Publicado originalmente en el OOI nro 9 Septiembre de 2008
Georgia
La cuestión nacional
y la revolución proletaria
¡Por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en los ex estados obreros entregados al capitalismo por la canalla burocracia stalinista devenida en nueva burguesía, socia menor de las potencias imperialistas en el saqueo de sus pueblos!
En la noche del jueves 7 de agosto, las tropas georgianas por orden del presidente Saakashvili –un gobierno odiado por las masas, directo sirviente del imperialismo angloyanqui al que inclusive le mandó a Irak a 2000 soldados gurkas georgianos entraron a sangre y fuego, en la llamada “Operación Campo Limpio”, a Osetia del Sur, una pequeña nación de apenas 70.000 habitantes que desde 1991 pugna por separarse de Georgia y por unirse a Osetia del Norte y a Rusia. Las tropas georgianas, armadas, equipadas y entrenadas por militares yanquis, ingleses e israelíes, redujeron a escombros su capital Tsjinvali, masacrando a cerca de 2000 trabajadores, hombres, mujeres, niños, ancianos, y obligando a la mayor parte de la población a huir con lo puesto a Osetia del Norte.
Con este ataque militar, Saakashvili pretendía desviar el justo odio de las masas georgianas contra su gobierno, y la enorme revuelta contra la carestía de la vida y por el pan que éstas venían protagonizando desde fines de 2007. Buscaba asimismo aplastar a la clase obrera Osetia y de Abjasia cuya aspiración a separarse de Georgia y unirse a Rusia no es más que la expresión de que bajo el régimen y el gobierno cipayo de Saakashvili, además de ser “ciudadanos de segunda” –no pueden enseñar su lengua en las escuelas ni hablarla, no tienen siquiera pasaporte georgiano, etc. están condendenados al hambre y a la esclavitud. Tienen la justa aspiración pero falsa ilusión de que, uniéndose a la Rusia capitalista del carnicero Putin, dejarán de pasar hambre y mejorarán sus salarios y su calidad de vida. Así, bajo la forma laberíntica de la cuestión nacional –como lo definiera Trotsky en sus escritos sobre la cuestión ucraniana, en 1939, se expresa hoy la lucha de clases en el Cáucaso.
Saakashvili –muy posiblemente luego de un guiño de Cheney y del Partido Republicano, que vieron la posibilidad de fortalecer así a Mc Cain frente a Obama ante las elecciones presidenciales de principios de noviembre creyó que había llegado la hora de “cobrar” por los “buenos servicios” prestados al imperialismo angloyanqui mandando tropas “gurkas” georgianas a masacrar en Irak, entre otras cosas y apostó a atacar y masacrar en Osetia del Sur pensando que iba a tener el respaldo de Estados Unidos y de Gran Bretaña.
La respuesta de la nueva burguesía Gran Rusa y su ejército blanco contrarrevolucionario hoy encabezados por MedvedevPutin no se hizo esperar: lanzó un ataque en toda la regla por tierra, aire y por mar desde su flota de guerra en el Mar Negro. No sólo ocupó Osetia del Sur y la región de Abjasia (que también declaró su independencia, y en la que Rusia posee desde los ’90 “tropas de paz” con respaldo de la ONU), sino que avanzó sobre territorio georgiano, destruyendo la ciudad de Gori y masacrando a su población; bombardeando el aeropuerto de Tiflis (capital de Georgia), destruyendo el puerto georgiano de Poti sobre el Mar Negro, y llegó con sus tropas a 15 kilómetros de Tiflis.
Son las masas obreras y campesinas, tanto de Osetia del Sur, como de Georgia, las que pusieron la sangre y los muertos, sus casas y sus lugares de trabajo destruidos, sus hijos masacrados por las balas y las bombas asesinas de los ejércitos burgueses de Saakashvili y de MedvedevPutin. Queda claro que tanto para el asesino Saakashvili, cipayo de los yanquis, como para los carniceros Medvedev y Putin, las masas explotadas y las nacionalidades oprimidas son monedas de cambio y carne de cañón que utilizan y masacran a su antojo en pos de dirimir su ubicación en los negocios como burguesías nativas, socias menores de las potencias imperialistas.
El alto al fuego de Sarkozy, Putin y Saakashvili: un pacto inestable basado sobre la masacre de las masas osetias y georgianas
Después de una semana, tanto Saakashvili como Medvedev firmaron el “alto al fuego” de seis puntos propuesto por Sarkozy y Medvedev –que favorece claramente a Rusia, socia menor de los imperialistas franceses y alemanes a los que abastece de gas y petróleo, que sólo debería retirarse “a sus posiciones anteriores”, es decir, a Osetia del Sur y Abjasia.
Bush y el imperialismo yanqui salieron a respaldar a su sirviente Saakashvili. Condoleeza Rice viajó a Georgia, al mismo tiempo que los Estados Unidos mandan decenas de buques y aviones de guerra a la región bajo el pretexto de llevar “ayuda humanitaria”; exigen el retiro de las tropas rusas de “toda Georgia”, incluidas Osetia del Sur y Abjasia, y han alineado bajo su mando a algunos ex estados obreros hoy devenidos en republiquetas proyanquis. Así, Ucrania y los Países Bálticos han salido a alinearse abiertamente con Georgia, mientras que Polonia firmó el 15 de agosto el acuerdo final para la instalación del escudo misilístico de la OTAN en su territorio, a cambio de la promesa de que será defendida de cualquier ataque “extranjero”. La también proyanqui República Checa se apresta a hacer lo mismo.
El 26 de agosto el presidente ruso –después de haber dicho que la firma por parte de Polonia del tratado con la OTAN para instalar misiles en su territorio, la transforma en “blanco” de todo futuro ataque ruso firmó un decreto por el cual Rusia reconoce formalmente y en forma unilateral, la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, argumentando que Rusia no hacía más que seguir tras los pasos de otros “estados” –léase, Estados Unidos, algunas potencias europeas y otros países que “reconocieron a Kosovo”.
Inmediatamente, Estados Unidos salió a “condenar la decisión irresponsable de Moscú” y a “defender la unidad territorial de Georgia establecida por el Consejo de Seguridad de la ONU”. El imperialismo británico, socio del yanqui, tomó la delantera de la ofensiva llamando, desde Ucrania y a través de su canciller, a los países miembros del antiguo G7 a constituir una gran coalición contra Rusia. El cipayo Saakashvili puso el grito en el cielo acusando a Rusia de querer anexarse Osetia del Sur y Abjasia, y exigiendo que se acelere el ingreso de Georgia a la OTAN.
Por su parte, la cumbre de la Unión Europea del 1° de Septiembre, aunque no “condenó” a Rusia, declaró estar “gravemente preocupada por la reacción desproporcionada de Rusia” y resolvió a propuesta de Francia, “postergar las negociaciones sobre un nuevo ‘partenariado’ con Rusia hasta tanto no se realice la retirada de las tropas rusas en Georgia a sus posiciones previas al 7 de agosto” (Le Monde, 2/09/08), mientras se discute la posibilidad –por el momento, difícil de enviar al Cáucaso una “misión observadora” de la UE y de “reforzar” con más tropas la “misión” de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) que está instalada desde 1990 en Osetia. Esta resolución no afecta las relaciones actuales de la Unión Europea con Rusia: sólo posterga una serie de reuniones que estaban previstas para septiembre de 2008.
La resolución de la UE demuestra que la política de Alemania y Francia –dos de los principales inversores en Rusia y de los que la burguesía rusa es socia menor en la explotación de los hidrocarburos para la región, es mantener el actual status quo (ver artículo en página 21) en el que el imperialismo anglo yanqui controla el petróleo del Cáucaso, mientras que el francoalemán, con la burguesía Gran Rusa como socia menor, controla el gas y el petróelo de Rusia. Francia y Alemania temen que si la burguesía Gran Rusa se pasa de la relación de fuerzas, los Estados Unidos lancen una contraofensiva disputando las zonas de influencia ya conquistadas por Alemania y Francia. Temen también que si el accionar de MedvedevPutin revuelve el “avispero” de la cuestión nacional en la región, la situación termine por escapárseles de las manos y dando impulso nuevamente a la lucha por la independencia del pueblo checheno masacrado y brutalmente oprimido bajo la bota del ejército burgués de Medvedev y Putin, y a la lucha por la autodeterminación nacional de las demás nacionalidades oprimidas hoy por la burguesía Gran Rusa, como ayer lo fueran por la burocracia stalinista de la URSS, y antes por el zarismo.
La guerra del Cáucaso muestra que al calor de la crisis económica mundial y del recrudecimiento de las disputas interimperialistas, se ha puesto en cuestión todo status quo previo en la región
Pero lo que marca esta guerra en el Cáucaso es que, precisamente, bajo las condiciones de la crisis de la economía mundial capitalista imperialista, la feroz disputa interimperialista por las zonas de influencia, pone en cuestión todo status quo previo. Así, la del Cáucaso es una más de las guerras del petróleo (por Georgia pasan los más importantes oleoductos y gasoductos por los que el imperialismo angloyanqui saquea el petróleo de Azerbaiján), pero a la vez, anticipa que ya no hay lugar para que Rusia y China mantengan su carácter provisorio de países capitalistas dependientes: deben ser transformadas en semicolonias, colonias o protectorados, como ya lo son hoy, a casi 20 años de 1989, los ex estados obreros del Este de Europa, de los Balcanes, y las ex repúblicas de la URSS del Cáucaso, el Báltico y Asia Central.
Así lo planteó claramente Obama en la convención del Partido Demócrata –al que el Foro Social Mundial y todos los reformistas presentan como “democrático” y “pacifista” reunida en Denver, cuando dijo sin pelos en la lengua: “Somos el partido de Roosevelt (presidente demócrata cuando Estados Unidos entró en 1941 a la Segunda Guerra Mundial, que terminó con dos bombas atómicas destruyendo Hiroshima y Nagasaki, N de R). El partido de Kennedy (que impulsó la invasión de Bahía de Cochinos, Cuba, e inició la guerra de Vietnam, N de R). Por lo tanto, no me digan que los demócratas no defenderemos este país” (Clarín, Argentina, edición del 29/08/08). Mc Cain, por su parte, no se quedó atrás, y salió a apoyar a su cipayo Saakashvili, diciendo “Todos somos georgianos”.
Mientras tanto, el resultado de más de una semana de guerra en el Cáucaso, son más de 2000 muertos, y decenas de miles de osetios y de georgianos que han debido huir de sus hogares y ciudades destruidos. De la misma manera que las tropas del asesino Saakashvili impusieron en Tsjinvali una verdadera masacre y una “limpieza étnica” contra los osetios, lo propio están haciendo las tropas del ejército asesino de Medvedev Putin: mientras anuncian su “retirada” –que nunca termina de concretarse se han dedicado a robar, saquear y a masacrar a la población georgiana tanto en Georgia como en Osetia del Sur, reduciendo a escombros y masacrando a la población de las ciudades y aldeas de mayoría georgiana.
Frente a ello, los trotskistas internacionalistas nos pronunciamos por la inmediata expulsión de las tropas rusas de Georgia, de Osetia, de Chechenia y demás nacionalidades oprimidas y, en contra del carnicero Saakashvili agente de los yanquis, defendemos el derecho de autodeterminación de Osetia del Sur, inclusive su derecho a unirse a Osetia del Norte y a separarse tanto de Georgia como de Rusia. Pero afirmamos que las legítimas aspiraciones nacionales del pueblo osetio jamás serán resueltas por la burguesía Gran Rusa, masacradora del pueblo checheno. Por eso, luchamos por nuevas “revoluciones de octubre” que derroquen a los regímenes y gobiernos burgueses restauradores del capitalismo, e impongan la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, conquistando una Osetia soviética unificada e independiente y una Chechenia Soviética independiente
De la misma manera, luchamos porque la clase obrera y los explotados georgianos, levantando la defensa del derecho a la autodeterminación nacional de Osetia del Sur y Abjasia, retomen su combate por el pan y contra el gobierno cipayo de Saakashvili, para derrotarlo en el camino de restaurar la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias. Porque sólo una Georgia soviética independiente, expropiando a la nueva burguesía y a las transnacionales imperialistas, podrá garantizar el pan para la clase obrera y los explotados, y los derechos nacionales de las minorías oprimidas.
Luchamos por la expropiación sin pago y la nacionalización bajo control obrero de todos los pozos petroleros y campos gasíferos, los oleoductos y gasoductos, hoy en manos de la British, la Exxon, la Totalfina y demás monopolios imperialistas, para poner esas enormes riquezas naturales al servicio de satisfacer las necesidades de las masas explotadas y los pueblos oprimidos del Cáucaso y de toda la región.
Afirmamos entonces que las más elementales demandas de la clase obrera y los explotados de Osetia, Chechenia, Georgia y toda la región –contra la carestía de la vida, por el pan, el derecho a la autodeterminación nacional, etc. sólo podrán ser resueltas íntegra y efectivamente con nuevas revoluciones de Octubre que impongan la restauración la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en Georgia, Osetia, Rusia Azerbaiján, Chechenia, conquistando una Federación libre y voluntaria de Repúblicas soviéticas del Cáucaso, como avanzada del combate por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en Rusia y en todo el territorio de la Revolución de Octubre, para recuperar una Unión libre y voluntaria de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Una feroz disputa interimperialista por el control del petróleo del Cáucaso, que marca que ha comenzado la carrera entre las potencias imperialistas por la recolonización definitiva de Rusia y China
La guerra en Georgia es una más de las guerras del petróleo, pero que marca, a la vez, que comenzó la carrera de las potencias imperialistas para recolonizar definitivamente a Rusia y a China. Así lo señalan, muy perspicazmente, analistas imperialistas como Ronald Steel, que han salido a decir que la guerra en Georgia “No es el primer acto de la tercera guerra mundial, sino el demorado acto final de la guerra fría” (citado por Clarín, Argentina, 27/08/08). En otras palabras: las potencias imperialistas –y en primer lugar, los Estados Unidos, se preparan para devorarse definitivamente a Rusia, y también a China.
La zona del mar Caspio concentra enormes reservas de gas y petróleo, sobre todo en Azerbaiján y Kazakjstán. Los imperialistas angloyanquis construyeron el BTC, un superoleoducto de 1700 kilómetros que, pasando por territorio georgiano sin necesidad de pisar territorio ruso, lleva el petróleo desde Bakú –capital de Azerbaiján en la costa del Caspio hasta el puerto de Ceyhan en Turquía (un tradicional aliado yanqui), donde sigue su ruta en buquestanque de las petroleras angloyanquis hacia el Estado de Israel y hacia otros destinos.
Al mismo tiempo, Rusia, gran productor de petróleo y gas, provee a las potencias europeas, sobre todo a Alemania y Francia. Tan es así que está en construcción el gasoducto Transbáltico, que irá desde Rusia a Alemania sin tocar territorio de Lituania, Estonia, Letonia ni Polonia –devenidas en republiquetas proyanquis, y que transformará a Alemania en el gran distribuidor del gas ruso hacia toda Europa Occiental. Putin ha anunciado también la construcción de un gasoducto desde Siberia Oriental hasta el Pacífico, para abastecer a China y a otros países del Sudeste asiático.
Pero esta nueva guerra del petróleo marca al igual que lo hiciera la declaración por parte de Estados Unidos de la “independencia” de su protectorado del Kosovo que bajo las condiciones de la crisis económica de la economía mundial capitalista imperialista que ya lleva más de un año, las potencias imperialistas, abocadas a una feroz disputa por el control de las zonas de influencia en el mundo colonial y semicolonial, han entrado en carrera por resolver definitivamente qué imperialismo transformará a Rusia y China en sus colonias, semicolonias o protectorados directos.
Rusia, al igual que China,
se mantiene aún como un estado capitalista transitorio, dependiente
del imperialismo
Es que luego de la imposición de la restauración capitalista en 19891991, los ex estados obreros devinieron en países capitalistas transitorios, puesto que no estaba resuelta aún la ubicación definitiva de los mismos en la división mundial del trabajo. Desde entonces, se avanzó en trasformar a los países del antiguo “Glacis” –Polonia, Rumania, Hungría, Bulgaria, República Checa, Eslovaquia mayoritariamente en republiquetas o colonias yanquis; a Kosovo en protectorado yanqui; a Croacia y Eslovenia en semicolonias alemanas, a Serbia en semicolonia de Francia y Alemania, en los Balcanes; a gran parte de las ex repúblcias soviéticas en semicolonias angloyanquis –como Ucrania, Azerbaiján, Georgia en el Cáucaso; los países Bálticos en el norte, mientras que la ex repúblicas soviéticas de Asia Central –como Kazajstán, Uzbekistán, Kirguiztán, Turkmenistán y Tadjikistán, en republiquetas gobernadas por sanguinarios “señores de la guerra” que se venden, en distintos momentos, al mejor postor imperialista.
Pero este no es el caso de Rusia y China. Es claro que estos dos países no son ni pueden ser potencias imperialistas. En la época imperialista de reacción en toda la línea no hay lugar ya para el surgimiento de nuevos países imperialistas: por el contrario, como lo vuelve a marcar al rojo vivo la nueva crisis de la economía mundial, sobran potencias imperialistas en el planeta.
Pero a la vez, Rusia y China, si bien han sido incorporados a la división mundial del trabajo como proveedor de gas y petróleo (en el caso de Rusia), y de proveedora de mano de obra esclava (en el caso de China), aún no son colonias o semicolonias directas de las potencias imperialistas: se mantienen como estados capitalistas transitorios, adquiriendo un status provisorio de países capitalistas dependientes, cuyo destino final será resuelto en el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución en la lucha de clases mundial.
¿Qué significa que Rusia y China son países capitalistas dependientes? Que Rusia y China dependen del capital financiero imperialista, pero mantienen aún una relativa independencia en el terreno político y militar, cuestión que ha sido permitida hasta el momento por las potencias imperialistas, puesto que todos han sostenido a los regímenes y gobiernos restauradores de Putin y de los “empresarios rojos” del PCCH, para que actúen como factor de estabilización.
Los apologetas de que China y Rusia han devenido en países imperialistas, ocultan que ni China ni Rusia tienen capital financiero propio. Lenin, en “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, definía a la exportación de capital como una de las cinco características definitorias del imperialismo. Es decir, naciones como Francia, Alemania, Inglaterra, etc., a principios del siglo XX, habían acumulado un enorme excedente de capital que ya no lograba valorizarse dentro de las propias fronteras, y necesitaba ser exportado a otros países en los que pudiera valorizarse.
Es claro que China no tiene capital financiero propio excedente para exportar: lo único que tiene para “ofrecer” son cientos de millones de obreros chinos para ser explotados como esclavos al servicio del mercado mundial. Eso es lo que atrajo enormes inversiones de capital por parte de las transnacionales imperialistas que relocalizaron allí parte de su producción.
Hoy, bajo las condiciones de la crisis de la economía mundial, no menos enormes masas de capitales se han retirado de China, y todo lo que le queda a esa nación son 900.000 millones de dólares de deudas incobrables de sus bancos, y otros 900.000 millones de dólares en Bonos del Tesoro yanqui devaluados.
Rusia, por su parte no solamente no tiene capital excedente, sino que claramente tiene faltante de capital: hay subinversión. Tan es así que depende casi enteramente del capital financiero imperialista, que es aportado por Alemania como primer inversor –con un total de 9321 millones de dólares (datos de 2005), y Francia con un total de más de 4.000 millones de dólares, mientras que viene cayendo desde 2002 el total de inversiones de los Estados Unidos.
Algunos ejemplos: para la construcción del gasoducto Transbáltico, se creó Gazprom-Ruhrgaz, una compañía germano-rusa, en la que Gazprom tiene el 51% de las acciones, mientras que la BASF y la EON alemanas tienen 24,5% cada una. Dicha compañía, además de llevar el gas desde Rusia a Alemania, será la encargada de explotar el gigantesco yacimiento gasífero de Shtokman en el Ártico.
En mayo de 2006, Merkel y Putin se reunían en Tomsk –la llamada “capital del petróleo ruso”, Siberia, y se firmó un acuerdo entre Gazprom y la alemana BASF –en un joint venture por el cual se creó la compañía Wingaz- para producir conjuntamente 25.000 millones de metros cúbicos de gas por año durante 30 años, mediante el mecanismo de intercambio de acciones. Así, Gazprom tendrá el 49% de las acciones de Wingaz y recibe una participación en una subsidiaria de la BASF. A cambio, BASF recibió el 34% de las acciones de una subsidiaria de Gazprom, con lo cual ese pulpo imperialista alemán aumentó cualitativamente su participación accionaria en el yacimiento gasífero de Yuzhno-Russkoi en Siberia Occidental (con 600.000 millones de metros cúbicos de reservas estimadas).
Otro resultado de esa cumbre fue la decisión de Putin de pagar en 2006 íntegramente los 29.800 millones de dólares que tenía Rusia de deuda externa con el Club de París -es decir, esencialmente con el imperialismo franco-alemán, ya que de esa cifra, casi 10.000 millones eran acreencias de Alemania.
Otro ejemplo es lo que ha sucedido con la tierra. Desde 1989, en el campo ruso prácticamente se han mantenido las cooperativas y las granjas colectivas del estado, y muy poca tierra ha pasado a manos privadas. Era de esperar: durante los ‘90 y los primeros años del siglo XXI, el bajo precio de los productos agrícolas en el mercado mundial hizo que no fuera atractivo para los inversores imperialistas quedarse con la tierra. Así, se la dejaron al estado para que fuera éste el que sostuviera a este sector deficitario de la economía.
Hoy, cuando los precios de las commodities agrícolas están altos en el mercado mundial, ha comenzado a afluir el capital financiero imperialista comprando las granjas colectivas -habiendo un total de 35 millones de hectáreas preparadas para sembrar- para quedarse con lo mejor de la tierra fértil y transformarlas en grandes establecimientos agrícolas empresariales.
Por esta razón, Rusia mantiene un status provisorio de país capitalista dependiente. Así, la nueva burguesía Gran Rusa tiene a la vez un carácter de burguesía semi-oprimida por el capital financiero internacional, y a la vez, de burguesía semi-opresora puesto que actúa como gendarme en la región, oprimiendo y masacrando a otros pueblos.
Esto significa que, pese a ser dependiente del capital financiero imperialista, Rusia –al igual que China- mantiene todavía una relativa independencia política y militar, como expresión de un desarrollo desigual y combinado. Es que la ex burocracia devenida en nueva burguesía, aunque destruyó al estado obrero, utilizó en su favor, como ventajas comparativas, antiguas conquistas del mismo: en primer lugar, la riqueza en hidrocarburos explorada por la antigua Gazprom nacionalizada; en segundo lugar, un aparato industrial-militar altamente desarrollado, que cuenta inclusive con ojivas atómicas; y en tercer lugar, una mano de obra con altísima calificación técnica.
Por ello, aunque es dependiente del capital financiero imperialista –en particular, del alemán y el francés, aunque también hay importantes inversiones norteamericanas en Rusia, como es el caso de Ford que instaló plantas allí aprovechando precisamente la mano de obra calificada y barata-, hoy la burguesía Gran Rusa, sostenida en su enorme riqueza petrolera y gasífera y en su relación de socia de los imperialistas franceses y alemanes, tiene un margen de maniobra y un juego propio.
Desde 1989, el imperialismo necesitó a las nuevas burguesías de Rusia y China como gendarmes para estabilizar su dominio
en el territorio de la ex URSS y en Asia
Rusia y China entonces dependen del capital financiero imperialista, pero mantienen aún una relativa independencia en el terreno político y militar, cuestión que ha sido permitida hasta el momento por las potencias imperialistas, puesto que todos han sostenido a los regímenes y gobiernos de la nueva burguesía Gran Rusa, y de los “empresarios rojos” del PC Chino, para que actúen como factor de estabilización.
En el caso de China, el régimen despótico de la nueva burguesía del PCCH, ha sido central para garantizarles a los yanquis, a los japoneses y al conjunto de las potencias imperialistas, que sus respectivas transnacionales relocalizaran allí gran parte de su producción, superexplotando a cientos de millones de obreros como mano de obra barata sometida a la más brutal esclavitud. En el caso de Rusia, las potencias imperialistas sostuvieron primero a Yeltsin y luego a Putin, para que mantengan la estabilidad aplastando a Chechenia y demás nacionalidades oprimidas dentro de la Federación Rusa, y para que consolidaran la integración de la Rusia capitalista al mercado mundial.
Es que la imposición de la restauración capitalista en la ex URSS por parte de la ex burocracia devenida en burguesía, significó en primer lugar, un feroz saqueo del ex estado obrero –se estima que entre 1989 y 1998 las nuevas camarillas burguesas socias del Citibank y la Banca Morgan fugaron de Rusia la friolera de 500.000 millones de dólares- y el desguace y la repartija de las antiguas empresas nacionalizadas por parte de las distintas fracciones de la nueva burguesía. Así, poniéndose en 1991 a la cabeza de la defensa del gobierno de Gorbachov contra el golpe intentado por un ala de la burocracia y del PC, llegó al poder en Rusia la camarilla burguesa de Yeltsin –ex secretario general del PC moscovita-, que junto con los ex burócratas que controlaban las distintas empresas antiguamente nacionalizadas, comenzaron a repartírselas, asociándose cada uno tal o cual monopolio imperialista.
Pero además, el resultado del aborto de la revolución política –que, con el problema nacional como uno de sus motores, había hecho estallar esa cárcel de naciones que era la URSS bajo el dominio de la burocracia- y la imposición de la restauración capitalista, fue el nacimiento de una miríada de pequeñas o medianas naciones capitalistas como Letonia, Lituania, Estonia, Ucrania, Georgia, Azerbaiján, Armenia, Kazakjstán, Uzbekistán, Kirguiztán, Tadjikistán, Turkmenistán, etc. En ellas, las antiguas burocracias de los distintos Partidos Comunistas, actuaron igual que la camarilla de Yeltsin y compañía: cada una de ellas se apropió para sí las antiguas empresas nacionalizadas que había en sus respectivos territorios, deviniendo en burguesía, imponiendo regímenes y gobiernos sanguinarios y dictatoriales contra las masas, y saliendo a venderse ante las distintas potencias imperialistas, al mejor postor, como socias menores. Como ya hemos dicho, al igual que los ex estados obreros del Este de Europa y los Balcanes, hoy esas ex repúblicas soviéticas han dejado de ser países capitalistas transitorios, y son ya semicolonias, colonias y protectorados de las distintas potencias imperialistas.
Ahora bien, el brutal saqueo de la Rusia del capitalismo restaurado por parte de Yeltsin y compañía y las terribles consecuencias del mismo sobre las masas, y en primer lugar, sobre los pueblos oprimidos por la propia Rusia, impulsaron la lucha nacional de estos últimos, fundamentalmente, del heroico pueblo checheno que lucha por su independencia. En 1993-94, después de haber mandado al ejército a disolver a bombazos el parlamento con 180 diputados adentro, Yeltsin, sostenido por los Estados Unidos y todas las potencias imperialistas, lanza la primera guerra de masacre contra Chechenia. Cuando en 1998 la segunda ronda de la crisis mundial comenzada en 1997, golpeó profundamente a Rusia provocando una brutal devaluación del rublo, el país ya estaba en bancarrota: entre 1990 y 1995, había perdido el 50% del PBI, y había caído la producción industrial en un 50%. A la vez, el ejército ruso, desmoralizado, con su oficialidad totalmente descompuesta vendiendo armas al mejor postor, estaba al borde de ser derrotado por la heroica resistencia chechena, y el gobierno de Yeltsin en crisis y sumamente desprestigiado.
Ante esta situación, en 1999 y mediante un nuevo golpe palaciego toma el control otra fracción de la nueva burguesía, la camarilla proveniente de la ex KGB y del viejo aparato militar-industrial, encabezada por Putin, en aquel entonces, primer ministro de Yeltsin, que fue obligado a renunciar. Todas las potencias imperialistas, comenzado por los Estados Unidos salen a apoyar a Putin, para que pusiera orden y consolide la inserción de la Rusia capitalista en el mercado mundial, y para que garantice la estabilidad en la región masacrando al pueblo checheno.
Así, sobre la base de aplastar a la nación chechena provocando un verdadero genocidio en la guerra de 1999-2004, Putin y su camarilla se impusieron, desplazando, despojando de sus propiedades, obligando a exiliarse o directamente encarcelando a los representantes más conspicuos de la camarilla burguesa yeltsinista. Putin y la burguesía gran rusa renacionalizaron parcialmente Gazprom –la antigua compañía del gas y el petróleo nacionalizado en la URSS. Así, se fortalecieron como burguesía nacional, sentándose sobre las enormes reservas de hidrocarburos, apoyada en el fenomenal ingreso de divisas que en los últimos años significara el aumento sideral de los precios internacionales del petróleo y el gas –divisas con las que Rusia pagó en efectivo los vencimientos de su deuda externa y acumuló reservas por 470.000 millones de dólares- , y aprovechando la dependencia de las potencias imperialistas europeas de su suministro para regatear su tajada de los negocios, manteniendo, como dijimos antes, la capacidad de tener un juego propio.
Así lo demostró respondiendo al ataque genocida de Saakashvili contra Osetia del Sur con la ocupación de Georgia, con la que se está cobrando el golpe que le había propinado el imperialismo yanqui con la “independencia” del Kosovo y con la instalación del escudo misilístico de la OTAN en el Este de Europa. Quedó claro que una cosa es que el imperialismo yanqui marque su territorio a bombazos en protectorados como el Kosovo, en naciones bajo ocupación de sus tropas como es Irak, o en países semicoloniales como son Ecuador y Colombia; y otra cosa, muy distinta, es pretender hacer lo mismo con Rusia.
Las potencias imperialistas se preparan para ser los nuevos carceleros de las naciones oprimidas de las ex repúblicas soviéticas y de las propias Rusia y China.
El exacerbamiento de la cuestión nacional en el siglo XXI
Más allá de cómo evolucionen los acontecimientos, los cañonazos en el Cáucaso vuelven a demostrar que en esta época imperialista, el destino de las pequeñas y medianas naciones surgidas del estallido de esa cárcel de naciones que era la URSS bajo la burocracia soviética y en las que se impuso la restauración capitalista, sin el triunfo de nuevas revoluciones de Octubre que restauren la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en esas naciones y abran el camino a una Federación libre y voluntaria de Repúblicas Soviéticas del Cáucaso, es el ser protectorados, colonias y semicolonias del imperialismo angloyanqui, o bien, naciones oprimidas y masacradas por la Gran Rusia, asociada a los imperialistas franceses y alemanes.
Pero la guerra de Georgia demuestra también que, por lo mismo, el status provisorio Rusia y China como países dependientes no durará para siempre. A la utopía reaccionaria de una Gran Rusia capitalista independiente pregonada por Medvedev-Putin le espera el destino de la utopía reaccionaria de la Gran Serbia de Milosevic. Después de utilizar a Putin y la burguesía gran rusa para masacrar al pueblo checheno y oprimir ferozmente a las demás pequeñas nacionalidades bajo la bota rusa; después de utilizarla para mantener así separado al proletariado ruso de las nacionalidades oprimidas, el futuro que les depara el imperialismo es el de Serbia: terminar bombardeada, con Milosevic llevado ante el tribunal de La Haya por “genocida”, y devenida en semicolonia de las potencias imperialistas. Ser transformada en colonia, protectorado, o semicolonia; ser inclusive dividida, repartida u ocupada: ese es el futuro que están preparando para Rusia las potencias imperialistas hoy embarcadas en una feroz disputa por las zonas de influencia.
Pero imponer esto en Rusia o en China no se hará en un acto, sino en todo un proceso que en absoluto será pacífico, sino con nuevas guerras regionales, masacres, guerras fratricidas –como por ejemplo, una nueva y sangrienta guerra entre Armenia y Azerbaiján por el enclave de Nagorno Karabaj como la que viéramos en 1991- y con el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución a nivel mundial.
Los cañonazos en Georgia están marcando que ha comenzado este proceso. Lejos entonces de estar ante “el último acto de la guerra fría”, como dicen los analistas imperialistas, podríamos decir que estamos en los inicios de nuevos enfrentamientos, nuevas convulsiones y guerras bien “calientes” con los que las distintas potencias imperialistas intentarán ser las primeras en la carrera por la recolonización definitiva de Rusia y de China.
Pero para ir a estas aventuras superiores, las distintas burguesías imperialistas deberán primero derrotar a sus propias clases obreras o bien, mediante el accionar de las direcciones traidoras y las burocracias sindicales sostenidas en la aristocracia obrera, someter y convencer al proletariado de apoyarlas en su carrera de rapiña. Por ello, reafirmamos, estamos ante todo un proceso que se definirá en el terreno de la lucha de clases, del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución a nivel mundial.
Si bajo el antiguo dominio de la burocracia stalinista la URSS –al igual que Yugoeslavia- era una verdadera “cárcel de naciones”, la “independencia del Kosovo” y hoy la guerra del Cáucaso, muestran con claridad que son las potencias imperialistas las que se aprestan a ser los carceleros de los pueblos de los ex estados obreros, tanto de las nacionalidades oprimidas por la burocracia stalinista soviética y yugoslava, como de las naciones opresoras como fueran Rusia, Serbia, y también China.
Las condiciones de la crisis de la economía mundial capitalista imperialista que ha comenzado, empujan a las distintas potencias imperialistas a una feroz disputa por el control de las zonas de influencia, redoblando la ofensiva sobre las naciones semicoloniales y coloniales, reforzando las cadenas de dominación sobre las mismas, y avasallando las legítimas aspiraciones nacionales de los pueblos oprimidos como el pueblo palestino, el vasco, el irlandés, el kurdo, etc., y en particular, los derechos nacionales de los ex estados obreros del Este de Europa, los Balcanes y las ex repúblicas soviéticas, que ya han devenido en semicolonias, colonias y protectorados directos. Así, vemos cómo la reciente guerra en el Cáucaso ya ha provocado una enorme crisis en Ucrania –que formara parte de la antigua URSS-, que vuelve a poner en cuestión, una vez más en la historia, inclusive su unidad como nación. Es que la imposición de la restauración capitalista en Ucrania, lejos de resolver la cuestión nacional ucraniana, no hizo más que agravarla. La ex burocracia devenida en nueva burguesía se dividió en dos fracciones: una de ellas –representada por el presidente Yuyenko-, se asoció al imperialismo angloyanqui para proveer al mercado mundial de cereales y granos que se producen en la mitad occidental de ese país, transformándolo en una republiqueta pro-yanqui. La otra fracción, asentada en la mitad oriental del país, donde se concentran las minas de carbón y las acerías, vive de venderle acero y carbón a Rusia para su aparato industrial-militar. Hoy, la coalición de gobierno que había integrado precariamente a ambas fracciones viene de romperse después de la guerra en Georgia, en una disputa interburguesa que puede terminar provocando nuevamente la secesión de Ucrania.
Bajo estas condiciones, estamos ante un exacerbamiento extremo de la cuestión nacional, no sólo en los ex estados obreros entregados a la restauración capitalista por la burocracia stalinista; no sólo en las semicolonias y en las colonias esclavizadas como la Palestina ocupada por el Estado sionista de Israel; sino también al interior mismo de las potencias imperialistas donde no hacen más que agudizarse la cuestión vasca y catalana; la cuestión irlandesa, la cuestión corsa, la cuestión kurda en Turquía, etc.
El imperialismo es reacción en toda la línea. Las cobardes burguesías nacionales, ligadas por miles de lazos de negocios e intereses al capital financiero imperialista, pueden regatear por sus negocios con el imperialismo, utilizando inclusive para ello a las masas como carne de cañón y moneda de cambio, pero son incapaces de llevar hasta el final la lucha nacional, puesto que, como clase explotadora, temen como a la peste a la revolución proletaria que ataca no sólo la propiedad del imperialismo, sino también la suya propia.
Sólo el triunfo de la revolución proletaria puede resolver íntegra y efectivamente las tareas democrático-revolucionarias que la decadente burguesía ya no puede cumplir en esta época imperialista, como son la liberación nacional y la revolución agraria en los países semicoloniales. De la misma manera, únicamente el proletariado en el poder puede otorgarles efectivamente el derecho pleno a la autodeterminación nacional -incluyendo el derecho a la separación- a las nacionalidades oprimidas que no llegaron a constituirse en estado nación antes del advenimiento del imperialismo, como es el caso del pueblo vasco, el kurdo, etc. La cuestión nacional fue, es y será entonces, un motor fundamental de la revolución proletaria internacional.
¡Abajo el gobierno de Saakashvili, sirviente del imperialismo angloyanqui, opresor y asesino de las masas de Osetia del Sur, hambreador y represor de la clase obrera y los explotados georgianos!
¡Fuera de Georgia y de todo el Cáucaso las manos de los imperialistas angloyanquis y de la OTAN!
¡Fuera de Georgia, de Osetia del Sur y del Norte y de Chechenia, el ejército blanco contrarrevolucionario de Putin-Medvedev!
¡Defensa del derecho de autodeterminación nacional de Osetia del Sur! ¡Por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, para conquistar una Georgia, una Chechenia y una Osetia unificada, soviéticas independientes!
¡Por una Federación de Repúblicas Soviéticas del Cáucaso!
¡Abajo el despótico régimen restaurador y el gobierno cipayo de Saakashvili, hambreador y represor de las masas georgianas, carcelero de Osetia del Sur y genocida de su pueblo!
¡Fuera el imperialismo angloyanqui y la OTAN de Georgia!
¡Por una Georgia soviética independiente!
El proletariado y el campesinado pobre de Georgia, esclavizado, hambreado y reprimido ferozmente por el gobierno de Saakashvili, viene de levantarse por el pan meses atrás. El ataque contra Osetia del Sur lanzado por Saakashvili y la burguesía georgiana, opresores de ese pueblo por cuenta del imperialismo angloyanqui y la OTAN, ha arrojado nuevamente sobre los trabajadores y el pueblo georgiano el flagelo de la guerra y ocupación, esta vez, a manos del ejército blanco de la burguesía Gran Rusa, socia del imperialismo franco-alemán.
Los trotskistas de la FLT luchamos por que el proletariado georgiano retome su combate por el pan, el trabajo y demás demandas obreras y por derrocar al gobierno de Saakashvili, sirviente de los imperialistas angloyanquis, y opresor y masacrador del pueblo de Osetia del Sur. Únicamente en ese camino podrá disipar la humareda nacionalista reaccionaria desatada por Saakashvili, y unirá sus filas con los explotados de Osetia del sur y Abjasia.
¡Abajo el despótico régimen y el gobierno cipayo de Saakashvili, títere de los yanquis, hambreador y represor de las masas georgianas, carcelero de Osetia del Sur y genocida de su pueblo! ¡Por el derecho a la autodeterminación nacional, inclusive a la separación, de Osetia del Sur y Abjasia! ¡Por una Georgia soviética independiente!
¡Fuera de Georgia las manos de los imperialistas angloyanquis, sus “asesores” militares y sus servicios de inteligencia! ¡Fuera los buques de guerra yanqui del Mar Negro! ¡Fuera de Georgia, de Azerbaiján y de todo el Cáucaso, las manos de los imperialistas angloyanquis, sus bases militares y sus monopolios voraces como la British, saqueadora del gas y el petróleo! ¡Por la expropiación sin pago y la nacionalización bajo control obrero de todos los yacimientos gasíferos, los pozos petroleros, los oleoductos y gasoductos del Cáucaso hoy en manos de la British Petroleum y demás petroleras imperialistas angloyanquis!
Ese es el camino para volver a poner en pie los Soviets de obreros, campesinos y soldados y transformar la guerra en el inicio de la revolución proletaria. ¡Por una nueva Revolución de octubre que restaure la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, que expropie a la nueva burguesía y a las trasnacionales angloyanquis saqueadoras de Georgia y el Cáucaso!¡Quién puede dudar que una Georgia soviética independiente sería un baluarte para impedir el saqueo del petróleo y el gas del Cáucaso, y para que esas enormes riquezas vuelvan a manos de sus únicos y verdaderos dueños, el proletariado y los explotados de Azerbaiján, de Georgia, de Armenia, etc.! Daría un enorme impulso a la lucha de la clase obrera y los explotados de Turquía para levantarse contra su propia burguesía, su régimen y gobierno masacrador del pueblo kurdo, ocupante hoy con sus tropas el norte de Irak, y explotador y represor del proletariado turco.
El derecho a la autodeterminación de Osetia del Sur, inclusive a separarse de Georgia, a unirse a Osetia del Norte Rusia, sólo puede ser garantizado por nuevas revoluciones de Octubre que impongan la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, en el camino a una Federación libre y voluntaria de Repúblicas soviéticas del Cáucaso
Las tropas del ejército ruso siguen ocupando territorio de Georgia, Osetia del Sur y Abjasia. La tarea urgente y inmediata es la lucha por la inmediata expulsión del ejército blanco contrarrevolucionario de Medvedev-Putin de Georgia, de Osetia del Sur y del Norte, de la Chechenia martirizada y aplastada bajo su bota cruel, de Daguestán y demás naciones oprimidas del Cáucaso. ¡Fuera de Georgia, de Osetia del Sur y del Norte, de Chechenia y de todo el Cáucaso las tropas genocidas del carnicero Putin, carcelero de las nacionalidades oprimidas por cuenta del imperialismo franco-alemán!
Los trotskistas principistas defendemos incondicionalmente el derecho a la autodeterminación nacional, incluido el derecho a la secesión, de Osetia de Sur y de todas las nacionalidades oprimidas ya sea por el cipayo Saakashvili por cuenta del imperialismo angloyanqui, o ya sea por la burguesía Gran Rusa, socia de los imperialistas franco-alemanes. Defendemos el derecho a la autodeterminación nacional de Osetia del Sur, incluyendo su derecho a separarse de Georgia, a unirse con Osetia del Norte y a configurar una nación unificada independiente también de Rusia, si así lo desean.
Pero afirmamos que su derecho a la autodeterminación jamás vendrá ni de la mano de la burguesía georgiana sirviente de los yanquis, ni menos que menos de la burguesía Gran Rusa. ¿Cómo podrían permitir la libre decisión del pueblo osetio sobre su destino, los mismos que primero con Yeltsin, luego con Putin y hoy con su “protegido” Medvedev, redujeron a escombros a la nación Chechena y a Grozni, su capital, con dos brutales guerras y con la ocupación de esa nación por el ejército blanco contrarrevolucionario? ¿Cómo van a ser “liberadoras” de la nación osetia esas tropas asesinas que provocaron uno de los peores genocidios de la historia en Chechenia, nación en la que ya casi no quedan hombres de entre 15 y 65 años puesto que fueron todos masacrados, mientras la oficialidad del ejército ruso se dedicó a traficar los órganos de los trabajadores y campesinos chechenios asesinados?
La aspiración de la nación osetia a liberarse del yugo georgiano y a su autodeterminación nacional es totalmente legítima. Pero una Osetia del Sur integrada a la Rusia capitalista de Putin-Medvedev, socia de los imperialistas franco-alemanes, no será libre ni autodeterminada, sino una más de las pequeñas naciones ferozmente oprimidas por la burguesía gran rusa, como lo es actualmente Osetia del Norte. “Elegir” entre la sartén de la opresión de la burguesía georgiana –por cuenta del imperialismo angloyanqui- o el fuego de la opresión de la burguesía Gran Rusa, socia de los carniceros imperialistas franceses y alemanes, ¡esa es la única “autodeterminación” que les espera a las masas osetias bajo el dominio de la burguesía y del imperialismo!
En esta época imperialista de reacción en toda la línea, la burguesía nativa de los países oprimidos, atada por miles de lazos y negocios a las potencias imperialistas de las que son socias menores, es incapaz de garantizar la autodeterminación y la liberación nacional. Sólo el proletariado, que no tiene ningún interés que lo ate a al imperialismo, puede imponer y garantizar el derecho de autodeterminación nacional de las naciones oprimidas, a condición de levantarlo audazmente como un eslabón en el combate por lograr la unidad entre la clase obrera de la nación oprimida y el de la nación opresora, y avanzar en el camino la revolución proletaria.
Esto significa hoy en Georgia, Osetia, Chechenia y demás naciones del Cáucaso, luchar por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, impuestas con insurrecciones obreras y campesinas victoriosas que derroquen a los regímenes y gobiernos despóticos de las nuevas burguesías asociadas a las distintas potencias imperialistas, destruyan el aparato estatal, expropien a la burguesía y a las transnacionales imperialistas, única posibilidad de resolver íntegra y efectivamente las legítimas aspiraciones nacionales de los pueblos oprimidos de la región y conquistar una Federación libre y voluntaria de Repúblicas Soviéticas del Cáucaso.
Los trotskistas internacionalistas defendemos el derecho del pueblo de Osetia del Sur a su autodeterminación nacional, a unirse con Osetia del Norte y a separarse de Georgia y de Rusia si así lo desea, cuestión que no podrá lograr bajo el yugo de la burguesía gran rusa. Por ello, luchamos por la unidad de los trabadores de Osetia del Sur con sus hermanos de clase de la Chechenia martirizada, y con los obreros de Georgia que se levanten contra el asesino Saakashvili, el único camino para que puedan conquistar su derecho a la autodeterminación nacional.
¡Fuera el opresor Gran Ruso de Osetias del Sur y del Norte! ¡Defensa incondicional del derecho de autodeterminación nacional de Osetia del Sur, incluido el derecho de unificación con Osetia del Norte y de separarse tanto de Georgia como de Rusia! ¡Por una Osetia unificada, independiente y soviética!
El martirizado pueblo checheno, con más de 150.000 obreros y campesinos masacrados por el ejército blanco de la burguesía Gran Rusa en las dos guerras de 1994 y de 1999, ha dejado y sigue dejando aún, bajo la bota sanguinaria del dominio Gran Ruso, más que clara su voluntad y decisión inquebrantable de conquistar su independencia. ¡Por la derrota del ejército blanco genocida de Putin en Chechenia! ¡Por una Chechenia soviética independiente!
Sólo con este programa y con esta lucha puede conquistarse la unidad entre el proletariado de Georgia y el de Osetia del Sur y Abjasia, y puede avanzarse hacia nuevas “Revoluciones de Octubre” que impongan la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias y con ella, la resolución íntegra y efectiva de las legítimas aspiraciones nacionales de los pueblos oprimidos de la región, con una Federación libre y voluntaria de Repúblicas soviéticas del Cáucaso.
Los trotskistas internacionalistas de la FLT luchamos también para que sea éste el camino que abrace el proletariado de Kazakjstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguiztán y Tadjikistán, para tirar abajo a las dictaduras y regímenes burgueses despóticos y sanguinarios ayer socios de los imperialistas angloyanquis –a los que les permitieron instalar las bases militares desde las cuales abastecieron a sus tropas en la guerra y la ocupación de Afganistán- y hoy socios de Putin y los imperialistas franceses, alemanes y japoneses, expropiar todas las propiedades de las transnacionales y sus socios menores de las burguesías nativas –verdaderos “señores de la guerra”- de esas naciones, y avanzar en poner en pie una Federación voluntaria de Repúblicas Soviéticas de Asia Central, que sin duda alguna, sería un baluarte decisivo de la heroica resistencia del pueblo afgano contra la ocupación imperialista.
¡Abajo el régimen y el gobierno despótico y sanguinario de Medvedev-Putin y la burguesía Gran Rusa!
Es necesario poner de pie al proletariado ruso para que retome el papel revolucionario que jugara en el siglo XX
¡Por una nueva “Revolución de Octubre” triunfante que restaure la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias!
La imposición de la restauración capitalista en los antiguos estados obreros por la traición de la burocracia stalinista y ante la ausencia de una dirección auténticamente revolucionaria a causa de la defección de los oportunistas y centristas que habían usurpado la IV Internacional, fue enorme derrota para la clase obrera mundial, y en particular, para la clase obrera de la ex URSS, China y los ex estados obreros del Este de Europa.
En 1989, la lucha nacional de los pueblos oprimidos por la burocracia gran rusa o por la burocracia gran serbia, fue uno de los motores que impulsó el inicio de la revolución política, haciendo estallar esas cárceles de naciones que eran la URSS y la entonces Yugoeslavia. El aborto de la revolución política –único camino para resolver entonces las aspiraciones nacionales de los pueblos oprimidos- y la imposición de la restauración capitalista, no hizo más que profundizar la opresión de las pequeñas naciones resultantes del estallido de la ex URSS y la ex Yugoeslavia, y agudizar a un grado extremo la cuestión nacional. La infinidad de guerras nacionales, masacres y genocidios que se sucedieron en esas regiones en los últimos 19 años son una clara prueba de ello, que la nueva guerra del Cáucaso no hace más que confirmar.
Esta derrota moldeó profundamente a la clase obrera de las naciones que bajo el régimen de la burocracia stalinista, habían sido opresoras de otros pueblos, y que continuaron siéndolo una vez el capitalismo restaurado, como el caso de Serbia o de Rusia.
Bajo estas condiciones, la clase obrera rusa, humillada, llevada a una situación de catástrofe bajo la restauración capitalista, con una expectativa de vida promedio de menos de 68 años, con una altísima tasa de mortalidad (sobre todo, en los hombres en edad de trabajar), sin derechos, bajo un régimen policíaco-bonapartista encabezado por la ex burocracia de la KGB devenida en burguesía, súperexplotada y esclavizada, viene siendo moldeada por la presión chovinista gran rusa. Más y más masacra la burguesía Gran Rusa como en Chechenia; más y más recrudece su opresión sobre las pequeñas naciones; más y más se fortalece la nueva burguesía y el látigo con el que castiga a la clase obrera por haberse atrevido a imponer durante 70 años la dictadura del proletariado, más y más se hunde el proletariado ruso – que tuviera el honor de ser el primero en llegar al poder en la historia- en la esclavitud, la miseria, el hambre y la degradación.
Por ello, los trotskistas principistas luchamos porque el martirizado proletariado de Rusia rompa con el chovinismo gran ruso y tome en sus manos la pelea por expulsar a las tropas rusas de Georgia, Osetia y todo el Cáucaso, la defensa del derecho a la autodeterminación nacional de Osetia del Sur y del Norte, su derecho a unificarse y a separarse de Georgia y de Rusia si así lo desean, y el mismo derecho para todas las nacionalidades oprimidas por la burguesía gran rusa. Peleamos por que la clase obrera rusa se levante en lucha por la derrota militar del ejército blanco de Medvedev- Putin en Chechenia, llamando a los soldados rasos a dar vuelta el fusil contra la oficialidad genocida y corrupta de ese ejército asesino. Luchamos por la renacionalización completa, sin pago y bajo control obrero de Gazprom, expropiando sin compensación ni pago alguno a la BASF, Totalfina y demás petroleras imperialistas asociadas con la camarilla burguesa de Putin-Medvedev.
Combatimos por este programa, porque sabemos que es el único camino para que el proletariado ruso pueda salir de la postración al que lo han condenado, y levantarse en lucha por el pan, el trabajo y la defensa de las riquezas naturales de Rusia, contra el régimen policíaco y el gobierno burgués sanguinario de Putin y Medvedev, volviendo a poner en pie los soviets de obreros y campesinos rojos, entrando así por el camino de la lucha por una nueva revolución de octubre y de la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias que expropie a la nueva burguesía y a los piratas imperialistas alemanes, franceses, angloyanquis, etc., que juntos están robando y saqueando la riqueza de Rusia y esclavizando a la clase obrera que protagonizara la primera revolución proletaria triunfante de la historia.
Sólo una nueva Revolución de Octubre victoriosa que restaure la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, podrá volver a unir al proletariado ruso con sus hermanos de clase de las naciones del Cáucaso y de Asia Central, etc., en una poderosa Unión libre y voluntaria de repúblicas socialistas soviéticas, como lo hiciera en los primeros años del Poder de los Soviets, de la III Internacional revolucionaria de Lenin y Trotsky: “Solamente el poder soviético pudo establecer la concordia entre las naciones caucásicas. En las elecciones a los soviets, los obreros de Bakú y de Tiflis eligen a un tártaro, un armenio o un georgiano sin importarles su nacionalidad. En la Transcaucasia, los regimientos rojos musulmanes, armenios, georgianos y rusos conviven sin problemas. Cada uno por su parte siente y comprende que forma parte de una unidad. Ninguna fuerza conseguirá provocarlos contra los demás; por el contrario, todos juntos defenderán la Transcaucasia soviética de cualquier agresión exterior o interior” ("Entre el imperialismo y la revolución", 20 de febrero de 1922).
¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!
En 1989, el proletariado de las potencias imperialistas europeas y de los Estados Unidos, fue llevado por la traición de la socialdemocracia, el stalinismo y las burocracias sindicales –todas sostenidas en la aristocracia obrera- a subordinarse a sus propias burguesías imperialistas y a apoyar la restauración capitalista y la destrucción de los estados obreros degenerados y deformados en descomposición.
Muy caro pagó la clase obrera de los países imperialistas esta traición de sus direcciones y la restauración capitalista en los ex estados obreros. El imperialismo alemán, fortalecido luego de la unificación imperialista de Alemania, llenó Rumania, Hungría y demás ex estados obreros del Este, de maquiladoras de sus trasnacionales que se dedicaron allí a superexplotar y esclavizar la mano de obra altamente calificada de esos países. Así que le quebró el espinazo al proletariado alemán: apoyándose en la burocracia sindical socialdemócrata, chantajeándolo con llevarse las plantas al Este y con el fantasma de la desocupación que golpeaba a más de 4 millones de obreros alemanes, la burguesía imperialista alemana liquidó una a una gran parte de las conquistas de la clase obrera alemana, que hoy ha vuelto a trabajar 40 horas por semana, sometida a una brutal flexibilización laboral.
Lo propio ha hecho el imperialismo francés, trasladando plantas de la Renault y de otras empresas francesas a los ex estados obreros del Este de Europa y, junto con Alemania, y también con Japón, asociándose con la nueva burguesía rusa para saquear el gas y el petróleo de Rusia, que deja jugosas ganancias para la BASF, la Totalfina y también para la Gazprom de Putin-Medvedev, mientras la clase obrera rusa padece hambre, miseria y ha sido llevada a la peor degradación de toda su historia. El precio que ha pagado por ello el proletariado francés no es menor que el que debieron pagar sus hermanos de clase de Alemania: desde principios de los ’90, tanto los gobiernos del Partido Socialista –con Mitterrand o Jospin- o “de derecha” –como Chirac y Sarkozy, no dejaron de atacar sus conquistas, reimponiendo la semana de 48 horas, liquidando los regímenes de jubilación temprana de los trabajadores públicos y de tareas riesgosas, atacando la educación y la salud públicas, etc.
Hoy, la guerra del Cáucaso marca que ha comenzado la carrera por resolver histórica y definitivamente cuál o cuáles serán las potencias imperialistas que se repartan Rusia y China y las transformen en sus protectorados, colonias o semicolonias directas. Así, la crucial cuestión nacional vuelve a ponerse al rojo vivo en el corazón del viejo continente, no sólo en los ex estados obreros, sino también al interior de las propias potencias imperialistas donde se oprime a otros pueblos, como es el caso de los pueblos vasco y catalán en el Estado Español; del pueblo corso oprimido por Francia; de la Irlanda dividida y sometida por el imperio británico.
Frente a ello, los trotskistas internacionalistas de la FLT luchamos por impedir que el proletariado de las potencias europeas sea llevado nuevamente a los pies de sus propias burguesías imperialistas. Luchamos porque se levante enfrentando a sus propias burguesías imperialistas, para frenar su ofensiva de recolonización y repartija de Rusia y China, inscribiendo en sus banderas de combate la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias en las naciones del Este de Europa, en los Balcanes, en las ex repúblicas soviéticas, en Rusia y en China.
De lo contrario, como ya sucediera en 1989, la clase obrera de los países imperialistas estará cada vez en peores condiciones para enfrentar el brutal ataque que han lanzado las distintas burguesías contra sus conquistas, buscando hacerles pagar los cientos de miles de millones de dólares que cada estado imperialista tuvo que poner para salvar a sus respectivos bancos y empresas en bancarrota. Y a no dudarlo: las guerras, los golpes militares y las masacres que necesitan imponer las distintas potencias imperialistas en su disputa por la repartija de Rusia y China, para nada traerán a Estados Unidos, a Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, etc., “más democracia”, sino más bonapartismo y por qué no, fascismo. Porque si las direcciones traidoras y las burocracias sindicales sostenidas en la aristocracia obrera no logran maniatar y convencer a los obreros de apoyar a sus propias burguesías en estas aventuras y guerras por el reparto, lo que vendrán serán nuevos Mussolini, nuevos Pétain, nuevos Hitler y Franco para aplastar al proletariado a sangre y fuego.
Por ello, luchamos porque la clase obrera de Gran Bretaña –cuya burguesía imperialista, socia de los yanquis, sostiene y arma al carnicero Saakashvili en Georgia-, y de Francia y Alemania –cuyas burguesías pactan, negocian y sostienen a los no menos carniceros Gran Rusos Medvedev-Putin-, tomen en sus manos el combate por ¡Fuera las manos de los imperialistas angloyanquis y franco-alemanes de Georgia, del Cáucaso, de Rusia, de Ucrania y de toda Europa oriental! ¡Abajo la OTAN, desmantelamiento de todas sus bases militares y escudos misilísticos! ¡Abajo el llamado “pacto del Mediterráneo” encabezado por el sanguinario imperialismo francés, armado hasta los dientes y poseedor de un arsenal nuclear capaz de reducir a cenizas naciones enteras!
¡Expropiación y nacionalización sin pago y bajo control obrero de todos los pozos, campos gasíferos, oleoductos y gasoductos de la British, la BASF, la Totalfina en el Cáucaso, en las ex repúblicas soviéticas de Asia Central y en la propia Rusia!
¡Basta de esclavizar a los obreros polacos, checos, rumanos, eslovacos, húngaros en las maquiladoras de la Mercedes Benz, de la Bayer, la Renault y demás trasnacionales de las potencias europeas! Los trotskistas internacionalistas de la FLT luchamos por que la clase obrera de la Europa imperialista retome y haga suya la demanda de los obreros de Dacia-Renault en Rumania que salieron a la huelga al grito de “Somos obreros de Renault, queremos ganar igual y trabajar en las mismas condiciones que nuestros hermanos de clase de Francia”.
La lucha de la clase obrera de las potencias europeas por expulsar y expropiar al imperialismo de las nuevas republiquetas y colonias del Este de Europa, los Balcanes, el Cáucaso, y de China y Rusia, es parte del combate por ¡Fuera los imperialistas franceses, alemanes, británicos, italianos, españoles; fuera sus transnacionales rapaces, fuera sus tropas del África desangrada, de América Latina y de Asia! El proletariado de las potencias europeas, junto con el norteamericano, tienen en sus manos la llave de la liberación de sus hermanos de clase del mundo colonial y semicolonial del yugo imperialista.
Las aristocracias y burocracias obreras atan las manos del proletariado de las potencias europeas, impidiéndole intervenir cuando la carestía de la vida arrasa el bolsillo obrero; cuando ha comenzado una oleada de despidos y un brutal ataque contra todas las conquistas obreras. ¡Abajo los pactos sociales regulacionistas de las aristocracias y burocracias obreras, pagadas con las migajas que se caen de las superganancias obtenidas por los monopolios imperialistas mediante el saqueo, la explotación y las masacres en las colonias, semicolonias y en los ex estados obreros hoy en disputa!
¡Por la unidad de la clase obrera de toda Europa! Luchamos, en primer lugar, por la unidad de la clase obrera nativa con los trabajadores inmigrantes, superexplotados por las burguesías imperialistas como mano de obra esclava durante el “jolgorio” de negocios de los últimos años, y hoy, ante la crisis, descartados, perseguidos, expulsados y asesinados. Las cifras oficiales –que están muy por debajo de lo real- hablan de que habría, en el fondo del Mediterráneo, al menos 20.000 cadáveres de hombres, mujeres y niños africanos, muertos en el intento desesperado de llegar a Europa para poder comer, hermanos de clase de los trabajadores de Polonia, Rumania, las naciones de la ex Yugoeslavia y demás ex estados obreros en los que el capitalismo fue restaurado, que por cientos de miles han migrado a las potencias europeas, donde son súperexplotados y esclavizados por las rapaces burguesías imperialistas. ¡Abajo la siniestra “Directiva retorno” de la Unión Europa, una verdadera guerra de “limpieza étnica” y genocidio contra los trabajadores inmigrantes!
La lucha contra la carestía de la vida impulsó a las masas de Georgia, a fines de 2007, a protagonizar la primera revuelta por el pan en territorio europeo. ¡Abajo la carestía de la vida! ¡Por la escala móvil de salarios y de horas de trabajo!, es la demanda que puede unir hoy las filas de la clase obrera de Europa, desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso y la propia Rusia.
La defensa del derecho de autodeterminación nacional de Osetia, Abjasia y demás nacionalidades oprimidas en los ex estados obreros, es inseparable de la defensa del derecho de los pueblos vasco y catalán a su propia autodeterminación, inclusive a separarse el Estado Español; del pueblo corso oprimido por Francia, y de la lucha por la independencia de Irlanda. ¡Abajo el régimen de la monarquía españolista, sostenido en el pacto de la Moncloa, opresor de los pueblos vasco y catalán! ¡Libertad inmediata e incondicional a todos los luchadores independentistas vascos, presos en las cárceles de la infame monarquía españolista! ¡Por el triunfo de la revolución proletaria! ¡Por la Federación libre y voluntaria de Repúblicas Socialistas de la Península Ibérica!
¡Abajo la putrefacta monarquía británica! ¡Por una Irlanda unida, independiente, obrera y socialista!
¡Abajo el régimen imperialista de la V República francesa! Sólo el triunfo de la revolución socialista podrá liberar al pueblo corso del yugo de los carniceros franceses.
¡Abajo el régimen imperialista italiano y el gobierno de Berlusconi, que tras los pasos de Mussolini, ya sacó al ejército a cazar trabajadores inmigrantes en la península! ¡Abajo el régimen imperialista alemán!
¡Abajo la utópica y reaccionaria “unidad europea” de Maastricht! ¡Por el triunfo de la revolución socialista que instaure la dictadura del proletariado en Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y demás potencias imperialistas, y que la restaure bajo formas revolucionarios en los ex estados obreros del Este, de la ex URSS y en Rusia, para conquistar los Estados Unidos Socialistas de Europa desde las Islas Británicas hasta la Siberia Oriental, único camino para terminar con la explotación, las guerras, las masacres, los genocidios y la opresión nacional en el viejo continente!
Para refundar el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky en Rusia y en todo el territorio de la Revolución de Octubre:
¡Por un nuevo Zimmerwald y Kienthal del siglo XXI, en el camino de volver a poner en pie el partido mundial de la revolución socialista bajo el programa y el legado de la IV Internacional de 1938!
La guerra en el Cáucaso no ha hecho más que acelerar los tiempos de la doble carrera de velocidad establecida en la arena de la lucha de clases mundial: la primera, entre el desarrollo de la crisis de la economía mundial capitalista imperialista, la feroz ofensiva del capital contra los explotados, y posibilidad de que las masas irrumpan respondiendo a la crisis y al ataque con la revolución proletaria; la segunda carrera de velocidad, entre la ofensiva del capital, las guerras, la revolución y la contrarrevolución, y la resolución de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado que, bajo las actuales condiciones, se pone al rojo vivo.
Esta última es una carrera contra el reloj, para impedir que vuelva a repetirse la tragedia de 1989, cuando el inicio de la revolución política en el Este de Europa, la URSS y China, encontró a los centristas y oportunistas que se habían adueñado de la IV Internacional –la corriente del proletariado mundial que desde mediados de los ’30 había definido la lucha por la revolución política en la URSS, único programa capaz de impedir la restauración capitalista-, adaptados durante años en Occidente al stalinismo, a la socialdemocracia, y cada uno a sus propios regímenes burgueses. Incapaces entonces de ser una alternativa revolucionaria frente a los acontecimientos de 1989, el centrismo oportunista y revisionista usurpador de la IV Internacional terminó estallando en mil pedazos, profundizando su degeneración y entrando en un revisionismo abierto del marxismo buscando así justificar su bancarrota.
Todavía hoy, a casi 20 años de esos acontecimientos, siguen escuchándose las quejas de los hoy renegados del trotskismo, que en 1989 estaban alegremente abrazados al stalinismo, lamentándose sobre que el pronóstico de Trotsky “era equivocado”; e inclusive afirmando que 1989 no había en la URSS, ni en China ni en el Este de Europa, partidos trotskistas que pudieran encabezar la revolución política “porque había sido imposibles construirlos por las terribles condiciones que imponía el dominio de la burocracia stalinista”. Esta última es la más baja y rastrera invención, para tratar de ocultar que no había en 1989 secciones rusa, polaca, húngara, rumana, ucraniana, china, etc. de la IV Internacional precisamente porque los centristas, oportunistas y revisionistas usurpadores de la misma se pasaron cincuenta años adaptándose al stalinismo en Occidente. Porque en condiciones un millón de veces peores en los ’30, bajo el terror de la burocracia stalinista y los juicios de Moscú, con el fascismo impuesto en Alemania, con el stalinismo traicionando las revoluciones española y francesa, la IV Internacional en el congreso de su fundación en 1938, tuvo delegados de la sección rusa en representación de más de 10.000 militantes bolcheviques-leninistas organizados en la clandestinidad y también en los campos de concentración de Stalin como los de Vorkuta, Verkneuralsk, que cuando eran fusilados morían al grito de “¡Viva Trotsky, Viva la IV Internacional!”.
Casi 20 años han pasado desde 1989 y en ese período, aquel viejo movimiento trotskista centrista y oportunista que entonces estallara por los aires, cruzó definitivamente el Rubicón, deviniendo en corrientes abiertamente reformistas, continuadoras del stalinismo y de su estrategia de colaboración de clases, de la política de frente popular, del apoyo a los “imperialistas democráticos” y a los burgueses y militares “progresistas”, etc., que se integraron como “ala izquierda” a esa cueva de traidores que es el Foro Social Mundial.
Hoy, junto con los socialdemócratas, stalinistas reciclados, castristas, burocracias sindicales de todo pelaje, los renegados del trotskismo comparten la responsabilidad por la tragedia a la que están siendo llevadas las masas georgianas, osetias, de todo el Cáucaso y de la propia Rusia, por las burguesías georgiana y Gran Rusa, asociadas respectivamente y actuando también por cuenta de los imperialistas angloyanquis y los franco-alemanes, respectivamente.
Porque fueron todos ellos los que estrangularon la lucha antiimperialista de la clase obrera de Estados Unidos y las potencias europeas contra la guerra de Irak, llevándolas a los pies de la ONU y de los imperialistas “democráticos” y “pacifistas” franceses y alemanes, contra el “fascista” Bush. Porque son los que llamaron a la clase obrera francesa en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2003 a votar por el “demócrata” Chirac contra el “fascista” Le Pen. Porque son los que, desde dentro mismo, o desde fuera, sostuvieron en Italia al gobierno imperialista de Prodi y Rifondazzione Comunista que mandó sus tropas al Líbano.
Porque todos ellos, como su “ala izquierda”, sostuvieron a las fuerzas del Foro Social Mundial que expropió el despertar de la clase obrera norteamericana, llevándola a los pies de Obama, Clinton y el Partido Demócrata de los carniceros imperialistas yanquis, salvando al odiado gobierno de Bush en crisis y dando tiempo así al régimen de los “Republicratas” a que avance en recomponer un estado mayor legitimado.
Son los que renegaron de la lucha por la destrucción del estado sionista de Israel, y se arrodillaron ante la política imperialista de “dos estados”. Son los que poniendo un siglo igual entre el imperialismo yanqui y la burguesía talibán de Afganistán o islámica de Irak, se negaron y se niegan a luchar por la derrota militar de las tropas imperialistas y por la victoria de la heroica resistencia de las masas en esas naciones ocupadas.
Son los que sostuvieron en América Latina a Chávez y Fidel Castro y su farsa de “revolución bolivariana” con la que se estranguló la revolución en Argentina y Ecuador, se la expropió en Bolivia, y se expropió, en todo el continente, la lucha revolucionaria y antimperialista de las masas. Porque son los que así, allanaron el camino para que hoy la burocracia castrista acelere al máximo su plan de restauración capitalista en Cuba. La bancarrota de los renegados del trotskismo, liquidadores de la IV Internacional, es total.
Frente a los agudos acontecimientos de la lucha de clases mundial, frente a la guerra del Cáucaso que confirma que ha comenzado la carrera final entre las potencias imperialistas por la repartija de Rusia y China, la tarea más importante de los trotskistas internacionalistas es poner todas nuestras fuerzas al servicio de la resolución de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado. Es decir, es poner todas nuestras fuerzas en la lucha por conquistar un nuevo Zimmerwald y Kienthal del siglo XXI, una Conferencia internacional que agrupe, bajo el programa y las lecciones de los tests ácidos de la lucha de clases mundial –como son la crisis de la economía mundial capitalista imperialista, la cuestión cubana, colombiana y boliviana; la crucial guerra del Cáucaso, la cuestión norteamericana y la guerra en Irak y Afganistán, entre otros- a los trotskistas principistas y las organizaciones obreras revolucionarias.
Un nuevo Zimmerwald y Kienthal que, declarándoles una lucha sin cuartel a todas las direcciones traidoras y reformistas, incluidos los renegados del trotskismo, constituya un centro internacional para refundar el partido mundial de la revolución socialista bajo el legado y las banderas de la IV Internacional de 1938.
Un nuevo Zimmerwald y Kienthal que marque a fuego, como una tarea de primer orden de los marxistas revolucionarios y del proletariado mundial, la tarea de refundar el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky en Rusia y en todo el territorio de la revolución de Octubre de 1917, sobre la base del programa y las lecciones de la IV Internacional fundada en 1938 que no fue más que la continuidad del bolchevismo en la resistencia, en la noche negra del fascismo, del stalinismo y de los umbrales de la segunda guerra mundial interimperialista.
Porque no habrá en Rusia y en las ex repúblicas de la URSS nuevas “Revoluciones de Octubre” que restauren la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, si no se refunda el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, el único partido que, como parte de la III Internacional revolucionaria y a la cabeza del poder de los Soviets, otorgó el derecho incondicional a su autodeterminación nacional a todas las nacionalidades oprimidas por el zarismo y demostró ser capaz de unir a obreros georgianos, osetios, rusos, chechenos, ucranianos, azeríes, armenios, tadjikos y de todas las nacionalidades y lenguas, en defensa de la Revolución de octubre, en el Ejército Rojo que, dirigido por León Trotsky, derrotara a 14 ejércitos imperialistas que cercaban a la naciente República de los Soviets.
La guerra del Cáucaso marca el inicio de horas decisivas para la clase obrera mundial. La tarea de los revolucionarios internacionalistas es poner todas las fuerzas al servicio de devolverle al proletariado, bajo las condiciones de crisis, crac, guerras, fascismo, revolución y contrarrevolución, su dirección histórica: ¡manos a la obra, por un nuevo Zimmerwald y Kienthal del siglo XXI, en el camino de refundar el partido mundial de la revolución socialista bajo el legado y el programa de la IV Internacional de 1938, y el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky en el territorio de la gloriosa Revolución de Octubre de 1917! •
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