Completar el Programa y ponerlo en práctica
7 de junio de 1938
Trotsky: El programa tiene tanta importancia como el Partido. El Partido es la vanguardia de la clase. El Partido se crea a través de una selección de los elementos más conscientes, avanzados y entregados. Por eso puede desempeñar un importante papel histórico, que no guarda proporción directa con su fuerza numérica. Un Partido puede ser pequeño y desempeñar una función importante. Por ejemplo, durante la primera revolución rusa de 1905 la fracción bolchevique no tenía más de diez mil militantes y los mencheviques de diez a veinte mil como máximo. Entonces ambos formaban parte del mismo Partido, con lo que éste no contaba con más de veinte a veintidós mil trabajadores. A pesar de ello, el Partido dirigió los soviets de todo el país gracias a su política concreta y coherente. Se podría objetar que la diferencia entre rusos y americanos, o cualquier otro país capitalista tradicional, reside en que el proletariado ruso era muy joven, un proletariado virgen, carente de tradición sindical y libre de reformismo conservador. Se trataba de una clase trabajadora nueva y virgen que necesitaba una dirección y la buscaba de modo que el Partido, a pesar de no contar con mucho más de veinte mil trabajadores, pudo dirigir el combate de veintitrés millones.
Ahora bien, ¿qué es el Partido? ¿En qué se basa su cohesión? La cohesión exige una comprensión común de los hechos, de las tareas, y esta comprensión común es el programa del Partido. El programa es al Partido lo que las herramientas son a los trabajadores, tanto a los de hoy como a los de otras épocas históricas. El programa es el instrumental del Partido. Sin un programa, cada trabajador tiene que improvisar sus herramientas y buscar utensilios de fortuna. Lo uno contradice lo otro. Sólo cuando existe una vanguardia forjada en una comunidad de concepciones podemos actuar.
Podría objetarse que hasta hoy carecíamos de programa y, sin embargo, actuábamos. Pero eso no es totalmente cierto; nuestro programa había sido elaborado en diversos artículos y mociones, etc. En este sentido, nuestro proyecto de programa no es nada nuevo, no se debe a un sólo hombre. Es la suma del trabajo colectivo realizado hasta ahora. Una suma absolutamente necesaria a fin de ofrecer a los camaradas una idea común de la situación. Los anarquistas y los intelectuales pequeño-burgueses atacan la exigencia de dotar al Partido concepciones y actitudes comunes y, a cambio, proponen programas moralistas. Pero, para nosotros, el programa es fruto de la experiencia colectiva. Nadie está obligado a aceptarlo, pues todo aquel que se adhiere al Partido lo hace por su propia voluntad.
Creo que es importante matizar qué entendemos por libertad en contraposición a necesidad. Frecuentemente la defensa de la libre individualidad no es más que una teoría pequeñoburguesa. No es más que una ficción errónea. No somos libres. No disponemos de un libre albedrío, en el sentido que nos lo da a entender la filosofía metafísica. Cuando deseo beber un vaso de cerveza actúo como un hombre libre, pero no invento la necesidad de beber cerveza, que proviene de mi cuerpo. Soy un mero ejecutor. Pero, en la medida en que comprendo las necesidades de mi cuerpo y las puedo satisfacer conscientemente, entonces tengo la sensación de libertad, al comprender la necesidad. Una correcta comprensión de la necesidad fisiológica es la única libertad real de los animales ante cualquier cuestión, y el hombre es un animal. Lo mismo es válido para la clase. El programa de clase no cae del cielo. Sólo podemos llegar a una comprensión de la necesidad. En un caso se trataba de la de mi cuerpo, y en el otro, de una necesidad social. El programa es la articulación asumida de una necesidad que, al ser común a todos los miembros de una clase, puede llevarles a una formulación común de sus tareas. La comprensión de esta necesidad es el programa.
Podemos ir más lejos y afirmar que la disciplina de nuestro Partido tiene que ser muy estricta, porque somos un Partido revolucionario que se enfrenta a un tremendo bloque de enemigos conscientes de sus intereses y que no sólo se ve atacado por la burguesía, sino también por los estalinistas, los agentes más nefastos de la burguesía. Por eso, necesitamos una disciplina férrea basada en una comprensión común. Si la disciplina se impone desde fuera se convierte en un yugo, pero si brota de la aceptación es un signo de personalidad. Si no es así, es un yugo. Luego la disciplina es una manifestación de mi libre individualidad. No hay oposición entre la voluntad individual y el Partido, pues la adhesión al Partido es libre. Lo mismo sucede con el programa. Una comprensión correcta tiene que asentarse en una sólida base política y moral.
Un proyecto de programa no es un programa acabado. Podemos afirmar que en el nuestro hay carencias, al tiempo que algunos de sus aspectos no son en absoluto programáticos, como, por ejemplo, las referencias coyunturales. Nuestro proyecto de programa no sólo recoge consignas, sino también comentarios y polémicas con los adversarios. No es un programa acabado. Un programa acabado debería ofrecer un análisis teórico sobre la sociedad capitalista moderna en su fase imperialista: las causas de la crisis actual, el aumento del número de parados, etc. En el proyecto, este análisis está resumido al principio, porque sobre ello ya hemos escrito artículos, libros, etc. Aún habremos de escribir más y mejores. Pero, a efectos prácticos, con ese resumen basta, pues todos compartimos la misma opinión. El comienzo del programa no es completo. El primer capítulo sólo es un conjunto de sugerencias, no un tratamiento detallado. Tampoco está detallada la parte final del programa, porque en ella no se habla de la revolución social, de la toma del poder por vía insurreccional, de la transformación de la sociedad capitalista en dictadura proletaria y de la dictadura proletaria en una sociedad socialista. El programa deja al lector en el umbral de estas cuestiones. Se limita a ser un programa de acción desde hoy hasta los comienzos de la revolución socialista. Desde un punto de vista práctico, lo esencial para nosotros es cómo podemos guiar a las diferentes capas del proletariado hacia la revolución social. He oído que los camaradas de Nueva York han comenzado recientemente a organizar círculos no sólo para estudiar y criticar el proyecto de programa, sino también para buscar los medios de presentar el programa a las masas. Creo que éste es el mejor método que puede emplear nuestro Partido.
El programa es sólo una primera aproximación, incluso demasiado general, pues al ser un texto para la próxima Conferencia internacional, se limita a expresar la tendencia general del desarrollo a escala mundial. Contiene también un breve capítulo dedicado a los países fascistas, otro sobre la U.R.S.S., etc. Las características generales de la situación mundial son comunes, pues se deben al influjo de la economía imperialista, a pesar de las condiciones específicas de cada país; luego una política concreta debe partir de esas peculiaridades, incluso de las de cada región del país en cuestión. Por ello, el primer deber de todos los camaradas de EEUU es el de tomarse muy en serio el programa.
Hay dos peligros a la hora de desarrollar el programa. El primero consiste en quedarnos en análisis abstractos y repetir consignas generales que no encuentren eco en los sindicatos locales. Es el peligro de caer en la abstracción sectaria. El otro peligro es el contrario; un excesivo adaptacionismo a las condiciones locales, a las condiciones específicas, que lleva a perder la línea revolucionaria general. Pienso que en los EE. UU. el segundo peligro es más probable. Por ejemplo, en lo referente a nuestra postura sobre la militarización, los piquetes-armados, etc., que algunos camaradas temían no fuese asumida por los trabajadores, etc.
En estos días he leído un libro en francés, escrito por un trabajador italiano, sobre el surgimiento del fascismo en Italia. El autor es un oportunista. Era socialista, pero lo importante no son sus conclusiones, sino los datos que aporta. En particular describe al proletariado italiano en 1920-21. Poseía una organización poderosa. Había 160 diputados socialistas en el Parlamento. Más de un tercio de los municipios estaban en sus manos; los sectores más importantes de Italia estaban en manos de los socialistas, hegemónicos entre los obreros. Ningún capitalista podía emplear o despedir a un trabajador, agrario o industrial, sin consentimiento del sindicato. Parecía como si se hubiera conseguido el 49% de la dictadura del proletariado. Sin embargo, la reacción de la pequeña burguesía y de los oficiales desmovilizados, ante esta situación, fue tremenda. El autor cuenta cómo se organizaron pequeñas bandas bajo la dirección de algunos oficiales que eran enviados en autobuses a cualquier parte en que hicieran falta. En ciudades de diez mil habitantes bajo control socialista bastaron treinta hombres organizados para entrar en la ciudad; quemar el ayuntamiento, las casas; fusilar a los líderes e imponer las condiciones de trabajo de los capitalistas. De allí se iban a otro sitio, haciendo lo mismo, una tras otra, en cientos y cientos de ciudades. Sembraron el terror y, realizando estos actos sistemáticamente, destruyeron totalmente los sindicatos, haciéndose los amos de Italia, a pesar de ser una minoría insignificante.
Cuando los trabajadores se declaraban en huelga general, los fascistas llegaban en sus autobuses, aplastaban toda huelga local y, con la ayuda de una minoría organizada, borraban del mapa a las organizaciones obreras. En este clima de terror se celebraron elecciones y los obreros volvieron a obtener el mismo número de diputados, que se dedicaron a expresar su protesta en el Parlamento hasta que éste fue disuelto. Esa es la diferencia entre poder formal y poder real. Los diputados estaban convencidos de su fuerza, pero aquel gigantesco movimiento obrero, a pesar de todo su espíritu de sacrificio, fue aplastado, destruido, barrido por unos diez mil fascistas bien organizados, dispuestos a todo y provistos de buenos jefes militares.
En EEUU sería diferente, pero las tareas fundamentales serían las mismas. Véanse las tácticas de Hague. Son un ensayo de golpe fascista. Hague representa a los pequeños patronos enfurecidos por la agravación de la crisis. Sus bandas fascistas son totalmente anticonstitucionales pero muy, muy contagiosas. Si la crisis se agrava, sus procedimientos pueden extenderse a todo el país, y Roosevelt, que es un gran demócrata, se limitará a decir que “tal vez sea mejor así”.
Esto fue lo que sucedió en Italia. El primer ministro invitó a los socialistas a resolver la crisis, pero los socialistas rehusaron. Se dirigió luego a los fascistas, pero los fascistas aplastaron al ministro. Creo que el ejemplo de Nueva Jersey es también muy importante. Todo debe servirnos para alertar del peligro fascista, pero estos ejemplos son fundamentales. Pienso escribir una serie de artículos de cómo llegaron a triunfar los fascistas. Nosotros también podemos triunfar así, pero para ello precisamos de un pequeño cuerpo armado que cuente con el apoyo de las masas trabajadoras. Necesitamos la mejor disciplina, trabajadores organizados, comités de autodefensa. Si no, seremos aplastados. Creo que nuestros camaradas de EEUU no valoran la importancia de la cuestión. Una ola fascista se puede extender en dos o tres años. Si es así, los mejores dirigentes obreros serán linchados igual que los negros en el Sur. El terror en los EE. UU. puede ser el peor de todos. Por ello debemos comenzar modestamente, es decir, con piquetes de autodefensa, que debemos promover inmediatamente.
Pregunta:¿Cómo poner en pie los piquetes de auto-defensa?
Trotsky:Es muy sencillo. ¿Existen piquetes de huelga? Cuando termine la huelga diremos que tenemos que defender nuestros sindicatos dando carácter permanente a los piquetes.
Pregunta:¿Es el propio Partido el que debe crear los piquetes de autodefensa con sus militantes?
Trotsky:Las consignas del Partido deben propagarse en barrios donde tenemos simpatizantes y obreros que nos apoyan. No obstante, el Partido no puede crear ese núcleo en los sindicatos. Debemos contar con estos grupos de camaradas provistos de una estricta disciplina, con buenos y cautos líderes que no se dejan provocar fácilmente, pues estos grupos son blanco de fáciles provocaciones. La principal tarea para el próximo año será evitar conflictos y enfrentamientos sangrientos. Hemos de reducirlos al mínimo, dotándonos de una organización minoritaria en las huelgas, en períodos de calma. Con objeto de impedir la realización de mítines fascistas propondremos un frente único, ya que solos no somos fuertes, y ello es una cuestión de relación de fuerzas.
Hitler explica su éxito en su libro. La socialdemocracia era extremadamente poderosa. A un mitin de la socialdemocracia envió una banda capitaneada por Rudolf Hess, y cuenta que, al finalizar el mitin, sus treinta muchachos desalojaron a todos los trabajadores, que no opusieron resistencia. Fue entonces cuando supo que iba a triunfar. Los trabajadores sólo estaban organizados para pagar las cuotas. Carecían de preparación para acometer otras tareas. Ahora debemos hacer lo que hizo Hitler, pero a la inversa. Enviar a cuarenta o cincuenta hombres para disolver el mitin. Ello tiene una enorme importancia. Los trabajadores se templan, transformándose en elementos combativos, en avanzadilla. La pequeñoburguesía piensa que estas personas son serias. ¡Qué éxito! Esto tiene una enorme importancia. En tanto que gran parte de la población permanezca ciega, siga siendo atrasada y acepte la opresión, sólo el éxito puede despertarla. Hoy solamente podemos despertar a la vanguardia, pero ésta debe despertar a los demás. Ese es el motivo, no me canso de repetirlo, por el que cobra importancia la cuestión. En Minneapolis, donde contamos con camaradas muy hábiles e influyentes, podemos empezar a mostrarlo a todo el país.
Creo que sería útil discutir un poco esta parte del proyecto de programa insuficientemente desarrollada en nuestro texto. Se trata de la parte general teórica. En la última discusión subrayé el hecho de que la parte teórica del programa, en tanto análisis general de la sociedad, no aparece en su totalidad en este proyecto, que se limita a hacer breves alusiones. Por otro lado, no contiene la parte referente a la revolución, a la dictadura del proletariado y a la construcción de la sociedad después de la revolución. Sólo queda cubierto el período de transición. Hemos repetido en numerosas ocasiones que el carácter científico de nuestra actividad consiste en que no adaptamos nuestro programa a la coyuntura política, o al estado de ánimo de las masas, tal como se manifiesta hoy, sino a la situación objetiva tal como aparece representada por la estructura económica de las clases sociales. El nivel de conciencia puede ser bajo. En ese caso, la tarea política del Partido consiste en hacer que ese nivel de conciencia se ponga a la altura de la situación objetiva, en hacer que los trabajadores acometan sus tareas objetivas. Sin embargo. no podemos adaptar el programa a la mentalidad de los trabajadores atrasados, pues el nivel de conciencia y el estado de ánimo constituyen un factor secundario. El factor principal es la situación objetiva. Esto nos ha valido algunas críticas o apreciaciones que dicen que algunas partes del programa no responden adecuadamente a la situación.
En todo momento la pregunta es: ¿Qué hacer? ¿Adecuar nuestro programa a la situación objetiva o al nivel de conciencia de los trabajadores? Esta es la pregunta a plantear a todo camarada que dice que el programa no se adapta a la situación americana. El nuestro es un programa científico. Se basa en un análisis concreto de la situación concreta. No puede ser comprendido por el conjunto de los trabajadores. Nos daríamos con un canto en los dientes si la vanguardia lo comprendiera en un futuro próximo y se dirigiera a los trabajadores diciendo: “Tenéis que libraros del fascismo.”
¿Qué entendemos por situación objetiva? El análisis de las condiciones objetivas para la revolución social. Estas condiciones están expuestas en las obras de Marx y Engels, y en esencia permanecen invariables. En primer lugar, Marx afirmó en una ocasión que ninguna sociedad deja de existir hasta que no agota sus posibilidades. ¿Qué significa esto? Que no podemos hacer desaparecer una estructura social por medio de un acto de voluntad subjetivo, que no podemos organizar una insurrección como los blanquistas. ¿Qué significa el término “posibilidades”? Y ¿qué significa “que ninguna sociedad deja de existir”? En tanto que la sociedad sea capaz de desarrollar las fuerzas productivas y de hacer que la sociedad sea más rica, continuará siendo poderosa y estable. Esa fue la condición para las sociedades esclavistas, feudal y capitalista.
Aquí llegamos a una cuestión muy importante que en su día analicé en mi introducción al Manifiesto comunista. Marx y Engels esperaban que la revolución se produjera en el curso de su vida. En especial, esperaban una revolución social en los años 1848-50. ¿Por qué? Decían que el sistema capitalista basado en el beneficio se había convertido en un freno para las fuerzas productivas. ¿Era eso correcto? Sí y no. Era correcto en el sentido de que si los trabajadores hubieran sido capaces de asumir las necesidades del siglo XIX, y de tomar el poder, el desarrollo de las fuerzas productivas hubiera sido más rápido y el país más rico. Pero como los trabajadores no fueron capaces de hacerlo, el sistema capitalista sobrevivió, con sus crisis, etc. Sin embargo, aquella tendencia siguió su curso. La última guerra (1914-18) se debió a que el mercado mundial se hizo demasiado estrecho para el desarrollo de las fuerzas productivas, y cada país trató de desplazar a los demás para acaparar, al servicio de sus propios intereses, el mercado mundial. Ninguno lo consiguió y ahora vemos cómo la sociedad capitalista ha entrado en una nueva fase.
Muchos dicen que esta nueva fase fue consecuencia de la guerra, pero la guerra reflejaba una sociedad que había agotado sus posibilidades, fue un reflejo de su incapacidad para seguir desarrollándose. Después de la guerra estamos asistiendo a una crisis histórica cada vez más profunda. En el pasado, el desarrollo capitalista alternaba prosperidad y crisis, pero la suma de crisis y prosperidad se saldaba con un nuevo avance. Sin embargo, a partir de la guerra puede observarse la existencia de ciclos alternativos de crisis y prosperidad en línea descendente. Lo que significa que la sociedad ha agotado todas sus posibilidades internas y que tiene que ser reemplazada por otra nueva, pues de lo contrario la vieja sociedad caería en la barbarie, igual que las civilizaciones griega y romana agotaron sus posibilidades sin que apareciese ningún recambio.
Esa es la cuestión que ahora está en juego, especialmente en los EE. UU. El primer requisito que tiene que cumplir una nueva sociedad es haber alcanzado un desarrollo suficiente de las fuerzas productivas que pueda dar paso a otra sociedad más avanzada. ¿Se encuentran las fuerzas productivas suficientemente desarrolladas para ello? Sí, en el siglo XIX ya lo estaban. No tanto como ahora, pero en todo caso lo suficiente. Ahora sería muy sencillo para un estadístico, sobre todo en EE. UU., demostrar que, si las fuerzas productivas quedaran liberadas, podrían multiplicarse por dos o por tres. Creo que nuestros camaradas deberían realizar ese sondeo estadístico.
La segunda condición es la existencia de una nueva clase progresista suficientemente numerosa y económicamente influyente como para imponer su voluntad a la sociedad. Esta clase es el proletariado. Tiene que ser la mayoría del país o tener la posibilidad de dirigir a los campesinos pobres. En EE. UU. es al menos la mitad de la población y tiene la posibilidad de dirigir a los campesinos.
La tercera condición es el factor subjetivo. Esta clase tiene que ser consciente del lugar que ocupa en la sociedad y disponer de organizaciones propias. Esta es una condición que ahora no se da desde un punto de vista histórico. Socialmente no sólo es posible, sino absolutamente necesario en el sentido de que la disyuntiva histórica será: socialismo o barbarie.
Ya hemos visto en la discusión que el señor Hague no es un viejo estúpido que se imagina que en su ciudad impera una especie de sistema feudal. Es la avanzadilla de la clase capitalista americana.
Jack London escribió El talón de hierro.Aprovecho para recomendar su lectura. Lo escribió en 1907, y por esas fechas parecía una pesadilla de ficción; pero ahora es una realidad palpable. Describe el desarrollo de la lucha de clases en unos EE. UU. en que la clase capitalista mantiene su poder con ayuda de una terrible represión. Es una anticipación del fascismo. La ideología que retrata es incluso similar a la de Hitler. Es muy interesante.
En Newark, el alcalde empieza a emular a Hague; todos se inspiran en Hague y sus congéneres. Ahora, en plena crisis, es completamente seguro que Roosevelt se dará cuenta de que no puede hacer nada empleando medios democráticos. No es un fascista como afirmaban los estalinistas en 1932. Sin embargo, toda su capacidad de iniciativa quedará paralizada. ¿Qué puede hacer? Los trabajadores están descontentos, los grandes empresarios están descontentos. Sólo le cabe maniobrar hasta que finalice su mandato y después decir adiós. Está totalmente descartado un tercer mandato de Roosevelt.
La imitación del alcalde de Newark puede ser muy importante. En dos o tres años puede haber un potente movimiento fascista americano. ¿Quién es Hague? No tiene nada que ver con Mussolini o Hitler, pero es un fascista americano. ¿Por qué se indigna? Porque la sociedad ya no puede funcionar con mecanismos democráticos.
Sería, por supuesto, impermisible caer en la histeria. El peligro de que la clase obrera sea desbordada por los acontecimientos es indiscutible, pero sólo podemos combatirlo si desarrollamos enérgica y sistemáticamente nuestra propia actividad e impulsamos consignas revolucionarias adecuadas; no dando rienda suelta a nuestras fantasías.
La democracia es el gobierno de los grandes financieros. Debemos comprender bien lo que Lundberg nos enseñó con su libro: que sesenta familias gobiernan en los EE. UU. ¿Cómo? Hasta hoy, con medios democráticos. Son una pequeña minoría rodeada de capas medias, pequeña burguesía, obreros, pero tienen que interesar a las capas medias en su sociedad. No pueden dejar que desesperen. Lo mismo sucede con los trabajadores, especialmente las capas más altas. Si consiguen ganar su oposición a los cambios, quedan rotas las posibilidades revolucionarias de las capas bajas. No hay otra manera de hacer funcionar a la democracia.
El régimen democrático es la forma más aristocrática de gobernar. Sólo es posible en un país rico. Cada demócrata británico tiene nueve o diez esclavos trabajando en las colonias. La antigua sociedad griega era una democracia esclavista. Lo mismo se puede decir, en cierto modo, de la democracia inglesa, holandesa, francesa, belga. Formalmente, los EE. UU. no tienen colonias, pero tienen a América latina. En cierto modo, todo el planeta es una colonia americana. Cuentan además con un pasado carente de toda tradición feudal. Son un país históricamente privilegiado. Pero los países capitalistas privilegiados difieren de las naciones capitalistas más “parias” sólo desde el punto de vista del atraso. Italia, la nación más pobre de los países capitalistas, fue la primera en hacerse fascista. Alemania vino en segundo lugar, porque no poseía colonias ni países ricos satelizados. Todos los demás caminos le estaban vedados. Por su parte, la clase obrera se mostró incapaz de sustituir a la burguesía. Ahora ha llegado el turno de los EE. UU., incluso antes que el de Gran Bretaña o Francia.
El deber de nuestro Partido es dirigirse a todos los trabajadores americanos y bombardearles una y otra vez hasta que comprendan la situación de los EE. UU., que no es una crisis coyuntural, sino una crisis social global. Nuestro partido puede desempeñar un papel muy importante. Para un Partido joven inmerso en un ambiente cargado de tradiciones e hipocresías es difícil lanzar una consigna revolucionaria. Nos dirán que ”eso es una fantasía”, que ”es inadecuado para América”, pero puede que, la situación haya cambiado cuando se divulguen las consignas revolucionarias de nuestro programa. Algunos se reirán. Pero el coraje revolucionario no consiste sólo en ser fusilado, sino también en soportar las burlas de gentes estúpidas que se encuentran en mayoría. Sin embargo, cuando uno de ellos sea víctima de una paliza propinada por la banda de Hague, pensará que está bien tener un piquete de autodefensa y cambiará su actitud irónica.
Pregunta: ¿Pero acaso la ideología de los trabajadores no forma parte de los factores objetivos?
Trotsky:Para nosotros, como minoría, todo es objetivo, incluido el estado de ánimo de los trabajadores. Pero tenemos que analizar y distinguir entre aquellos elementos de la situación objetiva cuya transformación depende de nuestra actuación y aquellos que no. Por eso decimos que el programa se adapta a los datos fundamentales y estables de la situación objetiva y que nuestra tarea consiste en adaptar la mentalidad de las masas a aquellos datos objetivos. Adaptar su mentalidad es una tarea pedagógica. Debemos ser pacientes, etcétera. La crisis de la sociedad es la base de nuestra actividad. La conciencia política es un escenario que debemos cambiar. Tenemos que dar una explicación científica de la sociedad y exponerla con claridad a las masas. Esa es la diferencia entre marxismo y reformismo.
Los reformistas tienen buen olfato para adivinar cuáles son los deseos de su auditorio. Así, Norman Thomas, que se pliega a ellos. Pero eso no es una actitud revolucionaria seria. Debemos tener la valentía de ser impopulares, de decir ”sois unos cretinos”, ”sois estúpidos”, ”os traicionan”, y de cuando en cuando, en medio de un escándalo, lanzar apasionadamente nuestras ideas. De cuando en cuando hay que agitar al trabajador, y a continuación volver a agitarle. Todo eso pertenece al arte de darle explicaciones a la propaganda. Pero una propaganda científica, que no hace concesiones al estado de ánimo de las masas. Nosotros somos los más realistas, porque tomamos en cuenta datos que ni la elocuencia de Norman Thomas puede cambiar. Si alcanzamos un éxito inmediato, nadaremos a favor de la corriente de masas. Esa corriente es la revolución.
Pregunta:A veces pienso que nuestros dirigentes no se plantean estos problemas.
Trotsky:Tal vez se deba a que una cosa es comprenderlos y otra sentirlos con el cuerpo entero. Ahora tenemos que convencernos de la necesidad de cambiar nuestra política. Es una cuestión que no sólo importa a las masas, sino también al Partido. Y no sólo al Partido, sino también a sus dirigentes. Hemos tenido discusiones, diferencias. Es imposible llegar a una misma postura simultáneamente. Siempre aparecen fricciones no sólo inevitables, sino incluso necesarias. La razón de este programa fue provocar esta discusión.
Pregunta:¿Cuánto tiempo debemos conceder a los dirigentes para abordar esta discusión?
Trotsky:Es difícil fijarlo. Dependerá de muchos factores. No podemos concederles demasiado tiempo, pues ha llegado la hora de emprender una nueva orientación. Nueva y vieja a la vez. Se basa en toda nuestra actividad pasada, aunque ahora se abre un nuevo capítulo para el que hemos de movilizar todas nuestras fuerzas, con una actitud más enérgica. Lo importante, una vez que el programa haya sido finalmente elaborado, es que conozcamos muy bien las consignas y sepamos manejarlas hábilmente, de tal forma que se empleen simultáneamente las mismas consignas en cada lugar del país. Tres mil personas pueden dar la impresión de ser quince o cincuenta mil.
Pregunta:Hay camaradas que teóricamente pueden estar de acuerdo con este programa, pero ¿contamos con camaradas experimentados para llevar sus consignas a las masas? Teóricamente, estoy de acuerdo, ¿pero qué hacer con los trabajadores atrasados de mi sindicato?
Trotsky:Nuestro Partido es un Partido de la clase trabajadora americana. Tenéis que tener en cuenta que en EE. UU. no ha habido un fuerte movimiento proletario, por no hablar de una potente revolución proletaria. En 1917 no habríamos podido ganar, si antes no hubiera habido un 1905. Mi generación era muy joven. Durante doce años tuvimos una inmejorable oportunidad para reflexionar sobre nuestras derrotas, aprender a corregirlas y ganar. Pero, incluso entonces, volvimos a perder frente a los nuevos burócratas. Esa es la razón por la que no podemos saber si nuestro partido conducirá a la clase obrera americana directamente a la victoria. Es posible que los trabajadores americanos, que son patrioteros y cuyo nivel de vida es elevado, protagonicen revueltas y huelgas. A un lado estará Hague; en el otro, Lewis. Eso puede durar un largo período, años y años. Durante ese tiempo nuestra gente se templará, cobrará confianza en sí misma y los trabajadores dirán: “Son los únicos capaces de hallar la solución.” Sólo la guerra crea héroes. Para empezar contamos con elementos excelentes, educados concienzudamente, un buen estado mayor no demasiado pequeño. En términos generales soy muy optimista. Por otra parte, creo que el cambio de mentalidad de los trabajadores americanos se hará a un ritmo muy acelerado. ¿Qué hacer? Todo el mundo está intranquilo, buscando novedades. Es una situación muy favorable para la propaganda revolucionaria.
No sólo debemos tener en cuenta a los elementos aristocráticos, sino sobre todo a las capas más pobres. Los trabajadores americanos cultivados tienen puntos a favor y puntos en contra; por ejemplo, su afición a los deportes ingleses. Los deportes están muy bien, pero a la vez sirven para desmoralizar a los trabajadores. Toda su energía revolucionaria se consume en el deporte. Los deportes fueron cultivados por Gran Bretaña, el más inteligente de los países capitalistas. El deporte debería estar en manos de los sindicatos, como parte de la formación revolucionaria. Sin embargo, buena parte de la juventud y de las mujeres carecen de posibilidades económicas para ellos. Debemos dotarnos de tentáculos para penetrar en todas partes, llegando hasta los estratos más profundos.
Pregunta:Creo que el Partido ha experimentado grandes progresos desde la última Convención.
Trotsky:Se ha llevado a cabo un cambio de orientación muy importante. Ahora tenemos que usar esta arma de forma coherente. Una agitación general y dispersa no penetra en la mente de quienes carecen de formación. Pero si se repiten las mismas consignas, adaptándolas a la situación, entonces la reiteración, que es la madre de la enseñanza, actuará también en política. A menudo sucede que no solamente el intelectual, sino también el trabajador cree que todos comprenden lo que él ha aprendido. Pero es necesario repetir las consignas con insistencia, diariamente y en todas partes. Esa es la finalidad del proyecto de programa: ofrecer una impresión homogénea.
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