Columna de Opinión - 11 de octubre de 2020
Ecocidio premeditado
La pandemia y el contexto de crisis mundial en vez de pausar la lucha de clases, la agudizó. En todos los países avanzan los despidos, suspensiones, la precarización y flexibilización laboral, a la vez que continúan y se profundizan las luchas obreras. Nuestro país no es la excepción, además de lo ya dicho sufrimos una devaluación importante, que licua los salarios y ahorros de los trabajadores, desalojos masivos que generaron miles de familias en la calle que hoy toman tierras para tener donde vivir. Y por su parte los empresarios aumentan los precios libremente, suben los alquileres y los impuestos por encima de la inflación incluso. El empresariado no está dispuesto a perder, sino que aprovecha la situación para ganar más, ya que la resistencia se encuentra entorpecida por la crisis sanitaria.
Es en ese sentido que los dueños de las tierras, los pooles de siembra y demás empresarios que buscan emprender negocios inmobiliarios, lejos de congelar su actividad, avanzan en la toma de tierras. Además el gobierno busca concretar el negocio de las granjas porcinas con el gobierno chino que consiste en garantizar hectáreas libres para que se puedan instalar granjas de 12.000 "madres” dotadas con plantas de prensado de soja y maíz transgénicos -para la alimentación del ganado porcino-, instalaciones de balanceado, frigoríficos para la exportación de lo faenado y áreas de empaque. Estas hectáreas también deberán proveer un millón y medio de litros de agua por día, entre otras cosas.
Para ello gobiernos y empresarios recurrieron a nada menos que el fuego, nada más icónico para retratar como se impone el capitalismo en el mundo. Incapaz de adaptarse a los recursos preexistentes quema todo lo que no le sirve para focalizarse en su negocio y extraer la máxima ganancia de este. Las mismas condiciones que los envalentonan para llevar acabo estos crímenes hacen que sea particularmente difícil enfrentar sus consecuencias. El aislamiento social, la crisis sanitaria y la desviación de recursos a esta, sumado a una inoportuna sequía, fueron verdaderos catalizadores de esta catástrofe. El resultado es nefasto, en 14 provincias más de medio millón de hectáreas han sido arrasadas por incendios forestales intencionales.
Estamos hablando del modelo de producción del país, que busca obtener dólares quemando nuestros recursos naturales, dinamitando y contaminando. A la vez que la clase que trabaja y mantiene un campo que genera alimento para 5 veces la población argentina vive prácticamente esclavizada, sometida a miseria y hambre.
El asunto no admite grises: o se expropia el campo y se lo pone a disposición de la población, o se sigue en camino abierto a la cada vez más acelerada destrucción de nuestros ecosistemas y hábitats.
Iván Krasny
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