EDITORIAL - 20 de junio de 2019
Documento de la Liga Obrera Internacionalista – Cuarta Internacional (LOI-CI) sobre Argentina hacia el Cuarto Congreso de la FLTI que se realizará en los próximos meses
En el camino del Cordobazo y el 2001, hacia un Argentinazo triunfante
En medio de la bancarrota capitalista, el gobierno de Macri le tira toda la crisis a los trabajadores y el pueblo pobre
Lo que ya no va más es el sistema capitalista
Hay que imponer una salida obrera a la crisis
¡Que la crisis la paguen los capitalistas, los yanquis y el FMI!
¡Por una salida obrera a la crisis!
Para tener trabajo o un salario digno es necesario un programa y lucha decisiva que ataquen la propiedad de los capitalistas y a su gobierno
Llama la atención que los llamados “anticapitalistas”, a la hora de luchar, no proponen una sola medida contra los capitalistas, cuando las masas están en las calles luchando. Solo las proponen en sus programas electorales “r-r-rrrojos”, que los dejan archivados bajo la alfombra, solo para la campaña electoral, cuando dichas medidas son las únicas que pueden dar respuesta ante la acuciante situación de enorme carestía de la vida y despidos.
En estas condiciones de crisis capitalista, toda lucha seria contra los explotadores empuja a las masas a atacar la propiedad privada si quiere sobrevivir a la catástrofe. Se trata de poner en pie una salida obrera a la crisis, que no se hará chamuyando en los parlamentos de la oligarquía y la gran burguesía, sino discutida y votada en los parlamentos de la clase obrera, es decir, en sus asambleas y organismos de lucha.
Aquí se trata de poner a producir las fábricas y las máquinas que los capitalistas pararon. Y para eso hay que atacarles la propiedad a los parásitos que no la hacen producir. No solo no hay que pagar la deuda al FMI, sino tampoco toda la deuda pública y privada que impusieron los gobiernos capitalistas desde la época de la dictadura militar.
No hay que aceptar ni suspensiones ni paz social. A los obreros no les interesa la crisis de tal o cual capitalista en particular. Hay que exigir la administración obrera directa y estatización sin pago de toda empresa que sea paralizada por los patrones. Es necesario exigir la apertura de los libros de contabilidad de todas las ramas de producción para imponer el control obrero de las mismas. Ahí se verán las enormes ganancias de las energéticas, las mineras, los bancos, la oligarquía y la gran burguesía. En esos libros, con los números en la mano, los trabajadores podrán ver a dónde va el dinero de los capitalistas que cierran sus fábricas llorando crisis, mientras se vuelven importadores o parasitan con las letras del banco central. Así, sin secreto comercial, los obreros podrán demostrar las superganancias de los grandes supermercados y de toda la cadena de intermediación de los bienes de consumo.
Las demandas en toda paritaria, para defender el salario, deben partir por la escala móvil de aumento de salario de acuerdo a la inflación y la reducción de la jornada de trabajo para que todas las manos se pongan a producir.
Pero traidores de la burocracia sindical han hecho lo contrario. Ese es el caso del SMATA de Pignanelli, el socio de la Kirchner. Este burócrata acaba de decretar, junto a las grandes empresas transnacionales automotrices, que acepta las suspensiones y la reducción de personal, con la consecuente reducción del salario. Esto es una entrega. Esas empresas, en los últimos 30 años, son las que más se destacaron por sus superganancias en todo el Mercosur. ¡Que paguen ellos la crisis, la mayoría de la cual es una infamia, puesto que muchas de ellas se han instalado para exportar partes o autopartes a sus transnacionales en todo el mundo! ¡El del SMATA no puede ser el programa de lucha inmediato de la clase obrera, porque es firmar que ella pague la crisis!
Hay que reducir las horas de trabajo, manteniendo un salario de acuerdo a la canasta familiar, para impedir un solo despido y evitar que avance así la flexibilización laboral. La burguesía la está consiguiendo fábrica a fábrica o en sindicatos enteros como en el SMATA. Luego de los despidos, quedan menos obreros produciendo el doble, y con la patronal a la ofensiva sacando todas las conquistas.
La lucha es aquí y ahora. Si no, cuando se termine de contar el último voto en octubre o diciembre, con las fuerzas de la clase obrera exhaustas, al parlamento solamente le restará votar la ley de flexibilización laboral que la burguesía impone en cada fábrica.
Se comienza a desgarrar la clase obrera ante una desocupación que ya llega a los dos dígitos y con el 30% de las masas por debajo de la línea de pobreza extrema. Emerge así un sector de desocupados que ya ni ve la posibilidad de entrar al proceso productivo en medio de la crisis. La lucha por trabajo genuino y digno y por un turno más en cada fábrica para poner a funcionar todas las máquinas que los capitalistas han parado es el único programa que puede unir a la clase obrera. ¡Todos bajo convenio! ¡Todos a trabajar! Esa es la única política que puede mantener y conquistar un salario al nivel de la canasta familiar. Como en el 2001, la lucha por trabajo digno para todos se ha planteado con toda crudeza en el momento actual para unir las filas obreras.
La burocracia piquetera ha llevado a los desocupados a los pies del kirchnerismo, los intendentes y los ministerios de limosnas. Administran fábricas cooperativas con salarios de mendigos. La única economía popular solamente puede ser la que ponga a funcionar las fábricas y los establecimientos conquistados, nacionalizándolos, bajo control de sus trabajadores, con obreros bajo convenio.
La burocracia sindical y piquetera, entonces, aplica una política opuesta. Deja a un 40% de la clase obrera librada a su suerte, a la desocupación, a la miseria extrema, a la mendicidad ante el estado y al trabajo esclavo. Esa situación abre inevitablemente una enorme presión al hundimiento del salario, favorecida por la recesión.
Con la burocracia sindical ya no se puede pelear más. Le está costando muy caro al movimiento obrero que sus direcciones no planteen la lucha por atacar la propiedad de los capitalistas, levantando un pliego único de demandas en cada combate.
La burocracia sindical ha entregado las paritarias gremio a gremio. La grilla la abre la burocracia de docentes, que año a año, negocia bonificaciones no remunerativas y aumentos que están por debajo de la inflación, y encima en cuotas.
Los parásitos capitalistas están altamente centralizados por los jerarcas del FMI. En el así llamado “grupo de los 6” conviven la Sociedad Rural, la UIA, la cámara de comercio, la bolsa de valores, la cámara de la construcción y la asociación de bancos. Ellos organizaron las alianzas políticas electorales y le marcan los tiempos y la política al gobierno.
Los capitalistas, aumentando los precios y hundiendo el salario, se aseguran sus ganancias. Bajo la dirección traidora de la burocracia solo hay pérdidas para el salario obrero. El reclamo mínimo del movimiento obrero, ante la crisis de los capitalistas, no puede ser otro que paritaria nacional única para parar los despidos y conquistar un salario de acuerdo a la inflación y devaluación del peso, con cláusula gatillo. No hay otro camino para ello.
Plata sobra para sacar al país de la crisis. Pero también abundan parásitos. La necesidad de una salida obrera a la crisis se vuelve imperiosa e inmediata. Cerrar rápidamente los grifos del Banco Central, expropiar sin pago a los banqueros y nacionalizar el comercio exterior es una tarea de vida o muerte para la clase obrera.
Las tierras y bienes de la oligarquía sojera y las transnacionales deben ser nacionalizadas sin pago y puestas a funcionar bajo control de los trabajadores.
Este no es un programa electoral, sino para la acción inmediata. Son demandas mínimas para dar una salida concreta a la clase obrera y no programas que solamente se levantan los días de fiesta. Hace falta una voz valiente y una corriente de obreros revolucionarios que merezcan llamarse clasistas, tomando el legado de las coordinadoras de los ‘70, del SITRAC-SITRAM, del Cordobazo… Una corriente de lucha intransigente contra los capitalistas y el imperialismo, que retome los combates de masas del 2001, cuyas conquistas ya se han perdido o están a punto de hacerlo.
Así lo vemos en Zanon en Neuquén, que como otras empresas recuperadas en aquel momento, están paralizadas y en crisis, sin poder pagar los tarifazos de gas y sin fondos para la reinversión tecnológica, mientras los obreros quedaron endeudados, pagando créditos de los capitalistas que quebraron esa fábrica años atrás. Nuevamente los obreros de Zanon hoy ganan las calles. Pero la administración obrera conquistada bajo forma de cooperativa ya tiene un límite: los tarifazos, la profunda recesión, el agotamiento de máquinas. Una fábrica así, aislada en medio de un marasmo económico del sistema capitalista, no puede sobrevivirse como tal si no se basa en una lucha revolucionaria de la clase obrera. La cuestión de la nacionalización bajo control obrero de Zanon y de toda fábrica administrada por los obreros vuelve a plantearse como una cuestión de vida o muerte.
Plantear esta lucha bajo la demanda de conseguir nuevos créditos, moratorias de pago de impuestos, es decir, partir de lo mínimo, no terminará conquistando nada. El combate es por todo, por la estatización definitiva de Zanon y todas las fábricas ceramistas de Neuquén.
Los capitalistas se frotan las manos con la renta petrolera de Vaca Muerta que le entregarán durante décadas al imperialismo. Con esos fondos, ¡Que se estaticen ya Zanon, Cerámica Neuquén y Steffani bajo control obrero! Que la plata la pongan los capitalistas y el imperialismo que se lleva las riquezas de Neuquén. Allí están El Chocon y Piedra del Águila. Sobra energía para los obreros, porque esas represas las construyeron los trabajadores y no los capangas chupasangre de los Sapag.
La lucha por el control obrero de Zanon y su estatización definitiva es lo que necesitan cientos de fábricas cerradas en todo el país. Cuando la recesión y la desocupación llegaba a un 20% en Argentina, Zanon fue un ejemplo de lucha, de que las fábricas podían tomarse y funcionar sin patrón. Los obreros se organizaban con los desocupados para conquistarlas y reabrirlas. Pero, como toda conquista, si no se avanza en el camino de la revolución, tarde o temprano se pierde. Las cooperativas han quedado sometidas a fallos judiciales, a legislaturas o a la Secretaría de Acción Social. Todas ellas están en peligro, ante la debacle capitalista.
Un llamamiento de los obreros de Zanon a retomar la lucha por el control obrero de toda fabrica que cierre, suspenda o despida, puede ser una palanca decisiva para unir y coordinar a todos los comités de despedidos de todas las fábricas del país que cerraron, exigiendo su reapertura inmediata. Lamentablemente, por la dirección del PTS, que tiene un enorme peso en ese establecimiento, este llamamiento a unificar la lucha por el control obrero ante los despidos, no se ha realizado. Le va la vida a los obreros, en primer lugar a los de Zanon, hacerlo suyo. Ellos tienen la autoridad para que en Villa María, Astillero Río Santiago, Gaelle, Adidas, Canale, Fanazul, Río Turbio se vuelva a levantar el grito de “¡nacionalización ya, para que los obreros pongamos esas fábricas a producir!”.
En este camino y combatiendo por ello es que podrán conseguirse inclusive hasta las demandas más mínimas para que estas fábricas no se paralicen y cierren definitivamente.
Programa reformista vs programa revolucionario
Los reformistas dirán “lo que los revolucionarios plantean es imposible de lograr”. Afirman que “no hay condiciones”. Para esta gente nunca hay condiciones. Pero las condiciones se conquistan. Las masas ya marcharon mil y una vez en las calles en estos años. Aquí no se trata de lo que hacen las masas sino los señores dirigentes. Tener un programa en base a lo “posible” y no a lo que necesita la clase obrera para vencer es entregarse y entregar a la clase obrera a la derrota de antemano, sin pelear. El ataque de los capitalistas es inexorable. Lo que la izquierda reformista le dice a los trabajadores es que hagan como el avestruz y escondan la cabeza. Pero los revolucionarios les decimos: ellos vienen por todo. Hay que volver a reagrupar las filas obreras, con este pliego de demandas mínimas contra el ataque de los capitalistas.
El reformista de izquierda mira con recelo el programa que él mismo, de vez en cuando (en sus actos electorales o en las reuniones internas de su partido) levanta. Pero se asusta cuando ese programa hay que planteárselo abiertamente a las masas, que es el que necesitan para dar nuevos pasos hacia adelante y no entrar en retirada por el crac capitalista.
De allí que se le abrieran dos caminos a las masas: el de la trampa electoral de Macri, el PJ y los partidos patronales o el de sus combates de 2017 y sus luchas políticas de masas. Esta disyuntiva aún está abierta.
La crisis ha empujado a los trabajadores a la idea de golpear políticamente al gobierno para conquistar sus demandas. Como vimos, lo hicieron en paros generales, jornadas revolucionarias como en diciembre de 2017, luchas en las calles contra el estado frente al asesinato de Maldonado. Esta es una lucha decisiva. Se debe conquistar recuperando la unidad de las filas obreras. Pero por el contrario, la política de sus direcciones la atan más y más a la burguesía y al régimen.
La lucha es clase contra clase
El camino es un Argentinazo triunfante
La lucha inmediata de la clase obrera es por atacar la propiedad de los capitalistas y romper con el imperialismo. Las bancas parlamentarias en manos de un revolucionario solo serían para explicar esta verdad a la clase obrera, que sin la victoria de la revolución no hay vida digna posible por delante para los explotados. Solo en ese camino, luchando todos los días por ella, los trotskistas afirmamos que podremos arrancar tal o cual conquista a los capitalistas, que solo las cederán antes de perder todo.
No estamos solamente ante una mera crisis, sino que ya hace rato estamos ante la descomposición del podrido sistema capitalista semicolonial argentino, que esta vez está ya definitivamente bajo las garras de Trump y el imperialismo yanqui, que viene por todo. La burguesía nativa demostró siempre un servilismo y una cobardía absoluta ante el imperialismo. Maduro viene peleando ferozmente por ser él quien aplique el plan de los yanquis y el FMI. Lula, de rodillas, se rindió ante el juez Moro. Mientras, la Cristina se defiende diciéndole a los yanquis que ella es la que va a aplicar el pacto social para terminar de arrodillar al movimiento obrero.
Hace rato que los capitalistas se disputan el botín de la clase obrera. Pero a la hora de atacarla, sus coincidencias son absolutas. Cuanto mucho discuten y difieren en cuál es el mejor camino para derrotar a los explotados.
Las condiciones objetivas para la revolución socialista se están pudriendo. Esas son las condiciones sobre las que se asienta la vida de la clase obrera. El límite que esta tiene es la dirección traidora que tiene a su frente, como la burocracia sindical. Y encima de este flagelo, la izquierda reformista se empecina en hacerle creer a la clase obrera que se podrá salir de esta situación agobiante y de crisis votando a alguno de sus verdugos cada 2 ó 4 años en esta democracia para ricos o “poblando el parlamento de diputados de izquierda” como decía Altamira, o bien “parando el ataque de los capitalistas con 20 diputados” como decía Del Caño. El delirio y la fiebre parlamentaria de la izquierda reformista ya pasa los 40°.
Antes de anunciar “la unidad de los 4” en el Hotel Castelar, el FIT llamó a votar a todo candidato que antes manifestara que iban a votar a favor del aborto legal. Un cretinismo democratizante a grados extremos. Llamaron a millones de mujeres, flageladas por la miseria creciente y porque sus derechos más mínimos les son avasallados, a votar por candidatos burgueses abortistas. Y luego se quejan cuando pierden votos, cuando entran en el período de bancarrota electoral. Se la pasaron haciendo un frente único irreductible, como pata izquierda de la burocracia, que puso a los sindicatos como pata izquierda de la UIA, que a su vez puso a Fernández en la fórmula con Cristina y a Pichetto con Macri. La lucha por una estrategia obrera independiente está a la orden del día.
En Argentina se ha largado una carrera de velocidad en qué tanto el gobierno y el régimen logre tirarle toda la crisis a las masas, o qué tanto estas hagan estallar por los aires al gobierno y al régimen de los explotadores.
Los trotskistas combatiremos por esta segunda opción. Luchando por ella, reagruparemos las fuerzas revolucionarias que anidan en el proletariado argentino, que son parte de las enormes energías de la clase obrera mundial.
La última palabra no está dicha. Habrá que refundar el trotskismo argentino, pero esta vez bajo las banderas del internacionalismo proletario y la IV Internacional. Los ex trotskistas hace rato han retomado la senda de la política de colaboración de clases, buscando frentes “progresistas”, burgueses “democráticos” y luchando tan solo por lo posible. Le plantean a la clase obrera que el único paraíso que se puede conquistar es ampliar esta podrida democracia de esta vetusta y archi-reaccionaria constitución de 1853. Los trotskistas afirmamos que el paraíso está aquí y es la revolución socialista. Un Argentinazo victorioso es la lucha por la cual combatimos todos los días, porque sabemos que la revolución que estamos impulsando de la clase obrera y los oprimidos es y será un eslabón de la revolución latinoamericana y mundial.