Introducción al libro "2013-2014 Siria Bajo Fuego, una revolución ensangrentada"
Siria: una grandiosa revolución ahogada en sangre y cubierta de traiciones
Esta obra no ha sido escrita en los gabinetes de las universidades de las potencias imperialistas ni ha sido elucubrada por la mente de “eruditos” ajenos a la lucha de clases. Fue escrita por socialistas internacionalistas y por combatientes de la guerra civil de los explotados sirios, que enfrentaron una sangrienta contraofensiva del imperialismo.
Los autores de este libro son protagonistas de esta revolución y corresponsales desde el campo de batalla. No son neutrales. Son voceros de los que dieron la vida por detener la ofensiva de Bashar a cuenta del imperialismo, y también de la avanzada de las masas que enfrentaron a los “Caballos de Troya”, que como el Ejército Sirio Libre (ESL) y Jabhat Al Nusra, fueron enviados por el imperialismo para contener y desarmar a las masas en las zonas liberadas, tal como hace hoy el Estado Islámico de Irak y el Sham (ISIS), enviado por Qatar y Arabia Saudita, bajo las órdenes de Obama desde la trastienda.
Los socialistas seguimos la enorme tradición internacionalista de los años ‘30, cuando ante la Guerra Civil Española, con el heroísmo y la fuerza del proletariado mundial y sus organizaciones, miles de obreros marcharon a luchar contra el franquismo. Luchamos incansablemente por esta política de solidaridad internacional en todas las organizaciones obreras del mundo. Así llegamos a los acontecimientos mismos en 2011, cuando la chispa de Túnez incendiaba el Magreb y Medio Oriente.
La izquierda mundial, tanto el “Club de amigos de Al Assad”, como los que esperaban que EE.UU. ayudase a las masas rebeldes y paseaban por el mundo a los generales burgueses del ESL, es responsable del infame cerco que sufrió la revolución siria, que le permitió al imperialismo utilizar a todos sus agentes para ahogarla en sangre.
La tragedia de Siria, el imperialismo la intenta imponer en todo el Magreb y Medio Oriente, donde su poder tambaleó por los embates de las heroicas masas de la región.
Los reformistas travestidos de “socialistas”, que cercaron la heroica revolución siria, son los mismos que ayer iban a Egipto, con las masas sublevadas en la Plaza Tahrir, a sacarse fotos, llamándolas a luchar “por la democracia y elecciones libres” y hacerles creer que sin tocar a la casta de oficiales asesina de Mubarak, que está bajo el mando de la CIA y el Pentágono, se podía conquistar el pan y la libertad.
Hoy, en Egipto la “democracia de Obama” se desenmascara como la más feroz dictadura militar, que ha dejado en libertad a su “faraón”, Mubarak, y también ensangrentado al Egipto sublevado, con miles de encarcelados y con centenares de obreros condenados a muerte.
Hoy, ya no hay flashes en la Plaza Tahrir, sólo sangre y fuego de la contrarrevolución, mientras los generales asesinos, los más grandes aliados del sionismo que ocupa la nación palestina, luego de ser presentados como “demócratas” amigos del pueblo, liberaron a Mubarak y reconstituyeron nuevamente el régimen dictatorial del “faraón”.
La izquierda reformista le prometía a las masas que con “asambleas constituyentes y elecciones” se conquistaban todas sus demandas. Una infamia. Así sostuvieron las trampas electorales que desviaron la revolución y fueron los garantes de sacar a las masas de la Plaza Tahrir.
Hoy, ha quedado claro que no podía haber pan ni libertad en Egipto sin continuar el camino de Libia, es decir, desarmar a los oficiales de la soldadesca bajo el mando del imperialismo y conquistar la unidad de los soldados rasos con el pueblo sublevado.
La izquierda de Obama dejó aislada a la clase obrera siria, libia, egipcia y de toda la región para que estas grandes revoluciones no se coordinen con la lucha de la clase obrera de Europa, EE.UU. y a nivel internacional. Allí se gritaba “hay que pelear como en Egipto”. La masacre en Siria y la libertad hoy de Mubarak es un intento de escarmiento del imperialismo para quebrar la voluntad de lucha de la clase obrera mundial.
Hoy es el imperialismo el que intenta hacer en Egipto, en Libia, en Yemen y en todo el Magreb y Medio Oriente “nuevas Sirias” aplastando a las masas. En Siria, en Egipto y en todas las revoluciones del Magreb y Medio Oriente ha quedado claro, como afirma el marxismo revolucionario, que en esta época imperialista la democracia y el fascismo surgen de las mismas entrañas de este régimen capitalista putrefacto. Las “revoluciones democráticas” que prometía la izquierda de Obama, no fueron más que un rodeo para que vuelvan los Mubarak y Ben Alí, para que se salven los Al Assad, y para que el sionismo mantenga la ocupación de la nación palestina redoblando su ataque contra las masas.
La izquierda reformista, los pseudosocialistas, liquidaron toda solidaridad militante internacional de la clase obrera con sus hermanos masacrados en Siria. Muchos de ellos sostuvieron directamente al perro Bashar, que hizo el trabajo sucio a cuenta de todas las potencias imperialistas en el genocidio sirio.
Antes habían cercado y denigrado ante los ojos de la clase obrera mundial a las milicias y a los “desharrapados” de Libia, acusando de ser “tropas terrestres de la OTAN” a los que obtuvieron el fusil para conquistar el pan, tal como luego intentaron hacerlo las masas sirias. En Libia, los explotados enfrentaron y aplastaron al mayor agente del imperialismo en la región: Khadafy, el “otro faraón”.
Vaya paradoja. A la salida de este libro, en Libia, el general Heftar -que estuviera exiliado durante 20 años en EE.UU.-, vestido de “antikhadafista”, intenta dar un golpe para masacrar a las milicias y las masas en acuerdo con el primo de Khadafy, para que este clan vuelva al poder. De eso se trata la “democracia” de los ricos, que sólo busca salvar los intereses de los capitalistas contra la embestida de la revolución para luego, con sus generales, bañarla en sangre.
Por eso, bajo el mando de Obama, toda la izquierda reformista mundial puso en pie una santa alianza para que nunca más haya una nueva Libia en Siria, en Egipto, en Yemen o en Irak, que desmantelara a la soldadesca contrarrevolucionaria de todos los gobiernos lacayos del imperialismo en la región.
Después de tantos gritos de tantos traidores, lo único que se escucha en el mundo es la voz de su jefe, el imperialismo, que pontifica: “las masas que se sublevaron en el Magreb y Medio Oriente son terroristas”.
Eso ya lo vimos en Latinoamérica usado como excusa por el imperialismo para justificar sus golpes contrarrevolucionarios en el Cono Sur. En Vietnam, en las revueltas de África y en todo el mundo.
El imperialismo yanqui llama “terroristas” a los que luchan por el pan y su dignidad, y sostiene a la dictadura contrarrevolucionaria más sanguinaria del planeta, con la que hace sus más jugosos negocios: la dictadura militar china, que no se cansa de masacrar y esclavizar a la más numerosa fuerza de trabajo del mundo para disciplinarla bajo el mando de las transnacionales.
Los explotados sirios no llegaron tan lejos como sus hermanos libios. En Siria, el imperialismo intentó dar un escarmiento para contener una cadena de revoluciones que desde Túnez a Libia, desde Yemen a Egipto y Damasco, amenazaba con triunfar en Jerusalén.
El imperialismo volcó todas sus fuerzas, con Putin armando hasta los dientes a Al Assad para que masacrara a las masas, como demostramos en este libro. Los levantamientos pacíficos de los oprimidos en Hama, Homs, Aleppo, Idlib, Deraa, que en el 2011-2012 se organizaban a la salida de los rezos de las mezquitas contra el aumento de más del 400% del precio de los alimentos, no fueron organizados por los imanes ni por el embajador norteamericano. Los imanes clamaban por paz, mientras Bashar masacraba 50 mil explotados en tan sólo una semana sangrienta.
Esta brutal represión llevó a la división del ejército. Decenas de miles de soldados rasos se pasaron al bando de la revolución negándose a reprimir a sus hermanos, hijos, familiares, que sólo clamaban justicia. No fueron el imperialismo ni los adalides de la democracia quienes organizaron estos levantamientos de masas. Por el contrario, ellos estaban organizando la matanza perpetrada por Al Assad contra el pueblo, o bien desorganizando sus fuerzas para que las tropas del régimen lo masacraran. Cuando los explotados se armaron para defender a sus familias, les destruyeron todo intento de autoorganización, como los Comités de Coordinación de obreros y soldados, que amenazaban con llegar a Damasco.
Hoy, con la revolución siria ensangrentada, luego de años de contrarrevolución y enormes traiciones del reformismo mundial, el sionismo volvió a levantar cabeza y bombardeó la Franja de Gaza.
Es que Al Assad continúa defendiendo las fronteras del Golán al Estado fascista de Israel, al igual que Hezbollah desde el Líbano junto a la ONU, y los generales mubarakistas desde Egipto. Los de Siria y Egipto han sido enormes triunfos contrarrevolucionarios del imperialismo.
Pero ésta es una historia de revoluciones y contrarrevoluciones que aún no ha terminado de ser escrita. Las inagotables fuerzas revolucionarias de los explotados del Magreb y Medio Oriente que siguen resistiendo, y los combates de la clase obrera norteamericana y mundial, que desde Marikana y México a la resistencia de los mineros del Donbass en Ucrania, demuestran que la clase obrera mundial no se ha rendido. Los que sí se han rendido, desde hace tiempo, son sus direcciones.
Cayeron “capitales de la revolución” como la Plaza Tahrir de El Cairo y Homs en Siria. Benghazi está siendo rodeada y cercada. Pero los acontecimientos del Donbass; de Nueva York, Oakland y Missouri; de Guerrero y todo México; los combates de Marikana y la heroica insurrección en Ouagadougou en Burkina Faso, demuestran que no todas las capitales de la revolución han caído. En Gaza, las masas palestinas no han sido derrotadas. El campo de batalla es el planeta. Para vencer, el objetivo del proletariado no puede ser otro que derrotar las capitales del imperialismo, y particularmente la más importante de ellas: Wall Street, donde se concentra el corazón de la bestia imperialista.
La clase obrera mundial cuenta con un gran hándicap a su favor. Las masas de EE.UU. no le permiten a éste nuevas aventuras militares ni acciones directas o abiertas contrarrevolucionarias, que es lo que el imperialismo necesita, ya que no le basta sólo con actuar desde la trastienda como hace ahora.
La clase obrera de las potencias imperialistas no ha sido derrotada. Le han tirado una brutal crisis. Pero aquí y allá resiste al ataque de los banqueros y los gobiernos imperialistas.
Ha estallado una nueva huelga general en Grecia, que demuestra que la chispa de Atenas aún no se ha apagado definitivamente. Mientras, ganan las calles de 170 ciudades de EE.UU. la juventud y los obreros de color contra la libertad y absolución definitiva del policía que asesinó al joven Michael Brown de 13 balazos a 6 centímetros de su cabeza cuando estaba totalmente desarmado.
Esta historia de la lucha de clases, parida por el crac del sistema capitalista mundial de 2008 y por el levantamiento de las masas contra los padecimientos inauditos que sufren, aún no ha sido definida. Faltan batallas por dar. Pero sin estas lecciones de las derrotas y de las enormes gestas revolucionarias de las masas, las próximas revoluciones no tendrán la posibilidad de aprender cómo actúa el enemigo de clase y su quintacolumna al interior de las filas de la revolución misma.
Los obreros de Siria no podrán contar esta historia de masacres y traiciones. El aplastamiento fascista de su revolución no se los permite. Hoy sólo pueden mostrar su duelo y sus enormes padecimientos, con millones de refugiados en campos de concentración en el desierto. Su sangre ha regado las calles de Siria. Es una obligación de los socialistas revolucionarios sacar estas lecciones, contar la verdad, impedir que la masacre y la traición queden en el olvido, porque la revolución siria merece que su bandera sea llevada a la victoria por las próximas revoluciones obreras y socialistas del planeta.
La Comuna de París de 1871, esa gran experiencia revolucionaria del movimiento obrero, terminó en una masacre por parte de la gran burguesía francesa, que clavaba victoriosa sus paraguas en el cuerpo de los comuneros colgados de las farolas. Esa derrota se debió a la inmadurez de una clase obrera mundial que entró a la arena histórica y comenzaba a aprender en sus primeras luchas revolucionarias. Las direcciones de la clase obrera aún tenían una enorme inexperiencia. Era un nuevo movimiento obrero que aparecía en la historia y estaba dando sus primeros pasos en la lucha revolucionaria.
En esta época imperialista, la clase obrera mundial hace tiempo que aprendió, en grandes gestas revolucionarias, a hablar el lenguaje de la revolución. Inclusive expropió a la burguesía en un tercio del planeta. Pero esta vez lo que padece no es “inmadurez” sino una brutal traición de las direcciones que hablan en su nombre y preparan las condiciones para su derrota, y entregan una a una sus conquistas, como hizo la lacra stalinista que ayer entregó los estados obreros al capitalismo mundial, y hoy hace lo mismo con Cuba. Nada sorprende que estos verdugos de la revolución proletaria hayan sido los que sostuvieron firmemente la mano asesina del perro Bashar.
La lucha por las lecciones de la revolución siria, demoliendo las calumnias y el cerco que montaron sobre ella, es una batalla política, ideológica, teórica, programática y organizativa contra el revisionismo en el marxismo.
El revisionismo forma cuadros a los que, en nombre del “socialismo” y de la “izquierda”, no les tiembla el pulso para traicionar las luchas de la clase obrera. La suya es una escuela de falsificación y mentiras. Le dicen al proletariado que el imperialismo “expande su dominio con democracia”.
Envenenar la consciencia de la clase obrera con los cantos de sirena de la democracia burguesa es lo que hace la izquierda socialdemócrata a nivel mundial, desde el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) francés al Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS) de Argentina, desde el Socialist Workers Party (SWP) inglés a la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), etc. Por eso ocultan los trágicos hechos de Siria. El genocidio sirio y egipcio, el dominio de los sables de los generales de China, India y Pakistán, el gobierno bonapartista del sicario Putin, las invasiones imperialistas, las miles de bases militares diseminadas a lo largo del planeta, prueban que ellos hablan de democracia y libertad para los esclavistas y no de los rigores de los regímenes y gobiernos bonapartistas, fascistas y semifascistas que padecen la mayoría de los explotados del mundo.
Siria Bajo Fuego, hoy ensangrentada y traicionada, da la razón a Trotsky cuando éste afirmaba que la democracia burguesa no es más que un privilegio que pueden permitirse los países imperialistas, y dentro de ellos, las clases medias y la aristocracia obrera.
Pero la mentira se acaba. ¿Alguien podrá afirmar que 10 millones de refugiados, de obreros y campesinos en el desierto, con sus mujeres y niños, y 400 mil muertos enterrados en las calles de las ciudades sirias, son producto del triunfo de las “fuerzas progresistas y antiimperialistas” de Al Assad contra el imperialismo?
Ya no se puede mentir más. La tragedia de las masas es un veredicto y un grito de justicia. Ya no se puede esconder que la burguesía de Al Assad en Siria y Hezbollah en el Líbano son socias menores de la IBM, de la Hewlett-Packard y del imperialismo en los negocios de las telecomunicaciones. Esa pandilla, asimismo, lava los petrodólares del imperialismo en sus bancos.
La burguesía iraní, aliada al Bundesbank, hoy tomó “la mano que le tendió” Obama cuando asumió, para transformarse en sus tropas gurkas contrarrevolucionarias a cuenta del imperialismo. Sostuvieron al protectorado yanqui en Irak ante la retirada de EE.UU. y actúan como tropas móviles para aplastar la revolución en toda la región.
El revisionismo de hoy busca que no quede lección ni aprendizaje de los grandes acontecimientos de la revolución y la contrarrevolución que han conmovido al siglo XXI, porque no quieren que el proletariado sepa de sus traiciones y tenga una guía, y conquiste las condiciones para la victoria contra las clases opresoras.
Si el marxismo vive en el movimiento obrero mundial no es gracias al stalinismo, la socialdemocracia o los entregadores de la IV Internacional. El marxismo existe porque aún están vivas las lecciones revolucionarias de Marx sobre la Comuna de París, las lecciones y el programa de las heroicas revoluciones de 1905 y de Octubre de 1917, las lecciones de la cuestión rusa y la entrega del stalinismo, los combates de la III Internacional, las lecciones que conquistó el trotskismo como continuidad del bolchevismo de la revolución china de 1927, la lucha contra el fascismo en Alemania, las lecciones revolucionarias de la Guerra Civil Española y el Programa de Transición de 1938. Con ellos se formaron durante décadas centenares de miles de socialistas revolucionarios que buscaron demoler esta sociedad de explotación.
Por ello es nuestra obligación y hemos puesto tanto empeño en sacar este libro, como un aporte para el debate, la crítica y las lecciones revolucionarias que permitan un nuevo reagrupamiento de la vanguardia proletaria internacional bajo las banderas del socialismo revolucionario y la IV Internacional. Se trata de preparar, con las lecciones de la derrota, las condiciones para el triunfo.
El revisionismo y el oportunismo terminarán de traicionar a la revolución siria si los revolucionarios nos sometemos a ellos y rebajamos el programa y la crítica marxista; si ocultamos que estas mismas direcciones que abrieron el camino a la tragedia siria, son las que permiten las derrotas actuales, y las que impiden el triunfo de las enormes luchas de masas ofensivas con las que el proletariado recibió el crac imperialista mundial del 2007-2008.
Siria es una revolución ensangrentada, cercada, calumniada y traicionada. La masacre y el silencio que la rodearon serán un estruendoso grito que recorrerá el mundo clamando justicia y castigo a los verdugos: el imperialismo, la burguesía y sus regímenes. No permitiremos que vivan en paz. Ellos son los terroristas. Los que han llevado a Siria a la peor de las barbaries y a un retroceso histórico de sus fuerzas productivas, partiéndola y feudalizándola en varios “principados”, “califatos”, como el del norte de Siria, el de las provincias de la burguesía kurda o el que aún controla el perro Bashar desde Damasco.
Con aduanas internas, el imperialismo inclusive ha vuelto a redibujar, para imponer sus planes contrarrevolucionarios, las fronteras ficticias que él mismo armó, junto al stalinismo, a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Esto es lo que ha hecho en Siria, en Irak y lo intenta imponer en Libia y en Yemen.
El silencio y el cerco a la revolución siria y las masacres a los grandes combates de la revolución del Magreb y Medio Oriente obedecen a que allí estuvo planteada la toma del poder por la clase obrera. Es decir, el triunfo de una serie de revoluciones socialistas, que hubiera llevado el clamor de los pueblos oprimidos del mundo al interior de las potencias imperialistas y azuzado allí el fuego de la revolución.
La burguesía utilizó una política de colaboración de clases y engaños para adormecer a las masas, y luego la contrarrevolución directa.
En el Capítulo I de esta obra, que versa sobre las condiciones internacionales de la revolución y la contrarrevolución en Siria, se define con exactitud que, si la ruta de la revolución unió distintos eslabones en una misma cadena que amenazó con entrar en Europa y EE.UU., el camino de la contrarrevolución recorre el camino inverso. Ésta avanza dislocando los eslabones de la revolución para masacrarlos y derrotarlos uno a uno. Esto es lo que intentan asentar en Siria, Egipto, Libia, etc. para volver a darle poder de fuego al sionismo. Intentan volver a poner de pie todos los dispositivos con los que el imperialismo controló las rutas del petróleo durante décadas y que la revolución había hecho volar por los aires.
Obama juntó en una misma mesa a todas las burguesías árabes en la conferencia de Ginebra. Envió a Hezbollah y la guardia republicana iraní como fuerza de choque para sostener a Al Assad para que no caiga en Damasco. Luego de que el ESL y Jabhat Al Nusra demostraran su falta de capacidad para controlar a las masas que habían derrotado al perro Bashar en todo el norte de Siria, Obama envió al ISIS financiado por Arabia Saudita. Éste fue a tomar militarmente la zona del Levante en Irak y Siria, controlando allí a los explotados, no sin antes contener y desarmar a las masas iraquíes insurreccionadas por el hambre en Fallujah y Mosul. En los planes del ISIS no está llegar a Damasco, ni romper las fronteras del sionismo, sino aplastar a las masas allí donde Bashar ha sido derrotado. Esta cuestión está desarrollada ampliamente en la primera parte de esta obra.
Basta una prueba fáctica para demostrar esto. El perro Bashar, que demolió media Siria con bombas de barril, masacró a centenares de miles y exilió a millones de explotados, no tiró ni fuegos artificiales en ninguna zona controlada por el ISIS. Sobran las palabras. El ISIS es el nuevo gendarme que garantiza que las masas no lleguen a Damasco. La partición de Irak hoy parte a Siria, bajo el mando de Obama y las burguesías árabes.
La burguesía mundial y sus cacatúas de izquierda se quieren hacer los distraídos. Obama sacó a los generales y burgueses asesinos que comandan ese partido-ejército contrarrevolucionario del ISIS de la ex guardia pretoriana husseinista, de las entrañas de la misma burguesía sunnita de Irak que durante años fue su “gendarme mimado” para controlar a las masas de la región.
Así actúa el imperialismo. Ayer usó a Saddam Hussein para masacrar a la clase obrera iraquí e iraní. Lo tiró a la basura y lo ahorcó en el patíbulo cuando no le sirvió, dejando afuera de los negocios a sus generales y a la burguesía saddamhusseinista durante toda una década. Ahora, los mandó como soltando un león hambriento, a masacrar a las masas allí donde éstas avanzaron victoriosas en cadenas de revoluciones contra los explotadores, como en Mosul y Fallujah en Irak, o como en Aleppo, Homs, Deraa, Idlib, ayer en Siria.
¡NO MIENTAN MAS! La izquierda de Obama debe ser desenmascarada en sus calumnias e infamias contra las masas. Hablemos claro. El imperialismo usa a todos sus agentes: a reyes, príncipes, demócratas, ayatollahs, a saddamhusseinistas… a todos, para mantener su propiedad. Los hace jugar distintas funciones y roles para estrangular la revolución mundial.
A todos los compra y el que paga, manda y usa. Esa es la ley por la cual se sostiene el imperialismo a nivel internacional. No por el “vigor” y la “expansión” que provoca en la economía mundial, que, lejos de estar floreciente sigue desencadenando episodios de barbarie, fascismo y guerras.
Pero, de todos sus agentes, el mejor es el que traiciona las revoluciones desde adentro; el que habla en nombre del socialismo, como el stalinismo ayer, que le entregó la conquista de los estados obreros al Citigroup, a Reagan y Thatcher. Son los que hablan en nombre de la revolución y la traicionan, para que nunca más al proletariado se le ocurra tomar el poder.
En momentos de grandes ofensivas de las masas, éstas arremeten contra la ciudadela del poder. Vimos a las revoluciones del 2011 en la región hacer estallar a gobiernos y regímenes y abrir enormes “crisis en las alturas”. Las masas no se hicieron del poder. Éste les fue arrebatado por mecanismos de engaño o aplastamientos.
Ante una revolución, la burguesía se divide alrededor de cómo mejor derrotar a las masas y por las disputas de sus negocios. En esas condiciones, una ofensiva de masas disgrega las fuerzas de la burguesía.
En el desarrollo de la revolución, la burguesía tiene instituciones que defienden los intereses de conjunto de las clases poseedoras. Ellas son las castas de oficiales de los ejércitos, el pilar de los estados burgueses. A nivel internacional, son las tropas contrarrevolucionarias de la soldadesca imperialista.
El pacto contrarrevolucionario de Ginebra II disciplinó a todas las fracciones burguesas, que comenzaban a ser disgregadas por el enorme proceso revolucionario del 2011 en el Magreb y Medio Oriente.
A diferencia del imperialismo y la burguesía, el proletariado no tiene una dirección revolucionaria que defina sus intereses históricos en cada momento de la revolución y en su relación con la clase obrera internacional. De eso se trata la crisis de dirección de la clase obrera, la sobreabundancia de direcciones traidoras que ésta tiene a su frente. Las mismas actúan como carceleras y policías al interior de las organizaciones de masas. Sólo desde esta visión se puede comprender hasta el final la derrota de la revolución siria.
Para imponer las ofensivas contrarrevolucionarias ante las revoluciones del Magreb y Medio Oriente, el imperialismo se apoyó en las soldadescas, en las trampas de las “salidas democráticas” y en el cínico rol de las burguesías islámicas.
En el Magreb y Medio Oriente, a la salida de la Segunda Guerra Mundial, los garantes de la estabilidad y de aplastar la revolución fueron el stalinismo y las burguesías árabes laicas. El primero, con Stalin mismo, junto a Churchill y Eisenhower, impusieron a sangre y fuego contra la nación palestina, al Estado sionista de Israel como gendarme en la región.
Cuando las burguesías árabes laicas quisieron regatear una parte mayor de la renta petrolera con el imperialismo, éste utilizó a las burguesías islámicas de la región (chiítas, sunnitas, alauitas, talibanes, etc.) para que jugaran el rol de contrapeso y guardián contrarrevolucionario de sus intereses. Y cuando no, utilizó a su brazo armado, el sionismo, para disciplinar a las masas palestinas y los pueblos indomables del Magreb y Medio Oriente, o bien llevó a cabo intervenciones contrarrevolucionarias directas como en 1990-1991 y 2001-2003, en la Guerra del Golfo y la invasión a Irak y Afganistán para controlar las rutas del petróleo y el opio.
En las últimas décadas, el imperialismo le hizo jugar un rol decisivo en las naciones musulmanas a las burguesías islámicas, y mucho más lo hizo luego de que, con la caída del stalinismo en 1989, quedaran debilitados todos los mecanismos de control de las masas en la región.
De las entrañas de la lacaya burguesía de Arabia Saudita salió Bin Laden y el Talibán, bendecido por Bush padre, para controlar el orden en las ex Repúblicas Islámicas de la URSS a partir de 1989, cuando ésta se disgregaba junto al ex Ejército Rojo.
Es lo mismo que hoy hace con las burguesías sunnitas o chiítas que, como los ayatollahs de Irán, antes de jugar todo su rol contrarrevolucionario en Siria, aplastaron los levantamientos revolucionarios del año 2009 de las masas iraníes, que se sublevaron contra el hambre, la miseria y la desocupación como sus hermanos de Siria y del Magreb y Medio Oriente en 2011.
Muchas veces, estos agentes, quisieron tener un juego propio en la región y cobrar de más por los servicios prestados. Por ello Bin Laden y Saddam Hussein “han pasado a mejor vida”, bajo la bayoneta de los generales del Pentágono.
Como decía Marx, hay que develarle los secretos de la política internacional a la clase obrera, porque allí se esconden las más grandes conspiraciones contra las masas revolucionarias.
Las clases poseedoras de la región y los jefes de los estados mayores imperialistas han aprendido muy bien la lección de cómo aplastaron a las heroicas masas revolucionarias de Irán después de la grandiosa revolución de los obreros y soldados, que en el año 1979 derrotó al Sha Reza Pahlevi, una monarquía puesta por el imperialismo a la salida de la Segunda Guerra Mundial en Irán.
Hoy se repite la misma pérfida política, que ya es un manual del Pentágono y del establishment norteamericano para controlar a los indomables pueblos del Magreb y Medio Oriente.
El Sha Reza Pahlevi, actuaba como un verdadero custodio de los pozos petroleros de las “7 Hermanas” (las petroleras imperialistas) en la región junto al otro gendarme el Estado sionista-fascista de Israel. En aquella heroica revolución los obreros iraníes, como ocurrió en Libia o se encaminaba a hacerlo en Siria en 2011, derrocaron al Sha Reza Pahlevi y partieron al ejército horizontalmente. Se pusieron en pie los consejos de obreros y soldados.
EE.UU. venía de una derrota política y militar en Vietnam y, tal como le sucede ahora debido a su salida veloz de Irak y a la lucha antiimperialista de las masas norteamericanas, no podía intervenir en la región directamente. Por eso utilizó a sus agentes para aplastar la heroica revolución de los shoras (consejos de obreros y soldados) iraníes, como hoy hace con todos sus agentes en la región. Ante la revolución, el imperialismo trajo rápidamente desde Francia al Ayatollah Khomeini.
Con él puso en pie una sangrienta teocracia contrarrevolucionaria aliada a Francia y Alemania, que se encargó de masacrar desde adentro –como hoy hace el ISIS- a los consejos de obreros y soldados. Esto es lo que la izquierda reformista oculta cínicamente. Lo mejor de la vanguardia revolucionaria, por decenas de miles de obreros y soldados en Irán, fue masacrada por los ayatollahs, esa teocracia contrarrevolucionaria que sabe, y mucho, de matar obreros y ahogar en sangre revoluciones. Fueron necesarios para que no cayera el perro Bashar en Damasco. Y todavía hay lacayos del imperialismo que hablan del carácter “antiimperialista” de esta teocracia chiíta que controla el gobierno del protectorado yanqui en Irak.
Pero, como sucede hoy, esa política de los ayatollahs en los ‘80 no fue suficiente para apagar la revolución iraní, que amenazaba con expandirse a Irak y toda la región, de la vieja Persia al Medio Oriente y el Magreb.
Un año antes de que los ayatollahs iraníes aplastaran la revolución, los generales de Egipto, con el presidente Anwar Al Sadat, habían firmado el acuerdo de Camp David, donde las burguesías árabes, sostenidas por el stalinismo, reconocían al Estado sionista fascista de Israel, poniéndose de rodillas ante el imperialismo.
Pero al imperialismo no le bastó con los ayatollahs ni con el pacto de Camp David para aplastar la revolución iraní. Sus ondas expansivas amenazaban incluso con incendiar al Estado sionista de Israel, con las masas palestinas en ebullición. EE.UU. armó entonces a Saddam Hussein, que inventó un conflicto en las fronteras con Irán y provocó una guerra fratricida de 8 años que desangró a los pueblos de Irak e Irán, dejando millones de muertos y estranguló definitivamente la revolución iraní.
Paralelamente en los ‘80, comenzó una brutal persecución y masacre contra el pueblo palestino, tanto por el rey de Jordania como por la burguesía maronita del Líbano, bajo el paraguas de los Al Assad en Siria. Los masacrados en Sabra y Shatila fueron los mártires de ayer de esta cínica política contrarrevolucionaria del imperialismo y de todos sus agentes en la región.
Lo que hace EE.UU. con Siria hoy es lo que hizo en Irak en 1990-1991 y en 2001-2003 con la invasión de Bush (h). En los ‘90, Saddam Hussein, por los servicios prestados, tomó Kuwait. El imperialismo no podía permitir que nadie le tocara su “califato”, y mucho menos su sirviente Saddam, que tan buenos servicios había prestado. El imperialismo tenía que terminar de aplastar la revolución en la región y de disciplinar a las masas palestinas.
Por eso, 23 ejércitos imperialistas invadieron Irak bajo el mando yanqui. Lo partieron. De Bagdad hacia el sur, la burguesía chiíta y del triángulo sunnita hacia el norte, la burguesía kurda. En Bagdad lo dejaron a Saddam Hussein con poder de policía, sin poder de fuego aéreo y sin poder utilizar a su ejército. Solamente lo mantuvieron allí para disciplinar militarmente todo levantamiento de masas.
Cualquier similitud con la realidad de hoy no es mera coincidencia. Sino, ¿qué hace hoy Obama con el perro Bashar, si no es dejarlo para que defienda sus intereses en una Siria partida, mandando al ISIS y sosteniéndose en la misma burguesía kurda que utilizó cuando invadió Irak en 1991?
En el 2003, Bush y la Halliburton dijeron “ahora nos toca a nosotros quedarnos con todo” e invadieron Irak nuevamente. Así, uno de los perros guardianes más celoso y fiel de las petroleras imperialistas, Saddam Hussein, fue tirado a la basura: se lo encontró escondido en un pozo, respirando a través de una pajita, y terminó en el cadalso imperialista. Así son las burguesías nacionales: “valientes” para aplastar a su propio pueblo, y cobardes y dispuestas a enterrarse antes de tocarle la propiedad al imperialismo.
¿Quién puede negar que el imperialismo utilizó tanto a la burguesía chiíta para masacrar desde adentro de la revolución, como a la burguesía sunnita de Saddam Hussein para lanzar una guerra ofensiva fratricida con Irán? ¿A qué se debe semejante “olvido” de esta experiencia histórica, por parte de las corrientes que dicen hablar en nombre de la izquierda y se reagrupan en la cueva de traidores del Foro Social Mundial? Justamente ese es el plan que está aplicando Obama hoy.
El imperialismo utiliza a todos sus agentes, inclusive a la izquierda “democrática” para que le diga a las masas que los ayatollahs iraníes son sus aliados. Y para que oculte, asimismo, que la burguesía sunnita y su banda del ISIS y otras variantes, son las que controlan desde adentro los procesos revolucionarios para masacrarlos.
Desde el Foro Social Mundial se inventó la infamia y mentira de que Putin era el “antiimperialista” que armaba al “antiimperialista” Al Assad para aplastar un supuesto golpe de la OTAN en Siria. Ese engaño ya no se sostiene. Los que lo usaron, hoy tienen que esconderlo bajo la alfombra.
La OTAN y EE.UU., no tiraron siquiera fuegos artificiales contra el “antiimperialista” Al Assad, que según los reformistas, “le hacía una guerra al imperialismo en Siria”. Tienen que dar la cara. No se van a ocultar. Los obreros y campesinos asesinados se cuentan por centenares de miles.
Quieren ocultar que el imperialismo usa a todos sus agentes para luego quedarse con todo.
La repetición de esta historia es una tragedia. No sólo porque se comete en Siria el mismo genocidio que en Irak e Irán en los ‘80, los ‘90 y principios del siglo XXI, sino porque no se trata aquí de parar una o dos revoluciones, sino una cadena de revoluciones que golpeó a toda la región y amenazó con entrar en Europa y EE.UU.
Los shoras, consejos de obreros y soldados, de la revolución iraní tuvieron sus equivalentes en los Comités de Coordinación de Siria, los comités de fábrica y lucha de las masas de Egipto ocupando la Plaza Tahrir, los consejos populares y las milicias de la revolución libia, los embriones de milicias y comités de lucha de las masas tunecinas.
En 2011 comenzaba la revolución de los shoras de obreros y soldados, que amenazaba con incendiar toda la región y entrar a la Palestina martirizada.
Los que cercaron, falsificaron, engañaron conscientemente al proletariado mundial sobre esta nueva gesta histórica revolucionaria de los pueblos oprimidos del Magreb y Medio Oriente no podrán hablar nunca más en nombre de la revolución socialista. No nos dirán que no conocen estas trágicas experiencias históricas. Conscientemente la silencian para dejarle las manos libres al imperialismo para aplastar la revolución. Tienen, como el stalinismo, las manos manchadas con la sangre de los explotados que derramaron las burguesías nativas y el imperialismo, a quienes ellos sostuvieron.
Presentamos entonces Siria Bajo Fuego. Sus autores invitan a todo joven, obrero, intelectual socialista, luchador antiimperialista, a introducirse en este trabajo para comprender no sólo el carácter de las grandes revoluciones que conmovieron al mundo en el Magreb y Medio Oriente desde 2011, sino también la pérfida política de cerco a la revolución y las mil y un traiciones de la izquierda reformista mundial que le dejaron las manos libres a Al Assad para que masacrara al pueblo sirio.
La clase obrera es una clase noble, que ha tenido el poder al alcance de su mano y no lo ha tomado. Nadie la ha preparado ni la ha ayudado para hacerlo. Sus direcciones no le han dado ese objetivo. Por el contrario, se lo han negado, conspirando para que las masas no se hagan del poder, y no pongan en pie, desarrollen y extiendan en toda la región los shoras de obreros y soldados armados, que lleven al triunfo la revolución socialista.
La clase obrera es una clase noble. Si ésta hubiese aplicado contra sus opresores aunque más no sea el 1% de la violencia que aplicó la contrarrevolución, la revolución habría triunfado. La burguesía volvió por todo. Esto es Siria Bajo Fuego: es Homs, Aleppo, Idlib, y decenas de ciudades demolidas, devastadas. Es la masacre de más de 6 mil palestinos en Yarmouk, Damasco, a manos de Al Assad. Es el cerco a la revolución siria. Es 2013-2014: dos años de cerco, traición y masacre contra la revolución.
Los que escribimos este trabajo somos solidarios, militamos y combatimos con obreros y jóvenes de vanguardia que no se han rendido y que junto a los explotados quieren recuperar su revolución. Esa que en las zonas liberadas les fue expropiada por los agentes de la burguesía turca, sunnita, la cobarde burguesía kurda, que en la región se vende al mejor postor, ora yanqui, ora Al Assad.
Somos parte de los militantes de la resistencia siria. Les hemos dicho incansablemente a las masas -como lo demostramos en esta obra- que el camino a la victoria era la expropiación de los capitalistas, de los banqueros, no entregar las armas, y tirar así el misil más poderoso contra el régimen de Damasco: la expropiación de los explotadores -la forma más certera de sublevar a las masas del Magreb y Medio Oriente- y para que la clase obrera de Europa y EE.UU. vea la revolución siria como propia. Los días de Al Assad, el perro del imperialismo, habrían estado contados. No somos historiadores neutros. Somos organizadores de la clase obrera internacional.
Los obreros perspicaces deben comprender que sin sacar estas lecciones de tantas traiciones de las direcciones del Foro Social Mundial y de la saña de las clases dominantes, de las que Siria es un trágico ejemplo, no habrá posibilidad alguna de que futuras generaciones cuenten con ellas para su lucha. Los mejores combatientes de la revolución siria están enterrados en el campo de batalla.
Por eso, la izquierda de Obama guarda silencio. Porque se ha sometido al “frente del imperialismo democrático” como lo es el imperialismo yanqui, que es el más grande verdugo y jefe del genocidio contra las masas sirias y de toda la región.
Esta izquierda se horroriza por el nuevo perro guardián que irrumpe en la región: el ISIS. No se pueden hacer los distraídos. Las banderas negras del ISIS penetran en las masas, se montan sobre sus grandes acciones revolucionarias para expropiarlas y descabezarlas. Ellos, que entraron al gobierno del protectorado yanqui, han usurpado las banderas de la resistencia iraquí contra la masacre imperialista. Ese es el motor del “avance arrollador” del ISIS. Su partero fue la izquierda socialimperialista, que sólo marcha con las banderas del imperialismo y sus agentes en toda la región. Han dejado la lucha contra el imperialismo en manos del ISIS, la guardia republicana de Saddam Hussein y sus ahora socios, los soldados de los príncipes de Arabia Saudita.
Es el carácter de la dirección traidora del proletariado mundial la que le ha abierto el camino a la mentira y fraude de estos agentes contrarrevolucionarios. Lo hacen sentados en el Capitolio, como consejeros del régimen de los “Republicratas”, entregándole, junto a los hermanos Castro, Cuba al imperialismo y sosteniendo a los ayatollahs iraníes.
El Pentágono y la OTAN conocen a sus agentes. El reformismo está con las banderas de las “revoluciones democráticas” engañando a los pueblos de Oriente. Dejó las banderas antiimperialistas en manos de la demagogia del ISIS, para que éste tome la otra punta de la soga y estrangule la cadena de revoluciones que conmovió al mundo desde el 2011.
Le sacaron a la clase obrera mundial la posibilidad de enfrentar al imperialismo y todos sus secuaces en la región. Miraron para otro lado. Llegaron todas las fracciones de la burguesía a aplastar la revolución. Pero no llegaron centenares de miles de obreros, jóvenes, de las organizaciones obreras de todo el mundo a combatir junto a sus hermanos del Magreb y Medio Oriente.
Si eso hubiese sucedido, otras habrían sido las banderas que disgregaran al ejército iraquí, y flamearan en Aleppo y Homs. Habrían sido las banderas de la revolución socialista, que la izquierda de Obama puso en el fango de la traición.
En esta obra, sus autores y protagonistas cumplimos con nuestra obligación de presentar estas lecciones históricas. No habrá olvido ni perdón para los asesinos del pueblo sirio y del Magreb y Medio Oriente. Las traiciones del reformismo no quedarán ocultas en la historia.
Pusieron las armas en las manos de Al Assad de la misma manera que hoy entregan a la resistencia colombiana y Cuba al imperialismo, después de maniatar la revolución en el continente americano y sostener a Obama.
Los oprimidos sirios claman justicia. Al momento del cierre de este libro, las capitales de la revolución mundial aún no han sido derrotadas. La clase obrera negra del sur de África resiste irreductiblemente desde las minas de Marikana (Sudáfrica) e irradia su combate a Zimbabwe. En Burkina Faso, luchando por el pan, las masas protagonizan fenomenales acciones revolucionarias. Unir a la clase obrera del norte y sur de África es la tarea urgente de hoy. Los explotados de la Palestina martirizada aún se encuentran de pie en Gaza y cuentan con la solidaridad de la clase obrera internacional, que en EE.UU. y Europa ganó las calles frente a la ofensiva del sionismo y le quitó a éste nuevamente su poder de fuego por el momento.
En Ucrania, los mineros del Donbass han frenado la ofensiva fascista del ejército de Kiev, y resisten heroicamente al imperialismo. Putin pacta con Merkel y la burguesía de Kiev la entrega de esa grandiosa resistencia, cobrándose el gas. Los obreros resisten. La base del ejército de Kiev ha depuesto sus armas y se niega a pelear contra sus hermanos de clase. Se ha abierto el camino para unir a la base del ejército de Kiev con los obreros en lucha del Donbass. La puesta en pie nuevamente de los soviets es lo único que garantizará una Ucrania independiente. El imperialismo tiembla ante la perspectiva de que vuelva la URSS bajo formas soviéticas y revolucionarias.
Los estudiantes, campesinos pobres y la clase obrera se ponen de pie clamando justicia ante la desaparición de 43 estudiantes en el estado de Guerrero en el México profundo, poniendo al orden del día que la lucha de las masas latinoamericanas cruce el Río Bravo y entre a EE.UU. Allí, en la principal potencia imperialista, los obreros negros entran en la lucha enfrentando las masacres que sufren cotidianamente por parte de la policía blanca como en Missouri.
Los obreros griegos y la clase obrera europea no han agotado su energía a pesar de que su ofensiva revolucionaria fue desviada y obstaculizada por los partidos socialimperialistas de las aristocracias y las burocracias obreras; en Italia, la clase obrera viene de protagonizar una huelga en más de 25 ciudades, amenazando con rebasar los diques de contención de las centrales sindicales y el Foro Social Mundial.
Meses atrás vivimos un levantamiento de la juventud y los obreros explotados de Hong Kong, en las puertas mismas de China, donde los obreros son superexplotados por las transnacionales y el Partido Comunista de los “empresarios rojos”. En Hong Kong, los estudiantes se levantaron contra las 10 familias de la oligarquía financiera hongkonesa, y junto a ellos, los obreros entraron a la lucha. Estos combates, como ayer los de los trabajadores de Foxconn, Mitsubishi y las miles de revueltas en la China continental, auguran que la clase obrera china no fue sacada de escena, pese a las durísimas masacres que soportó y hoy vuelven a la lucha.
El imperialismo aún no ha logrado generalizar el triunfo contrarrevolucionario obtenido en Siria, e imponer esa relación de fuerzas a nivel mundial. El proletariado internacional no ha dicho su última palabra.
Los acontecimientos del Norte de África y Medio Oriente continúan abiertos; estos se definen en las capitales de la revolución que no se han rendido, y fundamentalmente en la arena de la lucha de clases mundial, y de forma particular en la clase obrera de las potencias imperialistas que ha entrado al combate.
Los oprimidos sirios claman justicia. La encontrarán en el triunfo de la revolución socialista internacional.
¡Sus mártires, que son nuestros mártires, no quedarán en el olvido… jamás! Ellos serán bandera de lucha de todos los trabajadores y luchadores antiimperialistas del mundo.
Carlos Munzer - Abu Muad - Abu Al Baraa |