Julio de 2022
Adelanto de la próxima publicación de la Editorial Rudolph Klement:
Ucrania en Guerra
Será soviética e independiente o una colonia tutelada
Nadia Briante, Eliza Funes y Carlos Munzer
Prólogo
La presente obra sale a la luz en momentos en que la invasión a Ucrania se acerca a los cinco meses de su inicio. Ya se han escrito ríos de tinta sobre ella.
Un mes atrás, en la Cumbre de Davos(*), Henry Kissinger –ex Secretario de Estado del imperialismo norteamericano durante la invasión a Vietnam y otras tropelías que hicieron los yanquis en el planeta– planteó que era hora de finalizar este conflicto bélico. Afirmó que Ucrania debería ceder el Donbass y el corredor marítimo de Mariúpol a Rusia.
Para Biden y el establishment norteamericano, sin embargo, todavía no ha llegado ese momento. Falta que Ucrania sea aún más destruida, sometida e inclusive partida durante la guerra. El plan del gobierno yanqui también es que Rusia, aunque conquiste una porción de Ucrania, quede enormemente debilitada y cercada política y económicamente.
Es que EEUU, comandando la OTAN, está entregando a Ucrania como un peón para entrar a los negocios de Europa de los que había quedado marginado ante el eje franco-alemán, y para penetrar profundamente en Rusia y quedarse con sus fuentes de materias primas y commodities. De esto se trata también el otro aspecto del carácter de esta guerra. Mientras tanto, los yanquis siguen sumando países a la OTAN como Suecia y Finlandia.
Para EEUU no solo se trata de Ucrania o de la “gran” Rusia, sino también de impulsar en lo inmediato una enorme ofensiva sobre todas las ex repúblicas soviéticas. En esas naciones, devenidas en colonias o semicolonias directas, ya hace décadas se impuso la restauración capitalista y el imperialismo viene saqueándolas. Allí Putin viene actuando, como insistiremos en este trabajo, como el guardián de los negocios de las transnacionales y los capitalistas. Este rol lo juega no solo en algunas de las ex repúblicas soviéticas de Eurasia, sino también fundamentalmente dentro de Rusia, donde se han establecido enormes inversiones imperialistas en ramas enteras de la producción, como demostraremos en esta obra.
Antes del inicio de la invasión rusa, Biden había anunciado su intención de que Ucrania ingrese a la OTAN, mientras estaba por abrirse la llave del gasoducto Nord Stream II, que llegaba directamente desde Rusia a Alemania. Esto hubiera transformado al imperialismo alemán y su socio francés en los grandes distribuidores de gas y energía a toda Europa. Por ello ese gasoducto fue construido principalmente por empresas alemanas, de las cuales Putin y sus oligarcas eran sus socios menores, y su presidente era Schröder, ex canciller alemán.
EEUU no podía permitir que Alemania consolide y asiente el espacio vital europeo que venía conquistando desde el año 1989. Esto, de concretarse, la hubiera dejado en una ubicación privilegiada para terminar controlando, junto a Francia, los negocios más importantes en la extracción de las riquezas de Rusia. Mucho menos EEUU podía permitir esto en el medio de un marasmo de la economía mundial solamente comparable con el crac de los años ’30. En medio de semejante crisis capitalista, las distintas potencias se disputan a dentelladas el mercado mundial, que no deja de achicarse, mientras crecen de forma exponencial los valores ficticios bajo el control de la oligarquía financiera internacional, sin ningún tipo de respaldo en bienes.
En la cuestión ucraniana se corre el telón de las agudas disputas interimperialistas que se han reabierto por los nuevos mercados emergentes de Rusia y China a partir del ’89. Los choques entre el eje franco-alemán y el imperialismo angloyanqui por controlar esos mercados y sus riquezas ya se venían trasformando (ya sea con Obama o con Trump), en disputas abiertas y durísimas guerras comerciales y arancelarias.
Está claro que las potencias que quedan rezagadas en el mercado mundial se vuelven o se volverán más y más agresivas. Esto, en última instancia, es lo que venía sucediendo con EEUU que se encontraba debilitado por el eje franco-alemán en su camino a Moscú y toda Eurasia. Ante esto, el imperialismo yanqui, de forma agresiva, redobló su ofensiva. Con la OTAN pisó Europa y a Ucrania en particular.
Hasta ahora, en la cuestión de Ucrania, y a regañadientes, el eje franco-alemán parecería haberse subordinado a EEUU vía la OTAN, mientras espera de forma agazapada que termine esta guerra para definir en la “negociación de paz” cómo quedarán ubicados no solo en su relación con Ucrania y Rusia, sino en el conjunto de Europa. Esto es clave para ellos pues EEUU ha vuelto a sellar un pacto con el imperialismo inglés y ha pisado el Este europeo, disciplinando a la UE a la OTAN, a la que ya se han integrado la mayoría de los países europeos.
En estas condiciones se desarrolla la guerra en Ucrania. Estamos ante momentos preparatorios de nuevos saltos a conflagraciones mundiales interimperialistas en el futuro, si el proletariado no lo impide. La lucha por colonizar Rusia y China está siendo y será el motor de ello.
Sin embargo, plantear que la guerra en Ucrania hoy es el inicio de la Tercera Guerra Mundial, es una falacia.
Estamos ante una guerra de invasión de Putin y Rusia para quedarse con una parte de la nación ucraniana, mientras los yanquis y la OTAN, sin disparar un solo tiro de forma directa, buscan ser los que controlen la mayor porción de la presa. Van casi cinco meses de guerra y ya se están dibujando a los tiros las fronteras de una nueva Ucrania mil veces sometida y atada con dobles y triples cadenas.
Esta sería una rara “guerra interimperialista” donde la OTAN y EEUU estarían combatiendo contra Rusia, cuando a Ucrania solo le entregan misiles que no van más allá de 80 kilómetros, un par de drones y armas totalmente defensivas para el duelo de artillerías. Cinco meses de guerra y ni un choque militar directo de Rusia con la OTAN…
Por otra parte, las potencias imperialistas comprenden perfectamente que aún no tienen ni base de masas ni el apoyo de su propia clase obrera como para ir a grandes conflagraciones militares y enviar a los trabajadores a matarse entre sí como fue en la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Los yanquis vienen de tener que abandonar Afganistán y de ser expulsados de Irak, no solo por la resistencia de las masas iraquíes, sino porque la clase obrera norteamericana, y también la de Europa y los países miembros de la OTAN, se negaban a ir a morir por los negocios de sus propias burguesías imperialistas. Las movilizaciones contra la guerra en el Estado Español, así como la “marcha del millón” en EEUU a partir de 2008-2010, son un ejemplo de lo que aquí decimos.
Las puertas a la guerra interimperialista aún no se han abierto, aunque las condiciones actuales de crac capitalista, de disputa entre las potencias imperialistas y de mil y una traiciones a los levantamientos de las masas por parte de sus direcciones, abonan trágicamente el camino en esa perspectiva.
Pero aún faltan muchos combates por dar, no solo del imperialismo sino también de la clase obrera mundial contra sus gobiernos y regímenes. Es que, en última instancia, el camino a la guerra lo definirá la lucha de clases y los avances o retrocesos de la revolución mundial.
La apertura de la Segunda Guerra Mundial se impuso con el aplastamiento del proletariado alemán a manos de Hitler y el fascismo, con la victoria contrarrevolucionaria de Franco, con el desvío de la revolución francesa de 1936-38 y con la derrota estratégica que significó para la clase obrera mundial el surgimiento del stalinismo en la URSS, mientras el mundo semicolonial, ya a mediados de los años ’30, quedó paralizado y con profundas derrotas. Está muy lejos de ser esta la situación actual.
Los que proclaman que ya ha comenzado la Tercera Guerra Mundial, engañan a las masas sobre el carácter que esta tendrá y las condiciones para su desarrollo. Es que primero los gobiernos de los países centrales deberán derrotar a su propia clase obrera o cooptar a sectores de ella (como lo hizo Alemania en la Primera Guerra Mundial con la aristocracia obrera del partido socialdemócrata) para que acompañen a las pandillas imperialistas a sus aventuras bélicas.
El reformismo separa a la clase obrera –que es la que combate y muere en la guerra–, del surgimiento, evolución y desarrollo de la misma. Parecería ser que para los liquidadores del marxismo se suspende la lucha de clases durante la guerra, cuando esta no hace más que agudizarse.
Para cerrar el camino a la Tercera Guerra Mundial, la tarea del momento es reagrupar las filas de la vanguardia obrera y revolucionaria internacional para sacarle de encima al proletariado las direcciones traidoras que provocan enormes derrotas o desvíos a los enormes procesos revolucionarios que abren las masas con heroicos combates.
La Tercera Guerra Mundial, si la clase obrera no la impide, será una guerra interimperialista por las zonas de influencia y por el reparto de los nuevos mercados de Rusia y China, que las potencias imperialistas deben terminar de recolonizar. Algunos de sus primeros actos podrán expresarse, por qué no, en guerras fratricidas, impulsadas por distintos imperialismos. Es decir, guerras por interpósitas personas, donde las diferentes potencias pugnen en las trastiendas por quedarse con tal o cual zona del planeta para saquear sus riquezas o fuentes de materias primas.
Pero a no dudarlo que la Tercera Guerra Mundial se iniciará como terminó la Segunda, con bombazos atómicos como en Hiroshima y Nagasaki y con grandes guerras de carácter inclusive continental.
Lo que hoy presenciamos es el desarrollo de duras guerras comerciales, cierre de mercados y fronteras aduaneras y agudas disputas interimperialistas, que llevan inevitablemente a guerras de invasión y por los mercados. Ese es el caso de las invasiones contrarrevolucionarias que vimos y vemos en Medio Oriente por las rutas del petróleo, la que se está desarrollando hoy en Ucrania, la que sucedió anteriormente en Bielorrusia, las guerras que se produjeron en el Cáucaso, etc. Estos son solo algunos ejemplos de cómo las potencias imperialistas y sus agentes hoy se reparten las naciones oprimidas.
Lo que se quiere ocultar entre tanto palabrerío para vestir de seda al carnicero de la “gran” Rusia, es que con la invasión sangrienta a Ucrania, Putin busca mantener el status quo de su rol de gendarme del imperialismo en toda Eurasia.
Pero, como vimos, Kissinger, junto a un sector imperialista de la UE, plantearon en la Cumbre de Davos: “paremos ya la guerra y consumemos la partición de Ucrania”. Lo que Kissinger está alertando es que la OTAN con Biden a la cabeza, corre el riesgo de debilitar a grados extremos a Putin antes de que EEUU tome el control directo de la mayoría de las ex repúblicas soviéticas donde Rusia es el gendarme de los negocios de todos los capitalistas. El peligro es que en esas disputas entre Moscú y la OTAN, irrumpa el movimiento de masas como sucedió en Kazajistán, ahora en Armenia –luego que Rusia y Turquía le dieron Nagorno Karabaj a Azerbaiyán y la British Petroleum– o en la misma Bielorrusia recientemente invadida por Putin, para entrar con sus tropas a Ucrania. Estas son parte de las contradicciones que tiene el imperialismo en su ofensiva.
Sin embargo, para la oligarquía financiera angloyanqui el momento de avanzar es ahora. El gasoducto Nord Stream II ya fue clausurado. Por ahora el eje franco-alemán acompaña a la OTAN. Y por eso EEUU e Inglaterra opinan que es el momento de ir por más y de continuar desgastando a Moscú, aunque ello signifique entregarle una parte destruida del Este ucraniano.
En este libro también afirmamos que mientras Rusia busca anexarse el Donbass como ayer hizo con Crimea, EEUU junto al FMI, el Banco Mundial y sus socios de la City de Londres quieren terminar de succionar, durante y después de la guerra, hasta la última gota de la sangre y el sudor de los trabajadores y de las riquezas de la nación ucraniana. Esto lo hacen a través de sus transnacionales y con el FMI, el Banco Mundial y los estados que le imponen a Ucrania una deuda externa usurera, inclusive con los créditos de guerra que hoy le están otorgando, que significan enormes ganancias para las arcas de los banqueros imperialistas, mientras buscan agotar a Rusia en una carrera militar armamentística y cercando su economía.
La actual invasión de Moscú a Ucrania, que la OTAN deja correr hasta el límite del Donbass, también tiene el objetivo de aplastar a la clase obrera ucraniana. Esta es la condición para terminar de partir y colonizar esa nación. Así lo hicieron en Siria, para saquearle luego todas sus riquezas.
En Ucrania, la OTAN deja que ese “trabajo sucio” de partición lo haga la “gran” Rusia, a costa de desgastarse a grados extremos. Tanto Kissinger como todo el establishment norteamericano están por la partición de Ucrania, que sería la forma de terminar de imponer hasta el final el Pacto de Minsk, de colonización definitiva de esa nación.
Es que el imperialismo es reacción en toda la línea, al punto de reconfigurar a sangre y fuego inclusive las naciones y los estados existentes en todo el mundo colonial y semicolonial.
Ucrania y Siria son el espejo donde deben mirarse todos los pueblos oprimidos del mundo si no derrotan al imperialismo y sus lacayos nacionales, las burguesías nativas.
De forma particular, en ese espejo deben mirarse todas las ex repúblicas soviéticas de la ex URSS, que conquistaron su “independencia” de la Federación Rusa en 1989 pero terminaron siendo totalmente dependientes y abiertamente semicolonias del imperialismo, algunas ya de forma directa o bien, controladas por las bayonetas de Moscú y los oligarcas nativos, asociados en miles de negocios al capital financiero internacional.
La política exterior contrarrevolucionaria y fascista de Putin y de la OTAN
Está claro, por demás, que los yanquis promovieron cuanto golpe fascista y contrarrevolucionario se dio en el planeta. Rociaron de napalm y mandaron a la Edad Media a Vietnam, Irak y Afganistán. Por más que pregonen la “democracia” al interior de EEUU, el imperialismo domina el mundo a los tiros. Ahí están las más de 500 bases militares de la CIA avanzando en la “lucha contra el terrorismo”, como ayer en Guantánamo, con los peores métodos del fascismo que inclusive harían sonrojar a la Gestapo.
Ni hablar de los genocidios de las tropas blancas contrarrevolucionarias de Putin cuando se trata de defender los intereses de los capitalistas. Sino veamos.
Antes de invadir Ucrania, Putin ocupó Bielorrusia, cuestión que ha quedado en el “olvido” de toda la prensa imperialista mundial y es ocultada por la izquierda reformista que actúa cubriéndoles las espaldas. Las tropas rusas invadieron Bielorrusia (donde el país eslavo tiene una base militar) para aplastar una enorme huelga y lucha de la clase obrera y salvar al gobierno de Lukashenko, transformando a esa nación en una cabecera de playa de su invasión a Ucrania.
Esto no es nada nuevo: las tropas de la “gran” Rusia ya habían aplastado el levantamiento de masas y la huelga general del proletariado de Kazajistán contra las petroleras y las grandes siderúrgicas imperialistas en enero de este año.
Putin tiene un prontuario en su accionar de aplastar rebeliones de los pueblos de las naciones oprimidas y de masacrar a su proletariado, mientras evita a cada paso todo choque militar directo con las potencias imperialistas.
Fueron las tropas de Moscú las que ahogaron en sangre la grandiosa sublevación por el pan que se desató en Georgia en el año 2009 contra el gobierno capitalista de Saakashvili. En Kirguistán impulsaron pogroms fascistas contra la clase obrera que se había armado y tomado las comisarías en el año 2010 contra el feroz ataque fondomonetarista de esos gobiernos infames burgueses herederos de la vieja lacra stalinista.
Esta cuestión la abordaremos en un apéndice especial a esta obra para que nunca más se pueda ocultar que ese régimen infame contrarrevolucionario de Moscú tiene las manos manchadas de sangre con la política de exterminio de la nación chechena. Y ni hablar de su rol en Siria, que ha quedado partida y repartida, con Turquía en el Éufrates, EEUU saqueando el petróleo del norte y el perro Bashar en el sur haciendo negocios abiertamente con la misma burguesía sunnita de Idlib. Putin fue quien encabezó el feroz genocidio a las masas sirias, sosteniendo al fascista Al Assad.
En todos esos países la “gran” Rusia tiene base militares como en Crimea (Ucrania), que no están para enfrentar al imperialismo sino para masacrar a las masas y favorecer los negocios de los capitalistas. Un claro botón de muestra de este rol pudo verse cuando Putin rindió a Armenia en 2021 para entregarle Nagorno Karabaj a Azerbaiyán para que la British Petroleum controle todo el petróleo del Mar Negro y lo saque por el Cáucaso hacia el Mediterráneo a través de los oleoductos que custodia Turquía, un importante miembro de la OTAN.
Para poder jugar este rol de gendarme de los negocios del imperialismo, la oligarquía de Moscú ha establecido una férrea dictadura en Rusia, con una farsa de elecciones “democráticas”, donde solo se presentan los partidos que le juran lealtad a Putin, mientras las cárceles están repletas de presos políticos y el proletariado está aplastado, sin derecho a huelga, ni a hacer sindicatos, ni a realizar una movilización de más de tres personas en la calle, a riesgo de ir preso por más de 10 años.
En momentos en que este libro entra a imprenta, se ha sublevado en Uzbekistán la región autónoma de Karakalpakstán.
El gobierno de Mirziyoyev de esa ex república soviética asiática, ha puesto bandera de remate a todas las empresas que aún están en manos del estado, desde las telecomunicaciones al petróleo, desde el enorme negocio de los fertilizantes a los bancos y la propiedad de la tierra. Asimismo quiere imponer la extensión de su gobierno de 4 a 7 años y liquidar la autonomía de Karakalpakstán.
El pueblo se ha sublevado, no solo en defensa de la autonomía, sino porque ve que este plan privatista es un gran negocio para la oligarquía, proveniente del viejo Partido Comunista de la ex URSS, y hambre, miseria y esclavitud para el pueblo de esa región y también de todo Uzbekistán. Son las masas las que padecen la restauración capitalista.
En Uzbekistán se desarrolla una de las más grandes extensiones de cosecha de algodón de toda la región. Ello significa la necesidad de una enorme mano de obra esclava.
La nueva burguesía emergente de los Partidos Comunistas contrarrevolucionarios de las ex repúblicas soviéticas, llegó tanto o más lejos en su ataque a la clase obrera que los más grandes explotadores y esclavistas del movimiento obrero de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.
A mediados de los ’90 impusieron, como también lo habían hecho en la ex URSS en los años ’80, el trabajo esclavo de los niños en Uzbekistán, paralizando las clases en épocas de cosecha. Y todavía hay que soportar a traidores que hablan en nombre del “socialismo” y sostienen, aplauden y ovacionan a Putin y a los viejos partidos stalinistas devenidos en una nueva lacra esclavista.
Con el algodón que se produce en Uzbekistán se abastece gran parte de la industria textil rusa. Así obreros uzbekos mueren en los campos de algodón y hacen los peores trabajos esclavos como migrantes en Rusia, desde donde envían remesas de su miserable salario para mantener a sus familias.
Son los padecimientos inauditos de los explotados los que estallan en los distintos levantamientos revolucionarios de masas en las ex repúblicas soviéticas. Consideramos una ignominia contra ellas, típico de traidores agentes del imperialismo, a las corrientes de izquierda que, valga la redundancia, acusan de ser “agentes del imperialismo” a los obreros que se sublevan en esas naciones, inclusive contra el mismo Putin que es su carcelero.
Estas brutales condiciones de explotación y penurias de los obreros de Uzbekistán son un ejemplo del camino que recorrieron todas las ex repúblicas soviéticas entregadas por la lacra stalinista al mercado capitalista mundial. Hoy todas ellas son campo de batalla del imperialismo para terminar de colonizarlas, de la “gran” burguesía rusa por mantener su rol de gendarme asesino de los pueblos sublevados y también de la clase obrera y sus heroicos combates para defender sus conquistas y por sus demandas.
La clase obrera de las ex repúblicas soviéticas de Eurasia entra al combate por sus justas demandas de pan y derecho a una vida digna, luchando contra los feroces gobiernos y regímenes contrarrevolucionarios, combatiendo por la liberación nacional contra toda opresión imperialista y enfrentando el más feroz y sanguinario orden que impone la “gran” Rusia con sus bases militares.
En cada una de estas luchas se pone al rojo vivo la alternativa de hierro para estas naciones: o terminarán siendo colonias de Wall Street o Frankfurt, o en su combate las masas abrirán el camino al combate por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas soviéticas y revolucionarias en todos los territorios de la ex URSS, que fuera entregada por la lacra stalinista.
Solo partiendo de esta visión de la situación internacional, de la crisis imperialista, de la disputa por los mercados y de la lucha de clases, que no deja de agudizarse bajo estas condiciones de padecimientos inauditos de las masas, se puede abordar la actual guerra en Ucrania, una ex república soviética hoy devenida en una colonia desangrada, partida y expoliada por el imperialismo y las fuerzas contrarrevolucionarias de Putin y la “gran” Rusia.
Ucrania, una nación mil veces saqueada y oprimida por las potencias imperialistas, y aplastada por las botas de Moscú
Ucrania es una de esas ex repúblicas soviéticas, atada con doble y triples cadenas por una oligarquía nativa semifascista, agente del FMI, por el saqueo de los yanquis y con el control de las bayonetas de Putin.
Estamos ante una de las naciones más ricas de la Europa oriental. La naturaleza le ha dado una de las tierras más fértiles del planeta para producir cereales y alimentos. Como veremos en esta obra, también posee enormes riquezas de minerales y es uno de los países claves del tránsito del gas y el petróleo desde Rusia a la Europa de Maastricht.
A modo de ilustración, Portugal tiene 10 millones de habitantes y Francia 67 millones. Ucrania, con una población de 44 millones, tiene casi la misma cantidad de habitantes que España, de la cual nadie se atrevería a decir que no es una nación o en realidad, un crisol de naciones oprimidas por la monarquía de los Borbones.
Ucrania es la nación con el quinto territorio más grande de Europa, luego de Rusia, Kazajistán, Turquía y Francia. ¿Cómo se puede ignorar esta realidad? Es más, Ucrania tiene una lengua perfectamente entendible por todos sus habitantes, por más que a su interior también se hablen otros idiomas. El cinismo es un camino del cual no se tiene retorno.
A decir verdad, la diferencia con el Estado Español, es que Ucrania es una nación saqueada, que tiene todos sus bienes totalmente hipotecados, como garantía de una fabulosa deuda externa contraída con el FMI, y que hoy también es ahogada por los créditos en armas que le está otorgando el imperialismo desde hace más de 4 meses de invasión rusa.
Cuando la prensa imperialista se jacta de la “ayuda a Ucrania” con créditos millonarios de los bancos europeos, no estamos ante “donaciones desinteresadas” o gastos a cuenta de una OTAN que habría entrado a la guerra. Ello no es así. Todo lo contrario. Lo que otorgan los países imperialistas son préstamos usureros a tasas del 15% anual en dólares, que solo aumentan aún más la deuda externa de Ucrania que ya llega a 88 mil millones de dólares con otros estados, los bancos imperialistas, el FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea.
El cinismo llega al extremo de que en plena guerra e invasión de las tropas asesinas de Putin, el imperialismo y la banca internacional le exigen a Ucrania el pago riguroso de la deuda externa y de los intereses de la misma que debe abonar este año. Esto lo hacen en medio del pillaje que ya realiza y busca profundizar Moscú de las riquezas de Crimea y el Donbass, como pago por sus servicios prestados como gendarme de los capitalistas en toda la región durante ya casi 30 años. Como ya dijimos, este fue el rol que jugó Putin en Georgia, en el genocidio checheno y en la intervención contrarrevolucionaria en Kazajistán, Kirguistán y el Cáucaso. No nos cansaremos de insistir en esto pues es lo que intenta ser ocultado bajo siete llaves. Quieren silenciar lo que el carnicero de Moscú hizo en los últimos años en Siria, donde desde las Conferencias de Ginebra y Astaná con los yanquis, enviaron a Putin como centurión fascista a sostener a Al Assad para aplastar a las masas sirias y contener la revolución en Medio Oriente.
Los que hablan de una “ruptura irreconciliable” entre la OTAN y Moscú, se “olvidan” que lo que está en cuestión son los términos de la partición de Ucrania y las condiciones de rendición de la nación ante Rusia, la OTAN, el FMI y las transnacionales imperialistas.
Un claro ejemplo de esto que mencionamos puede verse en que mientras Putin ha dejado intacta la acería imperialista francesa de ArcelorMittal que está a menos de 500 kilómetros de la ciudad de Mariúpol, que fue arrasada por las bombas rusas, Zelensky aplaude a Johnson de Inglaterra como el “gobierno más solidario de la guerra contra Rusia”. Esto es una mentira e infamia.
Toda la deuda externa de Ucrania, tanto con el FMI como con el Banco Mundial y todos los estados que le prestaron fondos, tienen como garantía de cobro que ante cualquier altercado y anomalía estos se dirimen en… los tribunales de Londres. Por ello los piratas ingleses están tan confiados en venderle armas a Ucrania y Johnson viaja a Kiev a abrazarse con su empleado Zelensky, intentado posar como benefactor. Un cinismo más.
La Suprema Corte de Justicia de Inglaterra, encabezada por William Blair -hermano de Tony Blair, ex primer ministro británico-, aún no falló a favor de Ucrania, cuando ya pasaron cuatro meses de invasión y masacre, para que no pague la deuda externa que tiene con Moscú de más de 3 mil millones de dólares, aduciendo que esos créditos habían sido otorgados por una empresa y un banco privado, y no por el estado ruso.
Esto incluso está por detrás de la misma política burguesa imperialista de relación entre los estados establecida por la ONU, que le garantiza a un país agredido no pagar su deuda con el agresor. No vaya a ser que cunda el ejemplo de que los países oprimidos no pagan las deudas a quienes los saquean y agreden, mientras Londres, Wall Street y Frankfurt desconocen las deudas que tienen con Rusia, le cercan sus fondos y le decretan embargos comerciales. Vaya paradoja.
Por su parte, el gobierno cipayo de Zelensky, lejos de suspender el pago de la deuda a los acreedores imperialistas para poner toda la economía y las riquezas de Ucrania para defender la nación agredida, está pagando, y está dispuesto a seguir haciéndolo, toda la deuda externa, a excepción de la reclamada por Moscú.
Como si hiciera falta algún dato más, ya está claro que con la cobarde burguesía cipaya de Kiev, la clase obrera y el pueblo ucraniano no podrán derrotar la invasión de saqueo y muerte de Putin y la “gran” Rusia. Mucho menos podrán hacerlo de la mano de la OTAN, que solo busca profundizar el saqueo de Ucrania durante la guerra para luego partírsela con Moscú.
De allí, insistimos, que toda política ante esta guerra que no parta de pelear por conquistar la liberación nacional de Ucrania, aplastando la invasión rusa y rompiendo para ello con el imperialismo, bajo la dirección de su clase obrera aliada a los trabajadores de toda Europa, no es una política marxista, sino de lacayos del imperialismo y del pillaje de la oligarquía de Moscú.
Este es el camino para que la clase obrera ucraniana conquiste la dirección política y militar de la guerra, para que no sean los trabajadores los que sigan pagando la crisis, el saqueo imperialista y el terrible martirio de la ocupación “gran” rusa.
Putin es el garante del saqueo del FMI de Ucrania y de todas las naciones de Eurasia
En este Prólogo es necesario insistir en una definición clara: Ucrania es una nación mil veces oprimida, saqueada y entregada a la voracidad y a la disputa de las potencias imperialistas y al rol de gendarme contrarrevolucionario de Putin que busca mantener este papel y sus privilegios en Eurasia, como sucede desde hace 30 años, a partir de 1989.
La que entregó Ucrania al capital financiero internacional hace décadas fue una burguesía rapaz ucraniana y de la “gran” Rusia que salieron de las entrañas de los ex Partidos Comunistas stalinistas de la ex URSS, como también lo hicieron en China, Vietnam y últimamente en Cuba.
La desfachatez de los partidos stalinistas tildando a Putin como “progresivo”, que busca ponerle “límites” al control del imperialismo en el planeta no solo es una falsificación, sino también una cruel mentira y engaño.
Por si hiciera falta alguna prueba más de lo que aquí decimos, cuando Ucrania proclamaba su “independencia” en 1991, no tenía deuda externa y hoy es uno de los países más endeudados del Este de Europa, tratado como una republiqueta por el FMI. Actualmente, entre deuda externa privada, pública y al FMI y al Banco Mundial y agregando la deuda interna del estado, la Ucrania sometida hoy debe más de 130 mil millones de dólares.
Putin fue el garante, desde su base militar de Crimea y con sus gobiernos títeres como el de Yanukovich, de que Ucrania pague todos sus compromisos con el imperialismo y demás saqueadores de la nación. El chacal de Moscú quiere su premio, pero en las disputas interimperialistas ya no hay lugar ni siquiera para él.
Esta crisis de la nación ucraniana la provocó una naciente oligarquía, agente directo del imperialismo, que desde el ’89 endeudó la nación, se quedó con toda la economía nacionalizada y no devolvió un centavo de esa estafa económica, tal cual sucediera en todas las ex repúblicas soviéticas “independizadas” de Moscú en toda Eurasia e inclusive en la “gran” Rusia. Es decir, saquearon al estado y al pueblo ucraniano para que financien con penurias inauditas la restauración de los parásitos capitalistas.
Ellos, los stalinistas, entregaron Ucrania a la OTAN. Zelensky es un heredero y representante de esa oligarquía surgida en los últimos 30 años en Ucrania, ligada a la economía mundial imperialista.
En Ucrania nuevamente sale a la luz la bancarrota de las corrientes provenientes del ex movimiento trotskista
En una reciente conferencia de debate del Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad (FIT-U) de Argentina, el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) –así como otras tantas corrientes a nivel internacional– se declaró “neutral” en esta guerra, mientras el Partido Obrero apoya abiertamente a Putin.
Todos ellos niegan que existe una lucha de liberación nacional en Ucrania. Ocultan que esta ha devenido en una nación mil veces oprimida por el imperialismo, como sucede con cualquier país de África, América Latina o Eurasia. Los negocios de las transnacionales y de la burguesía ucraniana fueron bien resguardados por el régimen de los oligarcas de Kiev y los fusiles de Moscú.
Estas corrientes inventan que existe una guerra donde se enfrentan la OTAN y Rusia. Según ellos, Ucrania sería meramente el campo de batalla de ese enfrentamiento. Ocultan que la guerra en Ucrania es por el saqueo, el pillaje, la colonización y la partición de esa nación, que, como hemos dicho, es una de las más ricas de la región y tiene una ubicación estratégica para el tránsito de mercancías en toda Europa. Hoy Moscú es la encargada de desangrar a Ucrania para mantener los privilegios de la “gran” Rusia y sus negocios en Eurasia. Más y más Putin aplasta Ucrania, y más y más las masas de ese país mirarán a EEUU y Europa como sus posibles “salvadores”. Esta es la tragedia que provoca la traición de las direcciones del proletariado a la clase obrera ucraniana.
Esta política, esgrimida por los partidos de izquierda reformista en todo el globo, es una ruptura abierta con el programa antiimperialista de toda corriente que se precie de tal. Es que la guerra, como dijimos, agudiza la opresión nacional de Ucrania. Si gana Putin, esta quedará atada con dobles y triples cadenas a la explotación de los oligarcas de Ucrania y Moscú, a un doble saqueo del FMI y de las transnacionales imperialistas, y será sometida mil veces más a la Europa de Maastricht. Si Ucrania es partida, el resultado será el mismo y quedará desangrada como nación.
Hoy Ucrania es una presa que es disputada por leones, hienas, chacales, que se tiran mordiscos, pero la batalla es por la presa. Luego arreglarán cuentas entre ellos. Hoy Putin es el que está “cazando la presa”. Los yanquis esperan… Saben que, por ahora, el eje franco-alemán quedó fuera de la disputa y perciben con claridad que Putin les dará la mayor parte de la presa, tal cual una hiena que no buscará pasarse de la relación de fuerzas con los leones.
La política “neutral” de estas corrientes expresa el grado de descomposición antimarxista al que llegaron amplios sectores de la izquierda mundial, que hace años atrás se reclamaban de la IV Internacional.
Si la clase obrera ucraniana permanece aislada y sin la solidaridad de los trabajadores rusos, de Europa y el mundo en su lucha contra la invasión rusa y el saqueo imperialista, quedará sometida a su propia burguesía, a la masacre de Moscú y atada con dobles cadenas al imperialismo.
El gobierno de Zelensky promulgó recientemente una resolución hecha a medida de las transnacionales y la gran oligarquía ucraniana: los empresarios pueden despedir sin indemnización alguna, reducir salarios, extender la jornada laboral, inclusive a domingos y feriados… En plena guerra, la “burguesía nacional” y los oligarcas ucranianos demuestran ser una clase totalmente antinacional, que pactará y entregará la nación según le convenga a sus negocios cuando lo consideren necesario junto a sus jefes imperialistas.
La “neutralidad” de corrientes ex trotskistas le deja las manos libres a Zelensky para que superexplote a la clase obrera, al FMI para que estrangule la nación, y a Putin y sus tropas contrarrevolucionarias para que levanten con palas mecánicas los escombros de los edificios bombardeados y derrumbados con centenares de muertos en cada uno de ellos, como sucede en Mariúpol. Rusia espera quedarse allí con el control de los puertos por donde sale la mayoría de las exportaciones de granos. Un negocio para nada despreciable para la oligarquía de Moscú… y la Cargill.
La brutalidad de esta posición “neutral” en la guerra, llevó a uno de los máximos dirigentes del PTS de Argentina, profesor universitario, a plantear, sin que se le mueva un pelo, que esta es una “guerra reaccionaria” y que “no hay que apoyar a ningún bando”.
Este pseudo-intelectual de la izquierda reformista argentina, sin sonrojarse, llamó a que la clase obrera espere a que bajo las condiciones de la guerra estalle alguna revolución en algún lugar del mundo... Ni en Rusia, ni en Ucrania, ni en Europa… Este señor y su partido hace rato que están bien lejos de las condiciones objetivas de la guerra que son las que crean en el campo de batalla mismo las condiciones para la revolución.
Ellos han roto abiertamente todo anclaje con un programa y una política antiimperialista mínimamente seria para ser considerados marxistas.
¿Por qué no se declaran “neutrales” ante el saqueo de Argentina por parte del FMI y sí lo hacen con Ucrania? Es que allí donde hay guerra, al pacifista se le nubla la vista, se le hace un nudo el cerebro y solo busca escaparse de allí. Miserables.
A lo largo de este libro profundizaremos sobre las estafas políticas del revisionismo al marxismo y sobre la tradición del marxismo revolucionario sobre la cuestión de las naciones oprimidas en Europa.
No menos oportunista y antimarxista es la posición desarrollada por corrientes como la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI), Unidad Internacional de Trabajadores (UIT-CI) y otras que abren expectativas de que con la OTAN y la Unión Europea y sin derrotar al agente del imperialismo en Ucrania, que es el gobierno de Zelensky, la nación oprimida puede ganar la guerra. Esto es una falacia de los “teóricos” de la “revolución por etapas”, cuya premisa es: “primero ganemos la guerra con cualquiera y después saldaremos cuentas con la burguesía ucraniana”. Estamos ante una posición totalmente reaccionaria y antitrotskista. Sin una dirección proletaria de la guerra que expropie al imperialismo y se una a la clase obrera rusa y europea, Ucrania jamás saldrá vencedora contra la invasión rusa ni contra el imperialismo que la oprime. Así fue cómo las masas en Vietnam, China y Corea derrotaron a los ejércitos más poderosos del planeta: el norteamericano y el japonés.
La izquierda reformista mundial se bambolea entre la “neutralidad”, subirse a los tanques de Putin o esperar que lluevan los misiles de la OTAN para derrotar la invasión rusa. Todos han renunciado a la lucha por expulsar a las tropas invasoras de Moscú, romper con el imperialismo y ganar la guerra con el método de la revolución proletaria internacional.
El libro que aquí presentamos intenta rescatar la teoría y el programa marxista como el único de liberación nacional, que le permita a la clase obrera, que es la que realmente muere y lucha en la guerra, transformarla a esta en el inicio de la revolución socialista.
Las condiciones actuales han puesto al rojo vivo en la guerra y en la vida misma la alternativa de socialismo o barbarie; comunismo o fascismo.
Hacemos el Prólogo de este trabajo Ucrania en guerra rindiendo nuestro homenaje a todos los obreros asesinados, de Kiev al Donbass, de la Ucrania partida, invadida y pronta a ser mil veces repartida.
Vaya nuestro homenaje también a los valientes mineros del Donetsk, Lugansk y Odessa que enfrentaron desde 2014 a las fuerzas fascistas de Poroshenko que expropiaron la lucha contra Yanukovich, el aliado de Putin y el más grande agente del FMI en Ucrania de las últimas décadas. La Ucrania partida y dividida necesita de la unidad de su clase obrera. Y ello solamente será posible bajo las banderas de un programa revolucionario. Para conquistarlo es este aporte que hacemos los marxistas revolucionarios.
Nuestra solidaridad es con los obreros y jóvenes que son soldados rasos en el ejército de Rusia y que se niegan a combatir contra la nación ucraniana. Miles de ellos están en las cárceles de la oligarquía rusa. Ellos son y serán la clave para frenar la máquina de guerra y asesina de Putin, el verdugo de Eurasia.
Vaya también nuestro llamamiento a la clase obrera europea y mundial a que tome la lucha contra la invasión rusa y el saqueo imperialista de Ucrania en sus manos, para reabrir el único camino a una Ucrania independiente que será una Ucrania libre y soviética, o sino, será una colonia partida, desangrada y tutelada.
En este libro también queremos rendirles un homenaje a todos los obreros y campesinos que, tal como hoy sucede en Mariúpol, fueron masacrados en las ciudades de Siria a manos del fascista Al Assad y las cañoneras de Putin en un pacto de partición de esa nación con Turquía, la OTAN y las petroleras imperialistas.
La OTAN, Turquía, Putin y Al Assad partieron Siria con la excusa de que “combatían al terrorismo”… Los traidores de la izquierda mundial encubrieron semejante asesinato en masa contra los obreros y explotados de Siria y Medio Oriente.
Vaya nuestro homenaje también a los pueblos del Cáucaso y del Kazajistán sublevado contra las transnacionales y petroleras imperialistas que los saquean. Vaya nuestro llamamiento a que su lucha revolucionaria no se detenga, porque la derrota de los carniceros y asesinos de Moscú, lejos de fortalecer a la OTAN, va a reabrir el camino a la lucha por la restauración de la dictadura del proletariado en todos los territorios de la ex URSS, sin la lacra stalinista. Ese combate se librará bajo las banderas de la IV Internacional, los continuadores de la lucha de los bolcheviques-leninistas, con los cuales se conquistó el derecho a la independencia y a la libertad de la nación ucraniana, bajo la dirección de la clase obrera y su alianza con los campesinos pobres y los trabajadores de toda Europa.
Recientemente, los obreros de Milán llamaron a una jornada de lucha contra la guerra. Cuanto más rápido se levante la clase obrera europea en ayuda de sus hermanos de Ucrania, como lo hizo contra las invasiones imperialistas, más cerca estarán los trabajadores de Europa de comenzar a recuperar las conquistas arrebatadas por los carniceros imperialistas.
Las direcciones stalinistas de los sindicatos europeos, aliadas del carnicero Putin, recibieron como anfitriones en Madrid a la reunión de los jefes y comandantes de la OTAN el 29 y 30 de junio. Izquierda Unida, el partido stalinista hermano de Putin y sus secuaces, y el PSOE les rindieron honores a los generales de la OTAN en el Estado Español. Ellos, que apoyan al chacal de Moscú, están muy lejos de enfrentar a la OTAN.
Pese a que dirigen los sindicatos más importantes de Europa, desde donde sostienen a los gobiernos de la OTAN, fueron enemigos de transformar al Estado Español en un “infierno” a la llegada de esta cumbre.
Llaman a “enfrentar a la OTAN” en Ucrania pero paralizan las fuerzas de los sindicatos europeos y del Estado Español en particular, al ser incapaces de llamar a un paro general activo y de lucha revolucionaria en las calles para impedir que esa reunión de asesinos del mundo se realizara en Madrid y para iniciar un plan de combate internacionalista de la clase obrera europea para frenar la máquina de guerra imperialista y derrotar la invasión rusa a Ucrania.
Son unos embusteros. Son los entregadores de la URSS, pese a que centenares de grupos de ex trotskistas los cubran con un manto de “progresismo” y “socialismo”.
Las corrientes stalinistas y de renegados del trotskismo, con la excusa de “enfrentar a Trump”, sostuvieron a Sanders del Partido Demócrata, quien luego apoyó a Biden… Y ahora estas direcciones se rasgan las vestiduras porque el comandante de la OTAN, Biden, va por los negocios de Moscú.
Los trotskistas, peleando contra Putin, contra los yanquis y la OTAN, junto a la clase obrera ucraniana, combatimos bajo las banderas del marxismo revolucionario, las del bolchevismo, las de la IV Internacional, las que despertaron el odio de Putin, quien denunció que Lenin y su partido son los que “inventaron” la nación ucraniana en 1921 cuando esta se independizó y se federó con la URSS.
Muy lejos de ello, fueron los zares y luego el stalinismo, traicionando el legado de Lenin, los que desconocieron, aplastaron y censuraron el derecho nacional de los pueblos oprimidos. En Ucrania se confirma con toda agudeza el apotegma del marxismo de que ningún pueblo que oprime a otro puede liberarse a sí mismo.
Seguramente el lector se preguntará cómo llegamos a editar este libro que da cuenta de los acontecimientos históricos que conmovieron a Ucrania y toda Eurasia en los últimos 10 años, como mínimo. Este trabajo no fue escrito en cinco meses de guerra. Es la expresión y refleja toda la elaboración revolucionaria de nuestra corriente, el Colectivo por la Refundación de la IV Internacional / FLTI, que desde el año 2008, volcó gran parte de sus fuerzas en Georgia, Kirguistán, luego en Ucrania y en todo combate que libraron las masas de las ex repúblicas soviéticas, entre otros focos de revolución y contrarrevolución. Ligamos nuestra suerte a la lucha de clases en esas naciones, tal como hicimos en Siria y toda la oleada revolucionaria de masas que se desarrollara en Medio Oriente a partir de 2011.
Concentramos nuestras fuerzas en los dos focos claves de la revolución, la contrarrevolución y la guerra a nivel mundial, donde el imperialismo concentró sus fuerzas para contener y escarmentar las ofensivas revolucionarias de masas del siglo XXI. Mientras tanto, el reformismo con sus “cantos de sirena” y apoyado en los regímenes burgueses, concentraba sus fuerzas en los parlamentos de los enemigos, pactando con ellos o codirigiendo con el stalinismo la mayoría de los sindicatos que estrangularon toda lucha seria del proletariado en el siglo XXI.
Compartir esta elaboración con el lector es uno de nuestros principales objetivos, para poder explicitar nuestra posición frente a “Ucrania en guerra” y afirmar, como lo hacemos en el título de la obra y en el transcurso de la misma, que esta será soviética e independiente, o una colonia más, tutelada por el imperialismo, bajo las bayonetas de Moscú.
Las banderas del bolchevismo quedan entonces en manos de los que continúan el combate por la revolución socialista internacional. Ese programa y esas banderas tienen una enorme actualidad. De eso se trata esta obra.
Los autores
(*)La cumbre anual del Foro Económico de Davos, que reúne a los representantes del capital financiero internacional, se realizó en Suiza del 22 al 26 de mayo de 2022.
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