Con el nuevo proyecto de Constitución, la Asamblea Nacional reconoce la propiedad privada
del imperialismo y los nuevos ricos del Partido Comunista Cubano (PCC)
UNA CONSTITUCIÓN BURGUESA
PARA UNA CUBA CAPITALISTA
Una nueva puñalada por la espalda del stalinismo a la revolución latinoamericana
Hace un mes, la Asamblea Nacional (AN) cubana aprobó un proyecto de Constitución que reemplazará a la vigente, mediante el cual los nuevos ricos del PCC se aprestan a reconocer la propiedad capitalista que impusieron en los últimos años.
Como dice la Introducción del Proyecto de Constitución:
“el sistema económico que se refleja mantiene como principios esenciales la propiedad
socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales y la planificación, a lo que se añade el reconocimiento del papel del mercado y de nuevas formas de propiedad no estatal, incluida la privada”.
La aprobación definitiva de la Constitución, un enorme golpe a los explotados cubanos preparado desde 2013 por una comisión del Buró Político del PCC dirigida por Raúl Castro en persona, se hará mediante un plebiscito totalmente bonapartista, donde se deberán
votar por “Sí” o por “No” los 224 artículos del proyecto de nueva Constitución.
Es un nuevo capítulo en la entrega de Cuba al imperialismo y el capitalismo mundial. Lo que no pudieron lograr los yanquis en 60 años, lo hicieron los hermanos Castro y el PCC:
imponerle la restauración capitalista a las heroicas masas antiimperialistas cubanas.
Después de estrangular la revolución latinoamericana de 1997-2006 que lo aterrorizó e hizo peligrar sus planes restauracionistas; después de pactar con Obama y Wall Sreet en
2009-2010; el castrismo restauró el capitalismo y devino en clase poseedora.
Es una traición histórica, un “1989” (año de la restauración capitalista en la URSS, China, etc.) en el continente americano. En medio de la bancarrota capitalista, el castrismo le
dice a los trabajadores del mundo: “nunca más una revolución como la del ’59 que expropie a los capitalistas; el socialismo no va más”.
Maduro, Morales, Rousseff, el kichnerismo, las burguesías nativas “bolivarianas” que ayer estrangularon la revolución con Fidel y el FSM, aplauden a rabiar. Son los que hoy garantizan que Trump pise América Latina, con gobiernos asesinos como Ortega en Nicaragua o Maduro en Venezuela (que siguen el camino del carnicero Assad en Siria), o en “oposiciones” fantoche proimperialistas como Lula y la Kirchner.
No se puede esconder más que en Cuba ya impera la propiedad privada de los monopolios españoles, franceses, canadienses y yanquis en la isla, y de la nueva burguesía cubana y de la Iglesia.
La nueva Constitución, al reconocer abiertamente la propiedad privada, viene a cosificar las relaciones de producción capitalistas que se impusieron en la isla en los
últimos años. Como reconoce el propio Proyecto de Constitución de la República de Cuba en su introducción, necesitan “hacer corresponder la Constitución con nuestra realidad, el futuro previsible y las demás medidas que han sido aprobadas
en los últimos años”.
En el Artículo 21, entre las distintas formas de propiedad que se reconocen, se incluye la “privada: la que se ejerce sobre determinados medios de producción, de conformidad
con lo establecido”. El objetivo es garantizar la seguridad jurídica de la propiedad de la nueva burguesía del PCC y las inversiones imperialistas. Se trata de una Constitución totalmente burguesa, de defensa de la propiedad privada.
Todas las instituciones del Estado cubano, sus jueces y tribunales, sus Asambleas, y principalmente la casta de oficiales al mando de la banda de hombres armados, se organizan alrededor de proteger la propiedad privada de las cadenas hoteleras, las inversiones imperialistas, la propiedad de las cooperativas, e inclusive las mansiones de los nuevos ricos en El Laguito, etc., contra los explotados.
Ya no estamos ante un Estado obrero que protegía la propiedad nacionalizada de los medios de producción. En los últimos años ha devenido en un Estado burgués que defiende la propiedad privada de los nuevos ricos y el imperialismo. La nueva Constitución no hace más que legalizar este carácter de clase burgués del Estado cubano.
Que los nuevos ricos hayan suprimido toda mención al “comunismo” en el texto de la nueva Constitución no es casual. Quieren liquidar la revolución socialista no solo en el Derecho sino en la conciencia de las heroicas masas antiimperialistas cubanas.
La ex-burocracia del PC y las FF.AA. devino en una burguesía nativa asociada al imperialismo en el turismo, la minería (níquel), la construcción etc. Los ex-burócratas y sus
familias, sus hijos, se enriquecieron con la doble monedacomo accionistas y ladrones en GAESA y las empresas mixtas asociadas al imperialismo -grandes cadenas hoteleras,
Puerto Mariel (una zona franca que sirve de depósito de containers para el comercio con Estados Unidos y que se instalen las transnacionales imperialistas para superexplotar los
obreros cubanos), etc.-; con testaferros en las cooperativas, superexplotando obreros por US$ 18 mensuales; con la venta de servicios de salud y educación en Venezuela, Brasil,
Bolivia, Colombia, que les permitió dejar dólares en el exterior, en Miami y Bahamas; se enriquecieron como burguesía comercial ligada al ALBA.
Con el derecho de herencia en 2010, la ex-burocracia se garantizó transmitirles la propiedad a sus hijos. Ahora con la reforma constitucional blanquearán la propiedad y los millones que fugaron al exterior en estos años, con los que comprarán por monedas las empresas estatales que hoy saquean. El modelo de estos nuevos ricos es China y su “socialismo de mercado”. Como el PC chino, el férreo control del PC cubano sobre el Estado impone un régimen bonapartista de terror sobre las masas con los Consejos de Defensa de la Revolución, para garantizar la miseria y la entrega de obreros esclavos al imperialismo. La zona franca de Puerto Mariel, donde los obreros tienen prohibido tener sindicatos, es la reedición de las zonas francas abiertas en China tras el pacto
Nixon-Deng Xiao Ping.
El PC cubano ya es un partido burgués, como el de los “empresarios rojos” del PC chino, o los PC de los oligarcas de Rusia y el Este europeo. Los hijos de la ex-burocracia se pasean en Mercedes Benz y BMW, luciendo trajes Armani. Tienen restaurantes de lujo y compañías ligadas al turismo, mansiones en barrios exclusivos como El Laguito, donde viven bajo custodia militar. Es el partido de los burgueses que se abrazaron a Obama e izaron la bandera yanqui en La Habana. La base social de esta restauración es una burguesía ávida de negocios y propiedad, conscientemente impulsada desde 2010 por el PC cubano al amparo del “cuentapropismo” (que aumentó de 150 a 600 mil desde 2010) y las “cooperativas”. El stalinismo culmina así la obra de traición y entrega de todas las revoluciones triunfantes del siglo XX, desde la ex-URSS, Europa del Este y China en 1989 a Cuba, Corea y Vietnam en los últimos años. Así terminó la utopía reaccionaria
del “socialismo en un solo país”, que combatieron Trotsky y la IV Internacional.
El capitalismo profundizará el hambre y la miseria, traerá desocupación masiva y superexplotación como en los ex-Estados obreros de Rusia, Ucrania y todo el Este europeo, e inclusive China. El yugo de Wall Street volverá a ser como en los peores años de Batista, con las transnacionales yanquis y los gusanos de Miami viniendo a Cuba a comprar empresas y tierra por monedas.
Los nuevos ricos tienen que imponer la unificación monetaria, que será un golpe brutal al pueblo cubano. El plebiscito para aprobar la nueva Constitución prepara las condiciones
para hacerlo, puesto que legitimará el régimen de terror del PC y las FF.AA., bendecido por el Vaticano.
Cuba está ante una alternativa de hierro: terminar como la Venezuela de Maduro o la Nicaragua de Ortega, una semicolonia yanqui saqueada y masacrada; o bien los obreros y
campesinos derrotan al gobierno de la burguesía del PCC con una nueva revolución social y abren un nuevo capítulo de la revolución en el continente americano.
CUBA: CULMINA LA OBRA
CONTRARREVOLUCIONARIA
DEL
FORO SOCIAL MUNDIAL
Con la restauración capitalista en Cuba, el Foro Social Mundial termina su obra contrarrevolucionaria en América. A comienzos del siglo XXI, Fidel Castro y Chávez se encargaron de estrangular la revolución latinoamericana, el levantamiento de los obreros y campesinos contra la ofensiva de Bush. Con una política de colaboración de clases con las burguesías nativas -sostenida por izquierda por los renegados del trotskismo-, el FSM traicionó la revolución e impidió la toma del poder en una serie de países de Sudamérica, como Argentina, Bolivia y Ecuador.
En 2009-2010, Castro y Chávez pactaron con Obama. Esto significó la ofensiva para definir la restauración capitalista en Cuba y la entrega a traición de la resistencia colombiana, hoy masacrada por los paramilitares y las FF.AA.
En 2013, en el FSM de Túnez, sostuvieron abiertamente la masacre de Assad en Siria y le entregaron la posta de la contrarrevolución internacional al Podemos y Syriza, los partidos
de la Nueva Izquierda.
Hoy, gracias a las traiciones del FSM a la revolución latinoamericana, el imperialismo yanqui viene por todo en América Latina comandado por Trump. Se terminó la política de
“buen vecino” de Obama. Ahora vino el “gran garrote”.
Trump quiere que Raúl Castro y el nuevo Presidente cubano Díaz Canel se le arrodillen más aún y le entreguen todo a sus monopolios: la tierra para Cargill, las cadenas hoteleras
al Sheraton, el negocio de máquinas e insumos para construcción e infraestructura a Caterpillar, etc.
El castrismo y los bolivarianos, sea desde el gobierno como Maduro, Evo, Ortega, o desde la “oposición” como Lula y la Kirchner, etc., le garantizan a Trump que se apliquen los planes del imperialismo.
Los bolivarianos se retiran de la historia como sirvientes de Wall Street, masacrando al pueblo. Ortega bombardeó la ciudad rebelde de Masaya al mejor estilo Assad en Siria.
La entrega de Cuba al capitalismo mundial es una enorme derrota para la clase obrera americana y mundial. El castrismo liquidó el único Estado obrero del continente, la única
revolución socialista triunfante, por la que generaciones enteras
dieron su vida.
Las corrientes que renegaron del trotskismo siguen al castrismo que dice “el socialismo no va más”. Abandonaron definitivamente la lucha por la dictadura del proletariado. Y
mientras le niegan a los obreros el derecho a ejercer su dictadura
contra los explotadores, estos partidos, que luchan por una “democracia real”, “generosa”, solo le reconocen a la burguesía el derecho a ejercer su dictadura.
Por eso están con las burguesías “democráticas” y al stalinismo.
Ahí está el PTS y el FIT de Argentina, con su política de colaboración de clases con el kirchnerismo. En Perú, la UIT está en un bloque con el Frente Amplio y la burocracia sindical maoísta de Patria Roja en las elecciones a alcalde de Lima.
La LIT, que en Brasil dice enfrentar la colaboración de clases con el PT, en Colombia llamó a votar a Gustavo Petro, el candidato de la burguesía de Antioquía. En Estados Unidos, la izquierda norteamericana apoya al “demócrata” Sanders contra Trump.
Pero el imperialismo no trae más “democracia” sino guerras, hambrunas y barbarie. La hora de la revolución socialista ha sonado bajo el fuego cruzado de la guerra de
clases. La clase obrera americana presenta batalla en Argentina, Brasil, Nicaragua y Haití, contra los planes de Trump y el FMI. Por eso la lucha de la clase obrera cubana contra los nuevos ricos del PCC es inseparable de la lucha contra el imperialismo yanqui y sus lacayos desde Alaska a Tierra del Fuego.
La tarea más inmediata en Cuba hoy es la lucha por restaurar la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias. Hay que preparar una nueva revolución socialista, con consejos amados de obreros, campesinos y soldados que
derroten al gobierno castrista, aplasten el Estado burgués y expropien al imperialismo y los nuevos ricos del PCC. El camino es del los soviets revolucionarios de la Revolución de Octubre dirigidos por el Partido Bolchevique y la III Internacional
de Lenin y Trotsky. El único programa que puede llevar al triunfo una nueva revolución socialista en Cuba es el de la IV Internacional de 1938. ¡Hay que refundar al trotskismo cubano! ¡Recuperemos la IV Internacional de manos de los renegados
del trotskismo que se la entregaron al stalinismo!
JUAN CARBALLO
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