Homenaje a León Trotsky, a 80 años de su asesinato a manos del stalinismo
Intervención de Milenka López, por la LSTI de Bolivia
“En Bolivia, el trotskismo podría haber dirigido una de las primeras revoluciones triunfantes de la posguerra, pero la traición del POR lo impidió”
Primeramente, quiero saludar, desde la LSTI de Bolivia, a todos los compañeros presentes en esta segunda jornada de homenaje, conmemorando los 80 años del asesinato de León Trotsky.
Queríamos compartir una reflexión y las lecciones de una revolución donde fue decisivo el programa del trotskismo: la revolución boliviana de 1952.
Todos habrán visto que hoy en Bolivia se ve a esa oligarquía cruceña fascista a la cabeza de Camacho, que con un odio profundo entraba con la Biblia en la mano y con las Fuerzas Armadas y la policía, desplegando todo el odio contra la mujer de pollera, el campesinado pobre y la clase obrera; esa oligarquía cruceña que vemos hoy en acción y a la que se enfrentó la clase obrera en Bolivia.
Hemos visto que en la revolución del ’52, la clase obrera hizo temblar al gobierno y quebró a las Fuerzas Armadas, las partió poniendo en pie las milicias obreras y campesinas y los comités de soldados.
Pero, lamentablemente, la lección que nos deja es que en 1952 faltó un partido revolucionario que planteara “¡Todo el poder a la COB!”. Años antes, en 1946, la influencia del trotskismo ya había jugado un rol decisivo. En Bolivia, la IV internacional podría haber sido de masas, como bien planteó Leon Trotsky.
Bolivia fue parte de la oleada revolucionaria en los ’50. Allí el trotskismo tenía un peso fuerte y sobre todo había entrado en el corazón del proletariado boliviano con su programa, plasmado en las “Tesis de Pulacayo”, que fueron adoptadas por la Federación Minera y más tarde por la COB. Esa fue la grandiosa revolución del ’52. Lamentablemente faltó una dirección que esté a la altura, que planteara la toma del poder. La tragedia fue que el Partido Obrero Revolucionario (POR) en ese momento terminó con la burocracia de la COB, a la cabeza de Lechín, entregándole el poder a la burguesía del MNR.
El trotskismo podría haber tomado el poder; podría haber dejado una de las primeras revoluciones triunfantes en la posguerra y lamentablemente no fue así.
Y este no fue un hecho aislado, sino que fue parte de la política de un sector de la IV Internacional dirigido por Michel Pablo, que tuvo la política de disolver a toda la IV internacional y a los trotskistas dentro de los Partidos Comunistas. En la revolución del ‘52, su sección boliviana, el POR, bajo esa orientación, le devolvió el poder a la burguesía del MNR. Borraron todo el programa del trotskismo e incluso lo que ellos mismos hicieron votar en las “Tesis de Pulacayo” en lo profundo del proletariado minero, que marca el combate contra el frente popular, el combate contra el fascismo, el combate contra la colaboración de clases. Lamentablemente eso fue borrado y el POR traicionó la revolución del ’52.
Esa es la crisis de dirección: hubo una traición por parte de las direcciones, en este caso el POR, y por ello el proletariado no pudo hacerse del poder.
Pero, a pesar de esta traición, el trotskismo tuvo una nueva oportunidad en la revolución del ’71 en Bolivia. La clase obrera se volvía a sublevar y ponía en pie el organismo soviético que era la Asamblea Popular. Lamentablemente, el Partido Obrero Revolucionario, bajo la dirección de Michel Pablo, al no sacar lecciones de su anterior traición, termina en un programa de exclusivismo boliviano, de particularidades bolivianas, revisando el programa y terminando en un nacional-trotskismo. Toma el programa de buscar “generales rojos” y es así que en la revolución del ’71 levantan la política de “Frente Revolucionario Antiimperialista” y terminan haciendo una alianza con el general Torrez, traicionando una vez más la revolución, en la que el trotskismo nuevamente tuvo la oportunidad de hacerse del poder.
Ese programa de “Frente Revolucionario Antiimperialista” también se expresó en Chile, donde vimos a Fidel Castro diciéndole a la clase obrera chilena que había que pelear por militares patriotas y democráticos, y se termina adoptando una política y un programa estalinista.
Así terminaron derrotando las revoluciones del ’52 y el ’71. También lo vimos en el 2003 y 2005 en Bolivia. Creemos que es necesario dejar en claro estas lecciones, puesto que el programa del trotskismo y la IV internacional pasaron la prueba de la historia, y no así los que se reivindicaban del trotskismo, como el POR y otras organizaciones que terminaron adoptando el programa del stalinismo.
Y hay otra cuestión. Todo aquel que quería ser dirigente o hacer carrera política en la COB tenía que hablar en nombre del trotskismo para legitimarse. Aún hoy necesitan partidos que se reivindiquen del trotskismo para legitimarse y subir a la dirección de la COB.
Eso lo vimos cuando varias organizaciones dieron legitimidad a distintos burócratas sindicales, vistiéndolos de rojo en el “Partido de los Trabajadores”, donde distintas organizaciones, como el POR o la LOR-CI, les daban cursos para poder dirigir la COB. Eso terminó en una tragedia: pusieron a la COB como apéndice del gobierno de Morales y aún hoy está subordinada al gobierno burgués.
Creemos que es necesario sacar estas lecciones para las nuevas generaciones y los nuevos combates. Hay que refundar el trotskismo en Bolivia. La tarea es limpiar el programa conquistado por las masas y que se conquiste una dirección revolucionaria, un partido revolucionario que esté a la altura de preparar el combate y la toma del poder.