27 de mayo de 2022
Las condiciones internacionales de la crisis capitalista
En medio de duras disputas interimperialistas por el mercado mundial y en particular por el de Rusia y China…
Con inflación, carestía de la vida insoportable, recesión, desocupación, migraciones masivas de obreros esclavos y guerras…
Se acelera la crisis y bancarrota de la economía mundial capitalista
Esta edición de “El Organizador Obrero Internacional” sale en momentos en que la crisis y la catástrofe capitalista no dejan de profundizarse. Como ya hemos planteado en nuestro Suplemento Especial de fines de abril, dedicado a la guerra en Ucrania, la crisis de la economía mundial imperialista aún no encuentra su piso. Ha llevado a enormes sectores del planeta a la catástrofe. Ramas de producción enteras y países como China se encuentran en procesos recesivos y decenas y decenas de otras naciones, están endeudadas y saqueadas.
Mientras tanto, otras ramas de producción se desarrollan dinámicamente y acumulan fabulosas ganancias, como sucede en los minerales, el petróleo, los commodities, las alimenticias y las farmacéuticas, que están produciendo mercancías inclusive muy por encima de su valor, cuestión que dispara aún más la inflación.
Es que así funciona el sistema capitalista en la época imperialista: desarrolla tal o cual rama de producción, polo o sector de la economía-mundo, mientras destruye la mayoría de las riquezas del planeta.
Ello ha llevado a que un puñado de parásitos imperialistas acumule fabulosas superganancias a expensas del hambre, la desesperación y la desocupación de millones de trabajadores en el planeta y del súper-saqueo del mundo semicolonial.
Después de enormes crisis y cracs recurrentes en este siglo XXI, el mercado mundial se ha achicado enormemente, mientras la población no deja de crecer. Se ha consolidado una desocupación crónica de más de 800 millones de habitantes del planeta que no encuentran un trabajo para sobrevivir. Una parte de ellos entra irregularmente al proceso productivo, mientras la mayoría de ellos queda fuera del mismo. El derroche de fuerza de trabajo, que es la mercancía que produce todas las riquezas, es la expresión total de la bancarrota de las fuerzas productivas.
El reformismo, que plantea que la clase obrera puede mejorar su nivel de vida bajo las condiciones actuales, no solo golpea su nariz diariamente con esta realidad, sino que también choca abiertamente con la vida misma de la clase obrera.
La pelea por el excedente existente agudiza la lucha de clases y el carácter voraz de un sistema en franco estado de descomposición y crisis. Como planteara el marxismo revolucionario, un sistema que no puede darle de comer a sus esclavos merece morir.
No ha habido crisis mundial ni ataque de los capitalistas que no hayan sido respondidos por una ofensiva y resistencia feroz por parte de las masas, abriendo aquí y allá situaciones prerrevolucionarias o revolucionarias.
Esto lo vimos en EEUU contra Trump, en los combates de toda América Latina, en las sublevaciones de África del Sur, en las revueltas de China, en las heroicas luchas de la clase obrera griega, francesa, inglesa, española… En Sudáfrica, los obreros habían derrotado a Zuma, uno de los gobiernos más odiados del CNA, con el método de la huelga general… Ni hablar de Medio Oriente, sacudido por mil y un levantamientos de masas que no cesan desde hace más de 10 años y que han convertido a la clase obrera de esos países en uno de los sectores de vanguardia del proletariado mundial.
El reformismo oculta estos enormes combates, tildándolos de ser “rebeliones impotentes”, como hacen abiertamente los así llamados “anticapitalistas”, stalinistas varios y ex trotskistas de grupos nacionales como el PTS de Argentina o el SWP inglés. Estas corrientes le echan la culpa a las masas de sus propias traiciones e ignominias.
La clave de la crisis de la clase obrera es la crisis de su dirección, es decir, la sobreabundancia de direcciones traidoras.
En estas condiciones, las disputas interimperialistas se exacerban. La lucha por nuevos mercados y por las fuentes de materias primas ha agudizado las disputas entre las potencias imperialistas y amenaza a la civilización con nuevas catástrofes, guerras y barbarie. La guerra de Ucrania que está en curso es parte de este proceso, con EEUU asentado en la OTAN, retomando la delantera en la ofensiva por recolonizar Rusia y quedarse con sus fuentes de materias primas, quitándole la hegemonía de ese negocio al eje franco-alemán.
Cuando este periódico internacional ya esté editado habrá culminado el Foro de Davos, una reunión del estado mayor de la contrarrevolución imperialista. Una cumbre de los más grandes millonarios y exponentes de los gobiernos capitalistas más rapaces del planeta.
En esa reunión, la burguesía y las elites dominantes, el corazón de los parásitos capitalistas, han constatado con enorme preocupación el advenimiento de una crisis de hambruna en el planeta. Les hiela la sangre su propio pronóstico y se preparan para enfrentar grandes tumultos, sublevaciones y levantamientos revolucionarios de las masas del mundo, como planteó uno de sus voceros más selectos, la revista “The Economist”. Se alistan para aplastar a los obreros y explotados en estado de hambruna, como ya lo vienen haciendo en decenas de levantamientos revolucionarios de masas en el planeta. Ellos alistan a sus gobiernos y regímenes, controlados por las oligarquías financieras de las metrópolis, y a las direcciones de las burocracias y aristocracias obreras que actúan bajo su mando como verdadera quinta-columna de la lucha de los explotados.
Ellos son un verdadero estado mayor contrarrevolucionario. En la Cumbre de Davos se discutieron las cuestiones más candentes de la política y la economía mundial para centralizar al frente burgués imperialista y disciplinar bajo sus órdenes a las direcciones traidoras de las masas, a las que han comprado hace rato.
La crisis del proletariado es que no tiene un comando mundial internacional revolucionario que concentre sus combates y sus luchas internacionales y abra el camino a la derrota de las direcciones pagadas por el gran capital que someten a los esclavos a sus esclavistas.
Los capitalistas y el imperialismo, sus regímenes y gobiernos, se preparan para seguir haciéndole pagar a las masas la crisis que ellos provocaron
La inflación, la recesión y la guerra son el camino que busca el capital para recomponer sus ganancias
El sistema capitalista mundial está saliendo de la pandemia del Covid-19, que ha agudizado la crisis y la recesión de la economía-mundo.
En cada estallido de la crisis se evaporan billones de dólares no respaldados en bienes. Por dar tan solo un ejemplo, durante el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008 se esfumaron valores ficticios por 90 billones de dólares, cuando el conjunto del comercio y las operaciones bursátiles del mundo suman 400 billones de dólares. Se habían robado, gastado y dilapidado más de un 20% del comercio mundial. Y ahora pretenden seguir tirándole la crisis a las masas, luego de atacar una a una sus conquistas, enviando a millones de obreros a la desocupación crónica y volviéndole imposible su existencia por la carestía de la vida.
Las transnacionales y las empresas han sido rescatadas por los estados con emisión monetaria, mientras la clase obrera solo sufrió más hambre, más desocupación y más miseria.
Ahí está la Reserva Federal de EEUU que bajo el gobierno de Obama le entregó, en un solo acto, 600 mil millones de dólares a los bancos en quiebra de Wall Street; fondos que nunca fueron recuperados. El estado norteamericano viene entregándole 262 mil millones de dólares a la industria de guerra yanqui, para desarrollar equipos de alta tecnología para la destrucción. Con el triple de ese valor, EEUU sostiene a sus tropas y su ejército en todo el mundo. Y por cuatro veces ese valor, los estados imperialistas salvaron a toda la oligarquía financiera de Wall Street, la City de Londres y el Maastricht imperialista, estatizando sus pérdidas, como hicieron en 2008 ante el estallido de las burbujas inmobiliarias y las ruletas financieras de los piratas yanquis.
La causa y el motor de los procesos inflacionarios que hoy sacuden al planeta es la emisión de dólares y valores sin respaldo en bienes, como ya dijimos, para sostener a los parásitos y accionistas de las transnacionales y el capital financiero internacional, para que un puñado de ellos obtenga superganancias en la economía mundial.
Al decir del marxismo revolucionario, allí donde no ha habido trabajo humano produciendo bienes y mercancías, no hay valor que pueda crear ni siquiera un dios inexistente, que no se desplome como un castillo de naipes ante el viento.
Como ya dijimos, apenas un puñado de ramas de producción crecieron de 2019 a 2021, en medio de la recesión con el estallido de las bolsas y la pandemia del Covid.
Estas ramas de producción son motor del aumento del precio de los alimentos, los minerales, los commodities, la energía, los medicamentos, etc., y son las que empujan aún más los procesos inflacionarios y la devaluación de las monedas. Esto significa hundimiento de los salarios, carestía de la vida y hambre para las masas.
La economía mundial se aproxima abiertamente a un período de estanflación, de recesión e inflación. Esta es el resultado directo de los tres cracs de la economía capitalista que se produjeron en 1997-2001, en 2008 y en 2019-2020. Estas crisis, como verdaderos pre-infartos, anuncian que este podrido sistema no se puede sostener sin atacar violentamente a la clase obrera y a los pueblos oprimidos, y sin guerras para destruir y luego recomponer su valor. Al decir de Trotsky, la guerra es la empresa y el comercio más grande del planeta y es el factor económico más importante de nuestra época, como planteaba Lenin…
En su estado de putrefacción, el capitalismo solo desarrolla fuerzas destructivas, sostenidas endeudando a los estados y destinando enormes gastos a la compra de armamento.
Hasta Alemania, en el medio de la crisis de Europa por la guerra de Ucrania, se prepara a invertir más de 500 mil millones de euros en la producción de armas, a la vez que financia a su industria tecnológica para la producción de microchips para la industria de guerra y de forma secundaria para la automotriz y otras ramas de producción. Mientras tanto, Francia es el tercer vendedor de armas de alta tecnología a nivel mundial, seguido por Alemania, compitiendo con EEUU y con la Rusia en decadencia.
Bajo estas condiciones se desarrolla la actual crisis mundial. Y ahora, la caída de la producción de materias primas por la guerra en Ucrania y el cerco a Rusia no hacen más que profundizar esta enorme crisis alimentaria en todo el planeta. Esto sucede mientras se generan fabulosas superganancias que fueron a parar a manos de las petroleras imperialistas, de la Bolsa de Chicago y de las cerealeras como Bunge, Cargill y Monsanto que son las que realmente manejan la renta agraria de las naciones productoras de commodities.
Para impedir su decadencia, el imperialismo yanqui no solo impulsa una política agresiva contra el Maastricht imperialista para cercar a Rusia… sino que también va por China
La división del trabajo en la economía-mundo y el equilibrio político y militar del planeta se han roto y no logran reconstituirse.
Por un lado, como venimos insistiendo, la ofensiva yanqui ha hecho estallar al mercado común europeo y la división del trabajo establecida en el mismo. Rusia venía siendo la proveedora de gas, petróleo y commodities del conjunto de Europa. Abastecía así con materias primas y alimentos a la Unión Europea de Maastricht, que giraba alrededor del eje franco-alemán y demás potencias imperialistas menores.
Con la guerra en Ucrania, EEUU con la OTAN no solo buscó y busca cercar a Rusia para ir por ella y sus fuentes de materias primas, sino que fue el causante decisivo de hacer estallar la política y la economía establecida en Europa. Los yanquis dejaron al eje franco-alemán sin gas ni petróleo y lo separaron de sus grandes negocios con Rusia.
Por otro lado, el imperialismo yanqui, con Biden, también viene de largar una ofensiva en el Pacífico. Ya junto a los piratas ingleses, le habían quitado a Francia el negocio de la construcción de más de 20 submarinos nucleares para Australia. Como ya queda claro, EEUU ha constituido una nueva OTAN en el Pacífico, en pactos con Japón, donde tiene sus más grandes bases militares, y últimamente con Corea del Sur. Además le ha anunciado a Pekín que no tolerará que toque un metro cuadrado de tierra de Taiwán.
Con su ofensiva en el Pacífico, EEUU también está dislocando a la gran Alemania de su ubicación privilegiada allí, sobre todo en su comercio con China. Frankfurt venía controlando cada vez más las ramas de producción de máquina-herramienta, automotriz y medicamentos de China y su capital financiero seguía penetrando más y más en el sistema bancario chino. Asimismo Alemania, junto a Francia, venían construyendo la “ruta de la seda”, de Pekín a Frankfurt, y avanzando en la carrera comercial con China contra EEUU.
Hoy el imperialismo yanqui se encuentra en posición totalmente agresiva en la política y la economía mundial. Lo hace luego de fracasar en el intento de Trump de competir con la Europa imperialista subiéndole los aranceles a las exportaciones europeas a EEUU, y de la misma forma buscó hacerlo con China, para obligarla a entregarle su mercado interno.
Con Biden, EEUU vuelve con las cañoneras y la OTAN a restablecer un orden en el mercado mundial bajo su hegemonía. De eso se trata la guerra de Ucrania: los yanquis la entregan como un peón a las garras de Putin, inclusive permitiendo que Rusia se anexe una porción de su territorio, luego de destrozarla militar y políticamente, pero sin dejar que Moscú gane la guerra. Esta situación le permitirá a EEUU, sin disparar un solo tiro, quedarse con las fuentes del gas, las tierras fértiles y las enormes riquezas de minerales de la nación ucraniana ya devastada y a la vez, coptar bajo su mando a Suecia y Finlandia que han entrado a la OTAN en estas últimas semanas.
Mientras tanto, España hoy se frota las manos junto a Francia. Ya marcharon sobre los enormes gasoductos y oleoductos de Argelia, reabriendo los de Marruecos, para ser ellos los grandes distribuidores de energía en Europa. Con esta ofensiva yanqui, estalla el verso de la “unidad europea”. Aquí es “sálvense quien pueda”… y como pueda.
Estas discusiones y estas contradicciones de las potencias imperialistas fueron expresadas en el Foro de Davos por George Soros, ese magnate que supo hacer estallar la libra inglesa en los ’90. Soros afirmó que la guerra en Ucrania “puede haber sido el comienzo de la Tercera Guerra Mundial”… Denunció que “la dependencia de Europa de los combustibles fósiles rusos sigue siendo excesiva”. Denunció que ello se debe “en gran parte a las políticas mercantilistas seguidas por la ex canciller Angela Merkel”, que “había hecho tratos especiales con Rusia para el suministro del gas y convirtió a China en el mercado de exportación más grande de Alemania”. Esto demuestra cómo se ubican los magnates del imperialismo, hablando sin pelos en la lengua.
Es que si a un imperialismo le va bien, al otro le va mal. A Alemania, Francia y al bloque imperialista europeo comenzaba a irle muy bien y a EEUU le estaba yendo muy mal.
¿La posibilidad de la Tercera Guerra Mundial? Pese a Soros, los marxistas afirmamos que antes habrá que ver si el proletariado mundial, tanto de los países centrales como del mundo semicolonial, lo permiten. Habrá que ver si la clase obrera está dispuesta a ir a morir por los negocios de sus verdugos de las distintas pandillas imperialistas del planeta. Ello no está definido aún.
Está en marcha una ofensiva política, económica y militar agresiva del imperialismo yanqui para retomar el control de la economía mundial, que ni Obama ni Trump lograron imponer con negociaciones o barreras aduaneras
EEUU le impuso restricciones a China, denunciándola de robar tecnología, y obligó a Europa a cortar abruptamente todo acuerdo comercial de bienes de alta tecnología, como sucedió con el sistema 5G de los celulares Huawei.
La ruptura de la división del trabajo en la economía mundial por la ofensiva yanqui, entonces, no solo ha dejado en crisis y cada vez más cercada a Rusia, como aquí demostramos, sino que también ha abierto un enorme proceso recesivo y de cerco a la economía china. Esta venía siendo golpeada por los aranceles impuestos por Trump y también por la enorme burbuja inmobiliaria creada por capitales que salían del proceso productivo y migraban a la inversión financiera, haciendo subir el precio de las propiedades a límites que ya nada tenían que ver con su verdadero valor. Con el cierre y el bloqueo de la “ruta de la seda” con Europa y el estallido de la burbuja financiera como sucedió en EEUU en 2008 -que amenaza con enviar a la ruina a gran parte de los bancos chinos-, esta nación asiática ya ha entrado en una profunda crisis recesiva, agudizada mil veces más por el intento del gobierno de Xi Jinping de conquistar el “Covid cero”.
Una nueva recesión profunda en China ya está aquí. Enormes masas de capitales de las transnacionales y de la oligarquía financiera de la City de Londres, Tokio, Wall Street y Frankfurt poseen enormes inversiones en China y obtienen no menos que fabulosas superganancias. La crisis recesiva china amenaza con constreñir un gran mercado interno emergente, fuente de enormes negocios de las transnacionales, como ya dijimos, y que viene actuando como contratendencia a la crisis de sobreproducción de la economía mundial.
Se anuncia que el crecimiento de China será de no más del 2,5%, lo que dejará un tendal de millones de desocupados y un aceleramiento en el ataque a la clase obrera, a la que el Partido Comunista de Xi Jinping le hará pagar toda la crisis. Pero está por verse si lo logrará. El odio acumulado por las masas y el grado de violencia del gobierno chino para controlar el Covid, anuncian nuevos choques de clase y cómo se prepara el régimen para enfrentarlos, fortaleciendo todas sus instituciones represivas.
Ya en 2008 y en 2019-2020 vimos enormes combates de clase en China. Volaron cabezas de empresarios que despedían trabajadores como en Tonghua y Lingzou. Cada cierre de fábricas significó la quema de municipalidades en centenares de ciudades. Enormes huelgas conmovieron a empresas como Toyota y Mitsubishi en 2018.
La furia de las masas chinas amenaza con volver a estallar. De esto también alerta Kissinger, quien acaba de plantear en el Foro de Davos que seguramente los burgueses millonarios del PC Chino no van a permitir que el presidente de China siga jugando con la suerte de los negocios de la gran burguesía y el imperialismo según su antojo. Anunció la perspectiva de una crisis política en el gobierno y régimen chino, que EEUU alienta, profundizando su cerco a China y poniendo las cañoneras en sus mares.
La utopía reaccionaria del reformismo: ¿China y Rusia imperialistas en un mundo disputado palmo a palmo por las grandes potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial?
Plantear que Rusia y China han devenido en grandes potencias imperialistas, como hacen las corrientes reformistas, no es más que una política profundamente reaccionaria.
Estas corrientes ven a un mercado capitalista en permanente expansión, cuando este no hace más que cerrarse y constreñirse. Esta es una ubicación abiertamente socialdemócrata. Por ello afirman que hubo y hay condiciones para el surgimiento de nuevos potencias imperialistas sin poner en cuestión la existencia de las existentes. La realidad es otra: el mercado mundial no ha hecho más que achicarse. Lo que realmente sucede es que sobran potencias imperialistas y que debe definirse el futuro de Rusia y China, como ex estados obreros, hoy devenidos en países capitalistas en transición que poseen una relativa independencia de la política mundial, pero a la vez son dependientes de la economía-mundo imperialista. El futuro de estas naciones está signado por su colonización y semicolonización por parte de las potencias imperialistas; o bien, por la restauración de la dictadura revolucionaria del proletariado para escapar de ese curso histórico inevitable que impone el control del capital financiero del mercado mundial.
En esta crisis mundial y la actual guerra en Ucrania, se corre el telón. Y lo que está claro es que a partir del ’89, con la restauración capitalista, el imperialismo succionó la sangre fresca de millones de obreros chinos arrojados a la economía mundial y una de las más grandes fuentes de riquezas y materias primas como son las de Rusia.
Las burguesías provenientes de esa restauración capitalista devinieron en fuertes clases poseedoras nativas, que vienen negociando y a la vez resistiendo a los embates imperialistas, que necesitan afanosamente esos mercados. Las potencias imperialistas ya colonizaron en el caso de Europa y Eurasia, a todas las ex repúblicas soviéticas y del Glacis europeo.
Las disputas por estos nuevos mercados, entregados por el stalinismo en el ’89, es lo que está abriendo y abrirá el camino a la Tercera Guerra Mundial, si el proletariado no lo impide.
Solo un ciego o un lacayo de la burguesía no puede ver que es imposible que surja un nuevo imperialismo pacíficamente y, mucho menos, que las potencias existentes entreguen pacíficamente su control del planeta. El imperialismo ya se ha repartido el mundo en dos guerras mundiales y lo sigue haciendo en un lodo de sangre, saqueo y guerra.
Lo que se ha agudizado es una enorme batalla política, económica y militar para definir qué potencia imperialista se queda definitivamente con las materias primas de Rusia y con el mercado interno chino.
Por delante se ha actualizado el apotegma del marxismo: revolución socialista o guerra, donde los que perderán serán los pueblos saqueados del mundo semicolonial y la clase obrera internacional y de los países centrales en particular.
La imposición de la masacre a la revolución siria, comandada por el imperialismo y ejecutada por Al Assad, Putin, Turquía y las tropas gurkas iraníes, con la colaboración de las burguesías nativas sunnitas y kurdas; y la ocupación y partición de Ucrania que quedará consolidada como una colonia tutelada, si el proletariado no lo impide, anticipan el futuro de colonización que le depara la catástrofe capitalista al mundo semicolonial.
Esta crisis mundial pone a la orden del día que el proletariado recupere la dirección que se merece, puesto que sin varias victorias de la revolución socialista en los países centrales en el período inmediato, el camino a la Tercera Guerra Mundial será inexorable.
Si el imperialismo no ha avanzado más en el camino de la guerra, es porque aún no ha logrado consolidar su victoria en los dos focos como Ucrania y Siria donde concentró todas las fuerzas de la contrarrevolución, ni mucho menos ha logrado aplastar y controlar al proletariado de los países centrales.
Todas las aventuras bélicas que el imperialismo pudo impulsar fue gracias a las direcciones traidoras que las encubren, tirándole tierra a los ojos de las masas, como ayer hicieron con el así llamado “frente antiterrorista” para ocultar la masacre fascista a las masas revolucionarias de Siria. Eso mismo hacen hoy en Ucrania, negando la existencia de esa nación, que es una de las más ricas en materias primas y commodities y que posee una de las clases obreras más poderosas de toda Europa del Este.
Estos crímenes políticos de los renegados del trotskismo solamente son comparables con las traiciones de sus socios, el stalinismo, con el que se han abrazado para sostener cuanto frente de colaboración de clases ha sometido a la clase obrera a sus verdugos.
Para estar a la altura de esta crisis del sistema capitalista mundial, la clase obrera no tiene otro camino que recuperar el internacionalismo militante. Como nunca, necesita a su frente un estado mayor revolucionario. De eso se trata la gran traición de los renegados del trotskismo que han liquidado la IV Internacional y la entregaron al fango de la colaboración de clases y a los restos malolientes del stalinismo.
Una poderosa unidad en el combate internacional de la clase obrera será el elemento decisivo y clave para frenar el avance de la catástrofe y la barbarie que ya están aquí.
El campo de batalla se ha llenado de escombros no solo de la II y la III Internacional, sino también de los residuos de las corrientes revisionistas de la IV Internacional.
Resolver la crisis de dirección es la tarea del momento, sino, luego de sucesivas derrotas impuestas a las masas, se abrirá directamente el camino a la guerra, ya sea locales, regionales y mundiales, ya sean de opresión e invasión o interimperialistas.
El desarrollo incansable de fuerzas destructivas es la expresión de que las pandillas capitalistas necesitan guerras para recuperar sus pérdidas y obtener nuevas ganancias.
¡Ay del que crea que la Segunda Guerra Mundial fue la última! Si en este período histórico de crisis y revoluciones el proletariado no lo impide, la próxima guerra interimperialista estará presente en el devenir de la lucha de clases. A no dudarlo, que la Tercera Guerra Mundial comenzará donde quedó la Segunda Guerra, con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, que llevó, por ejemplo, al imperialismo “democrático” angloyanqui, como lo llamaba y pactaba la lacra stalinista en Yalta, al control contrarrevolucionario y fascista del planeta y de los pueblos que oprimen.
La carrera de velocidad establecida entonces entre la expansión del crac capitalista y la revolución proletaria, la viene ganando el imperialismo. Pero esto no es por fortaleza del modo de producción ni por la valentía de la burguesía como clase dominante, sino por las mil y una traiciones que imponen las direcciones compradas por el gran capital para desorganizar las centenares de ofensivas de masas que estas protagonizaron en las últimas décadas, para desviarlas y abrir el camino a duras y amargas derrotas. Esto es lo que denunciamos desde el Colectivo por la Refundación de la IV Internacional / FLTI, cuestión que está desarrollada en la Presentación de esta edición de “El Organizador Obrero Internacional”.
La tesis fundamental del programa trotskista de la IV Internacional parece haber sido escrita ayer: “Los prerrequisitos objetivos para la revolución proletaria no solo han ‘madurado’, han empezado a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista, y además en el próximo período histórico, una catástrofe amenaza a toda la civilización humana. Todo depende ahora del proletariado, es decir, principalmente de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.” (Programa de Transición de la IV Internacional, 1938)
Carlos Munzer
Por el Consejo Editorial de “El Organizador Obrero Internacional”
La posición del marxismo revolucionario sobre la desocupación crónica en la época imperialista
Extractos de “El marxismo y nuestra época”
León Trotsky, 26 de febrero de 1939
“El ejército de reserva y la nueva subclase de los desocupados
El ejército de reserva industrial forma parte indispensable del mecanismo social del capitalismo, tanto como la reserva de máquinas y de materias primas en las fábricas o como el stock de productos manufacturados en los almacenes. Ni la expansión general de la producción ni la adaptación a los flujos y reflujos del ciclo industrial serían posibles sin una reserva de fuerza de trabajo.
De la tendencia general de desarrollo del capitalismo -el aumento del capital constante (máquinas y materias primas) en detrimento del capital variable (fuerza de trabajo)- Marx saca la siguiente conclusión: ‘Cuanto mayor es la riqueza social, y mayor es la masa de sobrepoblación consolidada [...] tanto mayor es el ejército industrial de reserva, tanto mayor es la pauperización oficial. Esta es la ley general absoluta de la acumulación capitalista’.
Esta tesis, unida indisolublemente con la “teoría de la miseria creciente” y denunciada durante muchos años como “exagerada”, “tendenciosa” y “demagógica”, se ha convertido ahora en la imagen teórica irreprochable de la realidad. El actual ejército de desocupados ya no puede ser considerado como un “ejército de reserva”, pues su masa fundamental no puede tener ya esperanza alguna de volver a encontrar trabajo; por el contrario, está destinado a ser engrosado con una afluencia constante de nuevos desocupados. La desintegración del capitalismo ha traído consigo toda una generación de jóvenes que nunca han tenido un empleo y que no tienen esperanza alguna de conseguirlo. Esta nueva subclase entre el proletariado y el semiproletariado está obligada a vivir a expensas de la sociedad.
Se ha calculado que en el curso de nueve años (1930-1938) la desocupación ha privado a la economía de Estados Unidos de más de 43 millones de años de trabajo humano. Si se considera que en 1929, en la cima de la prosperidad, había dos millones de desocupados en Estados Unidos y que durante esos nueve años el número de trabajadores potenciales ha aumentado hasta cinco millones, el número total de años de trabajo humano perdido ha tenido que multiplicarse.
Un régimen social afectado por semejante plaga se halla enfermo de muerte. La diagnosis exacta de esa enfermedad fue hecha hace cerca de ochenta años, cuando la enfermedad misma no era más que un germen.” |
La anarquía en la producción y el choque de las fuerzas productivas con las fronteras nacionales son el motor de la crisis capitalista
Pese a los intentos del monopolio y los cartels de planificar la economía mundial, esto solo lo hacen en sus empresas y en las ramas de producción que controlan, mientras en las mismas chocan con otras potencias imperialistas en una competencia despiadada y también disputándose las zonas de influencia.
Lejos de resolver la anarquía en la producción, el sistema capitalista imperialista mundial la agudiza. El monopolio “pone de rodillas a su competencia” y avanza a nuevos procesos de concentración del capital.
Los choques de las fuerzas productivas con las fronteras nacionales, que impiden un crecimiento armónico de las ramas de producción y de las mercancías en general en la economía-mundo, ya vuelven insoportable la existencia a este podrido sistema capitalista sin crisis y guerras.
El director de Tesla, el monopolio más grande y fuerte en la producción de autos eléctricos, ya busca emigrar a otras ramas de producción. Amenazaba con comprar Twitter por 40 mil millones de dólares, pero a la salida de la pandemia las acciones de esta empresa cayeron a 5 mil millones de dólares, demostrando que estaban totalmente infladas en su balance.
Lo importante de esta cuestión no es solo el nuevo hundimiento del valor de las empresas tecnológicas, sino que el capital acumulado en la industria de los vehículos eléctricos -tan mentada y publicitada como “revolución tecnológica” y aplaudida por todos los ecologistas y sirvientes de estos monopolios-, comienza a retirarse de la misma.
Es que ha caído la tasa de ganancia por un proceso de sobreinversión del capitalismo, realizado de forma anárquica. Y lo que es más grave, sin una planificación de la producción de energía alternativa para semejante revolución tecnológica en la industria automotriz.
Durante ya más de un siglo, el petróleo y sus derivados fueron los que hicieron funcionar la industria automotriz. Para llenar el mundo de autos eléctricos, habría que hacer una organización planificada de la producción en gran escala de la energía eólica y solar, cuestión que solo se puede desarrollar en zonas precisas del planeta. Por ello la tan mentada “revolución” de los automóviles eléctricos ha terminado en la producción de coches híbridos, mientras el valor del litio, como su materia prima fundamental, vuelve cada vez menos redituable la inversión.
Resumiendo, el momento actual reafirma la tesis del marxismo, de que el sistema capitalista en su fase imperialista se encuentra frenado, en crisis y bancarrota no solo por la anarquía en la producción, sino porque las enormes fuerzas productivas creadas no hacen más que chocar con las fronteras nacionales y hace rato que no solo se han estancado, sino que también han dejado de desarrollarse. Por ello las guerras, tanto de ocupación, como de pillaje y las interimperialistas, que, al decir a Lenin, son el factor económico más importante de la época. |
En la Cumbre de Davos la burguesía y las pandillas imperialistas discuten el devenir de sus negocios y la conducción de la política mundial
Ellos saben que las masas no han sido sacadas de escena. El mantenimiento de estas condiciones, agudizadas por la guerra en Ucrania, puede llegar a provocar estallidos por hambruna. Por ello ya se alzan las voces para contener la situación en Ucrania.
Esto es lo que también se está discutiendo durante el Foro de Davos. Alemania, Italia y Francia le han respondido a Soros acordando con Putin la realización de “reuniones de paz” de forma inmediata… Aún Biden y los piratas yanquis no han dado su aprobación al respecto.
En este escenario, ha salido Kissinger, como expresión de un sector del establishment norteamericano y de las empresas yanquis que están perdiendo con esta situación, a plantear que llegó la hora de partir de forma inmediata Ucrania, con Rusia anexándose el Donbass, cuestión que dejará aún más cercado a Moscú y a EEUU totalmente fortalecido en la Europa de Maastricht.
Biden y el gobierno norteamericano opinan que todavía no es el momento de hacer esto. Apuestan a una destrucción aún superior de Ucrania y a un desgaste aún mayor de Rusia.
Estamos ante un debate alrededor de si este es el momento o no de consolidar la partición de la nación ucraniana, que será sometida como una colonia tutelada por los yanquis y Moscú.
Mientras, Alemania y Francia pugnan por que la “paz” incluya que se rehabilite el gasoducto Nord Stream II… Pero eso no está en los planes de EEUU que, insistimos, quiere forzar aún más la situación para terminar de dejar totalmente cercada y aún más debilitada a Rusia.
La política siniestra y nefasta de la izquierda reformista mundial ante la guerra de Ucrania fue estar junto a los tanques de Putin o “subirse” a los aviones de la OTAN, mientras la clase obrera ucraniana es masacrada y la nación oprimida está siendo partida, dividida y colonizada en nuevos “acuerdos de paz”, que saldrán como producto de esta guerra contrarrevolucionaria. Esos pactos van a hacer retroceder a Ucrania un par de siglos, al nivel de como ha quedado Siria, partida y ocupada, tal cual una nueva colonia tutelada. |
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