La génesis de la revolución ucraniana:
Una revolución por el pan que a cada paso intenta ponerse de pie
Hacia fines del 2013 Ucrania entró en cesación de pagos y una enorme brecha se abrió en las alturas. Se exacerbaron las disputas entre las pandillas burguesas alineadas con Rusia y la UE, para ver quién era el garante del pago al FMI y de EE.UU. de la deuda externa. Putin llegó incluso a ofrecer el pago adelantado de gran parte de la deuda para que no le arrebaten los negocios de Ucrania, a través de su socio Yanukovich, el entonces presidente ucraniano. Por esas brechas, la revolución amenazaba con ponerse de pie en Kiev cobrándose la cabeza de Yanukovich –el amigo de Rusia que venía aplicando los planes del FMI.
Como planteamos en nuestra declaración de abril de 2014: “A finales de 2013 las condiciones para un levantamiento revolucionario maduraban. La crisis política estalló y como, ya vimos, por traición de la dirección del proletariado europeo, una fracción de la burguesía se anticipó para abortar la irrupción revolucionaria de las masas, controlándolas y sometiendo a la Plaza Maidán a los pies de Obama y de Maastricht, mientras Yanukovich y la banda de los “oligarcas” chantajeaban para quedarse con los negocios del este europeo y así partir Ucrania. El proletariado “rusófilo” del este no intervino a favor de Yanukovich, como lo había hecho contra el levantamiento “naranja” de la Timoshenko (…). Éstas eran las condiciones para forjar la unidad de la clase obrera. Por ahora, y tan solo por ahora, la clase obrera no ha podido dar una respuesta definitiva a esta cuestión. Pero esta tardanza de la clase obrera ucraniana, europea, y de Rusia en particular, en conquistar la unidad de sus filas, es lo que permite que Putin y la burguesía “gran rusa” puedan manipular nuevamente al proletariado del este de Ucrania.” Y en este mismo trabajo ya denunciábamos que la burguesía organizaba milicias neofascistas para impedir el accionar independiente del proletariado. En Odessa, el 2 de mayo los fascistas prendieron fuego la casa de los sindicatos cuando los explotados intentaron refugiarse allí, dejando 46 mártires. El 9 de mayo, “el día de la victoria” (contra los nazis en la segunda guerra mundial), el ejército ucraniano abrió fuego contra una multitud desarmada, dejando 40 muertos.
La traición de la dirección del proletariado de la Europa imperialista que se negó a unificar el combate en toda Europa por trabajo y salarios de 2500 euros, impidió que el proletariado y las masas explotadas de Ucrania aprovecharan a su favor esa enorme crisis de los de arriba interviniendo decisivamente con una acción independiente de masas, sobrepasando a la dirección burguesa que le impedía derrocar a Yanukovich.
Pero el imperialismo yanqui venía por todo. EEUU pisó Ucrania. El Primer Ministro yanqui, Kerry, fue quien dijo que había que respetar las elecciones anticipadas-garantizadas por la OTAN- y al presidente que resultara electo. Su objetivo era garantizarse con los gasoductos, las minas y las tierras productivas el pago de la deuda, despojando a Putin de uno de sus brazos, es decir, el control de los gasoductos que llevan el gas ruso hacia Europa y que pasan por Ucrania.
Durante la contraofensiva imperialista que en 2014 concentraba sus fuerzas para restaurar el capitalismo en Cuba via el Pacto Obama-Castro y aplastar a sangre y fuego la revolución del Magreb y Medio Oriente, la revolución ucraniana se puso de pie en el Donbass, con los obreros y en primer lugar los mineros, defendiendo las minas y las tierras que bajo los planes del FMI de saqueo y expoliación serían cerradas o reconvertidas. Putin intentó utilizar y manipular el sentimiento profundo de las masas, para negociar que le dejaran al menos una tajada de los negocios que había perdido. Desde un principio la burguesía Gran Rusa utilizó la sangre y el sentimiento independentista de las masas del este para seguir incidiendo en los negocios en la región. Las tropas rusas se apostaban entonces en la frontera ucraniana. Pero rápidamente, cuando los soldados rusos comenzaban a pasarse del lado de sus hermanos del Donbass para combatir, el sicario Putin –que teme más a la revolución que al propio imperialismo pisando sus talones- retiró las tropas de la frontera y las devolvió “a casa”.
De manos del imperialismo yanqui, que le arrebató el control de Ucrania, recibió la península de Crimea, por los servicios prestados y los que debe prestar como verdugo de las masas de Eurasia. Allí se encuentra apostado, con su base militar en Sebastopol en Crimea, por si el imperialismo llega a necesitarlo para aplastar a las masas del Don, como lo hizo en Chechenia. Para asegurar que su sicario Putin cumpla con su misión, el imperialismo yanqui y europeo desde hace más de un año mantiene congeladas todas las cuentas de los magnates y oligarcas rusos en el extranjero.
El levantamiento de los obreros de la región del Don no podía triunfar si no era llegando a Kiev, hermanándose con los trabajadores y explotados del oeste del país que pronto comenzaron a sufrir los mismos ataques del FMI. El rol de la burguesía del este y del oeste, y de todos los agentes del imperialismo en la región fue el de mantener las filas del proletariado desgarradas para que la victoria de los explotados no fuera posible.
Esta revolución fue enfrentada por el imperialismo y su gobierno títere de Poroshenko con bombardeos y destrucciones masivas en toda la región del Donbass más ofensivamente durante los meses de junio y julio de 2014. Sin embargo, esta política de masacre no fue suficiente para doblegar a las indomables masas que se armaron y pusieron en pie sus milicias de obreros, mineros y soldados rasos del ejército de Kiev que eran ganados para la revolución.
En el 2014/2015, los valerosos mineros de la región del Donbass obtenían un enorme triunfo militar al derrotar al ejército de Kiev apoyados en decenas de miles de jóvenes obreros del oeste del país, que se negaban a alistarse en el ejército del gobierno semi fascista de Poroshenko, títere de la OTAN y el FMI.
Esta combinación de la fuerzas de la clase obrera ucraniana, desde la resistencia minera en el este a la sublevación de los obreros en el oeste, provocó un brutal desgranamiento de esas fuerzas contrarrevolucionarias dejando planteada con claridad la unión de las filas de los trabajadores ucranianos en su conjunto.
No se trataba de cualquier combate, se trataba de la puesta en pie de la revolución en el corazón de Europa, y en las tierras negras del ex estado obrero soviético. Por ello la burguesía imperialista mundial y sus agentes se pusieron en alerta roja cuando esos mineros triunfantes ante la avanzada fascista vitoreaban a viva voz “¡Que vuelva la URSS!”.
Así la clase obrera ucraniana mostraba la llave del triunfo a la clase obrera griega, y de toda Europa, en su lucha contra el ajuste y la crisis que le arrojaban los capitalistas sobre sus hombros.
La política de fascismo y ataques contrarrevolucionarios de Kiev se combinó, como sucede en estos casos, con la política de frente popular, es decir, de colaboración de clases en el este del país. Así la burguesía prorrusa y la oligarquía ucraniana de la región, comandados por Putin y con el apoyo del stalinismo se montaron sobre las heroicas acciones revolucionarias de los trabajadores, para garantizar en primer lugar no perder sus negocios en la región y la Rusia misma, que se veían amenazados con la revolución, esto lo hicieron engañando con la demagogia de una falsa independencia tras lo cual proclamaron las Repúblicas del Donetsk y de Lugansk.
Por si no bastara, con pactos contrarrevolucionarios como lo son los de Minsk, el imperialismo intenta asentar también hoy su contraofensiva en Ucrania, para impedir que la revolución que comenzó en la resistencia con la lucha de los explotados contra los planes del FMI, en defensa de su trabajo, su salario y su vida, termine de ponerse de pie. Es que el sentimiento “nacional” de los trabajadores tanto de Kiev y sus alrededores, los que se tomaban la Plaza Maidán; como de los trabajadores del Donbass ¡es el mismo! Es la defensa del trabajo y la lucha por terminar con los miserables 47 euros de salario. Este sentimiento, manipulado por la burguesía que utiliza a las masas como moneda de cambio, ora para hacer negocios con Europa, ora por hacer negocios con Rusia, que se expresa en estas mínimas demandas constituyen una enorme lucha antiimperialista, puesto que no pueden realizarse si no es rompiendo con el FMI y la UE que saquean y expolian Ucrania.
El pacto contrarrevolucionario de Minsk vino a impedir la unidad de las filas obreras ucranianas. Al igual que otros pactos como lo de Obama-Castro para entregar Cuba al capitalismo, o los de Ginebra para aplastar a sangre y fuego la revolución siria, son intentos del imperialismo de cercar, engañar, aplastar los focos revolucionarios y sacar de escena a las masas, antes de que los nuevos golpes del crac capitalista del 2008 que ya están aquí desarrollen nuevas Ucranias, nuevas Sirias, nuevos Yemen esta vez en el corazón de las potencias dominantes. El pacto de Minsk persiguió el objetivo de dividir a las masas ucranianas cuando éstas en su combate se unían, desarmarlas y someterlas a las distintas variantes burguesas, para que la revolución no corte “la cabeza de la serpiente”, es decir, que no llegue a la capital, Kiev y derroque al gobierno contrarrevolucionario de Kiev, haciéndose del poder.
Gracias al accionar de su agente stalinista -al que la burocracia obrera y los renegados del trotskismo le entregaron la dirección de este proceso para estrangularlo-, hoy el imperialismo en Ucrania ha logrado avanzar en la imposición de los pactos contrarrevolucionarios de Minsk profundizando el desarme de las milicias y su integración al ejército regular, mientras redobla el brutal saqueo de la nación. Es que ese el único rol que le han dejado a Ucrania en la economía mundial: ser una colonieta triplemente expoliada por el imperialismo y el FMI. Así las condiciones de vida de las masas ucranianas no dejan de empeorar día a día. Ya son más de 9 mil hombres, mujeres y niños asesinados; un millón de desplazados; miles de desempleados y millones de grivnas en salarios caídos. La infraestructura está colapsada –tanto que algunos científicos han alertado incluso de la posibilidad de nuevas catástrofes nucleares- y mientras se profundiza el cerco por hambre en el Donbass, el salario de la clase obrera en Kiev se ha derrumbado a 47 euros miserables.
El imperialismo concentró sus fuerzas y a sus agentes contrarrevolucionarios en los focos calientes del planeta y uno de ellos fue Ucrania, para impedir que el fuego de la revolución termine de incendiar Europa. Para ello volvieron a utilizar a uno de sus mejores agentes probados, el stalinismo apoyado por los renegados del trotskismo, para desorganizar desde adentro, cercar, dividir y mantener aislada la lucha de los explotados en Grecia, España, Francia, de los combates revolucionarios en Ucrania, que tendían a la unidad porque enfrentaban a un mismo enemigo, la Europa imperialista de Maastricht, con una misma demanda: trabajo y salarios dignos para todos.