Brasil - Noviembre de 2022
El imperialismo define que Lula-Alckmin es el gobierno que necesita hoy para defender sus negocios
En 13 años de gobierno, el PT rindió a dos presidentes a la reacción luego de defender intransigentemente los intereses de las transnacionales y el imperialismo en Brasil. Lo hizo con Dilma ante el impeachment de los políticos patronales y luego a Lula, bendecido por la Iglesia, que se entregó al juez Moro y a la justicia burguesa tutelada por Wall Street.
Sólo la clase obrera y los sectores populares en lucha enfrentaron a Bolsonaro y a toda la reacción
Enormes luchas obreras por el salario y contra la carestía de la vida y el ataque a sus conquistas sacudieron en los últimos 3 años a Brasil. Combatieron los metalúrgicos, los metalmecánicos, los siderúrgicos, enormes huelgas de los trabajadores petroleros sacudieron la nación… Fueron las masas explotadas las que enfrentaron el ataque de Bolsonaro y el imperialismo, mientras Lula, la burocracia de las centrales sindicales y su frente de colaboración de clases, con la promesa de que en el 2022 “derrotarían a Bolsonaro con las elecciones”, a cada paso, dividían la ofensiva obrera y preparaban con el PT y la burguesía el desvío electoral.
Una verdadera conspiración. A Lula le levantaron sus causas judiciales y, en libertad, salió a abrazar a Alckmin, el representante de la gran burguesía paulista, a Meirelles, el CEO más importante del Banco de Boston en Brasil.
Pero nada de esto fue suficiente para engañar a los trabajadores. El PC de Brasil y todas sus colaterales stalinistas, pero fundamentalmente el PSOL (Partido Socialismo y Libertad), ligado a los así llamados “anticapitalistas” del ex Secretariado Unificado de la ex IV Internacional, apoyaron abiertamente esta trampa y este fraude contra la clase obrera, y fueron un factor clave en la conspiración junto a los grandes capitalistas contra los trabajadores. Verdaderos Judas y traidores del socialismo edulcoraron este fraude contra las masas.
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Lula y su frente de colaboración de clases fue el factor decisivo por el cual a Bolsonaro no lo derrotó una acción revolucionaria de la clase obrera de Brasil y su combate no avanzó a los niveles de ofensiva de masas como en Chile, Colombia, Ecuador, etc. Sino que fue “derrotado” electoralmente por apenas 1.200.000 votos. Y sale del proceso electoral manteniendo intactas sus fuerzas reaccionarias apoyadas en las clases medias ricas y empobrecidas y en millones de hambrientos, a los que Lula y el PT, en sus 13 años de gobierno, no les dio nada y solo atacó su nivel de vida.
Esto demuestra que Lula se ganó el honor en la embajada norteamericana para administrar, con los grandes capitalistas y banqueros, los negocios de la burguesía en los próximos 4 años… Pero también, que las fuerzas reaccionarias y contrarrevolucionarias de Bolsonaro se mantuvieron gracias al “frente democrático y progresista” -que hoy toma la posta de los negocios en Brasil nuevamente- mientras la reacción gana las calles y cerca los cuarteles, amenazando con una fuerza social de masas, para que intervengan las fuerzas armadas si los obreros y explotados logran sobrepasar los límites de este nuevo gobierno burgués proimperialista que asume el 1 de enero en Brasil.
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De esto se tratan los frentes de colaboración de clases, de los partidos y organizaciones obreras con sectores de la burguesía, es decir, con sus “verdugos democráticos”, a los que ellos mismos llaman “progresistas” que, al decir de Trotsky ante la tragedia de la guerra civil española en los ’30, estos no demuestran ser más que un rodeo para sacar a las masas del camino revolucionario para que, desarmadas y desorganizadas, se organice el fascismo y la contrarrevolución.
El PSTU, que bregó por una política de independencia de clase en la primera vuelta, que denunció al frente de Lula con la gran patronal de los financistas en Brasil, en el balotaje, en aras de “derrotar a Bolsonaro”, “contra la derecha”, diciendo que había que “acompañar la experiencia de la clase obrera”, llamó a votar al frente Lula-Alckmin. Miserables. Los que se dicen revolucionarios ven que las masas van al precipicio y deciden acompañarlas a la muerte, en lugar de alertarles para enfrentar la traición que ata sus manos y prepara futuras derrotas. Nada raro. Fue la política que tuvieron, como desarrollamos en estas páginas del OOI dedicadas a la cuestión clave de América Latina que hoy es Brasil, apoyando todos los frentes burgueses de colaboración de clases proimperialistas en Latinoamérica.
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En el continente americano, los traidores de la IV Internacional enterraron todo su legado revolucionario. Viajaron por centenares a apoyar a Sanders en EEUU que, a su vez sacó al proletariado norteamericano de las calles para que asuma Biden, el “imperialista democrático”, que como comandante en jefe de los carniceros contrarrevolucionarios de la OTAN controla, con sus fuerzas armadas fascistas, su dominio del planeta.
En el 2019 viajaron todos a La Habana… del FIT-U de Argentina, del PSOL, los “Anticapitalistas”, las corrientes de izquierda inglesas como The Militant… todos los grupos de los ex trotskistas, para apoyar abiertamente a los sinvergüenzas y falsificadores del marxismo de la “izquierda comunista” cubana. Se reunieron para “reconstituir la figura de Trotsky como líder revolucionario en el siglo XX”, y mientras hacían eso, sostuvieron al PC contrarrevolucionario de La Habana de Díaz-Canel y de los hermanos Castro, que terminó llenando de un baño de sangre a la clase obrera cubana y encarcelando a sus mejores luchadores cuando se sublevaron contra el hambre.
Intervinieron en las constituyentes fraudulentas que legitimaban el encarcelamiento de la juventud rebelde en Chile.
Apoyaron al “mal menor” de Petro en Colombia, al gobierno de Arce en Bolivia y, junto al stalinismo sostuvieron abiertamente a Castillo, un verdadero lacayo de las transnacionales mineras que saquean Perú.
Son la izquierda de los yanquis, los que revivieron al stalinismo y los que llevaron al fango de la traición y la ignominia a la IV Internacional en el continente americano.
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En Brasil, muy lejos están del legado de Mario Pedrosa, el dirigente antifascista de los trotskistas que en los ’30 demostró, bajo la dirección de Trotsky y la IV Internacional, cómo se combatía contra el fascismo, poniendo en pie, junto a anarquistas que dirigían distintos sindicatos, una poderosa milicia obrera, que aplastó a los fascistas y no se levantaron nunca más en Brasil, hasta que un puñado de sinvergüenzas y traidores de la izquierda reformista ataron la suerte de la clase obrera a su burguesía “democrática”.
Por esta vía lograron separar a la clase obrera de las clases medias arruinadas y logró que el fascismo volviera a levantar cabeza en Brasil… Una tragedia.
Bolsonaro, durante una semana no reconoció el resultado electoral. Fuerzas reaccionarias marchaban a los cuarteles a exigir la intervención militar y las organizaciones obreras y las corrientes que se proclaman socialistas miraban para otro lado.
¿Cómo hará mañana el soldado raso para “defender la democracia ” y la libertad de la clase obrera y los explotados si estos lo dejaron solos en los cuarteles, a cargo de los oficiales asesinos, apoyados por enormes masas reaccionarias ?
La política traidora del stalinismo, de frentes populares y de colaboración de clases, ya provocó centenares de derrotas en el siglo XX en América Latina en particular: Chile, Uruguay, Bolivia, Argentina ensangrentada… Es que a la democracia se la defiende con el método de la revolución proletaria. El sometimiento de los obreros a los burgueses, por más “progresistas” que estos se vistan, significa el agua que apaga el fuego. Significa la renuncia a la lucha por sus demandas, por su trabajo digno, por su salario, por su techo, por su salud, por la educación de sus hijos, porque una sola de estas demandas hace que el burgués “democrático” abandone la unidad y su “lucha por la democracia”. Le ata las manos al proletariado al no atacar la propiedad de los capitalistas, que es la única posibilidad de que este le dé a las clases medias arruinadas y desesperadas una salida a su crisis.
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Así son los “frentes democráticos”, esa pérfida política traidora de mencheviques, stalinistas, y ahora de los renegados del trotskismo, verdaderos “Judas” entregados a los regímenes burgueses en los que viven y abrevan en sus parlamentos burgueses o en sus poltronas de burócratas sindicales.
La última palabra no está dicha. Con la asunción de Lula, el imperialismo encuentra el gobierno que necesita para este momento para contener a las masas, mientras mantiene en las calles a las fuerzas reaccionarias dispuestas a blandir el látigo si el “frente democrático” no logra derrotarlas antes. Una trampa mortal.
15 de noviembre de 2022
La embajada yanqui y las transnacionales disciplinan a su agente Bolsonaro para que reconozca la victoria opositora, mientras este sostiene a las clases medias movilizadas
Biden y la embajada norteamericana dieron la orden:
Ahora gobierna Lula-Alckmin
Para terminar de desorganizar las filas obreras e imponer el plan del FMI
Tras días de crisis política, el imperialismo dio la orden de que es el momento de que Lula-Alckmin sean los nuevos gerentes de sus negocios en Brasil. Para la burguesía, aceptar el desconocimiento de las elecciones que quiso imponer Bolsonaro hubiera significado un choque directo con las masas, con la posibilidad que irrumpiera la clase obrera que controlaba el frente de colaboración de clases, cuestión que ningún sector burgués pretendía que sucediera.
Como plantea el marxismo, el bonapartismo o el fascismo es el último de los gobiernos de la burguesía para mantener su poder. Allí arriesga todo. Por ello llama a su agente “democrático” progresista para que desorganice la ofensiva obrera antes de ir a un choque decisivo.
Por ello afirmamos que la embajada norteamericana dio la orden y disciplinó a todos sus agentes. Es la hora de Lula-Alckmin. Así se pronunció rápidamente el tribunal electoral, mientras los partidarios de Bolsonaro exigían que intervinieran las fuerzas armadas, desconociendo el resultado.
La clase capitalista reconoce que está impulsando un frente de colaboración con las organizaciones obreras. Sabe que estas pueden ver al gobierno “progresista” como un gobierno amigo e irrumpir con miles de reclamos. Debe entonces disciplinar a su agente “progresista”. Este debe jugar milimétricamente el rol de desorganizar la ofensiva obrera con frases dulzonas, “cantos de sirena” y concesiones de palabra, y atacar al ala izquierda del proletariado.
Para que esto sea así, y cada agente cumpla su rol, el régimen deja a las clases medias reaccionarias y amplios sectores de desclasados seguidores de Bolsonaro en las calles. Pero fundamentalmente, como ya lo está haciendo, prepara el sable y el látigo de sus generales y busca homogeneizar su casta de oficiales para prevenir toda sublevación de sus esclavos. De esto se trata la movilización reaccionaria de apoyo a los generales que organizó Bolsonaro, y la rendición anticipada de Lula que aceptaba que los generales cuenten los votos por orden del Tribunal Electoral.
Esto lo planteaba claramente Trotsky frente a la tragedia que significó el apoyo de los partidos socialistas reformistas y el stalinismo a la burguesía republicana en España en los ’30, lo que llevó a la masacre de la clase obrera de ese país a manos del franquismo. Trotsky afirmaba: “Cuando la burguesía se ve obligada a firmar un pacto con las organizaciones obreras por medio de su ala izquierda, tiene más necesidad que nunca de su cuerpo de oficiales para hacer contrapeso, ya que de lo que se trata es de la protección de la propiedad privada, es decir, de lo más importante.” (León Trotsky, “Carta al SI-Sobre el Frente Popular en España)” Sin duda alguna que hoy el imperialismo le deja la seguridad de sus negocios a Lula, controlado por la casta de oficiales y las clases medias reaccionarias en las calles.
Lula da garantías a las clases dominantes de que hará un gobierno de unidad nacional y defenderá hasta el último centavo del imperialismo en el banco central. Meirelles será su ministro de finanzas, un gran burgués del Banco de Boston en Brasil, hombre de confianza de Wall Street y la City de Londres. El vicepresidente Alckmin es el hombre de la gran burguesía paulista… Y no siendo suficiente con esto, luego de su victoria, Lula afirmó que “iba a gobernar para todos los brasileros, con todos los gobernadores, y en acuerdos y pactos parlamentarios con ‘la derecha’, que tiene mayoría absoluta en el parlamento”.
¡Vaya gobierno “progresista”! Llamaron a las masas a votar a un hombre que supuestamente iba a luchar por los trabajadores, por la libertad y por la independencia nacional, y lo que obtuvieron fue un gobierno de banqueros y oligarcas, que gobernarán con pactos con el bolsonarismo en el congreso, apoyado en las fuerzas armadas y lo más rancio de la justicia burguesa de Brasil. Una trampa.
La IV Internacional se forjó en los ’30 combatiendo contra esta siniestra política del stalinismo de apoyar a los “imperialistas democráticos” o a los “gobiernos progresistas”. ¿Cómo enfrentar a los capitalistas y sus gobiernos y derrocarlos con el método de la guerra civil, si tratamos de “progresista” y “amigo” al gobierno de turno? El apoyo a estos frentes significa renegar de derrocarlos revolucionariamente. Una traición. El que le entrega aunque sea la uña del dedo meñique a la burguesía le “vende el alma al diablo”.
Como decimos en la introducción de este trabajo de Brasil, los liquidadores del trotskismo no han dejado ni rastros del bolchevismo y la IV Internacional. Y le preparan, con esta nueva oleada de gobiernos de colaboración de clases, agentes del imperialismo en el continente americano, nuevas derrotas al proletariado, si antes no se pone de pie un partido revolucionario que le dispute al reformismo las capas más perspicaces y avanzadas de la clase obrera y la juventud rebelde.
¡Hay que preparar a la clase obrera para romper todo sometimiento a la burguesía y a gobiernos de colaboración de clases! Ese es el único camino para que el proletariado, con un programa de ataque a la propiedad de los capitalistas, el imperialismo y el FMI, le demuestre que ella, expropiando a los expropiadores del pueblo, puede resolver la ruina de las clases medias y de todas las capas explotadas de la sociedad. Esa política independiente del proletariado vaciaría rápidamente el apoyo con el que cuentan Bolsonaro y las fuerzas reaccionarias de Brasil.
Los intereses de la clase obrera y la burguesía son divergentes. En las cuestiones clave, forman un ángulo de 180º y solo puede paralizar la fuerza de la clase obrera.
Nuestra lucha inmediata: combatir por una estrategia independiente y revolucionaria para la clase obrera brasilera. La condición para la victoria es romper con la burguesía y sus partidos capitalistas que someten y aíslan a la clase obrera de sus aliados del campo y la ciudad. ¡Paso a la unidad obrera, campesina y popular!
Para conquistar la tierra, el techo y el pan. Para que la clase obrera y los explotados vivan, el imperialismo debe morir ¡Fuera el FMI! ¡Fuera el imperialismo! ¡Hay que expropiar a los expropiadores del pueblo!
Hay que unir las filas obreras y conquistar una estrategia independiente y revolucionaria para la clase obrera brasileña, que le declare la guerra a las direcciones colaboracionistas que los someten a sus verdugos y le defienden los intereses a las transnacionales.
¡Basta de izquierda reformista y colaboracionista sirviente del imperialismo!
Ya es hora de poner en pie un partido revolucionario, bajo el legado de León Trotsky y el joven Mario Pedrosa, que retome los combates de los trotskistas internacionalistas que en los ’30 dejaron un gran legado a la clase obrera brasilera y latinoamericana. |