Hay que expulsar a la burocracia y a la aristocracia obrera de los soviets
4 de julio de 1938
Trotsky: He recibido algunos comentarios críticos generales a la consigna que encabeza este artículo, que merecen respuesta a través de un artículo y no de una carta privada.
Para empezar, citemos las objeciones.
Según mi crítico, la consigna de expulsar a la burocracia y a la nueva aristocracia de los soviets no tiene en cuenta los conflictos agudos que se están produciendo en el seno de la burocracia y aristocracia obrera, y que permiten esperar que sectores enteros de ellas se pasarán al campo del proletariado, como se señala en otra parte del proyecto del programa.
La consigna (”expulsar a la burocracia”) sienta una base incorrecta (mal definida) que puede privar a decenas de millones de trabajadores – incluso a los trabajadores especializados – de sus derechos civiles.
La consigna se opone a la parte de la tesis que sostiene que “la democratización de los soviets es imposible sin la legalización de los Partidos soviéticos. Los mismos obreros y campesinos indicarán, por medio de su libre votación, qué Partidos reconocen como soviéticos”.
”En todo caso -prosigue el autor de la carta-, no parece que existan razones políticas válidas para privar de sus derechos a priori a algunos grupos de la sociedad rusa actual. La privación de derechos debería basarse en la realización de actos políticos violentos por parte de grupos o individuos contra el nuevo poder soviético.”
Finalmente, el autor de la carta señala que es la primera vez que aparece la consigna de “privación de derechos civiles”, que la cuestión no ha sido suficientemente discutida y que sería mejor relegarla para un estudio exhaustivo tras la Conferencia internacional.
Tales son las razones y argumentos de mi corresponsal. Desgraciadamente no puedo estar en absoluto de acuerdo con ellos. Expresan una actitud formal, puramente jurídico-constitucional con relación a un problema que debe ser abordado desde un punto de vista político-revolucionario. No se trata de saber quién será privado de sus derechos por los nuevos soviets, una vez que éstos se hayan consolidado. Con toda tranquilidad podemos dejar el tema de la nueva Constitución soviética para el futuro. La cuestión es cómo deshacerse de la burocracia soviética que oprime y explota a los obreros y campesinos, liquida las conquistas de Octubre y es el principal obstáculo para la revolución internacional. Hace ya tiempo que llegamos a la conclusión de que esto sólo se puede realizar mediante el derrocamiento violento de la burocracia, es decir, mediante una nueva revolución política.
En las filas de la burocracia hay naturalmente elementos honrados y revolucionarios como Reiss. Pero no son numerosos y, en todo caso, no determinan la fisonomía política de la burocracia, esa casta thermidoriana centralizada, a cuyo frente se encuentra la camarilla bonapartista de Stalin.
Podemos estar seguros de que cuanto mayor sea el descontento de los trabajadores, mayores y más profundas serán las contradicciones en el seno de la burocracia. Pero si queremos movilizar y organizar políticamente el odio de las masas contra la burocracia como casta dirigente, debemos comprender el problema teóricamente.
Los verdaderos soviets de obreros y campesinos no pueden surgir más que en el curso de la rebelión contra la burocracia. Tales soviets tendrán que lanzarse decididamente contra el aparato militar-policial de la burocracia. ¿Cómo podríamos permitir que penetrasen en los soviets representantes del campo contra el cual se está gestando el levantamiento?
Mi corresponsal – como ya señalé – considera que los criterios aplicados a la burocracia y a la aristocracia obrera son incorrectos, “mal definidos”, puesto que a priori exigen que se deje fuera a decenas de millones de personas. Precisamente aquí reside el error central del autor de la carta. No es cuestión de una “determinación” constitucional aplicada en base a criterios jurídicos estables, sino de la verdadera autodeterminación de los campos en pugna. Los soviets sólo pueden surgir en el curso de una lucha decisiva. Serán creados por aquellas capas de trabajadores que se integren en el movimiento. El carácter de los soviets consiste precisamente en que su composición no se establece mediante criterios formales, sino por la dinámica de la lucha de clases. Ciertas capas de la “aristocracia” soviética vacilarán entre el campo de los obreros revolucionarios y el de la burocracia. Si estas capas entran en los soviets y en qué momento, dependerá del desarrollo general de la lucha y de la actitud que los distintos grupos de la aristocracia soviética adopten en su transcurso. Los elementos burocráticos y aristocráticos que en el curso de la revolución se pasen al bando rebelde tendrán naturalmente cabida en los soviets. Pero esta vez no como burócratas y “aristócratas”, sino como participantes en el levantamiento contra la burocracia.
La consigna de expulsar a la burocracia no puede contraponerse en ningún caso a la consigna de legalización de los Partidos soviéticos. En realidad, se complementan. En la actualidad, los soviets son apéndices decorativos de la burocracia. Sólo la expulsión de la burocracia, inconcebible sin un levantamiento revolucionario, podrá regenerar la lucha de las distintas tendencias y partidos en los soviets. ”Los propios obreros y campesinos mediante su libre voto indicarán cuáles son los Partidos soviéticos”, dice la tesis. Pero precisamente por eso es necesario, ante todo, expulsar a la burocracia de los soviets.
Además, no es cierto que esta consigna represente algo nuevo en las filas de la IV Internacional. Tal vez su formulación sea nueva; no así su contenido. Durante largo tiempo mantuvimos la postura de reformar el régimen soviético. Teníamos la esperanza de que organizando la presión de los elementos avanzados, la Oposición de Izquierda podría, con la ayuda de los elementos progresistas de la propia burocracia, reformar el sistema soviético. No se podía saltar esta etapa. Pero el curso posterior de los acontecimientos refutó la perspectiva de transformación pacífica del Partido y de los soviets. De la posición de reforma pasamos a la de revolución, es decir, derrocamiento violento de la burocracia. Pero ¿cómo se puede derrocar a la burocracia si a la vez se le da un puesto legal en los órganos que van a derrocarla? Si estudiamos a fondo las tareas con las que se enfrenta el obrero y el campesino soviético, la consigna que encabeza este artículo debe ser reconocida como correcta, evidente y urgente. Por eso opino que la Conferencia internacional debería sancionar esta consigna. |