Cómo los cambios económicos afectan el estado de ánimo de las masas
20 de julio de 1938
Pregunta:¿Qué influencia puede ejercer la “prosperidad”, un auge económico del capitalismo americano en el próximo período, sobre nuestra actividad, basada en el Programa de Transición?
Trotsky:Es muy difícil dar una respuesta, porque se trata de una pregunta con muchas variantes y magnitudes que desconocemos. La primera cuestión es si existe alguna probabilidad de una mejora coyuntural en un futuro próximo. Es muy difícil de responder, sobre todo para una persona que no sigue las estadísticas día a día. Tal y como yo lo veo por el New York Times, los especialistas tienen serias dudas sobre esto. En la edición del New York Times del domingo pasado, el índice de transacciones mostraba una tendencia muy confusa. Durante la semana pasada hubo una baja, dos semanas antes un alza, y así sucesivamente.
Si consideramos el marco general, observamos que ha comenzado una nueva crisis, que muestra una línea de descenso casi vertical hasta enero del presente año, después la línea se torna confusa, va en zig-zag, pero con tendencia general descendente. Pero el descenso de este año es indudablemente más lento que el de los últimos nueve meses del año anterior.
Si consideramos que el período anterior comenzó con la quiebra de 1929, vemos que la crisis duró casi tres años y medio antes de que comenzara un alza, acompañada de pequeños altibajos durante cuatro años y medio (la “prosperidad” de Roosevelt). Así, el último ciclo duró ocho años, tres y medio de crisis y cuatro y medio de relativa “prosperidad”. Se considera que ocho años es la duración de un ciclo capitalista normal.
Ahora la nueva crisis comenzó en agosto de 1937, y en nueve meses ha llegado al mismo punto que la crisis anterior tardó dos años y medio en alcanzar. Es muy difícil hacer pronósticos sobre el momento exacto en que pueda darse un nuevo descenso. Si tenemos en cuenta la profundidad de la nueva caída, repito, la crisis ha recorrido ya la trayectoria de dos años y medio, pero no ha llegado al punto más bajo de la crisis anterior. Si tenemos en cuenta la duración del ciclo (nueve, siete u ocho años), parece demasiado pronto para que se dé un nuevo movimiento ascendente. Por eso, repito que es difícil pronosticar. ¿Tendrá que llegar necesariamente la nueva crisis al mismo punto – el más bajo – de la anterior? Es probable, pero no absolutamente seguro.
Lo que caracteriza al nuevo ciclo es que la “prosperidad” no ha llegado tan alto como anteriormente. Pero con esta base no podemos sacar conclusiones abstractas acerca de su punto de inflexión. Lo que caracterizó a la prosperidad de Roosevelt es que se debió sobre todo a una tendencia ascendente de la industria ligera, no de la construcción o de la industria pesada. Esto hizo que la tendencia se desarrollara de forma muy limitada. Por esa razón el colapso se produjo de forma tan catastrófica. El nuevo ciclo carecía de bases sólidas, asentadas en la industria pesada.
Supongamos ahora que la nueva tendencia ascendente aparezca en sectores distintos (industria pesada en general) de las industrias de la construcción, dado que, a pesar del aumento del consumo en el último período, no se produjo una renovación tecnológica generalizada, por lo que ahora la demanda de maquinaria será mayor que en la coyuntura anterior. Esto puede provocar una tendencia ascendente mayor y más sólida que antes, lo que no contradice en absoluto nuestro análisis general de un capitalismo enfermo, en decadencia, que genera cada vez más miseria. Esta posibilidad teórica se ve corroborada, hasta cierto punto, por la inversión militar en obras públicas, que, desde un punto de vista histórico, significa que la nación se empobrece para favorecer una mejor coyuntura en el presente y en el futuro. Esto representa, lo mismo, un enorme esfuerzo para cualquier organismo. Posiblemente la actual pueda ser considerada como una nueva coyuntura prebélica, pero ¿cuándo comenzará? ¿Proseguirá el movimiento descendente? Es posible, probable. Si así sucede, en el próximo período no tendremos trece o catorce, sino quince millones de parados. Por tanto, todo lo que decimos en el Programa de Transición quedará corroborado por completo. Pero estamos partiendo del supuesto de que aparecerá una nueva tendencia ascendente en los próximos meses, dentro de medio año o un año. Esa tendencia puede ser inevitable.
Con respecto a la primera pregunta, sobre si esa tendencia ascendente puede ser más favorable para la actividad de nuestro partido, creo que se puede responder categóricamente que sí, que sería más favorable para nosotros. No puede haber razón alguna para pensar que el capitalismo americano pueda devenir en el próximo período un capitalismo lo suficientemente sano y fuerte como para absorber a los trece millones de parados. Pero si formulamos la pregunta de forma muy simple y aritmética – si en los próximos uno o dos años las industrias absorben a cuatro de los trece millones de parados, quedan aún nueve millones sin trabajo. ¿Sería ello favorable desde el punto de vista del movimiento revolucionario? Creo que podemos responder afirmativamente de forma categórica.
Tenemos una situación muy revolucionaria en un país muy conservador, con un atraso subjetivo en el nivel de conciencia de la clase obrera. En esa situación, la recuperación económica – una recuperación hecha de fuertes alzas y altibajos – tiene una importancia secundaria desde un punto de vista histórico, pero en un sentido inmediato ejerce un profundo impacto sobre la vida de millones de trabajadores. Hoy tiene una enorme importancia. Tales sacudidas poseen una enorme importancia revolucionaria. Sacuden el conservadurismo de las masas, las obligan a buscar una explicación de lo que está ocurriendo, de cuál es la perspectiva. Y cada sacudida de este tipo empuja a nuevas capas de trabajadores al camino de la revolución.
Más concretamente. Los trabajadores americanos se encuentran hoy ante un callejón sin salida. El gran movimiento de la C.I.O. no tiene perspectivas inmediatas porque no está guiado por un Partido revolucionario. Por ello tropieza con dificultades muy grandes. Por otro lado, los elementos revolucionarios son demasiado débiles para imprimir al movimiento un fuerte viraje hacia la política. Imaginaos que durante el próximo período, cuatro millones de trabajadores vuelven al trabajo. Esto no suavizará los antagonismos sociales, sino que, al contrario, los agudizará. Si la industria fuera capaz de absorber a los trece u once millones de parados, la lucha de clases se dulcificaría durante un largo período, pero no es así. La mayoría continuará en paro. Los parados verán que sus compañeros trabajan. Buscarán trabajo a su vez y, al no hallarlo, engrosarán el movimiento de parados. Creo que en este período nuestra consigna de escala móvil gozará de gran popularidad, porque con ella exigimos trabajo para todos en condiciones decentes y lo expresamos de forma popular: ”Trabajo para todos en condiciones dignas y con salarios decentes.” Un primer período de auge económico sería muy favorable para que se asuma esa consigna. También creo que otras consignas importantísimas como autodefensa, milicias obreras, etc., encontrarían un terreno abonado, una base, porque con una prosperidad tan limitada e incierta, los capitalistas se esforzarán por tener ganancias inmediatas y verán con recelos a los sindicatos que obstaculizan la posibilidad de un nuevo aumento en la tasa de ganancias. En tales circunstancias, creo que Hague encontraría muchos seguidores.
Veamos el problema del Partido obrero y los sindicatos. Por supuesto que en un nuevo período de prosperidad la C.I.O. tendría nuevas posibilidades de desarrollo. En ese sentido podemos suponer que una mejora de la coyuntura postergará la cuestión del Partido obrero. No perdería toda su importancia propagandística, pero perdería actualidad. Por eso, debemos acostumbrar a los elementos progresivos a que acepten esta idea y estar preparados para la nueva crisis, que no tardará mucho en llegar.
Creo que la cuestión del hagueísmo tiene enorme importancia y que una nueva prosperidad, un nuevo auge, nos daría mayores posibilidades. Un nuevo auge significaría que la crisis definitiva, los conflictos definitivos, se postergarían durante algunos años, pese a los agudos conflictos que tendrían lugar durante el período de auge. Y nuestro interés es ganar tanto tiempo como sea posible, porque en EEUU somos débiles y los obreros no están preparados. Pero incluso un nuevo período de auge nos dará muy poco tiempo, porque hay una tremenda desproporción entre la mentalidad y los métodos de los obreros americanos en la crisis social. Sin embargo, creo que deberíamos dar ejemplos concretos de éxito y no limitarnos a los buenos consejos teóricos. Si consideramos la situación en Nueva Jersey, veremos que significa un golpe tremendo no sólo para la socialdemocracia, sino también para la clase obrera. Hague acaba de empezar. Nosotros también; pero Hague es mil veces más poderoso...
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