Chile - 11 de septiembre de 2023
A 50 años del golpe militar genocida de Pinochet, la DC y el imperialismo que masacró la revolución de los Cordones Industriales
Las lecciones revolucionarias del ensayo revolucionario de 1973
Ponemos a disposición de la vanguardia obrera y de la juventud combativa de Chile y el mundo, estas lecciones que sacamos los trotskistas de la FLTI y del POI-CI, que están contenidas en el libro de la Editorial Socialista Rudolph Klement: “Revolución y Contrarrevolución en Chile. De los Cordones Industriales de 1973 a la lucha revolucionaria de 2011. Una tarea pendiente: el derrocamiento revolucionario del régimen pinochetista”.
A continuación, publicamos extractos de estas lecciones que fueron reeditadas en el año 2012:
Los analistas burgueses y los marxistas vulgares intentan dar cuenta de y explicar la actual situación en Chile a partir de lo que acontece día a día, es decir con un método vulgar, para engañar y estafar a los obreros, para hacer que éstos se vean obligados a tener que empezar cada lucha nuevamente desde cero. Por el contrario, los marxistas revolucionarios queremos explicar la actual situación chilena desde el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución que ha tenido lugar en nuestro país como parte de procesos internacionales y grandes fenómenos y convulsiones a nivel mundial, para aportar a los trabajadores y a su vanguardia frente a los próximos combates, sacando las lecciones de los acontecimientos más álgidos de revolución y contrarrevolución en Chile en los últimos treinta años: las de la grandiosa revolución de los Cordones Industriales de 1970-73, y las del auge proletario de 1982-86, de sus resultados y sus consecuencias. No hacemos más que retomar el método y la tradición del marxismo revolucionario, del bolchevismo, que se formó sacando las lecciones de la derrota de la Comuna de París, de la revolución rusa de 1905, del triunfo de la revolución rusa de 1917, de la derrota de la revolución alemana, del surgimiento del stalinismo que liquidó a la vanguardia bolchevique, etc. Es decir, es necesario sacar las lecciones de los triunfos y de las derrotas del proletariado, porque en esas lecciones está concentrada la continuidad para que el marxismo revolucionario se haga carne y sangre en las nuevas generaciones de trabajadores, para que la vanguardia proletaria recupere una estrategia y un programa revolucionario para triunfar. Por eso abordaremos la actual situación chilena desde las lecciones de esas dos grandes gestas obreras que fueron la revolución del 73 y el auge proletario del 82-86.
Viendo y analizando desde hoy el proceso revolucionario chileno de los 70, podemos decir que fue un ensayo revolucionario, donde el proletariado, producto de la crisis de su dirección revolucionaria -es decir por la dirección contrarrevolucionaria que tenía a su frente, el stalinismo y la socialdemocracia-, no pudo hacerse del poder cuando las condiciones estaban más que maduras para ello, y su heroica revolución de los Cordones Industriales terminó siendo aplastada a sangre y fuego por el golpe de Pinochet y el imperialismo. Visto desde hoy, podemos hacer una analogía histórica tomando el calendario de la revolución rusa, y afirmar que el proletariado chileno tuvo en 1973 su ensayo revolucionario de 1905 y, en el ascenso obrero y popular de 1982 a 1986, su auge proletario de 1910-1914 que se desarrollara en Rusia en esos años y fuera interrumpido por el estallido de la primera guerra mundial. En los ‘70, el proceso revolucionario chileno siguió los pasos de la revolución rusa de 1917, aunque tras el fracaso del “tancazo” de junio del ‘73, la burguesía tuvo su “korniloveada” triunfante con el golpe del 11 de septiembre del ‘73 de Pinochet, la gran patronal y el imperialismo.
La revolución de los Cordones Industriales de 1970-73 fue parte del ascenso revolucionario generalizado de 1968-74, y uno de sus puntos más álgidos. De allí que, sacar estas lecciones revolucionarias, es parte de sacar las lecciones revolucionarias de dicho ascenso generalizado, del Mayo francés, de la revolución portuguesa de 1974, de la Primavera de Praga, del Cordobazo en Argentina, etc., cuestión ésta que las corrientes centristas y revisionistas que hablan en nombre del trotskismo se negaron a hacer. Por el contrario, sacaron lecciones oportunistas de dicho ascenso y en ellas formaron a sus cuadros, preparando así su salto al oportunismo más abierto en la década del ‘80. Esta capitulación tuvo en Chile consecuencias gravísimas, que se expresaron en las enormes capitulaciones y en la debacle del centrismo morenista en la década del ’80, como veremos más adelante.
Por supuesto que la analogía con la Revolución Rusa de 1917 es, como toda analogía, perversa, y sólo puede utilizarse teniendo en cuenta también las diferencias: Chile es una semicolonia, Rusia, en 1917, era un país imperialista de desarrollo burgués retrasado. El gobierno de Kerenski era un frente popular clásico de un país imperialista. A diferencia de éste, el gobierno de Allende y la Unidad Popular (UP) fue un gobierno nacionalista burgués de colaboración de clases de una semicolonia, y como tal, dirigido por la burguesía nacional chilena. El aspecto kerenskista que tuvo el gobierno de la UP era el de ser un gobierno débil, suspendido en el aire y sometido al enfrentamiento directo entre el doble poder obrero de los cordones industriales y el poder de la burguesía que junto a Pinochet y el imperialismo se preparaban para aplastar la revolución proletaria.
El gobierno de Allende fue un gobierno nacionalista burgués como el de Perón en Argentina en los ‘50 o el de Nasser en Egipto, pero tardío, el último gobierno nacionalista burgués del período de Yalta, un bonapartismo sui géneris que adoptó las “formas” de un frente popular que hace de árbitro entre las masas y el imperialismo, y que, por las condiciones internacionales, por el fin del boom de la posguerra y el comienzo de la crisis económica mundial, y por el ascenso revolucionario del 68- 74, no podía durar mucho tiempo. Estos intentos de la burguesía nativa, de disputarle una parte de la torta al imperialismo apoyándose en el movimiento de masas mientras lo tenía férreamente controlado a través de las direcciones contrarrevolucionarias del PC y el PS, irremediablemente deberían dejar paso al verdadero enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución, entre los dos colosos: de un lado el imperialismo, la ITT y la CIA; del otro, el proletariado y sus Cordones Industriales.
El segundo acontecimiento histórico en donde se volverán a enfrentar revolución y contrarrevolución, y donde también jugarán su rol contrarrevolucionario el PC y el PS, fue el auge proletario de 1982-86. Luego de diez años de derrota, bajo las condiciones del estallido de la crisis económica de la deuda externa que sacudió al conjunto de América Latina, la clase obrera chilena se puso de nuevo en movimiento. El ascenso obrero generalizado que, desde 1982 hasta 1986, puso en crisis al régimen de Pinochet es lo que denominamos auge proletario. Fueron cuatro o cinco años de ascenso obrero ininterrumpido, fueron los años de crisis del régimen pinochetista, los de las brechas en las alturas, los del frente único impuesto por el proletariado a sus direcciones, los del surgimiento de los comités de fábrica, los de la huelga general política, que pusieron en jaque a la dictadura pinochetista y plantearon a la orden del día su caída por vía revolucionaria. Proceso que culminó con el Partido Comunista jugando hasta el final su rol contrarrevolucionario, dividiendo a la clase obrera por la vía de llevar a su sector más desesperado, los obreros desocupados, a una política ultraizquierdista, mientras ponía al proletariado industrial a los pies de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, su Concertación y la Constitución pinochetista del ’80.
Trotsky utiliza esta categoría de auge proletario para explicar un proceso de ascenso del proletariado industrial que se dio en Rusia desde 1910 hasta 1914, que tendía a ganarse al movimiento campesino y amenazaba con transformarse en una revolución abierta, proceso que fue interrumpido por la primera guerra mundial imperialista. Trotsky así lo describe en “Lecciones de Octubre”: “En julio de 1914 Petrogrado fue sacudida por huelgas revolucionarias que suscitaron combates en las calles inclusive. Es incontestable que la dirección de este movimiento pertenecía a la organización clan destina y a la prensa legal de nuestro partido (...) El desarrollo del movimiento hubiera motivado en primer lugar el crecimiento del partido bolchevique: si se hubieran instituido los Soviets de diputados obreros en 1914, verosímilmente habrían sido bolcheviques desde el principio (...) Es imposible y además inútil tratar de adivinar ahora si el movimiento de 19141915 habría acarreado la victoria en caso de que no hubiera estallado la guerra. (...) La guerra, interrumpió el movimiento revolucionario que había empezado a desarrollarse, lo aplazó y después lo aceleró por demás. En la forma de un ejército de varios millones de hombres, la guerra creó una base excepcional, tanto política como organizativa, para los políticos de la pequeñaburguesía (...) Los partidos de la pequeña burguesía se imponían al proletariado y lo oprimían en las re des del defensismo, apoyándose en la organización preparada del ejército”.
Como explicaremos luego, a diferencia del auge proletario ruso de 1910-1914, el auge proletario chileno del 1982-86 no fue interrumpido ni desviado por ninguna guerra, sino por la política contrarrevolucionaria del stalinismo y la socialdemocracia que lo liquidó, permitiendo y apoyando la “autorreforma” del régimen pinochetista y la “transición” al régimen cívico militar basado en la antidemocrática y archirreacionaria Constitución del ‘80, avalada por la Concertación y el PC.
Podemos decir entonces que, en los últimos treinta años, el movimiento obrero chileno ha creado dos situaciones revolucionarias donde tuvo planteado avanzar en la insurrección y la toma del poder, y que, por la traición de las direcciones que tuvo a su frente, sufrió profundas derrotas producto de dos contrarrevoluciones. La primera de ellas fue el golpe genocida de Pinochet que en el ‘73 liquidó a la vanguardia proletaria y a los organismos de doble poder como eran los Cordones Industriales e impuso el gobierno y el régimen de los monopolios como la ITT y el imperialismo. Fue el período de derrota de la clase obrera y del jolgorio privatizador de la burguesía y de los momios.
La segunda derrota liquidó el auge proletario de 1982-86, que había puesto a la orden del día la caída de la dictadura de Pinochet por la vía revolucionaria. Esta derrota provocó un salto en el sometimiento del país al imperialismo: una nueva ronda de privatizaciones, la liquidación de las provincias que impuso la regionalización del país de acuerdo a los intereses de la burguesía y el imperialismo, la consumación de la liquidación de la educación pública y la salud. Es la época del “modelo chileno”, que el imperialismo presentaba como ejemplo a las demás burguesías cipayas de la región.
No puede explicarse esta derrota, y la sumisión con dobles cadenas de Chile al imperialismo que ésta significó, por la falta de heroísmo de la clase obrera chilena, que por el contrario demostró, una vez más, su enorme energía y valentía revolucionaria. Es que como nunca en Chile queda de manifiesto que la “crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”. Es clave entonces sacar estas lecciones del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución, porque para preparar la tercera revolución chilena hay que saldar cuentas con el PC y el PS, que ayer liquidaron la revolución del ‘73 y el auge proletario del 82-86 y que hoy están uno, en el gobierno (el PS), y el otro (el PC) sosteniéndolo desde afuera, garantizando la atomización del movimiento obrero a través de la Central Única de Trabajadores (CUT) mientras la Concertación prepara un nuevo ataque contra la clase obrera y el pueblo.
Los padecimientos de la clase obrera en el Chile sometido al imperialismo no tienen límites. La constante tendencia a una mayor concentración monopólica, la sumisión al imperialismo y el dominio del capital financiero, han llevado a la mayor decadencia de las fuerzas productivas nacionales, cuestión que se expresa en que los ciclos de crecimiento -siempre basados en inversiones hechas por la burguesía y el imperialismo tras derrotar las luchas del movimiento obrero- son cortos y nunca pueden superar y ni siquiera alcanzar, el máximo de crecimiento del período anterior. Estas condiciones han llevado a la peor de las crisis y decadencia a la nación oprimida, a la clase obrera y los sectores populares. En este Chile sometido al imperialismo lo más avanzado de la tecnología contrasta con el deterioro cada vez mayor en las condiciones de vida de las masas. La actual división y atomización del movimiento obrero dificulta el combate ante los nuevos golpes de la burguesía y el imperialismo.
Por ello, tanto en los ‘70, en los ‘80, en los ‘90 –años de resistencia de la clase obrera-, como en la actualidad, la alternativa para el proletariado chileno es la misma que ha cruzado todo el siglo XX, a nivel mundial como a nivel nacional: reforma o revolución; es decir, de un lado el stalinismo y la socialdemocracia, enfermeros del capitalismo, y del otro el bolchevismo y la clase obrera revolucionaria, sus sepultureros. Por ello es una necesidad urgente extraer estas lecciones revolucionarias, denunciando y marcando a fuego las traiciones del stalinismo y la socialdemocracia, para reagrupar a la vanguardia revolucionaria de la clase obrera bajo una estrategia y un programa revolucionarios, para enfrentar a las direcciones traidoras, enfermeras del capitalismo y estranguladoras de la revolución proletaria y preparar su derrota, condición indispensable para que la tercera revolución chilena no sea traicionada y aplastada, y para luchar por que nuestro heroico proletariado pueda la próxima vez contar a su frente con una dirección revolucionaria con una estrategia para triunfar.
El ensayo revolucionario chileno de 1973
La revolución de los Cordones Industriales en Chile fue parte del ascenso revolucionario de 1968-74 que abarcó tanto a los países imperialistas, como a las semicolonias y marcó el reinicio de la revolución política en los estados obreros deformados. Este ascenso revolucionario se expresó en los países imperialistas en el Mayo Francés del ‘68, en el “otoño caliente” italiano del ‘69, en la oleada de huelgas con tomas de fábrica en Inglaterra y, más tarde, en la revolución portuguesa de 1974 y en el impresionante movimiento contra la guerra de Vietnam surgido al interior de los EEUU. En los países semicoloniales, no solo convulsionó al conjunto de Latinoamérica con el proceso revolucionario de los Cordones Industriales chilenos, sino con el Cordobazo en la Argentina, la lucha de los estudiantes mexicanos que fueran masacrados en Tlatelolco en 1968, la Asamblea Popular en Bolivia, la oleada de huelgas con ocupaciones de fábricas y establecimientos en Uruguay. En África, el triunfo de la lucha de Angola por su independencia del imperialismo portugués –que marca precisamente el inicio de la revolución portuguesa del ‘74- también forma parte de este ascenso obrero revolucionario. En Asia, se expresó con la lucha anticolonial de las naciones por su liberación nacional, de las cuales la más heroica, sin dudas, fue la guerra revolucionaria sostenida por el pueblo vietnamita por la expulsión del imperialismo yankee. Y como parte de este ascenso generalizado, en los estados obreros deformados y degenerados comienzan procesos de revolución política, como en Checoslovaquia con la “Primavera de Praga”, en Ucrania dentro de la propia URSS y, aunque en menor medida, en Polonia.
Como explicamos en nuestro trabajo “Los acontecimientos de 1989 y la actualización del programa de los revolucionarios”: “para derrotar este ensayo general revolucionario que abría la perspectiva del desarrollo de la revolución proletaria mundial, fue necesario nuevamente la acción contrarrevolucionaria del stalinismo, de la socialdemocracia y los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses, demostrando una vez más, blanco sobre negro, que la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”.
Fue la acción de estas direcciones contrarrevolucionarias lo que llevó a que estos procesos fueran desviados en los países imperialistas como en Francia, Italia o Portugal, y aplastados a sangre y fuego por el Ejército Rojo stalinista en los estados obreros; y a que en las semicolonias se impusieran dictaduras feroces como la de Pinochet en Chile, Videla en Argentina y el resto de Latinoamérica.
Así, en Chile fue la política contrarrevolucionaria del PC y Fidel Castro predicando –junto a la socialdemocracia del PS- la “vía pacífica al socialismo”, la que le dio tiempo y cobijó al imperialismo y al genocida Pinochet para preparar el golpe contrarrevolucionario y la masacre de la vanguardia obrera de los Cordones Industriales. El triunfo del golpe de Pinochet que liquidó a la vanguardia y los Cordones Industriales chilenos, envalentonó al imperialismo y a las burguesías cipayas del continente abriendo así el camino a las dictaduras genocidas latinoamericanas. La dictadura de Videla y el genocidio contra la clase obrera en Argentina con sus 30.000 desaparecidos fueron así una continuidad del aplastamiento de la revolución chilena del ‘73 por la traición del stalinismo y la socialdemocracia.
LOS AÑOS PREVIOS A LA REVOLUCIÓN
Entre los años 1964 y 1970 gobernó Chile el demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva. La característica central de su gobierno desde un primer momento, fue una aceleración sin precedentes de la entrega al imperialismo norteamericano. Así, por ejemplo, la “Chilenización del cobre”, el sector clave de la economía chilena, fue un jugoso negocio para las empresas cupríferas, al punto que un vocero del gran capital financiero, la Hamson’s American Letter, las juzgaba de la siguiente manera:
“Ningún gobierno de extrema derecha había tratado a las empresas norteamericanas con la generosidad de laque hizo gala Frei al firmar los acuerdos. Sus condiciones exageradamentefavorables revelan una ausencia tal deequilibrio y de juicio y fueron tan contrarias a losintereses de Chile que provocaron poco menos que la hilaridad en Washington” (Punto Final 20/7/71).
Es a partir de 1967 que se produce un giro en las relaciones entre las clases. El ciclo económico se deteriora y se produce la ya habitual y crónica aceleración del proceso inflacionario, pero en comparación a la relativa inactividad de los primeros años del gobierno de Frei se sucede una generalizada resistencia obrera, campesina y popular a los planes del gobierno y su política.
Desde fines de la década del ‘60 y principios de la del ‘70 hubo en Chile un aumento considerable de luchas obreras en forma de huelgas, muchas de ellas con ocupaciones de fábricas. Desde 1967 comienza un ascenso de masas que se traduce en cerca de 2.500 conflictos que involucran más de 2 millones de días hombre de huelga. Los huelguistas pasan de un promedio de 150.000 en los primeros años del gobierno de Frei a casi 400.000 en 1967 y el 11 de Marzo de 1966 se produce la masacre de El Salvador, que indica con claridad el carácter bonapartista del régimen, y la postura duramente represiva del gobierno frente al movimiento obrero, que se repite el 23 de Noviembre de 1967 ante la huelga general de la Central Única de Trabajadores con motivo de la política salarial demócrata-cristiana.
Este ascenso continuó ininterrumpidamente durante todo 1968 con 2.539 conflictos sólo en los primeros ocho meses del año. En 1969, son 3.024.000 días hombre en huelga “ilegal” y 931.000 días hombre en huelgas “legales”. Las luchas del movimiento obrero -como los conflictos de los trabajadores metalúrgicos Mademsa y Fensa, como las huelgas con ocupaciones de fábrica de las empresas Metalpar, Famela y Somela, la de los trabajadores manufactureros del cobre de Madeco-, confluyen en su momento con la lucha de los trabajadores del campo que protagonizan la gran huelga nacional de Mayo de 1969.
A las luchas del movimiento obrero de las ciudades se le unía la de sus hermanos de clase, los trabajadores agrícolas, y la de los pobladores de las villas “callampas”. La ocupación de terrenos en Santiago (Barranca, la Reina, Conchalí. etc.), en Concepción (Portal y San Miguel), y la masacre de los pobladores de la ocupación de Pampa Irigoin en Puerto Montt, son los signos evidentes que muestran por un lado, el carácter represor del régimen de Frei, y por el otro, la disponibilidad de lucha generalizada de esta misma población expoliada.
En el campo el signo de la década estaba dado por las numerosas y repetidas ocupaciones de fundos. Ya en 1964 hay 25 ocupaciones en la zona del Norte Chico, 44 en la zona de Melipilla y otros tanto en Curicó. Esta situación obligó al gobierno de Frei, a “reformar” la ley de Reforma Agraria de “macetero” del anterior presidente J. Alessandri, lanzando demagógicamente la consigna de crear 100 mil nuevos pequeños propietarios. Según J. Chonchol, ex ministro de Agricultura: “se intentaba acelerar el proceso de desarrollo económico basándose, en cierta medida en los mismos grupos sociales, en los mismos grupos empresariales privados tradicionales, a los cuales se pretendía impulsar e incorporar al proceso de desarrollo general” (J. Chonchol, “Poder y Reforma Agrariaen la experiencia chilena”, en la recopilación Chile Hoy, p.271).
Como se ve, de ninguna manera se trataba de solucionar el problema de la tierra, sino de otorgar concesiones limitadas a una capa estrecha del campesinado para convertirlo en una barrera a la movilización por la expropiación de los terratenientes. Frei también dictó la ley de Sindicalización Campesina. Pero lo deficiente de la ley de reforma agraria, detonó poderosos movimientos huelguísticos que incluso abarcaron provincias enteras. Así en 1968 se produjeron 13 ocupaciones de grandes predios agrícolas, en 1969 fueron 18 y treparon a 365 en 1970. Este proceso había llevado a la primera gran huelga por un pliego único en el ‘69. En el año 1970, había 510 sindicatos de trabajadores agrícolas con 114.112 afiliados.
La toma de rehenes y la formación de barricadas fue una de las manifestaciones de la radicalización del alzamiento de los trabajadores agrícolas.
También tuvo parte en este proceso de luchas obreras y populares, el movimiento estudiantil secundario y los estudiantes universitarios, que protagonizaron grandes luchas por la reforma universitaria, que fue abortada por la traición del PC que pactó con la Democracia Cristiana. Este proceso de luchas obreras, campesinas y estudiantiles indicaban claramente que se había abierto en Chile una situación prerrevolucionaria que amenazaba con transformarse en el inicio de la revolución misma.
1970: COMIENZA LA REVOLUCIÓN, SURGEN LOS CORDONES INDUSTRIALES.
LA POLÍTICA CONTRARREVOLUCIONARIA DEL STALINISMO Y LA SOCIALDEMOCRACIA
Sobre este ascenso obrero y popular que se había tornado incontenible se montó el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular (UP) para utilizarlo a su favor en su disputa con el imperialismo por una parte de la plusvalía extraída a los trabajadores. El enérgico empuje de las masas obreras y campesinas, fue primero utilizado por la burguesía nacional y el gobierno nacionalista burgués de Allende y la UP en su disputa con el imperialismo por la plusvalía, y luego, cuando desbordó su control, aplastado a sangre y fuego por el golpe del imperialismo, la ITT, Pinochet y los momios.
Pero para chantajear al imperialismo con la movilización de las masas, la burguesía nacional debía a la vez garantizarse un férreo control sobre las mismas. Si en la Argentina, entre 1945 y 1955 este control se ejercía mediante la más completa estatización de los sindicatos, en Chile ese rol lo jugaron el PC y el PS, y la CUT por ellos controlada.
Pero la burguesía nacional chilena era incapaz de llevar adelante hasta el final las tareas de la lucha antiimperialista porque defiende a su propiedad y a su clase, y porque está ligada con múltiples lazos a los monopolios y al imperialismo, con los cuales discute, como socia menor, la tajada de la plusvalía que juntos extraen de la explotación de la clase obrera. Y así como en Argentina en el ‘55, Perón se tomó la cañonera y dejó que los obreros que lo apoyaban y pedían armas para defenderlo fueran masacrados por las bombas en Plaza de Mayo, así Salvador Allende prefirió suicidarse antes que armar a la clase obrera, prefirió la muerte a darle armas a los trabajadores que estaban dispuestos a defender la revolución que ellos estaban protagonizando. Se demostró así que la burguesía nacional de los países semicoloniales, a la hora de elegir entre la defensa de su propiedad privada, y la revolución que ataca la propiedad del imperialismo y la suya propia, no duda un instante: termina siempre alineándose con el imperialismo para derrotar y aplastar a la clase obrera y las masas explotadas. Por eso sólo la clase obrera acaudillando al campesinado y al resto de la nación oprimida puede llevar las tareas antiimperialistas hasta el final. Es por esto que es tan violento y tan cruento el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución.
Las medidas que el gobierno de la UP tomó, como la nacionalización de la gran minería del cobre, el hierro, el carbón, el salitre, el cemento y de otros sectores económicos (por supuesto que pagando indemnizaciones a la patronal y al imperialismo), la intervención y administración por el Estado de sectores estratégicos de la economía como el sistema bancario, eran parte de esa disputa de la burguesía nacional con el imperialismo por su tajada de plusvalía.
El gobierno de Allende y la UP en Chile -que era una semicolonia, un país industrialmente atrasado-, fue el último gobierno nacionalista burgués del período de Yalta, y no podía subsistir por mucho tiempo ya que, como explicáramos más arriba, se dio cuando las condiciones excepcionales de ese período llegaban a su fin, y se enfrentaban abiertamente revolución y contrarrevolución. Este gobierno tenía un carácter bonapartista “sui generis”. León Trotsky explica esta categoría, a propósito del gobierno de Lázaro Cárdenas en México: “en los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De aquí la debilidad relativa de la burguesía nacional. Esto da origen a condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el doméstico entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente poderoso. Esto confiere al gobierno un carácter bonapartista “sui generis”, un carácter distintivo. Se eleva, por decirlo así, por encima de las clases. En realidad pueden gobernar convirtiéndose en un instrumento del capital extranjero, y arrojando al proletariado con las cadenas de la dictadura policial o bien maniobrando con él hasta llegar a hacerle concesiones y obtener así la posibilidad de cierta independencia respecto de los capitalistas extranjeros” (La industria nacionalizada y la administración obrera).
Pero los trabajadores conscientes de sus fuerzas y de sus energías prosiguen su avance, ganan confianza en sus propias fuerzas, obtienen nuevas conquistas, y empiezan a tomar en sus manos la resolución de sus propios problemas yendo en sus acciones mucho más allá que el mismo programa burgués ultralimitado del gobierno de la UP.
La clase obrera rompe los límites estrechos del nacionalismo burgués demostrando que es la única clase que puede llevar hasta el final las tareas nacionales y enfrentar al imperialismo. La clase obrera pone en pie sus propios organismos en contra del gobierno de la UP y el nacionalismo burgués, pone en pie los Cordones Industriales en contra del PS y el PC.
Pero, como ya definimos, las condiciones internacionales no dejaban margen para el coqueteo con las masas. Por ello, ante esta situación, el imperialismo, la CIA y la ITT comienzan a comandar la unidad de la burguesía, a ganarse a las clases medias, y empiezan a preparar el golpe contrarrevolucionario, junto con la Democracia Cristiana, que si ayer preparó y apoyó el golpe, hoy en la Concertación con el PS continúa sosteniendo al régimen cívico militar pinochetista y a su archirreaccionaria Constitución de 1980.
¿Qué fueron los Cordones Industriales?: fueron las organizaciones que se había dado la clase obrera a partir de junio de 1972 y que organizaban a los trabajadores por encima de las estrechas barreras de las profesiones, con sus direcciones elegidas democráticamente por las bases. Además de reunir a todas las fábricas de un determinado sector incluían a las fábricas chicas y talleres que no estaban integradas a la CUT precisamente por no tener sindicatos. Los delegados a los Cordones Industriales eran elegidos democráticamente por los trabajadores y no tenían que ser, necesariamente, los dirigentes sindicales burocratizados.
¿Y por qué surgen con tanto ímpetu estos organismos de democracia obrera y autodeterminación de las masas? Porque tenían que dar solución no sólo al problema del salario, sino que contra la patronal que escondía los alimentos y productos de primera necesidad provocando desabastecimiento y encarecimiento de los precios, los trabajadores tuvieron que poner en pie las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP). Mientras el gobierno de la UP era enemigo de atacar la propiedad privada de los capitalistas y el imperialismo contra el lock-out patronal que cerraba y vaciaba las fábricas, los trabajadores tuvieron que ocupar las fábricas, custodiarlas, organizar la producción y ponerlas a producir poniendo en pie los Cordones Industriales. Por eso nacieron como organismos de doble poder, porque atacaban la propiedad privada de la patronal, por eso enfrentaban al PS y al PC que también eran enemigos de atacar la propiedad privada de los capitalistas.
Los Cordones Industriales tenían como eje dar una solución efectiva a las tareas económicas y políticas poniendo en pie organismos de autoorganización como las JAP. Los trabajadores en los Cordones Industriales tomaban decisiones tales como: organizar la defensa del territorio, establecer qué industrias del sector debían pasar al área social y determinar los métodos de lucha como ser huelgas, tomas, movilizaciones, concentraciones, etc. Si hacemos la analogía del proceso chileno con las dos revoluciones rusas de 1905 y 1917, no es solo por el carácter masivo de las luchas obreras y populares, porque las luchas y las huelgas económicas fueran dando paso a las luchas y huelgas políticas con ocupación de fábricas, sino porque de la misma manera que en 1905 y más tarde en 1917, “en el fragor de las lucha surgió una organización de masas original: los célebres soviets de diputados obreros, que incluían a delegados de todas las fábricas” y establecieron un doble poder en Rusia; a mediados del ‘72 surgieron en Chile los soviets, bajo la forma de los Cordones Industriales.
Los Cordones Industriales –que hicieron que la revolución chilena fuera la revolución más clásica del ascenso generalizado de 1968-74- eran los organismos embrionarios del doble poder y, como tales, los organismos para la insurrección y la toma del poder por el proletariado. Sin embargo, no llegaron a transformarse en soviets maduros. Esto fue así por la ausencia de una dirección revolucionaria, que ganara la mayoría en ellos derrotando a las direcciones traidoras del PS y el PC, levantando un programa para ganarse a los sectores de las clases medias arruinadas (cuando el gobierno de la UP -mientras hacía más y más concesiones al imperialismo- descargaba los costos de la crisis sobre las clases medias, llevándolas a la desesperación y separándolas del proletariado, y fortalecía así las bases sociales del golpe que preparaban) y fundamentalmente, una política para dividir a las fuerzas armadas y ganarse a la base del ejército, impulsando el armamento del proletariado y la creación de milicias obreras. Los Cordones Industriales no lograron desarrollarse y convertirse entonces en soviets maduros, puesto que, para derrotar a las direcciones traidoras como el PC y el PS, para ganarse a los sectores arruinados de las clases medias, para tener una política militar proletaria y dividir al ejército, para organizar una insurrección triunfante y hacerse del poder, era indispensable que tuvieran a su frente una dirección revolucionaria.
En los Cordones Industriales se encontraban concentrados los sectores más explotados y combativos del movimiento obrero, que fueron la vanguardia indiscutida del ensayo revolucionario chileno, los jóvenes trabajadores y las mujeres trabajadoras ocuparon un lugar destacado en estos verdaderos embriones de soviets. Es que como dice Trotsky en “La revolución Española y las tareas de los Comunistas” en 1931: “En realidad, los soviets se crean allá donde el movimiento revolucionario de las masas obreras, aunque estando todavía lejos de la insurrección armada, demuestra la necesidad de una amplia organización, capaz de dirigir los combates económicos y políticos que abarcan simultáneamente diversas empresas y diversas profesiones. No es más que con esta condición, es decir si los soviets, consiguen arraigarse en la clase obrera durante el período preparatorio de la revolución, que ellos serán capaces de jugar el papel dirigente en el momento de la lucha inmediata por el poder”.
Desde su surgimiento como organismos de autodeterminación de los trabajadores, los Cordones Industriales chocaron con la UP y el PS en el poder y con la política contrarrevolucionaria del stalinismo que fue claramente en contra de la autoorganización de los trabajadores y de sus organismos de democracia directa. Y cuando no pudieron evitar su surgimiento, la política contrarrevolucionaria del PC fue tratar, por todos los medios, de subordinarlos a la CUT para castrarlos de su contenido revolucionario. Así Luis Corvalán, secretario general del PC en esa época declaró: “En el caso particular de los Cordones Industriales, los concebimos como integrantes de la CUT, como organizaciones de base de la Central Única de Trabajadores y no como organizaciones paralelas y divisionistas del movimiento sindical” (Chile Hoy, Nro. 43). El stalinismo quería subordinar a los organismos de democracia directa que agrupaban a millones de trabajadores en lucha, a la CUT, que sólo agrupaba al 29% de la fuerza laboral, y que, controlada por el PC y el PS, funcionaba de hecho como un sostén del régimen, para -a través del acuerdo entre la CUT y el Gobierno de Allende- subordinar a los Cordones Industriales a los planes económicos burgueses de la UP.
La única posibilidad de que la CUT y los sindicatos –organizaciones para la lucha económica de la clase obrera en tiempos de paz- pudieran jugar un rol al servicio de la revolución que estaban protagonizando los trabajadores chilenos, era derrotando a la burocracia sindical traidora del PC y el PS, conquistando una dirección revolucionaria en los mismos, que pusiera esas organizaciones al servicio del desarrollo y la extensión de los Cordones Industriales como organismos de doble poder para la insurrección y la toma del poder. Por el contrario, en manos del PS y del PC, la CUT fue la organización mediante la cual la burguesía controlaba al movimiento obrero para impedir que éste avanzara por ese camino.
Este rol contrarrevolucionario de la dirección stalinista y socialdemócrata de la CUT se vio en toda su magnitud luego del paro patronal de octubre de 1972. Ante esta situación, un hito clave en el desarrollo del proceso revolucionario, de tensión máxima de la lucha de clases, la clase obrera dio una rápida y contundente respuesta: se tomaron centenares de fábricas, las pusieron bajo su control y dirigieron la producción, y ante el desabastecimiento y el mercado negro provocado por la burguesía, crearon las Juntas de Abastecimiento y Precios (JAP). Una vez derrotado el Paro patronal por la clase obrera, y cuando ésta se disponía a seguir avanzando y extendiendo con más energías su poder mediante sus Cordones Industriales, el gobierno de la UP ordena devolver las fábricas y comercios a sus dueños. La CUT dirigida por el PC y el PS es la portavoz de esta política en el movimiento obrero.
EL PC EN UN ÁNGULO DE 180° CON LA VANGUARDIA PROLETARIA DE LOS CORDONES INDUSTRIALES
La política contrarrevolucionaria del PC y el PS estaba en un ángulo de 180° respecto de la vanguardia revolucionaria de los Cordones Industriales. Así, en un documento brotado de los Cordones Industriales, se lee: “hemos escuchado en las radios el convenio entre el Gobierno y los ricos de Chile. El convenio nos ha confundido un poco y estamos meditando. El convenio entre el nuevo gabinete y los ricos de Chile es como para confundir, a cualquiera que haya estado en las fábricas, en los hospitales, en las carreteras, trasnochados, cargando sacos, manejando máquinas, durante estos 27 días. Se van a devolver las empresas constructoras. Se van a devolver los locales comerciales. Se van a devolver algunas industrias. Unidades que fueron cerradas con candados, unidades que fueron paralizadas por sus dueños se van a devolver. Nosotros las abrimos, nosotros las hicimos producir, nosotros organizamos su producción solos y en ausencia del patrón. Ahora las van a devolver. Durante 27 días probamos que los patrones no eran necesarios para que estas unidades funcionaran, y ahora las van a devolver. ¿Quiénes son los dueños? Son los enemigos del pueblo, son fascistas coludidos con extranjeros imperialistas, son los que se entendían con la ITT y viene el Gobierno y se compromete a entregarles las unidades, como quién dice hasta el próximo paro patronal” (“Carta a nosotros mismos”, publicada en “La Aurora de Chile”, noviembre de 1972, negritas nuestras).
Armando Cruces, el presidente del Cordón Industrial de Vicuña Mackenna, de tan solo 26 años, cuenta que “tenemos problemas todos los días, por culpa del reformismo. Donde los compañeros se toman una empresa y el gobierno ordena devolverla y los compañeros llegan a los dirigentes del Cordón: ¿Y qué hacemos nosotros? Como nosotros somos un germen de poder popular y vamos a amparar a nuestros hermanos de clase, hacemos movilizaciones en contra del gobierno, cuando el gobierno toma una posición reformista, una posición de transar con el enemigo, una posición de adorar a los militares”. (...) “aquí en Chile ha nacido de los cordones industriales... y en estos momentos, en que se le han caído los pantalones al gobierno, nosotros a la burguesía la hemos acorralado. Porque ya en las empresas no hay fascistas los hemos echado. Y están afuera, están acorralados en el barrio alto de Santiago” (...) “estamos siendo la vanguardia del proceso en estos momentos. Y de una u otra manera, en el enfrentamiento que se ve venir, los cordones industriales, van a continuar siendo la vanguardia y van a ser donde los trabajadores, desesperados se van a refugiar, y no en la Central Única de los Trabajadores que creo que está más o menos parecida a la CGT en la Argentina” (Avanzada Socialista Nro. 72). La burguesía y el imperialismo también tenían claro cuál era la fortaleza de los cordones industriales. Con su tradicional olfato de clase, el centenario diario patronal El Mercurio alertaba: “no sólo el parlamento y el poder judicial, sino que el mismo gobierno, amenazan ser sepultados por el poder popular”.
Cuando la burguesía intenta su primer korniloveada con el “Tancazo” en junio de 1973 y ésta fracasa, la clase obrera y su vanguardia, los Cordones Industriales, desatan una nueva ofensiva tomándose la gran mayoría de las fábricas, fundos, establecimientos, etc. Pero las tropas militares apoyadas en la ley de Control de Armas, que Allende y la UP habían dictado un año antes, inician los allanamientos a las fábricas controladas por los Cordones Industriales en busca de armas. En respuesta a este ataque, a los 15 días los cordones Cerrillos y Vicuña Mackenna salen a la calle ocupando las principales avenidas donde estaban las industrias tomadas y se enfrentan a los carabineros; días más tarde conjuntamente ambos cordones decidieron enviar piquetes de obreros industriales para tomarse junto con los trabajadores del campo 39 grandes fundos de la Comuna de Maipú. Intentaban desesperadamente romper el aislamiento al que los habían llevado, criminalmente, la CUT y las direcciones contrarrevolucionarias del Partido Comunista y el Partido Socialista, en los momentos en que el enfrentamiento decisivo se veía como inevitable. Como vemos, el PC, el PS, la UP y la CUT no solo se opusieron al surgimiento de los Cordones Industriales, sino que los combatieron por todos los medios; no solo estuvieron en contra de extenderlos y desarrollarlos, sino que estuvieron a favor de que fueran destruidos. Aun así, fue necesario el golpe contrarrevolucionario de Pinochet, usando métodos fascistas de guerra civil, para terminar de liquidar a sangre y fuego a los organismos de democracia directa que los obreros y las masas chilenas habían puesto en pie para luchar por su revolución.
1972-73: EL PROCESO REVOLUCIONARIO CHILENO EN SU PUNTO CULMINANTE.
LA POLÍTICA TRAIDORA DEL PS, EL PC Y EL CASTRISMO Y SU "VÍA PACÍFICA AL SOCIALISMO"
El "Tancazo" de junio de 1973 fue la campanada que anunciaba y confirmaba que la lucha por dividir a las FFAA y ganarse a la base del ejército, es decir que la hora de la lucha por las tropas, había llegado. El "Tancazo" fue una korniloveada derrotada, donde el movimiento obrero se toma las fábricas, pero no avanza en dividir al ejército.
El proceso revolucionario chileno llegó así en el 72-73 a su punto culminante, donde el factor determinante fue, una vez más, la crisis de dirección revolucionaria del proletariado Se planteaba con total crudeza la ausencia de un partido revolucionario que planteara la necesidad de preparar la insurrección con una política para dividir al ejercito liquidando su casta de oficiales y ganándose a la base; que le dijera a los trabajadores que para ganarse a los soldados éstos debían ver que los obreros estaban dispuestos y decididos a ir hasta el final en su lucha por la revolución.
Mientras que la clase obrera no tuvo un estado mayor revolucionario, el estado mayor de la burguesía y el imperialismo actuó agudizando su instinto de clase y desarrollando toda su perspicacia contrarrevolucionaria: mientras el gobierno nacionalista burgués de la UP cedía más y más ante el imperialismo, desorganizaba y desmoralizaba a las masas, llevaba a Pinochet al gobierno diciéndole a las masas que era un "militar democrático", el imperialismo, la ITT, la CIA, y los momios tenían una política para ganarse a los soldados y suboficiales de las FFAA para el golpe, y alistaban a su casta de oficiales para prepararlo.
La clase obrera, en cambio, no tuvo en Chile un partido revolucionario que impulsara que los cordones industriales llamaran a formar consejos de soldados, obreros y campesinos, que planteara que los cordones industriales tenían que tener una política revolucionaria para dividir al ejército, para liquidar a su casta de oficiales y ganarse a las tropas, muchas de las cuales no eran más que trabajadores y campesinos en armas. Cuando el gobierno nacionalista burgués de Allende y la UP adquiría cada vez más un carácter "kerenskista", en el sentido de un gobierno suspendido en el aire y era cada vez más directo el enfrentamiento entre el imperialismo, sus instituciones y los momios, contra la clase obrera y los Cordones Industriales como organismos de doble poder, no hubo en Chile en los ‘70 un partido revolucionario que planteara claramente que lo único que podía resolver la situación en favor de los trabajadores y el pueblo chileno era la generalización de los Cordones Industriales, levantando una política para dividir y ganarse a sectores de las clases medias soldando así la alianza obrera, campesina y popular, para dividir al ejército y ganarse a los soldados y suboficiales, para organizar la insurrección y la toma del poder por el proletariado, imponiendo un gobierno obrero y campesino. Puesto que sólo un gobierno así, basado en los Cordones Industriales, en los consejos de campesinos y soldados, en el armamento de las masas, podía llevar hasta el final las tareas de romper con el imperialismo, realizar la más radical reforma agraria a favor de los campesinos pobres expropiando a los terratenientes, nacionalizando sin pago la banca y formando una banca estatal única capaz de dar créditos baratos a los pequeños productores y comerciantes, etc., expropiando a los monopolios y también a la burguesía nacional. No hubo en definitiva, un partido revolucionario capaz de preparar la insurrección y dirigir a la clase obrera a la toma del poder.
En esta situación, se desnudó hasta el final todo el cinismo de la "vía pacífica al socialismo" pregonada por el PS, el PC y Fidel Castro: la "vía pacífica" significó impedir la extensión y el desarrollo de los Cordones Industriales; impedir que la clase obrera pudiera ganarse a amplios sectores de las clases medias y soldar al alianza obrera, campesina y popular; impedir que el proletariado dividiera a las fuerzas armadas y se ganara a la base de las mismas; significó integrar a Pinochet al gobierno de la UP, y terminó siendo la vía sangrienta a la contrarrevolución y al aplastamiento de la heroica revolución chilena.
El cinismo de la burguesía nacional y la política contrarrevolucionaria del PC y el PS: la "vía pacífica al socialismo" demostró ser la vía sangrienta a la contrarrevolución.
El PC chileno fue el abanderado de la llamada "vía pacífica al socialismo". "El ‘caso chileno’ viene a demostrar que los caminos y métodos del proceso revolucionario tienen en cada país sus propias particularidades y prueba que no es precisamente descabellada la tesis que proclamó el XX Congreso del PC de la URSS, y que hizo suya el movimiento comunista en su conferencia de 1960 en el sentido de que la clase obrera y demás fuerzas que luchan por el socialismo pueden conquistar el poder y realizar los cambios revolucionarios sin que sea obligatorio recurrir a las armas" ("El Gobierno Popular", artículo publicado en la "Revista Internacional" Nro. 12, diciembre 1970, negritas nuestras). Demás está decir que la política contrarrevolucionaria del PC chileno -alabada y avalada por Fidel Castro durante su visita a Chile durante el gobierno de Allende y la UP- liquidaba todas las enseñanzas del marxismo revolucionario desde las lecciones de la Comuna de París hasta la teoría del estado de Lenin quien, en "El Estado y la Revolución", plantea que "el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por la otra, es la creación del "orden" que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases", y por tanto "resulta evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder estatal que ha sido creado por la clase dominante".
El golpe de Pinochet del ‘73 liquidó toda discusión posible sobre la "vía pacífica al socialismo". Pero el PC chileno no era (ni es) un partido centrista que "no comprendía" las enseñanzas de Lenin. Era (y lo sigue siendo) un partido contrarrevolucionario, con una política conscientemente contrarrevolucionaria. El PC chileno en los ‘70 presentaba una "vía pacífica al socialismo" para mantener desarmado al proletariado y dejarlo a merced de la reacción y la contrarrevolución burguesa traicionando la revolución. Eran (y son) lo opuesto a Lenin y el partido bolchevique que tras el ensayo revolucionario ruso de 1905 - en contra de los mencheviques que opinaban que el mismo había sido un alzamiento prematuro y que "no se debió empuñar las armas" – sacaban la lección revolucionaria de que "se debió empuñarlas más decididamente, con mayor energía y combatividad; se debió explicar a las masas que era imposible limitarse a una huelga pacífica y que una lucha armada intrépida e implacable era necesaria. Y hoy debemos, al fin, reconocer abiertamente la insuficiencia de las huelgas políticas; debemos llevar a cabo la más amplia agitación entre las masas a favor de la insurrección armada, sin tratar de oscurecer esta cuestión con frases sobre ‘etapas preliminares’ ni de ocultarlas en forma alguna. Ocultar a las masas la necesidad de una guerra de exterminio encarnizada, sangrienta, como tarea inmediata de la acción revolucionaria que se avecina, sería engañarnos y sería engañar al pueblo" (negritas nuestras).
También respecto a esta cuestión la política contrarrevolucionaria del PC estaba en un ángulo de 180° respecto a la vanguardia de los Cordones Industriales, donde los trabajadores veían como necesario destruir el aparato estatal burgués. Así cuando más se agudizaba la lucha de clases a mediados del ‘73 y cuando después de su derrota electoral de marzo, la derecha y la DC boicoteaban desde el Parlamento cualquier proyecto a favor de los trabajadores y acusaban constitucionalmente a los ministros de la UP, la clase obrera chilena respondió con la concentración más grande de su historia. Medio millón de trabajadores exigían a Allende que cerrara el Parlamento: ¡A Cerrar, A Cerrar el Congreso Nacional! - coreaba la multitud. Allende se vio obligado a responder que no lo cerraría. Pero también le dijeron que querían armas: "¡el pueblo quiere armas, compañero Presidente!"
Pero Allende y la UP no sólo se negaron conscientemente a cerrar el parlamento, y el PC y el PS a armar al proletariado, sino que además el mismo Allende inició el diálogo con la DC, que ya propiciaba el golpe, e impuso un nuevo gabinete con los militares, al que llamó Gabinete de Seguridad Nacional. Así lo dijo en su discurso: "llamo a este gabinete el Gabinete de Seguridad Nacional. Tiene por tarea defender a Chile, impedir que se separe alpueblo del Gobierno y al pueblo de las Fuerzas Armadas. Este gabinete tiene que imponer el orden político" (El siglo, 12 de agosto de 1973). Allende dictó además la ley de control de armas, dirigida abiertamente contra los Cordones Industriales. Una vez más se demuestra con toda crudeza el total cinismo de la burguesía nacional, incapaz de llevar adelante las tareas antiimperialistas, porque son socios menores del imperialismo y prefieren incluso suicidarse como lo hizo Allende, antes que armar a los obreros que atacan la propiedad privada de los capitalistas.
Los trabajadores fabriles de los Cordones Industriales tenían otra opinión respecto del "Gabinete de Seguridad Nacional", como consta en la "Carta a nosotros mismos": "supimos que se había constituido el gabinete cívico militar. Nadie nos consultó. ¿Para qué? Los pobres de la ciudad y del campo servimos sólo para ciertas cosas. Servimos para que nos digan: Hay huelga de patrones, trabajen. Servimos para que nos digan: Los patrones escondieron las micros, caminen. Servimos para que nos digan: El Gobierno tiene poca plata, así que contrólense con los pliegos de peticiones. Servimos para asistir a concentraciones, para gritar a favor del Gobierno, para llevar letreros. Servimos para ganar la batalla de la producción. Servimos para aguantar la inflación. Y también serviríamos, caramba que serviríamos, para salir a las calles a defender al gobierno". El documento sigue: "Para eso servimos los pobres de la ciudad y del campo. Cuando el presidente dijo que estábamos al borde de la guerra civil, no nos contaba ninguna novedad (...) él sabía que estábamos(...) dispuestos, que comprendíamos que por las fábricas y por las tierras teníamos que pagar un precio. Si no estuviéramos preparados, si no estuviéramos dispuestos, el compañero Presidente habría tenido que hacer las maletas. Habría tenido que hacer las maletas con la misma prisa que hizo sus maletas Goulart, con la prisa de los gobernantes que no tienen un pueblo detrás que los defienda. (...) Que no se llame a engaño el compañero Presidente. Fue la presencia física de millones de trabajadores lo que lo mantuvo en el Gobierno. Las Fuerzas Armadas y la muñeca diestra sirven para muchas cosas, para muy interesantes cosas, pero no bastan para mantener un gobierno huérfano de apoyo popular. Fuimos nosotros, camarada Allende. Y cuando no seamos nosotros adiós compañero Allende".
Y así fue para desgracia de la clase obrera chilena y del Cono Sur de Latinoamérica. Porque a diferencia de la "korniloveada" de julio de 1917 en Rusia y del "Tancazo" del 29 de junio de 1973 en Chile, el golpe korniloviano de Pinochet del 11 de septiembre del 73 sí triunfó, gracias a la política contrarrevolucionaria del PC. Y la traición del stalinismo chileno y del castrismo no solo la sufrió el proletariado chileno. La sufrió el proletariado latinoamericano, ya que la dictadura de Pinochet liquidando los cordones industriales envalentonó a las burguesías cipayas del continente y al imperialismo, y abrió el camino a las dictaduras genocidas latinoamericanas. La dictadura genocida de Videla en Argentina, con sus 30.000 desaparecidos, fue así continuidad del triunfo de Pinochet en Chile gracias a la traición del PC.
LAS FFAA Y LA POLÍTICA CONTRARREVOLUCIONARIA DEL PC Y EL PS.
LA LUCHA POR EL ARMAMENTO DEL PROLETARIADO Y LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO.
LA LUCHA POR LA INSURRECCIÓN COMO PUNTO CULMINANTE DE LA REVOLUCIÓN.
Consecuentes con su política contrarrevolucionaria de "vía pacífica al socialismo", el stalinismo jamás pretendió destruir al estado burgués chileno y su pilar fundamental las FFAA, el brazo armado de la burguesía. El PC y el PS se dedicaron a alabar la supuesta "tradición constitucionalista", "patriótica" y "profesional" de las FFAA chilenas, cuando a decir verdad la historia de la clase obrera ya estaba llena de masacres perpetradas por estos "patriotas", desde la masacre de la Escuela de Santa María de Iquique a principios de siglo, las masacres de los obreros salitreros de San Gregorio, la Coruña, Marucia, Huaras y Pozo Almonte a principios y mediados de 1920, y otras, hasta la de Pampa Irigoin al final del gobierno de Frei Montalva.
Para Lenin, "en todas partes y en todos los países el ejército regular sirve, no tanto contra el enemigo exterior, como contra el enemigo interno. En todas partes el ejército regular se ha convertido en instrumento de la reacción, en sirviente del capital en su lucha contra el trabajo, en verdugo de la libertad del pueblo" (Las Fuerzas Armadas y la Revolución, noviembre de 1905).
Para el PC, en las FFAA "impera el espíritu profesional y el respeto al gobierno establecido de acuerdo a la Constitución. Además, el ejército y la marina nacieron en la lucha por la independencia... En especial se debe tener presente que ya no hay institución que permanezca impermeable a las conmociones sociales, cerrada a los vientos que corren en el mundo, ajena o indolente al drama de los millones y millones de seres humanos que viven en la miseria más atroz... Es verdad que los institutos militares también necesitan cambios; pero éstos no pueden serles impuestos. Deben surgir de su propio seno, por su propio convencimiento. En lo demás, el tiempo y la vida hablarán" ("Camino de Victoria", Luis Corvalán, Santiago, septiembre de 1971).
En abril del ‘73, cuando las FFAA habían abandonado el primer gabinete con militares -constituido ante el paro patronal de octubre del ‘72-, el PC siguió con su política contrarrevolucionaria de embellecer a los perros de presa de la burguesía: "Estoy seguro que las FFAA formando o no parte del gobierno, seguirán manteniendo su defensa y respeto del gobierno legítimamente constituido, y por lo tanto, sacan mal las cuentas aquellos que piensan que la salida de los militares del gabinete les deja las puertas abiertas para lanzar, cuando se les venga en ganas, un movimiento sedicioso como el de octubre. Si tal cosa ocurriera se encontrarán de nuevo con una respuesta más enérgica de los trabajadores y el pueblo y con la adhesión de las FFAA al gobierno del país" (Luis Corvalán, Revista Chile Hoy, 6/4/73, negritas nuestras).
Ante el intento de golpe del 29 de junio conocido como el "Tancazo", Salvador Allende declara: "llamé al pueblo dos veces por radio. Primero, para señalarles que tuvieran confianza en las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones, y segundo para decirles que ocuparan las empresas, las industrias, que estuvieran en los centros de trabajo; que los dirigentes y los militantes partidarios en sus centros, en sus casas políticas, y que además el pueblo se agrupara en cuatro o cinco puntos que señalé, para que estuvieran prestos y por si acaso necesitábamos su presencia para combatir junto a los soldados de Chile" (Discurso de Allende el día del Tancazo, negritas nuestras).
Y ya sabemos quiénes eran "los soldados de Chile" junto a los que la clase obrera tendría que combatir. En el mismo discurso Allende da nombres y apellidos: "Mientras sucedían estos hechos -repito- el Comandante en Jefe del Ejército, junto con los Generales Pinochet, Pickering, Urbina y Sepúlveda, trazó un plan para reprimir a los subversivos" (Discurso de Salvador Allende hablando al pueblo desde La Moneda una vez controlado el intento de golpistas del 29 de junio. Citado en "El Tancazo", documento especial de Quimantú 1973). ¡Nada menos que el genocida Pinochet encabezaba la lista de los "soldados de Chile" en los que Allende llamaba a confiar a la clase obrera y el pueblo!
Aún después del intento kornilovista del Tancazo, el stalinismo, el PS y la UP mantuvieron su política contrarrevolucionaria y sostuvieron a Allende y el nuevo gabinete con Pinochet y compañía, declarando conjuntamente: "Junto con no ocultar la dificultad de la tarea, socialistas y comunistas y la Unidad Popular toda expresamos nuestra confianza en que la conjunción de las fuerzas irresistible del pueblo, de su unidad de objetivos y el cumplimiento de sus deberes constitucionales por las FFAA y Carabineros desalentarán, al golpismo derechista e impondrán un clima de autoridad y respeto que permita el desarrollo de las fuerzas creadoras y productivas de los trabajadores". (...) "Los reaccionarios se muestran indignados por la participación de las FFAA en el gobierno del presidente Allende, y han sostenido la impostura de que la Unidad Popular pretendería profitar de sus fuerzas con torcidos fines (...) Ellas no pueden estar ajenas a las inquietudes que vive el pueblo del que forman parte. Más que sus armas valen su sentido patriótico, su organización, su integración real o la decisión de avanzar por el camino de la independencia y la dignidad. Esto ha sido nuestra política invariable, expresada desde los inicios mismo de este gobierno, al incorporarlas a las tareas de la liberación y del desarrollo, conceptos inseparables de la seguridad nacional..." (Declaración conjunta del PC y PS sobre el nuevo gabinete, publicada en El Siglo, 12/8/73, negritas nuestras).
Armando Cruces, el joven presidente del Cordón Vicuña Mackenna, reflejaba con claridad la posición diametralmente opuesta de los trabajadores, ante el gabinete con los militares e hizo una advertencia dramática: "Para los dirigentes del Cordón y para todos los trabajadores, este gabinete (con los militares) fue mirado como una traición a la clase obrera" (...)"Los militares en el Gobierno, igual que en octubre, son una garantía para los patrones,...y no para la clase obrera" (...) "Por eso vemos esto como bastante peligroso porque creemos que los allanamientos van a continuar y creemos que vamos a caer muchos trabajadores, todos los que estamos luchando en este momento por el poder popular..." (negritas nuestras).
En momentos de máxima intensificación de la lucha de clases, mientras los trabajadores de los Cordones Industriales exigían armas para defenderse de los ataques de la burguesía y el golpe que se avecinaba, la política contrarrevolucionaria de la dirección stalinista y la UP de lavarles la cara e instituir gabinetes con los jefes militares, fue complementada con su nefasto slogan pacifista y traidor de "No a la guerra civil". Por supuesto que esto iba en contra de Lenin que sostenía que: "la guerra civil es una guerra como otra cualquiera. Quien admite la lucha de clases no puede dejar de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases son la continuación, el desarrollo y la intensificación –naturales y en determinadas circunstancias inevitables- de la lucha de clases. Esto ha sido confirmado por todas las grandes revoluciones. Repudiar la guerra civil u olvidarla es caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista". (El Programa militar de la revolución proletaria, diciembre de 1916). Pero el PC desde hacía rato que había renunciado a la revolución socialista y se había pasado con armas y bagajes del lado de la burguesía y el imperialismo contra los trabajadores y la revolución proletaria. Como muy bien lo denunciaba en ese momento Armando Cruces, el joven dirigente de los cordones industriales: " el PC de Chile se ha demostrado por entero en meter la ‘paz social’ en Chile".
No hubo en Chile una dirección revolucionaria que siguiera las enseñanzas de Lenin sobre el arte de la insurrección cuando plantea las condiciones que determinan que las tropas se pasen al lado del pueblo: "Es imposible se dice, luchar contra un ejército moderno; es preciso que este se haga revolucionario. Como es natural, si la revoluciónno adquiere un carácter de masas y no influye en las tropas, no puede hablarse de unalucha seria, de suyo se comprende la necesidad de un trabajo en las tropas. Pero nodebemos figurarnos que se pasarán a nuestro lado de golpe, como resultado de la labor de persuasión o de sus propias convicciones. La insurrección de Moscú demuestra vivamente lo que hay de rutinario y de inerte en esta concepción. En realidad, la vacilación de las tropas, fenómeno inevitable en todo movimiento auténticamente popular conduce, al agudizarse la lucha revolucionaria, a una verdadera lucha por las tropas. La insurrección de Moscú es precisamente un ejemplo de la lucha encarnizada, furiosa, por las tropas, entre la reacción y la revolución". Y Lenin continúa: "No basta tomar partido en cuanto a las consignas políticas: es preciso tomarlo tambiéncon respecto a la insurrección armada. Quienes estén contra ella, quien no se prepare paraella, debe ser arrojado sin piedad de las filas de los partidarios de la revolución, debe ser arrojado al campo de los enemigos, de los traidores o de los cobardes, pues se acerca el día en que el peso de los acontecimientos y las condiciones de la lucha nosobligaran a distinguir amigos y enemigos según este principio. No debemos predicar la pasividad ni la simple "espera" del momento en que las tropas "se pasen" a nuestrolado.
¡No! Debemos proclamar a los cuatro vientos la necesidad de una ofensiva audaz y de un ataque armado, la necesidad de exterminar en tales momentos a quienes están al mando del enemigo y de librar la lucha más enérgica por las tropas vacilantes" (Las enseñanzas de la insurrección de Moscú, negritas en el original, subrayados nuestros).
Y cuando la agudización de la lucha de clases había penetrado en el conjunto de la sociedad chilena y por ello también en las FFAA, esto sería aprovechado por la derecha y el imperialismo. Así, mientras la DC movilizaba a sus bases exigiendo aumento de sueldos para los Carabineros; el Partido Nacional y la organización fascista Patria y Libertad organizaban fiestas semanales para los conscriptos del regimiento de Blindados Nro. 2., ninguno de los partidos que se reclamaban obreros y revolucionarios tuvo una política para "ganarse a las tropas vacilantes" dividiendo al ejército, liquidando su casta burguesa de oficiales, y ganándose a los soldados y suboficiales contra el golpe. No fueron capaces de decirle a los trabajadores y campesinos que llamaran a sus parientes y amigos que se encontraban haciendo el servicio militar a que se unieran a la lucha de los cordones industriales formando comités de soldados, obreros y campesinos. Así lo denuncia un trabajador chileno: "El momiaje mandaba sus lolitas a rondar los regimientos, atrayendo a los pelados suboficiales y oficiales a fiestas en el Barrio Alto. Allí eran trabajados políticamente y organizados al servicio del golpe por Patria y Libertad.
¿Por qué la CUT y los Cordones no podían hacer algo parecido? ¿No lo hacían, por ejemplo, y con gran resultado, los bolcheviques en la Revolución Rusa? ¿La CUT y los Cordones no hubieran debido hacer de cada población obrera un lugar de fiesta y confraternización con soldados y suboficiales, muchos de los cuales sufren por no estar con sus familias? ¿No habría que haber tenido mano firme para abrir el muro que separaba al obrero del soldado?" (...) "La UP llegó a movilizar hasta un millón de personas en los actos y manifestaciones que hacía en Santiago.
En su gran mayoría eran obreros, estudiantes, empleados y campesinos pobres de las comunas cercanas. ¿Cuántos de estos compañeros y compañeras no tendrían un pololo, un hermano u algún otro pariente que fuera soldado, suboficial y hasta oficial? ¿Cuántos de estos no tenían a un carabinero como vecino que vivía en la misma población tan pobre como ellos? ¿Las cosas no hubieran sido distintas si los partidos, la CUT y los Cordones se hubieran unido para dar algunas tareas muy sencillas a ese millón de compañeros? Por ejemplo, ligarse al pariente o vecino, soldado o suboficial, para ganarlo políticamente contra el golpe y organizarlos en defensa de la legalidad contra cualquier intento golpista. (...) "¿Qué programa reivindicativo de reajustes, mejor trato, derechos civiles, y políticos, posibilidad de escalar todos los grados tenían la CUT y la UP para soldados, suboficiales y oficiales; cómo lo agitó y se movilizó por ese programa? No se levantó ninguna reivindicación, ni se hizo nada" (...) "Nada firme se hizo para ganar a soldados... Tampoco en cuanto a organizar a los trabajadores para combatir el golpe. Y ambos puntos están estrechamente unidos, porque para volcar al campo popular a parte de las FF.AA., había que demostrar a esos soldados... que el pueblo estaba organizado para combatir y vencer. Había que probar a la tropa que "cambiar de hombro el fusil", pasarse al bando popular, no era un acto heroico pero suicida" (Avanzada Socialista Nro. 80).
Porque el PC y el PS y la CUT ni siquiera brindaron su apoyo a los movimientos espontáneos surgidos en las mismas FFAA en contra del golpe, como el de los marinos en Valparaíso y Talcahuano. Como denuncia el compañero trabajador, para que la clase obrera pueda ganarse a las tropas debe demostrarles en las calles que está dispuesta a ir hasta el final en su lucha. Apoyar a los marineros era llamar a la huelga, hacer movilizaciones masivas para rodear los cuarteles en su apoyo, liquidar la casta burguesa de oficiales, etc. Pero el PS y el PC, en forma conscientemente contrarrevolucionaria, llamaron a las masas obreras y populares a confiar en los generales como el "patriota" Prats y luego en el mismísimo Pinochet, a quien Allende había designado Comandante en Jefe del Ejército el 24 de agosto del 73 y con quien el mismo Fidel Castro se entrevistó en varias oportunidades durante su visita a Chile antes del golpe.
EL MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA (MIR), UN APÉNDICE DEL CASTRISMO, QUE APOYÓ LA "VÍA PACÍFICA AL SOCIALISMO"
En la posguerra, los partidos comunistas de América Latina, cumpliendo a rajatabla con la política de la burocracia stalinista del Kremlin de "coexistencia pacífica" con el imperialismo, se pusieron a sus pies en todo el continente: en Argentina, por ejemplo, a fines de los ’40, estaban en la Unión Democrática dirigida por el embajador yanqui Braden, y en el ’55 apoyaron el golpe "Libertador" que derrocara a Perón; en Bolivia, a fines de los ’40 apoyaban a la burguesía socia menor del imperialismo yanqui y a los partidos de la "Rosca"; en Cuba, el PC cubano apoyó a Batista hasta que fue derribado por las masas cubanas, y el Movimiento 26 de julio de Fidel Castro y el Che Guevara subieran al poder.
El triunfo de la revolución cubana y su transformación en el primer estado obrero de Latinoamérica, impactó profundamente en amplios sectores de las masas en América Latina, que empezaron a girar a la izquierda, y abrió un proceso de crisis en los partidos comunistas completamente sometidos al imperialismo yanqui, crisis que pega un salto con el comienzo del ascenso revolucionario generalizado de 1968-74, dando lugar al surgimiento de corrientes guevaristas, castristas, y maoístas, estas últimas al influjo de la llamada "revolución cultural" china.
En esta situación, el castrismo, que era una dirección pequeñoburguesa, se transformó rápidamente en stalinista, y comenzó a cumplir el rol de cobertura por izquierda a la crisis de los partidos comunistas oficiales desprestigiados por su apoyo al imperialismo norteamericano, y de contener los procesos de radicalización de sectores de la clase obrera y las masas, para aplicar –usufructuando el prestigio de la revolución cubana- la misma política contrarrevolucionaria de buscar burgueses progresivos y militares "patrióticos" que los PC oficiales.
Este proceso se reflejó en el caso concreto de Chile en la formación de dos partidos de origen maoísta primero, y en 1965 en el surgimiento del MIR como apéndice del castrismo, que pronto superó a esas corrientes aprovechando la enorme influencia de la revolución cubana.
A partir de 1970, al calor del desarrollo de la revolución chilena, e impactadas por la radicalización revolucionaria de amplios sectores de la clase obrera y las masas, al interior mismo de los partidos reformistas como el PS, surgían corrientes que giraban de derecha a izquierda. Este fenómeno golpeaba así a sobre sectores de base, de heroicos y abnegados militantes del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), de la misma Izquierda Socialista, y fundamentalmente del MIR, haciendo surgir fenómenos centristas que evolucionaban hacia la izquierda siguiendo el camino de la radicalización de la clase obrera y las masas que, como ya viéramos, tendían a ir en un ángulo de 180° en relación a las direcciones contrarrevolucionarias del PS y el PC. Pero la dirección del MIR seguía subordinada estratégicamente a la política contrarrevolucionaria del castrismo, que a su vez no eran más que las del Kremlin, las de la "coexistencia pacífica" con el imperialismo, que en Chile se plasmara en la "vía pacífica al socialismo", y que el propio Fidel Castro se encargó de terminar de legitimar en su visita a nuestro país en 1973, en los enormes actos de masas que se realizaron.
El proceso de radicalización de las masas, y el surgimiento de sectores enteros de honestos militantes del MAPU, del MIR que evolucionaban hacia la izquierda, planteaba condiciones excepcionales para fusionarse con estos sectores y poner en pie un verdadero partido revolucionario tras un programa y una política para el triunfo de la revolución chilena, que planteara la extensión y el armamento de los Cordones Industriales, una política revolucionaria para dividir al ejército y ganarse a los soldados y suboficiales, que levantara un programa para ganarse a los sectores arruinados de las clases medias, etc., que enfrentara y combatiera a muerte la política contrarrevolucionaria del PS, del PC y su "vía pacífica al socialismo. La corriente mandelista del movimiento trotskista fue incapaz de aprovechar estas condiciones excepcionales para hacerlo, puesto que se adaptaba y capitulaba justamente, a la dirección castrista del MIR y a su política de "vía pacífica al socialismo".
La dirección castrista del MIR, ubicándose desde "fuera" de la UP, traicionaba a las masas con la misma política contrarrevolucionaria del PC respecto de las FFAA. Así en noviembre de 1972 - luego de la huelga patronal de los dueños de camiones y de haber asumido el primer gabinete militar- Manuel Cabieses Donoso, uno de los principales dirigentes del MIR, y del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), escribía en "Punto Final" (el órgano oficial del MIR): "Las FFAA tienen un papel verdaderamente patriótico y democrático que jugar junto al pueblo apoyando a los trabajadores en su lucha contra la explotación de la burguesía." (...) "en la construcción de un nuevo estado, de una nueva sociedad, las FFAA pueden, en verdad, jugar un granpapel protegiendo a los trabajadores y la seguridad del país. Si así ocurriera - y es lo que la clase trabajadora espera al ver a las FFAA formando parte del gobierno- se daría la posibilidad de superar unas sociedad gastada e injusta como la actual, manteniendo a raya a los enemigos del pueblo. Solamente los hechos podrán confirmar o descartar esa posibilidad"(negritas nuestras). Como vemos, su política era exactamente la misma que la del PC oficial, la de buscar militares "patriotas" o burgueses "progresistas".
Como dijimos antes, al calor de la radicalización revolucionaria de las masas, miles de heroicos y combativos militantes y simpatizantes del MIR giraban a la izquierda, y marchaban en un ángulo de 180° respecto de su propia dirección castrista. El punto más alto de este giro a la izquierda lo marcaron sin duda los marineros de Valparaíso y Talcahuano, en su mayoría militantes del MIR organizados en células al interior de las propias fuerzas armadas o simpatizantes del mismo, que se levantaron en los buques de guerra denunciando la preparación del golpe ante las direcciones políticas del MIR y de todos los partidos de la UP. Pero cuando esta heroica acción de los marineros planteaba la posibilidad de dividir a las fuerzas armadas, cuando era necesario llamar a los obreros de los Cordones Industriales a solidarizarse con ellos, a apoyarlos y a organizarse en común, a prepararse para derrotar el golpe generalizando el armamento del proletariado, la dirección del MIR dejó a los marineros abandonados a su suerte, de la misma manera que lo hicieran el PS, el PC y la dirección de la CUT. Los marineros terminaron arrestados por insubordinación y torturados, apoyados únicamente por el resto de los marineros que declararon una huelga de hambre exigiendo su libertad; y fueron masacrados, algunos meses después, luego del triunfo del golpe de Pinochet.
También en relación a los Cordones industriales la dirección del MIR tuvo una política nefasta. Aguiló, uno de los principales dirigentes del MIR, cuando surgió la Coordinadora de Cordones Industriales para darle mayor centralidad al combate de estos, se pronunció en contra, porque según Aguiló y el MIR, estaban propiciando un paralelismo a la CUT, es decir, ¡la misma respuesta que daba el PC! La dirección del MIR combatía a los cordones industriales mientras la mayoría de sus bases obreras participaban de éstos.
El MIR, a través del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR) que había sido transformado en su tendencia sindical y sus dirigentes, se lanza a crear su propio sello contra la Coordinadora de Cordones Industriales: los llamados Comandos Comunales, los cuales casi no tuvieron peso y que donde existieron, no pasaron de ser comisiones de militantes del MIR junto con su periferia de simpatizantes y algunos socialistas. En el mismo organigrama del FTR ni siquiera se mencionaba a los cordones industriales que sí eran los organismos reconocidos por las masas. El MIR con su política sectaria de crear sus propios "sindicatos rojos", sus propios Comandos Comunales, sus propios destacamentos armados, cumplía el rol de dividir las filas obreras, separando a sus militantes y a sectores de vanguardia de los organismos reales que las masas se dieron en sus distintos momentos en su combate por alcanzar la revolución proletaria.
EL TRIUNFO DEL GOLPE DEL IMPERIALISMO Y PINOCHET
Tras el golpe del 11 de septiembre de 1973, viene la noche negra de la clase obrera. Todavía están frescas las tétricas imágenes del Estadio Nacional donde asesinaron a los dirigentes obreros de los cordones industriales (e inclusive hasta a los propios stalinistas, a los que la burguesía primero necesitó para combatir a los cordones industriales y su vanguardia, y a los que después de utilizarlos, liquidó sin miramientos). La burguesía chilena se ensañó de tal forma con el movimiento obrero, que no tienen nada que envidiarle a la burguesía francesa y a sus damas que, tras la derrota de la Comuna de París, clavaban la punta de sus paraguas en los cadáveres colgados de los comuneros y luego se paseaban por las calles de París luciendo orgullosas sus trofeos ensangrentados.
La derrota del proletariado en Chile abrió el camino a las derrotas sufridas por el proletariado en el Cono Sur, que fueron parte del desvío y derrota del ascenso revolucionario del 68-74, y en donde estas mismas direcciones contrarrevolucionarias jugaron el mismo rol que habían jugado en Chile traicionando la huelga general con ocupación de fábricas en Uruguay del ‘73, la revolución portuguesa del ‘74, la revolución política en Checoslovaquia, etc. |