Discusión con el POM de Brasil – 14 de octubre de 2005
En este punto, hicimos una polémica con la posición defendida por los camaradas del POM -y también de la CCR-, tal como consta en el Acta de la Pre-Conferencia. Los camaradas definen que el sistema capitalista está marcado por una permanente crisis de sobreproducción, que es producto de la contradicción entre producción social y apropiación individual.
Frente a ello, planteamos que afirmar que el modo de producción capitalista es el primero en el desarrollo histórico que presenta crisis de sobreproducción si se lo compara con los modos de producción anteriores -es decir, el feudalismo y el esclavismo- en los que las crisis eran siempre de subproducción, es un punto de partida -y no de llegada- para comenzar a definir el funcionamiento y las contradicciones del modo de producción capitalista como tal.
Por lo tanto, la posición sostenida por el POM, al detenerse precisamente en el punto de partida, no da cuenta del hecho clave de que el modo de producción capitalista ya ha definido dos épocas diferenciadas: la primera, la del desarrollo orgánico del capital, donde éste desarrollaba relativamente las fuerzas productivas; y la segunda, a partir de 1914, la época imperialista, de decadencia y agonía del capital, donde las fuerzas productivas dejan de desarrollarse.
A nuestro entender, los camaradas del POM y CCR, al plantear que siempre las crisis son de sobreproducción, están negando de hecho, el carácter de la época imperialista.
Por lo mismo, niegan de hecho la ley de desarrollo desigual y combinado que rige para el desarrollo del capitalismo, tanto en su época de desarrollo orgánico como en su época de agonía. A nuestro entender, los camaradas no comprenden cómo rigen estas dos leyes sobre todo en la época de decadencia capitalista.
En el documento “Resoluciones políticas del 7° Congreso del POM”, los camaradas desarrollan con plenitud sus concepciones. Desde el punto de vista teórico niegan, de hecho y sin darse cuenta, la fase de decadencia del sistema capitalista y las consecuencias que la misma tiene sobre cómo se expresan las contradicciones de producción social y apropiación individual en una fase de desarrollo capitalista en que la libre competencia terminó dando origen al monopolio.
Nosotros afirmamos que en la fase de decadencia del sistema capitalista imperialista, como desarrollaremos más adelante, las contradicciones de este sistema perverso, que se dan fundamentalmente en la producción y no en el mercado, se expresan como crisis de sobre y subproducción. Pero éstas no son más que el epifenómeno de las agudas contradicciones que se expresan, reafirmamos, en el proceso de producción en el sistema capitalista. Y a diferencia de lo que afirma el programa del Congreso del POM del 20/02/2005, la Oposición de Izquierda, en su crítica al VI Congreso de la Internacional Comunista de Stalin y Bujarin, afirmaba (cuestión que no vemos en ninguna parte del mencionado documento del POM) que “LA PIEDRA ANGULAR de un programa internacional” estaba en el hecho que “el imperialismo... agudiza extremadamente la contradicción que existe entre el crecimiento de las fuerzas de producción de la economía mundial y las fronteras que separan naciones y estados” (Stalin, El gran organizador de derrotas – Editorial Yunque – pag.125, destacados nuestros).
Junto con la Oposición de Izquierda, afirmamos que de esta contradicción fundamental, que en la época imperialista concentra y subsume todas las contradicciones del sistema capitalista “se derivan no solamente el mercado exterior, la exportación de hombres y de capitales, la conquista de territorios, la política colonial, la última guerra imperialista, sino también la imposibilidad de que viva, desde el punto de vista económico, una sociedad socialista que tenga como fin su propia existencia” (ídem pág.125). Sin esta piedra angular de todo programa marxista, no pueden comprenderse ni las guerras ni la política colonial, es decir, es imposible dotarse de un programa a la altura de la decadencia del sistema capitalista mundial. En última instancia, no se entiende y se revisa toda la concepción de Lenin sobre el imperialismo. Es tan grande esta contradicción, que ayer Inglaterra y hoy los Estados Unidos como potencia dominante, y el resto de las potencias imperialistas, necesitan a todo el mundo como su mercado, para abastecerse de materias primas y colocar sus productos.
Los camaradas no se han percatado aún de que, como planteaba el programa de la Oposición de Izquierda defendiendo la ley de desarrollo desigual y combinado, en esta época imperialista, la economía capitalista mundial se desarrolla con métodos anárquicos que zapan continuamente su propio trabajo, oponiendo un país y una rama de la producción a los otros; favoreciendo el desenvolvimiento de ciertas partes de la economía mundial y hundiendo a la mayoría; provocando que cuando a una potencia imperialista le va bien, es sobre la base de hundir a las otras y de las mayores ignominias contra el mundo semicolonial. Por eso, la Oposición de Izquierda definió con total claridad, contra el stalinismo y su seudoteoría del “socialismo en un solo país” -y en oposición también a lo que hoy afirman los camaradas del POM - que la guerra imperialista fue “una insurrección de las fuerzas de producción no sólo contra las formas burguesas de propiedad, sino también contra las fronteras de los estados capitalistas”.
Y continúa Trotsky en el mismo trabajo: “Al tratar de justificar la teoría del socialismo en un solo país el proyecto de programa comete un error triple, cuádruple: exagera la altura de nivel de las fuerzas productivas de la URSS, cierra los ojos para no ver la ley de desarrollo desigual de las diversos ramos de la industria (con sobreproducción en unas y subproducción en otras, N de R) olvida la división mundial del trabajo y finalmente (al igual que sucede con el programa del POM en su 7° Congreso, N de R) no se acuerda de la contradicción esencial que existe entre las fuerzas de producción y las barreras de las fronteras nacionales en la época imperialista”.
Por el contrario, los camaradas de POM y CCR al plantear que las crisis son siempre de sobreproducción en todas las ramas de producción y en todas las naciones y estados a la vez, no ven en profundidad las terribles contradicciones que se generan en esta fase de decadencia del sistema imperialista mundial.
Éste funciona desarrollando unas ramas de producción en contra de otras (y, por lo tanto, desarrollando crisis de sobreproducción en unas, y de subproducción en otras, cuestión que los camaradas niegan). Asimismo, funciona haciendo emerger a los Estados Unidos como potencia dominante a mediados del siglo XX en detrimento de las demás potencias imperialistas. Por el contrario, si esta crisis se desarrollara en todos los estados y en todas las ramas de producción a la vez –como plantean los camaradas del POM y de la CCR-, se estaría negando la ley de desarrollo desigual y combinado y estaríamos marcando el paso en el siglo XIX, es decir, en la época del desarrollo orgánico del capital. Nada más inexacto, como lo demostró ya fehacientemente la teoría marxista de la época imperialista defendida por la Tercera y la Cuarta internacionales. En la fase de desarrollo orgánico del capital, las ramas de producción avanzaban de conjunto, topándose con las crisis de los ciclos de agotamiento de la maquinaria y desinversión o inversión, que también eran de conjunto en el sistema capitalista.
La posición economicista sostenida por los camaradas del POM y el CCR, niega de hecho, en consecuencia que, tal cual lo planteara Lenin, en esta época imperialista el factor económico más importante es la guerra, es decir, la destrucción de fuerzas productivas para que el capitalismo agonizante, sobre la base de la destrucción previa, pueda recrear ciclos de negocios y recomponer la tasa de ganancia. Por lo que el sistema capitalista en su época imperialista no sólo no desarrolla fuerzas productivas, sino que, para sobrevivirse, desarrolla fuerzas destructivas.
La posición de que siempre, en todo lugar y momento, hay crisis de sobreproducción, es una visión emparentada con la teoría catastrofista que desarrollara la Segunda Internacional, que esperaba que con una crisis económica permanente el capitalismo se derrumbara por sí mismo, y por ello renegaba de la lucha por la revolución proletaria. Por supuesto que los camaradas del POM no llegan en absoluto a plantear esa posición de la II Internacional. Pero con este aporte, queremos alertamos, fraternalmente, de que pueden estar a un paso de ella teóricamente, puesto que la definición teórica de las crisis que hace el POM, no ve que con guerras, contrarrevolución y crac, este sistema capitalista imperialista agonizante se sobrevive a sí mismo.
Nosotros, junto a Trotsky, afirmamos que “El hecho de que históricamente el sistema capitalista mundial esté agotado, significa que ya no es capaz de progresar en bloque. Esto no significa que ciertas ramas de la industria y ciertos países no puedan progresar con un ritmo desconocido hasta ahora. Pero ese progreso se realiza y se realizará en detrimento de otras ramas y otros países. Los gastos de producción del sistema capitalista mundial devoran cada vez más sus beneficios” . Y esta es la forma en que se manifiesta la decadencia del sistema capitalista en su época imperialista.
Por ello, el carácter revolucionario de la época no consiste en que permite desarrollar la revolución, es decir, apoderarse del poder, a cada momento, sino en sus profundas y bruscas oscilaciones y cambios, en sus transiciones frecuentes y brutales que la hacen pasar de una situación directamente revolucionaria, en que el partido comunista puede pretender arrancar el poder, a la victoria de la contrarrevolución fascista o semi-fascista. Si hubiera una crisis de sobreproducción permanente, en todas las ramas de producción y en todo el mundo a la vez –como afirman los camaradas del POM-, estaríamos permanentemente ante condiciones objetivamente revolucionarias y de crac generalizado. Creemos que nadie con una visión seria que viva en este planeta, puede afirmar esto.
Por el contrario, y tal como lo planteaba la Tercera Internacional en su III Congreso, en sus “Tesis sobre la situación mundial y la tarea de la Internacional Comunista”, nosotros afirmamos que: “La guerra imperialista estalló en la época en que la crisis industrial y comercial que tuvo nacimiento en América en 1913, comenzaba a invadir Europa”. ¿Se trataba quizás de una crisis de sobreproducción que se expandía automáticamente a todo el mundo? ¡No! Esta tesis de la Tercera Internacional proseguía: “El desenvolvimiento normal del ciclo industrial fue interrumpido por la guerra que se convirtió en el factor económico más importante. La guerra creó para las ramas fundamentales de la industria un mercado casi sin límites, completamente fuera de cualquier competencia. El gran comprador jamás pudo ser abastecido de todo lo que precisaba. La fabricación de medios de producción se transformó en la fabricación de medios de destrucción”. En las industrias clave dedicadas a la guerra, la crisis era de SUBPRODUCCION: nunca se llegaba a abastecer al comprador.
Con el desarrollo de fuerzas destructivas, la guerra, entonces, resolvió a su manera la crisis de sobreproducción: “creó para las ramas fundamentales de la industria un mercado casi sin límites”, como dicen las tesis de la Tercera Internacional. Esto se desarrollaba sobre la base de empréstitos y bonos de créditos de los tesoros de los estados, que incrementaban así el capital ficticio en la misma medida en que se destruía el capital productivo. En contra de toda visión economicista reformista, a la salida de la guerra; ante el hecho de que se reanudaba la crisis que había sido interrumpida por la misma, y frente al temor a la expansión de la revolución de octubre, ese mismo capital ficticio no hizo más que aumentar. Porque había que impedir que la desmovilización de millones de obreros que estaban bajo armas en los ejércitos imperialistas, desembocara en la revolución. La burguesía demoraba el estallido de la crisis por medios políticos. Luego de la derrota de la revolución alemana de 1918-19, cundió un optimismo extremo en las filas de la burguesía, hasta que en 1920 estalló la crisis. Por ello, para la Tercera Internacional, la crisis del año ‘20 no es más que “una reacción más profunda contra la prosperidad ficticia del tiempo de la guerra y de los años que siguieron, prosperidad basada sobre la destrucción y el agotamiento”.
Una crisis de destrucción y agotamiento, NO ES UNA CRISIS DE SOBREPRODUCCIÓN: por el contrario, ES UNA CRISIS DE INFRAPRODUCCIÓN. Por ello, la Tercera Internacional, en su resolución ya citada de su Tercer Congreso, en su Tesis 9 plantea: “Los períodos de prosperidad no pueden tener en este caso más que una corta duración y sobre todo un carácter de especulación. Las crisis serán duraderas y difíciles de soportar. LA CRISIS ACTUAL DE EUROPA ES UNA CRISIS DE INFRAPRODUCCIÓN. ES LA REACCIÓN DE LA MISERIA CONTRA LOS ESFUERZOS POR PRODUCIR, TRAFICAR Y VIVIR DE UNA MANERA ANÁLOGA A LA DE LA EPOCA CAPITALISTA PRECEDENTE”.
Los camaradas del POM y CCR dicen desconocer que existan las crisis de infraproducción. Al hacerlo, niegan de hecho la teoría marxista de que en la fase decadente del capitalismo, es decir, en la época imperialista, ambas se combinan a veces de forma contradictoria y se expresan de forma brutal en la economía mundial. Los camaradas, a nuestro entender, tienen una visión pacifista, porque no se han percatado de que al definir Lenin y la Tercera Internacional que el factor más importante de nuestra época es la guerra, ello significa que se crean ramas fundamentales de la industria “para un mercado sin límites”. ¿Por qué? Porque la ropa de los soldados, los tanques, los aviones, se destruyen en la guerra, a expensas de no desarrollar, de subinvertir en las ramas que hacen al consumo. Por ello, en 1920, a la salida de la primera guerra mundial (y como veremos luego también a la salida de la Segunda), la economía mundial se chocó con una brutal crisis de subproducción, como afirmamos nosotros junto a la Tercera Internacional, y como niegan los camaradas del POM y CCR.
Todas las corrientes que provenimos de distintas experiencias, venimos terriblemente influenciadas por el revisionismo que surgió al interior mismo de la Cuarta Internacional: por el morenismo en el caso de la FTI-CI, por el lorismo en el caso de los camaradas del POM, otros por el mandelismo, el lambertismo, etc. Por ello, esta confrontación teórica es clave para que todos evolucionemos buscando la verdad marxista, recuperando las mejores tradiciones de Marx, Engels, Lenin y Trotsky.
* Todas las citas de la Tercera Internacional que aquí empleamos son de su III Congreso, ediciones Pluma, Tomo II, página 7, 8,9,10,11 y 12, tomadas de las “Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista”.
El origen de la crisis económica del sistema capitalista imperialista putrefacto está en la producción. La tendencia a la caída de la tasa de ganancia, y los ciclos económicos
Los camaradas del POM definen que el origen de la crisis de un sistema basado en la producción social y la apropiación individual está en el mercado (donde indudablemente esta crisis se manifiesta), y no en el proceso de producción, como lo definiera Marx en “El Capital”.
La clave de las contradicciones del sistema capitalista se desarrollan en el proceso de producción, por la dinámica misma de un sistema basado en la sed incesante de ganancias y en la acumulación de capital. Marx definió distintas leyes que rigen a la economía burguesa, las estudió y las definió para explicar por qué un sistema tan anárquico, en el que millones de productores van al mercado a comprar o vender sus productos, funciona de manera aparentemente tan “perfecta y sincronizada”.
Marx estudió la mercancía y con ella, la ley del valor. Definió magistralmente, en crítica a la economía burguesa, la lucha incesante por aumentar el régimen de la productividad del trabajo que guía todo el accionar del capitalismo. Y no sólo del capitalismo, sino que definió que todo el ascenso histórico de la humanidad está impulsado por la necesidad de obtener la mayor cantidad posible de bienes con la menor inversión posible de fuerza de trabajo. Por ello, como definía Trotsky: “La ley de la productividad del trabajo es tan importante en la esfera de la sociedad humana como la de la gravitación en la esfera de la mecánica”.
En el siglo XIX, la lucha por la mayor productividad del trabajo tomó principalmente la forma de libre competencia, que mantuvo el equilibrio dinámico de la economía capitalista a través de las fluctuaciones cíclicas. Pero, precisamente a causa de su rol progresivo, la competencia condujo a una monstruosa concentración en los trusts y las corporaciones, lo que a su vez implicó la concentración de las contradicciones económicas y sociales en la época imperialista. Trotsky afirmaba que la libre competencia “es como una gallina que empolló, no un pollito, sino un cocodrilo. ¡No hay que asombrarse de que no pueda manejar a su cría!”. Por ello, llegó a su fin la época de liberalismo económico en la fase de agonía del capital, a partir de la primera guerra mundial.
La otra ley que correctamente definió Marx, y que deriva de la ley de productividad del trabajo, es la ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia, a causa del aumento de la composición orgánica del capital.
Como ya dijimos, la lucha incesante por aumentar la productividad del trabajo lleva a los capitalistas a invertir en capital constante, es decir, en maquinaria y tecnología, para acortar los tiempos de producción de la mercancía, buscando extraerles a sus obreros no solamente cada vez más plusvalía absoluta, sino también más plusvalía relativa.. Así, en una rama de producción dada, el mercado beneficia a la empresa capitalista que produjo mercancías con menor trabajo necesario para su producción y, por el contrario, castiga a la que derrochó trabajo socialmente necesario, produciéndose así, entre la producción y el mercado, una tasa media de beneficio. Esta tendencia empuja, como ya dijimos, a invertir enormes masas de capitales en capital constante a expensas del capital variable, es decir, de la fuerza de trabajo. Pero la contradicción está en que es a la fuerza de trabajo a la que se le saca plusvalía, y no a las máquinas, que no hacen más que concentrar energía humana para producir y fuerza de trabajo previamente acumuladas.
La ley de aumento de la productividad del trabajo, entonces, lleva consigo, intrínsecamente, la tendencia a la sobreinversión en capital constante y a la caída de la tasa media de ganancia.
Por todo esto, los marxistas comprendemos que las crisis de sobre o subproducción en distintas ramas de la economía, son una consecuencia de la caída de la tasa media de ganancia en las mismas. Esto lleva al capital a salir del proceso productivo en una rama de producción dada, para volcarse a otras en las que la tasa media de ganancia es más alta. O bien, lo lleva a salir del proceso productivo e ir a los bancos, y transformarse en capital ficticio o especulativo.
Como planteaba Lenin en su polémica con Rosa Luxemburgo, entonces, la clave de la crisis del sistema capitalista y de sus estallidos cíclicos, está en las contradicciones del proceso de producción, que se expresan como crisis de sobre o subproducción en el mercado, como epifenómeno de esta contradicción.
Como consecuencia de esto, no siempre la crisis asume un aspecto de sobreproducción. Lo demostramos ya en la crisis del 1913 al 1920 del siglo XX, antes y después de la primera guerra mundial. También afirmamos en la 3° Pre-conferencia del Comité de Enlace, que tanto en el período de Yalta como hasta 1989, la economía-mundo dominada por los monopolios y el imperialismo, descargó su propia crisis contra los entonces estados obreros, provocando un colapso de las fuerzas productivas en los mismos hacia los años ’80, haciendo volar por los aires, de paso, la teoría de los “bloques antagónicos”.
En los estados obreros, las crisis se expresaban como crisis de subproducción, es decir, se producían menos mercancías que las que necesitaban los consumidores. Por eso existían las cartillas de racionamiento, las colas para comprar, etc. Sobraban ahorros, y no había suficientes mercancías producidas por el aparato productivo enchalecado en las fronteras nacionales del “socialismo en un solo país”.
Vimos también que el capitalismo avanza desarrollando tal o cual rama de producción en detrimento de otras; sobreinvirtiendo en aquellas ramas en las que está alta la tasa de ganancia, haciéndola caer y abriendo verdaderas crisis de sobreproducción; y desinvirtiendo en otras ramas y provocando en ellas crisis de subproducción.
Así sucede hoy con la enorme crisis de subproducción en la rama petrolera, crisis que es resuelta de forma reaccionaria y contrarrevolucionaria por el imperialismo y sus monopolios mediante guerras como las de Irak y Afganistán, mediante la instalación de bases militares y de gobiernos sirvientes en las repúblicas islámicas de la ex URSS, como Azerbaiján, Kazajstán, Uzbekistán, etc., para controlar las riquísimas reservas de petróleo de esa región; y con el precio del barril de crudo a 70 dólares, lo que garantiza una alta renta petrolera que haga atractiva la inversión.
A la salida de la segunda guerra mundial, la Cuarta Internacional pagó muy cara una visión mecanicista y simplista como la que se empeñaron en desarrollar el pablismo y el más ilustre de sus exponentes, Mandel. Muchas generaciones de trotskistas fuimos formados por este verdadero revisionista del marxismo. Llegó la hora de romper con él.
En la segunda guerra mundial se desarrolló la misma mecánica que en la primera: la guerra se convirtió en el factor económico fundamental para resolver la crisis de 1930, y las disputas por las zonas de influencia. A la salida de la misma, Estados Unidos emergió como potencia dominante. La enorme capacidad de producción, demostrada en la creación de fuerzas destructivas durante la guerra, culminó también con una Europa devastada por la guerra y reducida a escombros.
Frente a este panorama, Mandel, junto a Pablo, dijo: “fenomenal crisis de sobreproducción”; “vamos a un estallido mundial de la economía”. Pero la realidad les dio un duro golpe en las narices a estos ilustres teóricos del revisionismo del trotskismo.
Como toda corriente centrista, el pablismo se impresionó. Porque ningún marxista que no fuera impresionista podía dejar de observar que dos bombas atómicas habían caído sobre Japón; que todo el parque industrial de las potencias imperialistas europeas estaba destruido; que Londres era una suma de escombros, al igual que Francia, Italia y Alemania.
¿Cómo podía entonces hablarse de una crisis de sobreproducción en Europa, cuando no había fábricas ni para producir calcetines, ni vías férreas para transportar las mercancías, y la industria de guerra ni siquiera podía lograr abastecer al comprador en la guerra? Por el contrario, mientras el imperialismo yanqui, triunfador en la guerra, emergía como potencia dominante, se abatía sobre Europa una enorme crisis de infraproducción.
Frente a semejante panorama, al pablismo se le acabaron las recetas, y como un cocinero en apuros, pronosticó que las potencias imperialistas europeas, bajo estas condiciones, devendrían en países agrarios.
Contra esta posición se levantaron el RCP inglés y la LCI francesa, que plantearon correctamente la tesis de que en Europa la crisis se expresaba como de subproducción y subinversión, mientras que el imperialismo norteamericano había mantenido su estructura económica intacta y había concentrado una enorme cantidad de capital financiero durante la guerra.
Por ello, pronosticaron correctamente que el imperialismo yanqui iba a salir de esta crisis revalorizando su capital financiero (es decir, su capital industrial y bancario fusionados), invirtiendo en la Europa devastada y en una profunda crisis de infraproducción –que permitía revalorizar el capital- con el Plan Marshall, que fue aplicado y logró establecerse con una inversión de miles de millones de dólares.
Si no esto no fue así, si a la salida de la segunda guerra mundial hubiera habido una crisis de sobreproducción, ¿cómo se explica entonces la existencia del Plan Marshall, de miles de millones de dólares de inversión para reconstruir a la Europa imperialista devastada? ¿Podrían explicarnos esto los camaradas del POM?
Pero cabe aclarar que dicho plan se impuso no sobre la base de la reproducción automática de la crisis misma, ni de los mecanismos para resolverla implementados por las potencias imperialistas vencedoras como los Estados Unidos: por el contrario, logró imponerse sobre la base de y gracias a la traición del stalinismo y de los Partidos Comunistas europeos que entregaron las revoluciones francesa, italiana, griega, inglesa, alemana, a cambio de algún ministerio, como sucediera en Francia con Thorez. Gracias a esta enorme traición, ¿qué ventajas brindaba la Europa destruida y devastada por la guerra?: una enorme capacidad para restablecer la tasa de ganancia, con un adicional que eran los obreros europeos, entregados y traicionados por los partidos comunistas, transformados en esclavos a los que sacarles una enorme masa de plusvalía. Sin estas dos precondiciones, el Plan Marshall nunca habría existido.
La teoría de los ciclos económicos en la fase ascendente y en la fase descendente del capitalismo: las fuerzas productivas han dejado de crecer
La posición sostenida por el POM y CCR niega en los hechos que mientras el capitalismo viva, tendrá ciclos económicos que son su respiración. En la época de desarrollo orgánico, de un capitalismo joven y vigoroso, los ciclos de expansión eran la norma, y las crisis –que llegaban cuando se agotaba la maquinaria y era necesario renovarla- la excepción, y cada ciclo de expansión recuperaba y superaba con creces lo destruido en la crisis, con lo que, por lo tanto, la curva general del desarrollo era ascendente. Por el contrario, en la época imperialista, el capitalismo respira como un anciano moribundo: los ciclos de crecimiento son la excepción, las crisis son la norma, y los ciclos de crecimiento jamás logran recuperar lo destruido en la crisis anterior, con lo cual la curva de desarrollo es descendente, es decir, es de decadencia y destrucción de fuerzas productivas.
La posición sostenida por el POM y CCR niega de hecho, asimismo, que en la época imperialista hay una economía mundial basada en una división mundial del trabajo impuesta por el imperialismo, y que ésta funciona con permanentes equilibrios y desequilibrios, que destruyen y reconstituyen una división mundial del trabajo. Si el proletariado no impone su salida a la crisis con el triunfo de la revolución proletaria mundial, siempre es la burguesía la que la da, resolviendo dicha crisis con guerras, destrucción de fuerzas productivas y enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución, donde lo determinante en última instancia es el factor político, puesto que, como dice el Programa de Transición, “la crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de dirección revolucionaria del proletariado”.
En la defensa de esta posición durante la 3ª Pre-Conferencia, coincidimos en algunos aspectos con los camaradas de Oposição Operaria. Los camaradas de la FT plantearon un matiz alrededor de la existencia de crisis de subproducción, anunciando que abordarán un estudio profundo al respecto, para volver a las fuentes de las posiciones de la III y la IV Internacionales revolucionarias.
Hacemos este debate teórico que seguiremos desarrollando, pero sobre la base de reafirmar que todos los participantes de la 3° pre-Conferencia del Comité de Enlace hemos conquistado en común “un acuerdo programático sobre la profunda agonía del sistema capitalista en su fase imperialista y que la salida de esta coyuntura para la clase proletaria es socialismo o barbarie/fascismo, defendemos por lo tanto la necesidad de luchar por el triunfo de la revolución proletaria internacional” (Acta de la 3° Pre-conferencia del Comité de Enlace, negritas nuestras).
En contra de la teoría de los “bloques antagónicos” con la que el pablismo hizo estallar a la Cuarta Internacional en el año 1953
La consecuencia lógica de esta concepción teórica lleva a que los camaradas del POM, al no comprender las leyes que rigen la existencia de una economía-mundo en la época imperialista signada por estas contradicciones, terminen planteando en el documento de “Resoluciones políticas” de su 7° Congreso, una posición peligrosísima sobre la relación de los antiguos estados obreros con la economía mundial. Dicho documento afirma en su página 3 que “principalmente con la segunda guerra mundial varios países fueron incorporados al bloque de la URSS (...) por largos años se configuraron dos bloques hegemónicamente opuestos: socialistas versus capitalistas”.
Esta es la teoría pablista de los bloques, con la que creemos que nuestros queridos camaradas del POM deben romper. Sobre estos fundamentos teóricos alrededor de la supuesta existencia de dos bloques, uno capitalista y otro socialista, el pablismo, que emergió en la IV Internacional a partir de 1953, fundamentó toda su adaptación a la burocracia stalinista y a los partidos comunistas.
Las alas principistas de la Cuarta Internacional combatieron estas posiciones del pablismo, planteando que no había dos bloques ni dos economías, sino una sola economía mundial dominada por el imperialismo y el capitalismo mundial, en la que los estados obreros tenían que comerciar, en la que estaban susbsumidos y a la que estaban subordinados. Justamente por eso, la IV Internacional planteó que era imposible el “socialismo en un solo país”, y que también era imposible la subsistencia durante mucho tiempo de estados obreros aislados si no avanzaba la revolución política que los transformara en bastiones de la revolución socialista mundial.
Quizá sea éste un problema de formulación. Pero creemos que los camaradas del POM no se han percatado que esa afirmación que hacen en el documento de su 7° Congreso, en sí misma, niega que la economía-mundo capitalista imperialista descargó sobre los estados obreros todas sus crisis, y que inclusive, vía el comercio mundial y el endeudamiento con el capital financiero, provocó el estallido de sus fuerzas productivas, a grado tal que los mineros rusos se levantaron en los ’80 con el mismo programa de lucha por el derecho a tener papel higiénico y jabón, que los mineros bolivianos en 1952.
A través del comercio mundial, la economía dominada por el imperialismo, los monopolios y el capital financiero, se quedaba con una parte enorme de la plusvalía que generaban los obreros rusos, checoslovaco, chinos, etc. Estados obreros como Polonia, Hungría y la propia URSS, estaban terriblemente endeudados con el FMI. En algunos casos, en su dependencia del mercado mundial, funcionaban con deudas externas desorbitantes, similares a la que tenía con el FMI cualquier país semicolonial, como fue el caso de Polonia que a principios de los ‘80 tenía una deuda externa de 25.000 millones de dólares. La revolución política polaca de los ‘80 no fue más que la respuesta de las masas a los planes de ajuste que, a través de la burocracia, imponía el FMI.
No hubo jamás, por lo tanto, dos bloques antagónicos, con estados obreros con una burocracia contrarrevolucionaria a su frente, enfrentados a una economía mundial dominada por el imperialismo, sus monopolios y el capital financiero. Lo único verdaderamente antagónico a la economía mundial imperialista que tenían los estados obreros, era el carácter de la conquista de la expropiación de la burguesía en los mismos. Conquista que tarde o temprano el imperialismo y la economía mundial derrotarían, restaurando e capitalismo en esos estados, si no triunfaba la revolución política en los mismos ni se extendía la revolución a nivel mundial.
Ya hemos planteado, más arriba, cómo la posición que levantan los camaradas del POM y CCR, los lleva a negar de hecho una categoría marxista clave como es la de la división mundial del trabajo, a la que los estados obreros, para poder sobrevivir y adquirir en el mercado mundial lo que necesitaban, no podían escapar.
El pablismo fue hasta el final con esa definición teórica incorrecta. Por ello, Pablo, definiendo que se trataba de dos “bloques antagónicos”, llamó a la IV Internacional a ingresar a todos los partidos comunistas diciendo que la URSS iba a ser atacada por el imperialismo, y que para defenderse, los partidos comunistas iban a avanzar en la revolución proletaria mundial.
Queremos dejar claramente asentado que, por supuesto, no es ésta en absoluto la conclusión que sacan los camaradas del POM. Pero su posición sí tiene la misma base teórica que el pablismo, de la que creemos que el POM debe desprenderse.
Los estados obreros eran conquistas en una economía mundial dominada por el imperialismo, a los que había que defender derrotando a la burocracia del estado obrero. Porque, o bien triunfaba la revolución política en ellos, o bien (por estar esos estados obreros subordinados al mercado mundial capitalista) la burocracia encaramada en los mismos iba a transformarse en agente directo de la restauración capitalista, y luego en nueva burguesía, estrangulando la revolución mundial y todas las conquistas.
La teoría pablista de los “bloques antagónicos” era, en última instancia, la justificación de su abandono de la lucha de clases. En 1951, en su célebre documento “¿Adónde vamos?“, Pablo afirmaba lo siguiente: “Para nuestro movimiento, la realidad social objetiva consiste esencialmente en el régimen capitalista y el mundo stalinista. Dicho esquemáticamente, la relación de fuerzas a nivel mundial es la relación de fuerzas entre esos dos bloques”. Partiendo de esta definición de “bloques antagónicos” – definición retomada por el documento del 7° Congreso del POM – Pablo iba hasta el final, como planteamos más arriba. Llamamos fraternalmente a los camaradas del POM a rever su posición y a desprenderse definitivamente de esa formulación heredada del arsenal del pablismo.
Para el marxismo, insistimos, el régimen capitalista es una totalidad. Aún cuando existían las conquistas que eran los estados obreros, no habían dos bloques a nivel mundial. Por eso, contra la tesis pablista que llevó a la crisis y al estallido de la IV Internacional en 1953, afirmamos junto con el camarada Favre-Bleibtreu de la sección francesa, lo que éste respondió en su documento “¿A dónde va el Camarada Pablo?”: “Nosotros creíamos que la realidad social consistía en la contradicción entre las dos clases fundamentales: el proletariado y la burguesía. Evidentemente, estábamos equivocados porque para Pablo, de ahora en adelante, el régimen capitalista que abarca esas dos clases, se convierte en una totalidad contrapuesta al mundo stalinista.” Correctísima afirmación, ya que, si esto no era así...¿en qué bloque estaba la clase obrera norteamericana, francesa, italiana, latinoamericana y de Asia? ¿En un “bloque” contrapuesto al de los estados obreros?
Los camaradas del POM deben romper con la premisa teórica del pablismo que heredaron del movimiento del cual provienen: el pablismo-lorismo. Ese movimiento fue el que liquidó la teoría marxista de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, y culminó, junto a todas las corrientes renegadas del trotskismo, liquidando nuestra IV Internacional, poniéndola a los pies del stalinismo y de cuantas burguesías nacionales proclamaban neutralidad o amistad al “bloque socialista”.
“Socialismo o Barbarie” es un pronóstico histórico
Vemos en la posición de los camaradas del POM una enorme confusión teórica, que se acrecienta cuando plantean por un lado, una crisis de sobreproducción capitalista que no deja de avanzar, de forma mecánica, sin contradicciones, sin tener en cuenta la división mundial del trabajo, los ciclos económicos, ni las fronteras nacionales ni la guerra como factor económica fundamental, en los que se desenvuelven las contradicciones del modo de producción social y apropiación individual en la época imperialista, y así terminan “planteando la consigna histórica de Socialismo o Barbarie”, tal como lo expresan en el documento de Resoluciones Políticas” del 7° Congreso del POM.
Afirmamos que “Socialismo o barbarie” no es una consigna, sino un pronóstico histórico, que hay que propagandizar y agitar inclusive. Pero la consigna es la lucha por la dictadura del proletariado, como tarea inmediata, presente, para el proletariado internacional. Al plantear el pronóstico como consigna histórica, se corre el riesgo luego, en la praxis, de sucumbir a una política inmediata de lucha por programas mínimos, de sucumbir al sindicalismo y dejar “Socialismo o barbarie” como una alternativa histórica, es decir, para un futuro indefinido y lejano.
Ese camino transitaron todas las corrientes revisionistas pro-socialdemócratas del movimiento trotskista, por ejemplo el MAS de Argentina y el morenismo de los ‘80, que pregonaban las consignas de “sin socialismo no hay solución”, y “socialismo o barbarie”. El MAS y el morenismo explicaban y recitaban estas consignas todos los 1° de mayo y durante las campañas electorales, pero su praxis cotidiana, marcada por el sindicalismo y el electoralismo, estaba enfrentada a la lucha por la dictadura del proletariado
Fue contra este peligro que en la 3° pre-Conferencia, planteamos cuál es la tesis reformista y, en oposición, cuál es la tesis revolucionaria, ambas definidas tan magistralmente por Trotsky en “A dónde va Francia”.
Así, en 1934, Trotsky definía que la fórmula política del stalinismo era “Combatiendo cada día para aliviar a las masas laboriosas de las miserias que les impone el régimen capitalista, los comunistas subrayan que la liberación definitiva no puede ser lograda más que por la abolición del régimen capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado”. Y continuaba planteando que esta era la vieja fórmula de la socialdemocracia del siglo XIX, que el PC había transportado, palabra por palabra, a la época imperialista.
Trotsky planteaba a continuación que, en oposición a esta formula reformista de los stalinistas, “La fórmula política marxista en realidad debe ser la siguiente: explicando todos los días a las masas que el capitalismo burgués en putrefacción no deja lugar, no sólo para el mejoramiento de su situación, sino incluso para el mantenimiento del nivel de miseria habitual; planteando abiertamente ante las masas la tarea de la revolución socialista, como la tarea inmediata de nuestros días, movilizando a los obreros para la toma del poder; defendiendo a las organizaciones obreras por medio de las milicias; los comunistas (o socialistas), no pierden, al mismo tiempo, ni una sola ocasión de arrancar al enemigo, en el camino tal o cual concesión parcial o, por lo menos, impedirle rebajar aún más el nivel de vida de los obreros”.
Este debate teórico con los camaradas del POM, es eso: un debate teórico. Debate que merece ser y profundizarse, y juntos aprender el programa marxista y fortalecer a nuestros grupos y corrientes revolucionarias.
Lo importante es que con los camaradas del POM hemos llegado a una formulación programática común, que es la que consta en el Acta de la 3° Pre-Conferencia, que hemos mencionado y que aquí queremos repetir. Porque, en ultima instancia, como definía Trotsky, el partido revolucionario son hombres organizados alrededor de un programa, y éste es el que nos ha unido.
En toda corriente marxista, la elaboración y las luchas teóricas han sido y son decisivas. Ya vimos como en todo el marxismo del siglo XX las corrientes socialistas revolucionarias avanzaron inclusive con profundos debates teóricos, como no podía ser de otra manera, sobre la cuestión nacional, sobre la cuestión del partido, sobre la teoría de la revolución. Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky, aportaban, cada uno desde sus experiencias vivas, los distintos componentes que fueron fundamentales para restablecer al marxismo revolucionario en la época imperialista que se iniciaba y contra el revisionismo de la II Internacional.
Con la liquidación de nuestra IV Internacional, al inicio del siglo XXI la lucha por el agrupamiento internacional de los trotskistas principistas y por darle continuidad al marxismo revolucionario y a su programa, sigue y seguirá sin duda ese mismo camino: el de las abiertas y profundas luchas teóricas para conquistar al socialismo científico, y la lucha por conquistar un programa y una praxis revolucionarios.
Por eso, insistimos: “Gris es la teoría y verde es el árbol de la vida”. Será la vida misma entonces la que dé un veredicto definitivo sobre estos apasionantes debates teóricos y programáticos.
Por eso, pese a estas diferencias teóricas que no pueden soslayarse, al estar entre corrientes que reafirmamos la fase decadente del capitalismo –su época imperialista- y la lucha por la revolución proletaria como tarea inmediata histórica para la clase obrera, pudimos coincidir, repetimos, en la conquista programática de la 3° Pre- Conferencia: “un acuerdo programático sobre la profunda agonía del sistema capitalista en su fase imperialista y que la salida de esta coyuntura para la clase proletaria es socialismo o barbarie/fascismo, defendemos por lo tanto la necesidad de luchar por el triunfo de la revolución proletaria internacional” (Acta de la 3° Pre-conferencia del Comité de Enlace).
Es indudable que la destrucción de la continuidad del marxismo revolucionario a manos del revisionismo pablista, de los Mandel, los Moreno, los Lambert, los Lora, etc., en los últimos 60 años, nos plantea un dilema histórico a los marxistas revolucionarios del siglo XXI: el de recomponer la teoría marxista, para poder recomponer y conquistar cada vez más una praxis revolucionaria.
Pero ello será imposible sin un centro internacional de los trotskistas principistas, basado en fuertes acuerdos programáticos y de principios, y en lecciones revolucionarias de los combates cruciales de la lucha de clases mundial, que es donde las palabras mueren y se prueban, en la vida misma, las teorías y programas.
Vaya entonces para los camaradas del POM, este aporte aún en borrador, de debate duro, pero franco y fraternal. Estamos dispuestos a aprender del mismo.
Agrupación Obrera Estudiantil “Octubre Rojo Internacionalista” (ORI), de Bolivia
Liga Trotskista Internacionalista (LTI), de Perú
Comité Organizador del Partido Obrero Internacionalista (COPOI), de Chile
LOI (CI)-Democracia Obrera, de Argentina
Grupo de Obreros Comunistas (CWG), de Nueva Zelanda
14 De Octubre De 2005.-
Segunda carta de respuesta de los camaradas de la FLT al POM
– 8 de diciembre de 2005
Estimados camaradas del POM:
El 29 de noviembre recibimos vuestra carta en relación al debate sobre el carácter de la crisis de la economía imperialista mundial. No alegra que compartamos la evolución y progresos realizados por el Comité de Enlace, y desde ya coincidimos con ustedes en que estamos frente a un debate teórico con consecuencias programáticas que es parte de la lucha internacionalista por volver a poner en pie el partido mundial de la revolución socialista, para nosotros, la IV Internacional refundada.
Ahora bien, en relación a vuestro documento, creemos que este demuestra que en cuanto a nuestra diferencias teóricas sobre el carácter de la crisis de la economía mundial imperialista, no estamos en el mismo plano de discusión, ni tenemos el mismo objetivo de discusión que, a nuestro entender, es el funcionamiento de la economía mundial capitalista en la fase superior del capitalismo, es decir, en su época imperialista. Veamos:
a) Vuestro documento niega que el modo de producción capitalista ya ha dado dos épocas claramente diferenciadas: la época de capitalismo de libre competencia, y la época imperialista, es decir, la de la fase superior del capitalismo
En primer lugar, debemos decirles que el hecho de que ustedes reconocen a existencia de crisis de infraproducción y de sobreproducción (aunque sea como excepción, como veremos más adelante), ya es, a nuestro entender un paso adelante que los acerca a una primera definición del funcionamiento del capitalismo en su época imperialista tal cual lo plantearan la III y la IV Internacionales, cuyos programas mantienen total vigencia tanto para la orma, como para las excepciones que se constituyen en la situación mundial.
Sin embargo, también debemos decir que escriben ustedes una respuesta al punto 4) de nuestro documento “Los debates del Comité de Enlace, en su 3ª Pre-Conferencia”, que no responde ni refuta ninguna de nuestras argumentaciones sostenidas en profusas citas de textos de Lenin, de Trotsky, de la III Internacional revolucionaria, de la IV Internacional. En todo caso, ustedes tendrían que abrir un profundo debate con todo el legado teórico de la III y de la IV Internacionales, que ajustaron la teoría y el programa al cambio de época acaecido en el capitalismo en 1914.
Y creemos que no pueden responder correctamente, porque estamos discutiendo desde dimensiones distintas. Es que vuestra posición parte del gravísimo error (como ya se los adelantáramos en nuestro documento anterior) de ignorar el hecho de que el capitalismo ya ha demarcado dos épocas claramente diferenciadas: la época de desarrollo orgánico del capitalismo *capitalismo de libre competencia) durante el siglo XIX, cuando se escribió esa monumental obra del proletariado mundial que es el Manifiesto Comunista; y la época imperialista como fase superior del capitalismo –tal cual la definiera Lenin– de agonía del capital y de decadencia de las fuerzas productivas que se desplegó abiertamente a partir de 1914.
Nosotros afirmamos, junto a la III y la IV Internacionales, que las leyes que rigen al sistema capitalista en su fase agónica son diferentes y no idénticas a las que regían al capitalismo en su época de libre competencia. Por el contrario, nunca hemos visto al POM definirse con claridad alrededor de esta cuestión, cuando precisamente allí está el nudo de este debate que amenaza con convertirse en un diálogo de sordos. Juntos debemos hacer un esfuerzo para que esto no sea así, camaradas.
En vuestro documento, ustedes reafirman todas vuestras posiciones, tomando como base una cita del Manifiesto Comunista donde define el funcionamiento del capitalismo, definición que era correcta para la época en que fue escrito el Manifiesto, pero que se ha trastocado con el inicio de la época imperialista a partir de 1914. Ahí está el meollo de las diferencias que tenemos.
Porque las premisas materiales del capitalismo de libre competencia y del capitalismo en su fase agónica, imperialista, son distintas. En la primera época –de desarrollo orgánico del capital– las fuerzas productivas crecían enormemente, dándole un rol redentor al capital que copaba el mercado mundial y subsumía a los modos de producción anteriores. Esas poderosas fuerzas productivas que crecían y se desarrollaban, se rebelaban contra las relaciones de propiedad.
Pero desde que Lenin escribiera su “Imperialismo, fase superior del capitalismo”, está claro para los marxistas que esa premisa material cambió, es diferente: las fuerzas productivas han dejado de crecer, como plantearon la III y la IV Internacional que son, precisamente, el marxismo revolucionario de la época imperialista. Esas fuerzas productivas ya no se desarrollan más sublevándose contra las relaciones de producción, sino que lisa y llanamente, en la fase agónica del capital, han dejado de crecer, o lo hacen desarrollando fuerzas destructivas, tal cual lo definiera con precisión la III Internacional de Lenin y Trotsky, y no para las excepciones, como opinan ustedes, sino para toda la época imperialista que comenzara en 1914.
Ahora bien, de esta cuestión central que dio origen al marxismo revolucionario de nuestra época, ustedes, camaradas del POM, nada dicen. Por el contrario, en relación a esta discusión sobre el carácter de la crisis del sistema mundial, ustedes ponen como eje central de vuestra respuesta la necesidad de “Volver al principio: al Manifiesto Comunista de Marx y Engels”. Al mismo tiempo, reivindican y toman como propio el Programa de Transición de la IV Internacional, lo que nos parece un aglomerado ecléctico de programas y una enorme confusión teórica, en los que ustedes no distinguen con precisión el carácter de cada uno de estos dos programas, ajustados respectivamente al momento histórico en que cada uno fue redactado como guía para la acción del proletariado. Si no nos ponemos de acuerdo en esta cuestión, camaradas, corremos el riesgo de caer en un diálogo de sordos, como ya hemos dicho.
Es que lo que ustedes ignoran y niegan es que las premisas materiales, es decir, los requisitos económicos previos, de las que parten ambos programas son diferentes. Justamente porque uno -el Manifiesto del Partido Comunista escrito en 1848- era el programa revolucionario para la época del capitalismo de libre competencia; y el Programa de Transición de la IV Internacional, como continuidad del bolchevismo y de la III Internacional revolucionaria, es el programa para la revolución socialista internacional en la época imperialista.
Así, la premisa material de la que parte el Manifiesto Comunista, y que está claramente explicada en ese texto e inclusive en la cita que ustedes reproducen en vuestra carta, era la siguiente:
“La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, al empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?”
Y unos párrafos más abajo, continúa el Manifiesto con el texto que ustedes citan:
“Las relaciones de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar la crisis comerciales que, como su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la sobreproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie: diríase que el hombre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿porqué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen burgués de la propiedad, por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de las antiguas ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”. (negritas nuestras).
En primer lugar, queremos reafirmar aquí lo que ya dijéramos en nuestro documento anterior, y que extrajéramos precisamente del Manifiesto Comunista cuando éste dice “Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción”. De la misma manera nosotros, en nuestro documento “Los debates al interior del Comité de Enlace, en su 3° Pre Conferencia, comenzábamos el debate sobre el carácter de la crisis de la economía capitalista mundial planteando precisamente que °… afirmar que el mundo de producción capitalista es el primero en el desarrollo histórico que presenta crisis de sobreproducción si se lo compara con los modos de producción anteriores -es decir, el feudalismo y el esclavismo- en los que las crisis eran siempre de sobreproducción, es un punto de partida y no de llegada para comenzar a definir el financiamiento y las contradicciones del modo de producción capitalista como tal.”
Pero lo fundamental de las citas del Manifiesto Comunista que arriba reproducimos, es que no quedan dudas: la premisa material sobre la que se asentaba ese Manifiesto, era que en ese entonces el capitalismo había creado y desarrollaba unas fuerzas productivas “más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”. Tan esplendoroso, tan enorme, tan magnífico era ese desarrollo, tantas las riquezas creadas, que esas fuerzas productivas poderosas chocaban periódicamente con las relaciones de propiedad, precipitando al capitalismo en las crisis -con la “epidemia de la sobreproducción”- , crisis que eran vencidas por la burguesía destruyendo una masa de fuerzas productivas, explotando más intensamente los viejos mercados, y conquistando nuevos, puesto que en 1848 lejos estaba de haber completado el capitalismo el dominio de todo el planeta.
Ustedes parecen ignorar el hecho de que noventa años más tarde, la premisa material sobre la que se basa el Programa de Transición de la IV Internacional (y sobre la que se habían basado el programa y la fundación misma de la III Internacional revolucionaria), es totalmente diferente, es la opuesta:
“El requisito económico previo para la revolución proletaria ha alcanzado ya, en términos generales, el más alto grado de madurez que pueda lograrse bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad se estancan. Los nuevos inventos y mejoras técnicas ya no consiguen elevar el nivel de la riqueza material (…) Los parloteos en el sentido de que las condiciones históricas no han ‘madurado’ todavía para el socialismo son el producto de la ignorancia o del engaño consciente. Los requisitos previos objetivos para la revolución proletaria n solo han ‘madurado’; empiezan a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista, y además en el período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe…” (Programa de Transición)
El “requisito económico previo” -es decir, la premisa material- que plantea el Programa de Transición y que le da base, es entonces que las fuerzas productivas se estancan, que han dejado de crecer, y que sin el triunfo de la revolución proletaria, toda la humanidad está amenazada por una catástrofe.
Son dos premisas materiales distintas, para dos programas distintos, para dos épocas distintas del capitalismo; uno para la época de desarrollo orgánico del capitalismo; otro para la época imperialista. Ustedes, camaradas del POM, ignoran y niegan esto, y citan el Manifiesto Comunista afirmando que hoy -en 2005, cuando la época imperialista lleva ya noventa y un años- el capitalismo funciona tal cual lo explica el Manifiesto, es decir, que estaríamos en el capitalismo de libre competencia.
Si fueran hasta el final en su razonamiento, deberían decir que hoy, al igual que en 1848, las fuerzas productivas se desarrollan enormemente y se rebelan a cada paso contra las relaciones de producción ¡Eso es lo que dice el texto que ustedes citan! No lo hacen -porque ningún marxista serio puede afirmar que el capitalismo hoy desarrolla las fuerzas productivas-. Pero terminan haciendo una amalgama e inventando un supuesto estado de “crisis de sobreproducción” permanente en el sistema capitalista, categoría que no han logrado -ni lograrán- sustentar en ningún texto de Lenin o Trotsky que jamás dijeron algo parecido para la época imperialista abierta en 1914.
b) La posición del POM y la utilización que hace del Manifiesto Comunista son contrarias a las lecciones que dejara León Trotsky en “A 90 años del Manifiesto Comunista”
Insistimos, camaradas: vuestro documento no responde a la crítica que nosotros hiciéramos, porque ignora y no da respuesta a esta cuestión central: ¿el capitalismo ha demarcado ya en su desarrollo dos épocas claramente diferenciadas, sí o no? Ese cambio de época, definido por Lenin en “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”, ¿significó o no la necesidad de ajustar y cambiar la teoría, el programa y la estrategia del proletariado mundial, así como también el tipo de organización de los revolucionarios, como se expresó en la fundación de la III y luego de la IV Internacionales?
Creemos que, para poder avanzar en el debate y profundizarlo, es decisivo que ustedes clarifiquen vuestra posición respecto de esta cuestión que es el punto de partida fundamental de la teoría, la estrategia y el programa del marxismo revolucionario en el siglo XX y en lo que va del XXI.
Descartamos que ustedes conocen el magnífico texto que Trotsky escribió en 1937, denominado “A 90 años del Manifiesto Comunista”, donde plantea con claridad qué cuestiones de dicho programa conservan su vigencia, y cuáles no, debido precisamente al cambio de época. Nosotros, por nuestra parte, firmamos total y completamente ese texto. En él, Trotsky plantea que siguen completamente vigentes en el Manifiesto del Partido Comunista el materialismo histórico; la afirmación de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases; la anatomía del capitalismo como etapa específica de la sociedad; la tendencia a la miseria; las crisis comerciales e industriales como una serie de catástrofes cada vez mayores; la definición del estado burgués; la necesidad de tomar el poder mediante el derrocamiento por la fuerza del poder burgués; la necesidad de que el proletariado se organice como clase dominante; el carácter internacional de la revolución proletaria; la definición del socialismo como extinción del estado; la afirmación de que los obreros no tienen patria que es la base del internacionalismo proletario.
Luego de ello, Trotsky plantea en ocho puntos cuáles son los aspectos del Manifiesto que es necesario corregir y ampliar. Entre ellos, los siguientes:
“1. Marx enseñó que ningún sistema social desaparece de la arena de la historia antes de agotar sus potencialidades creativas. El Manifiesto censura violentamente al capitalismo por retardar el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, durante aquel período, como así también en las décadas siguientes este retraso era de naturaleza sólo relativa. Si hubiera sido posible en la segunda mitad del siglo diecinueve organizar la economía sobre bases socialistas, sus ritmos de crecimiento hubieran sido inconmensurablemente mayores. Pero este postulado teóricamente irrefutable no invalida el hecho de que las fuerzas productivas siguieron expandiéndose a escala mundial hasta las vísperas de la Guerra Mundial. Sólo en los últimos veinte años, pese a las más modernas conquistas de la ciencia y la tecnología, ha comenzado la época de decidido estancamiento y aún decadencia de la economía mundial. La humanidad está empezando a gastar su capital acumulado, mientras la guerra amenaza con destruir las mismas bases de la civilización en los años venideros. Los autores del Manifiesto pensaban que el capitalismo sería derrocado mucho antes de llegar el momento en que se transformaría de un régimen relativamente reaccionario en un régimen reaccionario en términos absolutos. Esta transformación tomó su forma definitiva sóo ante los ojos de la generación actual, y convirtió a nuestra época en la época de las guerras, las revoluciones y el fascismo.”
Y continúa Trotsky:
“2. El error de Marx y Engels en relación con las fechas históricas surgía por un la do de la subestimación de las posibilidades futuras latentes en el capitalismo, y por el otro, de la sobrevaloración de la madurez revolucionaria del proletariado. La revolución de 1848 no se convirtió en una revolución socialista como había pronosticado el Manifiesto, sino que abrió para Alemania la posibilidad de un vasto ascenso capitalista en el futuro. La Comuna de París demostró que el proletariado no puede quitarle el poder a la burguesía si no tiene para conducirlo un partido revolucionario experimentado. Mientras tanto el período prolongado de prosperidad capitalista que siguió produjo, no la educación de la vanguardia revolucionaria, sino más bien la degeneración burguesa de la aristocracia obrera, lo que a su vez se convirtió en el principal freno a la revolución proletaria. La naturaleza de las cosas hizo imposible que los autores del Manifiesto pudieron prever esta ‘dialéctica’.” (negritas nuestras)
Más adelante, Trotsky define con claridad el cambio de época, y a la época imperialista como “de las guerras, las revoluciones y el fascismo”. Afirma que el Manifiesto Comunista, el capitalismo era el reino de la libre competencia; que no se planteaba (ni podía plantearse) en él la cuestión del monopolio que Marx estableciera como tendencia recién en El Capital, y termina afirmando que “Fue Lenin quien dio una caracterización científica del capitalismo monopolista en su Imperialismo”.
Camaradas del POM, ¿coinciden o no ustedes con lo que Trotsky plantea en ese texto? ¿Coinciden o no con la afirmación de Trotsky de que en 1848 y durante todo el siglo XIX el capitalismo era un régimen relativamente reaccionario puesto que aún desarrollaba las fuerzas productivas, y con que a partir de la primera guerra mundial devino en imperialismo, que es reacción en toda la línea, tal como lo definiera Lenin? Y si consideran que esto es así, ¿por qué hacen semejante mixtura de dos programas que son para épocas distintas del desarrollo del capitalismo mundial?
Insistimos: para nosotros es clave que ustedes se definan sobre esta cuestión para poder avanzar en clarificar el debate establecido.
Es que en la época de desarrollo orgánico del capital, la expansión de las fuerzas productivas que se rebelaban contra las relaciones de propiedad, aún no habían chocado con las fronteras nacionales. Por lo tanto, como lo planteaba Trotsky “El Manifiesto censura violentamente al capitalismo por retrasar el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, durante aquél período, como así también en las décadas siguientes este retraso era de naturaleza sólo relativa. Si hubiera sido posible en la segunda mitad del siglo diecinueve organizar a economía sobre bases socialistas, sus ritmos de crecimiento hubieran sido inconmensurablemente mayores. Pero este postulado teóricamente irrefutable no invalida el hecho de que las fuerzas productivas siguieron expandiéndose a escala mundial hasta las vísperas de la Guerra Mundial. Sólo en los últimos veinte años, pese a las más modernas conquistas de la ciencia y la tecnología, ha comenzado la época de decidido estancamiento y aún decadencia de la economía mundial”.
Por ello, en la época del capitalismo de libre competencia, las fuerzas productivas continuaban desarrollándose, con crisis donde éstas se rebelaban contra las relaciones de propiedad. Pero las crisis eran la excepción, no la norma, a diferencia de lo que sucede en la época imperialista en la que la norma es que el sistema capitalista se come los beneficios de la producción e inicia su decadencia definitiva, y en la que los períodos de crisis, guerras, revoluciones y fascismo son la norma, y los períodos de estabilidad, la excepción. Para esta situación se ajustaron la teoría y el programa del proletariado internacional, y la organización de los revolucionarios a principios del siglo XX.
Es que el proceso de expansión del capital y del desarrollo máximo que las fuerzas productivas podían logran en el régimen capitalistas, se completó en los primeros años del siglo XX y culminó en 1914. Se produjo una enorme acumulación de capital en los países centrales, acumulación por la cual os mercados nacionales quedaban ultraestrechos, y se dio, en los países capitalistas avanzados, el proceso de fusión entre el capital bancario y el capital industrial, dando origen al capital financiero. Surgió el monopolio –“un homenaje que el capitalismo le hace al socialismo”, al decir de Lenin–, que fue la respuesta al hecho de que el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el régimen capitalista había dado todo de sí, de que éstas chocaban y chocan no sólo con las relaciones de producción –contra las que esas fuerzas productivas se siguen sublevando, ahora como norma–, sino y decisivamente, con el límite estrecho de las fronteras nacionales que las estrangulan y encorsetan. Así surgió el imperialismo, que es la exportación del capital financiero para la obtención de superganancias en las colonias y semicolonias, y surgió esta época de crisis, guerras, revoluciones y fascismo.
A esa decadencia de las fuerzas productivas enchalecadas en los estrechos límites nacionales, e sistema capitalista devenido en imperialismo le da respuesta y salida a su manera, con los cracs, con crisis y las guerras, es decir, el desarrollo de fuerzas destructivas. Es decir que lo que para ustedes –en vuestro documento de respuesta– es la excepción, ha demostrado ser claramente la norma de la época imperialista tal como lo planteaban la III Internacional de Lenin y Trotsky, y la IV Internacional para esta fase superior del capitalismo, su fase de agonía en que se estancan y dejan de crecer las fuerzas productivas.
Esto es lo que le sucedió al modo de producción capitalista a principios del siglo XX, de la misma manera que bajo el régimen feudal el avance de las fuerzas productivas cuando comenzaban a desarrollares el taller de la manufactura y las relaciones mercantilistas, chocaban no sólo con las relaciones de producción (relaciones de propiedad), sino también con las fronteras de los distintos feudos, y se hizo necesaria la revolución burguesa para romper ese cepo que constreñía a las fuerzas productivas –que habían dado un enorme salto con la revolución industrial– y al nuevo mercado por ellas creado, y para crear los estados nacionales.
Ustedes, camaradas del POM, no han respondido a nada de lo que planteáramos en nuestro anterior documento, porque hablamos idiomas diferentes, porque en esta discusión estamos ubicados en dimensiones distintas: nosotros estamos hablando de la época imperialista, la fase superior del capitalismo, su fase agónica. Ustedes, por el contrario, hablan como si estuviéramos en la época de desarrollo orgánico del capital, y se olvidan que el capitalismo de libre competencia es como una gallina que empolló huevos de cocodrilo: engendró el monopolio.
Cualquier lector avezado del llegado de la III y IV Internacionales a este respecto, que lea nuestros materiales podrá comprobar que lo que en ellos decimos y lo que aquí afirmamos no tiene nada de distinto con lo desarrollado por los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista y por toda la elaboración teórica del trotskismo, primero como Oposición de Izquierda y luego como IV Internacional en vida de Trotsky.
En vez de ofuscarse con nosotros, de tratarnos de “sectarios”, deberían discutir con las posiciones de la III y la IV Internacionales revolucionarias, con Lenin que definió magistralmente el imperialismo como una época distinta, como la fase superior del capitalismo.
c) Sobre la ley de desarrollo desigual y combinado
el gravísimo error teórico de negar de hecho el cambio de época, lleva a los camaradas del POM a un desbarranque completo en cuanto a la cuestión de la ley de desarrollo desigual y combinado, cuando dicen:
“Para terminar, resta detenerse en la cuestión del desarrollo desigual y combinado ¡Qué miseria! Tratar del fenómeno de infraproducción y de subproducción de la posguerra como si formara parte del fenómeno del desarrollo desigual y combinado propio de los países oprimidos y de economía tardía, países coloniales y semicoloniales”.
Esto que ustedes afirman es una aberración. Si la ley de desarrollo desigual y combinado rigiera sólo para los países coloniales y semicoloniales, se negaría a sí misma, no serviría para nada. Porque es precisamente el desarrollo desigual y la combinación –las dos leyes contenidas en la ley de desarrollo desigual y combinado– la que explica la relación desigualmente desarrollada y combinada que hay entre los países imperialistas y los países dominados y oprimidos, en la economía mundial dominada por el capital financiero internacional.
Parafraseándolos a ustedes, podríamos decir: ¡qué miseria, camaradas del POM, tratar a la ley de desarrollo desigual y combinado que es una de las leyes de la dialéctica, como un “fenómeno”! ¡Qué miseria, la insensatez de afirmar que rige únicamente para explicar la existencia de países coloniales y semicoloniales, cuando caramente para Lenin y Trotsky es una ley que rige a toda la historia de la humanidad, y como no podía ser de otra manera, también el surgimiento y desarrollo del modo de producción capitalista!
Podríamos abundar en citas, pero nos limitaremos a la magnífica exposición de la ley de desarrollo desigual y combinado que hizo Trotsky –polemizando con el stalinismo en su período centrista burocrático– en su “Crítica al programa de la Internacional Comunista”. Dice Trotsky en su capítulo sobre “El internacionalismo”, discutiendo específicamente sobre la ley de desarrollo desigual y combinado, diciendo:
“… toda la historia de la humanidad se desarrolla en medio de una evolución desigual. El capitalismo sorprende ya a las diferentes partes de la humanidad en grados diferentes de evolución, cada uno de los cuales contiene profundas contradicciones internas. La gran variedad del nivel alcanzado y la desigualdad extraordinaria del ritmo de desenvolvimiento de las diversas partes de la humanidad, en el curso de los diferentes períodos, constituyen la posición de partida del capitalismo. Sólo gradualmente éste se hace dueño de la desigualdad que ha heredado, la torna evidente y la modifica empleando sus propios métodos y marchando por sus propias rutas. Distinguiéndose en esto de los sistemas económicos que le precedieron, el capitalismo tiene la propiedad de tender continuamente hacia la expansión económica, de penetrar en regiones nuevas, de vencer las diferencias económicas, de transformar las economías provinciales y nacionales, encerradas en sí mismas, en un sistema de vasos comunicantes, de acercar así, de igualar el nivel económico y cultural de los países más avanzados y más atrasados. No se puede concebir sin ese proceso fundamental la nivelación relativa, primero de Europa y de Inglaterra, después de América y de Europa, la industrialización de las colonias, que disminuye la diferencia existente entre la India y la Gran Bretaña, así como todas las consecuencias de los procesos enumerados, en las cuales se basa no sólo el programa de la Internacional Comunista, sino su propia existencia.
Pero al aproximar económicamente los países y a igualar el nivel de desarrollo, el capitalismo obra con sus métodos, es decir con métodos anárquicos, que zapan continuamente su propio trabajo, oponiendo un país y un ramo de la producción a otro(aunque a ustedes no les guste, camaradas del POM, NdeR), favoreciendo el desenvolvimiento de ciertas partes de la economía mundial, frenando o paralizando el de otras. Sólo la combinación de esas dos tendencias fundamentales, centrípeta y centrífuga, nivelación y desigualdad, consecuencias ambas de la naturaleza del capitalismo, nos explica el vivo entrelazamiento del proceso histórico.
A causa de la universalidad, de la movilidad, de la dispersión del capital financiero, que penetra en todas partes de esta fuerza animadora del imperialismo, éste acentúa aún esas dos tendencias. El imperialismo une con mucha más rapidez y profundidad en uno solo los diversos grupos nacionales y continentales; crea entre ellos una dependencia vital de las más íntimas; aproxima sus métodos económicos, sus formas sociales y sus niveles de evolución. Al mismo tiempo, persigue ese “fin”, que es suyo, por procedimientos tan antagónicos, dando tales saltos, efectuando tales razzias en los países y regiones atrasadas que él mismo perturba la unificación y la nivelación de la economía mundial, con violencias y convulsiones que las épocas precedentes no conocieron. Sólo esta concepción dialéctica, y no abstracta y mecánica, de la ley de desarrollo desigual permite evitar el error radical al cual no ha podido escapar el proyecto de programa propuesto por el VI Congreso”. (negritas nuestras)
Así concibe el marxismo la ley de desarrollo desigual y combinado como una de las leyes fundamentales de la dialéctica, que explica el desarrollo de toda la historia de la humanidad, en la cual se “basa no sólo el programa de la Internacional Comunista, sino su propia existencia”.
Sobre la ley de desarrollo desigual y combinado se sustenta, nada más y nada menos, que la teoría de la revolución permanente que no se refiere solamente a los “países coloniales y semicoloniales”, sino que versa, como dice el propio Trotsky, “sobre el carácter, el nexo interno y los métodos de la revolución internacional en general”. (¿Qué es la revolución permanente? Tesis fundamentales, León Trotsky).
Los llamamos, camaradas del POM, a rever esa afirmación que ustedes hacen sobre la cuestión del desarrollo desigual y combinado y la concepción que ella expresa, que no tiene nada que ver con la teoría marxista. Por el contrario, la visión de que la ley de desarrollo desigual y combinado sólo regía para los países coloniales y semicoloniales, o capitalistas atrasados, era la posición de Stalin y Bujarin. Contra esa posición se levantó la Oposición de Izquierda en la III Internacional, puesto que Stalin y Bujarin, con esa premisa, liquidaban la definición de una economía mundial dominada por los monopolios y el capital financiero, tanto en los países imperialistas, en el mundo semicolonial e inclusive subordinando mediante el mercado mundial, su comercio y finanzas, al estado obrero naciente.
Por esta aberración que ustedes plantean, es que les suena como si habláramos en chino cuando nosotros nos referimos al desarrollo desigual y combinado de las distintas ramas de la producción. Pero sepan, camaradas, que esa posición no es un invento argentino como el dulce de leche: es el legado teórico de la III y la IV Internacionales. En todo caso, es contra ese legado que ustedes deberían discutir.
d) El POM confunde ciclo industrial con ciclo económico
En vuestro documento, ustedes citan el texto de la III Internacional en su Tercer Congreso que, entre otras cosas, contiene la definición de la crisis de subproducción para la Europa de 1920.
Ese texto dice en su punto 9 que ustedes citan: “De esta manera, la crisis de 1920, es esencial para la comprensión de la situación mundial, no es una etapa del ciclo ‘normal’, industrial, sino una reacción más profunda contra la prosperidad ficticia del tiempo de la guerra y de los dos años que siguieron, prosperidad basada sobre la destrucción y el agotamiento”. (Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista, negritas nuestras)
Ya antes, en el punto 6, dichas tesis plantean: “La guerra imperialista estalló en la época en que la crisis industrial y comercial que tuvo nacimiento en América en 1913, comenzaba a invadir Europa.
El desenvolvimiento normal del ciclo industrial fue interrumpido por la guerra que se convirtió en el factor económico más importante”.
De esta cita de la resolución de la III Internacional ustedes concluyen, como veremos luego, que la crisis de subproducción de la primera y segunda posguerra, “no son ciclos normales del sistema capitalista”.
Pero aquí, camaradas del POM, ustedes están confundiendo claramente las categorías. Porque las Tesis de la III Internacional hablan del “ciclo industrial normal”, es decir, del ciclo de uso y desgaste del capital muerto, o sea, de las maquinarias, y no del ciclo económico, que es en el sentido que ustedes lo utilizan. El verdadero ciclo económico que define esa cita que reprodujimos más arriba, es el de la guerra interrumpiendo el ciclo industrial. El sujeto, el “ciclo económico”, en esta cita, es la guerra. Y que la guerra cambia el ciclo “normal” industrial, es la ley de toda la época imperialista. Y cuando esto no sucede, es la excepción, no la norma.
Para nosotros, en la época imperialista, el ciclo industrial “normal” es interrumpido a cada paso por las guerras, por los cracs, y es “resuelto” por el capitalismo en su fase agónica mediante la producción de fuerzas destructivas. Esa, para nosotros, es la norma en la época imperialista. Esto, camaradas, no es un invento nuestro: es el programa definido por la III Internacional en vida de Lenin con el cual hoy ustedes, lamentablemente, están rompiendo desde el punto de vista teórico.
La categoría de “ciclo industrial” –que hemos definido sintéticamente arriba– es una categoría diferente a la de “ciclo económico” (al decir de Trotsky, los ciclos económicos son como la respiración del capitalismo y existirán mientras éste se sobreviva). Ustedes hoy, en vuestro documento, confunden ciclo industrial con ciclo económico, demostrando una vez más que no comprenden la cuestión de los ciclos económicos del capitalismo –en su época de desarrollo orgánico, y en su época imperialista–, tal como planteáramos en nuestra crítica anterior.
Veamos nuevamente cómo planteaba esta cuestión de norma y excepción, de ciclo industrial y de ciclos económicos la III Internacional, esta vez en su Cuarto Congreso de noviembre de 1922. En él, en su “Resolución sobre la táctica de la Internacional Comunista”, se parte de reafirmar las resoluciones de su Tercer Congreso sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista, y se agrega, en el capítulo titulado “El período de decadencia del capitalismo”:
“Después de haber analizado la situación económica mundial, el tercer Congreso pudo comprobar con la más completa precisión que el capitalismo, después de haber cumplido su misión de desarrollar las fuerzas productivas, entró en una contradicción infranqueable respecto de las necesidades no solamente de la evolución histórica actual, sino también de las condiciones de existencia humana más elemental. Esta contradicción fundamental se reflejó particularmente en la última guerra imperialista y se agravó aún más por esta guerra que sacudión de una manera profunda el régimen de producción y de circulación. El capitalismo, que sobrevivió a sí mismo, entró en la fase donde la acción destructora de sus fuerzas desencadenadas arruinan y paralizan las conquistas económicas creadoras ya obtenidas por el proletariado durante la esclavitud capitalista.
El aspecto general de la ruina de la economía capitalista no se atenuó con las fluctuaciones inevitables que son propias del sistema capitalista, tanto en su decadencia como en su ascenso. Las tentativas hechas por los economistas nacionalistas burgueses y socialdemócratas para presentar el progreso verificado en la segunda mitad de 1921 en los Estados Unidos y, en una medida mucho menor, en Japón y en Inglaterra, como también en parte en Francia y en otros países, como un índice de restablecimiento del equilibrio capitalista, se basan en parte en la voluntad de alterar los hechos y en parte de la falta de perspectiva de los sirvientes del capital. El Tercer Congreso, inclusive antes del comienzo del auge industrial actual, había previsto este auge en el futuro más o menos cercano, y lo había definido desde aquel entonces, de una forma bien precisa como una ola superficial sobre el fondo de la destrucción creciente de la economía capitalista. Se puede prever claramente desde ahora que si el auge actual de la industria no es susceptible, inclusive en un futuro lejano, de restablecer el equilibrio capitalista o de curar las heridas abiertas dejadas por la guerra, la próxima crisis cíclica, cuya acción coincidirá con la línea principal de destrucción capitalista, no hará más que agravar todas las manifestaciones de esta última, y por consecuencia también en gran medida incidirá sobre la situación revolucionaria.
Hasta su muerte, el capitalismo estará preso de estas fluctuaciones cíclicas. Solamente la conquista del poder por el proletariado y la revolución mundial socialista podrán salvar a la humanidad de eta catástrofe permanente provocada por la persistencia del capitalismo moderno. Lo que el capitalismo atraviesa hoy día no es más que su agonía. La caída del capitalismo es inevitable”. (negritas nuestras)
e) Nuevamente sobre norma y excepción
El grave error de ignorar el cambio de época del capitalismo sucedido en 1914, los lleva a los compañeros del POM, no a nosotros, sino a ustedes, con vuestro eclecticismo, a transformar la norma en excepción, y viceversa. En vuestro documento reconocen –por fin, lo que, como hemos dicho, es sin duda un avance– que existen las crisis de infraproducción y subproducción, cuando dicen “…es claro y evidente que el período de guerra y de posguerra que fue el período de la 1ª guerra y fue también el período de la 2ª gran guerra, se da el fenómeno de infraproducción y subproducción, es lógico que haya también un período capitalista de respiro (…)”. Pero a continuación concluyen diciendo que éstos “son períodos específicos, no son ciclos normales del sistema capitalista…”
Es decir, que para ustedes, las guerras y los ciclos económicos a ellas ligados son la excepción, y no la norma, no el funcionamiento “normal” del capitalismo.
A nuestro entender, esa afirmación vuestra niega la definición marxista de la época imperialista del capitalismo como una época de “crisis, guerras y revoluciones”, de decadencia del capital, donde la guerra –es decir, la destrucción de fuerzas productivas y la producción de fuerzas destructivas– es el factor económico más importante, la norma, la regla que ustedes, en vuestra respuesta, niegan abiertamente. Esta es una ruptura teórica abierta con las bases teóricas fundamentales de la III y de la IV Internacionales, cuestión, cuestión sobre la que creemos que ustedes deben volver a reflexionar.
No volveremos a poner aquí las citas al respecto del III Congreso de la Tercera Internacional, que ya reprodujéramos extensamente en nuestro documento anterior, y a las que ustedes no han respondido. Pero queda claro que para ustedes, lejos de ser el “factor económico más importante”, la guerra como motor de la destrucción de fuerzas productivas y la producción de fuerzas destructivas, el crac, la revolución y el fascismo, son la excepción, y no la norma del funcionamiento del capitalismo en nuestra época.
Realmente, es una muy rara “excepción”. Porque a decir verdad, desde 1914, es la guerra y el consecuente desarrollo de fuerzas destructivas los que, como “factor económico más importante”, explican el devenir histórico del capitalismo en su época imperialista.
No nos extenderemos sobre el período de 1914 a 1918, en que se desarrolló la primera guerra mundial. Pero es claro que fue la preparación de la segunda guerra imperialista lo que marcó todo el período de 1918-1938. Decía Trotsky ya en 1921: “…la última guerra de los pueblos, que ha ‘resuelto’ a su manera la cuestión europea, ha señalado a la vez en toda su amplitud el problema mundial, a saber, ¿quién dominará el mundo, Inglaterra o los Estados Unidos. Los preparativos para una nueva guerra mundial se hacen a toda marcha” (La situación económica mundial y las nuevas tareas de la Internacional Comunista).
A la salida de la segunda guerra mundial, el ciclo de crecimiento de la posguerra se da entonces, y como excepción, sobre la base de todo lo destruido previamente por la guerra y por el crac, del estrangulamiento de la revolución en las potencias imperialistas europeas, y de la transformación en ramas de producción civil de toda la tecnología desarrollada para la guerra –es decir, de fuerzas destructivas– como la aviación, la televisión, comunicaciones, automóvil, etc. Esa fue la excepción, porque desde 1912 hasta 1945, a norma fue la guerra.
Es a la salida de la segunda guerra mundial cuando el imperialismo norteamericano emerge claramente y se consolida como el imperialismo dominante, que se da el llamado “boom de la posguerra”, que no fue sino un ciclo de crecimiento económico parcial de apenas 10/12 años en las potencias imperialistas. Fue una excepción; un ciclo de crecimiento de sólo 10/12 años en un período de casi 40 años, y además restringido a los países imperialistas, puesto que el tan cacareado “boom” se hizo a costa del hundimiento de países coloniales y semicoloniales, de guerra y de masacre en ellos.
Pero, además, fue una excepción relativa también, puesto que toda la segunda posguerra estuvo marcada por la carrera armamentística –es decir, por la producción de fuerzas destructivas– con la que la burguesía imperialista hacía jugosos negocios y que transformó a la economía norteamericana en motor de la economía mundial. ¿O nos van a decir, camaradas del POM, que en la transformación de Japón en la segunda potencia imperialista mundial en cuanto a PBI y productividad del trabajo, se hizo a partir de la década del ‘50 vendiendo arroz? No, camaradas: el Japón vencido en la guerra mundial, conquistado por los norteamericanos con dos bombas atómicas, volvió a levantarse como potencia imperialista vendiendo microchips y sistemas electrónicos para la maquinaria de guerra norteamericana. Volvió a ponerse de pie acumulando durante décadas billones de dólares en Bonos del Tesoro norteamericano, como capital ficticio, creando una burbuja financiera que estallara durante los años 1968-74, y de forma catastrófica a principios de los ‘90.
Pero además, todo el “boom” de los llamados “Tigres asiáticos” –Corea del Sur, Taiwán, etc.– no fueron más que epifenómenos secundarios de esa ubicación del imperialismo japonés produciendo para la industria de guerra norteamericana durante toda la segunda posguerra.
Con esa carrera armamentística, el imperialismo mundial hacía grandes negocios, y al mismo tiempo, mantenía disciplinados a sus agentes de la burocracia stalinista, a los que llevaba a gastar en esa carrera enormes recursos de los estados obreros, apostando así a debilitar a dichos estados en que la burguesía había sido expropiada.
La década del ‘80, luego del aborto del ensayo general revolucionario mundial de 1968-74, fue nuevamente de enorme producción de fuerzas destructivas, con el estado yanqui bajo el mando de Reagan invirtiendo sumas siderales en la investigación y el desarrollo de armamento y su famosa “Guerra de las Galaxias”.
Tan grande fue la carrera armamentística a la que la burocracia stalinista tuvo que surgirle el ritmo desinvirtiendo en las ramas de producción de artículos de consumo, que llevó a una brutal escasez y crisis de subproducción en os estados obreros. Luego hubo que dar una salida que permitiera consumir esas enormes fuerzas destructivas creadas por los estados obreros, y la burocracia la encontró, de forma contrarrevolucionaria con guerra entre estados obreros. Ahí estuvo, por ejemplo, la guerra entre China y Vietnam, que fue la forma en que esas burocracias consumían las armas creadas como mercancías, para tratar de resolver la crisis de sobreproducción armamentística.
Esas burocracias se dedicaron a guerrear entre estados obreros con ese fin, puesto que era claro que jamás pensaron en utilizar esas armas contra el imperialismo, con el que estaban en “coexistencia pacífica”.
A esta altura de debate, camaradas, es claro que vuestra posición y la norma que ustedes han establecido, son completamente inútiles para explicar e interpretar los acontecimientos de los 91 años que han pasado desde el advenimiento de la época imperialista en 1914.
Porque además, durante la posguerra, en el período de Yalta, todas las potencias imperialistas europeas ligaron su producción al armamento, y se sometieron a la OTAN. Únicamente Francia, que tienen la bomba atómica y poderío nuclear, no se sometió a la OTAN. Es más, durante la década del ‘80, el imperialismo francés logró importantes avances en la industria aeronáutica –con el llamado Airbus–, basado en la industria de guerra que fue la que proveyó toda la investigación y el desarrollo aeronáutico.
¡Parece mentira tener que discutir estas cuestiones elementales entre marxistas revolucionarios del siglo XXI! La crisis del legado de la IV Internacional, después de décadas del accionar de los revisionistas y liquidadores del trotskismo, es verdaderamente profunda ¡Cuánta validez tiene entonces este debate teórico entre dos corrientes que nos reivindicamos del marxismo revolucionario!
Pero retomando el hilo de la discusión sobre la guerra y la producción de fuerzas destructivas como factor económico más importante a partir de 1914, podríamos decir que hay una segunda pequeña excepción a esta norma, provocada –después de décadas de carrera armamentística en la segunda posguerra– por la caída de los estados obreros y la imposición de la restauración capitalista en ellos a partir de 1989. Así, los primeros cinco años de la década del ‘90 estuvieron marcados por un ciclo corto de crecimiento económico en los Estados Unidos, basado en las ramas de las llamadas “nuevas tecnologías” –Internet, computación, telefonía celular, etc.– que surgieron como subproducción de la reconversión en industria civil de la industria de guerra de los ‘80. Los monopolios parásitos de la industria de guerra yanqui transformaron en rama de producción civil las inversiones de 40 años en la industria de guerra. La posterior caída de la tasa de ganancia en esas ramas de las “nuevas tecnologías” fue lo que motorizó el estallido de la crisis económica mundial en 1997, y que se expresó como crisis de sobreproducción en las mismas.
Durante ese ciclo de los primeros años de los ‘90, se dio el hundimiento de Japón que se sumió en una recesión de más de 10 años. Es que ese ciclo corto de crecimiento de la era Clintoniana, fue el ciclo basado en las ramas de las nuevas tecnologías, y entró en crisis, por lo tanto, esa relación previa de décadas del imperialismo japonés como proveedor de microchips para l industria de guerra yanqui.
Al mismo tiempo, la producción de fuerzas destructivas se fortalecía en Europa, impulsada por el bloque de Francia, Alemania y demás potencias imperialistas que conformaban la “Unión Europea” y competían con el imperialismo norteamericano. Por ello, las potencias europeas tomadas de conjunto invertían en la producción armamentística las mismas cifras siderales que los Estados Unidos.
Aún así, no podemos olvidar que este fue un período de decenas de guerras nacionales y de guerras fratricidas, a través de las cuales el imperialismo continuó su carrera armamentística: 1990-91fue la primera Guerra del Golfo que destruyó a bombazos Irak, de 1990 a 1995 fue la primera guerra de los Balcanes con la ocupación de Bosnia; en 1999, la segunda guerra de los Balcanes con la ocupación de Kosovo; la intervención yanqui en Somalia, la intervención francesa en Costa de Marfil, decenas de guerras fratricidas impulsadas por las potencias imperialistas en África desangrada, y también en las antiguas repúblicas de la ex URSS, en las que la restauración capitalista se realizó sobre la base del saqueo de las materias primas y con la burocracia reciclada en burguesía apropiándose del antiguo aparato industrial-militar para vender armas a granel en todo el mundo.
Por eso, una vez que estalló la crisis económica y financiera mundial de 1997, con sus sucesivas rondas, y sobre todo a partir del crac que en 2001 golpeó a los Estados Unidos, se volvió rápidamente a la norma: el imperialismo dominante salió de esa crisis con 500.000 millones de dólares invertidos por el estado yanqui volcados al aparato industrial-militar y en el presupuesto de guerra, con las guerras de Afganistán e Irak con su subsecuente destrucción de fuerzas productivas, descargando sus costos sobre los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo y sobre su propia clase obrera, y arrodillando a sus competidores imperialistas alemanes y franceses, llenando el mundo de bases militares, etc. Tan es así que sólo en el África el imperialismo norteamericano tiene más de 70 bases militares, que se suman a bases imperialistas francesas, británicas, etc. Lo mismo sucede en América Latina, en Asia.
Por ello, camaradas, a esta altura del debate teórico, vuestra posición nos parece ya desopilante ¿De qué mundo nos están hablando, camaradas? ¿Del planeta Tierra o de otro? porque la producción de fuerzas productivas es la locomotora de la supervivencia del sistema capitalista putrefacto en su época imperialista. Esa es la norma.
Son ustedes los que deben demostrar, en contra de todo el legado de la III y la IV internacionales, que en el siglo XX y lo que va del XXI la norma serían los ciclos industriales "normales", como en la época de desarrollo orgánico del capital.
Nosotros afirmamos que en la época imperialista, las guerras, los cracs, las crisis, el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución son la norma, y los periodos de crecimiento económico y de "paz social" la excepción. Para ustedes, por el contrario, las guerras, la destrucción de fuerzas productivas, etc., son "periodos específicos” es decir, excepciones, y no el "ciclo normal" del capitalismo en nuestra época que a cada paso interrumpe, o bien sostiene ficticiamente, los ciclos industriales.
Camaradas del POM: estamos en la época imperialista, donde el mundo está dominado por un puñado de parásitos que viven en los países imperialistas de cortar cupones de las acciones de las transnacionales que saquean el planeta y obtienen enormes superganancias con la explotación de los trabajadores del mundo colonial y semicolonial, con las masacres y las guerras.
A Marx y a Engels no se les puede pedir que tuvieran, en 1848, esta visión de la época imperialista, de la fase superior del capitalismo. Ellos apostaban al triunfo de la revolución proletaria al menos en una serie de países avanzados antes de que el capitalismo se transformara en reacción en toda la línea. Pero a ustedes, camaradas del POM, que viven en el siglo XXI, sí.
Pero lamentablemente, según vuestra concepción, lo que domina en esta época son las leyes mecánicas del desarrollo capitalista que seguirían actuando exactamente igual que en la época de desarrollo orgánico del capital. Para nosotros, lo que domina en esta época son las guerras, crisis, cracs y enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución.
Los cambios bruscos que al decir de Trotsky permiten que se pase "de una situación francamente revolucionaria, donde el Partido Comunista puede pretender arrancar el poder, a la victoria de la contrarrevolución fascista o semi fascista; de esta última al régimen provisorio del justo medio (...) Que vuelve inmediatamente las contradicciones tantas filosas como una navaja y plantea claramente el problema del poder" ("Stalin, el gran organizador de derrotas").
Lamentablemente, camaradas, lo que ustedes afirman son exactamente las premisas de las que parten todos los reformistas que niegan, justamente, este carácter de la época imperialista.
Camaradas, si compartimos la definición de las distintas premisas económicas que determinan la época de libre competencia del capitalismo y su época imperialista de decadencia y agonía, los invitamos a que vuelvan a leer la critica que les hiciéramos en el punto 4) de nuestro documento "Los debates al interior del Comité de Enlace, en su 3ª Pre-Conferencia". Ustedes no pueden negar todo el legado del marxismo revolucionario en la época imperialista cuya constitución significó el desgarramiento del proletariado internacional.
Es que si llevan la lógica de vuestro documento hasta el final, tendrían que decir que el programa de la III y de la IV Internacionales revolucionarias sólo regiría para lo que ustedes ven como la excepción, y que para la norma, para lo que ustedes definen como el funcionamiento "normal" del capitalismo, regiría el programa del reformismo.
Ya existen corrientes que plantean esto explícita y abiertamente. Por ejemplo, el PTS de Argentina plantea que el Programa de Transición es válido para las situaciones excepcionales - de revolución o luchas revolucionarías de masas-, pero que para los periodos de funcionamiento normal del capitalismo, hay que aplicar a Gramsci, es decir el programa del reformismo. Hacia allí conduce el peligroso camino de desconocer todo el legado teórico del marxismo revolucionario del siglo XX.
f) Una vez más sobre la teoría pablista de los "bloques"
Ustedes nos dicen que somos "sectarios" porque comparamos la formulación del documento de vuestro VII Congreso que plantea que "por largos años se configuraron dos bloques hegemónicamente opuestos: socialistas versus capitalistas" con la posición del pablismo al respecto.
Pero, acto seguido, en vuestra posición sobre el Plan Marshall, vuelven a expresar con claridad y nitidez la posición pablista de los bloques, cuando dicen:
"El Plan Marshall también tenía otra estrategia, al igual que el Plan Wilson: fortalecer el campo capitalista versus la pesadilla del Socialismo e imponer condiciones al armamento de éstos".
Camaradas del POM pueden ustedes ofuscarse y encerrarse sobre ustedes mismos como un armadillo, pero lamentablemente, esto que ustedes escribieron sobre el Plan Marshall es una posición calcada de la del pablismo, que le lava la cara teóricamente a la burocracia stalinista.
Porque la verdad es que Plan Marshall sólo se implementó una vez que el stalinismo estranguló y entregó las revoluciones que la guerra había parido, en Occidente y en Oriente. Lo que "fortaleció el campo capitalista" -para usar vuestras palabras- no fue el Plan Marshall, sino fundamental y decisivamente la traición de la burocracia estalinista que cumplió a rajatabla -como agente del imperialismo- lo que había firmado en los pactos de Yalta y Potsdam: se encargó de que no avanzara la revolución proletaria en Francia y en Italia, con los Partidos Comunistas garantizando el desarme de los maquis y los partisanos, respectivamente, es decir, de la clase obrera; y en Grecia, directamente masacrando por la espalda a la resistencia que se negaba a entregar las armas. Y se encargó también de controlar y contener en los países del Glacis, en los que impuso gobiernos de frente popular e intentó mantener la propiedad privada; y luego, cuando no logró impedir que las masas expropiaran a la burguesía, los controló desde su nacimiento como estados obreros deformados, oprimiéndolos brutalmente inclusive.
Sólo cuando esta obra de traición estuvo completada, y cuando la amenaza de la revolución proletaria dejó de estar presente en la Europa imperialista, fue que el imperialismo norteamericano lanzó el Plan Marshall, e hizo fabulosas ganancias. Y no podía ser de otra manera, porque los capitalistas no invierten y menos esas sumas siderales- si no están seguros de que obtendrán fabulosas ganancias y de que podrán explotar a una clase obrera sometida que no les de sobresaltos.
Por ello, les guste o no camaradas del POM, lamentablemente caen en una posición pablista que termina lavándole a la cara teóricamente a la burocracia stalinista a la que presentan como "pesadilla" para el sistema imperialista, cuando por el contrario, esta era su agente, como lo es toda dirección contrarrevolucionaria, toda burocracia y aristocracia obrera.
g) Las consecuencias de ignorar el cambio de época en relación a la concepción de partido revolucionario
Creemos que lo más peligroso de vuestra posición de ignorar el cambio de época y de citar al Manifiesto Comunista justamente en lo que éste tiene de caduco, es las consecuencias que ello puede tener en la concepción de partido. Porque el Manifiesto Comunista, sobre la base de la premisa material que éste plantea, pregona (correctamente para aquella época), la necesidad de un partido único de la clase obrera.
Así, dice con claridad en su Capítulo II "Proletarios y Comunistas": "¿Cuál es la posición de los comunistas con respecto a los proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partido obreros’’. (negritas nuestras)
Camaradas del POM, hay que ser consecuentes- si ustedes afirman que hoy el capitalismo funciona tal cual lo planteaba el Manifiesto Comunista en 1848, deberían luchar por un partido único de la clase obrera.
Hasta allí los lleva vuestra posición de ignorar el cambio de época, el advenimiento de la época imperialista que, tal como lo definiera Lenin significa la escisión del socialismo, es decir, la compra y corrupción por parte de la burguesía de una fracción de la clase obrera: la aristocracia burocracias obreras y sus partidos contrarrevolucionarios. El advenimiento de la época imperialista significó que -exactamente al revés de lo que dice el Manifiesto Comunista-, a partir de 1902-03 en Rusia, y a partir de 1914 a nivel mundial, “los comunistas" formamos con claridad un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros, que son reformistas y agentes directos de la burguesía imperialista, o centristas. No en vano Trotsky plantea, en “A 90 aftas del Manifiesto Comunista” que la que se refería a ia crítica de la "literatura socialista" y a la actitud frente a los demás “partidos de la oposición”, es la parte más envejecida del Manifiesto del Partido Comunista.
h) Las nuevas contradicciones teóricas en las que se ha enredado en POM con su eclecticismo entre d Manifiesto Comunista y el Programa de Transición
Camaradas del POM: en conclusión, debemos decir que, a nuestro entender y como dijimos al inicio de esta carta, pareciera ser que nuestras diferencias teóricas sobre la cuestión de la crisis de la economía capitalista mundial no hacen más que profundizarse. Para nosotros, vuestra respuesta constituye un documento que, lejos de contribuir a "recomponer la teoría marxista para poder recomponer y conquistar cada vez más una práctica revolucionaria", avanza peligrosamente por el camino del revisionismo, porque no define e ignora el hecho de las dos épocas netamente diferenciadas que ya ha dado el modo de producción capitalista, y los distintos programas que de ello se desprenden.
Para la época de desarrollo orgánico del capital, una teoría de revolución ininterrumpida, de Marx y Engels; y un programa que en el siglo XIX fue para luchar por la dictadura del proletariado cuando en los períodos de crisis, venía la revolución; y que luego, en el período de enorme desarrollo de las fuerzas productivas entre los años 1880 y 1912, fuera el programa mínimo y el programa máximo de la II Internacional.
Y para la época imperialista, de agonía del capital y decadencia de las fuerzas productivas, una teoría-programa de la revolución permanente expresada, como continuidad del bolchevismo, en el Programa de Transición de la IV Internacional.
Dos épocas distintas que determinan, la primera, la lucha por un partido único de la clase obrera que incluyera a los comunistas que sólo se distinguían por hacer "valer los intereses comunes a todo el proletariado independientemente de la nacionalidad" y por representar "siempre los intereses del movimiento en su conjunto" (Manifiesto Comunista). Y la época imperialista que, por el contrario, significa una verdadera guerra civil al interior del movimiento obrero contra la aristocracia y la burocracia obreras como agentes de la burguesía en las filas del movimiento obrero.
Son ustedes, camaradas del POM, los que deben definir si consideran que el Manifiesto Comunista es igual al Programa de Transición, que es el programa para la revolución socialista mundial en esta época imperialista de agonía del capital.
La tragedia de 1914 estuvo dada precisamente por el hecho de que la socialdemocracia se quedó marcando el paso en el mismo lugar, en las condiciones de la época, y terminó votándolo los créditos de guerra y arrastrando a la clase obrera a la primera carnicería mundial imperialista.
Por el contrario, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Liebcknecht, fueron capaces de ver el cambio de época y de ajustar mediante el materialismo dialéctico, a la nueva época que nacía, la teoría, la estrategia y el programa del proletariado mundial y la organización de los revolucionarios, cuyas máximas expresiones fueron la teoría de la revolución permanente, el programa de transición, la fundación de la III Internacional revolucionaria, y de la IV Internacional como su verdadera continuidad.
Ustedes, camaradas del POM, nos acusan de ver aspectos parciales de la situación mundial, y no su totalidad. Parecen no entender que, para nosotros, la totalidad es esta época de cracs, guerras, revoluciones y fascismo, de cambios bruscos y violentas oscilaciones. Lamentablemente son ustedes los que ni siquiera se aproximan a la totalidad, repitiendo fórmulas hoy ya envejecidas y que no dan cuenta de estos profundos cambios que significó, para la teoría y el programa marxista, el advenimiento de la época imperialista.
Ya en la 2ª Pre-Conferencia del Comité de Enlace, en febrero de 2005, les respondimos a una visión anquilosada que ustedes tienen de la definición que hace el Programa de Transición sobre el "estado pre-revolucionario de la sociedad", y que no les permitía ver la revolución ni la contrarrevolución, lo que para todo revolucionario significa la ceguera total.
Luego, en sucesivos documentos, el POM ajustó esta cuestión teórica, admitiendo que podía haber situaciones revolucionarias y revoluciones sin que existiera el partido revolucionario. Fue esto lo que nos permitió intervenir en revoluciones concretas, inclusive con un programa común, como frente a la heroica revolución boliviana que nos acercó enormemente a todos los marxistas revolucionarios integrantes del Comité de Enlace.
Ahora bien, hoy ustedes están en otra contradicción teórica: preguntamos, ¿por qué la definición de “estado pre-revolucionario” que está en el Programa de Transición y que ustedes toman para lodo un periodo histórico, no figura en el Manifiesto Comunista de Carlos Marx de 1848 cuando ya había comenzado la rebelión de las fuerzas productivas contra las relaciones de propiedad y las crisis cíclicas que de ello derivaban?
¿Hasta dónde llega, camaradas, el eclecticismo del POM. entre el Manifiesto Comunista y el Programa de Transición? ¿Tiene algún límite?
Ese eclecticismo de los programas del marxismo revolucionario de dos épocas distintas del sistema capitalista, le provoca al POM -que se ha perdido entre tres pinos- nuevas contradicciones teóricas: porque, camaradas, es claro que el Manifiesto Comunista contiene un programa para una revolución ininterrumpida (como la concebían correctamente para 1848 Marx y Engels), y no un programa de transición.
No podía ser de otra manera, puesto que es recién en la época imperialista, de reacción en toda la línea, época de crisis, guerras y revoluciones, que las demandas más mínimas y democráticas ya no pueden ser resueltas por el capitalismo decadente. Volvemos a preguntamos: el eclecticismo teórico del POM, ¿Tiene algún límite?
Es claro que ubicados como están ustedes, les debe sonar muy bien a los oídos la arcaica definición del Manifiesto Comunista sobre cómo se ubican los comunistas en el movimiento del proletariado, es decir, que “Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros". Y les deben sonar "sectarias'', ultraizquierdistas y dignas de trogloditas, nuestras apreciaciones sobre la construcción del factor subjetivo, es decir, nuestra lucha por poner en pie partidos leninistas de combate insurreccionalistas -sí, camaradas, partidos para la toma del poder mediante la insurrección proletaria-, que, por supuesto, acompañen al proletariado en todas sus demandas y luchas cotidianas, pero sabiendo que ninguna de ellas tiene solución sin la toma del poder.
Lo que sí es incomprensible es que ustedes, camaradas de POM, afirmen como lo hacen en vuestro documento que nosotros "Desprecian los factores subjetivos de la construcción programática (del Partido) y la debida penetración en el seno del proletariado". Es incomprensible que subestimen de esa manera los esfuerzos denodados de la FTI-CI y de los grupos que la componemos por ligarnos al corazón del proletariado y de las masas en lucha, y por acompañarlas en todos sus procesos y en todos los períodos de la lucha de clases, en el corazón de El Alto y de los mineros insurrectos en Bolivia; pasando por los portuarios y los mineros de Chile, y por el corazón del proletariado en Argentina.
Nosotros jamás hemos usado la inserción en sectores de la vanguardia del proletariado de la FTI-CI y de la LOI-CI de Argentina, por ejemplo, (que en relación a las fuerzas de los pequeños grupos del Comité de Enlace es una inserción cualitativa) para dirimir ninguna discusión entre internacionalistas que, de conjunto, hemos quedado aislados de las masas, no por nuestra propia voluntad, sino como consecuencia de las traiciones de los revisionistas y los pablistas que destruyeron la IV internacional.
Por ello, esa apreciación que hace el POM, es verdaderamente de mal gusto, y no se corresponde con los hechos.
Camaradas, para terminar: en este debate, no se trata de “sectarismo”, ni de “ingenuidad” ni menos que menos de “mala fe”: se trata de que hay diferencias teóricas que parecen profundizarse, y que es necesario terminar de debatir y agotar. Cuando se aborda una discusión teórica como la que estamos realizando, a nuestro entender, hay que dejar de lado toda subjetividad, toda suspicacia, para poder buscar a verdad, tal como decía Marx citando "La Divina Comedia" y las palabras del Dante ante las puertas del Infierno- "Es necesario dejar aquí todo recelo; toda vileza es necesario que aquí muera".
Ustedes siguen cuestionando que nosotros siempre planteamos discutir sobre “tal o cual país”, pero no pueden negar que en última instancia, lo que nos ha unido en el Comité de Enlace, es una posición revolucionaria frente a Bolivia, Irak, frente al despertar de la clase obrera norteamericana, frente a la lucha contra las direcciones traidoras y los renegados del trotskismo, es decir, frente a la guerra, la revolución y la contrarrevolución, frente a los tests ácidos de la lucha de clases mundial. Y también ante los problemas de programa fundamentales del marxismo. Porque a esta discusión teórica la estamos realizando sobre la base de un acuerdo programático central que conquistáramos en la 3ª Pre-Conferencia del Comité de Enlace, y que está contenida en su Acta, cuando ésta dice:
"Todas las organizaciones tienen acuerdo con respecto a que las fuerzas productivas no se desarrollan y han dejado de crecer. En este sentido, todas las organizaciones declaran también, en acuerdo programático, la profunda agonía del sistema capitalista en su fase imperialista, y que la salida de esta coyuntura para la clase proletaria, es socialismo o barbarie/fascismo; defendemos, por lo tanto, la necesidad de luchar por el triunfo de la revolución proletaria internacional”.
Pero este debate teórico, a la vez, es decisivo, puesto que, tal como lo planteara Lenin, un milímetro de error en la teoría, puede llevarnos luego a mil kilómetros de error en la práctica.
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