04/05/2019
La izquierda reformista dejó las manos libres a Al Assad y Putin para que masacren la revolución siria
En Siria hay más de 600.000 masacrados, 15 millones de refugiados, en campos de concentración, en carpas en medio de la nada. Un martirio que no tiene fin. Siguen los bombardeos en el sur de la provincia de Idlib, sumando nuevos mártires y desplazados a esa lista interminable que han caído como los nuevos mártires de Chicago del siglo XXI, bajo las bombas del fascista Al Assad y el sicario Putin.
Es un escarmiento contrarrevolucionario a una grandiosa revolución que, como parte de una sola cadena de revoluciones, desde el año 2011 sacudieron todo el Magreb y Medio Oriente por el pan y la libertad. En aquel momento, millones ganaban las calles. En Siria las masas se tomaron el 70% del territorio, es decir, Al Assad había perdido control en la gran mayoría de Siria. Este fascista, asesino y genocida estaba recluido a la casa de gobierno, en un radio de 20 cuadras a su alrededor, que era rodeado por las masas.
¿Cómo pudimos llegar desde esa situación de hace un par de años atrás hasta la situación de hoy? ¿Por qué fue posible? ¿Qué pasó? Y la respuesta es porque un rejunte de Partidos Comunistas estalinistas del mundo, al frente de las organizaciones obreras, y también grandes sectores de los renegados del trotskismo, partidos como el PTS, el PO de Argentina, el SWP de Inglaterra, partidos dentro de EE.UU. y Canadá que se dicen “trotskistas y de la IV Internacional”, apoyaron y apoyan abiertamente al fascista y genocida Bashar Al Assad. Le dijeron a los trabajadores del mundo que era un combatiente antiimperialista; que en Siria había un golpe imperialista para desestabilizarlo. Y aplaudían cada una de las bombas que caían sobre las masas, en Alepo y en todas las ciudades rebeldes. Convencieron a toda la clase obrera mundial de que la masacre en Siria era por su bien. Ellos convencieron a los trabajadores del mundo de que en Siria no había obreros haciendo una revolución, sino que se trataba de bárbaros, de gente atrasada, muy barbudos, muy islámicos, por lo tanto muy terroristas, y que el enemigo de todos los trabajadores del mundo eran justamente los terroristas, de los que se tenían que cuidar. Todas las corrientes de la izquierda reformista les dijeron a los trabajadores del mundo que el enemigo era el ISIS… “Un fantasma que recorría Europa” y era el gran enemigo de los trabajadores del mundo.
Para ellos el enemigo no era ni Al Assad, ni el imperialismo, ni los que saquean y hambrean a los trabajadores día a día, ni los que despiden, ni los que pasan la flexibilización laboral, ni los que masacran a los pueblos como en Siria. Ellos hicieron pasar a los enemigos de los trabajadores del mundo, como Al Assad, Putin o los ayatolas iraníes como aliados; y a los verdaderos aliados, la clase obrera siria y de todo el Magreb y Medio Oriente que se ponía de pie, como enemigos.
Ellos aislaron la revolución siria y de todo el Magreb y Medio Oriente. Además fueron los garantes de que el imperialismo pueda concentrar todas sus fuerzas en Siria.
Porque para aplastar esa grandiosa revolución, no solo fue necesario sostener a Al Assad, a Putin y a todos los que la masacraron. También fue necesario que sea entregada desde adentro. Una enorme traición, con generales que se vistieron de “democráticos” bajo las órdenes de Turquía y, revestidos de revolucionarios por un sector de la izquierda reformista mundial que decía “estos son los jacobinos de la revolución siria”. Y así fue entregada desde adentro.
Así llegamos hoy a las últimas trincheras de Idlib, a donde la revolución sigue viva y todavía resiste. Ante los ataques de Al Assad y Putin, la resistencia combate ferozmente en los frentes. En todas las ciudades de Idlib volvieron las movilizaciones, con las mujeres a la cabeza. A pesar de todo... ¡la revolución siria no se rinde!
Leandro Hofstadter