Capítulo 4
El nuevo desbarranque de la fracción mayoritaria:
Una revisión del Programa de Transición y de las tesis de la III Internacional
1- Una concepción de la clase obrera que liquida el programa trotskista
Para EA, hablar de “aristocracia obrera” en un país atrasado como la Argentina, es una “aberración teórica que conduce de cabeza al populismo”. Para fundamentarse, trac a colación la definición leninista de la aristocracia obrera como un fenómeno de los países imperialistas, que EA explica como una “capa del proletariado de los países centrales que se beneficiaba con las migajas de la explotación colonial y que eran y son la base social de los grandes partidos reformistas y las burocracias obreras contrarrevolucionarias que llevaron a la guerra imperialista.” Y agrega:
“Sostener que en nuestro país existe aristocracia obrera en el sentido leninista es una aberración teórica o una novedad ya que no sabíamos, a menos que el compañero (¿la tendencia, la fracción?) lo sostenga, que Argentina se haya transformado en una potencia imperialista. Que el proletariado en un país semicolonial no es una clase homogénea, que está compuesta por diversas capas más o menos privilegiadas, que haya efectivos y contratados, nativos e inmigrantes, ocupados y desocupados, sindicalizados y no sindicalizados no tiene nada que ver con afirmar que existe en nuestro país una aristocracia obrera... ¿Será esta afirmación antimarxista solo un nuevo exabrupto del compañero P.? ¿O será una expresión brutal del deslizamiento hacia posiciones populistas que el camarada P. y la tendencia han empezado a esbozar en el mismo Congreso y en la carta?” (Negritas nuestras).
Adelantamos que EA va a tener que discutir con el mismo Trotsky y el Programa de Transición para poder seguir sosteniendo tal barbaridad que lo lleva “de cabeza”... al reformismo. La pretensión de EA de que la aristocracia obrera es sólo un fenómeno de los países imperialistas, no se condice con el marxismo. Es una tergiversación total, que tiene consecuencias devastadoras, como veremos.
Por empezar, el compañero EA, en el apuro de su “primera respuesta” se ha olvidado de la existencia de “aristocracia obrera” en los... Estados Obreros burocratizados. Recitando sin detenerse a pensar la tesis leninista, que da cuenta de la degeneración de la II Internacional pero que no podía hablar jamás de los fenómenos posteriores de burocratización del estado obrero, liquida toda una parte del Programa de Transición, nada menos que... ¡La revolución política!, que lleva inscritas las consignas de “¡Abajo con los privilegios de la burocracia! ¡Abajo el Stajanovismo! ¡Abajo la aristocracia soviética con sus rangos y medallas! ¡Mayor igualdad salarial en toda clase de trabajo!” (“Stajanovismo”, ¿le suena, camarada EA?) Para mayor claridad aún, líneas abajo se sostiene: “(…) es necesario expulsar de los soviets a la burocracia y a la nueva aristocracia”. (Negritas nuestras).
Como vemos es falso que la “aristocracia obrera” sea un fenómeno sólo de los países imperialistas, como dice EA. Y no es que Trotsky use el término “aristocracia” a la ligera, como sinónimo de “burocracia”, ya que se cuida de separarlos, lo que demuestra que está hablando de dos categorías, aunque relacionadas, diferentes.
La consecuencia programática de la afirmación de EA es, lisa y llanamente la liquidación de la revolución política y su trasformación en revolución democrática (¡!), donde todo se reduciría a eliminar la opresión política y la dictadura de la burocracia y restituir la democracia soviética. Por el contrario, Trotsky asegura en el Programa de Transición que hay dos elementos motores de la revolución política: “Un nuevo ascenso en la URSS empezará indudablemente bajo la bandera de la lucha contra la desigualdad social y la opresión política”. Hilando aún más fino, ¿Qué otra cosa expresa, aunque de manera laberíntica, deformadamente, los conflictos nacionales en la ex-URSS, sino el enfrentamiento entre la clase obrera de las nacionalidades oprimidas y el chovinismo de la clase obrera gran rusa? Descartamos desde ya que para mantener su afirmación EA llegue a decir que la ex-URSS es otro imperialismo. Creemos no exagerar si sostenemos que la posición de EA tiene consecuencias desastrosas en el programa.
Aunque esto debería poner a EA a pensar en su afirmación lanzada tan a la ligera, podría argumentarse que sin embargo tiene razón en lo relativo a los países semicoloniales. Falso de cabo a rabo. EA está tan enceguecido por discutir con el “populismo” y el “obrerismo” de P. y de la TBI, que, en el camino, se ha llevado por delante al marxismo.
Dice Trotsky en Los sindicatos en la era de la decadencia capitalista:
“Los países coloniales y semicoloniales no están bajo el dominio de un capitalismo nativo sino del imperialismo extranjero. Pero este hecho fortalece, en vez de debilitarla, la necesidad de lazos directos, diarios, prácticos entre los magnates del capitalismo y los gobiernos que, en esencia, dominan, los gobiernos de los países coloniales y semicoloniales. Como el capitalismo imperialista crea en las colonias y semicolonias un estrato de aristócratas y burócratas obreros, estos necesitan del apoyo de gobiernos coloniales y semicoloniales, que jueguen el rol de protectores, de patrocinantes y a veces de árbitros. Esta es la base social más importante del carácter bonapartista y semibonaparlista de los gobiernos de las colonias y de los países atrasados en general. Esta es también la base de la dependencia de los sindicatos reformistas respecto del estado.” (Negritas nuestras).
EA se refugia, como es normal cuando se tergiversa el marxismo, detrás de expresiones ambiguas como la de “diversas capas más o menos privilegiadas”. Es que para su concepción todo se reduce a la falta de homogeneidad de la clase producto de los distintos grados de explotación, el tipo de relación laboral, el origen nacional, etc. Habla como un sociólogo. Trotsky, en cambio, apela a la mayor precisión en los conceptos y dice: “estrato de aristócratas y burócratas obreros” utilizando una categoría, “aristócratas obreros” tomada precisamente del acervo marxista y de Lenin (salvo que se quiera sostener que Trotsky con esta “aberración teórica” ha roto con el marxismo). Trotsky amplió la categoría marxista de aristocracia, a los estados obreros y a los países atrasados, no rompiendo con Lenin sino extendiendo el concepto a los nuevos fenómenos posteriores a los que Lenin vivió.
Es que Trotsky no está hablando de la falta de homogeneidad de la clase obrera moldeada por las desigualdades del capitalismo, sino del fenómeno de burocratización y de estatización de los sindicatos de la mano de los monopolios imperialistas, de un “estrato de aristócratas” obreros que surge como excrecencia de la burocracia. Es tan importante para él este “estrato de aristócratas y de burócratas obreros” que lo considera, como vimos, “la base social más importante del carácter bonapartista y semibonapartista de los gobiernos de las colonias y semicolonias” y de “la dependencia de los sindicatos reformistas respecto del estado”. ¿Nos va negar EA, en nuestro país, la existencia de decenas de miles de delegados de fábrica, llenos de privilegios, entre otros el de actuar a comisión como “agentes” de las AFJP, sin transformarse por eso éste en una “potencia imperialista”! ¿Nos va a negar EA la existencia de una amplio sector de obreros de SOMISA que aparte de ganar sueldos muchos más altos que los contratados, que son la mayoría de la fábrica, participan en las ganancias de la empresa a través de la Propiedad Participada que los monopolios impusieron como parte de las privatizaciones y la derrota que sufrieron los trabajadores de las empresas del Estado? Afirmamos que en las empresas donde hubo derrota en los ‘90, los monopolios y el capital financiero internacional, tal cual dice Trotsky, impusieron un “estrato de aristócratas” que picotean de las migajas que se caen de las ganancias de los monopolios. Nosotros afirmamos, blanco sobre negro, que de las empresas privatizadas echaron a más de 300 mil trabajadores. Que en esas empresas la absoluta mayoría, o un número importante, quedaron trabajando como contratados con salarios de miseria y flexibilizados. Y que una ínfima minoría que cobra beneficios de las acciones y de la Propiedad Participada, son la aristocracia sobre las que se apoyan los Cassia, los Brunelli, los Lescano. Es una ley, cómo dice Trotsky, que cuando hay dominio imperialista hay “un estrato de aristócratas y burócratas” obreros.
EA niega la historia del movimiento obrero argentino al negar la existencia de “aristocracia obrera” en nuestro país, en el sentido más amplio de Trotsky por supuesto y no restrictivo como el de la primera definición de Lenin. ¿En qué se apoyaban, sino es así, los gremios “amarillos” dirigidos por el stalinismo, la socialdemocracia y los radicales durante la dictadura de la Libertadora sino en un “estrato de aristócratas”? ¿Qué división reflejaba en el ‘45 la CGT Nro. 1 dirigida por el viejo Partido Socialista gorila, apoyada en los trabajadores de cuello blanco y en los sectores privilegiados, que eran la base social de la Unión Democrática y del cooperativismo, y la Nueva CGT de la burocracia peronista y el peronismo que manipulaba a los sectores más explotados de la clase obrera (llamados cabecitas negras por los gorilas de la Unión Democrática)? ¿Cuál es el origen del Sitrac-Sitram de Córdoba, los que después fueron la base del “clasismo”, sino la más rancia “aristocracia obrera”, afiliados al partido radical la mayor parte de sus dirigentes, sindicatos de fábrica pro-patronales en sus inicios que la patronal de la Fiat creo con sus obreros llenos de privilegios para dividir la UOM y el Smata?
Pero como plantea Trotsky al actuar como sirvientes y carceleros del estado dominado por el imperialismo, estos aristócratas y burócratas obreros se socavan el piso bajo los pies. Por eso la dialéctica de estatización de los sindicatos y bonapartismo en los países semicoloniales, que nuestros profesores de Cátedras Marxistas no pueden entender.
Por supuesto que la “aristocracia obrera” alcanza una forma más desarrollada en un país imperialista que en un país atrasado. Si es eso lo que quiere decir EA, es una perogrullada. El término “aristocracia obrera” es solo relativo, es obvio que en los países semicoloniales las escalas están más achatadas y corridas para abajo. Pero esto es solo una visión sociológica propia de las universidades burguesas. Junto con la “aristocracia obrera”, EA ha tirado por la borda la ley del desarrollo desigual y combinado, hundiéndose en una visión nacional-trotskista de la clase obrera, cuando para Trotsky “el cumplimiento de esta ley puede ser observado en las esferas más diversas del desarrollo de los países coloniales y semicoloniales incluso en el movimiento sindical” (Sobre los sindicatos).
2- Pacifismo, que niega que el programa trotskista es la expresión de los sectores más explotados de la clase obrera
Lamentablemente, con esta concepción, de ser sostenida por la mayoría del CC, ésta será arrastrada al pacifismo. Porque negar la existencia de la aristocracia obrera en los países semicoloniales, lleva a olvidar la lucha al interior del movimiento obrero contra las direcciones reformistas contrarrevolucionarias y contra la burocracia, al diluir la base material de esta lucha. Como el mismo EA lo dice, los partidos reformistas y las burocracias contrarrevolucionarias encuentran su base social en la aristocracia obrera. Según el Programa de Transición, “las organizaciones oportunistas, por su naturaleza misma, centran principalmente su atención en las capas superiores de la clase obrera”. El problema es que EA lo reduce a los países imperialistas, ya que en países como el nuestro, contra Trotsky que lo considera un problema central que, repetimos, es la “base social más importante del bonapartismo y semibonapartismo”, sólo es cuestión de “capas más o menos privilegiadas ”, o sea que son todos “más o menos ” lo mismo. Nos muestra entonces, en los países semicoloniales un mundo idílico, irreal, pacífico, donde se reduce y minimiza la lucha entre partidos revolucionarios contra los contrarrevolucionarios y la burocracia.
Pero aunque esta visión peque de sociológica y superficial, no debería impedirle a EA sostener, sin embargo, que el programa del trotskismo es la expresión de los sectores más explotados de la clase obrera. El problema es que llevada hasta el final, en la nueva concepción inaugurada por la mayoría del CC, esto es “obrerismo” y “populismo” de la peor especie.
Nuevamente, volvamos al Programa de Transición:
“Las secciones de la IV Internacional deben buscar soporte entre las capas más explotadas de la clase obrera”.
¡Qué tal! Pero por si esto no alcanza, tenemos más citas. Esta por ejemplo tomada de los Congresos de la III Internacional en época de Lenin:
“Tomando con la mayor energía la defensa de esta categoría de obreros (los desocupados), descendiendo dentro de las profundidades de la clase obrera, los Partidos Comunistas no representan los intereses de una clase obrera contra otra, sino que representan el interés común de la clase obrera, traicionada por los jefes contrarrevolucionarios en un provecho de los intereses momentáneos de la aristocracia obrera: cuanto mayor sea la capa de desocupados y semiocupados y en mayor medida su interés se transforme en común a la clase obrera, más deberán subordinarse los intereses pasajeros de la aristocracia obrera a estos intereses.”
Pero EA, a quien no puede endilgársele falta de formación en los documentos básicos de la III Internacional dice exactamente lo contrario. Nos acusa desde LVO Nro. 39, en la nota “Intensa (¿intensa? N.DeR.) discusión interna en el PTS” de crear “una especie de teoría, en un documento presentado el día del Congreso (el capítulo 3 de este documento que fue presentado al partido de manera separada y antes de la publicación de esta plataforma. N.De R)... planteando como norma que son las capas más bajas del proletariado (desocupados y precarizados) las que deben imponer su impronta a las capas altas, es decir, a los sectores más concentrados, ‘privilegiados’ según ellos los llaman”. (Negritas nuestras).
Pasemos por alto que EA es un mago del confusionismo, que pone en nuestra boca la expresión “capas más bajas” que nosotros no utilizamos nunca en nuestro documento, y reemplaza con ella la que sí usamos que es la de “capas más explotadas”, y que confunde “sectores más concentrados” con “privilegiados”. ¿O nos va a negar la existencia de grandes concentraciones como Siderar o Somisa, para poner solo dos ejemplos, en donde conviven junto a las capas más altas de la UOM, profundamente divididos de ellas, una mayoría de miles de obreros contratados, “en negro”, o en el mejor de los casos en base al convenio del gremio de la construcción? ¿No existe esta misma división en el ARS?
Pero aparte de eso, no podemos menos que protestar ante el dislate que estamos leyendo: ¿Cómo se nos va a ocurrir, dice EA, a “populistas” como los de la TBI, que los sectores más explotados lleguen a “imponer su impronta”, es decir sus intereses por sobre los “intereses pasajeros” de la aristocracia obrera, como sostiene la III Internacional? ¡Eso es “revueltismo”!, se cacarea chillonamente. Nos preguntamos: de seguir por este camino, ¿Bajo qué “norma” programática vamos a educar a los cuadros y militantes revolucionarios, con la de EA o con la de la III Internacional en época de Lenin? Nos preguntamos, ¿Cómo se va a lograr la unidad de la clase obrera para enfrentar la rapiña de la patronal?
La III Internacional afirma que “El Partido Comunista como representante del interés general de la clase obrera no debería limitarse a reconocer y a hacer valer por la propaganda este interés común. No puede representar firmemente este interés general sino es conduciendo, en ciertas circunstancias, el grueso de la clase obrera más oprimida y empobrecida, al combate contra la resistencia de la aristocracia obrera.” ¡Esto ya debe sonar como el delirio del “populismo” a los oídos de la mayoría del CC!
Sin embargo, en la concepción de EA, aunque se repita la verdad general de que el “programa trotskista”... (lucha)... por “unir en forma revolucionaria a los sectores más explotados (como los desocupados) del proletariado con los sectores más concentrados”, el partido termina siendo una especie de “poxipol” entre los distintos sectores de la clase obrera, que logra la unidad de la misma por la propaganda del programa, en contra de la III Internacional para la cual la única manera de hacerlo “firmemente” es, llegado el caso, “en ciertas circunstancias”, por medio del “combate contra la aristocracia obrera”. Es decir, por medio de la violencia si es necesario. Lamentamos decir que nuevamente se está rompiendo con todo lo que sostiene el marxismo revolucionario en pos de una concepción propagandista.
No imaginamos como resolver una lucha en una fábrica donde se viene la reestructuración y el ataque a los convenios y la amenaza de despidos, y donde hay una parte importante de contratados, trabajadores por agencia, etc., -como sucede en la gran mayoría de las grandes fábricas argentinas- si no es siguiendo la “norma” que sostiene la III Internacional. Naturalmente que ante el ataque los distintos sectores de la fábrica tenderán a unirse. Pero es inevitable que los contratados duden en un primer momento. “Si paramos somos boleta” dirán los compañeros con razón. Entonces aparecerán los burócratas del sindicato para decirles como hicieron muchas veces los Gutiérrez, etc.: “Muchachos paren con nosotros, que si los tocan los vamos a defender”. Posiblemente ese argumento los convenza y paren contra la reestructuración, los despidos, etc. ¿Pero cuál es la única forma de mantener esa unidad “firmemente”?: sólo si al iniciarse cualquier negociación el primer punto es “efectivización de los contratados”.
Si los revolucionarios admitimos una política distinta estaremos firmando que comenzó la división de la huelga, porque cualquier concesión a los efectivos por parte de la patronal, le servirá a la burocracia para dividir y de paso dejar por el camino alguna que otra “conquista” como siempre hacen, diciendo “agarremos esto, es mejor que nada”, “perdemos los premios pero peor son los despidos”, etc. Y si algún honesto compañero les pregunta por los contratados, vendrá el famoso “legalmente no son del gremio y no podemos hacer nada, pero si tocan alguno vamos a ver qué hacemos, estudiaremos caso por caso”. Chau unidad.
Por el contrario los revolucionarios estamos por unir “firmemente” a la clase obrera (y no con “poxipol”), por eso defendemos que el primer punto de cualquier reclamo es la efectividad de los contratados, o nos dan eso o no discutimos ninguna otra cosa. Y el primer punto de organización para mantener esa unidad es “Comité de Huelga” con representación proporcional de los contratados, de agencia, en negro. Porque tenemos total claridad que “los cuerpos orgánicos” de los tiempos de paz, deben renovarse en tiempos de guerra. Y si no es mediante la “impronta” de las “capas más explotadas”, bajas como le gusta decir a EA, no puede hacerse.
La concepción que defienden EA y la mayoría ya está teniendo, en cuanto a la adaptación práctica a las “capas altas” del proletariado y a la burocracia, consecuencias funestas, como por ejemplo en el Astillero Río Santiago. Allí, según el último periódico (LVO Nro. 39), luego de la gran victoria que fue hace dos meses la elección de delegados por voto directo sección por sección, la interna de la burocracia hizo una reunión con la patronal y ATE, y trajo una propuesta: la efectivización de solo 100 contratados a cambio de la paz social que naturalmente fue repudiada. Sin embargo días después volvieron a la carga agregando a los 100 posibles efectivos la discusión salarial; volvieron a perder pero esta vez consiguieron mayor apoyo.
Nos preguntamos si es que nuestros compañeros tuvieron la política de llamar a echar a los burócratas a patadas para siempre del ARS, y que no pudieran volver entrar a otra asamblea. El artículo no lo dice, siendo ésta una cuestión política tan importante.
Tampoco podemos saber, siendo igual de importante, si nuestros compañeros llamaron inmediatamente a la formación de un comité de lucha con representación mayoritaria de los contratados que son los rehenes de esta situación, que se convierta en la dirección de la pelea levantando “¡abajo los traidores carneros, efectivización de los contratados como condición de cualquier negociación!”, que negocie sólo el comité de lucha, etc. Si no fue esta la política, si no planteamos la necesidad de una insurrección de las bases para bajarlos y poner en su lugar representantes de los contratados, estamos empezando a agacharnos. Pueden decimos que sí fue esta la política (lo que llama poderosamente la atención que no se mencione en el periódico) y que el centrismo y el PTP impidieron que esto se realizara. Entonces: ¿por qué el periódico no los denuncia?
El cuerpo de delegados de Astilleros, que surgió contra una maniobra burocrática, tenía dos alternativas: avanzar hacia un verdadero comité de fábrica, planteando la organización inmediata de los contratados con sus legítimos representantes directos, o convertirse en... lo que hoy ya es, otro ejemplo de “nueva dirección”. La política llevada adelante por nuestra fracción sindical del ARS está repitiendo lamentablemente, los pasos del centrismo. Es que una concepción antimarxista de la clase obrera, lleva más temprano que tarde a transformar a nuestras fracciones sindicales en meros elementos de presión sobre la burocracia o en el mejor de los casos de las “nuevas direcciones” que surjan. ¿Nos querrán decir que éste no es un buen ejemplo de cómo las capas más privilegiadas de la clase obrera presionan y moldean a nuestro partido y lo alejan de la política revolucionaria? ¡Pero todo sea en beneficio de la lucha contra el “populismo”!
3- Se rompe con la estrategia soviética
No queremos cansar con más citas. Como creemos que ha quedado claro a lo largo de toda esta polémica, ésta se refiere a cuáles van a ser las vías por las que los sectores más concentrados del proletariado y sus capas más altas van a entrar en escena, lo que es sin duda una cuestión central para la revolución. Pero no debemos olvidarnos ni por un instante que estamos ante una concepción que reduce el papel de los sectores más explotados y oprimidos a uno secundario, porque están esperando que como en el 68, bajo el imperio de Yalta, hagan su aparición las capas altas del proletariado repitiendo mecánicamente esa experiencia. EA defiende equivocadamente una visión mecánica de que la entrada de los batallones centrales del proletariado, contra todo análisis marxistas de la relación entre la crisis del capitalismo, las “tendencias al crac” y las situación del movimiento obrero, se va a dar por el paso de las luchas sindicales en defensa de conquistas parciales a las luchas políticas, lo que hemos demostrado que es evolucionismo puro. (Aclaremos que hemos recibido en el momento en que escribimos estas líneas, la Circular Nro. 5 donde tres miembros de la mayoría del CC, polemizan con nosotros. No vamos a contestar aquí la sarta de tergiversaciones y falsificaciones que se hacen sobre nuestras posiciones en ese documento. Sólo diremos que no hacen más que repetir, aumentándolos, los errores de EA).
Pero tal enamoramiento con el movimiento obrero de Yalta, con el papel indudable de las capas más altas en sucesos como el “Cordobazo” y bajo el imperio del orden de Yalta, lo lleva a desarrollar una “teoría” sobre el movimiento obrero que termina negando el papel de las capas más explotadas del proletariado y la relación del partido trotskista con ellas. Visión esta que tiene puntos en común lamentablemente con la de las capas privilegiadas y, mal que le pese a EA, la “aristocracia obrera”, que mientras no le dan ningún derecho ni organización a los contratados y trabajadores en “negro”, cuando se ven obligados a salir a la lucha se acuerdan de ellos y les dicen: “muchachos, apóyennos, que para Uds. también va a haber algo”.
Recordemos que EA ha escrito que está en contra de la “norma, que son las capas más bajas del proletariado (desocupados y precarizados) las que deben imponer su impronta a las capas altas es decir, a los sectores más concentrados, ‘privilegiados’ según ellos los llaman”.
Mal que le pese a EA, su concepción le capitula a esas capas altas del proletariado y por esa vía a la burocracia sindical, liquidando la lucha por comités de fábrica, y no solo eso, sino la perspectiva soviética en general. Organismos soviéticos muy raros serían los de la mayoría porque en ellos estaría prohibido, por la “norma” de EA, que los sectores más explotados le impongan su “impronta”, es decir las reivindicaciones revolucionarías del programa trotskista, a las “capas altas”. Es decir, que EA y la mayoría del CC, contra los que dicen que defienden el programa trotskista que es el único que permite la unidad de la clase obrera, se han puesto a defender como “norma” para los organismos de tipo soviético, la misma sumisión a las “capas altas” a la que los sindicatos someten a las “capas más bajas”, en el mejor de los casos con un programa sindicalista.
Es decir, en una abierta ruptura con el marxismo revolucionario, se han convertido en los defensores de soviets dominados por la burocracia y los partidos contrarrevolucionarios, o sea la pequeñoburguesía, como los soviets conciliadores de la Revolución Rusa de febrero a setiembre de 1917. ¡Cuidado compañeros con las consecuencias de lo que dicen! Porque, ¿A dónde puede llevar esta negativa a que las “capas bajas” impongan “su impronta” sino a aceptar, “en ciertas circunstancias”, el ejercicio liso y llano de la violencia de la burocracia apoyándose en las “capas altas” sobre las capas “más bajas”? ¡Recuerden compañeros las experiencias de Cutral Có y Jujuy el año pasado!
¿De qué otra manera puede resolverse ese enfrentamiento sino es con el “combate”? ¿Nos quieren decir que tienen confianza ciega, como el MAS, en que la propaganda del programa trotskista, por sí sola, pacíficamente, va a lograr la unidad del proletariado por sobre los intereses materiales y la influencia de las clases enemigas? ¡Compañeros, están revisando el marxismo revolucionario y el acervo común del PTS!
Por el contrario, para el Programa de Transición, la relación es a la inversa, nuestra lucha en los soviets es precisamente para romper ese sometimiento. Por eso se sostiene en lo relativo a los comités de fábrica:
“La importancia central del comité (de fábrica) reside, sin embargo, en que se convierte en el estado mayor para la entrada en combate de capas de la clase obrera que los sindicatos son habitualmente incapaces de movilizar. Precisamente de esas capas más oprimidas procederán los batallones más abnegados de la revolución.”
Otra vez: ¡cuánto “populismo”!. Es que el problema de la unidad de la clase obrera se va a resolver por la vía revolucionaria, soviética, como “estado mayor para la entrada en combate” de las capas más explotadas del proletariado. Perspectiva que EA anula en su visión, sindicalista, pacifista y economicista, de que las luchas de las capas más explotadas solo son subsidiarias y le hacen el aguante a la entrada en luchas económicas de los batallones más concentrados, y que cualquier otra visión es “populismo”.
De avanzar por este camino se termina negando la perspectiva soviética que radica precisamente en que los organismos de tipo soviético dan respuesta a que “nuevas capas de oprimidos levantarán la cabeza y avanzarán en sus reivindicaciones. Millones de “pobres diablos”, trabajadores míseros a los que los dirigentes reformistas no han dedicado nunca un pensamiento, empezarán a golpear insistentemente las puertas de las organizaciones.” (Programa de Transición, negritas nuestras). Ante esto, la mayoría del CC se debe estar preguntando espantada, ¿no querrán estos obreros atrasados, “pobres diablos”, estos “trabajadores míseros”, llegar a “imponer su impronta”?
¡Qué vergüenza! Bajo la cortina de humo de la lucha contra el “populismo” y el “obrerismo”, los intelectuales de nuestro partido han desarrollado concepciones que se podrían escuchar en los cursos para delegados que organiza el CTA, dados por Bilbao y Cía., y otros “intelectuales marxistas” de la centroizquierda. |