La resistencia obrera contra Bolsonaro y la lucha en las calles son las fuerzas para derrotar la trampa electoral
El DIEESE (Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos) publica un informe con datos de las huelgas en los últimos años (Greves 2021, dieese.org.br). Allí se puede ver claramente que la clase obrera enfrentó a Bolsonaro a pesar y en contra de sus direcciones.
En los datos del DIEESE, se puede contabilizar un pico histórico de huelgas en el 2017, con 3 huelgas generales de la clase obrera brasilera contra Temer, enfrentando la precarización y la ley de reforma laboral esclavista que sancionó el Parlamento.
En el informe observamos cómo en 2019 en el primer año de gobierno Bolsonaro con el menor nivel de huelgas en 7 años y bajó más aún en 2020 en medio de la pandemia de COVID-19.
Pero notemos que si bien bajaron considerablemente las huelgas contra Bolsonaro comparadas con las acciones contra Temer, en el año de 2020 se desarrollaron alrededor de 650 huelgas declaradas. El año comenzó con la huelga nacional de los petroleros unificando a los efectivos y tercerizados, contra la privatización de la Petrobras; a esta les siguieron las huelgas nacionales del correo y de los portuarios contra las privatizaciones; sumadas a decenas de huelgas en todos los estados, del transporte público de ómnibus, metro y trenes; además de las innumerables protestas de los trabajadores de la salud en medio de la pandemia; las decenas de huelgas, paralizaciones, ocupaciones de fábrica, contra los despidos, el quite de conquistas y el cierre de plantas como sucedió en la industria metalmecánica, como en la FORD, GM, en decenas de autopartistas, etc.
Ya a partir del 2021 las huelgas volvieron a aumentar dejando en claro que la resistencia a Bolsonaro, en el peor momento reaccionario, fue de la clase obrera, quien encabezó la lucha contra el proyecto protofascista. Y fue la lucha obrera y popular por el pan, por trabajo, el techo, la tierra y contra las muertes por COVID-19, contra el saqueo de la nación y la represión, lo que se tradujo en millones de obreros y explotados en las calles para echar a Bolsonaro, que rápidamente fueron capitalizados por el PT, la CUT y un amplio “frente democrático”, bajo la consigna de “Fuera Bolsonaro”.
Aquí queda claro que Lula con Alckmin no vienen a salvar a Brasil del “fascista Bolsonaro” con “Democracia” y “Progresismo”. La candidatura de Lula y Alckmin viene para impedir que las luchas obreras se radicalicen ante un gobierno totalmente odiado por las masas, para impedir que estas lo derroten en las calles, poniendo en riesgo los intereses del conjunto de la burguesía y el imperialismo.
Por eso la FIESP con más de 200 cámaras empresariales e instituciones capitalistas ante las provocaciones de Bolsonaro contra la clase obrera exigían que Bolsonaro “Cumpla con la Carta Magna y respete las instituciones y los poderes institucionales de la República”, buscando impedir un choque de clases anticipado y que el plan termine siendo un “tiro en el pie”.
Estas federaciones de la burguesía fueron las que organizaron con el imperialismo el Golpe de estado de 1964. Y son las que hoy llaman a poner en pie un frente de colaboración de clases, expresado en la fórmula de Lula Alckmin, conscientes de que aún no es tiempo de lanzar un choque con métodos de guerra civil contra los explotados y para ello han montado la trampa electoral, sacando a la clase obrera de las huelgas, de las calles y sometiéndolas a su política de que Bolsonaro termine su gobierno y se lo saca votando a Lula-Alckmin en octubre.
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