Brasil - 15 de Noviembre de 2022
La embajada yanqui y las transnacionales disciplinan a su agente Bolsonaro para que reconozca la victoria opositora, mientras este sostiene a las clases medias movilizadas
Biden y la embajada norteamericana dieron la orden:
Ahora gobierna Lula-Alckmin
Para terminar de desorganizar las filas obreras e imponer el plan del FMI
Tras días de crisis política, el imperialismo dio la orden de que es el momento de que Lula-Alckmin sean los nuevos gerentes de sus negocios en Brasil. Para la burguesía, aceptar el desconocimiento de las elecciones que quiso imponer Bolsonaro hubiera significado un choque directo con las masas, con la posibilidad que irrumpiera la clase obrera que controlaba el frente de colaboración de clases, cuestión que ningún sector burgués pretendía que sucediera.
Como plantea el marxismo, el bonapartismo o el fascismo es el último de los gobiernos de la burguesía para mantener su poder. Allí arriesga todo. Por ello llama a su agente “democrático” progresista para que desorganice la ofensiva obrera antes de ir a un choque decisivo.
Por ello afirmamos que la embajada norteamericana dio la orden y disciplinó a todos sus agentes. Es la hora de Lula-Alckmin. Así se pronunció rápidamente el tribunal electoral, mientras los partidarios de Bolsonaro exigían que intervinieran las fuerzas armadas, desconociendo el resultado.
La clase capitalista reconoce que está impulsando un frente de colaboración con las organizaciones obreras. Sabe que estas pueden ver al gobierno “progresista” como un gobierno amigo e irrumpir con miles de reclamos. Debe entonces disciplinar a su agente “progresista”. Este debe jugar milimétricamente el rol de desorganizar la ofensiva obrera con frases dulzonas, “cantos de sirena” y concesiones de palabra, y atacar al ala izquierda del proletariado.
Para que esto sea así, y cada agente cumpla su rol, el régimen deja a las clases medias reaccionarias y amplios sectores de desclasados seguidores de Bolsonaro en las calles. Pero fundamentalmente, como ya lo está haciendo, prepara el sable y el látigo de sus generales y busca homogeneizar su casta de oficiales para prevenir toda sublevación de sus esclavos. De esto se trata la movilización reaccionaria de apoyo a los generales que organizó Bolsonaro, y la rendición anticipada de Lula que aceptaba que los generales cuenten los votos por orden del Tribunal Electoral.
Esto lo planteaba claramente Trotsky frente a la tragedia que significó el apoyo de los partidos socialistas reformistas y el stalinismo a la burguesía republicana en España en los ’30, lo que llevó a la masacre de la clase obrera de ese país a manos del franquismo. Trotsky afirmaba: “Cuando la burguesía se ve obligada a firmar un pacto con las organizaciones obreras por medio de su ala izquierda, tiene más necesidad que nunca de su cuerpo de oficiales para hacer contrapeso, ya que de lo que se trata es de la protección de la propiedad privada, es decir, de lo más importante.” (León Trotsky, “Carta al SI-Sobre el Frente Popular en España)” Sin duda alguna que hoy el imperialismo le deja la seguridad de sus negocios a Lula, controlado por la casta de oficiales y las clases medias reaccionarias en las calles.
Lula da garantías a las clases dominantes de que hará un gobierno de unidad nacional y defenderá hasta el último centavo del imperialismo en el banco central. Meirelles será su ministro de finanzas, un gran burgués del Banco de Boston en Brasil, hombre de confianza de Wall Street y la City de Londres. El vicepresidente Alckmin es el hombre de la gran burguesía paulista… Y no siendo suficiente con esto, luego de su victoria, Lula afirmó que “iba a gobernar para todos los brasileros, con todos los gobernadores, y en acuerdos y pactos parlamentarios con ‘la derecha’, que tiene mayoría absoluta en el parlamento”.
¡Vaya gobierno “progresista”! Llamaron a las masas a votar a un hombre que supuestamente iba a luchar por los trabajadores, por la libertad y por la independencia nacional, y lo que obtuvieron fue un gobierno de banqueros y oligarcas, que gobernarán con pactos con el bolsonarismo en el congreso, apoyado en las fuerzas armadas y lo más rancio de la justicia burguesa de Brasil. Una trampa.
La IV Internacional se forjó en los ’30 combatiendo contra esta siniestra política del stalinismo de apoyar a los “imperialistas democráticos” o a los “gobiernos progresistas”. ¿Cómo enfrentar a los capitalistas y sus gobiernos y derrocarlos con el método de la guerra civil, si tratamos de “progresista” y “amigo” al gobierno de turno? El apoyo a estos frentes significa renegar de derrocarlos revolucionariamente. Una traición. El que le entrega aunque sea la uña del dedo meñique a la burguesía le “vende el alma al diablo”.
Como decimos en la introducción de este trabajo de Brasil, los liquidadores del trotskismo no han dejado ni rastros del bolchevismo y la IV Internacional. Y le preparan, con esta nueva oleada de gobiernos de colaboración de clases, agentes del imperialismo en el continente americano, nuevas derrotas al proletariado, si antes no se pone de pie un partido revolucionario que le dispute al reformismo las capas más perspicaces y avanzadas de la clase obrera y la juventud rebelde.
¡Hay que preparar a la clase obrera para romper todo sometimiento a la burguesía y a gobiernos de colaboración de clases! Ese es el único camino para que el proletariado, con un programa de ataque a la propiedad de los capitalistas, el imperialismo y el FMI, le demuestre que ella, expropiando a los expropiadores del pueblo, puede resolver la ruina de las clases medias y de todas las capas explotadas de la sociedad. Esa política independiente del proletariado vaciaría rápidamente el apoyo con el que cuentan Bolsonaro y las fuerzas reaccionarias de Brasil.
Los intereses de la clase obrera y la burguesía son divergentes. En las cuestiones clave, forman un ángulo de 180º y solo puede paralizar la fuerza de la clase obrera.
Nuestra lucha inmediata: combatir por una estrategia independiente y revolucionaria para la clase obrera brasilera. La condición para la victoria es romper con la burguesía y sus partidos capitalistas que someten y aíslan a la clase obrera de sus aliados del campo y la ciudad. ¡Paso a la unidad obrera, campesina y popular!
Para conquistar la tierra, el techo y el pan. Para que la clase obrera y los explotados vivan, el imperialismo debe morir ¡Fuera el FMI! ¡Fuera el imperialismo! ¡Hay que expropiar a los expropiadores del pueblo!
Hay que unir las filas obreras y conquistar una estrategia independiente y revolucionaria para la clase obrera brasileña, que le declare la guerra a las direcciones colaboracionistas que los someten a sus verdugos y le defienden los intereses a las transnacionales.
¡Basta de izquierda reformista y colaboracionista sirviente del imperialismo!
Ya es hora de poner en pie un partido revolucionario, bajo el legado de León Trotsky y el joven Mario Pedrosa, que retome los combates de los trotskistas internacionalistas que en los ’30 dejaron un gran legado a la clase obrera brasilera y latinoamericana. |