Presentación
De los Cordones Industriales de 1973 hasta la lucha revolucionaria de 2011.
Una tarea pendiente: el derrocamiento revolucionario del régimen pinochetista
El objetivo de esta obra, presentada al lector por la Editorial Rudolph Klement, titulada “REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN CHILE. De los Cordones Industriales de 1973 hasta la lucha revolucionaria del 2011. Una tarea pendiente: el derrocamiento revolucionario del régimen pinochetitsta", es poder poner a disposición de la vanguardia obrera internacional las lecciones que los trotskistas hacemos de los duros combates que la clase obrera y los explotados de Chile vienen librando desde la heroica revolución de los Cordones Industriales a principios de la década de los años ´70. Es de vital importancia sacar lecciones revolucionarias en contra de aquellas corrientes de renegados del trotskismo y estalinistas, que durante décadas revisaron al marxismo, que sacaron lecciones oportunistas del combate del proletariado chileno y mundial. Así han privado a las nuevas generaciones, que entran al torrente revolucionario, de las verdaderas lecciones de la lucha que llevaron a cabo los obreros y los explotados de Chile en los ’70. Estos combates fueron parte de un asenso revolucionario que puso a la clase obrera del Cono Sur –como la argentina, brasilera, boliviana, peruana y uruguaya- en la avanzada del asenso revolucionario a nivel mundial del ’68-‘74.
Fueron y son muchos los curanderos que probaron mil y una fórmulas en la lucha de clases en Chile y sólo entregaron como resultado trágicas derrotas para el proletariado chileno que puso para la causa revolucionaria a varias generaciones de luchadores que dieron sus vidas luchando por la liberación de nuestra clase, y a quien, por supuesto, le dedicamos estas páginas.
Nuevos curanderos, con las mismas viejas recetas de la “vía pacífica al socialismo”, de “pelear por lo posible”, de buscar “burgueses progresistas” y “militares patriotas” intentan, en el campo de batalla de la clase obrera mundial, ponerles a las nuevas generaciones del proletariado los viejos obstáculos que impidieron el triunfo de la revolución socialista en los ’70 en Chile y a nivel mundial.
El estalinismo, en el asenso revolucionario del ’68-74, entregando y llevando a la derrota a decenas y decenas de revoluciones en el mundo, salvó al capitalismo mundial de la revolución proletaria, como ya lo había hecho durante y a la salida de la segunda guerra mundial.
No nos olvidemos ni por un instante que las derrotas de los procesos revolucionarios de los ’70 (como los grandes levantamientos de la clase obrera en el este europeo contra la burocracia estalinista, cuyas expresiones más altas fueron las revoluciones húngara, polaca y checoslovaca; o como los procesos revolucionarios en los países imperialistas como el mayo francés, la revolución portuguesa, los combates de España, el movimiento contra la guerra en EEUU, etc.), le dieron una sobrevida al capitalismo. La burocracia estalinista pudo sacarse de encima la lucha revolucionaria de las masas. Así se crearon las condiciones para una ofensiva contrarrevolucionaria imperialista, cuyo hito más importante fue la restauración capitalista en los ex estados obreros por la burocracia estalinista devenida en nueva clase poseedora.
En el Cono Sur, y en Chile en particular, el estalinismo jugó todo su pérfido rol contrarrevolucionario, ya sea entregando directamente la lucha de la clase obrera (como se hizo en Chile, Bolivia, Uruguay, etc.) a sus verdugos, o bien como lo hizo en el resto de América Latina mandando a toda una generación al suicidio y a la masacre, impulsando una política guerrillera foquista.
Ya entrados los ’80, con el aplastamiento de la revolución polaca, con la derrota de la huelga minera en Inglaterra, con Centroamérica masacrada por los golpes y acciones contrarrevolucionarias y con los procesos de guerra civil como en El Salvador y Nicaragua entregados por el estalinismo, se crearon las condiciones para la recuperación, por parte del sistema capitalista mundial, de los estados obreros.
Luego de la derrota de los ’70, pegaba un salto la restauración capitalista en China. Asimismo el proletariado mundial tuvo que presenciar y padecer una guerra fratricida, empujada por distintas fracciones de las diferentes pandillas estalinistas de la URSS, Vietnam y China –que se disputaban los favores del capitalismo mundial-, como la guerra entre dos estados obreros China y Vietnam.
La traición a la revolución chilena por parte del estalinismo en los ’70 fue un eslabón de una misma cadena de traiciones de la lacra estalinista a la revolución socialista mundial.
La capitulación y las adaptaciones del trotskismo de Yalta lo dejó impotente y atado de pies y manos al estalinismo, que en el ’89 entregaba la URSS, masacraba en Tianamen, y de esta manera entregaba los estados obreros a la economía mundial capitalista.
Sacar lecciones de la revolución de los Cordones Industriales en Chile de los ’70 es tan importante para los obreros avanzados como aprender del proceso revolucionario de resistencia y de combate contra el pinochetismo que dieron las masas chilenas hasta nuestros días. Es que el régimen infame pinochetista, blindado por los milicos y sostenido por el estalinismo, se ha sobrevivido con un ropaje pseudodemocrático para garantizar el más brutal saqueo de la nación chilena por parte del imperialismo.
El régimen infame asesino pinochetista, sostenido por la Concertación, se sobrevive gracias al accionar de las direcciones traidoras. Es que el proletariado chileno, en la década de los ’80 inició una enorme ofensiva para sacarse de encima a la brutal dictadura militar chilena. Estos combates fueron traicionados por el Partido Comunista, que carnereó el camino a la huelga general insurreccional en el ‘86… mientras su “ala izquierda”, el populismo, llevaba al movimiento obrero desocupado en Chile – que en condiciones de hambruna y esclavitud se volcaba al combate- a luchas desesperadas y separadas de la clase obrera ocupada, desviando su combate a luchas impotentes en las poblaciones.
Como vemos, en la resistencia contra la dictadura y en las ofensivas revolucionarias de estos últimos años, como las del 2006 y del 2011, todas las fuerzas del reformismo y de las direcciones traidoras a nivel internacional, y en Chile en particular, se conjuraron -como lo hicieron en los ’70- para que nunca más se ponga en pie un organismo de doble poder de la clase obrera y sus aliados los sectores empobrecidos del campo y la ciudad, como lo fue los cordones industriales que, en la revolución chilena de los ’70, tuvo al alcance de la mano la toma del poder. La sobreabundancia de direcciones traidoras, el pérfido rol del stalinismo sostenido por los renegados del trotskismo, fue lo que lo impidió.
El pablismo y todas las fracciones de la “IV Internacional”, en los ’70, venían hablando loas de ese “gran revolucionario” llamado Fidel Castro que, según decían, solamente se comparaba, como personalidad, a Lenin y demás dirigentes de la revolución rusa.
Los renegados del trotskismo sostenían al stalinismo a nivel internacional, que fue la punta de lanza de la política contrarrevolucionaria para estrangular, desde adentro, el doble poder que las masas pusieron en pie en Chile, como lo fueron los cordones industriales.
Y hoy, ese bloque de renegados del marxismo, de desechos del estalinismo y la socialdemocracia, colgados a los faldones de burgueses “progresistas” y “militares patriotas” (como lo hacen hoy con las burguesías bolivarianas del continente americano) tienen el objetivo, insistimos, que esos combates históricos que encontró en la revolución de los ’70 en Chile un verdadero doble poder armado de la clase obrera (que amenazaba con romper y destruir el ejército) no se generalicen como experiencia de combate, en momentos de grave crisis del sistema capitalista mundial.
Para ellos, las lecciones de la revolución de los cordones industriales de los ’70 de Chile deben ser desconocidas por la nueva generación de la juventud chilena que combate en las barricadas, y por los trabajadores chilenos que paran las minas y combaten junto con los estudiantes. Es que el reformismo, que predicó ayer la “vía pacífica al socialismo”, con Allende y el PC poniendo como ministro de defensa en el gabinete “socialista” a Pinochet, hoy se empecina en hacerle creer a las amplias masas que la clase obrera ha “perdido su peso específico histórico”, que “ha perdido su rol fundamental en la producción” y que “el nuevo sujeto político y social de la revolución es el pueblo en general”.
Quieren hacerle creer a la clase obrera chilena -que con sus manos extrae de las minas del Chile saqueado el 80% de la producción de bienes y riquezas de esa nación- que no tiene peso específico en la producción como para acaudillar a todos los sectores explotados de los campesinos pobres y las clases medias arruinadas de las ciudades, a la toma del poder.
Para los trotskistas, la derrota del régimen pinochetista y sus gobiernos, hoy “revestidos de seda” por el reformismo, será obra y tarea de la clase obrera acaudillando a todos los sectores explotados de Chile. Ésta tiene en sus manos la capacidad de parar la producción capitalista, y ponerla a producir bajo sus manos, haciéndose del poder.
Para eso deberá recomponer la unidad de sus filas con un programa revolucionario para conquistar una insurrección victoriosa que demuela la maquinaria del poder burgués. Sin este programa no podrá ni tan siquiera soñar con conseguir las demandas más inmediatas, como son el cobre para los trabajadores chilenos, educación pública y gratuita para sus hijos, pan, salario digno y recuperar la tierra para el campesinado pobre, expropiada por las transnacionales alimenticias.
La clase obrera chilena tiene en los combates de los ´70, en los organismos de doble poder que puso en pie, un camino y un mapa trazado para dar pasos hacia adelante en la lucha por la revolución socialista hoy.
Ningún partido revolucionario podrá aspirar a dirigir la toma del poder en Chile sin orientarse en las lecciones de esta grandiosa revolución chilena. Y mucho menos podrá ponerse de pie y sacar estas lecciones del proletariado chileno si no es como parte de un reagrupamiento internacional de las fuerzas sanas del movimiento trotskista mundial.
Es que las direcciones que estrangularon la revolución chilena, las que mil y una vez cerraron el camino a nuevas ofensivas revolucionarias en Chile no conspiraron contra las masas ni las traicionaron tan sólo en Chile. Se centralizaron a nivel internacional bajo el mando de Moscú, La Habana y el estalinismo mundial para salvar al capitalismo de la revolución proletaria. Desde allí conspiraron contra las masas y cercaron la revolución chilena y sus combates.
Se negaron (mientras traicionaban desde adentro) a coordinar y centralizar la revolución chilena con el resto de combates del cono sur, como el Cordobazo y las coordinadoras de fábricas en Argentina, con la asamblea popular y la lucha revolucionaria de los obreros bolivianos en el ’71, con las tomas de fábrica de Uruguay en el ’73, etc. El estalinismo, con la capitulación de los renegados del trotskismo de Yalta, descentralizó los combates en el Cono Sur, llevándolos a duras derrotas.
Esto creó las condiciones para que las fuerzas contrarrevolucionarias de la burguesía y el imperialismo, bajo el mando de la ITT y el Pentágono, prepararan los golpes contrarrevolucionarios que, como una misma cadena que comenzara en Chile con el triunfo de Pinochet, llevaron a la noche negra de las dictaduras, los genocidios y las masacres a la clase obrera del Cono Sur, uno de los focos más importantes del asenso revolucionario de las masas del mundo, en el período 68-74.
Así, cuando triunfaba Vietnam contra el imperialismo en el ’75, mientras se levantaban los obreros del este contra el estalinismo-como en Checoslovaquia, Hungría y Polonia-, mientras avanzaba un movimiento antiguerra en EEUU por Vietnam; cuando comenzaba la revolución portuguesa del 74/76 –la que rompió el ejército imperialista que venía de una dura derrota en sus colonias de Angola y Guinea Bisseau-; en el Cono Sur, con la derrota de la revolución chilena, entregada por el estalinismo, se abría una cadena de derrotas del proletariado mundial y desvío de los procesos revolucionarios.
Era el plan de la “coexistencia pacífica” con el que el estalinismo sostenía al sistema capitalista en bancarrota, para salvarlo de la revolución mundial y para salvarse a sí mismo al interior de los estados obreros, donde era jaqueado por una ofensiva de la clase obrera.
La derrota de la revolución chilena de los ’70 es un eslabón de las primeras derrotas que le propinó el imperialismo, apoyado en el stalinismo, al asenso revolucionario de los ’70.
De la misma manera, pero en un sentido inverso, la primera oleada del 2006 y la situación prerrevolucionaria abierta en el 2011 de ofensiva de la clase obrera y acción de masas de la juventud chilena, en defensa de la educación, es un eslabón de una sola y única lucha mundial en un nuevo período histórico de bancarrota y crisis del capitalismo, donde la clase obrera internacional, como en las revoluciones del Norte de África, en las embestidas de la clase obrera europea, en el renacer de la lucha de clases en EEUU, busca abrir un nuevo período revolucionario de ofensiva contra el capitalismo en crisis.
La juventud chilena de hoy, cuando plantea que “los pacos de rojo son los peligrosos”, hace justicia histórica. En primer lugar, hace justicia con la burocracia stalinista que entregó, con el castrismo a la cabeza, la revolución chilena de los ’70, estranguló los cordones industriales, mientras sostenía al gobierno burgués de Allende y buscaba al “general patriota” Pinochet para que “salvara a Chile del golpe militar”.
La juventud que combate hoy en Chile debe saber que el estalinismo que hoy echa de sus barricadas es la misma quinta columna que ayer disolvió, debilitó y entregó la lucha por la toma del poder por parte de esos organismos de coordinación de los comités de fábrica, que fueron los cordones industriales.
En ese proceso histórico el “ala de izquierda” del estalinismo, el MIR chileno, estaba atado –como lo están hoy todas las corrientes populistas en Chile- a la “vía pacífica al socialismo”.
Marineros de los buques de guerra chilenos se sublevaban denunciando que los portaaviones norteamericanos ya estaban organizando el golpe militar en Chile. Las “damas gordas” de los “barrios altos” de Chile organizaban fiestas, reuniones, para ganarse a la base del ejército y los soldados para el golpe militar.
Los marineros de la armada chilena sublevados fueron encarcelados y ajusticiados, separados de los obreros armados de los cordones industriales. El camino al golpe quedaba libre.
¿El MIR? Llamó a hacer “sindicatos paralelos”, “comités de pobladores paralelos”, “comités de campesinos paralelos”, es decir, organizaciones paralelas a las verdaderas organizaciones armadas de las masas. El PC llamaba a nuevas elecciones en la CUT y en los sindicatos.
En estas condiciones, Pinochet, desde el “gobierno socialista” de Allende, organizó la masacre de lo mejor de la clase obrera chilena. Esta tragedia no puede volver a repetirse.
Sucesivas oleadas ofensivas de la clase obrera chilena, en los últimos años, fueron la avanzada de los combates de la clase obrera mundial. Los actuales levantamientos, como ya dijimos, son un eslabón de los combates de Perú, de Bolivia, de Libia, de Egipto, del movimiento de los “indignados”, es decir, de la gestación de un nuevo período como el del ’68-74.
En Grecia, para avanzar al combate contra el más grande ataque a la clase obrera europea, el proletariado debe entrar en guerra civil a su interior, combatiendo contra los matones y carneros rompehuelgas del estalinismo griego, que cercan al parlamento y los gobiernos burgueses imperialistas para que las masas no los derroquen con su lucha revolucionaria.
El castrismo, que ayer pregonaba la “vía pacifica al socialismo”, hoy en Cuba prepara y organiza la “vía cruenta a la restauración capitalista”, echando a más de un millón de trabajadores de sus puestos de trabajo, y preparando las condiciones, con la restauración de la propiedad privada, para que vuelvan a flamear las banderas del imperialismo y el capitalismo en la isla.
Toda visión nacionalista no podrá dotar a la clase obrera chilena de las condiciones para su victoria. Es que en Chile se concentran, como en cada país donde comienzan destellos revolucionarios de las masas, todas las fuerzas de los agentes pagos del capital para defender la propiedad privada y el poder de los explotadores, que, en bancarrota, son sacudidos por nuevos golpes certeros y de combate de los explotados.
Por lo tanto, este trabajo de las lecciones de la revolución chilena de los ’70 y los distintos embates revolucionarios de la clase obrera de ese país en los últimos años, es y debe ser un patrimonio de aprendizaje y lecciones, en primer lugar, de toda la clase obrera mundial.
En Libia, las masas han conquistado -a pesar y en contra del cerco, las calumnias, los tiros por la espalda de las direcciones reformistas y socialimperialistas de la clase obrera europea y mundial que intentan dejar aislados sus combates- un verdadero organismo de doble poder. Son las milicias y la clase obrera en armas de un lado; y del otro lado un débil gobierno sostenido por el imperialismo y los generales khadafistas.
Las lecciones de la revolución chilena del ’73 son claras. O tomaban el poder los cordones industriales, ganando a la base del ejército, o éstos eran aplastados por el fascismo.
Es imprescindible que se aprendan estas lecciones hoy en Libia. Allí se llegó hoy mucho más lejos. Las masas se armaron, ganando la mayoría de la base del ejército de soldados rasos.
Estas lecciones de Chile son claves. Es que en Libia, o toman el poder las organizaciones de poder de los explotados, las milicias armadas, o los aplastarán, con un baño de sangre, los generales “pinochetistas”-khadafistas, revestidos hoy de “democráticos” por el CNT, sostenido por las distintas potencias imperialistas.
Chile y Libia hoy, por dar tan sólo un ejemplo decisivo de nuestros días, demuestran que no puede haber dos poderes (el de los explotados y los explotadores) dentro de un mismo estado. O triunfa uno o triunfa el otro. O triunfa el poder del proletariado y sus organizaciones, o la burguesía retoma su poder aplastando al proletariado y sus organismos de combate. Así de claras y precisas son las lecciones de la revolución chilena de los ’70. La Libia de hoy y tantas revoluciones derrotadas, llevadas a un callejón sin salida por la falta de una dirección revolucionaria, plantean estas trágicas lecciones, de las cuales todo el proletariado mundial debe aprender. De ello se tratan hoy las lecciones de la revolución de chile de los ’70.
Nuevamente sobre las condiciones internacionales
y el carácter de los combates de Chile hoy
Como ya hemos visto, las lecciones contenidas en estos documentos que aquí presentamos, y que ponemos como un aporte para la discusión a la vanguardia, no solamente chilena, sino también del continente latinoamericano y mundial, no las publicamos en cualquier momento, sino en medio de acontecimientos y convulsiones históricas que sacuden al mundo entero. Desde el 2007, el capitalismo, en su fase agónica imperialista, ha entrado en una profunda crisis. Los parásitos capitalistas se han devorado valores aún no producidos por el trabajo humano por un monto no menor a 90 billones de dólares. La burguesía imperialista intenta salir de esta crisis descargando todo su peso sobre las espaldas de los explotados del mundo entero. Así ya lo ha demostrado mandatando a sus gobiernos a aplicar los peores ataques contra las masas, con despidos masivos, aumento brutal de los ritmos de explotación, rebajas salariales, privatizaciones, quiebras, fascismo, represión, etc.
A nivel internacional vemos que, ante esto, la clase obrera y los explotados del mundo han respondido con una feroz batalla. Las revoluciones obreras y socialistas del Norte de África y Medio Oriente, los combates revolucionarios de la Grecia sublevada, la lucha de “los indignados” de España y Estados Unidos, la sublevación de la juventud obrera en Inglaterra, la lucha revolucionaria de las masas bolivianas contra el gobierno de frente popular de Evo Morales, etc. son una muestra fehaciente de aquello. Esto demuestra que la crisis capitalista, que no deja de profundizarse ni por un instante, ha desencadenado, en el mundo, un profundo proceso de radicalización generalizado de masas, por supuesto, desarrollándose a distintos ritmos en cada continente y país. Es que la crisis del capitalismo ha dejado desnudo a éste como un modo de producción caduco en la historia y, ante esto, los explotados sólo podrán evitar la barbarie a la que son llevados por los parásitos capitalistas, mediante el triunfo de la revolución proletaria.
Mientras tanto las direcciones reformistas y traidoras del proletariado han sido centralizadas y reclutadas por el gran capital para descentralizar y desincronizar la ofensiva de masas, para cercar los procesos revolucionarios, para impedir desde adentro que éstos desarrollen todo su vigor. Ellos saben que lo que está a las puertas, golpeando al capitalismo en crisis, es un nuevo asenso revolucionario, como el del ’68-‘74, que las fuerzas conscientes del capital intentan impedir a toda costa.
Pese a ello, los padecimientos inauditos de las masas, empujan a las masas aquí y allá a nuevas ofensivas revolucionarias. Como parte de esta radicalización de masas que ha comenzado, en Chile se ha abierto un proceso prerrevolucionario agudo desde mediados de mayo del 2011 con la clase obrera, su juventud y el movimiento estudiantil a la cabeza. Durante 8 meses, Chile ha sido sacudido por cientos de tomas de colegios y universidades, por paros nacionales, huelgas mineras, jornadas revolucionarias de combate y barricadas en las calles de Santiago, Valparaíso, etc. En esta lucha, la vanguardia obrera y juvenil ha dejado jalones de socialismo planteando en las calles de todo Chile, una moción para el proletariado, la juventud obrera y los estudiantes del mundo con su grito de: ¡Nacionalización del cobre bajo control de los trabajadores para conseguir el salario digno y la educación gratuita! Plantearon así que sólo luchando por la expropiación del imperialismo se pueden conseguir las demandas más mínimas de los explotados. Con su llamado a realizar jornadas internacionales en defensa de la educación junto a otros países del continente como Colombia, la vanguardia chilena retomó las tradiciones internacionalistas del proletariado mundial, dejando en claro que la unión de los explotados más allá de las fronteras nacionales es el camino a seguir. Pero no habría podido llegar hasta aquí si, al igual que el proletariado griego, no hubiese identificado a sus enemigos internos, las direcciones traidoras que atan la suerte de los explotados a los intereses de la burguesía, al plantear en las calles que “los pacos (policía, N. de R.) de rojo son los peligrosos” aludiendo al Partido Comunista, al que inclusive expulsaron de sus organizaciones de lucha.
De esta manera, el proletariado y la juventud revolucionaria pusieron en jaque el régimen cívico-militar pinochetista que custodia el saqueo y el dominio imperialista de la nación chilena a través de distintos tratados políticos, económicos y militares, como el TLC, el TIAR, etc. Los explotados chilenos tuvieron al alcance de la mano el derrocamiento revolucionario de Piñera y la apertura de la segunda revolución proletaria chilena, con el resurgimiento de los Cordones Industriales. El inicio de la revolución en Chile, en momentos en que la clase obrera boliviana se levantaba contra Evo Morales al grito de “¡Aplastar al gobierno genocida de Evo Morales! ¡Fuera las trasnacionales!”, habría planteado la posibilidad de un nuevo ascenso revolucionario en América Latina, esta vez contra los gobiernos bolivarianos.
Pero frente a esta perspectiva -que aterrorizaba no solo a la burguesía imperialista, sino también al castrismo que hoy impulsa la restauración capitalista en Cuba- las direcciones traidoras del Foro Social Mundial, la V Internacional y los renegados del trotskismo como su ala izquierda, volvieron a conjurarse para poner en pie una nueva “Santa Alianza” que les impuso nuevamente a los explotados de Chile la política de “vía pacífica al socialismo”. La realidad es que con esta política el cobre continúa en manos del imperialismo y la casta de oficiales genocidas, y la educación sigue siendo pagada por el miserable salario de los obreros.
Hoy, como en los años ´70, vuelven a enfrentarse dos programas y dos estrategias opuestas. Por un lado aquellas corrientes centralizadas en la V Internacional de Hu Jintao, Fidel Castro y Chávez y su ala izquierda de los renegados del trotskismo, el populismo y el anarquismo, para quienes de forma pacífica se puede llevar a la victoria la lucha que en Chile ha comenzado. Para estas corrientes al régimen cívico militar de Pinochet no se lo tira con milicias y con la unidad de los explotados en organismos independientes del Estado Burgués, es decir, con una estrategia soviética, sino todo lo contrario, subordinando su combate a las instituciones del régimen burgués, queriendo hacer más democrático a ese parlamento asesino pintado de verde y donde los pinochetistas son senadores vitalicios. Son continuadores de la política del stalinismo en los Cordones Industriales que significó la liquidación de una generación de revolucionarios que dio su vida por la causa revolucionaria. Este es el camino de la traición al que quieren llevar la heroica lucha de los explotados el Partido Comunista, los populistas, anarquistas y renegados del trotskismo. Por otro lado, en la trinchera opuesta, la de los intereses históricos del proletariado, está el programa y la estrategia del trotskismo, continuidad del bolchevismo y único marxismo viviente en nuestra época, único camino para poder llevar el combate de los explotados chilenos al triunfo abriendo el paso a la segunda revolución chilena para que ésta sea un bastión de la revolución americana y mundial.
Quienes realizamos este trabajo integramos la Fracción Leninista Trotskista Internacional (FLTI) que lucha por poner en pie un Comité Organizador por la Refundación de la IV Internacional bajo su programa fundacional de 1938, y que, como parte de este combate, peleamos incansablemente por poner en pie en Chile un Partido Obrero Internacionalista. Somos una corriente que, desde finales de los 80, viene peleando por recomponer los hilos de continuidad del marxismo revolucionario destruidos por el revisionismo y el oportunismo a la salida de la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, y como parte de esa pelea, es que, en nuestro afán de refundar, desde una perspectiva internacionalista, al trotskismo chileno, presentamos este trabajo.
Con el fin de poder comprender desde un punto de vista histórico el actual proceso, nos parece clave remontarnos a las más importantes experiencias de lucha revolucionaria del proletariado chileno. Por ello, como artículo central de esta obra, el lector encontrará en el Capítulo I la reedición del “Manifiesto Programático” publicado en noviembre del año 2000, por nuestra corriente, en ese entonces el Comité por el Reagrupamiento del Trotskismo Principista. En este artículo se plasman las lecciones que, como producto de la lucha internacional de un puñado de trotskistas de América Latina, aportamos sobre el glorioso proceso revolucionario encabezado por los Cordones Industriales en la década de los ’70, que fuera parte del ascenso generalizado de masas a nivel mundial de 1968-74. Aquí explicamos lo que, desde nuestro punto de vista, se convirtió en una de las traiciones más grandes cometidas contra el proletariado mundial, que fue someter la revolución de los Cordones Industriales a la trampa de la “vía pacífica al socialismo” –trampa encabezada por Fidel Castro, el gobierno nacionalista burgués de Salvador Allende y el PC, y sostenida abiertamente por la dirección castrista del MIR-, política que terminó en la “vía sangrienta a la dictadura del asesino Pinochet”.
Al mismo tiempo, el “Manifiesto Programático” aporta las lecciones de lo que fuese el extraordinario auge revolucionario de la clase obrera y los explotados de Chile que se desarrolló a mediados de los ’80, combate que planteó el camino al derrocamiento revolucionario de la dictadura de Pinochet, pero que fuese llevado, tanto por la dirección del PC como la del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (con su rol divisionista de las filas de los explotados) a la trampa “democrática” del plebiscito de 1988, con el cual la burguesía logró hacer una transición pactada a la “democracia”, manteniendo intacto el régimen pinochetista, es decir, de entrega total de la nación al imperialismo.
En el mismo sentido, para poder darle continuidad al desarrollo histórico de los últimos 40 años de la lucha de clases en Chile, reeditamos en el Capítulo II las tesis sobre la situación y la lucha de clases en Chile escritas por nuestra corriente al calor de la situación pre-revolucionaria que se abrió el 2006 en nuestro país. Con la juventud obrera y estudiantil actuando como caja de resonancia, al grito de “¡El cobre por el cielo y la educación por el suelo!” y “¡Educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués!”, se planteó el camino para demoler al régimen cívico-militar y dar paso a la revolución en Chile. Sin embargo, ese camino fue desviado por el accionar de las direcciones reformistas que, por un lado, terminaron entregando todo a los pies de las instituciones del régimen y, por el otro, en el caso de las organizaciones populistas, llevando a la vanguardia a la impotencia de la “protesta popular” en las poblaciones, dividiendo, una vez más, las filas de la clase obrera y los explotados.
El Capítulo III contiene un artículo publicado en el Organizador Obrero Internacional (periódico oficial de la FLTI) Nº 14, de agosto del presente año, titulado: “La clase obrera y la juventud de Chile se sublevan al grito de: ¡Nacionalización del cobre bajo control de los trabajadores para conseguir el salario digno y la educación gratuita!”. Éste da cuenta de la caracterización marxista de la situación en Chile, sus alcances históricos y el programa que los revolucionarios aportamos para triunfar, considerando en él la experiencia de los combates dados en las décadas anteriores. Asimismo, hemos incluido en este capítulo el “Llamamiento a las fuerzas sanas del trotskismo internacional a poner en pie una dirección revolucionaria e internacionalista que la clase obrera y los explotados chilenos necesitan para triunfar, el Partido Obrero Internacionalista, como parte de la lucha por refundar la IV Internacional”.
En el Capítulo IV incorporamos una serie de polémicas con distintas alas de la izquierda reformista. Es que, como todas las conquistas programáticas del marxismo revolucionario a lo largo de la historia, las lecciones y el programa para Chile se han conquistado siempre mediante una tenaz lucha política contra el revisionismo y el oportunismo. Por esta razón, presentamos una polémica, publicada originalmente en el “Manifiesto Programático” del año 2000, contra la nefasta revisión del Manifiesto Comunista realizada por Luis Vitale, un verdadero renegado del trotskismo al que muchas corrientes que se revindican trotskistas -como el PTR, ex Clase contra Clase- defienden y ensalzan como un “gran revolucionario”, cuando fue él quien, disolviendo los grupos trotskistas para incorporarse a la fundación del MIR, impidió que la revolución de los Cordones Industriales contara con un partido trotskista revolucionario e internacionalista.
En este mismo sentido, volvemos a publicar una polémica escritas en el año 2007 contra la política del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, al calor del proceso pre-revolucionario que habíase abierto en Chile el 2006, y el rol de esta organización en someter al ala izquierda del movimiento obrero y la juventud a la política impotente de la “protesta popular”, revisando descaradamente al marxismo para justificar su política reformista.
Como anexo hemos incluido una serie de documentos históricos. En oposición a la política de la izquierda reformista, reproducimos las intervenciones revolucionarias de los parlamentarios trotskistas en los ‘30 en Chile. Lo hacemos en momentos en que los renegados del trotskismo, en diversos lugares del planeta -como el “Frente de Izquierda y los Trabajadores” en Argentina (compuesto por el Partido Obrero, el Partido de Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista-, utilizan las tribunas electorales para llamar a la clase obrera a pelear por sus reivindicaciones desde el parlamento burgués. Esta no es sino una variante más de la “vía pacífica al socialismo”, que se niega a usar, como fue siempre tradición del marxismo revolucionario, la tribuna electoral para llamar a la lucha extraparlamentaria de masas, tal como lo hicieran los parlamentarios trotskistas en los ‘30. Este Anexo contiene también otros tres documentos de valor histórico: “La carta de la Coordinadora de Cordones al presidente Salvador Allende”, extractos de “El Cordonazo” –órgano oficial del Cordón Industrial de Vicuña Mackenna-, y el programa levantado por el Cordón Industrial de Cerrillos-Maipú.
Queremos aclarar al lector que, del texto original del “Manifiesto Programático”, hemos omitido publicar el artículo que llama a “regenerar y refundar la IV Internacional”, puesto que opinamos que ese llamado ha caducado. Las fuerzas del trotskismo internacional, que se dispersaron luego de abandonar el Centro Internacional de la IV Internacional durante la Segunda Guerra Mundial, han degenerado por completo, provocando una nueva “horneada de menchevismo”, renunciando al Programa de Transición y la teoría-programa de la Revolución Permanente. Por eso es que hemos incluido en el Capítulo III el mencionado “Llamamiento…”. En el mismo, desde la FLTI, llamamos a refundar el trotskismo chileno, como una obligación del trotskismo internacional, es decir, como expresión nacional de la lucha de las fuerzas sanas del trotskismo por refundar la IV Internacional revolucionaria, bajo el programa y el legado de su Congreso de fundación en 1938. Es que una de las principales lecciones que han dejado los históricos combates revolucionarios que ha protagonizado nuestra clase en Chile, ha sido que en esos procesos, donde las masas explotadas han dado todo de sí, aún en las peores condiciones, ha faltado una dirección revolucionaria que estuviese a la altura del combate dado por la clase obrera y, en cambio, han sobrado curanderos reformistas que han envenenado la conciencia revolucionaria de las masas.
El objetivo central de la publicación de esta obra que la Editorial Rudolph Klement entrega al lector, es el de contribuir al combate por resolver la crisis de dirección revolucionaria del proletariado. Desde la FLTI intentamos entonces aportar a la comprensión de las leyes que actuaron y actúan en el combate revolucionario de los explotados chilenos; extraer las necesarias lecciones que sirva para preparar los actuales y futuros combates; echar luz para disipar el engaño y las pseudoteorías revisionistas de los reformistas para que las masas logren derrotar y superar a las direcciones traidoras; y colaborar decisivamente en forjar cuadros revolucionarios internacionalistas capaces de no ceder en nada ante la burguesía. Con estos objetivos, la Editorial Rudolph Klement, pone hoy esta obra a disposición de la vanguardia consciente del proletariado chileno, latinoamericano y mundial y de la nueva generación de obreros y jóvenes que abrazan la profesión de militantes revolucionarios en lucha por volver a poner en pie el partido mundial de la revolución socialista.
Noviembre de 2011
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