Capítulo 3
La primera respuesta de Emilio Albamonte a P.: una respuesta escandalosa
1- Un nuevo invento: el “populismo” de la minoría para ocultar una visión economicista,
pacifista y sindicalista de la unidad de las filas obreras por parte de la mayoría del CC
Si dejamos de lado el método irresponsable de discutir con un acta moral organizada por la fracción mayoritaria en San Martín, para después inventar argumentos contra la minoría. Si dejamos de lado de una vez por todas que los compañeros de San Martín dicen que P. dijo, y entonces el cro. EA dice lo que dicen los compañeros de San Martín que P. dijo. Si lo que queremos es discutir profundamente nuestras posiciones y concepciones y desentrañar esta telaraña confusionista tendida por la mayoría, tenemos que decir que el nuevo mote inventado de “populismo” sigue siendo una cortina de humo, y no existe en lo más mínimo en la carta de P.
Y como estamos discutiendo con la carta de EA, podemos decir que su respuesta al “populismo” de P. no es más que una sumatoria de argumentos sueltos desconectados entre sí, con una falta de dialéctica asombrosa, para ocultar una visión totalmente democratista y pacifista de la recomposición de la unidad de las filas obreras. Y eso lo vamos a demostrar con lo que EA escribe. Su método, aquí como en otros temas de discusión y como lo demostramos en toda la plataforma, es disolver una discusión concreta en verdades generales, que lo llevan a una posición a-histórica, es decir, antidialéctica. Veamos.
En primer lugar, P. en su carta se refiere a una intervención concreta del cro. V. en el Congreso, relativa a la discusión establecida en ese momento. Lo decimos esperando que el término “concreta” no le moleste al cro. EA. La lógica dialéctica no niega la lógica formal sino que la incorpora y la supera, para poder explicar lo concreto vía aproximaciones sucesivas. Y la discusión concreta (es decir, suficientemente determinada) era que el cro. V. le respondió en el Congreso a P. (contra su posición totalmente obrerista de la que luego se rectificó, en el mismo congreso y en su minuta posterior) también con una posición totalmente equivocada. V. dijo que en Astilleros habían hecho una asamblea y se habían solidarizado con los obreros de la construcción, y que todos los obreros odiaban por igual frente al hecho de las dos muertes obreras por día en el gremio de la construcción. Y más allá de cualquier discusión de los 70, de la “aristocracia obrera” o las capas altas de los 70 (que rápidamente abordaremos más abajo) en esta discusión concreta, el cro. V. estaba totalmente equivocado. El cro. P, en su carta aclarando su intervención en el congreso, no dice en ningún momento que los obreros más explotados son los que tienen más odio y son los que van a encabezar el levantamiento revolucionario en la Argentina, como EA pretende hacerle decir. Dice tan solo que el cro. V. le respondió de forma unilateral, negando, en relación a esa discusión concreta, relativa, que en la clase obrera hay sectores más explotados y más privilegiados. Y continúa P. insistiendo en que la clase obrera no es homogénea y que sus distintas capas viven experiencias materiales distintas. Y que el cro. V. se olvida (y estamos hablando de los 10.000 obreros de la construcción que salieron a la calle porque mueren como moscas todos los días) que en su fábrica (el ARS) eso no sucede. Y eso explica, frente a esta discusión concreta (repetimos, suficientemente determinada), que haya habido 10.000 obreros de la construcción que ganaron las calles, y no una marcha enorme de todos los obreros del ARS, llevando en hombros los féretros de cinco obreros fallecidos en las gradas. ¿O en cambio sí la hubo, y no nos dimos cuenta, o el cro. V. se olvidó de informarlo en el congreso?
Resumiendo: no es lo mismo, repetimos, en esta situación concreta de hoy, el odio que lleva a los obreros de la construcción a ganar las calles y a poner un jalón en el programa de lucha de la clase obrera argentina, como es el de “Empresarios asesinos”, y a obligar a la burocracia más menemista del país a tener que encabezarla, que el odio que puede mover a los obreros del Astillero, más allá de su actitud solidaria en su asamblea, que ven la posibilidad de negociar y conseguir concesiones del duhaldismo en este momento concreto. Es posible que si no consiguen esas concesiones, se estén preparando para luchar para conseguirlas. Y muy posiblemente al calor de esas luchas de presión caigan muchas de sus ilusiones, y se despierte y reavive un odio de clase contra la política paternalista y burguesa de Duhalde. Pero no es lo que está pasando hoy. Y esa desigualdad en el odio producto de distintas situaciones materiales concretas, es la que expresa también la desigualdad en la acción. Mientras en Astilleros hay un proceso de reagrupamiento de fuerzas, de elección de delegados y de predisposición para la lucha (con mucha más conciencia, organización y experiencia previa), en la construcción, en cambio, es casi el odio espontáneo el que saca a los obreros a hacer una magnífica acción, y dialécticamente sin la experiencia y la conciencia que tienen los obreros de Astilleros. Nos guste o no, esta es la ley del desarrollo desigual y combinado, que se expresa en que sectores muy atrasados en organización, conciencia y experiencia, pueden, bajo condiciones extremas ser la vanguardia en un determinado momento.
Y les guste o no, compañeros de la mayoría del CC, como dice Lenin, el odio de clase, bajo condiciones extremas, puede ser un gran motor de la acción revolucionaria del proletariado, es decir, en este caso, del desarrollo de su espontaneidad (que, como hemos dicho tantas veces, es la forma embrionaria de la consciente). Esto es lo que significa lo que dice P. en su carta de que “la clase no es homogénea y que sus distintas capas viven experiencias materiales distintas”. Es una respuesta concreta, pero es indudable que aún, desgraciadamente, porque hace nada más que siete meses que lo tenemos como dirigente rentado, y además administrando y dirigiendo una regional y no en las máximas tareas de elaboración teórica-política, el cro. P. no puede terminar de expresar con claridad y hasta el final esta rica dialéctica de conciencia, experiencia y acción y de las desigualdades de la clase obrera. Pero no por responsabilidad del compañero, sino porque la máxima dirección del partido (HR asume su responsabilidad fundamental en esto) no ha hecho participar al cro. P. ni al cro V. (que le respondió con bajísimo nivel en el Congreso), en la máxima elaboración teórica, política y estratégica de nuestra organización. Tampoco conocemos ninguna invitación de los compañeros del CC que prepararon las cátedras marxistas que se desarrollaron en la UBA y en la UNLP, a estos compañeros para prepararlas en común. De parte de HR, debemos decir también, que el máximo burocratismo se expresó en que discutió durante horas y días el guion del artículo de EI N° 9, con una compañera del CC que lo firma, sin que participaran P. y V. y otros militantes obreros del partido. Por eso, compañeros, no nos asustemos del bajo nivel y de los rasgos obreristas de los compañeros. Esta es nuestra responsabilidad. Pero el problema es que EA no responde a P. en su larga carta de respuesta al programa que propone P. para resolver esta contradicción, que es “que promover apuestos dirigentes en todos los niveles del partido a todos los compañeros que vienen del medio obrero, puede ser una gran escuela de aprendizaje para ellos”. Y este punto programático de la carta de P, que el cro. EA ni siquiera se digna a contestar, lo hacemos nuestro total y absolutamente.
Pero, a decir verdad, junto a Cannon y a la tradición del bolchevismo, estamos convencidos que en esta lucha tendencial al interior del partido, y también alrededor de la lucha teórica, política y programática al interior del movimiento trotskista internacional y en la feroz lucha de partidos en la vanguardia, no solamente el cro. P. y V. podrán elevar su nivel, sino el conjunto del partido, y sobre todo la gran cantidad de valiosísimos compañeros que han ingresado en los últimos dos años a nuestro partido, provenientes del movimiento estudiantil, el movimiento democrático y los sectores más intelectuales que estamos reagrupando en las cátedras marxistas.
Las posiciones desarrolladas por el compañero P. en su carta, no tienen nada de “populismo”, sino que son una repuesta concreta a una discusión particular y específica dada en nuestro congreso. Y el único “populismo” que vemos es el de EA, para confundir a la base del partido y armarla con dos o tres consignas que la movilizan contra la minoría del CC.
En segundo lugar, la segunda afirmación del cro. EA es que el “odio de clase” no se desprende mecánicamente del grado de explotación de cada sector de la clase obrera. Dice el cro. EA en su respuesta: “Pero deducir de forma antidialéctica de esto que el odio de clase se desprende mecánicamente del grado de explotación, de cada sector de la misma, y que inclusive esto tiene su reflejo en una pequeña liga, es ir a una concepción populista alejada del marxismo y opuesta a toda la experiencia histórica de todo el proletariado argentino y mundial. ¿Se olvida el cro. P. (¿la tendencia, la fracción?) que fueron los obreros privilegiados (aristocráticos, según la concepción del compañero) del SMATA de Córdoba, los que resistieron el quite del sábado inglés, dieron inicio al Cordobazo, y transformaron su odio de clase en jalones de conciencia de clase (clasismo) antes que los sectores más oprimidos del proletariado cordobés, aunque juntos hayan protagonizado el Cordobazo?”
Nuevamente una afirmación general contra la que nadie puede estar en contra de tan general que es. Y creemos que tampoco el cro. P. Pero odio de clase, consciencia y acción son términos relativos a un momento dado. Por ejemplo: sacarle el sábado inglés a los trabajadores del SMATA en 1969, como parte de una discusión sobre los convenios colectivos de trabajo, que vivían en la conciencia de una clase que desde el ‘45 y la Resistencia peronista los defendía como conquistas, despertó el odio de clase (ligado a la existencia de una dictadura odiada por el conjunto de los trabajadores y el pueblo, y con el peronismo proscripto desde 1955) y llevó a los acontecimientos del Cordobazo, del Rosariazo, que conmocionaron la década del ‘70. Pretender decir, con una visión sindicalista, que el Cordobazo fue porque “les sacaron el sábado inglés” a los trabajadores metalmecánicos, es una posición tan “concretita, concretita”, que termina siendo insuficientemente determinada, es decir, no explicando la realidad en sus complejas y múltiples determinaciones. Es desde esta posición sindicalista sobre los ‘70 con la que EA intenta armar al partido para prepararse para futuras irrupciones del proletariado a fines de los ‘90.
Pero la clase obrera de los ‘70 era una clase obrera dada históricamente, sin tres millones de desocupados, sin un 40 o 50% de contratados o por agencia, sin tres millones de trabajadores en negro, sin el desgarramiento provocado en sus filas por la contrarrevolución del ‘76, por la derrota de Malvinas, por la hiperinflación de fines de los ‘80 y la convertibilidad de los ‘90 y por el triunfo burgués de las privatizaciones. Nuevamente, se disuelve un ejemplo concreto (que los obreros iniciaron el Cordobazo porque les sacaron el sábado inglés, cosa que, como aclaramos antes, es una verdad a medias) es una verdad general, es decir, a-histórica, para discutir e inventar el obrerismo y el populismo del cro. P. Como diría Lenin, el cro. EA se ha perdido entre tres pinos; lástima que perdido él, corre el peligro de confundir a toda la base del partido. No le vamos a decir por esto que es un irresponsable, que a pesar de estar rentado durante muchos años dice semejantes incongruencias antidialécticas, porque defiende sus ideas, aunque estamos convencidos de que éstas son equivocadas.
El cro. EA y miembros de la mayoría que le ayudaron a escribir su carta, no tuvieron en cuenta que esa clase obrera de los ‘70 era parte del viejo movimiento obrero argentino de Yalta, mientras regía el régimen de sustitución de importaciones. En toda su respuesta, no ven que hablamos del movimiento obrero argentino de hoy, que no es igual al de Yalta. ¡Qué visión “internacionalista” que tienen del nuevo movimiento obrero argentino! ¡Se olvidaron nada más y nada menos de que ustedes describen procesos revolucionarios que se dieron durante la vigencia del orden de Yalta! Están esperando que, como en 1969, y según su particular analogía, las capas altas del proletariado industrial irrumpan cuando le saquen alguna conquista parcial, como cuando “les sacaron el sábado inglés”. Pero, compañeros ¡¿En qué mundo y en qué país viven?!
Desde 1945 hasta 1976 el proletariado entró en lucha revolucionaria y abrió situaciones revolucionarias o pre-revolucionarias en la Argentina, partiendo de la generalización de la lucha económica que se transformaba en lucha política, y que luego era contenida, ya sea por golpes bonapartistas o por las manipulaciones de la dirección burguesa, el peronismo. O entraba a la lucha política directa contra las dictaduras que intentaban atacar todas sus conquistas. Este proceso se cristalizó en una gran conciencia sindical con mucho odio contra los patrones, y muy poco odio (salvo en fenómenos de vanguardia importantes que por crisis de dirección no pudieron dirigir al conjunto de la clase obrera) contra la dirección burguesa del peronismo, que moldeó y manipuló la conciencia política de la clase obrera durante décadas, y que aún hoy lo sigue haciendo.
Así, desde 1945, vimos distintos sectores de vanguardia y franjas de la clase que por “experiencias materiales distintas” entraban al combate acaudillando al conjunto de la clase obrera. En 1945 fueron los obreros de la carne, a los que los mataban trabajando a destajo para que la burguesía argentina abasteciera a los ejércitos aliados en la 2o guerra mundial y se llenara de plata, y que luchaban por la garantía horaria, (lamentamos decirle, cro. EA, que eran los sectores más explotados los que dieron origen a ese nuevo movimiento obrero que surgía en la posguerra, como antes habían sido, en los ‘30, los de la construcción que avanzaron en las primeras conquistas de los sindicatos por industria, y que fueran traicionados por el Partido Comunista).
En 1955, en la Resistencia peronista (por poner sólo algunos ejemplos decisivos), fueron los obreros metalúrgicos la vanguardia que volvió loca a la dictadura militar, que enfrentaron los intentos de la Libertadora de imponer un aumento de la productividad y la explotación obrera muy parecidos a los que intentan aplicar hoy los patrones del CEA. Y en los ‘70, fueron los obreros automotrices pero, como explicaremos más abajo, no sólo porque “les quisieron sacar el sábado inglés”.
En todos estos procesos, la clase obrera en la Argentina durante Yalta, luchaba por convenios y por conquistas que habían conseguido y que les querían arrebatar los distintos gobiernos “democráticos” y los golpes militares. Se olvida el cro. EA y la mayoría del CC, que los obreros automotrices en los ‘70, fueron la vanguardia porque les quisieron arrebatar todas las conquistas como obreros “privilegiados”, en un momento en que la patronal necesitaba mayor productividad, mayor tasa de explotación, porque tenía que garantizar una nueva renovación de maquinarias y para eso necesitaba hacer grandes inversiones, e intentó hacérselas pagar al movimiento obrero sacándoles las conquistas y aumentando la productividad. No fue sólo por el sábado inglés: la rebelión automotriz de los ‘70 en Córdoba fue la rebelión contra los cronómetros de los “Toma-tiempo” que a latigazos querían hacer producir al movimiento obrero con ritmos infernales de producción. Todo conocedor del Rosariazo, del Cordobazo y del SITRAC-SITRAM, sabe que este último nació cuando un obrero de los 300 que trabajaban en el horno de la fábrica (¡Los más explotados de la FIAT!) se largó a llorar en el comedor y les contó a sus compañeros que venía del médico y que le había dicho que estaba impotente porque con los 1200°c de calor del horno por delante y el frío de los ventiladores por detrás, no podía funcionar más sexualmente con su esposa.
Por supuesto que todos los obreros de las fábricas automotrices eran de las capas obreras que más conquistas tenían en relación a otros sectores de la clase, inclusive eran los más cultos, ya que muchos de ellos provenían de los colegios industriales de Córdoba. La aspiración de estos estudiantes técnicos era progresar en esas fábricas automotrices. Pero bajo esas condiciones materiales, no pudieron cumplir este sueño dorado, y terminaron convirtiéndose en una de las vanguardias más avanzadas que dio el movimiento obrero argentino.
Que el Cordobazo fue tan sólo porque a la “aristocracia obrera” le sacaron el sábado inglés, es una visión reduccionista morenista de esos acontecimientos. Justamente, el ataque patronal y la respuesta obrera se dan en momentos, a partir de 1968, en que la política de la burguesía es que dejen de ser “privilegiados”. Por eso allí también, en las entrañas de las fábricas automotrices, la vanguardia fueron -como fuente de inagotables recursos de energías en el combate- los compañeros más explotados entre los “privilegiados”. Porque si esto no fuera así, los obreros de la FIAT hubieran seguido copiando los gestos de la patronal de Salustro, y patrocinando escuelas cómo lo venían haciendo hasta ese momento.
El curso de estas acciones revolucionarias del proletariado en la Argentina en los ‘70, fue expresión también de los ensayos revolucionarios que entre 1968 y 1976 conmovieron al mundo de Yalta, al final del boom capitalista de la posguerra.
En el movimiento obrero de Yalta no existía, como producto de tantas derrotas -algunas de carácter histórico y otras coyunturales- y de tantas traiciones, el desgarramiento estructural que existe hoy en la clase obrera argentina. Y esta también es una discusión concreta, y por lo tanto, determinada históricamente. Aquí nadie está diciendo que, por ejemplo, para que la clase obrera norteamericana empiece a pelear y entrar a la revolución, hay que esperar que su nivel de vida caiga al nivel del de los obreros bolivianos o argentinos. Antes de eso, como lo demuestra la huelga de la General Motors, de la Caterpillar, de la UPS, o de los obreros de la construcción de Nueva York, habrá grandes luchas y combates de clases, y por qué no, revolución y contrarrevolución. Pero nuevamente le recordamos a la mayoría del CC y en especial a los que están preparando un artículo sobre la situación del movimiento obrero mundial, que la huelga de UPS empezó por la demanda de los contratados a tiempo parcial para trabajar a tiempo completo y para cobrar el mismo salario horario que los trabajadores full-time. Y no olviden que los obreros de la General Motors, de los que sí podemos decir que son aristocracia obrera, salieron a pelear porque la patronal no quiere que sigan siéndolo, y no sólo porque le sacaron una conquista parcial como el sábado inglés, sino porque le cerraban las fábricas y pasaban a engrosar las filas de los sectores más bajos y abandonados de la clase obrera americana, como son, precisamente, los desocupados. ¿Pueden entender que no solamente en Argentina se acabó Yalta? Es indudable que rápidamente necesitamos avanzar en una nueva elaboración teórica sobre el proletariado mundial a partir de 1989, y como parte de ella, de la clase obrera argentina.
Desde la minoría afirmamos que en la respuesta a P. (quien tan sólo intenta explicarle al partido su posición en el Congreso) éste se encuentra, de repente, calificado con un nuevo mote sacado de la galera de la fracción mayoritaria: populista. Esto es una cortina de humo para esconder que la mayoría tiene la visión del proletariado mundial y de nuestro país como si estuviéramos todavía en Yalta. ¿Puede ser que este giro a la derecha de la situación nacional, la tardanza de una segunda oleada proletaria radicalizada a nivel nacional y mundial ya les haya entumecido las neuronas a los miembros de la mayoría de nuestro partido?
Esta es una discusión concreta, referida a las experiencias y al grado de heterogeneidad de las distintas capas de la clase obrera, acerca de cómo van a entrar a la lucha, y cómo ya lo están haciendo en este nuevo movimiento obrero que se viene gestando. El cro. EA dice “que nadie puede negar que en el proletariado hay sectores más explotados y más privilegiados, y que la entrada de los primeros a la escena política es un síntoma seguro del inicio de una revolución verdadera”. El problema que no responde EA, es por qué desde 1993 hasta hoy, salvo esporádicas explosiones de lucha política y huelga política de masas, la vanguardia del combate vienen siendo las capas más explotadas de la clase obrera. Y sin que aún logremos entrar en una “revolución verdadera” EA tiene la obligación de decir, antes de caracterizar a P. de “populista”, si está de acuerdo en que desde 1993 la vanguardia fueron, no los obreros de la carne, no los metalúrgicos, no los automotrices sino los estatales del interior que ganaban 150 pesos y pasaban seis meses sin cobrar (¡EA se olvidó del Santiagueñazo, donde para poder cobrar quemaron todo, solamente con odio -lamentablemente- pero con instinto certero, atacando los edificios de gobierno y las casas de los políticos patronales!). Los estatales del interior fueron la vanguardia de las revueltas y de una fenomenal resistencia al menemato que en ese momento era apoyado por las capas altas del proletariado en el ciclo consumista (por supuesto que, en relación a la definición científica de aristocracia obrera sería una exageración, aún en ese momento, llamar así a estas capas sindicalizadas menemistas que le tiraban las sobras del comedor a los contratados que lavaban los baños en la fábrica, diciéndoles: “Tomá, come, muerto de hambre”).
Fueron luego los desocupados, como lo vimos en los levantamientos de Cutral-Có y Jujuy los que entraron a la guerra civil, aunque sea de forma fugaz y espontánea, en el interior. En tanto, los sectores del proletariado industrial entraron en luchas decisivas (salvo por movilizaciones de gremios por reivindicaciones parciales como la del SMATA en 1994) sólo cuando fueron brutalmente atacados, o cerraron las fábricas, o los despedían, para acompañar el proceso de reconfiguración de las nuevas concentraciones económicas que se desarrollaron en la Argentina bajo el avance de la dominación imperialista y de las corporaciones transnacionales. Es decir, cuando los querían convertir en una de las capas más bajas del proletariado, despedirlos, sacarles todos los convenios, cerrar la fábrica, echarlos como perros o volver a tomarlos bajo condiciones de esclavitud (y no tan sólo por sacarle el “sábado inglés”).
Así fue la revuelta y el motín de los obreros de Ushuaia que llevó a la muerte de Víctor Choque; o el caso de los obreros de la resistencia, con quienes hicimos un acto en Casa Suiza en 1995, o los de Aurora de zona sur. Y aunque ustedes compañeros de la mayoría, no lo quieran creer, también el de los obreros de la ex-Cormec que hicieron el SITRAMF, no como en el ‘70 porque les sacaron el sábado inglés, sino porque los echaron, y como despedidos sin indemnización, en una base material nueva, se levantaron, echaron a la interna vendida de la UOM y enfrentaron al SMATA.
EA y la mayoría no explican esta contradicción que ya lleva cinco años -muchos más si tomamos en cuenta los despedidos de las empresas estatales, Entel, Somisa, etc.-. Porque a las capas privilegiadas les sacaron mucho más que el sábado inglés y no han reaccionado como en los ‘70. Y el cro. EA, que piensa como un metafísico (que es aquel antimarxista que piensa en base a una idea que él cree que es la realidad, y no en base a los hechos materiales y a sus causas materiales), no lo puede explicar. ¿O acaso nos va a decir, y le va a decir al partido, que a las capas más altas no le han aumentado un millón de veces los ritmos de producción y de explotación, un millón de veces más que a los metalmecánicos del ‘70, y aún no han podido intervenir decisivamente en el combate? Por eso no estamos en una “revolución verdadera”, justamente al revés de lo que usted dice. ¿Puede ser que usted esté esperando la irrupción del proletariado industrial como en los ‘70 tan sólo por ataques a las conquistas como el sábado inglés? ¡Eso sí que es sindicalismo, y el de la peor especie, eso sí que es pacifismo que le cede a los 15 años de democracia burguesa! El proletariado industrial, bajo estas condiciones de crisis y desgarramiento de sus filas, ha demostrado en todos estos años que solamente puede entrar en luchas ofensivas, unir sus filas y acaudillar a toda la clase trabajadora, cuando entra en lucha política, ya sea cuando hay crisis de los de arriba, o cuando de forma generalizada, con métodos bonapartistas el régimen les quiere sacar sus conquistas. Así sucedió en 1992, cuando Cavallo en seco les quiso imponer las leyes de flexibilización laboral; así sucedió en 1996, a partir de la crisis del tequila y del gobierno menemista, cuando por las brechas irrumpió el movimiento obrero industrial en huelgas generales políticas ofensivas. Y es por la desocupación, por la convertibilidad y por la traición de las direcciones que subordinan estas luchas políticas a los partidos del régimen y a los pactos sociales, que en la lucha económica el proletariado se siente impotente, y que fábrica a fábrica prima el látigo y la ofensiva capitalista. Por eso la diferencia con los ‘80 y los fenómenos de “nuevas direcciones” que se desarrollaron en esa década. Hoy en cambio estos fenómenos son episódicos y desaparecen bajo el ataque de la patronal o terminan poniéndose de rodillas frente a la misma, como en Siderar y en el SITRAMF, o telefónicos.
Entonces, compañeros, el cro. EA y la mayoría dicen “que la entrada de los sectores más explotados masivamente a la escena política es un síntoma seguro del inicio de una revolución verdadera”. El problema, repetimos, es que aún no hemos podido entrar en una “revolución verdadera” porque las capas altas, los sectores más concentrados del proletariado, son contenidos y sometidos por la burocracia y el régimen en pactos sociales e imbuidos por la ideología y las costumbres de la poderosa clase media argentina. Es por ello que los sectores más explotados ya han comenzado a entrar en escena pero el proletariado aún no logra unir sus filas.
La clave de este problema, compañeros, es la profundización de la estatización de los sindicatos que impulsa el régimen democrático burgués para sostenerse, desde hace 14 años, y no porque no le hayan sacado conquistas como el sábado inglés o las conquistas a los sectores más altos (sepan los compañeros de la mayoría del CC que aún las capas altas trabajan los sábados e incluso los domingos hasta 10 y 12 horas). Es que al proletariado actual y a sus capas que aún permanecen sindicalizadas, con la estatización de los sindicatos le han ido minando sus fuerzas y sus conquistas, separándolos de los contratados en las fábricas y de los desocupados. Nosotros afirmamos que en los países semicoloniales hay estatización de los sindicatos que está provocando esta catástrofe de división de las filas obreras bajo regímenes semi-democrático burgueses, y sobre esta estatización se asientan y perduran por ahora esos regímenes. Esta es la dialéctica de estatización de los sindicatos y bonapartismo para los países semicoloniales según las tesis trotskistas sobre los sindicatos expresadas y corroboradas por la vida misma, con las características particulares que abrió la caída del orden de Yalta.
Para nosotros, el régimen democrático burgués y esta relación con los sindicatos estatizados y a través de ellos con la clase obrera, donde está claro que es la burocracia la gran entregadora de todas las conquistas, no se puede mantener indefinidamente porque estamos en un país semicolonial, donde no hay democracia burguesa por cien años, ni sindicatos como en la vieja época reformista. Por ello, lo que preparan el CEA y el establishment, con esta oleada pacifista y dulzona de hoy, es recomponer instituciones capaces de atacar violentamente a la clase obrera (y no precisamente bajo formas democráticas), para poder imponer los convenios por fábricas, transformar al proletariado argentino en el proletariado malayo, es decir, provocar una derrota a la chilena.
Así, es muy posible que la irrupción del proletariado pueda venir, como lo ha demostrado el ‘95-‘96, como respuesta a ataques bonapartistas (como el que amenaza el CEA con su flexibilización laboral y no pudo concretar por la contraofensiva de masas), o por crisis en las alturas que permitan la irrupción generalizada política del mismo. O por una recomposición de la vanguardia que bajo un programa revolucionario sea capaz de presentar batalla e intervenir para derrotar a la burocracia traidora y hacer más económica la irrupción del proletariado industrial y la unidad de las filas obreras. Sin negar períodos concretos y cortos de luchas económicas parciales, la minoría del CC opina que estamos en una fase de lucha política de masas, mientras que la mayoría en cambio espera un ataque parcial a las capas altas capaz de provocar un nuevo Cordobazo, cuando estos ataques parciales ya han pasado en su gran mayoría.
Es más, al momento de escribir esta plataforma quizás estemos presenciando la generalización del estallido y la crisis económica internacional, en Asia, en Rusia, que ya está empezando a golpear a Wall Street, y que en nuestro país hizo caer la bolsa el 11 % sólo el jueves 27/8. Quizás, muy probablemente, como plantea nuestro documento nacional, la profundización de la crisis e incluso un crac, vengan antes que un segundo embate de las masas. Nuevamente, esperar que en estas condiciones, las capas altas del proletariado entren a la pelea porque le arrebaten tal o cual conquista parcial, ya linda con lo ridículo (que es de lo único de lo que no se vuelve). Es muy posible que un estallido económico en el Mercosur y en la Argentina dejen en un primer momento “shockeada” a la clase obrera y a las otras clases explotadas. Pero seguramente terminará de socavar las bases de apoyo del régimen y del gobierno. No debemos olvidarnos de que tanto a nivel internacional como nacional, fueron las masas las que vienen de pegar primero antes de la crisis económica. Muy posiblemente, por crisis de los de arriba, se recomponga la unidad obrera y popular y se reinicie una acción de masas. Esto no podemos preverlo hoy, como tampoco que la crisis ya existente expresada en la debilidad del gobierno y el régimen para imponer la flexibilización y las brechas que se están abriendo en el pacto social hagan que las masas vuelvan a pegar nuevamente en la escena política nacional. Es casi seguro que a quien tiene una visión sindicalista, economicista y pacifista, esta interpretación le parecerá llena de exageraciones. Incluso algunos espíritus sostendrán que coinciden pero que hay que pulirla de aquellas. Sólo podemos decir que la famosa discusión oral de que en la dirección del partido había visiones más y menos exageradas sobre la situación y las perspectivas, expresaba en última instancia, en el régimen de consenso que por suerte ha estallado, posiciones y concepciones políticas distintas.
Nos oponemos a la posición de EA y de la mayoría del CC, que ven un camino pacifista y economicista para la irrupción de las capas sindicalizadas o “privilegiadas” de la clase obrera (sin ataques bonapartistas o crisis revolucionarias en las alturas), un camino sindicalista (tan sólo por ataque a conquistas parciales) y no ven que el proletariado sindicalizado sólo pudo pasar a la ofensiva en lucha política de masas. Esta es una visión, en última instancia, democratista, que no ve que en los países semicoloniales, como plantean las tesis trotskistas sobre los sindicatos, la política de estatización de estos no puede sostenerse indefinidamente, como tampoco puede hacerlo la democracia burguesa. Que la oleada pacifista actual es una gran trampa expropiadora de la lucha de masas que prepara nuevos ataques bonapartistas y el agotamiento de los pactos sociales y de las bases con las que el régimen democrático burgués y sus partidos deben mantener el consenso para existir como tales.
La visión de la mayoría niega que la gran lucha del SITRAMF fue porque los despidieron a todos para después volver a tomarlos por $ 1.20 la hora y sin indemnizaciones, y que un ataque de esas proporciones a todo el proletariado significaría el inicio de una etapa de enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución. Diseca el programa de acción de los revolucionarios y por esta vía no puede implementar un verdadero programa para unir a desocupados y ocupados, a las capas altas y las capas bajas, a partir de la vida misma y no de los sueños metafísicos y mecanicistas de repetición de los ‘70. Porque, compañeros, les vamos a decir un secreto: el movimiento obrero de Yalta no existe más. Vuestra teoría termina en el economicismo vulgar y pacifista de creer que se repetirá mecánicamente lo de los ‘70 bajo estas nuevas condiciones objetivas internacionales y nacionales. Pero compañeros, esa es justamente la visión del MAS del ‘80, del MST, del PO y de todos los centristas, que ven el camino evolutivo y pacífico de que se pueden repetir escenarios de grandes luchas económicas por ataques parciales a conquistas parciales que terminen derivando en huelgas generales políticas y en la revolución, como fueran muchos de los procesos revolucionarios que se abrieron en el ‘68-‘74. Si esta “teoría” fuera verdadera, ya hubiera habido unas veinte revoluciones proletarias en Argentina en los últimos diez años. ¡Por fin se acabó el consenso burocrático en la dirección del partido, que impedía desplegar las verdaderas ideas que tenemos cada uno de los dirigentes de este partido! Desgraciadamente, tenemos que hacerlo bajo condiciones de estallido y de lucha tendencial, desafío que asumimos plenamente.
Pero que quede claro que por impulsar la lucha contra un “populismo” inventado, la mayoría despliega una posición que corre el peligro de no dejar piedra sobre piedra sobre todo el bagaje teórico y político que hemos elaborado sobre esta cuestión, inclusive del balance que hemos hecho del SITRAMF.
Es indudable que el populismo tiende a desarrollarse cuando las capas bajas del proletariado son abandonadas a su suerte y contenidas con caridad y asistencialismo burgués. Es indudable que el populismo se fortalece porque los batallones fundamentales del proletariado tan sólo han entrado en escena en lucha política, a la que los populistas, como el PTP y Santillán se encargaron de desviar y poner a los pies de la burocracia opositora y ésta a su vez, a los pies de la Alianza. Pero esto, camaradas, no los hacen a P. y a la tendencia, populistas, sino que plantea de manera aguda que sólo desde una estrategia y una teoría proletaria, revolucionaria y trotskista que combata al economicismo, al pacifismo y al sindicalismo, podremos combatir y derrotar al populismo, que es ultraizquierdista táctico en las formas y profundamente reformista y oportunista en su programa y su política. No nos olvidemos, que Santillán y el PTP son hijos del pacifismo y el economicismo del MAS.
Efectivamente compañeros, nos falta un nuevo salto teórico en nuestra elaboración sobre el nuevo movimiento obrero y específicamente el rol del proletariado industrial y de sus sectores más concentrados a nivel internacional y nacional, y las perspectivas de su ingreso en escena nacional y también internacional (y este capítulo no pretende serlo). Efectivamente este retraso en nuestra elaboración nos ha llevado a muchos errores parciales, tanto sectarios como oportunistas, pero esta elaboración se vuelve imprescindible realizarla sin más dilaciones, porque imbuida de y confundida por esta oleada pacifista nacional, la mayoría de la dirección, si no pone un límite a sus inventos y a sus ataques por fuera de toda proporción, puede dar pasos que la lleven peligrosamente al sindicalismo, al pacifismo y al economicismo, es decir, al tacticismo y a ir degradando el programa en el mismo. Es que solamente desde esta visión se puede entender el rol transitorio que juega la consigna de “Trabajo para todos”, por ejemplo, articulada con escala móvil de salarios y horas de trabajo y plan obrero de salida a la crisis. Es por ello que hemos venido discutiendo contra la posición de Altamira y del PO que se la pasa llamando a paros generales por aumento de salarios con programa mínimo, y le hemos contrapuesto programas de acción revolucionarios para preparar y organizar la huelga general política. Por supuesto que no negamos períodos circunstanciales de lucha económica o de presión, pero estos son la excepción y no la regla, tal cual lo explica Trotsky en ¿A dónde va Francia?, pues hay crisis y crisis.
Solamente desde esta perspectiva y ubicado desde aquí tiene valor el conjunto del programa trotskista revolucionario para unir las filas obreras, que muy posiblemente, por las condiciones objetivas, logre su unidad, o plantar grandes jalones en ese sentido, en grandes combates de masas antes que los trotskistas podamos ser una fracción mayoritaria en su seno.
Quizá será por ese economicismo y sindicalismo de la mayoría (cuya contracara es el propagandismo y el programa abstracto ¿o “perfil”?) la causa por la que han sacado un periódico donde en el medio de la crisis bursátil, con tres marchas del sindicalismo opositor para impedir que se vote la ley de flexibilización laboral de Erman González y la CGT, tras una movilización de 10.000 obreros de la construcción en las calles que levantaban la consigna de “Empresarios asesinos”, con obreros de la Cervecería molidos a palos por la policía de Córdoba y lo mismo con los estatales en Jujuy, se negaron a readecuar el programa de acción y a plantear, como les propuso la minoría tres días antes de que salga el periódico, que el eje organizador de todo el mismo debía ser el llamamiento al paro nacional.
Así, los combatientes contra el supuesto “populismo” de la tendencia minoritaria, han quedado a la derecha -con el peor de los propagandismos, enamorados de su perfil- incluso de los propios populistas, que por izquierda, sacaron sus periódicos y su agitación llamando al paro general. ¡Qué vergüenza!
Es que en el congreso (y pedimos que se desgrabe la intervención de HR inmediatamente) se discutió mucho con compañeros miembros de la actual mayoría del CC y muchos de sus defensores incondicionales hoy, que pedían a gritos un “perfil” para el partido. Como si los trotskistas tuviéramos un “perfil” distinto a nuestro programa revolucionario por el cual luchar y morir. En el Congreso explicamos pacientemente que “perfil” e “identikit” era una política del centrismo, y que lo que nosotros teníamos era un programa de acción revolucionario, que se combinaba y articulaba adecuado a las necesidades objetivas de las masas. Que la consigna “¡Abajo la dictadura patronal argentina!” no era para nosotros como “Socialismo o miseria” o “No pago de la deuda” para el MAS, sino que ésta estaba articulada, aunque la agitemos en determinado momento, a un programa de acción revolucionario. Y esta, que fue una de las discusiones claves del congreso, no fue discutida profundamente en los plenarios.
Como vemos, nuevamente el subjetivismo es la otra cara de la misma moneda que el objetivismo. El resultado es el mismo: socavar el programa de acción revolucionario y enamorarse de los “perfiles” (programas mínimos o máximos totalmente desarticulados, y algunas consignas que pegan).
Ahora entendemos, como lo desarrollaremos en los próximos puntos, por qué el Plenario Obrero votado por el congreso es para la mayoría una táctica a explorar (y además secreta porque ni siquiera aparece en el periódico), porque en última instancia no ven hoy la necesidad de impulsarlo porque no hay nuevas direcciones ni obreros luchadores y combativos. Por eso no ven un Plenario que sea un paso progresivo en el sentido de un reagrupamiento político de la vanguardia tal cual lo explicó HR en el congreso. Partiendo de un engranaje que sea un acuerdo con el GTR y el POR (parte de la lucha por el Comité de Enlace), para pegar sobre el centrismo con política de exigencia (lucha de partidos) y apuntar sobre las nuevas direcciones y fenómenos progresivos que han surgido como subproducto de las luchas de estos últimos meses, para en ese terreno pegar sobre el stalinismo, con el eje político de que la clase obrera debe reagruparse con una política independiente, reagrupar sus filas, enfrentarse al pacto social y romper con la política de sumisión a los partidos del régimen. Y desde allí, con un polo de clase progresivo, impulsar la ruptura del aislamiento de la vanguardia a la que la somete el stalinismo y las direcciones traidoras.
Nos enteramos que en la reunión del domingo pasado con el POR, la mayoría del CC propuso la organización de un “Plenario nacional clasista y antiburocrático”, y que el POR, que está por Frente Único Antiimperialista, por supuesto, aceptó rápidamente. Nada que ver con lo que resolvió el Congreso en base a la intervención realizada en el mismo por el cro. HR, que por supuesto, proponemos que se desgrabe y se baje a todo el partido. Propuesta que sí tiene mucho que ver con la visión de EA y de la mayoría de la dirección del partido, que en los hechos demuestra ser sindicalista y evolutiva, y por esa vía nacional-trotskista.
En otros capítulos nos referiremos al resto de la respuesta de EA a la minuta de P. y a las limitaciones de la propia carta de P. Pero eso no quita que no afirmemos que mientras se intenta combatir un supuesto peligro “obrerista” en nuestro partido expresado en una intervención circunstancial del compañero P. en el Congreso, lo que se está colando es una posición que desde el subjetivismo y el propagandismo (y todo esto revestido de un barniz de supuesta dialéctica), demuestra ser la otra cara de la moneda del objetivismo obrerista de partido de luchadores que creen estar combatiendo.
Ya anunciamos que este aspecto de respuesta a la carta de EA no pretende saldar la necesaria elaboración teórica sobre el movimiento obrero internacional y nacional que nos debemos. Pero compañeros, aquí de nuevo hay una cortina de humo y una pérdida de las proporciones, porque donde más empirismo, pragmatismo y falta de investigación teórica hay en nuestro partido, es sobre la política educativa nacional, la situación del movimiento estudiantil y la del movimiento democrático, en donde nuestro partido tiene asentadas el 90% de sus fuerzas, si no más, con canales a las capas avanzadas de esos movimientos totalmente influenciados por la centroizquierda pequeñoburguesa, y para los cuales hace meses venimos impulsando táctica tras táctica y ninguna elaboración teórica que merezca el nombre de tal. ¿Dónde están si no las tesis sobre las tareas democráticas y la revolución proletaria en Argentina, que muy posiblemente nos hubieran evitado disolvemos en el Ceprodh durante seis meses, terminando en actos del 1 ° de mayo donde no sabíamos si hablábamos como trotskistas o como demócratas vulgares? ¿Dónde están las tesis teóricas sobre el panorama educativo nacional y el movimiento estudiantil y los fenómenos políticos o de capas avanzadas o fenómenos ideológicos, y su relación con los procesos de la juventud obrera, para articular una estrategia que alguna vez termine de definir este juego de dimes y diretes de si hacemos nuevamente la JTRTE, o una Mesa de estudiantes combativos, o juntamos todas las tácticas juveniles en una Mesa provisoria? Esto también es parte de las necesarias elaboraciones teóricas que necesitamos para no desviarnos al nacional trotskismo, es decir, adaptarnos al régimen por la vía del tacticismo.
El peligro hoy que tiene nuestro partido no es que tenemos 50 ó 60 obreros delegados y con puestos sindicales en el CTA o en MTA, por ejemplo. O dirigentes obreros que están dirigiendo la huelga de hoteles en Nueva York como sí los tuvo el SWP. Las presiones materiales de adaptación producto de las paradojas que la dirección hoy quiere negar, provienen de los canales de ida y vuelta que hemos abierto hacia la vanguardia juvenil y democrática. Y esto es lo que se le quiere ocultar al partido combatiendo el “obrerismo” y el “populismo” de P. y de la tendencia minoritaria.
Pero tanta desproporción, tanta desaparición de la escena de las paradojas que nos moldean, de la Circular N° 3 de enero del ‘98 y de las resoluciones de la FT de cómo combatir esas paradojas (resoluciones que la mayoría quiere sustituir hoy por cursos de dialéctica), no son más que un síntoma de que estamos al borde de una nueva desviación nacional-trotskista, casi idéntica a la que nos llevó a darle rasgos centristas a nuestra organización a partir de 1995, por considerarnos tan sólo un “Centro Teórico Internacional”.
2- Una concepción pedagógica de la politización del partido
Con un método oral, en su afán de descalificar a P. y a H.R., la mayoría del CC ha sostenido cosas tan novedosas como que “en una liga no se hacen tendencias”. Se sostiene también que “no se hacen tendencias por un punto”. Estos argumentos hoy se repiten en todo el partido.
Para nuestros maestros, en cambio, la lucha de ideas al interior de los partidos, organizada en alas, bloques y tendencias, era el motor central para que un partido pueda encontrar el rumbo correcto.
Pero, nos podrán decir, se referían a partidos de masas, no a una “pequeña liga marxista” como el PTS. Lamentamos decirles que la existencia de tendencias, y aún por un solo punto, se verifican en “pequeñas ligas marxistas” como en la sección yanqui en la década del ‘30, acerca de aplicar o no el entrismo en el Partido Socialista (lo que se llamó el “giro francés”), lo mismo que en la propia liga francesa. Los escritos de Trotsky están llenos de intervenciones suyas en la rica lucha de tendencias que recorría a los partidos de la Oposición de Izquierda, ninguno de los cuales superaba el estadio de “pequeña liga marxista”. La historia de la IV Internacional, después de la II Guerra, que es en su mayor parte la de “pequeñas ligas marxistas”, estuvo recorrida por una furiosa lucha de tendencias y fracciones.
Nosotros sostenemos junto a nuestros maestros, que las luchas de alas, bloques, tendencias e incluso fracciones son la principal escuela de politización de un partido revolucionario y de selección de dirigentes tal cual lo sostiene el fundador del trotskismo en EEUU, James P. Cannon, cuando cuenta en “La Historia del Trotskismo Norteamericano” sobre las luchas fraccionales en el movimiento comunista naciente, en su país, después de 1917:
“El nuevo movimiento tenía que encontrar nuevos dirigentes; aquellos que llegaban a la primera fila eran mayormente hombres desconocidos, sin gran experiencia y sin gran autoridad personal. Se requirieron muchas y prolongadas luchas fraccionales para ver quiénes eran los líderes más calificados y quiénes eran las figuras accidentales. Las administraciones cambiaban rápidamente de una convención a otra... Todo esto fue un proceso de selección de líderes en medio de luchas internas. ¿Había otra forma de hacerlo? No lo sé. Un cuerpo de líderes con autoridad, capaces de mantener una continuidad con el firme apoyo del partido. No sé cómo o dónde esa clase de dirigentes puede ser consolidada si no es a través de luchas internas. Engels escribió una vez que los conflictos internos eran una ley propia de todo partido político. Ciertamente fue la ley del desarrollo del movimiento comunista norteamericano de los primeros tiempos. Y no sólo del joven partido comunista, sino también de los primeros días de su auténtico sucesor, el movimiento trotskista.” (Negritas nuestras).
La mayoría del CC está desarrollando, en oposición a esto, una concepción pedagógica de la politización del partido, que es la de elevar su nivel con el estudio de la teoría marxista y de la dialéctica en particular, una posición académica que niega la lucha política como principal escuela de politización y de selección y formación de cuadros y dirigentes. Por eso se termina sosteniendo la posición de que “no se hacen tendencias”, porque se niega que la cuestión central de la politización del partido es la lucha política de alas, tendencias e incluso fracciones en su interior, en el marco de la lucha política contra las corrientes enemigas. Esto contradice los documentos fundacionales de nuestra lucha tendencial y fraccional como TBI contra la dirección del MAS.
Contra una concepción pedagógica de la politización y la elevación del nivel del partido, aunque en una situación distinta pero que permite ver su postura, escribe Trotsky en El Nuevo Curso (1923):
"En una serie de artículos recientemente aparecidos, se trata de demostrar que para revitalizar al partido es preciso comenzar por elevar el nivel de sus miembros, después de lo cual todo el resto, es decir, la democracia obrera, se dará por añadidura. Es indiscutible que debemos elevar el nivel ideológico de nuestro partido para que pueda realizar las gigantescas tareas que le competen, pero este método pedagógico es insuficiente y, por lo tanto erróneo...
El partido sólo puede elevar su nivel realizando sus tareas esenciales, es decir, dirigiendo colectivamente (gracias al pensamiento y la iniciativa de todos sus miembros) a la clase obrera y al estado proletario. Hay que abordar la cuestión no desde el punto de vista pedagógico sino desde el punto de vista político... ” (Negritas nuestras).
EA, acorde a su concepción pedagógica, explica en su “primera respuesta” su balance - suyo porque no es el que maneja la organización por escrito hasta ahora - de la crisis de los compañeros, del CON y del MNPTR, “producto de nuestros métodos burocráticos y sobre todo (o sea la causa fundamental. N.DeR.) de la incapacidad del conjunto de la dirección de explicarles pacientemente y sin pedantería los fundamentos de la dialéctica marxista” (negritas nuestras). Según esta concepción, la crisis de los compañeros obreros que estuvieron en el CON no se debió a profundos errores burocráticos como haber disuelto este organismo y haber pasado a esos obreros a la base sin discutir, y luego haberlos disuelto en el Ceprodh todo en el marco de una desviación nacional-trotskista, sino a que no les dimos muchos cursos de dialéctica (Digamos al pasar que si el compañero EA quiere cambiar el balance del CON, está en todo su derecho de hacerlo. Lo que no puede hacer es no avisar que lo está cambiando y hacerlo subrepticiamente en medio de una discusión política, copiando uno de los peores gestos del centrismo).
EA trae en apoyo de su concepción subjetivista y pedagógica los consejos de Trotsky al SWP de En defensa del Marxismo, y al partido belga, sobre la necesidad de elevar el nivel teórico de la organización mediante la propaganda interna. Aclaremos que P. en su carta se declara totalmente de acuerdo con esta necesidad como una cuestión fundamental (y hace además propuestas al respecto que EA también ignora). Por lo tanto, EA está tratando, inútilmente, de forzar puertas abiertas. Pero tanta preocupación pedagógica le impide contestar a la propuesta de P. acerca de la promoción de obreros, consejo dado por Trotsky al mismo partido, en el mismo momento y... ¡sacada del mismo libro de donde EA extrae su cita! Repetimos con P.: a En defensa del marxismo, ¡hay que leerlo todo!
Creemos haber demostrado que para Trotsky, que no niega y le da gran importancia a la educación política que los intelectuales deben dar a los obreros, lo principal es su participación en los organismos dirigentes, “una alta escuela política”. En cambio, una concepción subjetivista y pedagógica nos aleja de las enseñanzas de Trotsky.
La mayoría del CC ha empezado a armar, empíricamente, una respuesta pedagógica: tan sólo mucho estudio de teoría y en particular de dialéctica, para elevar el nivel. Sostenemos que es una concepción falsa y peligrosa porque empieza a inclinarse hacia la respuesta que daba la dirección centrista del MAS, que respondía a las críticas de la TBI con la consigna de “consolidar y politizar” (que en realidad eran muchos cursos tipo “Resúmenes Lerú” escritos por Mercedes Petit). Como vemos, si se cae en el subjetivismo sectario, y a ese peligro nos llevan las concepciones que empezaron a desarrollar desde la mayoría del CC, se llega a la misma conclusión que desde el objetivismo oportunista, que terminan siendo tan solo las dos caras de la misma moneda.
El “fundamento de voto” de EA, MN, y JS, acusa a la “tendencia” de “transformar este importante déficit (la escasez de propagandistas) en un resentimiento contra los intelectuales”. Pero enfrentemos nuevamente lo que dice EA con lo que pensaba Trotsky acerca de la actitud de obreros y pequeñoburgueses ante la dialéctica dentro del partido, en En defensa del Marxismo:
“Pretender que todo miembro del partido esté, familiarizado con la filosofía de la dialéctica sería inerte pedantería. Pero un obrero que ha pasado por la escuela de la lucha de clases, obtiene por propia experiencia cierta inclinación al pensamiento dialéctico. Aun cuando no conozca su nombre, está dispuesto a aceptar el método y sus conclusiones. Con un pequeño-burgués es peor. Naturalmente hay elementos pequeño-burgueses ligados orgánicamente a los obreros, que pasan a las posiciones proletarias sin una revolución interior. Pero constituyen una insignificante minoría. La cosa es muy diferente cuando se trata de la pequeña burguesía educada académicamente. Sus prejuicios teóricos ya han tomado forma acabada desde el banco de la escuela. Dado que consiguen aprender una gran cantidad de conocimientos, tanto útiles como inútiles, sin ayuda de la dialéctica, creen que pueden continuar excelentemente la vida sin ella. En realidad, hacen una excepción con la dialéctica cuando no consiguen afilar, pulir y agudizar teóricamente sus instrumentos de pensamiento y en la medida que no les obligue a romper con el estrecho círculo de sus relaciones diarias y al verse confrontados con grandes acontecimientos pierden fácilmente la cabeza y reinciden en sus hábitos pequeño-burgueses de pensamiento”.
La mayoría del CC diría ante esto: “¡Qué “obrerista” que era el camarada Trotsky! ¡Qué programa “populista” lleno de “resentimiento contra los intelectuales”!”
3- Una respuesta antidialéctica y una definición subjetivista y teoricista de las “pequeñas ligas marxistas”
P. desarrolla en su carta una posición, basada en el temor ante la situación de retraso de la clase obrera y falta de radicalización en que desarrolla su actividad el partido, el excesivo peso de los sectores pequeñoburgueses en él, las presiones que recibimos vía el Ceprodh y los- medios académicos, de que se empiecen a desarrollar en el partido concepciones “antiobreristas”, escépticas de nuestras posibilidades de construcción en la clase obrera. Ha planteado un problema, que compartimos, en el mismo sentido en que Trotsky plantea en su correspondencia con Cannon, dirigente del SWP:
“Pero existe un problema que, independientemente de la mayor o menor rapidez del proceso en el próximo período, tiene para nosotros una importancia enorme: me refiero a la composición social del partido. Debe prestársele la mayor atención.
El partido sólo tiene una minoría de auténticos obreros de fábrica. Al comienzo esto es inevitable para cualquier partido revolucionario, especialmente en Estados Unidos. Los elementos no proletarios constituyen una levadura muy necesaria, y creo que podemos enorgullecemos de la buena calidad de estos elementos. Pero existe el peligro de que en el próximo período el partido reciba más “levadura” de la que necesita” (“La composición social del partido”, extraído de Textos sobre el Centralismo Democrático de Ediciones Antídoto).
En otra carta, citada por el mismo Trotsky en En defensa del Marxismo, escribe acerca de la promoción de obreros:
“He señalado centenares de veces que el obrero que permanece ignorado en las condiciones normales de la vida partidaria revela notables cualidades en un cambio de la situación cuando no bastan las fórmulas generales y las plumas fluidas, cuando es necesario conocer la vida de los obreros y sus cualidades prácticas. En esas condiciones, un obrero bien dotado revela seguridad en sí mismo y revela también su capacidad política general.
El predominio de los intelectuales en la organización es inevitable en el primer período de desarrollo del partido. Al mismo tiempo es una gran ventaja para la educación política de los obreros más dotados... Es absolutamente necesario que en el próximo congreso se introduzcan tantos obreros como sea posible en los comités locales y centrales. Para un obrero, la situación en los cuerpos dirigentes del partido es al mismo tiempo una alta escuela política.” (Negritas nuestras)
Sin embargo EA, en su respuesta, pasa por alto la cuestión planteada por P., y le contesta con otro problema, cambia el tema en discusión, no respetando no solo la lógica dialéctica, sino ni siquiera la lógica formal, o sea la necesidad de mantener a lo largo de una discusión el tema sobre el que se discute.
EA le contestaba P., que plantea un tema concreto como son las presiones de la realidad entre ellas las clases y los sectores de clase sobre el partido, con el argumento abstracto de cómo se define el carácter de nuestra organización, si se lo define por el programa o por la clase de donde provienen sus miembros, que es un tema que no está en discusión. Y sostiene:
“La concepción marxista define a las pequeñas ligas obreras revolucionarias (y, por lo tanto a sus dirigentes obreros o intelectuales) no por las presiones directas e inmediatas a las que están sometidos, ni por la ubicación social donde milita, sino por el programa y la estrategia que levantan y defienden no solo, en sus sectores de intervención, sino a nivel nacional e internacional.” (Negritas nuestras).
Y unos pocos párrafos más abajo:
“Si no lo medimos así [por el programa], el PTS desde su nacimiento no hubiera sido una organización proletaria revolucionaria crecientemente trotskista, sino una organización pequeñoburguesa de estudiantes...”
Si se va a defender la necesidad de saber mucho de dialéctica hay que empezar por aplicarla en esta discusión y no disolver una cuestión concreta en una abstracta, reemplazar en medio de la discusión un problema por otro. Veamos que dice Trotsky en En defensa del marxismo, aunque pequemos otra vez de hacer una cita muy larga pero necesaria:
“El pensamiento vulgar opera con conceptos como capitalismo, moral, libertad, Estado Obrero, etc., considerándolos como abstracciones fijas, presumiendo que capitalismo es igual a capitalismo, moral igual a moral, etc. El pensamiento dialéctico analiza todas las cosas y fenómenos en sus cambios continuos a la vez que determina en las condiciones materiales de aquellos cambios el momento crítico en que A deja de ser igual a A, un Estado Obrero deja de ser un igual a un Estado Obrero.
(…) El pensamiento dialéctico da a los conceptos -por medio de aproximaciones sucesivas, correcciones, concreciones- riqueza de contenido y flexibilidad; diría, incluso, hasta cierta suculencia que en cierta medida lo acerca al fenómeno viviente. No hay un capitalismo en, general, sino un capitalismo dado, en una etapa dada de desarrollo. No hay Estado Obrero en general, sino un Estado Obrero dado, en un país atrasado, dentro de un cerco capitalista, etcétera”.
La concepción de la carta de EA es anti-dialéctica. Quiere decir que no hay un partido “dado”, que desarrolla su existencia en determinadas condiciones materiales de la clase obrera y de las otras clases, de la vanguardia, de la situación política, con la crisis de la IV Internacional, etc., sino un partido abstracto, “en general”, definido, de una vez y para siempre, por su programa.
EA puede disentir con nosotros en como la realidad moldea a nuestro partido, sostener que no hay ningún peligro, o que el peligro es el “obrerismo”. Lo que no puede hacer es negar el problema correctamente planteado, con “riqueza de contenido” y “cierta suculencia”, bien dialécticamente, en la carta de P.
La definición abstracta de EA, aunque correcta en general, no sirve como herramienta de análisis marxista del PTS tal como está “dado” hoy, salvo que desarrollemos el carácter de una secta autocomplaciente que se contenta diciendo cuán revolucionario es su programa. Un partido con un programa general correcto, puede desviarse, y llega a desviarse, aquí y allá, en su actividad concreta. Los programas, por más revolucionarios que estos sean, los llevan adelante gente de carne y hueso, dirigentes y militantes que están frente a todo tipo de presiones y peligros de adaptaciones.
Si no se corrigen, esas desviaciones pueden transformarse en adaptaciones (salto de cantidad en calidad, una ley dialéctica). Está llena la historia de partidos que mantuvieron en el papel un programa esencialmente correcto, mientras iban degenerando (y a la inversa, un partido como el bolchevique fue el más- revolucionario de la historia, con un programa incorrecto en cuanto al campesinado, además de una teoría incorrecta sobre el carácter- y el sujeto social de la revolución). El “pensamiento vulgar” no puede comprender estas contradicciones porque “opera” con conceptos abstractos estáticos.
Por supuesto que la definición de un partido, empieza por su programa. Pero la dialéctica permite incorporar otros conceptos, que en una combinación jerarquizada, nos den una “cierta suculencia que en cierta medida lo acerca al fenómeno viviente”. En cambio, la visión de que basta la definición del programa para caracterizar al PTS (o a cualquier otra pequeña liga marxista), igual que en sus inicios, es insuficientemente determinada para la cuestión que está en debate, es decir es estática y por lo tanto vulgar. Se podía hacer una abstracción de ese elemento, fundamental sin duda, cuando rompimos con el MAS (abstracción que en realidad nunca hicimos porque siempre fuimos conscientes del excesivo peso de los estudiantes en nuestra organización), porque lo central era la delimitación político-programática. Para ese momento era suficiente esa definición.
Pero a los efectos de discutir como está y hacia dónde va un partido que hace tiempo que dejó atrás la etapa de delimitación político-programática y nos planteamos avanzar hacia partidos de vanguardia, ligándonos a sectores de ella y a tener responsabilidad en donde intervenimos, tal definición es totalmente insuficiente.
Es que, ¡el PTS no es igual al PTS! Ya llevamos 10 de años de existencia como partido, de intentos de salir del aislamiento nacional y de luchar contra el peligro de una degeneración nacional- trotskista, en el intento de convertimos en partido de vanguardia y de derrotar a nuestros competidores del centrismo y del stalinismo. El método de la “primera respuesta” de EA liquida el hecho de que a diferencia de cuando rompimos con el MAS, venimos definiendo al PTS no sólo por sus viejos rasgos de grupo de propaganda sino también por el nuevo rasgo de grupo de acción.
¿Es licito, o no, preguntarse si la posibilidad de adaptación e incluso de degeneración de nuestro partido, ante determinadas condiciones puede saltar de la posibilidad a la inevitabilidad (otra ley dialéctica que el pensamiento vulgar es incapaz de comprender)? ¿Es lícito, o no, pensar y discutir, las vías y las medidas para combatirlo? Pero una concepción subjetivista, como la que EA defiende en nombre de la mayoría del CC, termina negando este peligro, porque implica que el programa correcto, y el manejo de la teoría marxista, en particular la dialéctica, son una garantía de que eso no pase. Estamos ante una visión suprahistórica del partido, en la que se niega que los partidos son moldeados por la realidad. Por supuesto que es clave que sin teoría correcta no hay praxis revolucionaria, pero esa teoría no se adquiere “en pantuflas”. Por el contrario, los partidos se ven obligados a entrar al combate con las armas que poseen y las va mejorando al fragor de esa lucha. Trotsky sostiene que la teoría para un partido es como la ciencia y la técnica para un país, que son las que definen el resultado de una guerra. Pero explica que para los partidos es igual que para los países, que no pueden esperar evolutivamente a contar con todos los adelantos para entrar en una, sino que en general se ven obligados a involucrarse sin tener aún toda la preparación necesaria, y a resolver esa contradicción al calor de la guerra misma.
Esta concepción liquida de un plumazo, la mayor parte de lo que hemos escrito sobre partido en el último año, liquida que tuvimos una desviación “democratista” en el serio error en la marcha contra Clinton que llegaba a cuestionar a la dirección, que en los incidentes de enero con la desaparición de B. salieron a la luz elementos de adaptación a 15 años de democracia burguesa, que por eso estaba puesta en duda la “calidad” de nuestro partido. Y fundamentalmente, niega las causas de la desviación nacional- trotskista, tal como se explican en las resoluciones de la reunión de la FT: ¿Nos van a decir después de todo esto que la realidad no moldea a una “pequeña liga marxista”? ¿Pero en qué mundo viven?
4- En defensa del... régimen de consenso
P. en su carta, propone dos medidas, aunque parciales, para combatir los peligros que ve, (lo que va en contra de que P. y HR. sean una “tendencia sin programa”): la promoción de obreros a puestos de dirección y que las discusiones del CC se bajen en actas al partido, que todos los militantes puedan formarse una opinión propia acerca de las posiciones de los distintos dirigentes.
EA acusa a P. y a la “tendencia” de “populistas”. Pero, si EA es fanático de definir a las corrientes solo por el programa, debería decir qué tienen de populistas (porque no le vemos nada) estas dos propuestas, aunque parciales como el mismo P. se cuida en aclarar. Ambas están sacadas del bagaje común de nuestra organización y de un serio estudio de En defensa del marxismo.
EA, en cambio, en su “primera respuesta”, tiene una actitud irresponsable, porque en lugar de contestar estas propuestas seria y responsablemente puestas por escrito por P., se limita a polemizar con las cosas que P. habría dicho según compañeros de San Martín. Su expresión: “Por fin un primer documento para poder discutir”, es un saludo a la bandera demagógico porque en realidad ignora lo que P. pone por escrito.
A la última de las dos propuestas de P, EA contesta: "¿Quién puede oponerse a que todos los militantes del partido conozcan las posiciones de los dirigentes, las discusiones, y el proceso por el cual se llega a una síntesis?”
En realidad, esta repuesta es para salir del paso, para terminar sin darle ninguna importancia, porque a continuación sostiene: “Si hasta ahora no lo hemos hecho es porque muchos compañeros, no creo yo, hacían un culto al ‘trabajo en equipo’, al ‘consenso”. EA parecería decirnos algo así como: “yo estoy de acuerdo, pero como nadie se quejaba…” Como si así actuara un dirigente: a pedido.
Lamentamos decirle al compañero EA que hace tiempo que el partido se queja. Que hay motivos más que suficientes, y no precisamente descubiertos por la TBI sino escritos en los documentos del partido, para pensar que el régimen de partido está insano. ¿O acaso la crisis de los camaradas del CON y su alejamiento lo considera sólo un malestar pasajero? ¿Acaso no lo son las crisis de la regional Córdoba y de zonas obreras como Campana sin balances de la dirección a más de un año, o los peligros de adaptación al régimen democrático burgués e incluso de degeneración centrista, que fueron una constante y el tema principal de los principales documentos partidarios en el último año? ¿Por qué todos estos síntomas, siendo uno de los principales dirigentes de nuestro partido no lo hicieron pensar antes en esta salida?
EA confirma a pesar suyo que son P. y la “tendencia”, y no él ni la mayoría del CC, los primeros en plantear esta propuesta de manera concreta. Si es verdad que están de acuerdo, EA y la mayoría del CC tienen la obligación de reconocer que la “tendencia” tiene razón, al menos en este punto, y dejar de fraccionar al partido repitiendo que “no tiene programa”.
5- Las consecuencias de esta concepción son desastrosas: la liquidación del programa de acción
Como vemos, el adoptar una concepción subjetivista, amenaza con no dejar piedra sobre piedra del leninismo y del trotskismo. La consecuencia inmediata es el propagandismo. Si como dice EA, las “pequeñas ligas marxistas” se caracterizan por el programa, inevitablemente, aunque EA no lo aclare, esto quiere decir que se está refiriendo a su programa general e histórico, que sería la garantía contra toda adaptación y degeneración. Es que si las “ligas” se caracterizan por el programa a lo largo de un período de 10 años, como el PTS, no puede querer decir otra cosa más que se está hablando del programa general que la “liga” vota (y corrige) en los Congresos.
Pero junto a este programa, es obligación definir un programa de acción revolucionario, es decir el conjunto de consignas articuladas para cada situación concreta de la lucha de clases. Esto es así ya sea para un pequeño grupo de propaganda que no interviene sino que tan solo forma y educa cuadros de esa manera, como para partidos de vanguardia que tienen la responsabilidad de intervenir. Por definición, este programa de acción revolucionario es cambiante, porque se adecúa a las distintas situaciones, a períodos o situaciones más o menos cortas de la lucha de clases. Por esa razón, no puede ser la base de la definición de EA, que ya vimos cubre un período de diez años.
Las distintas consignas de nuestro programa general, e incluso algunas que no están en él pero surgen de la situación concreta, van cambiando su ubicación y su importancia en el programa de acción revolucionario, dejando de ser para la agitación para pasar a ser para la propaganda o viceversa. La consigna de Huelga o Paro General a veces la agitamos nunca aislada sino como parte de un programa de acción -como debe ser ahora- y a veces desaparece de aquel.
Es este programa de acción el que en última instancia define si la intervención de un partido es revolucionaria, o si se está inclinando hacia el sectarismo o al oportunismo frente a las direcciones contrarrevolucionarias del movimiento de masas, o si le está capitulando a algún fenómeno de la realidad, en una situación dada. Como vemos, inevitablemente, hay una dialéctica, una relación estrecha y contradictoria entre el programa aún de una “pequeña liga”, y la realidad, -por más que EA quiera separarlos con su concepción de que el hecho de que la realidad nos moldea- es secundario. Esta relación no es contemplada por la concepción subjetivista de la “primera respuesta” de EA, para la cual lo único que vale es el programa general, lo que se puede traducir en que hay permiso de capitular en la intervención concreta.
Tanto el objetivismo como el subjetivismo, liquidan el programa de acción revolucionario. El objetivismo, para quien las masas y el movimiento lo son todo y el partido y el programa secundarios, lo reduce a encontrar y formular las “dos o tres consignas que movilicen”. El morenismo formó en esta concepción, para la cual un pequeño partido podía dirigir la movilización de las masas si era capaz de encontrar esas consignas. Por supuesto que las “dos o tres consignas” se reducen a un programa mínimo, oportunista.
Para el subjetivismo, en cambio, el partido y el programa lo son todo. Esta variante liquida el programa de acción revolucionario por la vía de ir con todo el programa a las masas. Es una concepción sectaria y propagandista.
En el MAS, a fines de los ‘80, cuando era un partido de vanguardia grande que se proponía obtener influencia de masas, se empezó a desarrollar esta última concepción. En esta concepción socialdemocratizante, si el partido abarcaba a las masas, al punto de que no iba a haber soviets, era cuestión de hacer mucha propaganda del programa socialista.
Objetivismo y subjetivismo, terminan siendo las dos caras de la misma moneda, ambos liquidan el programa de acción revolucionario, ya sea por la vía oportunista o sectaria. A una concepción subjetivista y propagandista, a ir con todo el programa a las masas, es que se encamina rápidamente la mayoría del CC tanto en los periódicos Nro. 38 y 39.
No hay a lo largo de ninguno de los dos periódicos ni un atisbo de programa de acción revolucionario. Recordemos que el Nro. 38, con la tapa proclamando únicamente “Abajo la dictadura patronal" fue publicado antes de la marcha al Congreso llamada por el CTA-MTA el día de la votación de la Reforma Laboral. No se armaba para intervenir en ese momento concreto, a la par de la más furibunda denuncia, con la exigencia a la burocracia “opositora” de paro general, ni tampoco con ninguna política de organización independiente de la vanguardia ya que la consigna de “Plenario Obrero” desapareció.
Subsiguientemente, aunque la traición de la burocracia pone ahora la consigna de paro general en un plano más educativo, tampoco aparece al lado de la de “Plan obrero de Emergencia” en el Nro. 39, con lo que no termina sabiéndose cómo hay que imponer ese plan. Como se ve, ambas consignas que se lanzan desde la tapa, “Abajo la dictadura patronal” y “Plan obrero de emergencia”, terminan siendo usadas de esa manera como la de “Socialismo o miseria” del MAS.
Nos encontramos en LVO Nro. 39 con un artículo titulado “Ante la catástrofe que nos amenaza la clase trabajadora debe luchar por imponer un plan obrero de emergencia” donde se expone un programa que es una larga lista que va desde “¡Abajo la reforma laboral!” hasta la de “¡Por un Gobierno Obrero y Popular!” y la de “Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina”, pasando por todo el programa del PTS. Presentadas todas juntas como la respuesta a la “crisis” hacen que no estemos frente a un programa de acción revolucionaria, sino ante una verdadera plataforma electoral.
Es que el sectario, en palabras de Trotsky, no es más que un oportunista asustado. Por eso, aunque este programa hable de todo, es puro oportunismo porque además, no dice en ningún lado cual es la primera condición para aplicar el “Plan obrero de emergencia”. La consigna, que no puede faltar en ningún programa que se reclame revolucionario en esta situación es justamente la que la mayoría ha “olvidado”: la consigna de “¡Abajo el plan económico!”, es decir el llamado a derrotar a la “convertibilidad” que es el “acuerdo pampa” que tienen la patronal, el imperialismo, el gobierno, la oposición y la burocracia. Junto a esta consigna, ha desaparecido también, como ya vimos, la de la necesidad de la movilización para imponerlo, una huelga o paro general que sea el primer paso de un plan de lucha para tirar el plan económico.
Es que independientemente de las “tendencias” mundiales, el crac no ha sucedido aún en la Argentina, y si sucede, de no mediar la intervención decisiva del movimiento obrero antes imponiendo su salida, será bajo la forma del estallido del “Plan de Convertibilidad” en las condiciones impuestas por la gran patronal y el Imperialismo. Por el contrario, la gran patronal viene votando que se mantiene la “convertibilidad”. Es decir que apuestan a que con recesión, desocupación y flexibilización, van a domesticar al movimiento obrero y capear la crisis. Hasta ahora lo más concentrado de los monopolios, lo que no quiere decir que cambien si lo ven necesario, creen no necesitar del crac, es decir desembarazarse de la “convertibilidad” y de la “estabilidad”, porque cuentan todavía a su favor con el aterrorizamiento que el anterior estallido, el del ‘89 con la “hiper”, produjo en el movimiento obrero y de masas. Es que para el proletariado, como dice el Programa de Transición, inflación y estabilización son “dos extremos de un mismo hilo”. Apuestan, por ahora, al chantaje de que el movimiento obrero, como viene haciendo, independientemente de las duras luchas que viene dando desde el ‘96, acepte que es preferible la desocupación y la flexibilización frente a otra “hiper” y que la clase media por las mismas razones acepte ajustarse el cinturón, con el cuento de que es pasajero. Por supuesto que si no es así, descargarán sobre sus hombros todo el peso de la crisis bajo la forma de un estallido, lo que demuestra que el crac es la consecuencia de que ninguna de las dos clases en conflicto ha podido inclinar decisivamente la balanza a su favor, pero eso no es lo que está sucediendo.
Al faltar este diálogo y estas consignas para explicar la necesidad de que los trabajadores se anticipen a la burguesía derrotando el plan económico y entonces sí abrir la posibilidad de imponer un "Plan obrero de emergencia", nuestros “internacionalistas” de la mayoría del CC, que vienen anunciando en las circulares y documentos contra la TBI una supuesta profunda respuesta a la nueva situación de crisis económica y de “tendencias al crac” contra el “nacional-trotskismo” de la TBI, terminan muy bajo, en una “salida socialista” al estilo MAS, que se aplicaría dentro de la convertibilidad y sin una lucha revolucionaria en las calles (¿O sea con las elecciones?). Tal programa es tan general que en la tapa del LVO Nro. 39 se lo presenta como una receta “frente a la conmoción económica y política mundial que nos amenaza”, o sea que es la receta universal que lanza el PTS desde la Argentina. ¡Pavada de “faro del mundo”!
¿Cuál es la matriz del propagandismo de la mayoría del CC?: una concepción evolucionista de la entrada en escena del proletariado más concentrado por la vía de la continuación y generalización de la “contraofensiva de masas en algunos países”. Si es así, sólo basta esperar haciendo propaganda socialista hasta que el movimiento obrero se decida a entrar. Pero esta visión está lejos de establecer una relación verdadera y profunda entre "la situación actual del proletariado mundial y su relación con la crisis económica en curso” como pretenden miembros de la mayoría polemizando contra nosotros en la Circular nº 5.
Es que la mayoría no puede presentar sobre la relación entre la crisis y las tendencias al crac, o el crac mismo, y la situación del movimiento obrero, más que una visión vulgar y superficial. Por empezar porque no puede englobarse todo bajo o el rótulo de la “situación del proletariado mundial”. ¿Cuál es esta "situación” de la que habla la mayoría del CC? ¿Acaso la de los obreros coreanos que ya fueron golpeados por el estallido y responden defensivamente como los obreros de la Hyundai? ¿O acaso la de la clase obrera argentina que luego de haber pegado antes de la crisis, traicionada por la burocracia y metida dentro del pacto social, ahora se encuentra paralizada esperando que la crisis no se desate? ¿O acaso la de la clase obrera rusa para quién el crac se está desarrollando ante sus ojos, estableciendo condiciones objetivamente revolucionarias que plantean la posibilidad de su intervención por medio de acciones revolucionarias? Los superficiales análisis “mundiales” de la mayoría no saben distinguir los colores, es decir la riqueza de la situación.
Desde la Circular nº 4 se pretende que esta visión se diferencia de la “catastrofista” tipo PO como de la de los teóricos tipo “nueva fase” como la del MAS. Se olvidan y han hecho desaparecer que hay una tercera visión no marxista, que es la evolucionista que no ve por ejemplo que la crisis económica y las tendencias al crac no permiten una continuidad evolutiva de la "contraofensiva de masas” del ‘95, lo que no quiere decir que no se desarrollen condiciones objetivamente revolucionarias sino todo lo contrario. Pero ya sabemos, la soga no se nombra en la casa del ahorcado.
Si parece exagerado lo que acabamos de decir, el artículo central de análisis de la crisis económica mundial, firmado por Juan Chingo y Julio Sorel, va por el mismo camino delirante: "Mientras día a día seguimos los derroteros de la crisis y la lucha de clases mundial ponemos todas nuestras energías en propagandizar y agitar (¿¡!?) un programa obrero de emergencia (como el que expresamos en las páginas de este número de La Verdad Obrera) para que sean los capitalistas los que paguen la crisis” (negritas nuestras). Recapaciten compañeros: ¿"agitar” un programa que tiene (las contamos)... ¡57 consignas! que es la respuesta-receta a la “conmoción económica y política mundial”? ¿No lo quieren pensar un poco otra vez?
La mayoría del CC dice seguir a Lenin con su célebre folleto “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”. Desde este punto de vista, es correcto presentar tal “plan de emergencia” para educar a la vanguardia. Pero lejos estaban Lenin y los bolcheviques de ir con todo ese programa a las masas, ante las que nunca dejaron de agitar, aun educativamente, las consignas de su programa de acción revolucionaria como ¡Paz, Pan y Tierra!, ¡Todo el poder a los soviets!, o en sus respectivos momentos: ¡Todos contra Kornilov! o ¡Fuera los ministros burgueses!
Porque si no, es inevitable que se llega a serios errores oportunistas de derecha en la intervención concreta, como en la reciente marcha convocada por CTERA, el gremio de los maestros de escuela: mientras el PTP stalinista se retiraba con una nutrida columna antes de terminar el acto reclamando el paro general, la desdibujada columna de estudiantes que nos responden, que hizo silencio en la agitación de este punto, se veía obligada como toda la izquierda a seguirle el paso a los stalinistas. ¿Nos quieren convencer que a las “pequeñas ligas marxistas” no las moldea la realidad, como en este caso, en que están capitulando al fuerte sentimiento de la clase media de la Capital Federal, que es fanática de la “Convertibilidad”?
En el mismo LVO nro. 39 hay, sin embargo, un triste remedo de “programa de acción” en el artículo titulado “Por un encuentro de las organizaciones obreras que quieran enfrentar la ofensiva de la patronal”. Es el mismo método de mescolanza de consignas, en donde tampoco se plantea la consigna de “¡Abajo el plan económico!”, pero eso sí, figura la de "¡Abajo la institución presidencial!”, en momentos en que el Parlamento acaba de votar la ley de Reforma Laboral con la complicidad de la Alianza. Por eso, este artículo trae la novedad que siendo un artículo más concreto que el de la crisis mundial, no se plantea ni una palabra de la necesidad de repudiar y romper con los partidos patronales. Estaríamos ante un "encuentro obrero” para “enfrentar la ofensiva de la patronal” que... ¡No llama a romper y a luchar contra los partidos patronales!
La mayoría del CC ha terminado en el peor de los oportunismos bajo la forma de un supuesto “internacionalismo”.
Camaradas de la mayoría, les volvemos a decir: ¡Paren! ¡No sigan por el camino que han tomado! Se empieza por un ataque al supuesto “obrerismo” de P. y a declarar algo tan aparentemente inofensivo como que las “pequeñas ligas” se definen por el programa, ¡Y miren donde se llega! |