EDITORIAL - 14 de junio de 2019
Argentina en las garras de Trump y Wall Street
Un capitalismo semicolonial en ruinas
Las masas están pagando con hambre y miseria el saqueo de la nación y la superganancias de los capitalistas
El imperialismo yanqui con Trump viene impulsando una feroz ofensiva con la que intenta reestablecer con plenitud su dominio del planeta, luego del crac de 2008 que golpeó de lleno a Wall Street. Los choques con el eje Franco-Alemán del Maastricht imperialista ya son abiertos, inclusive en disputas de zonas de influencia. Si con Obama, EEUU intentaba negociar con Europa mientras se proponía avanzar en semicolonizar China y Rusia; con Trump la potencia dominante entra al planeta “a las patadas”, como un volcán en erupción, buscando retomar nuevamente el control del mercado mundial y de forma particular deglutirse esos nuevos mercados y todos sus negocios directamente.
El sistema capitalista mundial está sostenido en una alquimia parasitaria de la superoligarquía financiera mundial. Con este parasitismo, salió provisoriamente de su crisis, tirándosela al conjunto de la clase obrera y los pueblos oprimidos. Las grandes inversiones van al desarrollo de material y tecnología para la guerra. EEUU destina 250 mil millones de dólares a ello. Es decir, se ha multiplicado la creación de fuerzas destructivas por un lado. Por otro, se crean valores ficticios, los llamados “valores derivativos”, que no tienen respaldo en bienes, como los valores a futuro de los commodities, los seguros que los cubren, o el valor de las acciones que sistemáticamente hacen estallar Wall Street, la acumulación de deudas incobrables de los bancos –como de estados quebrados- a valores nominales. Es decir, el sistema capitalista en su fase imperialista se sobrevive, como no puede ser de otra manera, con guerras y parasitismo, recreando valores que no representan bienes producidos aún por el trabajo humano. Ello empuja más y más a las potencias imperialistas a redoblar su saqueo y a los capitalistas a redoblar el ataque contra la clase obrera mundial.
Hoy vemos a EEUU cerrar su mercado interno, mientras busca levantar las barreras aduaneras de la Europa de Maastricht y de China en particular. EEUU, como potencia fundamental del Pacífico, busca desesperadamente terminar de colonizar China. Con sus acciones actuales le ha provocado una abierta desaceleración de su economía. El imperialismo yanqui está obligando a China a dilapidar gran parte de sus enormes reservas. Por un lado, para comprar bonos del tesoro norteamericano, es decir, cubrirle el déficit a su “enemigo”. Pero por otro lado, también hoy China se ve obligada a compensar, con subsidios, lo que pierden las empresas chinas y las mismas transnacionales exportando a EEUU con los actuales niveles de aranceles que ha puesto Trump, que los elevó de un 10% a un 25%. Demás está aclarar que las transnacionales de EEUU ganan por ambos lados: son subvencionadas en China y protegidas en EEUU. Por ello, el jefe de asesores de Trump ha declarado, días atrás, que la a la guerra comercial la van ganando ellos, llamando a la tranquilidad a sus cartels y trusts.
Los yanquis, en su nueva irrupción al mundo luego del crac de 2008, se quieren asegurar sus fuentes de energía petrolera. Mientras que venden el fracking como tecnología de punta, su negocio es sacar el petróleo barato que está muy cerca del suelo. EEUU quiere el petróleo de Irán y Venezuela, que lo tiene a escasos kilómetros de su territorio. Por eso ha bloqueado y cercado esos países, para colonizarlos abiertamente como anteriormente lo había hecho con Irak.
Por ello las guerras del petróleo de Medio Oriente y las masacres contrarrevolucionarias, a través de sus agentes, como en Siria con Al Assad, en Egipto con Al Sisi y en Sudán, Argelia, etc. con los regímenes títeres hoy jaqueados por las masas. Ya han utilizado a los Ayatollahs en Medio Oriente y a Maduro en América Latina como limones exprimidos para desviar o aplastar (como en el caso de Irán en Siria) los procesos revolucionarios y luchas antiimperialistas de las masas. Esto demuestra el rol servil de las burguesías nativas, que aquí y allá utilizan a las masas para regatear sus negocios con el amo imperialista, pero siempre terminan apoyándose en este contra la clase obrera, que en última instancia amenazan los intereses de todos los explotadores.
En el medio del marasmo del crac mundial, no solo no hay lugar para nuevas potencias imperialistas, sino que estas sobran. Algunas de ellas están como vasallas en Europa, como Grecia, o asfixiadas, perdiendo su peso en las distintas ramas de producción y zonas de influencia. Eso es lo que expresan los nuevos gobiernos “de derecha salvaje” como en Italia (que amenaza con salirse del euro), o la enorme crisis de Inglaterra con el Brexit, tironeada entre el eje Franco-Alemán en Europa y los negocios que allí tiene por un lado, y por el otro por EEUU, con el que comparte negocios comunes en el mercado mundial desde la City de Londres.
Si esto es lo que EEUU le “ofrece” a Europa, China y al Pacífico, en América Latina, es decir en su patio trasero, los yanquis vienen a por todo. No solo quieren el petróleo venezolano, sino también asentar completamente la restauración del capitalismo en Cuba. Trump ha puesto en pie el Grupo de Lima, un grupo de gobiernos cipayos –como los de Brasil, Perú, Chile o Argentina- que han abierto sus puertas tanto al saqueo de sus commodities, minerales, etc. como a las privatizaciones en masa de los fondos jubilatorios y las empresas del estado, como el caso de Brasil. El “bolivariano” Evo Morales no tiene mucho que envidiarles, con su entrega de los hidrocarburos de Bolivia.
América Latina comienza a poblarse de bases militares yanquis, no solo en Colombia. EEUU busca aplicar a rajatabla la doctrina Monroe: “América para los americanos”.
En esta nueva ofensiva yanqui en su patio trasero, a la Argentina le ha costado un enorme saqueo de todas sus riquezas vía un parasitismo financiero atroz de Wall Street y sus personeros al frente del gobierno de Macri, sostenido todos estos años por la íntima colaboración parlamentaria del PJ y los K. Pichetto, yendo como candidato de vicepresidente de Macri es tan solo un botón de muestra de esto último que aquí decimos.
El resultado de este verdadero robo es un fenomenal salto en la deuda externa, refinanciada en 2005 por los Kirchner con intereses usureros luego de la debacle de 2001. Esta vez, la deuda es directamente con el FMI, que actuó con sus préstamos como garante del pago de enormes superganancias de los fondos de inversión, principalmente de Wall Street, que entraron al país invirtiendo en bonos del estado y letras con 70% de ganancia bruta.
Estas superganancias se fueron del país con una fuga de divisas de más de 125 mil millones de dólares en los últimos años. Allí se fue la renta agraria, las reservas del banco central, los pagos de royalties, patentes, dividendos de las empresas transnacionales y también los 50 mil millones de dólares del nuevo endeudamiento con el FMI.
Junto a esto, enormes masas de capitales salieron del proceso productivo. La crisis del Mercosur -golpeado por el crac mundial- por un lado, y por el otro las enormes ganancias que ofrecen las letras del tesoro argentino, llevaron a que enormes masas de capitales se vuelquen a la timba financiera, lo que dejó a Argentina en un profundo proceso recesivo.
Los capitalistas que lloran miserias solo vierten lágrimas de cocodrilo. Muchos de los que cerraron sus fábricas de bienes de consumo se hicieron importadores. Otros se fueron a jugar a la bolsa de valores o la timba financiera con las letras del estado. La oligarquía agraria siguió llevándose enormes rentas, mientras las empresas energéticas se llevan en bolsos los dólares del país. Que no lloren sus “miserias”. Acá los únicos que las padecen son los trabajadores.
Las ganancias que fugan los bancos internacionales de la Argentina, la gran burguesía y la oligarquía indudablemente no están respaldadas en la creación de bienes ni en la ampliación de la capacidad productiva, sino todo lo contrario. El aparato productivo argentino está ocioso y paralizado en un 42%. En ramas como la automotriz ese porcentaje aumenta a más de un 60%. Lo que hay es un latrocinio de las riquezas de la nación y un endeudamiento con el FMI para financiarlo y pagarlo de forma contante y sonante.
La recesión está aquí, cuestión que, sumada a la fuga de divisas en dólares, dejó al peso argentino sin respaldo en bienes, totalmente devaluado, y una tasa de interés bancaria del 70% para intentar anclar el dólar. Esto impulsó una fenomenal inflación con la cual los capitalistas también se garantizan sus ganancias y pasaron a valor dólar todo lo que consume la fuerza de trabajo, o sea, la canasta familiar. Se desarrolla así un proceso que estrangula a la clase obrera y todos los sectores oprimidos de la nación, una profunda recesión y una carestía de la vida ya insoportable. Argentina ha entrado en una espiral de estanflación, es decir, estancamiento e inflación más recesión. Esto es, en definitiva, debido al saqueo parasitario del imperialismo y los capitalistas y sus superganancias.
Argentina está quebrada, padeciendo una nueva ronda del saqueo imperialista, con un sector de su burguesía ávida de negocios, que en parte había quedado fuera de los mismos durante el gobierno de los Kirchner, la cual llegó al gobierno con Macri en 2015. Estos agentes directos de Wall Street crearon esta panacea de superganancias para los grandes capitales, y para ellos como comisionistas y nueva patria contratista y financiera.
En la segunda parte del kirchnerato se sentaron las bases para este mecanismo perverso de saqueo. Los Kirchner le pagaron toda la deuda al FMI con el hambre, el sacrificio y la superexplotación obrera. Jugaron con el valor de los dólares a futuro, que le garantizaba al capital extranjero ingresar, quedarse por un período de tiempo cambiando dólares por pesos, ponerlo en utilidades financieras y luego volver a adquirir dólares con superganancias como ya vimos, con un valor asegurado de antemano. Los Kirchner crearon este fabuloso negocio. Los Macri lo desarrollaron. Y Wall Street se lo embolsó.
Como el negocio daba para mucho, el PJ y el macrismo votaron “blanqueo de capitales”, donde los ladrones de la nación traen el botín robado, lo cambian a pesos, se quedan 6-7 meses, se llevan entre 40% y 70% de ganancia, y se lo vuelven a llevar en dólares.
Junto a esto, los ex jefes de la patria contratista de los Kirchner hoy recorren los tribunales, mientras los amigos del gobierno retoman sus negocios. Una pelea de bandas y piratas que disponen a su antojo del latrocinio de los bienes de la nación que pagan los trabajadores y el pueblo.
Este gobierno y su democracia para ricos están apoyados en un parlamento fantoche y una justicia de profundas raíces videlistas que maneja los servicios de inteligencia secretos de la nación. Estos se encuentran bajo el mando de la embajada yanqui, el FMI y el “grupo de los 6”. Ellos son los que ayer con los Kirchner y hoy con Macri realizan los más fabulosos negocios. Este grupo está compuesto por la oligarquía agraria con la SRA, la UIA, la bolsa de valores, la cámara de comercio, la asociación de bancos privados y extranjeros y la cámara de la construcción. Ese es el grupo de las 6 pandillas burguesas más grandes de Argentina, testaferros de los grandes negocios del imperialismo. Ellos organizaron esta nueva ronda de saqueo de superganancias del imperialismo y los que están definiendo, inclusive en función de sus intereses más particulares, las fórmulas presidenciales que hoy pasan por los canales de televisión.
Ahora los de arriba quieren que los de abajo, con hambre y esclavitud, le paguen su fiesta. Con el inicio de la fuga de divisas a partir del año 2016-17 y el pacto con el FMI, el gobierno lanzó un brutal ataque de profundización de los tarifazos, robo al salario, dolarización de los bienes de consumo y un intento de apropiarse de los valores de las cajas de jubilación, llevando al congreso la ley de reforma previsional. La flexibilización laboral era el objetivo inmediato. La burocracia sindical entregaba una a una las paritarias por debajo de la inflación.
Una fenomenal respuesta de masas, que todos los charlatanes que se presentan a elecciones de los políticos patronales quieren que se olvide, fue la que se desarrolló el 14, 18 y 19 de diciembre de 2017. No quedó baldosa de la plaza del congreso ni cordón de la vereda en su lugar. El choque de las masas con la policía le provocó a esta última una dura derrota. Los trabajadores impusieron de hecho un paro general activo de 36 horas. Las clases medias ganaban las calles con sus cacerolas por la noche. El fantasma del 2001 estaba acá.
Cómo habrán sido esos días de combate que hasta los mismos diputados de izquierda gritaban desde el parlamento “paremos esta sesión, no votemos las leyes, hagamos una consulta popular, porque se incendia el país”. Cuando el combate estaba en las calles y merecía desarrollarse y profundizarse, la izquierda reformista quería adelantar las elecciones. Pues bien, ahora las tienen, una vez que las masas fueron sacadas de la lucha política revolucionaria por los traidores de la burocracia sindical y la izquierda parlamentaria que bien le cubrió su flanco izquierdo.
La burguesía ya había tomado nota de este golpe de las masas y respondió al mismo apoyada en la recesión y la inflación, imponiéndoles un chantaje con la crisis económica que está en curso. Declaró al aparato productivo argentino en concurso de crisis generalizado, lo que le dejó las manos libres a los patrones para despedir y suspender a mansalva, arrojándoles a los trabajadores toda la crisis que los capitalistas provocaron.
Los traidores de la burocracia sindical jugaron un rol clave en dejar aisladas centenares de fábricas y conflictos, sin coordinar ni centralizar esas luchas contra el gobierno. Así, estos burócratas dejaron a la clase obrera desarmada políticamente y con sus fuerzas exhaustas ante el crac y el brutal chantaje y terrorismo económico de los capitalistas. Cada lucha de vida o muerte contra el cierre y los despidos encontró a los trabajadores divididos y a todas las fuerzas del gobierno y el estado concentradas en esos combates para derrotarlos.
La clase obrera presentó mil y una batallas, como en Astilleros, Fanazul, Río Turbio, Villa María, Adidas, Canale, Puma, Loma Negra, Eitar, Gaelle, Electrolux, Docentes, etc. etc. Pero de lo que se trataba era de derrotar al plan de los capitalistas y al ataque del gobierno de conjunto. La burocracia traicionó. La izquierda siguió jugando en los parlamentos de esta podrida democracia para ricos y se negó a reagrupar las filas obreras, unir los conflictos y centralizar la lucha contra la burocracia. Llegó al extremo de que uno de sus dirigentes obreros más destacados le pidiera disculpas a Macri por haber llamado a los trabajadores a derrocarlo. Esta es la izquierda parlamentaria, que luchó a brazo partido para que sea en las elecciones donde las masas derroten a Macri. Y ahora se lamenta por su bancarrota electoral.
La izquierda reformista desorganizó al ala izquierda de la clase obrera, dejando decenas y decenas de derrotas parciales que desmoralizaron a los batallones más aguerridos de los trabajadores. Mientras más se desarrolló ese proceso, más se aproximaba su debacle electoral. Fue la primera en adelantarse y meterse en la campaña electoral, ya en abril de 2018, realizando actos electoralistas, negándose a unir las luchas y coordinarlas, segando en última instancia el piso bajo sus pies. Es que en las elecciones, el instrumento que ven los trabajadores para derrotar a Macri es el PJ y la Cristina, lo cual constituye un verdadero fraude político, ya que estos partidos le habían votado todas las leyes a Macri o le dieron quorum para que lo hiciera. La izquierda parlamentaria del “frente anti-Macri”, que no hizo nada para derrotarlo en las calles, se acercaba así su propia bancarrota electoral.
Pero esta tragedia la pagan las masas. El proceso electoral es la anestesia para profundizar el ataque. No es que este viene después, como nos quieren hacer creer. Más y más se cuentan votos, más y más avanza la carestía de la vida, los despidos y amargas derrotas parciales de luchas aisladas.
Mientras tanto, el crac descompone las filas obreras, con el terror de los despidos, la desocupación, el trabajo en negro, y la carestía de la vida e inflación que le vuelven insoportable la vida a las masas. Ya se cuentan los votos y día a día la ofensiva del capital no cesa. La crisis económica, en estas condiciones de crisis de dirección, tiende a desorganizar las filas obreras, en un sentido inverso al de diciembre de 2017, cuando las masas, en una enorme lucha política, le dieron un duro golpe político al gobierno y, en alianza con las clases medias, amenazaron con iniciar el camino de que Macri se acerque a irse en helicóptero.
Estamos ante una trampa mortal, porque ya en ella la burguesía está engañando y queriendo convencer a los trabajadores, con los cantos de sirena, de que un “pacto social” entre obreros y patrones resolvería la crisis. Esto es una vil infamia y mentira. Los intereses de ambos son irreconciliables y los capitalistas lo demuestran todos los días. Le están diciendo a los trabajadores que deberán ceder todo lo que ya le quitaron y mucho más para no caerse al precipicio.
El ataque ya está aquí. Lo que viene después de octubre es que los capitalistas consoliden e institucionalicen la victoria que conquisten en su ataque a los trabajadores. La clase obrera está en una carrera de velocidad por unir sus filas y centralizar sus combates, mientras sus enemigos ya están alineados y agrupados para derrotarla.
Ellos preparan y ya están aplicando un pacto social, que es una pistola en la cabeza de las masas para que se rindan. Como diría la Kirchner, que se propone ser ella la que imponga este pacto social, teniendo bajo su control a un amplio sector de la burocracia sindical, “hay que aplicar un pacto como el de Perón, del ‘73”.
Como vemos en otro artículo de este mismo periódico, el pacto social de ese año fue un acuerdo extraparlamentario bonapartista donde el gobierno de Perón y la gran patronal organizada en la Confederación General Económica (CGE), junto a los traidores de la burocracia sindical peronista, le intentaron imponer a las masas una brutal pérdida del salario y la suspensión de las paritarias, en aras de que “el país vuelva a crecer”. Lo que no dice la Kirchner es que este pacto social se impuso a los tiros, a los palazos y con la burocracia sindical estatizada jugando todo su rol contrarrevolucionario; con Perón y López Rega organizando las AAA que asolaron a la vanguardia obrera esos años con centenares de asesinados.
Esto es lo que se preparan a hacer todas las fórmulas presidenciales peronistas, que llevan a la burocracia sindical como felpudo, para anunciar que tienen con quien controlar a la clase obrera, para profundizar ese pacto infame que ya puso en marcha el gobierno de Macri.
Carlos Munzer