y papel higiénico, igual que los mineros bolivianos, mientras el stalinismo había cumplido su pacto con el imperialismo: había generado la derrota de decenas y decenas de procesos revolucionarios en Occidente y había colocado en una abierta crisis al proletariado mundial. Estas, y no otras, fueron las condiciones que llevaron a la emergencia de los gobiernos de Reagan y Thatcher que a mediados de los ‘80 comenzaron a controlar ya directamente a la URSS en estado de descomposición, a través de Gorbachov y el PCUS.
Estamos cansados y hartos de que nos digan que la crisis fundamental de las derrotas y retrocesos de la clase obrera es que las masas son “atrasadas”, “brutas” y “bárbaras”, cuando en realidad los explotados jamás faltaron a la cita.
Los que no estuvieron a la altura de las masas fueron los dirigentes. Esa es la tesis de los revolucionarios, esta es la tesis de los trotskistas. Fallamos en ese pronóstico. No vimos que inclusive las masas llegarían a las puertas de Berlín en Alemania, sublevando a todo el Este europeo, a pesar y en contra del stalinismo y también de las filas de la IV Internacional que estaban dispersas ante semejante ofensiva de masas.
A la salida de la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo y sus batallones marcharon sobre Alemania. Lo que no se había podido conquistar a la salida de la Primera Guerra Mundial, cuando triunfó la URSS, que era la toma del poder en Alemania, estuvo al alcance de la mano a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Las masas soviéticas y la clase obrera europea pusieron a la orden del día conquistar una Alemania soviética que pudiera funcionar junto a las fuerzas productivas de la URSS. La burocracia stalinista contuvo la revolución en Berlín y pactó con el imperialismo garantizando que la revolución no avanzaba hacia el Occidente de Europa y que ellos controlaban a las masas del este europeo a punta de cañones y tanques.
La clase obrera francesa también tuvo el poder en sus manos, los maquis le hicieron una enorme resistencia al fascismo y estaban armados. En Italia y en Grecia los partisanos fueron los que verdaderamente derrotaron al fascismo. El stalinismo los desarmó y sostuvo a todos los gobiernos de la Europa imperialista.
“Afirmar que la clave de la crisis de nuestro partido mundial es porque los trotskistas quedamos muy débiles a la muerte de Trotsky, porque el trotskismo “fue sectario” y “no tuvo un programa correcto para intervenir en la guerra y a la salida de la misma”, es una infamia para encubrir las capitulaciones y las traiciones de la IV Internacional durante la guerra y la posguerra. La debilidad no es una excusa para traicionar ni para adaptarse al enemigo.”
Y ahora nos quieren decir que hay que hacer “frentes democráticos” con la burguesía “progresista” para enfrentar al fascismo. Nosotros afirmamos que fueron los partisanos griegos, los italianos de Milán, los obreros en resistencia franceses, los que derrotaron al ejército de Hitler y a la bestia fascista. Y fue el stalinismo el que los hizo desarmar a todos a la salida de la Segunda Guerra Mundial para “reconstruir Europa”. ¡Que nos nieguen esta verdad! Los imperialismos “democráticos”, al igual que los “fascistas”, peleaban en la guerra por los negocios, el saqueo y el control del mercado mundial.
Afirmar que la clave de la crisis de nuestro partido mundial es porque los trotskistas quedamos muy débiles a la muerte de Trotsky, porque el trotskismo “fue sectario” y “no tuvo un programa correcto para intervenir en la guerra y a la salida de la misma”, es una infamia para encubrir las capitulaciones y las traiciones de la IV Internacional durante la guerra y la posguerra. La debilidad no es una excusa para traicionar ni para adaptarse al enemigo.
***
Compañeros,
Hay que desenmascarar al revisionismo y sus falsificaciones del combate de la IV Internacional los últimos 80 años.
Como dijimos, el trotskismo con su teoría de la Revolución Permanente, que combinó las tareas de la revolución socialista en el mundo semicolonial, en los estados obreros degenerados y en los países imperialistas, pasó la prueba de la historia. Inclusive, previó que direcciones pequeñoburguesas tengan que ir más allá, como sucedió en la posguerra en las revoluciones en China, Cuba y Vietnam, por imposición y peso decisivo del movimiento de masas, bajo condiciones excepcionales de crisis y crac. Lo que sí afirmó el trotskismo y la IV Internacional es que todos esos triunfos, si se daban, iban a ser tácticos puesto que los iba a capitalizar el stalinismo para usarlos como un ariete para aplastar con su prestigio la revolución mundial. Esto es lo que pasó. Fueron triunfos tácticos y derrotas estratégicas, por seguir el stalinismo controlando al proletariado mundial, sometiéndolo a un pacto con los yanquis. La IV Internacional se adaptó a ese pacto infame de Yalta, de salvataje del sistema capitalista mundial.
Compañeros,
No solo el pronóstico de la IV Internacional fue totalmente correcto, sino que, como ya dijimos, este no contemplaba traicionar. Esa fue la tragedia de la IV Internacional en la revolución boliviana de 1952. Allí el trotskismo pudo haber dirigido la toma del poder. La clase obrera boliviana, que había tomado el programa de los trotskistas, las Tesis de Pulacayo, derrotó al gobierno burgués de la Rosca, con la COB se armó y formaron milicias obreras y luego, por crisis de dirección, le entregaron el poder a la burguesía, al gobierno burgués de Paz Estenssoro.
La burocracia colaboracionista de la COB le entregó el poder a Paz Estenssoro. Mientras tanto, los trotskistas, que dirigían y tenían la mayoría en la COB y la Federación Minera, le dieron un apoyo táctico y sostuvieron desde la dirección de la COB al gobierno burgués de Paz Estenssoro, dándole tiempo a que este luego desarmara al proletariado y restableciera el poder burgués. ¿Qué pronóstico podría plantearse que explicara que los trotskistas, los que nos preparábamos para la revolución, íbamos a cometer semejante capitulación y traición?
La nueva generación de trotskistas tiene que saber que en Sri Lanka, en el Pacífico, los trotskistas tenían enorme peso y ganaron las elecciones en los años ‘50 pero terminaron haciendo un frente con la burguesía y destruyendo el ascenso revolucionario, para que después venga un golpe militar fascista y aplaste a las masas.
“La capitulación y entrega del así llamado “trotskismo de Yalta” llegó muy lejos. Revisaron abiertamente al marxismo planteando que en la posguerra había ‘dos bloques’ y ‘dos economías’, una ‘capitalista’ y otra ‘socialista’. (…) LOS RENEGADOS DEL TROTSKISMO EN LA POSGUERRA LLEVARON HASTA EL FINAL LA TEORÍA DEL ‘SOCIALISMO EN UN SOLO PAÍS’ DEL STALINISMO.”
Un grupo de capituladores, adaptados al stalinismo, le hicieron creer a los trotskistas en la posguerra que EEUU iba a atacar a la URSS y que entonces la URSS iba a tener que responder. Afirmaban que la URSS iba a derrotar al imperialismo mundial y por eso había que estar dentro de los Partidos Comunistas. Así disolvieron a la IV Internacional dentro de esos partidos. Una teoría revisionista de adaptación absoluta al pacto de Yalta y Potsdam, que puso a la IV Internacional como un apéndice del stalinismo durante toda la segunda posguerra.
Las nuevas fuerzas que entran al combate por la IV Internacional tienen que saber que a partir de los ‘40 el stalinismo en Vietnam masacró a cientos de trotskistas y a su dirigente Ta Thu Thao, que fueron los que habían encabezado enormes procesos de lucha en el ’36, co-dirigiendo las grandes huelgas industriales de Saigón, en particular la del ferrocarril en 1937. Cuando esto sucedía, los trotskistas vietnamitas estaban aislados en su propio país, como sucedió con todas las secciones nacionales de la IV Internacional a la salida de la guerra por la disolución del centro internacional de nuestro partido mundial. Luego, las fuerzas de la IV Internacional dirigidas por Michael Pablo, se disolvían dentro de los Partidos Comunistas, del mismo stalinismo que en Oriente perseguía y masacraba a los trotskistas como sucedió en Vietnam.
La capitulación y entrega del así llamado “trotskismo de Yalta” llegó muy lejos. Revisaron abiertamente al marxismo planteando que en la posguerra había “dos bloques” y “dos economías”, una “capitalista” y otra “socialista”. Una vulgaridad típica de obsecuentes de las fuerzas contrarrevolucionarias que expropiaron las revoluciones triunfantes. Hay una sola economía mundial capitalista que inclusive sometió a los estados obreros durante décadas y los terminó destrozando internamente, convirtiendo a la entonces burocracia stalinista en agente directo de las transnacionales y el capital financiero internacional para imponer la restauración capitalista. ¿Cómo pueden aislarse de la economía mundial los países que son atrasados en relación a las fuerzas productivas más avanzadas de los países imperialistas? LOS RENEGADOS DEL TROTSKISMO EN LA POSGUERRA LLEVARON HASTA EL FINAL LA TEORÍA DEL “SOCIALISMO EN UN SOLO PAÍS” DEL STALINISMO. En Yalta destrozaron todas las tesis con las que se fundó el trotskismo cuando puso en pie la Oposición de Izquierda como fracción de la III Internacional.
La tesis marxista es que la economía-mundo se destruye con la victoria de la revolución socialista en las potencias imperialistas y a nivel internacional, cuando el proletariado controle lo más avanzado de las fuerzas productivas.
Esta revisión vergonzosa la hicieron y envenenaron a la IV Internacional durante décadas, los mismos pablistas que luego del ’89 pontificaron que la lucha por la dictadura del proletariado ya no era posible. Miserables.
Compañeros,
En el año 1953 se levantaban los obreros en Berlín Oriental, dirigido por las tropas stalinistas, con la consigna de “aumento de salario”. Se sublevaron los obreros metalúrgicos contra el Ejército Rojo que los oprimía. En el año 1956 se levantó la clase obrera de Hungría en Budapest al grito de: “¡Fuera la burocracia stalinista!” “¡Viva la clase obrera soviética!” “¡Que vuelvan los soviets revolucionarios de Lenin!”.
¿Saben qué dijo la dirección de la IV Internacional en Europa, al igual que todos los que hoy afirman que “la clase obrera es atrasada”? Que no se podía levantar la consigna de “fuera el Ejército Rojo de Hungría, de Alemania y todo el Este europeo porque eso era hacerle el juego al imperialismo”. Es decir, según ellos, una revolución política que expulse a la burocracia, le destruya su poder y su casta de oficiales, era “hacerle el juego al imperialismo”. Para esta gente era ser “agente del imperialismo” luchar por poner en pie los Consejos de Obreros y Soldados y dotar de una dirección revolucionaria y soviética a los estados obreros del Este europeo. Eso, para ellos, era “contrarrevolucionario” porque era “hacerle el juego al imperialismo”.
Cuando yo empecé a militar me decían eso. ¡Que los viejos dirigentes del trotskismo den la cara y demuestren que esto no fue así!
¿Cómo van a decir muy sueltos de cuerpo que la matriz de la crisis de la IV Internacional está en la teoría y el programa del trotskismo, en sus “insuficiencias”? Esto es mentira. Ustedes, los revisionistas, los pablistas, los healistas, los centristas eclécticos como el morenismo -con principio pero sin final en su giro a la derecha durante todo el período de Yalta-, se “equivocaron” de partido. Vinieron a la IV Internacional para entregársela al stalinismo atada de pies y manos en los procesos de revolución política de los ‘50 y de los ‘60. Luego se rompieron y se volvieron a unificar todos en el ‘63 bajo la dirección de Fidel Castro, con la excusa de reconocer al estado obrero cubano, para terminar en el ‘89 todos abrazados al stalinismo en Occidente.
La clase obrera del Este jamás dejó de pelear. Las nuevas generaciones tienen que saber que los obreros soviéticos, de Checoslovaquia, de Hungría, de Polonia, de las minas del Donbass en Ucrania, se sublevaron mil y una veces contra la burocracia y no la dejaron vivir en paz.
¿Qué decían los trotskistas en Occidente? Que “no se podía apoyar esas revoluciones, porque era hacerle el juego al imperialismo”. ¡Desmiéntanlo! ¡Digan que esto no fue así!
Los que no aceptaban esa posición como la corriente de los Healy, los Lambert (viejos socios del PO y Altamira de Argentina) y el grupo The Militant, entraron todos al Partido Laborista inglés diciendo que lo “progresivo” no era el stalinismo, sino las corrientes socialdemócratas y había que hacer entrismo ahí para construir partidos revolucionarios de masas. Así quedaron cerca de 50 o 60 años dentro de los partidos socialdemócratas.
Nosotros insistimos en que la tragedia de la IV Internacional radica en que se disolvió el centro internacional dirigido por León Trotsky, León Sedov, Rudolph Klement, Abraham León, Jean van Heijenoort, James Cannon y la dirección del SWP norteamericano. Un sector de ellos, como el propio Trotsky, León Sedov y Rudolph Klement, fue asesinado por el stalinismo. El resto, disolvió el estado mayor internacional tras la muerte de Trotsky. Así, la IV Internacional quedó a los tumbos durante toda la posguerra en lo que se llamó el “trotskismo de Yalta”.
¿Cómo se sostuvo Yalta? ¿Qué fue Yalta donde los trotskistas se hicieron pro-stalinistas o pro-socialdemócratas y disolvieron a la IV Internacional? Fue un pacto con el cual el imperialismo pudo sostenerse a la salida de la Segunda Guerra Mundial, firmado con Stalin. Este pacto estipulaba que los stalinistas controlaban a la clase obrera desde el Muro de Berlín hacia Moscú y garantizaban que no había ninguna revolución triunfante en Occidente. Esa fue la política de “coexistencia pacífica” del stalinismo en el pacto de Yalta y Potsdam. Esto terminó con Stalin entregándoles la III Internacional a los vencedores de la guerra del “imperialismo democrático”, para entrar a la Sociedad de las Naciones.
Ese mundo de “coexistencia pacífica” entre el imperialismo y el stalinismo fue el mundo de Yalta en el cual las fuerzas de la IV Internacional disueltas, terminaron todas adaptadas al stalinismo chillando a los cuatro vientos: “hay dos bloques”, “hay dos bloques”… Mientras tanto el stalinismo le daba sobrevida al sistema capitalista mundial traicionando toda revolución que estuvo a su alcance.
Compañeros,
Durante esos años y décadas, en duras luchas de tendencias surgieron, empujados por agudos procesos revolucionarios de masas, alas izquierda en la IV Internacional que durante un trecho del camino de nuestro partido mundial dieron batallas correctas y principistas y dejaron hilos de continuidad, como fueron las lecciones de la revolución portuguesa, chilena, el Cordobazo en Argentina, el combate contra la guerra de Vietnam en EEUU. De todos ellos, también debemos afirmar que revisando la teoría de la Revolución Permanente y el programa de la IV Internacional, con la pseudo-teoría de “revoluciones democráticas”, terminaron todos adaptados al stalinismo, como sucedió con el morenismo y ni hablar del SWP norteamericano, que hoy terminó deviniendo en la sección de EEUU del PC de La Habana.
Este agudo proceso de lucha de tendencias se dio primero durante la segunda posguerra, alrededor de la discusión sobre el carácter de clase de los estados obreros deformados que surgieron en el este europeo, y luego se desarrolló en el ascenso generalizado del ‘68-‘74.
Gran parte de la IV Internacional llega a ese enorme ascenso revolucionario del ‘68-‘74 dentro de los Partidos Comunistas, con los cuales tuvo que romper puesto que ese ascenso fue un golpe por izquierda contra el stalinismo y todo el pacto de Yalta.
Cuando vino el ‘68-‘74, la mayoría de las fuerzas de la IV Internacional habían jugado un rol de apéndice del castrismo que utilizó Cuba como un “Muro de Berlín” para contener la revolución socialista en el continente americano. Fue un bastión fundamental de la política del stalinismo de “coexistencia pacífica” con el imperialismo norteamericano.
Es indudable que el castrismo jugó un rol clave en el estrangulamiento de la revolución de América Latina. Fueron los que pregonaron Chile que se podía tomar el poder y hacer el socialismo por “la vía pacífica”, como planteó Fidel Castro. Eso les dijo cuando estuvo en Chile a los obreros y a los soldados que buscaban armarse para enfrentar al fascismo. Chile y América Latina se llenaron de un baño de sangre.
“La clave fue que cuando las masas fueron derrotadas en el ‘68-‘74, la burocracia buscó desesperadamente la restauración capitalista. Las fuerzas productivas de los estados obreros estaban destrozadas. Con la carrera armamentística, EEUU había quebrado la economía soviética. Más y más la URSS se endeudaba y más y más el FMI y el Citibank prestaban dinero y controlaban la economía de esos estados.”
Las revoluciones del ‘68-‘74 fueron derrotadas, se cerró el ascenso de masas y una vez que pasó eso, la burocracia soviética dijo: “si viene otro ascenso como este que acabamos de derrotar, no quedarán ni rastros de nuestros privilegios”.
Así, a finales de los ‘70 y durante los años ’80, y luego de crueles y duras derrotas del proletariado, las burocracias stalinistas comenzaron a preparar abiertamente la restauración capitalista en la URSS y China. La IV Internacional había anticipado que si no triunfaba en la URSS una revolución política que expulsara a la burocracia de los estados obreros y los transformara en trinchera de la revolución mundial, la burocracia stalinista iba a pugnar por tener propiedad y devenir en nueva clase poseedora.
La clave fue que cuando las masas fueron derrotadas en el ‘68-‘74, la burocracia buscó desesperadamente la restauración capitalista. Las fuerzas productivas de los estados obreros estaban destrozadas. Con la carrera armamentística, EEUU había quebrado la economía soviética. Más y más la URSS se endeudaba y más y más el FMI y el Citibank prestaban dinero y controlaban la economía de esos estados.
En el año 1975 Den Xiao Ping firmó un pacto con Nixon de entrega de la clase obrera china y en los ‘80 la URSS inicia con Gorbachov la Glasnost y la Perestroika con las cuales empieza un proceso abierto de restauración capitalista.
Muchos “marxistas” hoy se hacen los distraídos con este proceso de descomposición de los ex estados obreros y el siniestro rol contrarrevolucionario del stalinismo en ese período. La vieja burocracia maoísta entró en competencia para ver qué pandilla de todos ellos lograba los favores del imperialismo yanqui para esclavizar a sus propias clases obreras. A finales de los ‘70 China invadió Vietnam, que estaban subordinado a Moscú, y provocó una guerra sangrienta entre estados obreros, lo que fue el punto de partida de la restauración capitalista en ambos. Esto fue una tragedia que no dejó ni rastros de la revolución socialista en el Pacífico, donde había sido aplastado el imperialismo yanqui por sucesivas derrotas de las masas, de China a Corea y de Corea a Vietnam.
En Occidente ya había quedado atrás el ascenso revolucionario del ‘68-‘74: los mineros ingleses habían sido derrotados, al igual que la clase obrera italiana; las mareas revolucionarias de lucha a favor de Vietnam en EEUU habían retrocedido; la noche negra de la dictadura militar ya estaba en América Latina. Se habían terminado de liquidar los grandes ascensos revolucionarios del ’68-’74 y la burocracia inició una búsqueda desesperada para entregar los estados obreros antes de que venga otra oleada revolucionaria.
La sorpresa de todos, cuando vino el ’89, es que caían las estatuas de Lenin, las estatuas de los revolucionarios, y los obreros ya no defendían más a la URSS.
Los renegados del trotskismo no pudieron explicar esto. Se enojaron y ocultaron sus propias capitulaciones y traiciones. Por eso 1989 es el año del gran estallido. Que no se hagan los distraídos. Estallaron todos los partidos del “trotskismo de Yalta”, que realmente tenían un peso enorme en la vanguardia. Esto le pasó al MAS de Argentina que era un partido poderoso que llegó a meterlo a Luis Zamora como diputado y que tenía más peso en el movimiento obrero que todas las corrientes del FIT-U hoy. Lo mismo le sucedió a la LCR francesa, y al SWP norteamericano.
Es que nadie podía explicar por qué caía la URSS en 1989. Pero tampoco podían explicar por qué no estaban ni estuvieron los trotskistas durante décadas de choques de las masas de los estados obreros contra el stalinismo.
El trotskismo en Occidente era un apéndice del stalinismo, mientras en Oriente el stalinismo aplastaba a las masas de los estados obreros. Digámoslo con claridad. La catástrofe del movimiento marxista que se abrió a partir de allí es por la traición de sus direcciones, no de las masas.
Ahí nació nuestra corriente, planteando en el año ‘88 que la suerte de la clase obrera mundial se iba a definir si caía o no la URSS y demás estados obreros. En aquellos años lo planteábamos aún de forma confusa, pero la TBI del MAS y la LIT-CI que daba esa batalla tocó un nervio sensible. Todo el movimiento trotskista y sus corrientes apoyaron a Gorbachov y su Perestroika. Todos habían dicho que el castrismo era la “dirección revolucionaria más grande de la historia”.
¿Por qué los obreros que se estaban muriendo de hambre dentro de la URSS desangrada por el saqueo imperialista iban a defender al estado obrero? ¿Y por qué los obreros iban a ser trotskistas si jamás los trotskistas estuvieron con ellos cuando enfrentaban los tanques del Ejército Rojo que los aplastaba a cuenta del imperialismo?
“Cuando estuvimos en Japón reunidos con la dirección de la JRCL-RMF, ellos nos decían: ‘nosotros en el año ‘56, cuando fue la masacre del Ejército Rojo en Hungría, rompimos con el Partido Comunista japonés. (…) Vinieron los trotskistas (en realidad, los pablistas y mandelistas, decimos nosotros) a plantearnos que teníamos que volver a entrar al PC cuando nosotros habíamos roto con él’.”
Cuando estuvimos en Japón reunidos con la dirección de la JRCL-RMF, ellos nos decían: “nosotros en el año ‘56, cuando fue la masacre del Ejército Rojo en Hungría, rompimos con el Partido Comunista japonés. Éramos la comisión de propaganda del PC. Vinieron los trotskistas (en realidad, los pablistas y mandelistas, decimos nosotros) a plantearnos que teníamos que volver a entrar al PC cuando nosotros habíamos roto con él. Miles y miles de militantes rompíamos con el stalinismo en el Pacífico luego de la masacre de Hungría. Y los “trotskistas” nos venían a decir que apoyemos el aplastamiento de los consejos de obreros y soldados de Budapest. No le acatamos su centralismo-democrático… La tragedia fue que el que luego capitalizó esa ruptura con el stalinismo fueron las corrientes hochiminhistas y maoístas que luego impusieron nuevos obstáculos a la clase obrera japonesa y de todo el Pacifico.
Ustedes verán que la JRCL-RMF insiste en que el trotskismo no lucha por poner en pie partidos de vanguardia. Justamente, se refieren a esto, a que los quisieron disolver en los Partidos Comunistas a mediados de los ‘50 y principios de los ‘60.
Vamos a rendirle homenaje a Trotsky, pero afirmando que el maoísmo y el hochiminhismo se fortalecieron en el Pacifico porque los traidores del pablismo y demás liquidacionistas de la IV Internacional fueron sirvientes del stalinismo. Una IV Internacional dispuesta a encabezar los procesos de revolución política contra la lacra stalinista, hubiera jugado un rol central y decisivo entre las masas revolucionarias del Pacífico.
Hay que decir la verdad. Son estas corrientes liquidacionistas las que se quedaron con el nombre y las banderas de la IV Internacional y por eso estallaron todos en el ‘89.
El trotskismo de Occidente tiene un gran problema. Tiene mucho que explicar en la historia. Y no hay juego de malabarista, ni mago que pueda esconder este “elefante” con una ilusión óptica. Los trotskistas de Occidente le fallamos al proletariado mundial.
Porque desde el año ‘40 hasta el ‘89 lo único que hizo el trotskismo de Occidente fue someterse y subordinarse al stalinismo. Y, después del ‘89 lloraron porque los obreros eran “atrasados” y “no eran trotskistas” y le echaron la culpa a la clase obrera, arrastrada a la miseria y la descomposición por la burocracia soviética que entregaba los estados obreros, de sus propias traiciones y sus propias capitulaciones.
Fue el revisionismo el que volvió a liquidar a Trotsky y su legado, esta vez no físicamente, sino a su obra, la obra más grande que fue fundar la IV Internacional con un programa y una teoría correcta.
Lo que ha impedido que las revoluciones socialistas sean un hecho a fines del siglo XX, lo que ha permitido semejante “atraso” de la conciencia de las masas, es que nuestro partido mundial y nuestros dirigentes y nosotros, no estuvimos a la altura de la pelea que dieron las masas.
Las masas protagonizaron una oleada revolucionaria en los ’50. Combatieron en Hungría, en Polonia, en Checoslovaquia, en Ucrania. Se levantaron los obreros de las automotrices de Bielorrusia. Se luchó en San Petersburgo y contra la guerra de Vietnam, donde al imperialismo norteamericano se le pegó la paliza más grande de su historia. Se levantaron en el Mayo francés, en los Cordones Industriales en Chile, en Bolivia, el Cordobazo en Argentina. Hubo enormes revoluciones como en Irán y Medio Oriente. A partir de los ‘50 también se desarrollaron enormes revoluciones anticoloniales en África y los sinvergüenzas del pablismo llamaron a apoyar a todos los frentes de colaboración de clases del stalinismo con las burguesías negras que los entregaron. No mientan más. Ya basta. Hace rato rompieron con la IV Internacional a la que usan porque es un lugar desde donde se le puede hablar a las masas, sin bajar la mirada.
Compañeros,
Lo que tenemos que afirmar hoy los trotskistas es que, en esa batalla al interior del movimiento obrero internacional, escindido por el imperialismo entre una capa de burócratas corruptos, asentados en la aristocracia obrera, y la amplia mayoría de la clase obrera, explotada y sometida a padecimientos inauditos, ha vencido la fracción contrarrevolucionaria pagada por el capital, por adaptaciones, revisionismo y capitulaciones.
La lucha por refundar nuestro partido mundial es volver por el programa de la revolución política contra todos los privilegios de las burocracias y aristocracias obreras, contra sus salarios privilegiados y latrocinios en las organizaciones de masas. Es una batalla decisiva para expulsar a la burocracia de los sindicatos y abrir el camino a la autoorganización y la democracia obrera en todas las organizaciones de las masas en lucha.
Hay que refundar la fracción internacionalista de la clase obrera mundial, la de Liebknecht, Rosa Luxemburgo, la de los trotskistas que en los campos de concentración de la URSS nunca se rindieron, la de los fundadores de la IV Internacional.
Hay que retomar los hilos continuidad de las batallas correctas parciales que aun como centristas dieron correctamente sectores y alas del “trotskismo de Yalta” y luego del ’89. Es que en esa feroz lucha de tendencias, fracciones, núcleos y partidos vive el marxismo hoy.
Nuestro partido mundial y sus corrientes hace rato cruzaron el Rubicón. La descomposición y sumisión a los partidos stalinistas ha llevado inclusive a la liquidación organizativa de la IV Internacional.
El otro día supimos de un hecho que hizo un equipo de seguridad contratado del sindicato del neumático en Argentina que dirige el Partido Obrero, que le cuida el country al sindicato… parece mentira, los trotskistas dirigen sindicatos y contratan seguridad privada. Cuando nos enteramos de esto nosotros no le creíamos a nuestros obreros del neumático que nos decían esto. Luego vimos que le pegaron al dirigente del PTS de ese sindicato porque tenía posiciones distintas.
Esto lo sabemos porque también lo probamos en carne propia. Con nosotros no se trató solamente de calumnias y amalgamas, sino también de garrotazos en la cabeza. No nos extraña.
Pero también sabemos que junto a este sector que se ha descompuesto, hay toda un ala del movimiento revolucionario que busca una explicación marxista y científica a tanta ignominia, fracaso y traiciones.
Trotsky en vida afirmó que su batalla más importante fue darle continuidad a las batallas del marxismo revolucionario en el siglo XX, fundando la IV Internacional. Si no hubiera sido por esto, no quedaban ni rastros del socialismo científico en la historia. Fue ese puñado de trotskistas que fundaron nuestro partido mundial los que nos siguen dando tiempo aún para retomar el rumbo. Ellos no capitularon. Ellos no se adaptaron. Ellos no traicionaron.
Por eso vinieron los oportunistas a ocupar la IV Internacional para desde ahí hablar para escalar en el régimen y hacer carrera en los sindicatos. Pero también vinieron y siguen llegando miles de obreros que buscan unir su lucha y hacer la revolución socialista. Nuestra tarea y nuestro objetivo en este homenaje a Trotsky es luchar denodadamente por que esas nuevas generaciones de obreros revolucionarios encuentren y rompan toda lección oportunista, de liquidación, de arribismo y le declaren la guerra junto a nosotros a todos aquellos sinvergüenzas, como dice Trotsky, que “hablan de pacifismo sin paz, de pan sin revolución, de reformas sin ninguna reforma para las masas”.
La IV Internacional, como decía Trotsky, no descansa en las faldas de la burguesía, ni abreva en las charlas de los parlamentarios burgueses y sus recintos. La IV Internacional no les habla a los gobiernos, no le habla a la burguesía, no le habla a los traidores. La IV Internacional les habla a los obreros, a los que están en el frente de batalla, a los compañeros del México sublevado, a las masas que resisten en Siria. La IV Internacional le habla a la heroica resistencia iraní. Les habla, hoy más que nunca, a los obreros negros que han sublevado a la clase obrera de EEUU y que es garantía de frenar las futuras guerras que el imperialismo yanqui prepara para salir del atolladero de la crisis que tiene el sistema capitalista. Les habla a los obreros chinos que luchan por recuperar sus sindicatos, a los de Japón que combaten diariamente contra las bases yanquis, al heroico proletariado norteamericano que se está transformando en el puño de acero de la clase obrera mundial.
La IV Internacional les habla a los mineros y a los obreros de Bolivia que son el futuro de la revolución latinoamericana. La IV Internacional denuncia a los gobiernos de los capitalistas, a los “cantos de sirena” de los parlamentos burgueses y la trampa de sus plebiscitos. La IV Internacional desenmascara a cada paso las formas edulcoradas de la dictadura del capital. La IV Internacional le habla solamente a la clase obrera y del lenguaje de la revolución.
“Un pequeño grupo como el nuestro lucha por ser un punto de apoyo para que los obreros revolucionarios del mundo reagrupen sus filas y coordinen su combate. (…)Si logramos unir a la clase obrera todos los días y recuperar el internacionalismo militante, en ese combate crearemos las mejores condiciones para recuperar la IV Internacional y refundarla y poner en pie partidos revolucionarios de vanguardia.”
Compañeros,
Un pequeño grupo como el nuestro lucha por ser un punto de apoyo para que los obreros revolucionarios del mundo reagrupen sus filas y coordinen su combate. Peleando por restaurar el internacionalismo militante como combate cotidiano en las filas obreras, luchamos por que los obreros norteamericanos se unan con los obreros de las maquilas de México, para que los obreros de Siria rompan el cerco y se unan con los obreros sublevados en Líbano, Irak y Teherán. Peleamos por que la clase obrera de África se subleve junto a sus hermanos de Nueva York, de Pensilvania, de Portland. Si logramos unir a la clase obrera todos los días y recuperar el internacionalismo militante, en ese combate crearemos las mejores condiciones para recuperar la IV Internacional y refundarla y poner en pie partidos revolucionarios de vanguardia.
Nuestra lucha está empeñada en eso, en volver a unir los hilos de continuidad. La clase obrera debe volver a poner en pie una fracción mundial de los sectores más explotados de la clase obrera, que se apoyen en la lucha y la embestida revolucionaria contra la ciudadela de poder, para derrotar a las aristocracias y burocracias obreras que son los enemigos que nos entregan y nos dejan desarmados contra el enemigo desde adentro de las revoluciones y de las luchas.
La gran lección que queremos sacar en esta jornada de homenaje a Trotsky es decir lo que planteó el camarada Liebknecht y lo que sufrimos los trotskistas: “el enemigo está adentro”.
Todo obrero que me está escuchando sabe que lo que le impide luchar en su fábrica, lo que provoca los despidos, que hayan luchas aisladas, que se masacren revoluciones, son las direcciones compradas con las monedas que se caen de la explotación del movimiento obrero y del saqueo del mundo colonial y semicolonial. Esas direcciones corruptas compradas con el dinero de la esclavitud de los esclavos asalariados del planeta, son las responsables de entregarnos desde adentro.
Por eso luchamos junto a los trabajadores que impulsan a cada paso la democracia obrera y la independencia de las organizaciones obreras con respecto a los estados burgueses. Con ellos combatimos por la autoorganización de masas y por conquistar el armamento para combatir al fascismo y defendernos de los ataques de las fuerzas represivas. Peleamos a brazo partido por poner en pie los organismos de poder de los trabajadores y el pueblo en lucha porque es desde allí que se prepara la victoria de la revolución en los períodos pre-revolucionarios o revolucionarios.
La IV Internacional desapareció y entró en crisis porque abandonó esta estrategia soviética revolucionaria, porque le capituló a la fracción contrarrevolucionaria de la aristocracia y la burocracia obrera, porque se puso de rodillas ante ella y así no dejó ni rastros de nuestro movimiento.
Pero pese a tanta política liquidacionista, el revisionismo no pudo destruir el legado, el programa y la teoría del trotskismo, que sí pasó la prueba. En manos de la nueva generación de revolucionarios, este programa va a volver a ponerse de pie. Porque la clase obrera lo va a volver a intentar y lo está volviendo a intentar.
El reformismo ya no puede darle nada más a la clase obrera. Este sistema capitalista es una catástrofe. Se preparan nuevas guerras. El bolchevismo ya es una necesidad y la historia lo está buscando para darle a las masas la dirección que se merecen.
De nuestra parte queremos ser un punto de apoyo porque hay centenares y miles de cuadros en el mundo que en serio buscan al trotskismo para llevar a la clase obrera a la victoria.
Compañeros,
Rindamos homenaje al camarada León Trotsky. Para nosotros este homenaje rodeado de organizaciones revolucionarias y combativas de la clase obrera mundial, es un síntoma evidente de que han comenzado enormes procesos de radicalización, a los que hay que organizar, coordinar y centralizar a nivel internacional para golpear duro a los estados mayores de la izquierda reformista y al capitalismo en bancarrota y abrir el camino a la revolución socialista. |
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Carlos Munzer junto a Abu Muad en la presentación del libro “Siria Bajo Fuego” en la Biblioteca Nacional
de Argentina en 2015
Trotsky leyendo el periódico del SWP norteamericano: “Congreso mundial funda la IV Internacional”
Movilización de la “Asociación de víctimas, fallecidos y heridos de la masacre de Senkata” (Bolivia)
Sublevación de las masas en EEUU
Sanders junto a Biden
Darya Mitina y Savas Matsas en la Conferencia del PO de Argentina realizada en Buenos Aires en 2018
Tsipras de Syriza junto a Iglesias de Podemos
Lula y Haddad del PT de Brasil
Ramón Castro, hermano de Fidel, junto a Mercader,
el asesino de Trotsky
Lenin y Trotsky
Facsímil de las resoluciones de la Conferencia
de fundación de la IV Internacional
Burócratas stalinistas de la central sindical de Grecia
Rudolph Klement, León Trotksy, Yvan Craipeau, Jeanne Martis des Pallieres, Sara Weber y Jean van Heijenoort en 1933
Publicación "Socialist Appeal":
"Congreso Mundial Funda la Cuarta Internacional"
Lenin en un Congreso de la III Internacional
Revolución alemana de 1918: trabajadores y
marineros en la Puerta Brandenburgo de Berlín
Karl Liebknecht
Trotsky en el Segundo Congreso
de la III Internacional Comunista, 1920
Derrumbe de la bolsa de Wall Street en 2008
Hambruna generalizada en países enteros como los de África
Migrantes hondureños y salvadoreños hacen
una cadena para cruzar el Río Bravo
Un grupo de refugiados sirios aguarda
para poder cruzar a Turquía
Fosas comunes en EEUU
Primera Guerra Mundial
Toma del Palacio de Invierno en Rusia (1917)
Rosa Luxemburgo en un mitin durante
la revolución alemana de 1918
Milicias obreras en la revolución libia (2011)
Huelga de los mineros de Marikana en Sudáfrica (2012)
Comuna de París
Encuentro sobre León Trotsky en La Habana (mayo 2019)
Agosto de 2015: Kerry, Secretario de Estado
de Obama, izando la bandera yanqui en Cuba
La oposición de izquierda en la URSS
en el exilio siberiano en 1928
Marzo 2016: Raúl Castro con Obama en Cuba
Fidel Castro con Nikita Krushchev, sucesor de Stalin
Alan Woods junto a Chávez
Militantes trotskistas de la IV Internacional
en Johanesburgo, Sudáfrica 1934
León Trotsky, fundador de la IV Internacional
y del Ejército Rojo de la URSS
Trotsky junto a León Sedov
Partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial
Soldados soviéticos en la batalla de Stalingrado
Los obreros soviéticos enfrentan al ejército nazi en Stalingrado
Los obreros soviéticos enfrentan al ejército nazi en Stalingrado
Gorbachov junto a Reagan, presidente de EEUU, en 1987
Las masas soviéticas llegan a Berlín (1945)
Maquis franceses durante la Segunda Guerra Mundial
Partisanos griegos durante la Segunda Guerra Mundial
Partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial
Rudolph Klement, uno de los fundadores
de la IV Internacional, asesinado por el stalinismo
Revolución cubana de 1959
Bolivia: milicias obreras y campesinas
de la revolución de 1952
Bolivia: milicias obreras y campesinas
de la revolución de 1952
Abraham León, uno de los fundadores de la IV Internacional
1938: la revista “Quatrieme Internationale” anuncia el Congreso de fundación de la IV Internacional
Ta Thu Thao, dirigente de la sección vietnamita
de la IV Internacional
León Trotsky junto a oposicionistas de izquierda
de la URRS en 1927
Revolución política en Alemania Oriental en 1953
Revolución política en Hungría en 1956
Checoslovaquia, 1968
Trotsky junto a Jean Van Heijenoort
Pacto de Yalta entre Churchill, Roosevelt y Stalin
Revolución en Portugal en 1974
Cordobazo (Argentina, 1969)
Fidel Castro junto a Pinochet en Chile (1970)
Golpe militar en Argentina en 1976
Mao y su sucesor, Deng Xiao Ping
Las masas derrotan al imperialismo
yanqui en Vietnam en 1975
Combates en EEUU contra la invasión a Vietnam
El Ejército Rojo invade Checoslovaquia para aplastar la revolución política (1968)
Caída del Muro de Berlín en 1989
Intervención de Carlos Munzer en el plenario político
nacional de la JRCL-RMF en Japón (2019)
13/07/20: Movilización de la juventud Zengakuren y la JRCL-RMF al Consulado de China en Japón denunciando la represión al pueblo de Hong Kong
Los obreros de Budapest derrumban la estatua
de Stalin en el proceso de revolución política
de Hungría de 1956
Mayo francés en 1968
Revolución de los Cordones Industriales en Chile (1972)
Oposicionistas de izquierda de la URSS
exiliados en los años ‘30
Trotsky exiliado en Coyoacán, México, en 1937
Brigada León Sedov en Siria
Irán: huelga de los trabajadores azucareros de Haft Tappeh
Sublevación del pueblo negro y los trabajadores en EEUU
Combate revolucionario en Líbano
Muro de madres en Portland, EEUU
Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht
Obreros de las maquilas de Matamoros, México
Las masas rodean la Casa Blanca en EEUU
León Trotsky, fundador del Ejército Rojo y la IV Internacional
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