Tres posibilidades para un partido obrero
23 de julio de 1938
Trotsky:Es evidente que no podemos considerar la cuestión del Partido obrero independientemente del desarrollo general del próximo período. De surgir una nueva fase de prosperidad, relativamente duradera, que aplace la cuestión del Partido obrero, el problema sería puramente académico durante algún tiempo. No obstante, sin perder tiempo, seguiremos preparando al Partido para cuando la cuestión se plantee nuevamente de forma aguda; pero no es demasiado probable que una prosperidad de tal magnitud se dé ahora, y si la situación económica sigue igual, el Partido puede cambiar en poco tiempo. El hecho más importante a subrayar ahora es la total diferencia que existe al comparar la clase obrera americana con cualquier clase obrera europea. En Europa, por ejemplo, en la Alemania prehitleriana, en Austria, en Francia hoy, en Gran Bretaña, la cuestión del Partido obrero era sentida como una necesidad; era un lugar común para la vanguardia obrera y para un gran sector de las propias masas.
En EEUU la situación es totalmente diferente. En Francia, la agitación política se centra en los intentos del PC o del PS por ganar obreros, y todo obrero consciente o semiconsciente se plantea la opción. ¿Debe adherirse al PC, al PS o al Partido Radical Socialista? En lo que se refiere al Partido Radical Socialista 27 no aparece tal problema, ya que es esencialmente un Partido de capataces. Los trabajadores se reducen a optar por el P.C. o por el P. S. En EEUU la clase obrera necesita un Partido –su propio Partido. Sería el primer paso en su educación política. Este paso podía haberse dado hace cinco o diez años. Sí, teóricamente es así, pero mientras los obreros estuviesen más o menos satisfechos con su aparato sindical, e incluso sin él, la propaganda a favor de un Partido obrero era más o menos teórica, abstracta, y coincidía con la de ciertos grupos comunistas, centristas, etc. Ahora la situación ha cambiado. La necesidad del Partido obrero es un hecho objetivo ahora que los sindicatos creados por los obreros han llegado a un callejón sin salida. El único camino que los obreros sindicados tienen ante sí es el de aunar sus fuerzas para influir sobre el poder legislativo, sobre la lucha de clases. La clase trabajadora se encuentra ante una disyuntiva: o bien disuelve los sindicatos o bien se une para la acción política. Esa es la situación objetiva, nosotros no la inventamos. Así, pues, la agitación en favor de un Partido obrero no es ahora algo abstracto, sino un paso concreto y fundamental para los trabajadores sindicalizados, tanto como para aquellos que no lo están. Por otra parte, se trata de una tarea muy concreta determinada por las condiciones económicas y sociales. Sería absurdo por nuestra parte que denunciásemos su carácter oportunista por el hecho de que el nuevo Partido sería un producto de la amalgama política de los sindicatos. No exigiremos que los trabajadores den este paso de igual manera que en otros países. Si realmente les pudiéramos ofrecer la opción entre un Partido reformista y un Partido revolucionario, es evidente que les diríamos que la segunda es su verdadera perspectiva. Pero el Partido, sea cual sea su carácter, es absolutamente necesario. Defender su creación es la única solución que nos queda ahora. Decir que lucharemos contra el oportunismo (como lógicamente lo haremos ahora y siempre, sobre todo cuando la clase trabajadora esté organizada en un Partido), mientras impedimos que se dé e! paso progresivo de la creación de un Partido obrero por oportunista que éste pueda ser, es una política muy reaccionaria y el sectarismo es habitualmente reaccionario, porque se opone a la necesaria acción de la clase obrera...
De forma esquemática podemos imaginarnos tres tipos de Partido obrero en EEUUpara el próximo período. Primer tipo: un Partido oportunista, ambiguo, poco disciplinado; segunda posibilidad: un Partido oportunista, pero bastante centralizado y dirigido por impostores y arribistas; la tercera posibilidad es un Partido revolucionario centralizado donde nosotros estamos en la dirección. Es claro que no se dará una variante clara y simple. Habrá diversas fases, diversas combinaciones, diversas partes, diversos tipos de partido obrero, etc., pero para presentar con mayor claridad las alternativas y nuestras tareas, podemos limitarnos a estos tres tipos.
Si el Partido es lo suficientemente descentralizado como para aceptarnos, no entrar sería una estupidez. Si se nos da la posibilidad de trabajar en su seno como Partido, estaremos ante un Partido obrero descentralizado. El hecho de que tal Partido nos acepte significa que los oportunistas no son lo suficientemente fuertes como para marginarnos. En cierto modo es una situación favorable. [Me refiero a nuestra entrada como Partido, dado que la situación se ha vuelto tan crítica como para que se cree un Partido obrero y para que nosotros, el Socialist Workers Party (S.W.P.), entremos en él como una fracción organizada. Se trataría de una situación extremadamente favorable.]
También puede suceder que se constituya el Partido obrero en un período menos crítico, menos turbulento, en situación de relativa calma, de tranquilidad y con predominio de dirigentes conserva-ores y reaccionarios, con un aparato más o menos centralizado que nos excluya en tanto que Partido. En ese caso seguiremos naturalmente existiendo como Partido al margen de un Partido tan oportunista y sólo nos plantearemos la posibilidad de Hacer entrismo en él, pero manteniéndonos como Partido al margen de Partido tan centralizado y oportunista.
Si nos convertimos en la tendencia predominante en el Partido obrero, dado que los dirigentes son nuestros, las ideas nuestras, etc., en ese caso nos transformaremos en los defensores de la centralización de ese Partido descentralizado. Pediremos a los trabajadores que se deshagan de los impostores, etc. Es el tercer tipo, la última etapa de la evolución, la fase en que nuestro Partido se funde con este Partido obrero de tal modo que determina su carácter. En cuanto se nos brinde la ocasión, diremos: “Obreros, necesitáis un Partido propio.”
Con respecto al Partido en Newark, decís que no es el tipo de Partido que necesitáis. Cambiadlo. Reemplazad a sus dirigentes. La forma de plantearlo depende de las circunstancias. Los camaradas tienen toda la razón cuando señalan que a los obreros hay que decirles la verdad, pero eso no significa que tengamos que decir toda la verdad en cualquier momento y en cualquier lugar, empezando por la geometría euclidiana y finalizando con la sociedad socialista. No tenemos derecho a mentirles, pero debemos presentarles la verdad de tal forma, en tal momento v lugar que la puedan aceptar. Y aquí precisamente aparece la importantísima cuestión del trabajo ilegal. Muchos camaradas han discutido el problema. Sabemos que debemos educarnos para el trabajo ilegal, pero nos olvidamos de que ese trabajo ilegal debe empezar por llevarse a cabo en el Partido Laborista neoyorquino. Es el primer trabajo ilegal a realizar, y no podemos educarnos para el trabajo ilegal al margen de la realidad.
Los dirigentes del Partido Laborista son la policía política de la clase dominante. Ahora nos frenan allí donde la propia policía democrática de Roosevelt no podría hacerlo. Roosevelt permite que todos se reúnan, que todos digan lo que les plazca, pero nos concede estas libertades sólo porque tiene a su disposición no a la policía federal, sino a la policía sólidamente organizada de la A.F.L., de la C.I.O., del Partido Laborista de La Guardia, en Nueva York, etc. Son ellos quienes nos separan de los obreros, y la cuestión no es qué haremos cuando la policía oficial de Roosevelt nos declare ilegales, sino qué debernos hacer ahora para eliminar el obstáculo que supone la política sindical, la de los partidos laboristas, etc.
¿Cómo podemos entrar en el Partido Laborista si nos declaramos miembros del S.W.P.? La respuesta depende de las circunstancias. Para pasar al trabajo revolucionario ilegal, cambio mi pasaporte, mi nombre y no declaro pertenecer al S.W.P. Me someto totalmente a la disciplina de mi propio Partido, pero cuando se trata de los demás, de los impostores, no nos sometemos a nada. Lo mismo respecto a la policía de Roosevelt. Si tenemos la posibilidad de introducir a nuestros camaradas en el Partido Laborista, en ese reformista y traidor Partido reformista a través de los sindicatos, esto será un paso muy importante. Supongamos que a continuación nos enemistamos. Expulsarán a nuestros camaradas, pero para los obreros que los eligieron como representantes será una lucha ejemplar. Los obreros no afiliados a ningún Partido que envían a un militante del S.W.P. al Partido Laborista, independientemente de que sea militante, no se interesan por el Partido, pero sienten una gran estima por ese individuo. En ese caso, él les dirá: “Sí, soy militante del S.W.P.”
Ustedes saben que en los tribunales zaristas nos dividíamos el trabajo. De diez camaradas detenidos, uno declaraba que era militante del Partido, denunciaba al capitalismo y a los gobernantes. Los nueve restantes decían: “Yo no soy nada; no tengo nada que ver con ese Partido.” La policía, por falta de pruebas, les ponía en libertad, e inmediatamente ellos volvían a trabajar en los sindicatos. La declaración de un militante ejercía una enorme influencia en el país. Ahora debemos actuar de la misma manera en los sindicatos y en nuestro propio Partido. Esa es la verdadera preparación para el nuevo y más peligroso trabajo ilegal.
Un camarada que entre en el Partido Laborista como militante reconocido del S.W.P. debe ser mucho más cauto. Esto no es oportunismo; los demás le complementarán, pero él de todos modos debe decir: “Debo total lealtad a los estatutos del Partido. No digo que esté de acuerdo con vosotros, pero sí fui leal.” El dejará que los demás camaradas complementen su trabajo y en el seno de nuestro Partido les instruirá sobre la forma de hacerlo. No para traicionar a los obreros, sino para engañar a la policía, a los capitalistas, a los provocadores. Hay muchas citas de Lenin sobre esto. Debemos penetrar en las masas a pesar de los bribones, los traidores. Debemos engañarlos de la misma manera que engañamos a la policía. Creo que hasta ahora nuestros camaradas no han logrado imponer esta división del trabajo, que muchas veces colaboran con los reformistas y los burócratas sindicales contra los estalinistas. Esa es la situación en Minneapolis, en Los Ángeles, en casi todos los sitios. Nuestros camaradas han penetrado en los sindicatos y se han revelado como buenos obreros, honrados y abnegados funcionarios del movimiento sindical. Los viejos burócratas sindicales les aprecian más que a la canalla estalinista. Nosotros nos aprovecharemos de la oposición entre burócratas sindicales y arribistas y charlatanes estalinistas. Es correcto que hasta cierto punto apoyemos a los elementos progresistas (en realidad conservadores) frente a los divisionistas estalinistas, pero debemos servirnos de ayuda suplementaria.
El camarada Skoglund, presidente de la local 544, no puede pronunciar un discurso a favor de la IV Internacional; tiene que ser un poco más cauto. Sin embargo, su intervención limitada debe ser inmediatamente completada por un buen núcleo organizado; y si la dirección del sindicato no es buena y expulsa a un militante nuestro, Skoglund dirá: “Me opongo a la expulsión.” Sin embargo, el propio Skoglund no será expulsado.
Creo que los elementos más combativos en los sindicatos deben ser nuestros propios jóvenes, que no deben oponerse a que formemos nuestra tendencia en el Partido Laborista, sino que deben entrar en el Partido Laborista por muy oportunista que sea. Deben estar dentro. Ese es su deber. Es comprensible que nuestros jóvenes camaradas separen la cuestión del Programa de Transición del Partido Laborista, dado que el Programa de Transición es una cuestión internacional. Sin embargo, para EEUU ambas cuestiones están relacionadas y pienso que algunos de nuestros jóvenes camaradas han aceptado el Programa de Transición sin comprender bien su significado, puesto que, de lo contrario, salirse formalmente del mismo perdería para ellos toda importancia. |