El atraso político de los trabajadores americanos
19 de mayo de 1938
Trotsky: Es sumamente importante concretar algunos puntos de vista relacionados con el programa en general. ¿Cómo se puede desarrollar coherentemente un programa? Algunos camaradas dicen que, en alguna de sus partes, el proyecto de programa no se adapta al nivel de conciencia, al estado de ánimo de los trabajadores americanos. A este respecto debemos preguntarnos si el programa debe adaptarse a la mentalidad de los trabajadores americanos o a las actuales condiciones económicas y sociales del país. Ese es el problema más importante a dilucidar.
Sabemos que el nivel de conciencia de cualquier clase social viene determinado por las condiciones objetivas, por las fuerzas productivas, por la situación económica del país, pero esta determinación no se refleja inmediatamente. En general el nivel de conciencia se encuentra atrasado, retrasado con relación al desarrollo económico. Este retraso puede ser poco o mucho. En circunstancias normales, cuando el desarrollo a largo plazo es lento, ese atraso no tiene necesariamente resultados catastróficos. Significa, en gran medida, que los trabajadores no están a la altura de las tareas que les marcan las condiciones objetivas. Pero, en períodos de crisis, ese atraso puede ser catastrófico. En Europa, por ejemplo, permitió la aparición del fascismo. Este es el castigo que sufren los trabajadores cuando fracasan en la toma del poder.
En EEUU se está entrando ahora en una situación análoga, con análogos peligros de catástrofe. La situación objetiva del país está a todos los respectos madura, incluso más que la europea, para una revolución socialista, y el socialismo está aquí más próximo que en cualquier otro país del mundo. El atraso político de la clase trabajadora americana es muy grande. Este es el punto de partida para toda nuestra actividad. Nuestro programa debe prestar mejor atención a las tareas objetivas de la clase trabajadora que al retraso de los trabajadores. Debe reflejar la sociedad tal como es y no el atraso de la clase trabajadora. Constituye precisamente un instrumento para superar y erradicar ese atraso. Ese es el motivo por el que debemos expresar en nuestro programa toda la gravedad de la crisis social de la sociedad capitalista, incluyendo en primer lugar la de los EEUU. No podemos aplazar ni modificar condiciones objetivas que no depende de nosotros. No podemos garantizar que las masas resuelvan la crisis, pero tenemos que expresar la situación como es, y ésa es la misión del programa.
Otro problema es cómo presentar el programa a los trabajadores. La explicación de la situación actual a los trabajadores es más bien una tarea pedagógica y de terminología. La política tiene que adaptarse a las fuerzas productivas, a la paralización de las mismas por las formas de propiedad capitalista, al paro creciente y su agudización que es la mayor plaga social. Las fuerzas productivas ya no pueden desarrollarse. La tecnología científica evoluciona, pero las fuerzas productivas se encuentran en declive. Esto significa que la sociedad será cada vez más pobre, que cada vez será mayor el número de parados. La miseria de las masas aumenta, las dificultades son cada vez mayores para la burguesía y los trabajadores. La burguesía no tiene otra salida que el fascismo. El proletariado americano tendrá que pasar durante veinte o treinta años por la escuela del fascismo por su falta de cohesión, fuerza de voluntad y coraje. La burguesía enseñará a los trabajadores americanos cuáles son sus tareas con una fusta de hierro. EEUU no será sino una abominable repetición de la experiencia europea. Debemos comprender esto.
Esto es serio, camaradas. Es la perspectiva para los trabajadores americanos. Después de la victoria de Hitler, cuando Trotsky escribió el folleto ¿A dónde va Francia?, los socialdemócratas franceses se jactaban de que “Francia no es Alemania”. Pero, antes de la victoria de Hitler, escribió artículos advirtiendo a los trabajadores alemanes, y los socialdemócratas se mofaban diciendo que “Alemania no es Italia”. No le prestaron ninguna atención. Ahora Francia se acerca cada vez más a un régimen fascista. Lo mismo es absolutamente válido para EE. UU. Es un país opulento. Esta opulencia del pasado permite a Roosevelt realizar sus experimentos, pero sólo por un tiempo. La situación general es totalmente análoga, el peligro es el mismo. Es un hecho que la clase trabajadora americana tiene una mentalidad pequeñoburguesa, que carece de solidaridad revolucionaria, que está acostumbrada a un alto nivel de vida y que su mentalidad no responde a la realidad de hoy, sino a los recuerdos de ayer.
Pero la situación ha cambiado radicalmente. ¿Qué puede hacer un Partido revolucionario en este momento? En primer lugar, ofrecer un análisis claro y honesto de la situación objetiva, de las tareas históricas que se desprenden de esta situación independientemente de si los trabajadores están o no maduros para realizarlas. El objetivo es elevar el nivel de conciencia de los trabajadores. Eso es lo que debe formular el programa y presentarlo a los trabajadores avanzados. Algunos dirán: “Bien, el programa es un programa científico; responde a la situación objetiva, pero si los trabajadores no aceptan este programa será estéril.” Es posible. Pero ello sólo significa que los trabajadores serán aplastados, ya que la crisis no puede ser resuelta más que a través de la revolución socialista. Si el trabajador americano no aceptara a tiempo este programa, se verá obligado a aceptar el programa del fascismo. Y cuando aparecemos con nuestro programa ante la clase trabajadora, no podemos garantizar que vaya a aceptar nuestro programa. No nos podemos responsabilizar de ello..., sólo nos responsabilizamos de nosotros mismos.
Debemos decir a los trabajadores la verdad, y así ganaremos a los mejores elementos. No sabría decir si estos mejores elementos serán después capaces de dirigir a la clase obrera, de conducirla al poder. Espero que sean capaces, pero no puedo garantizarlo. Pero en el peor de los casos, aun si la clase obrera cae presa del fascismo, los mejores elementos dirán: “Este Partido nos lo advirtió; fue un buen partido.” Y quedará una gran tradición en el seno de la clase trabajadora.
Esta es la peor variante. Por eso son falsos todos los argumentos que declaran que no podemos presentar tal programa, porque no responde al nivel de conciencia de los trabajadores. Sólo expresan temor ante la situación. Naturalmente que si me coloco una venda en los ojos puedo escribir un buen programa de color de rosa, que todos aceptarán. Pero no respondería a la situación. Creo que este argumento elemental es de suma importancia. El nivel de conciencia de la clase proletaria es atrasado, pero el nivel de conciencia no es un objeto inerte como las fábricas, las minas, los ferrocarriles; es más cambiante y puede cambiar rápidamente bajo los embates de la crisis objetiva, con los millones de desocupados.
Actualmente el proletariado americano también disfruta de ciertas ventajas debido a su atraso político. Parece un tanto paradójico, pero a pesar de todo es absolutamente cierto. Los trabajadores europeos tienen una larga tradición socialdemócrata y de la Komintern, y esta tradición constituye una fuerza conservadora. El trabajador, aun después de diversas traiciones de su partido, sigue siendo fiel al mismo, porque posee un sentimiento de gratitud hacia el Partido que le hizo despertar a la vida política y le dio una formación política. Esto supone una desventaja para el desarrollo de una nueva corriente. Los trabajadores americanos, en su gran mayoría, tienen la ventaja de no haber estado organizados políticamente y sólo ahora comienzan a organizarse en los sindicatos. Esto otorga al Partido revolucionario la posibilidad de movilizarles al calor de los embates de la crisis.
¿Cuál será el ritmo? Nadie lo puede prever. Sólo podemos conocer la tendencia. Nadie niega que la tendencia exista. Entonces se nos plantea la cuestión: ¿Cómo presentar el programa a los trabaja-dores? Naturalmente, esto es muy importante. Debemos saber combinar política con psicología y pedagogía de masas, tender un puente hacia su nivel de conciencia. Sólo la experiencia nos puede enseñar cómo avanzar en ésta o aquella parte del país. Durante algún tiempo tenemos que tratar de centrar la atención de los trabajadores en una consigna: escala móvil de salarios y horas de trabajo.
El empirismo de los trabajadores americanos ha proporcionado grandes éxitos a los partidos políticos a partir de una o dos consignas: impuesto único y bimetalismo, que se extendieron como un reguero de pólvora entre las masas. Cuando los trabajadores comprueban que fracasa una panacea, esperan la llegada de otra. Ahora podemos presentar una que es honrada, que forma parte de nuestro programa global, que no es demagógica, sino que responde totalmente a la situación. Oficialmente hay ahora trece, tal vez catorce millones de parados y la juventud se halla totalmente desamparada, en la miseria. El señor Roosevelt habla de las obras públicas sin más, pero nosotros insistiremos en que éstas junto con las minas, ferrocarriles, etc., absorban a todos los parados. Que toda persona tenga la posibilidad de vivir decorosamente, sin que ello suponga una merma del nivel actual, y exigiremos que el señor Roosevelt y su “trust” de cerebros proponga un programa de obras públicas capaz de hacer que todo aquel que pueda trabajar tenga trabajo con un salario decoroso. Esto es posible con una escala móvil de horas y salarios. Debemos discutir la forma de presentar este concepto en todas las localidades, en todo lugar. Después debemos iniciar una fuerte campaña de agitación de forma que todos sepan que éste es el programa del Partido Socialista Obrero.
Creo que podemos centrar la atención de los trabajadores sobre este punto. Esto naturalmente sólo constituye un punto. En un principio esta consigna se adecúa totalmente a la situación. Pero las demás se pueden añadir a medida que transcurren los acontecimientos. Los burócratas se opondrán a ello, lo sabemos. Después, si la consigna se populariza entre las masas, se desarrollarán en contrapartida las tendencias fascistas. Entonces diremos que tenemos que desarrollar comités de autodefensa. Pienso que esta consigna (escala móvil de horas y salarios) será adoptada en un principio. ¿Qué supone realmente esta consigna? En realidad se trata de la organización del trabajo en la sociedad socialista: que el número total de horas de trabajo se divida entre el número total de trabajadores. Pero si presentáramos el sistema socialista en su conjunto, le parecería al americano medio algo utópico, algo extranjero, europeo. Por eso, lo presentamos como una solución a la crisis actual, asegurándoles su derecho a comer, a beber y a vivir en viviendas decorosas. Es el programa del socialismo, pero expresado de una manera muy popular y sencilla.
Pregunta: ¿Cómo se orientará la campaña?
Trotsky: La campaña se emprenderá más o menos de la siguiente manera: se inicia una labor agitativa, digamos en Minneapolis. Se gana el apoyo de uno de los sindicatos al programa. Se envían delegados a los respectivos sindicatos de otras ciudades. Cuando se haya logrado convencer a los sindicatos, la mitad de la batalla estará ganada. Se extiende la idea a los correspondientes sindicatos de Nueva York, Chicago, etcétera. Cuando se haya alcanzado cierto éxito se convoca un congreso extraordinario. A continuación se hace agitación para que los burócratas del sindicato se vean obligados a definirse a favor o en contra. Se abre así una oportunidad extraordinaria de hacer propaganda.
Pregunta: ¿Podremos realmente llevar a cabo la consigna?
Trotsky: Es más sencillo derrocar al capitalismo que materializar esta consigna bajo el capitalismo. Ninguna de nuestras reivindicaciones puede ser satisfecha bajo el capitalismo. Por eso decimos que son consignas de transición. Tienden un puente al nivel de conciencia de los trabajadores y, después, un puente material para la revolución socialista. Todo el problema estriba en cómo movilizar a las masas para la lucha. En este momento aparece el problema de la división entre los que tienen trabajo y los parados. Debemos encontrar las vías para superar esta división. Aceptar la idea de que exista una cuota fija de parados, es decir, un nuevo tipo de parias, supone sin duda alguna la preparación psicológica para el fascismo. La clase trabajadora está condenada, a no ser que supere la división entre los obreros.
Pregunta: Muchos de nuestros camaradas son incapaces de comprender que las consignas no se pueden materializar inmediatamente.
Trotsky: Es una cuestión muy importante. Este programa no es el descubrimiento de un solo hombre. Es el resultado de la larga experiencia de los bolcheviques. Quiero señalar esto: que no se trata de la invención de un hombre, sino que proviene de una larga experiencia colectiva de los revolucionarios. Es la aplicación de los viejos principios a la situación actual. No debe considerarse inmutable como el hierro, sino como algo flexible, de acuerdo con la situación.
Los revolucionarios siempre consideran que reformas y conquistas no son más que un subproducto de la lucha revolucionaria. Si dijéramos que sólo hemos de pedir lo que nos pueden dar, la clase dominante sólo nos daría la décima parte o nada de nuestras reivindicaciones. Cuando pedimos más y podemos imponer nuestras reivindicaciones, los capitalistas se ven obligados a dar el máximo. Cuanto más extendido y combativo es el estado de ánimo de los trabajadores, tanto más se exige y consigue. No son consignas estériles; son medios de presionar a la burguesía, y son los que aportarán inmediatamente los mayores resultados materiales que se pueden conseguir. En el pasado, en la época ascendente del capital americano, los trabajadores americanos consiguieron victorias con meras luchas espontáneas, huelgas, etc. Eran muy combativos. Dado que el capital se encontraba en ascenso, el capitalismo tenía interés en satisfacer a los trabajadores americanos. Ahora la situación es totalmente diferente. Ahora los capitalistas no tienen ninguna perspectiva de prosperidad. No temen las huelgas dado el gran número de parados. Ese es el motivo por el que el programa debe abarcar y unir a todos los miembros (parados o no) de la clase trabajadora. La escala móvil de salarios y horas de trabajo precisamente va dirigida a esa finalidad.
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