EL GOLPE FASCISTA EN ALEMANIA
(“Bolchevique-Leninista” N° 2 [12], 1933)
Los partidarios de la revista “Bolcheviques-Leninistas”,
considerando necesario fijar organizadamente los puntos
de vista sobre lo que está sucediendo en Alemania,
que son eventos de importancia histórica mundial,
elaboran estas tesis.
El Consejo Editorial de la revista “B-L”, emitiendo
estas tesis, llama a todos los presos a debatir
y a expresar su opinión.
La Redacción de “B-L”
1)Ocurrió en Alemania el golpe de Estado contrarrevolucionario de marzo el cual es un evento de la mayor importancia histórica.
La guerra mundial imperialista no resolvió las contradicciones de la sociedad capitalista. Por el contrario, las agudizó extraordinariamente, profundizándolas y elevándolas a un nivel superior.
La recuperación económica de la posguerra (1920-1929) no ocurrió sobre la base de la ampliación del mercado mundial. La base de esta recuperación fue la demanda de grandes inversiones, más allá de lo normal, en áreas que fueron devastadas por la guerra y que exigieron enormes inversiones técnicas para la reconstrucción de la industria, en particular en los Estados Unidos y Alemania.
La contracción de los mercados mundiales y la significativa restricción del acceso al mercado de la URSS para los países capitalistas como resultado de la Revolución de Octubre, simultáneamente con el enorme crecimiento del aparato productivo de los Estados Unidos, de Alemania y otros países capitalistas y sus colonias, fortaleció la ilusión de la recuperación económica de posguerra.
La recuperación de la producción mundial durante todos los años de crecimiento económico después de la guerra, si tomamos en cuenta no el volumen absoluto de la producción, sino la producción per cápita, todavía no ha sobrepasado el nivel anterior a la guerra.
La recuperación económica en sí misma no se produjo de manera uniforme en todos los países. Como resultado de la deformación económica de la sociedad de posguerra, el crecimiento en los Estados Unidos se debió al desplazamiento de productos y capitales europeos, y la recuperación económica en Alemania, que la colocó en el segundo lugar después de EUA, por el número de bienes exportados principalmente a Inglaterra.
Este estancamiento de las fuerzas productivas de la sociedad capitalista condiciona también la relativa estabilización de la posguerra, su debilidad y su fragilidad. Los problemas de una guerra inter-imperialista para el nuevo reparto de los mercados y una guerra de los imperialistas contra la URSS, así como el problema de la revolución proletaria, por lo tanto están siempre planteados -ahora mismo- no como problema para décadas remotas, sino como problemas para cualquiera de estos días, meses y años.
La Europa pacificada y estabilizada después de la guerra con la ayuda de los capitales americanos, conteniendo en su centro a una Alemania versallizada y youngizada es, en la práctica, una tributaria de los Estados Unidos. La mayor parte de este tributo, Alemania lo pagó hasta 1932 no solo a EEUU, sino también a toda Europa. Esto fue posible solo mediante las penurias que recayeron sobre los hombros de su población trabajadora, creando un enorme polvorín que se suponía que -un poco antes, un poco después- explotaría con el descontento popular masivo, en forma de una revolución proletaria, o en forma de olas masivas boulangistas y fascistas de nacionalismo y chovinismo; es decir, revolución o contrarrevolución y guerra. Esto es lo que León Trotsky tenía en mente, cuando señaló ya en 1926 que la labor de los Estados Unidos de la transformar a Europa en un nuevo tipo de dominio podría llevar pronto a la “resistencia del pueblo”, o la revolución o la guerra. La explosión de masas en Alemania, sea nacionalista o revolucionaria, significó que el momento histórico en el que Estados Unidos transforma a Europa en una especie de dominio estadounidense se ha encontrado con la resistencia de las masas, especialmente en Alemania que es el eslabón más sensible e inestable en el capitalismo. Tal explosión significó el colapso del equilibrio europeo, el colapso del reformismo europeo y la socialdemocracia, que, siendo una sombra del capital estadounidense, comenzó a perder rápidamente su influencia remanente y a abandonar la escena simultáneamente con ese colapso del equilibrio europeo. Escena histórica que pasaría a tomar, en este caso, una de las dos fuerzas opuestas en la sociedad capitalista: el fascismo o el comunismo.
La crisis económica mundial ha sacudido profundamente los cimientos de la sociedad capitalista. Incluso un leviatán tan imperialista como Estados Unidos se tambalea bajo sus golpes.
Antes de la crisis, el capitalismo alemán mantuvo su equilibrio manteniendo a raya al capital extranjero y por la enorme expansión de sus exportaciones industriales, a costa de extender excesivamente todas las fuerzas del país. Esto, en los años de crecimiento económico, le dio la oportunidad de satisfacer relativamente las necesidades de las masas y de apaciguar sus estados de ánimo político con la ayuda de la socialdemocracia.
Hasta la última crisis mundial, la burguesía alemana racionalizó, concentró y expandió su aparato de producción.
Las empresas de la industria química y metalúrgica se han unido intensamente en los últimos quince años, ya sea fusionando varias sociedades en una, o ya sea por la participación mutua en las ganancias “compartiendo los intereses” (por ejemplo, “compartiendo los intereses de las fábricas de pintura”, “la sociedad anónima de acerías conjuntas”). En comparación con los tiempos previos a la guerra, una gran medida, creció el aparato y la capacidad productiva del capitalismo alemán, a pesar de las cadenas de Versalles.
Toda esta gigantesca reorganización técnica y estructural se llevó a cabo principalmente gracias a los préstamos extranjeros. Aproximadamente de la misma manera ha sido hecho por Austria, por supuesto, conforme a la escala de este país y con la diferencia de que el gobierno austriaco, a diferencia del gobierno alemán, en realidad está privado de autonomía y a este respecto el país cayó bajo la tutela y el control de la Liga de las Naciones.
Una parte importante del capital circulante de la economía alemana también consiste en préstamos extranjeros y préstamos a corto plazo. De aproximadamente 25 mil millones [NdT: de Marcos alemanes] de capital circulante (en el año 1931), entre 9 y 10 mil millones provenían de capitales estadounidenses, holandeses, ingleses y suizos. Una prolongada crisis económica socavó las exportaciones alemanas, seguida por la economía nacional en su conjunto, ya agotada por los enormes pagos bajo los planes de Dawes-Young. Además de la exportación habitual de capital alemán al extranjero (de 1925 a 1932, alrededor de 9 mil millones), durante la crisis, comenzó una fuga de capital extranjero desde Alemania: hasta 1932, inclusive, fueron incautados entre 4 y 5 mil millones de marcos. Desde 1931, comenzó el pánico y la exportación de capital alemán al exterior, como resultado de la inestabilidad en la situación política interna, como también resultado de la crisis global de créditos y el colapso del patrón oro en Inglaterra, debido a los choques monetarios y los cambios en la política aduanera (aranceles preferenciales para los colonias y aranceles discriminatorios para los países capitalistas competidores y la URSS) comenzaron a ser asumidos en su totalidad por muchas empresas industriales alemanas.
El estrechamiento de los mercados mundiales y el mercado interno, la fuga de capitales, la crisis del crédito, el cierre de empresas, el desempleo y el empobrecimiento de las masas, la ruina de la pequeña burguesía urbana y el campesinado, siguieron uno tras otro y produjeron uno tras otro los extraordinarios decretos de Brüning, que tenían un objetivo: salvar la Alemania capitalista de la catástrofe por el ajuste fiscal contra las masas, al tiempo que mantener los cimientos del régimen político de una amplia democracia burguesa.
El equilibrio político interno comenzó a quebrantarse. Debido a la incapacidad de Estados Unidos para “ayudar” a Alemania en el futuro, las causas del desastre comenzaron a reflejarse con cada vez mayor claridad en las mentes de las masas como consecuencia de la perdida de la guerra y del Tratado de Versalles. Las generaciones jóvenes que no vivieron los horrores inmediatos de la guerra comenzaron a dirigir sus pensamientos y voluntad hacia la disolución del Tratado de Versalles y la liberación de la esclavitud respecto a Francia (el papel de América no es visible para las masas, porque no recibe directamente la indemnización alemana, sino a través de Francia). El crecimiento de la ola nacionalista y chovinista de la pequeña burguesía ha comenzado, y ha sido hábilmente encauzado hacia el fascismo por el capital monopolista de Alemania. Lo que la revolución proletaria no ha podido lograr hasta ahora -la liberación nacional de Alemania- debido a la deriva del liderazgo comunista en 1932, es intentado por la pequeña burguesía por vía de la contrarrevolución.
El imperialismo francés, británico y estadounidense tenían una sola forma de preservar el equilibrio interno de “Weimar” y “Versalles” en Alemania y Europa: cancelar o aplazar las deudas y proporcionar nuevos préstamos a Alemania. La primera parte de la tarea se cumplió casi por completo: se concedió el aplazamiento y las reparaciones fueron anuladas bajo condición. Pero esto resultó ser insuficiente y no afectó el curso de los procesos internos en el país. Hubo un último recurso: proporcionar a Alemania nuevos préstamos para revitalizar su industria. Pero otorgar préstamos significa aumentar la producción. ¿Y cómo resolver el problema de dónde colocar los productos alemanes, cuando se profundiza la crisis en todo el mundo? Además, dada esta coyuntura, los expertos ingleses, franceses y estadounidenses son menos capaces que nunca de sonreír ante el fortalecimiento de la industria alemana con el fin de aumentar su participación en el mercado mundial. ¿Y cómo confiar, además, en el nuevo capital de Alemania, cuando incluso la propia burguesía alemana no cree en la estabilidad de la situación política en Alemania y exporta apresuradamente su capital al extranjero? Y, además, es imposible en esta situación fortalecer al capitalismo alemán, sin fortalecer al mismo tiempo sus aspiraciones a romper el Tratado de Versalles.
Sin embargo, tal intento fue hecho. Para salvar y preservar las colonias y los territorios europeos alienados a Alemania, con la ayuda de un gobierno dócil de los partidos de las capas medias, sería mucho más barato con la ayuda de una nueva guerra. Y en 1931, Francia, junto a Inglaterra y los Estados Unidos, estuvieron tratando de proporcionar a Alemania un préstamo a largo plazo por 500 millones de dólares, pero sujetando a Alemania al establecimiento de un control aduanero, de un control financiero sobre sus préstamos y gastos, y con el compromiso de que Alemania no solicite, durante 10 años, ningún cambio en los tratados de paz para su propio beneficio, en otras palabras, bajo condiciones que significan una chinización o austrización de Alemania por las “grandes potencias”.
Estaba bastante claro que la adopción de estas condiciones por parte del gobierno de Brüning significaría solo una aceleración extraordinaria del golpe fascista. Esta propuesta fue rechazada. Pero, sin embargo, en ausencia de una dirección adecuada entre los comunistas, Alemania siguió avanzando a pasos agigantados hacia el fascismo.
El rápido crecimiento de los sentimientos fascistas se debió, por lo tanto, al impasse económico en el que entró Alemania, a la profunda crisis económica del capitalismo de posguerra y del sistema de Versalles, junto a la debilidad de la vanguardia proletaria. A su vez, el rápido crecimiento del fascismo, intensificó el caos económico, haciendo imposible que su economía fuese ayudada por el comercio internacional y sus capitales. Se creó un círculo vicioso, del cual no hubo una salida “normal”. Esto devino en una explosión de las enormes masas del “pueblo” bajo la dirección del capital financiero del equilibrio de posguerra, y sobre todo de la costra política de Weimar.
La contrarrevolución de marzo es la ruptura del primer eslabón del sistema de Versalles. Es por eso que el golpe fascista se encontró con el repudio por parte de la burguesía de los países victoriosos en la guerra imperialista, mientras que contó con la esperanza y el entusiasmo de la burguesía de países derrotados en tal guerra y que los mantenía descontentos. De ahí las simpatías inesperadas de la burguesía de los países victoriosos hacia los trabajadores e incluso los comunistas de Alemania, cuya lucha contra el fascismo están tratando de utilizar para consolidar los indisolublemente conectados sistemas de Versalles y Weimar. También está claro el deseo de los gobiernos fascistas de Hungría y Alemania de ayudar a la burguesía austríaca en la fascización de su país.
La contrarrevolución de marzo significa, en último análisis, la eliminación de los restos de la revolución del 9 de noviembre [NdT: de 1918] y el sistema de Weimar. ¿Pero significa simultáneamente el retorno al poder de las fuerzas sociales y políticas que gobernaron Alemania antes de la revolución de noviembre, es decir, la restauración en el sentido directo e inmediato?
El régimen fascista en Alemania, independientemente de la forma de gobierno -ya sea en Alemania, una monarquía fascista o una república fascista- es un régimen de terror fascista y no una reacción revivida de Bismarck, y su dominación es la de la más autoritaria y agresiva fracción del poderoso capitalismo monopolista alemán, la cima del capital industrial y bancario, sostenida, en mayor o menor medida, por un gran capital agrario, pero no por el dominio de los Junker, sino apoyado en mayor o menor grado en el capital industrial y bancario anteriores a la revolución.
¿Cuál fue el régimen anterior a noviembre en Alemania? Utilizando la formulación breve y concisa de Trotsky, se podría decir:
Alemania fue hasta el 9 de noviembre un país sin tradiciones revolucionarias. La burguesía llegó demasiado tarde para competir seriamente con las fuerzas de la vieja sociedad. Después de su modesta experiencia de 1848, la burguesía permitió que Bismarck uniera a la nación con la ayuda del ejército prusiano. El junkerismo puramente feudal fue llamado a resolver las tareas del desarrollo capitalista y recibió en sus propias manos todos los recursos de la sociedad burguesa. Después de la guerra de 1864-1866-1870, los señores feudales del este del Elba pasaron de la silla de montar prusiana al trono de todo el imperio. La burguesía liberal no traspasó los límites de una oposición “responsable”, entregando de una vez por todas a los junker el orden en la sociedad capitalista y la disposición de sus fuerzas militares. Finalmente, cuando el desarrollo capitalista enfrentó a la burguesía alemana con nuevas tareas de naturaleza mundial, continuó proveyendo unidad alrededor de la monarquía junker para que dirija a la nación armada.
La organización militar de Alemania estaba en concordancia plena con el sistema prerrevolucionario del Estado alemán. Juntos formaron una torre feudal sobre una base capitalista.
La revolución de noviembre cambió radicalmente el papel de los grupos sociales dominantes: la “torre feudal” se infló políticamente, el poder directo se transfirió a la burguesía como clase en su conjunto, la burguesía liberal pasó de ser una oposición “responsable” a ejercer directamente la dominación, pero preservando económicamente por completo a los junker en la oposición “responsable”. En Alemania, se estableció un régimen de democracia burguesa amplia, basada directa o indirectamente en los reformistas.
El golpe fascista no cambia el carácter social de clase del sistema. Significa solamente la concentración plena del poder directo en manos de una delgada capa dirigente de la burguesía industrial y financiera. La democracia burguesa en Alemania, que solo puede compararse con el sistema de Nueva Zelanda o Australia, está sujeta a un desguace despiadado. De acuerdo con los objetivos internos e internacionales del fascismo, se establece el régimen de terror blanco, en comparación con el cual la reacción de Bismarck, que en todo el tiempo de la Ley sobre los socialistas expulsó a 900 personas de las zonas bajo estado de sitio y privó de libertad a otras -encarcelaron 1500 personas con un término total aproximado de prisión de 1000 años (en promedio de 8 meses por persona)- es una mera minucia.
La victoria del fascismo alemán es el final de la era del pacifismo democrático de la posguerra y un fuerte golpe, tal vez mortal, para la democracia burguesa, como principal forma de dominación burguesa en los países capitalistas decisivos.
Entra en primer plano de la escena histórica, y tal vez durante un número significativo de años, la reacción terrorista que es el fascismo.
A la luz de los grandes acontecimientos que se desarrollan en Alemania, los comunistas revolucionarios están obligados a pensar y comprender lo nuevo surgido a partir de este giro abrupto de la historia en los problemas mundiales más importantes. ¿Cuáles son los destinos inmediatos del capitalismo y del movimiento comunista mundial? ¿Cuáles son las perspectivas y los términos de la revolución proletaria en Europa? ¿Cuáles son las perspectivas inmediatas para la URSS y los problemas asociados a ella? ¿Cuáles son las tareas inmediatas de la organización internacional de los Bolcheviques-Leninistas? Todas estas preguntas deben responderse de inmediato, aunque en la forma más esquemática y general.
En la base de la contrarrevolución de marzo se encuentra la rearticulación y el entrelazamiento de los siguientes factores objetivos:
a) La creciente aspiración de los principales círculos del capitalismo monopolista a intensificar la reacción y la liquidación gradual de la democracia burguesa, como resultado de la sustitución de la libre competencia por los capitales monopólicos.
b) La propensión de las clases dominantes a reaccionar, en oposición a la revolución de las masas, como resultado de la crisis histórica de todo el sistema capitalista y de los trastornos revolucionarios que experimentó después de la guerra.
c) El fin del pacifismo democrático y de las ilusiones democrático burguesas de las masas. El colapso final del foco global del reformismo, la socialdemocracia alemana, como resultado del cese del ingreso de capital estadounidense a Alemania.
d) La colosal desilusión de las masas alemanas respecto al sistema parlamentario democrático burgués bajo los golpes de la crisis económica mundial que destrozó toda la vida económica nacional del país, y frente a la impotencia del régimen de Weimar para salvarlos del hambre, la pobreza y la ruina.
e) La salida de los trabajadores organizados y la pequeña burguesía laboriosa del seno de los comunistas. Debido a la decepción con los resultados del “socialismo” de Stalin y la impotencia de la dirección oportunista del Partido Comunista Alemán para llegar al poder.
f) La chovinización de la pequeña burguesía, del lumpen proletariado y algunos sectores del proletariado bajo la influencia del fardo del Tratado de Versalles que pesa sobre los trabajadores.
g) La imposibilidad para la burguesía alemana de continuar manteniendo en sus manos los métodos de poder y en el marco del podrido edificio de Weimar y con la preservación de los cimientos del Tratado de Versalles.
Sobre esta base, hubo un poderoso crecimiento del fascismo alemán, crecimiento que terminó después de una crisis política de casi ocho meses con un golpe de Estado.
Expuesto por León Trotsky en 1922, el problema [¿dilema?]: o al comunismo o al fascismo, ahora se está resolviendo en Alemania desde el extremo fascista. Esta cruel verdad debe ser vista hasta el final, para no perder la orientación marxista, a fin de comprender las tareas que enfrentamos.
El fascismo alemán no “crece” en la República de Weimar, ni se disuelve en ella, no se adapta al “marco y formas de la democracia burguesa”, sino que la destruye mediante un golpe de Estado cometido en unión con los junker del partido “nacional” encabezado por el Presidente de la República.
La imposición de un golpe decisivo contra la clase obrera por la contrarrevolución coincidió con el comienzo de 1933, no por casualidad. A fines del pasado año 1932, la oleada masiva hacia la contrarrevolución había alcanzado su punto culminante. Hubo un reflujo de las masas fascistas con el continuo crecimiento de los votantes comunistas. La ulterior demora de la reacción en concretar la situación contrarrevolucionaria amenazó con intensificar este reflujo ya comenzado por las masas, decepcionadas por la lentitud del fascismo, de la contrarrevolución y fortaleció el proceso de radicalización que comenzó. A este proceso del régimen de la Alemania de Weimar no pudo oponérsele ningún obstáculo decisivo. Como lo demostró la experiencia de 1932, el único obstáculo serio que tuvieron el proletariado y la pequeña burguesía que lo seguía en su intento de demoler el Estado de Weimar fue la tozudez y estupidez (u oportunismo) de la dirección de los comunistas. O un golpe contrarrevolucionario en el momento más favorable, para los líderes del imperialismo alemán, en los últimos 14 años, o el riesgo de perder ese momento y recibir un nuevo 1923. Esta fue la cuestión a finales de 1932.
Esta situación consolidó los círculos dirigentes del capitalismo monopolista de Alemania para la implementación inmediata de su tarea: un golpe decisivo a la clase obrera y a la “revolución inconclusa” del 9 de noviembre.
Esta situación excepcional en su claridad, solo no la pueden ver los ciegos o personas que no quieren verla. Esta situación dictaba a los comunistas una enérgica, generalizada y apresurada preparación para obstruir este golpe, poniéndose al día con los años anteriores perdidos, para la creación inmediata de un frente único antifascista de los trabajadores, para la inmediata preparación de una huelga general, para el armamento inmediato de los trabajadores, para declarar inmediata y ampliamente su disposición y determinación a luchar por todos los medios y fuerzas para repeler los primeros intentos de un golpe contrarrevolucionario.
Las fuerzas impulsoras del golpe de marzo son los círculos más reaccionarios y chovinistas del capitalismo monopolista de Alemania, del imperialismo alemán que, a través de su partido fascista, convirtió a la pequeña burguesía y los trabajadores desclasados en su apoyo social. Este conglomerado social está unido por el odio a la República de Weimar y al comunismo; unido por el odio a los partidos que concluyeron la paz de Versalles y lideraron la Alemania de Weimar; y unido por el deseo de romper de algún modo las cadenas de Versalles y recrear al poderoso “imperio alemán”.
El partido de los nacionalistas (el partido de los grandes terratenientes y solo por ello de los grandes industriales) y el partido de los nacionalsocialistas (el partido principalmente, si no predominantemente, de los grandes industriales para sus propios fines y tareas, pero no por su composición social) unen, en un programa concreto, la explotación del proletariado y con la agresión externa, la creación de un poderoso imperio transfiriendo las cadenas de Versalles, al menos a la URSS. Se dividen principalmente por la cuestión de la forma del Estado futuro. Los nacionalsocialistas buscan establecer la dictadura de su partido según el modelo italiano, para establecer el dominio político del capital industrial; los nacionalistas buscan restaurar la monarquía o crear una república conservadora restaurando, en ambos casos, el anterior rol político de la nobleza terrateniente previo a la guerra.
Con todas las diferencias políticas existentes entre estos dos partidos, e incluso cuando estas discrepancias toman formas agudas, debe recordarse su excepcional parentesco social y genético. De ser un partido, solo formalmente de alcance nacional y que estaba entre el montón, fue destacado el partido NS (“Partido Nacional Socialista de los Trabajadores de Alemania” - “NSDAP”), con su programa diseñado para atrapar al pequeño burgués y al trabajador desclasado, dio forma a su descontento llevándolos en dirección reaccionaria, convirtiéndolos en una herramienta de los magnates del capital financiero.
Este programa “radical”, tomado al pie de la letra, llevó incluso a algunos opositores a la errónea evaluación del fascismo como un movimiento radical de izquierda, lo que a su vez fue una fuente de errores teóricos y tácticos muy graves en cuanto a la situación alemana.
La pequeña burguesía y los trabajadores desclasados esperaban el golpe de Estado creyendo que todos los días brotarían ríos de leche y miel. Asocian con esto las esperanzas de un futuro mejor. Ellos creen en eso. Están prestos, como en los días del frenesí patriótico militar en 1914-1915, a morir en la lucha por ese futuro. Por supuesto, después del golpe, gradualmente se desilusionarán del fascismo. Pero bajo las condiciones en las que se consolidará el gobierno fascista, durante un cierto período la pequeña burguesía incipiente será refrenada por un nuevo aparato estatal que tiene medios incomparablemente más poderosos que Weimar para reprimir a las masas, y esto hará que sea más difícil para ella [NdT: la pequeña burguesía] lograr un vínculo activo con el proletariado revolucionario.
Es difícil determinar con precisión el equilibrio actual de las fuerzas de clase en Alemania. El golpe de Estado continúa, y el equilibrio de fuerzas, por lo tanto, cambia hora a hora. Una cosa es cierta: un frente único consolidado de la reacción rabiosa fue puesto en pie antes de que comenzara el golpe, y la desorientada y dividida clase trabajadora todavía se le opone. Si los grupos nacionalistas se vieron obligados por la fuerza y la conciencia del proletariado alemán a prepararse para un golpe de Estado durante catorce años, entonces la facilidad con la que lograron infligir los primeros golpes, generalmente decisivos en tales casos, estuvo determinada en grado sumo por la desorientación del proletariado en los últimos años y especialmente en el momento más crítico de la lucha. Estaba dividido en tres partes: una socialdemócrata, una comunista y otra “cristiana”; sin estar unido por nadie, pues nadie intentó unirlo y levantarlo a la lucha incluso teniendo frente a la cara el golpe fascista inminente. Ninguno de estos destacamentos intentó, siquiera por separado, evitar el golpe contrarrevolucionario. Como resultado, la contrarrevolución todavía no ha sido rechazada por los trabajadores, ni unificada ni separadamente.
Por supuesto, no se puede esperar una resistencia física contra fascismo desde los netamente burgueses partidos “weimaristas” antifascistas (o no fascistas): el Centro Católico y el Nacional (ex democrático). Incluso un golpe fascista clásico, puramente hitleriano, no habría sido un atentado a la propiedad privada de los magnates de la industria pesada, de los católicos o la propiedad de la burguesía comercial democrática. El temor hacia los experimentos de capitalismo de Estado del nuevo régimen y la amenaza de que esté permanentemente fuera del control directo del país no pudo y no puede servir de estímulo para tratar con el nuevo gobierno a través de formas y métodos exclusivamente parlamentarios, votando artículos, haciendo oposición en la prensa, y especialmente cuando estos partidos no están directamente al timón del gobierno.
Utilizar la oposición existente a estos partidos por parte de los trabajadores que están bajo su influencia, de los sindicatos cristianos y Hirsh-Dunker y los trabajadores con mentalidad democrática, para separarlos de estos partidos. Para oponerse activamente al fascismo, los comunistas solo podían [actuar] bajo el lema de un frente único obrero antifascista con estos trabajadores. Pero esto no fue hecho. Además, en las condiciones de total inacción y pasividad del liderazgo comunista hasta el nombramiento de Hitler como Canciller del Reich, durante el nombramiento (30/01/1933), después del nombramiento e incluso en el momento del golpe, es natural que no se volviese efectiva toda esta gran fuerza de los trabajadores con mentalidad democrática. Permanecieron bajo la plena influencia del Centro y del partido Nacional, es decir, fueron testigos pasivos del golpe.
Los partidos del Centro y Nacional son partidos de la burguesía liberal. Son antifascistas de la misma manera que la democracia burguesa se opone a otra forma de Estado burgués fascista. Pero el régimen de amplia democracia burguesa fue conquistado por las manos de los trabajadores, y no por la burguesía, incluyendo a los liberales; sino por los trabajadores que evitan su liquidación fascista y para quienes es un trampolín para luchar por sus necesidades cotidianas y por el establecimiento de su dictadura.
El Centro no vota directamente por el fascismo. Pero si el resultado más inmediato del golpe no es un régimen fascista clásico, sino una variante algo laxa, por así decir, de un tipo de Estado semi-fascista, entonces el Centro sin duda lo apoyará directamente, como apoyó en su momento a la monarquía de Guillermo.
Detrás de los cabecillas, es decir, la pandilla contrarrevolucionaria nacional-socialista están: la parte central del aparato estatal imperial en conjunto (con parte o la totalidad de la policía), con una rápida expansión de la red del aparato en los gobiernos locales y en los cuerpos legislativos municipales capturados por los nacional-socialistas [mediante] enérgicos golpes de Estado, cientos de miles de soldados de asalto armados, gigantescas masas de la pequeña burguesía, la burocracia, los sirvientes y los trabajadores atrasados, y, finalmente, la determinación y la inmisericordia, el ascenso y la presión: estos son los factores que tienen un enorme rol en la correlación de fuerza entre clases.
Detrás del destacamento nacionalista de la contrarrevolución están: la parte decisiva del aparato estatal imperial en conjunto, centenas de miles del Reichswehr [NdT: Fuerzas Armadas Alemanas], una parte de la policía y la gendarmería, unos 200.000 paramilitares del “Stahlhelm”, cuadros principales de los generales y oficiales imperiales, nobles y grandes terratenientes.
En caso de conflicto o de crisis en las relaciones con los nacional-socialistas, debido a la elección de la forma estatal de gobierno, los Reichswehr sufrirían una grave diferenciación, pero del lado de los nacionalistas puede haber socialdemócratas que prefieran una monarquía o república semi-fascistas como un “mal menor” en comparación con el régimen del fascismo completo. Sin estar bajo el fuego directo de la crítica comunista, los líderes socialdemócratas sin duda tratarán de escapar de la catástrofe imponiendo el cáliz de Hindenburg a toda su restante base de masas, tan pronto como (y si) resulte que él tenga diferencias con Hitler sobre ese respecto. En este sentido, es casi imposible indicar con certeza categórica las formas en que cristalizará el golpe en la siguiente etapa, ya sea conservador anti-Weimar o inmediata y completamente fascista, porque no está claro cuál de los socios en esta etapa tiene la real hegemonía en el bloque.
Por supuesto, las dos variantes del posible desarrollo inmediato son igualmente peligrosas para la clase trabajadora, implican los mismos desastres y el mismo régimen de terror.
La intensificación de la fricción interna y la lucha entre aliados es inevitable. Esta lucha puede incluso adquirir formas muy agudas de vez en cuando. Las contradicciones internas de clase entre el capital agrario e industrial, cada vez más estarán cruzados, a menudo en formas muy inesperadas, por las contradicciones entre las aspiraciones de la pequeña burguesía y los objetivos de la oligarquía financiera. Pero los objetivos y metas de los socios coinciden demasiado estrechamente y es poco probable el colapso del bloque como resultado de la explosión de las contradicciones internas, antes de que se fortalezca el nuevo régimen. Si el proletariado fuese impulsado por el Partido Comunista podría y puede usar esas contradicciones en el conjunto del campo burgués entre su fracción fascista y la no fascista liberal-democrática, aunque esas contradicciones dentro del bloque de Harzburg sean muy pequeñas desde este punto de vista. Por supuesto, esto no significa que el proletariado no debe vigilar atentamente todas las peripecias de esta lucha y que no debería usarlas a su favor.
La ruta concreta de la contrarrevolución no excluye que, ya en el proceso del golpe, los nazis desborden a los nacionalistas, empujándolos nuevamente a un segundo plano. Pero también es posible que la transición de la plenitud del poder a los fascistas requiera un golpe de Estado adicional, uno relativamente pacífico, o la fusión de ambos partidos en uno solo, con la erosión del centro y los remanentes de otros partidos burgueses sin importar que sea a través de una etapa de coalición con ellos o sin ella, que es lo más probable.
El final de la Alemania de Weimar y el colapso del equilibrio europeo significan la muerte de la socialdemocracia alemana y el comienzo del fin del reformismo.
El golpe contrarrevolucionario de marzo le infligió un golpe decisivo a la socialdemocracia alemana. Su política de coalición con los partidos burgueses, su teoría del desarrollo pacífico y evolutivo de la democracia burguesa hacia socialismo, se mostró en bancarrota con total obviedad y claridad para las masas en el más clásico país de la democracia burguesa. Su política y su teoría parieron no al socialismo, sino al fascismo.
La desintegración de la socialdemocracia alemana es ahora inevitable. Se derrumbará en tres direcciones. Las capas bajas de los trabajadores alimentarán las filas comunismo encarnado en un renacido Partido Comunista de Alemania, mientras que los elementos burocráticos medios y superiores del aparato harán crecer parcialmente al fascismo y en parte irán al filisteísmo. No podrá evitarlo ningún intento de los socialdemócratas “ortodoxos” de salvar a la organización mediante una adaptación semilegal o ilegal a la situación de estos procesos.
La socialdemocracia entró en bancarrota tanto en política como en teoría. En marzo, las masas recibieron una demostrativa lección concentrada en escala histórica. Y que triunfe hoy la reacción, que colapse la socialdemocracia, es el comienzo del triunfo decisivo de las ideas del comunismo y de la revolución proletaria entre amplias capas de cuadros del proletariado alemán. A partir del colapso de la socialdemocracia alemana, ganará en sentido histórico no el fascismo, sino el comunismo.
La socialdemocracia no resistió el golpe fascista. La dirección del Partido Comunista de Alemania (KPD) también utilizó las mismas tácticas socialdemócratas. Como resultado, la mayor victoria del fascismo, su incruento “Octubre”.
La no resistencia de los líderes del KPD y de la Internacional Comunista (IC) al golpe fascista es solo el eslabón decisivo y final en la cadena de traiciones a la revolución mundial que el estalinismo internacional ha forjado a través de la larga serie de años precedentes. La clase obrera de Alemania aún no ha sido derrotada. Pero su actividad está paralizada por la traición de los líderes que se rindieron al cautiverio fascista sin un solo disparo, sin el menor intento de preparar un rechazo a tiempo, sin intentar organizar la resistencia del proletariado en el momento del golpe.
Miles y miles de líderes y activistas de la clase trabajadora ocupan, como rehenes, las cárceles y los campos de concentración en Alemania. El fascismo enfurecido responderá indudablemente a cada golpe, a cada acción armada de los trabajadores por medio de ejecuciones o la amenaza de la ejecución inmediata de estos cuadros, lo que en gran medida paraliza todavía más la actividad del proletariado en el combate a la contrarrevolución.
Ante la creciente amenaza del golpe fascista, la dirección revolucionaria de los comunistas estaba obligada a:
A. Fortalecer día a día el frente único antifascista de la clase obrera.
B. Preparar cuidadosamente una huelga general para implementarla inmediatamente en respuesta a un intento de golpe fascista.
C. Preparar cuidadosamente todo lo posible para armar a los trabajadores al momento de las manifestaciones de la contrarrevolución.
D. Movilizar las mejores fuerzas del movimiento comunista mundial para ayudar al proletariado alemán.
E. Movilizar al Ejército Rojo de la URSS para apoyar activamente las manifestaciones antifascistas de la clase obrera alemana.
F. Declarar abierta y valientemente a la opinión pública proletaria de Alemania que en su heroica lucha contra el fascismo no están solos, que el proletariado de la URSS lo ayudará a aplastar la contrarrevolución con todos los recursos de su país, incluidas sus Fuerzas Armadas, que están esperando esa hora histórica en completa disposición de movilización, que el proletariado ruso con la misma determinación cumplirá su deber hacia sus hermanos alemanes, los cuales se vincularon con Rusia en 1918.
La dirección del KPD, de la Comintern y todo el estalinismo internacional nunca intentaron preparar y cumplir estos elementales deberes revolucionarios internacionales, y no los cumplieron en el momento más crucial y crítico de la situación, a tiempo como la Oposición Leninista en la persona del camarada Trotsky.
Este estalinismo internacional preparó y condicionó la gigantesca derrota mundial del proletariado. Con esto completó su traición a la revolución mundial. Esto borró a la IC de la lista de factores revolucionarios, convirtiéndola en una cola, en el ala izquierda de la socialdemocracia.
Esta decisiva traición del estalinismo asestó un duro golpe al movimiento comunista mundial.
Pero la burocracia termidoriana-bonapartista es impotente para infligir un golpe mortal al comunismo. Y en Alemania, el movimiento comunista, renaciendo sobre una nueva base, pronto se hará sentir, atravesando caminos nuevos y amplios hacia la clase trabajadora. Las batallas que se desarrollarán contra el fascismo mostrarán esto con obviedad ya en el próximo periodo.
La Alemania de Weimar murió. Sus estandartes ya no flamearán sobre los ayuntamientos de Alemania. Cambios a largo plazo hacia la derecha en proporción de las fuerzas de clase, el crecimiento de tres años del fascismo, la bancarrota y la rendición de la socialdemocracia y del liderazgo de la IC: todo esto se consumó triunfantemente en la contrarrevolución de marzo.
Los estandartes imperiales y fascistas serán reemplazados en Alemania solo por las banderas rojas de la revolución proletaria.
Durante varios años, la Oposición Leninista ha seguido con alarma los acontecimientos en Alemania, explicando continuamente su escala y la mayor importancia histórica. Continua e incansablemente señaló el peligro para todo el movimiento obrero mundial, que está madurando en Alemania frente al fascismo.
A las falsas previsiones de la Comintern (1929) sobre el levantamiento revolucionario y la situación revolucionaria inmediata en Alemania (1929-1932), la Oposición Leninista contrapuso continuamente las indicaciones de peligro hacia una situación contrarrevolucionaria por el insuficiente crecimiento de las tendencias defensivas del proletariado, principalmente como resultado del adormecimiento de su vigilancia debido a su liderazgo pseudo-revolucionario.
A las falsas afirmaciones de la Comintern, que el fascismo es la “radicalización de izquierda de las masas” y “un peldaño para el comunismo”, la Oposición Leninista contrapuso la evaluación del fascismo como el movimiento nacionalista y chovinista más directamente dirigido por el capitalismo monopólico.
A los engañosos alegatos de la Comintern (1930-32), que los fascistas no piensan hacer ningún golpe, que el golpe fascista tuvo lugar durante el gobierno de Brüning, que los fascistas crecen en la República de Weimar, que la dictadura del Partido Nacional-Socialista en Alemania sólo es concebible en el marco y forma de la democracia burguesa, la Oposición Leninista contrapuso las indicaciones de la diferencia entre el fascismo y la democracia burguesa, el significado de esta diferencia precisamente para el proletariado, el excepcional y creciente peligro del mencionado golpe fascista, que el fascismo victorioso no hace crecer, sino que demuele la democracia burguesa de Weimar, hace reventar sus formas y alcance, sin importar si llega al poder por medios parlamentarios o extraparlamentarios.
A las tácticas de la Comintern de un frente único con los fascistas, la Oposición Leninista le contrapuso la táctica de frente único contra los fascistas.
A la consigna de la Comintern de abrir fuego principalmente contra los socialdemócratas, la Oposición Leninista le contrapuso la consigna de abrir fuego principalmente contra los nacional-socialistas, contra los fascistas.
Al término acuñado por la Comintern de “social-fascistas” (julio de 1928 a febrero de 1933) con el cual se desorientó a los trabajadores en su lucha contra los fascistas, la Oposición Leninista le opuso la tesis de que la socialdemocracia y el fascismo “constituyen los polos del frente burgués”, unidos solo en ese momento cuando la sociedad burguesa está directamente amenazada por la revolución proletaria.
A la consigna de la Comintern de “un frente único solo desde abajo”, que significa en la práctica el rechazo a cualquier frente único con los trabajadores socialdemócratas, la Oposición Leninista contrapuso la consigna de un frente único sobre la base del Cuarto Congreso de la Internacional Comunista (Tesis sobre la Unidad del Frente Proletario, N. del T.), desde abajo y desde arriba, especialmente en la lucha contra el fascismo.
La Oposición Leninista exigió durante varios años la preparación e implementación, en la lucha contra el fascismo alemán, de las tácticas leninistas de tiempos de la lucha contra Kornílov. En respuesta, todo el estalinismo internacional acusó a la Oposición y al camarada Trotsky de esforzarse por implementar un “frente único con Brüning”, “un frente único de Thälmann hacia Brüning”, “un frente único con los sacerdotes católicos”, con “el papa romano”, y que nosotros estamos a favor de la teoría socialdemócrata del “mal menor”.
Los Bolcheviques-Leninistas defendimos la necesidad de implementar las tácticas del frente único, desde arriba y desde abajo, fundamentados en los principios del Cuarto Congreso. En respuesta a esto, el estalinismo nos calumnió de estar por un frente único solo desde arriba, es decir, solo con los líderes socialdemócratas, pero no con las masas.
Los Bolcheviques-Leninistas exigieron a partir de 1930, que se tomen todas las medidas preparatorias, bajo la consigna de un frente único, para una huelga general y para armar a los trabajadores socialdemócratas y comunistas. Rompiendo estas consignas, el estalinismo nos calumnió de sembrar ilusiones en que Brüning armaría a los trabajadores.
En la víspera de las últimas elecciones presidenciales, los Bolcheviques-Leninistas señalaron que Hindenburg podría cambiarse fácilmente al campo fascista y que, por lo tanto, la tarea era impulsar a la presidencia una candidatura obrera antifascista en un frente único, impuesto por el partido comunista a los socialdemócratas.
La dirigencia, con todas sus tácticas, frustró esta tarea, asegurando así la victoria de Hindenburg, a pesar de los votos de millones de comunistas.
Comenzando en el otoño de 1932, los Bolcheviques-Leninistas señalaron incansablemente que el peligro de un golpe fascista por las fuerzas combinadas de toda la reacción no solo era prácticamente real, sino que este problema que estaba planteado para semanas o como máximo pocos meses, ahora un golpe fascista extraparlamentario o parlamentario podría ser esperado en cualquier día y hora, que incluso aquí, a unos pocos miles de verstas [NdT: unidad de longitud rusa del periodo zarista, hoy en desuso y equivalente a 1066,8 metros] de Alemania, con indudable claridad se percibió que habría una rápida transición de la crisis política hacia un golpe contrarrevolucionario. Pero justo en este momento, el estalinismo internacional fue más ruidoso que nunca, gritando sobre la maduración... de una crisis revolucionaria en Alemania. Encubriendo una verdadera vergüenza, esta camarilla se tapó con el Editorial de Pravda del 30 de enero de 1933. En ese mismo momento en que finalmente llegó al poder el Reichskanzler [NdT: Canciller del Reich] de la contrarrevolución, este periódico de la estúpida burocracia todavía murmuraba:
“La dictadura fascista en Alemania se encuentra en un callejón sin salida. Marca el tiempo en el mismo lugar, sin poder afianzar su posición”.
Trotsky advirtió que en el caso de Hitler llegar al poder, lo intensificaría muchas veces y que en un futuro, después de su victoria, el tanque fascista pasaría sobre las calaveras y crestas de los proletarios alemanes, y obligaría a la URSS a movilizar al Ejército Rojo para ayudar a levantarse a la clase obrera de Alemania (¡y la confianza en tal ayuda la levantaría inmediata y espontáneamente!) para luchar contra el fascismo que llegó al poder. En respuesta a esto, declaró el Duodécimo Pleno del Comité Ejecutivo de la Comintern, a través de las palabras de Thälmann y de Manuilsky: “Trotsky provoca una guerra entre la URSS y Alemania”.
Así fue preparada por la ceguera y el oportunismo, la traición y la calumnia, la mayor traición a la revolución mundial.
La facilidad con que la contrarrevolución hace un golpe, la burocracia de la IC la explicará mañana, por supuesto, por la “pasividad” del proletariado “que no deseaba aceptar” la batalla, y no por el hecho de que la Comintern y la dirección del KPD (ni mucho menos la Segunda International o el PSA) no prepararon resistencia alguna, no llamaron y no invitaron a la clase trabajadora a resistir. Esto explica ahora las razones de la obstinada resistencia de la Comintern hacia las tácticas leninistas del frente único. ¿Por qué involucrar a los socialdemócratas en la lucha cuando la IC misma no lucha y no se está preparando para luchar? (lo mismo la s[ocial]-democracia).
Durante varios años, indudablemente, varios millones de trabajadores alemanes se han preguntado: si el Partido Comunista llama continuamente a huelgas generales y barricadas, cuando no hay situación revolucionaria y están Müller y Brüning a la cabeza del gobierno, entonces, ¿cuán grande será su resistencia, sin duda, cuando los Hitlers, los Görings y los Friks (se refieren a ministros de Hitler, N. del T.) lleguen al poder?
Con su parloteo revolucionario, la Comintern ocultó su verdadero rostro ante los trabajadores hasta el punto de que muchos de los comunistas apenas se atreverían a decir en voz audible que, cuando comenzara el golpe fascista, la masa de seis millones de comunistas seguiría siendo un testigo pasivo de este golpe. Pero esto fue lo que sucedió. Los líderes de la Internacional Comunista capitularon ante el fascismo, paralizando toda resistencia de la clase trabajadora.
Las ideas del comunismo, así como la fe en los comunistas, han recibido un golpe aplastante por esta traición del estalinismo internacional. Esta es una traición a la revolución internacional, que hace empalidecer a Purcell, al Kuomintang y al año 1923, la cual pasa a la historia junto con la del 4 de agosto de 1914.
Incluso nosotros, los Bolcheviques-Leninistas de Rusia, subestimamos toda la profundidad de la degeneración de la dirección de la Comintern y de los partidos comunistas de los países capitalistas más importantes.
La castración de los revolucionarios en los partidos comunistas fue una consecuencia, por un lado, de la subordinación a las necesidades internas de la burocracia rusa, por otro lado, de su adaptación al régimen y el marco de la legalidad democrático-burguesa durante el estabilización del capitalismo, y en tercer lugar, de la presión inercial de su propio aparato, con sus miles de respetables miembros y bien remunerados puestos en el Reichstag, en los Landtags, en las municipalidades y comunidades, editores, propagandistas, secretarios, etcétera.
Todas estas razones para la osificación, burocratización y degeneración, las cuales la Oposición Leninista continuamente señalaba, actuaron poco a poco, para las masas apenas se notan, y solo en los eventos de 1933 en Alemania estallaron catastrófica e inesperadamente, marcando la transición cuantitativa de la degeneración a una nueva calidad.
La burocracia estalinista coqueteó con Hitler por 3 años, considerándolo como el futuro dueño de Alemania. Con todas las acciones del estalinismo y de la Comintern en Alemania, lo ayudaron a tomar el poder. Sostuvieron el estribo de Hitler, como ya lo hicieron una vez con Chiang Kai-shek.
Entre 1929 y 1932, antes de que los radicales llegaran al poder en Francia, el ala izquierda del “bloque nacional”, el verdadero centro principal de la burguesía francesa y el órgano político del “Comité de Forge”, estaban en el poder. La relación entre Francia y la URSS alcanzó una gran tensión. El punto culminante de esta tensión fue el proceso del “partido industrial” y la “mesa sindical del POSDR” [NdT: Partido Obrero Social-Demócrata Ruso]. En ese mismo momento, el fascismo alemán, que se convirtió en un factor político de importancia, comenzó a mostrarse especialmente feroz hacia Francia, mientras al mismo tiempo coqueteaba con la URSS. Hitler repitió sobre una base más amplia la misma maniobra de Chiang Kai-shek.
Esta posición completamente falsa de Hitler fue tomada en serio por la burocracia estalinista. Por lo tanto, la importancia de su llegada al poder fue cuidadosamente silenciada antes y después del 30 de enero, y solo después de que sus verdaderas cartas sobre política exterior comenzaron a develarse “inesperadamente”, coincidiendo completamente con los proyectos sensacionalistas de H. Hervé (la conversación de Göring con François Ponce, la reunión de Rosenberg, los discursos de Hitler), la dirección acometió un giro de pánico expresado con dos actos vergonzosos: la asunción de la URSS de obligaciones como garante del Tratado de Versalles y el manifiesto del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) del 5 de marzo, decidiendo rendirse incondicionalmente a la II Internacional.
Apelar a los sentimientos nacionales de Hitler no ayuda. Tampoco ayuda la referencia al hecho de que incluso el conservador inglés “Morning Post” entiende que la IC y sus secciones han sido transformados por la burocracia en un factor de estabilización capitalista (Ed., Izvestia, 4 de marzo de 1933). El fascismo es inexorablemente hostil a la URSS, y la burocracia se lanza abiertamente en brazos del imperialismo francés y de la Segunda Internacional.
Habiendo rechazado durante tres años organizar un frente único para luchar contra el fascismo, la dirigencia con su manifiesto convirtió la táctica de frente único en una rendición incondicional a los socialdemócratas. Con este acto, la burocracia busca salvarse de la intervención, poniéndose detrás de los traidores.
El mutuo “rechazo de ataques” es una mutua amnistía. La Comintern se obliga a no exponer la traición de la socialdemocracia, por lo cual la Internacional Socialista guarda silencio sobre la misma traición de los líderes comunistas.
Este es el significado del manifiesto del CEIC del 5 de marzo.
¿La victoria del fascismo le da un respiro adicional al capitalismo?
A pesar de que nuestra época es y sigue siendo la época de las revoluciones proletarias, que la victoria del fascismo constituye el mayor agravamiento de las contradicciones de clase y entre los Estados, la victoria de Hitler refuerza temporalmente la dominación política de la burguesía, retrasando por algún tiempo las fechas de la revolución proletaria. Este es el significado básico de la derrota del proletariado alemán.
Por supuesto, no hablamos de “décadas”. Dejemos que los ideólogos fascistas sueñen con eso. Si, como escribió Lenin, la victoria de la Guardia Blanca en Rusia hubiese significado entre 30 y 40 años de reinado del terror blanco, esto mismo no puede decirse con respecto a Alemania.
Rusia es un país campesino. Los trabajadores son una minoría insignificante de la población. Muchos de ellos aún no han roto lazos con la aldea. En Alemania, la situación es diferente. La clase obrera alemana es la mitad del país. Vivimos en una época de guerras y revoluciones, cuando la experiencia política de las masas crece rápidamente, cuando todos los procesos de la vida social se mueven a pasos agigantados, cuando las clases no pueden permanecer en un estado de perplejidad y pasividad durante mucho tiempo, sin importar cuán crueles sean las derrotas que sufrieron. No queda espacio para sueños capitalistas sobre décadas de respiro capitalista para Alemania.
Por supuesto, la orientación de que los ganadores durarán un mes o dos y luego allanarán el camino a los comunistas, es la mayor desorientación. Debemos ver que, no hay una época revolucionaria [sic.], el fascismo, sin embargo, exacerba todas las contradicciones, el proletariado (si todo lo demás sigue igual) se restablecerá en tiempos mucho más duros que en el régimen de Weimar. Incluso si Alemania tuviera que mantener sus cadenas de Versalles, su capitalismo conquistaría su propio espacio para respirar, retrasando la presión despiadada de la clase trabajadora.
Las contradicciones internas y externas empujarán a los gobiernos de la Alemania fascista al camino de la agresión externa, y en términos históricos es contra la URSS, porque no hay otra forma para la consolidación a largo plazo de la contrarrevolución, si no es por la guerra y a través de la guerra.
¡Pero la guerra está preñada de enormes explosiones revolucionarias!
Por supuesto, las perspectivas de una guerra de Alemania contra la URSS deben entenderse no como perspectivas para los próximos meses, sino para el futuro cercano, muy probablemente. Por otro lado, el golpe fascista atrae, en una medida gigantesca, una guerra soviético-nipona.
El terror contra los trabajadores y un intento de reestructuración fascista de todas las organizaciones proletarias, por supuesto, precederán a la guerra.
La consigna de los desempleados italianos de “pan y guerra” es un indicador alarmante de la situación no solo para Italia.
Estrangulando a las organizaciones obreras, la contrarrevolución alemana puede plantear la cuestión no solo de abrir espacio para el capitalismo, sino también de cambiar la ruta más probable antes de la revolución mundial: que el proletariado alemán pueda girar su puño hacia los franceses o ingleses.
¿Cuál reagrupamiento de fuerzas fuera de Alemania es el más probable como resultado del golpe fascista?
En primer lugar, un acusado fortalecimiento del fascismo italiano y el debilitamiento de todas las fuerzas de clase que luchan contra él.
Austria, con su población de entre 7 y 8 millones de alemanes, es también una parte económicamente inseparable de Alemania. A pesar de su mayor dependencia de Francia y la Liga de las Naciones en comparación con Alemania, el golpe en Alemania casi predetermina al fascismo de Austria. Un reagrupamiento a la derecha en el campo burgués de Francia y la subida al poder del bloque nacional no tardarán en ocurrir. Es cierto que los grupos radicales pacifistas que ahora están en el poder aumentaron significativamente su autoridad gracias al éxito de su política exterior, la transformación de la URSS en garante del Tratado de Versalles. También se fortalecen con la introducción abierta del Partido Comunista Francés en el canal del pacifismo burgués. Sin embargo, los dueños de Francia no son estos grupos pequeño-burgueses, sino las fuerzas de la reacción que aún están a la sombra, que ven como su objetivo histórico (o estratégico) aplastar a la URSS con las fuerzas del bloque franco-alemán.
Francia no puede ganar nada a partir de una nueva guerra franco-alemana. La preservación del Tratado de Versalles lo hace ahora bajo la amenaza de un golpe desde el este. La crisis está sacudiendo su economía. La cuestión de los nuevos mercados, así como la de las esferas de influencia, se están volviendo más urgentes. Por lo tanto, es natural que los pensamientos y las miradas de la reacción francesa y alemana se dirijan al cercano Este, a la URSS. Mientras la base de la dictadura proletaria, creada por la Revolución de Octubre, no sea aplastada, es decir, que las relaciones de propiedad burguesas no sean restauradas, la URSS se opondrá al capitalismo mundial como una fuerza socialmente hostil.
La burguesía aún no ha podido decidirse sobre la guerra debido a su temor de encender la revolución mundial. Pero la situación política dentro de la URSS y de Alemania, nutre sus esperanzas sobre el resultado de una guerra de ese tipo que sea exitosa para el capitalismo.
Por supuesto, el proletariado pronto puede defraudar las esperanzas de la burguesía. Y bajo ciertas condiciones, la guerra puede incluso dar ímpetu para el resurgimiento de la dictadura del proletariado en la URSS. En este caso, la guerra de los imperialistas contra la URSS sería el prólogo de la mayor tormenta revolucionaria mundial y del colapso del capitalismo europeo.
El golpe en Alemania muy probablemente, solo por un corto tiempo, exacerbe las relaciones franco-alemanas. Las soviético-alemanas, muy probablemente se exacerben por largo tiempo antes de su explosión, es decir, concentrando las contradicciones de todo el mundo capitalista respecto a un solo país que no pertenece directamente al sistema del capitalismo y que resulta hostil debido a los remanentes de la herencia de la Revolución de Octubre.
El golpe fascista no es solo la perspectiva de un bloque franco-alemán contra la URSS, sino también la perspectiva inmediata de un bloque de Alemania con Italia, Austria, Hungría y Bulgaria. Turquía puede unirse fácilmente. La proximidad de la guerra y la promesa de entregarle Batumi [NdT: puerto georgiano] junto con parte de las tierras soviéticas del Mar Negro, lo apartarán de la URSS.
La guerra contra la URSS será financiada por Estados Unidos, su enemigo más poderoso, irreconciliable y de principios, con la participación de Gran Bretaña y Francia.
Un bloque histórico duradero de la URSS y Francia contra Alemania, es poco probable. Pero tal bloque también estaría cargado de enormes peligros para el desarrollo interno de la URSS.
Los primeros pasos para su establecimiento ya han sido dados por la burocracia. El anuncio de Litvinov acerca del acuerdo de la URSS en garantizar la preservación del Tratado de Versalles (Brest liberó a Rusia no de Francia, sino de Alemania), es un gran paso dado para convertir a la URSS en un vasallo armado de Francia, este gendarme de Europa, en palabras del súper-patriota francés, Hervé. ¡A partir de ahora, la URSS protege las fronteras orientales de la Francia imperialista y las fronteras occidentales de la Polonia semi-fascista!
El abrazo de hierro del amistoso imperialismo de Francia estrangulará los últimos restos de la Revolución de Octubre. La burocracia, que presenta su auto-conservación como algo idéntico a la defensa de la revolución, en lo sucesivo, sacrificará la segunda en favor de la primera, entregándola por partes junto al monopolio del comercio exterior a cambio de que la contraparte francesa funja como garante de la inviolabilidad de las fronteras occidentales de la URSS. Por supuesto, la inclusión final de la URSS en el sistema del capitalismo presupone, como prerrequisito, la eliminación de los restos de la edificación de Octubre, imposible sin choques internos y sin la derrota final del proletariado de la URSS. Pero todo esto se ve facilitado en gran medida por el fortalecimiento general de la reacción mundial como resultado de la victoria del fascismo alemán.
El golpe fascista revivirá las esperanzas y la actividad de todos los elementos contrarrevolucionarios de la URSS. Los elementos bonapartistas-termidorianos del aparato estatal, del aparato del partido del Ejército Rojo, los técnicos y todos los demás intelectuales, los kulaks y los nepistas, las amplias capas del campesinado, arrojados al campo de la contrarrevolución por la política aventurera del estalinismo, son todos los elementos que se activarán políticamente a causa de la victoria de la contrarrevolución en Alemania. En estas condiciones, el peligro de un golpe de Estado bonapartista se vuelve especialmente amenazante.
El proletariado mundial, que sigue apoyando lo que queda del sistema de Octubre, ha sido debilitado y desorganizado por el estalinismo en una cadena de traiciones. Durante varios años, el estalinismo ha estado supuestamente comprando el fortalecimiento estatal de la URSS, pero en realidad es solo su auto-conservación y su elevación por encima del proletariado, a costa de renunciar al curso de la revolución internacional, de estrangular a la Comintern, de paralizar la propaganda revolucionaria y las acciones de los partidos comunistas en los países capitalistas más fuertes y en las colonias, y de una lucha despiadada contra la Oposición Leninista y el camarada Trotsky. Por ello el silencio de la Comintern respecto a los acontecimientos de 1930 en la India [NdT: el partido Congreso Nacional Indio “declara la independencia”; ocurrió la masiva “Marcha de la Sal” contra el monopolio del gobierno británico sobre la producción y distribución de este bien], las huelgas en la flota inglesa. Por ello la prohibición de que los trabajadores rusos reaccionen a estos eventos e incluso al terror fascista en Alemania. (¡Pero cuántas reuniones sostenidas por funcionarios corruptos para el estudio detallado del camarada Trotsky!).
Cuanto mayor es la oleada de reacciones mundiales, más pronunciado es el proceso de deslizamiento y degeneración de la burocracia. No combate a la reacción, sino que la refuerza comprando la existencia PACÍFICA de la URSS en un entorno capitalista, arrojando por la borda los logros la Revolución de Octubre y traicionándola.
La burocracia ve la salvación de la URSS no en la revolución mundial, sino en abandonarla bajo el pretexto de construir una sociedad socialista en un solo país y con las fuerzas de este país.
Pero, al traicionar los intereses del proletariado mundial en nombre de la supuesta soberanía soviética, la burocracia recibe, en cambio, patéticos trozos de papel con la inscripción “pacto de no agresión”.
En lugar del fortalecimiento estatal de la URSS, solo facilita su derrota, destruye aquellas bases sociales internacionales sobre las cuales solo se puede mantener la dictadura en la URSS.
Rechazando la revolución permanente internacional, ella misma alimenta la contrarrevolución.
La burocracia de la URSS despejó continuamente el camino de la reacción mundial para derrotar al movimiento comunista.
La URSS está aislada del proletariado mundial, ya que este último está aislado del proletariado de la URSS.
La contrarrevolución alemana está inundando a Europa con una ola de reacción negra. El fascismo y el semi-fascismo mundiales organizan ayudas estatales para los fascistas austriacos y alemanes. Solo el proletariado de estos países garantizaría su derrota. La Comintern no trató de reunirse y llamar a resistir a la reacción, ya que no trató de movilizar los recursos del movimiento comunista mundial y los recursos estatales del proletariado de la URSS para ayudarlo, como este último que estaba aislado del proletariado de Alemania debido al bloqueo de Guillermo antes de la revolución del 9 de noviembre.
El llamamiento de los “partidos comunistas fraternos” a romper vidrieras en Barcelona y otras embajadas alemanas (pero no en Moscú, por supuesto) es solo un camuflaje “revolucionario” de la traición que ha ocurrido. Están acompañados de un completo silencio estalinista sobre el significado histórico-mundial del actual golpe. ¡No hay manifestación en la URSS ni resolución de acción contra el golpe fascista en Alemania!
El golpe contrarrevolucionario en Alemania es un poderoso golpe para el proletariado de la URSS, ya que fortalece su aislamiento externo respecto al proletariado de otros países.
Si la revolución en Alemania pudo haber dado un poderoso ímpetu al movimiento revolucionario en la URSS, entonces el peligro de la contrarrevolución en Alemania, revitaliza fuertemente los elementos de contrarrevolución en nuestro país, fortalece el reagrupamiento de fuerzas de clase hacia la derecha, puede obstaculizar enormemente la reactivación de la dictadura del proletariado en la URSS y en su partido y atraer el peligro de concretar un golpe bonapartista.
La victoria del fascismo alemán significa que el proletariado de todo el mundo tendrá que superar la nueva gran ola de reacción mundial en el camino hacia su revolución victoriosa.
La victoria del fascismo alemán no solo no significa la estabilización del capitalismo, sino que, por el contrario, eleva todas sus contradicciones a una etapa nueva y superior. Solo la derrota de la Unión Soviética le daría una nueva base de equilibrio durante varios años. El respiro, que el capitalismo alemán compra para sí mismo mediante el establecimiento del régimen fascista, es solo una prolongación de los términos de su agonía. En el orden inmediato del día hay nuevas guerras en Europa y Asia, nuevas tremendas convulsiones sociales.
La Alemania de Weimar cayó, no encontrando en su campo un solo defensor presto a sacrificar su cabeza por ella. Pero junto con la República de Weimar, se entierran no solo las ilusiones reformistas de las masas, sino también las conquistas reales de varias generaciones trabajadoras.
La contrarrevolución está fortaleciendo rápidamente sus posiciones, eliminando los Landtags, municipalidades, comunidades, comités de fábrica, organizaciones culturales y educativas del país de los cadáveres políticos de la democracia burguesa podrida e impotente y los miembros del Partido Comunista.
Las alturas políticas decisivas fueron capturadas por la contrarrevolución sin ninguna lucha, como resultado de la capitulación de los líderes de la clase obrera. Pero el rechazo ESPONTANEO de las masas está completamente adelante. Las futuras batallas entre el proletariado y el fascismo comenzarán cuando este último abra ampliamente el frente para una ofensiva contra las conquistas sociales y económicas de la clase trabajadora. Es en estas batallas que los Bolcheviques-Leninistas de Alemania deben preparar minuciosamente al proletariado ahora. Un poderoso RECHAZO al fascismo en este marco puede, en condiciones favorables, convertirse en el punto de partida para batallas ofensivas del proletariado contra el fascismo en su conjunto, y luego contra todo el régimen capitalista de Alemania.
Llamar hoy a los trabajadores alemanes a la implementación inmediata de una huelga general es absurdo y criminal. Esta sería la peor manifestación del ultra-izquierdismo. Proclamarlo hoy, estaría condenado a una derrota completa e incondicional. LA HUELGA DEBÍA OCURRIR Y PODÍA OCURRIR EL DÍA EN QUE LLEGÓ AL PODER EL REICHSKANZLER NEGRO [NdT: lo comparan con Wrangel, comandante del Ejército Blanco contrarrevolucionario en el sur de Rusia y Ucrania durante la Guerra Civil, quien por su título nobiliario era apodado como “El Barón Negro”], el 30 de enero. Entonces el proletariado tuvo una oportunidad significativa de ganar. Si el proletariado hubiera respondido ese día con una lucha, Hitler no habría recaudado 17 millones de votos el 5 de marzo, por el contrario, muchos que en su campo dudaron lo hubiesen abandonado. Inmediatamente convertida en una guerra civil, esta lucha abriría una colosal perspectiva revolucionaria. Pero el estalinismo y los socialdemócratas no prepararon al proletariado para esta lucha. La Comintern ni siquiera sugirió que los socialdemócratas respondan de inmediato al nombramiento de Hitler con una huelga general. En ese momento PERDIDO, fue cuando precisamente era posible realizar una huelga VICTORIOSA contra los fascistas. Esto [NdT: la inacción de la Comintern] predeterminaría un gigantesco y espasmódico fortalecimiento de la contrarrevolución (17 millones de votos para los nacionalsocialistas el 5 de marzo) y la ejecución de un golpe de Estado.
El error del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro en 1923 (“neutralidad” durante el golpe de Tsankov) fue considerado oportunamente por la Comintern como un error de naturaleza socialdemócrata. El camarada Trotsky dio la misma opinión sobre el comportamiento del Comité Central del Partido Comunista Polaco durante el golpe de Estado de Pilsudski (por iniciativa del Comité Central de Varsovia, el PCP casi apoyó este golpe). Las tácticas del CC del KPD en 1933 se aplicaron total e incondicionalmente de conformidad con las directivas de la Comintern, y no en contra de tales directivas, como ocurrió en 1923 en Bulgaria. Coincidieron con las tácticas de la socialdemocracia alemana no por casualidad.
El golpe fascista finalmente arrancó la máscara de ultraizquierda del rostro de la dirección. Ahora ante todos quedará claro que todo el ruido ultraizquierdista, desde finales de 1927 (Cantón) y hasta las barricadas, interminables demostraciones de “días rojos” y las peleas callejeras en Alemania, tenían el objetivo de evitar que las masas vean la degeneración de los líderes socialdemócratas, de distraer su atención respecto a la Oposición, de debilitar y paralizar el trabajo de la Oposición Leninista y del camarada Trotsky de poner en evidencia a la dirigencia y crear una fracción internacional de auténticos Comunistas-Leninistas. Con las aventuras ultraizquierdistas, que no amenazaron al conjunto de la burguesía, la dirigencia disfrazó las limitaciones y adaptaciones de las acciones de los partidos comunistas y en consecuencia, llevan a las masas que todavía los siguen, al marco y las formas de los regímenes de los principales países capitalistas. Convirtieron a los partidos comunistas en pararrayos, atrayéndose hacia sí mismos las cargas eléctricas del descontento masivo del capitalismo y dirigiendo este descontento sobre las líneas ultraizquierdistas, exteriormente revolucionarias, pero que no son amenazadores para los cimientos del capitalismo, así la dirigencia ha desviado a las masas del camino hacia la Oposición Leninista.
Esta política fortaleció las relaciones amistosas de la burocracia con las potencias imperialistas, a las cuales este tipo de pararrayos social, que reemplazó al comprometido socialdemócrata y que fue producido bajo la Revolución de Octubre, les ha resultado extremadamente útil.
Esta es una verdad cruel, demostrada a todo el mundo con los últimos acontecimientos en Alemania.
El reformismo floreció sobre la base de la democracia burguesa. La crisis de esta última fue una crisis de la socialdemocracia. Se manifestó particularmente en Alemania, donde los socialdemócratas perdían constantemente sus seguidores de año en año. El colapso de la democracia burguesa es el fin del reformismo. Fascismo o comunismo: esta es la cuestión planteada por la historia. El fascismo alemán será pronto confrontado por la clase trabajadora solo ante al comunismo.
La liquidación estalinista de la Comintern leninista, convertida en un apéndice oportunista del Comisariado del Pueblo para Asuntos Exteriores, ahora comenzará a desmoronarse con divisiones tras divisiones en sus secciones más fuertes. El fascismo no se opondrá a la actual Comintern, sino a la Comintern que renacerá sobre una base superior, por cristalización en torno a la izquierda comunista internacional y a L.D. Trotsky, los mejores elementos de los partidos oficiales actuales y de los proletarios revolucionarios sin partido, y ganados por ellos en la lucha bajo las consignas de un frente obrero unificado de sindicalistas y trabajadores socialdemócratas.
El colapso de los partidos comunistas oficiales es ya inevitable, no debido al terror de Hitler, sino debido a la traición decisiva del estalinismo. Hitler liberará al movimiento comunista de los elementos egoístas y parasitarios. Los estalinistas traidores serán abandonados por todos los firmes y devotos del comunismo en las filas de la izquierda mundial.
De ahora en adelante, el crecimiento y el fortalecimiento de la izquierda internacional es, sin duda, un eje de cristalización no solo para el comunismo, sino para la clase trabajadora en su conjunto.
El 4 de agosto nació la Internacional Comunista. El año 1933 será el poderoso prólogo de su renacimiento. Los Bolcheviques-Leninistas de Alemania están obligados a tomar la iniciativa de la lucha directa de la clase trabajadora en todas sus formas. Utilizando los restos de la legalidad y en las profundidades de la clandestinidad, deben movilizar bajo las consignas del frente único para luchar contra el fascismo, de modo que la lucha parcial del proletariado pueda convertirse luego en una huelga general y guerra civil.
El fascismo se fortalece en el poder y aumenta de hora en hora. El terror de la Guardia Blanca ya ha comenzado. La pena de muerte ha sido impuesta oficialmente. La capitulación de los dirigentes no salvará al proletariado del terror, sino que solo facilitará la tarea del fascismo.
Mientras que en Austria, el fascismo aún no ha ganado;
Mientras que en Francia los reaccionarios no han llegado al poder;
Mientras que el fascismo en Alemania aún no se ha consolidado por completo;
Mientras que los procesos en la URSS no se hayan completado todavía;
Mientras el proletariado alemán aún no ha sido derrotado, todavía no se ha perdido la oportunidad de acabar con el fascismo alemán en esta etapa. Pero solo queda un camino: el camino del valor abnegado y la determinación revolucionaria es la manera de ayudar a erguirse al proletariado alemán con las bayonetas del Ejército Rojo y movilizar a todas las fuerzas del comunismo internacional.
Pero este no es un camino para la burocracia, para la cual el Ejército y los partidos comunistas internacionales son un medio para consolidar su poder usurpado al proletariado, sino que éste es el camino de la clase trabajadora misma.
Solo el resurgimiento de la dictadura y el partido harán real este camino.
El fascismo es un desvío histórico, una interrupción histórica en el crecimiento general de la lucha de clases y de la revolución proletaria mundial. Pero no es nuestra tarea el tranquilizar a las masas, ni el sembrar ilusiones optimistas. No es dormirlas, sino señalarles el peligro, alertarlas, movilizarlas para la lucha, esa es nuestra tarea, así es como actuaron Lenin y Trotsky en los momentos más trágicos de nuestra revolución.
Cuanto mayor sea el peligro, con tanta mayor fuerza debemos alertarlo.
Miles de comunistas alemanes llenan las mazmorras fascistas. Miles de trabajadores revolucionarios ya han sido asesinados y reemplazados por fascistas. Sobre miles de comunistas ha sido atraída la mano fascista de la muerte.
Estas trágicas circunstancias en ningún caso deben llevarnos a silenciar la verdad sobre los acontecimientos y el papel de los socialdemócratas y el liderazgo comunista en ellos.
Aquellos comunistas que, al menos en prisión, piensen sobre las causas que llevaron a los miembros del Partido Comunista a ser fusilados y encarcelados, y no a la toma del poder por parte del proletariado bajo el liderazgo del Partido Comunista, estos comunistas, mientras aún estén en prisión, aceptarán nuestras ideas y consignas.
La revolución mundial está entrando en una de sus etapas más dramáticas. Explicar esto a los trabajadores de todo el mundo, movilizar a los trabajadores, asegurar que la clase obrera comprenda las razones que condujeron a esta etapa, para que entiendan que bajo el régimen de Stalin no pueden haber victorias del proletariado, no solo entre nosotros, sino que también es difícil en Europa, que una de las barreras decisivas que debe demoler la clase obrera, superando el muro gigante de la reacción mundial, es el estalinismo internacional, es nuestra primera tarea.
Y estamos obligados a cumplirlo por todos los medios a nuestro alcance, en todas las formas disponibles para nosotros.
1 de abril de 1933
La lista de aquellos camaradas
que firmaron estas tesis:
1. Dingelsted F.
2. Kariakin M.
3. Papirmeister P.
4. Shinberg B.
5. Novíkov P.
6. Abramski A.
7. Portnoi M.
8. Bódrov M.
9. Papirmeister A.
10. Feldman
11. Névelson M.
12. Késsel
13. Borzenko
14. Bloh
15. Kuguélev
16. Kozhévnikov N.
17. Zaraikin
18. Papirmeister S.
19. Eltsin V.B.
Adheridos adicionalmente
20. Danilóvich L.
21. Jugáiev K.
22. Brontman
23. Vashakidze
24. Goguelashvili
25. Topuria
26. Efrémov
27. Shpitálnik
28. Sasórov
29. Jolmenkin
30. Shvyrjov. |
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