27/03/2017
Rusia
El pueblo explotado ruso gana las calles por miles desafiando al régimen de terror de Putin
En el centenario de la revolución de octubre, la clase obrera rusa vuelve al combate el grito de “¡Basta de guerra, fuera Putin de Siria!” y “¡Abajo Putin, Rusia sin Putin!”, “¡Putin ladrón!”
Miles de explotados en 99 ciudades de Rusia, en Moscú, San Petersburgo, Vladivostok, Novosibirsk, Tomsk, Volgogrado, Saratov, Bogordskoe, salieron a las calles a manifestarse este 26 de marzo. En 72 ciudades, entre ellas Moscú, estas protestas fueron prohibidas por el gobierno. Las movilizaciones son ilegales en Rusia, salvo que sean permitidas por el gobierno y desde la reforma del código penal en 2016 incluso un hombre sólo con un cartel puede ser condenado por violación del orden público. Es por eso que en los videos y fotos de las movilizaciones casi no se ven carteles, sino personas que caminan incluso por la vereda y gritan consignas. Para intentar escapar a la censura y las prohibiciones, se organizan las movilizaciones como “paseos”, al decir del activismo.
Estas han sido las movilizaciones más importantes desde las de 2011/2012 y hubo más de 1000 encarcelados sólo en Moscú donde la movilización fue más numerosa. La policía del régimen represor de Putin cercó la Plaza Roja desde el día anterior intentando impedir la movilización, y cuando ésta era un hecho se hizo presente en los lugares de protesta para llevarse detenidos a jóvenes y ancianos que expresaban su bronca al grito de “¡vergüenza!”, mientras estos perros de presa destruían los carteles que encontraban a su paso. Más de un centenar permanecen aún detenidos en 51 comisarías, procesados bajo el artículo 20.2 del código administrativo “violación del orden establecido de la asamblea, reuniones, manifestaciones, procesiones o piquetes” y que prevé multas de hasta 20 mil rublos (U$S350) y hasta 5 años de prisión; y 19.3 “desacato a la policía”.
La prensa mundial intenta imponer la visión de que estas movilizaciones fueron contra la corrupción de los políticos del régimen oligárquico y organizadas por un sector de la burguesía, encabezada por Alexei Navalny- quien pretende presentarse a las elecciones en 2018 contra Putin y que fuera detenido esta misma tarde.
La realidad es que las masas rusas llevan masticando su rabia y su odio durante años, viendo como los oligarcas actuales, provenientes en su gran mayoría del riñón del estalinismo que entregó los estados obreros e hicieron su fortuna robándole al pueblo, nadan en un mar de abundancia, mientras los explotados se hunden en la miseria, miles y miles no cobran ni siquiera su salario y no tienen el más mínimo derecho a protestar. Algo similar vimos sucederse en Ucrania a fines de 2013, o actualmente en Rumania
La restauración capitalista en los ex estados obreros, lejos de la “restauración pacífica” que muchas corrientes de izquierda pregonaban, se hizo con los más brutales regímenes de opresión y terror contra el pueblo.
Está claro que el crack mundial golpeó de lleno a Rusia como lo hizo en todos los BRICS. En medio de un marasmo económico, la oligarquía descarga brutales ataques contra las masas: no paga los salarios a miles y miles de obreros, la pobreza aumenta, la represión y el régimen de terror se intensifica, largando leyes que prohíben y penalizan las protestas sociales, legalizando inclusive la violencia doméstica; el régimen se blinda aún más con una Guardia Nacional asesina de 400 mil hombres, pertrechada ferozmente para reprimir a las masas que osen protestar. Putin viene de masacrar en un verdadero genocidio a las masas de Siria.
Los explotados rusos, insistimos, vienen mascando su odio. El temor a un estallido social que pondría a la orden del día retomar el camino de la heroica revolución rusa, invade al imperialismo mundial. Las masas rusas, en su camino revolucionario, se harían rápidamente con el arsenal militar ruso, que incluye poderío nuclear. El pavor a esta perspectiva lleva al imperialismo a alentar a una variante burguesa que lleve a la contención los posibles estallidos de masas por el odio a Putin. Entre las brechas que se abren en las alturas, el justo odio de las masas logra colarse y empiezan a ganar las calles.
Así es que también en Bielorrusia, otro ex estado obrero, desde hace semanas sectores de masas salen a manifestarse contra una vergonzosa ley que busca imponer el gobierno de Lukashenko, quien se mantiene en el poder desde 1994. Esta ley, llamada “ley contra los parásitos sociales” intenta establecer un impuesto que ronda el valor de 350 dólares anuales para aquellos que no trabajen más de 182 días al año, es decir para aquellos desocupados o quienes están sometidos al trabajo informal, incluso personas discapacitadas imposibilitadas de desempeñar labores. Las movilizaciones y protestas contra esta ley que se vienen sucediendo desde mediados del mes pasado también son “ilegales” y llevan cientos de detenidos.
El genocida Putin, fortalecido luego de masacrar a mansalva a los explotados sirios, volvió a Rusia a redoblar el ataque contra su propia clase obrera y contra las nacionalidades que la “Gran Rusia” oprime en su interior. Este gendarme del imperialismo que le hizo todo el trabajo sucio ahogando en sangre la revolución siria, sosteniendo al no menos genocida Al Assad, hoy debe retirarse sin llevarse siquiera un gramo de polvo de Siria; ni un metro cuadrado quedará en manos de Rusia, demostrando una vez más la falsedad de las teorías que quieren presentarlo como un nuevo “imperialismo”.
Parece mentira que haya corrientes que quieran presentar a estos regímenes de terror como “antiimperialistas” y “amigos de los pueblos” cuando son los agentes que dispuso el imperialismo para controlar, someter y disciplinar a la poderosa clase obrera y los explotados que osaron expropiar a la burguesía y tomar el poder en un tercio del planeta. Estas burguesías están sedientas aún de venganza por esta “osadía” de la clase obrera. Temen, las burguesías nacionales y el imperialismo mundial, más que nada en el mundo que se rebelen y vuelvan sobre los pasos de la gloriosa Revolución de Octubre, porque saben que ésta es su conciencia histórica.
La mayoría de los medios masivos locales no cubren las protestas. Y un atroz silencio guardan las corrientes que se reivindican de izquierda y defensoras de la clase obrera. Quienes abrieron la boca, como el PTS de Argentina lo hicieron como voceros del régimen de Putin. No es de extrañar. Cuando este perro del imperialismo bombardeaba a mansalva a los explotados sirios, el mismo PTS sacó una nota en su portal de noticias asegurando que los helicópteros rusos transportaban “ayuda humanitaria”. Hoy nos dicen que las movilizaciones de Moscú “entorpecieron el tránsito y amenazaron la seguridad de los transeúntes”. En el artículo del PTS es imposible encontrar una sola denuncia al régimen de oprobio de los oligarcas rusos. Ni una sola referencia a las brutales leyes represivas, ni una línea pidiendo la libertad de los manifestantes encarcelados. Nos recuerdan que la manifestación “era ilegal”.
Postulan que las críticas de EEUU y de la UE “responden a los intereses de las principales potencias por deslegitimar al gobierno ruso, que en el último tiempo ha tomado una relevancia geopolítica especialmente en el conflicto en Siria.” Nos quieren hacer creer que el genocida Putin y, por lo tanto, su aliado Al Assad no actúan en Siria defendiendo los intereses de los piratas imperialistas. Es decir que no masacran al pueblo sirio a cuenta del imperialismo y para aplastar esta heroica revolución, sino que lo hacen en contra de éste. Para ellos las acciones del perro Putin son “legítimas” y hoy el imperialismo intenta “deslegitimarlo” con campañas. ¿Entonces en Rusia reina la democracia y estamos ante la presencia de propaganda imperialista que busca atacar a Putin? Pues entonces, según su perspectiva, ¿todos quienes intenten enfrentar a los regímenes de oprobio y terror de Putin, son “agentes del imperialismo y la derecha”? Esta política nefasta ya la vimos aplicada en Venezuela, donde se niegan a denunciar a la brutal represión de Maduro “para no hacerle el juego a la derecha”, o en el Brasil de la represora Dilma… y como no podía ser de otra manera, en Siria, donde quienes protagonizaron una heroica revolución contra el fascista Al Assad, para el PTS, son “financiados por el imperialismo”. Siempre calumniando a las masas que se levantan contra sus verdugos. Por eso no es de extrañar que hoy cuando vuelven los obreros rusos a ganar las calles contra el Kolchak-Putin, sus cacatúas de izquierda chillen que son EEUU y la UE los que financian y organizan las movilizaciones.
Mientras, se encargan muy bien de ocultar que quien es sostenido por el imperialismo mundial… ¡Putin! A quien lo apoya públicamente el Partido Demócrata yanqui y Trump. Y como no podía ser de otra manera el Partido Comunista de la Federación Rusa, quien tiene la segunda mayoría en la Duma rusa (parlamento) y sale a sostenerlo y apoyarlo inclusive con marchas el mísmisimo primero de mayo. Los entregadores de los estados obreros, hoy siguen cumpliendo, fieles, los deberes que el imperialismo y la burguesía mundial les manda. El PTS, siempre también fiel, a las faldas del estalinismo.
Las masas explotadas y la clase obrera rusa inician el camino para derrocar a la dictadura de oprobio y terror de Putin y la oligarquía “Gran Rusa”. Uno de los principales aliados de las masas sirias masacradas por el perro Al Assad y Putin, se pone de pie enfrentando en las calles a este verdugo.
La clase obrera rusa, a cien años de la Revolución de Octubre, vuelve a decir presente y está llamada nuevamente a cumplir una tarea histórica y convertirse en la avanzada de la clase obrera mundial. En este camino deberá destruir a la casta de oficiales asesina y las fuerzas represivas del estado, volviendo a poner en pie los comités de obreros y soldados que puedan llevar su lucha a la victoria. La restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias, expropiando a los expropiadores del pueblo se vuelve una tarea histórica imprescindible, en la ex URSS y todos los ex estados obreros. Comienzan a escribirse los primeros capítulos de esta historia.
Eliza Funes y Nadia Briante