Brasil - 26 de octubre de 2018
Con el PT de Haddad y de la Iglesia y su frente de colaboración de clases con la burguesía y las trasnacionales del MERCOSUR no se derrota a Bolsonaro ni al FMI
El triunfo de Jair Bolsonaro, un ex-capitán de las FF.AA., en las presidenciales del 7 de octubre y la situación que esto abrió en Brasil está siendo seguido por los trabajadores y la juventud explotada de América Latina, como así también de todo el mundo. El 29 de septiembre, una masiva movilización de mujeres con la consigna de “Él no”, mostró una vez más, la voluntad de lucha de los explotados contra el avance de la reacción. Demostró el estado y la predisposición de las masas al combate, tal como lo hizo una dura huelga general que luego de años y décadas conmovió a Brasil en 2017 contra el odiado y debilitado gobierno de Temer, el vicepresidente burgués de Dilma y el PT, que largó un brutal ataque de flexibilización laboral contra la clase obrera.
Sin embargo, la acción en las calles del 29S contra Bolsonaro fue llevada por las direcciones reformistas y toda la izquierda brasilera a votar por Haddad, candidato de “Pueblo Feliz de Nuevo”, un frente de colaboración clases conformado por el PT de la Iglesia, el PcdB y un partido de la burguesía, el Partido Republicano del Orden Social (PROS). Dicho frente está bendecido por la Iglesia, es representante de sectores de la burguesía hoy en “desgracia” como las grandes constructoras, y apoyado por los Ciro Gómez y los capitalistas de los conglomerados agro-industriales, aún fieles socios del PT.
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Hasta último momento, Lula apostó ser el candidato a presidente desde la cárcel, pero ya era tarde. Ya se había rendido mucho antes ante el Juez Moro, el representante de Wall Street en Brasil. Los trabajadores metalúrgicos habían salido a defender al que aún creían su “compañero metalúrgico” cuando Moro ordenaba su detención en abril de este año. Pero Lula hace ya tiempo que dejó de ser un obrero metalúrgico para convertirse en un socio de la Iglesia y de los negocios de las transnacionales del MERCOSUR. Los obreros metalúrgicos y los trabajadores de base de la CUT que aún depositaban ilusiones en Lula estaban dispuestos a dar una gran lucha para impedir su detención. Inclusive lo llevaron a su sindicato para que la orden de Moro no sea ejecutada.
Pero, bendecido por la Iglesia, la burocracia sindical pelega e inclusive la izquierda (desde el stalinismo hasta el propio Boulos del PSOL), en un acto que duró 10 horas, Lula se arrodilló y prefirió ir a prisión antes que movilizar a las fuerzas de la clase obrera que aún confiaban en él. Lula se entregó y acató la orden del juez Moro. Dilma había hecho lo propio ante el impeachment. Fue el propio PT de Lula y la Iglesia el que sostuvo al odiado gobierno de Temer. Es que todas las burguesías nativas, como en esta enorme crisis del Brasil sometido, le temen más a las masas movilizadas y armadas chocando con el imperialismo que a éste último, del cual, en última instancia, son sus socios menores. ¡Y todavía existen corrientes que se reivindican socialistas y le dicen a la clase obrera que con el frente de colaboración de clases de un PT de rodillas se puede enfrentar a Bolsonaro!
Días atrás, el hijo de Bolsonaro, un proto-fascista confeso que se muestra publicamente rodeado de armas, manifestó que si no le daban la victoria a su padre, “con un sargento y un cabo detendrían a toda la Corte Suprema de Brasil”. Así es cómo Bolsonaro y esta pandilla salida de las entrañas del partido militar y de las instituciones de la reaccionaria Constitución de 1988 como el mismo parlamento (del cual el propio Bolsonaro fue parte durante 15 años), gana base social de masas y en particular en la clase media desesperada: hablando el lenguaje de la crisis, diciendo que el camino para salir de la ruina es pegarle duro al movimiento obrero, al que trata de culpable de la bancarrota de Brasil.
Mientras tanto, Haddad acusa al hijo de Bolsonaro de “tener una milicia”. Y la tiene. Aquí la tragedia es que la clase obrera aún no ha hecho la suya para aplastar a la reacción. Eso tendrían que haber dicho y hecho los obreros contra el juez Moro, Temer y la Embajada yanqui. La huelga general del año pasado creó las condiciones para ello. Pero a cada paso los traidores de la burocracia de la CUT, el stalinismo y los renegados del trotskismo sometieron a la clase obrera a su verdugo “democrático”, al PT y a su frente burgués de colaboración de clases con la burguesía. Al hacerlo, le impidieron al proletariado luchar abiertamente por sus demandas llevándolo como fuerza de presión para defender a una pandilla burguesa. De esta manera, le imposibilitaron ganarse en las calles a la clase media desesperada y a los sectores populares que odian al PT porque durante años solo recibieron de éste hambre, palos y miseria.
Esto solamente lo puede hacer la clase obrera si rompe con el PT y el sometimiento que éste le impone a la burguesía. Han atado a la clase obrera a la suerte de una pandilla burguesa, de Lula y demás entregadores de esa estafa de la “Revolución Bolivariana”.
La tragedia de esta política de colaboración de clases que impusieron las direcciones reformistas y las burocracias sindicales, la pagan la clase obrera y las masas explotadas de Brasil. Es que desde las capas más bajas de los explotados que solo recibieron palos, hambre y miseria por parte de Lula-Alencar y Dilma-Temer e identifican al PT como delincuentes que hicieron enormes negocios con el Mundial de futbol por ejemplo, ahora se preguntan: “¿por qué votar a Haddad si éste no me dio nada y llevó a Brasil a la ruina de la mano de Dilma y Temer?”. De ello se trata la política del imperialismo: enviar a los frentes de colaboración de clases con cantos de sirena a desorganizar a la clase obrera y, apoyándose en las clases medias y en capas desesperadas de los explotados, recrear, como han hecho con Bolsonaro, un fenómeno bonapartista que con promesas de “mano dura” y demagogia bravucona anuncia que “viene a poner orden”.
Bolsonaro viene a apoyarse en las instituciones más bonapartistas del régimen del “orden y el progreso” de la Constitución del ’88: la justicia y las FFAA, a la vez que buscará tener mayoría parlamentaria para reagrupar a todas las fuerzas de la burguesía y el régimen bajo su mando para atacar a la clase obrera. Ya la mayoría de las fuerzas burguesas de Brasil se han ido con Bolsonaro, mientras fracciones minoritarias siguen jugando un rol decisivo en un frente de colaboración de clases junto al PT de la Iglesia para seguir adormeciendo, controlando y llevando al pacifismo a las masas, atándole las manos para que Bolsonaro pegue… Cantos de sirena y garrote bonapartista es el plan del imperialismo para derrotar a las masas y resolver a su favor la crisis de Brasil.
Bajo las sombras de Bolsonaro ya comenzaron a actuar bandas proto-fascistas, demostrando que el asesinato de Marielle no fue una excepción. Sus ataques a activistas y dirigentes obreros y populares apuntalan y fortalecen esta política del imperialismo yanqui. A no dudarlo que, si la clase obrera no aplasta a estas bandas proto-fascistas, la burguesía brasilera y las transnacionales imperialistas no vacilarán en utilizarlas de forma generalizada si así lo necesitaran, ahogando a Brasil en sangre obrera.
La izquierda reformista anuncia que en Brasil “viene el fascismo”. Pero esto no es así, por ahora. El fascismo es el último gobierno al que acude la burguesía y el imperialismo porque sabe que con él se juega a todo o nada en una guerra civil contra las masas. Bolsonaro es un intento de asentar un gobierno bonapartista fuerte. Viene a explorar con bandas proto-fascistas el estado de ánimo de las clases medias para ver si están las condiciones para ir a una guerra civil directa contra el proletariado. La burguesía opina que aún no es el momento. El imperialismo sabe que tiene que atacar aún más a la clase obrera. Bolsonaro viene a intentar poner orden entre las clases, inclusive entre las facciones burguesas.
La fuerza que empuja a la reacción es Wall Street, que quiere un ahora gobierno fuerte para poner orden y terminar de hacerle pagar a la clase obrera la bancarrota del Brasil capitalista y cobrarse la deuda externa de US$ 1 billón.
El PT no es el agente que los yanquis necesitan hoy. No es momento de engaños y coqueteos con el pueblo. Ya no hay lugar para la paz social, ni para el régimen del “Pacto Social” basado en los sindicatos estatizados con el cual gobernó el PT durante años. En medio del crac, Bolsonaro es el hombre que el imperialismo necesita para garantizar sus planes con el látigo del bonapartismo, apoyado en la casta de oficiales de las FF.AA., los jueces como Moro y en el propio parlamento, una escribanía de Wall Street, donde los partidos patronales amigos del PT y el PT mismo no dudarán en votar las leyes dictadas por el imperialismo. La archirreaccionaria Constitución de 1988 le da todas las garantías y mecanismos para imponer un régimen bonapartista, que tiene el apoyo de la amplia mayoría de la burguesía brasileña.
Los US$ 350 mil millones de dólares de la Reserva Federal de Brasil están como garantía del pago de la deuda externa. Temer sacó a las calles de Río de Janeiro a las FFAA justamente para su custodia. El FMI y el G20 quieren esclavitud laboral, privatización de las empresas estatales y la entrega de los recursos naturales. Los yanquis vienen por todo, por la Petrobras, por Embraer y por toda la obra pública. Brasil concentra las condiciones de ofensiva yanqui de recolonización de América Latina. En la guerra comercial de EE.UU. contra la Europa de Maastricht por los mercados y zonas de influencia, particularmente China y Rusia, Trump declaró América Latina territorio yanqui. Su “patio trasero” no se toca ni se negocia. Lo llena de bases militares e inclusive amenaza con invasiones militares, como a Venezuela.
Los yanquis vienen por América Latina. Comienzan a desprenderse de sus “limones ya exprimidos” como los Maduro, los Lula, los Kirchner, los Correa, y traen a sus CEOs y sus agentes directos para que le garanticen pisar con firmeza su “patio trasero” puesto que ha llegado el momento en que “Latinoamérica sea de los americanos” y solamente de los yanquis. De ello se trata el “operativo Bolsonaro”. El imperialismo ya utilizó al frente popular en el gobierno para impedir que las ondas expansivas de la lucha revolucionaria de las masas latinoamericanas a finales del siglo pasado y principios de éste, impacten en Brasil.
Ayer estuvo la mano “dulzona” de Wall Street saqueando la nación y súper-explotando a la clase obrera y sosteniendo como “mal menor” a los Lula, a los Chávez, a los Morales, a los Kirchner que desviaron y expropiaron el ascenso revolucionario de las masas latinoamericanos en el primer lustro del siglo XXI. Ahora, cuando estos levantamientos fueron expropiados, viene el puño de Wall Street a disciplinar a la clase obrera y a todas las clases bajo los intereses del imperialismo.
Y no solo eso. También viene a garantizar que el MERCOSUR sea un mercado para las transnacionales yanquis como ya lo ha impuesto en el NAFTA con México y Canadá (donde el 75% de los componentes de toda la producción automotriz e industrial debe ser fabricada en EEUU), y no para que hagan enormes negocios sus competidores europeos como Francia y Alemania, que amenazaban con quedarse con el corazón de la industria automotriz y la poderosa industria armamentística y petrolera de Brasil. Los yanquis no toleran ser los grandes acreedores de la deuda del Brasil sometido y que otras pandillas imperialistas sean las que se lleven las ganancias. Pero aún esta por verse si Trump y los suyos lo lograrán. En Brasil y en todo el Cono Sur del continente americano la clase obrera presenta batalla. La guerra de clases ya esta aquí. No esta dicha la última palabra.
La clase obrera brasileña no se rindió. Dio sobradas muestras de lucha contra el gobierno de Temer y la reacción como en la huelga general del 2017, y hace semanas ganando las calles contra Bolsonaro con el movimiento de mujeres a la cabeza y su grito “Elle No” del 29S. Los que se rindieron fueron Lula, Haddad y la dirección del PT. Se rindieron las burocracias pelegas y las direcciones colaboracionistas que sostuvieron al debilísimo gobierno de Temer que estuvo a punto de caer por el combate de los trabajadores y las masas. Sobraron condiciones para impedir el ascenso de Bolsonaro. Se lo frenaba derrotando a Temer pero el PT y las direcciones del movimiento obrero lo impidieron. A cada paso impidieron una irrupción independiente de masas contra la reacción con Dilma acatando el Impeachment, sosteniendo luego, desde la “oposición” al gobierno de Temer (el más odiado y débil de la historia de Brasil) y con Lula entregándose al juez Moro y garantizando el fraude electoral.
El PSOL, el PSTU y la izquierda latinoamericana llaman a votar al frente burgués de colaboración de clases “Pueblo Feliz de Nuevo” del PT de la Iglesia con sectores de la burguesía. Los obreros no votamos patrones. No estamos frente al PT de sus inicios a mediados de los `80 que, a pesar de su carácter reformista, levantaba una política de independencia de clases con la consigna “trabajador vota trabajador”.
El marxismo revolucionario jamás llamó a votar a la burguesía ni le dio ningún tipo de apoyo político. Todo aquel que llama a votar por Haddad y la burguesía, si éste llegara al poder, deberá hacerse responsable de su gobierno y su programa contra los trabajadores.
Con Haddad, sus amigos de la Iglesia anti-abortista y socios capitalistas, no podemos enfrentar al FMI que es el jefe de Bolsonaro. El camino a seguir para derrotar a Bolsonaro y al imperialismo, para conquistar el pan y la tierra y aplastar a las bandas proto-fascistas es expropiar a los expropiadores del pueblo e imponer la huelga general revolucionaria que termine con el infame régimen de la Constitución de 1988 y todas sus instituciones.
La tarea inmediata es que las centrales sindicales, las organizaciones obreras y de los explotados rompan con la burguesía. Hay que poner en pie el poder de los de abajo: por un Congreso Nacional con delegados de base de la CUT, CSP-Conlutas, la Força Sindical, los Sin Tierra y Sin Techo, las mujeres obreras y la juventud rebelde. Hay que conquistar los comités de autodefensa obreros y campesinos para terminar con las bandas proto-fascistas.
El único gobierno que podrá recuperar la tierra para que los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre coman y por romper con el imperialismo para liberar a Brasil de sus dobles cadenas será un Gobierno provisional revolucionario de obreros y campesinos, basado en los organismos de autodeterminación y democracia directa de las masas en lucha.
Lula y las burguesías “bolivarianas” en América Latina le ponen la alfombra roja a Trump para que pise América Latina. Desde la Bolivia de Evo Morales a la Venezuela hambreada por Maduro y la Nicaragua ensangrentada por Ortega, los viejos personeros de la “Revolución Bolivariana” se retiran de la escena histórica masacrando y matando de hambre a los pueblos, para prestarle sus últimos servicios al imperialismo. Cuando la alternativa histórica de socialismo o barbarie se pone a la orden del día, como vemos ante la tragedia de millones de explotados huyendo de Centroamérica hacia EE.UU., los “bolivarianos”, de la mano de la nueva burguesía del PC cubano, le dicen a la clase obrera que el “socialismo no va más”.
¡Basta de farsa de la “Revolución Bolivariana”! ¡Por un Brasil Socialista sin generales, ni políticos capitalistas!
De la mano de los “bolivarianos” y sus continuadores de la Nueva Izquierda latinoamericana no derrotamos a Bolsonaro y la ofensiva recolonizadora del imperialismo yanqui en el subcontinente… ¡Una sola clase, una misma lucha en América Latina!
¡Abajo el MERCOSUR de las transnacionales y los banqueros imperialistas! ¡Paso a la unidad continental de la clase obrera contra el imperialismo! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Centro y Sudamérica!
Florencia Barcaz y Federico Espinosa,
del Comité Redactor de Periódico Democracia Obrera
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