Sobre la imposición de la “Ley de Dios” las burguesías radicales islámicas aterrorizan a las masas para mantener su control y cuidar sus negocios

En los últimos días, en la ciudad de ad-Dana, provincia de Idlib al norte de Siria, los casos de abusos y violaciones por parte de un “shej musulmán radical” a niños menores de edad, ha causado una gran conmoción entre la población. Esta provincia, cercana a la frontera con Turquía, está bajo el control de Jabhat al-Nusra con el nombre de Estado Islámico de Iraq y el Sham y esta fracción de la burguesía islámica impone el terror a las masas sirias haciendo cumplir, fusil en mano, la “ley de Allah (dios)”, persiguiendo y ejecutando a todo aquel que se niega a someterse a esas reglas.

Crecía tanto el odio y los rumores de que las masas descontentas se iban a manifestar en la ciudad, que el propio “Estado” del Frente al-Nusra apresó a su hombre, lo juzgó y lo ajustició. Pero eso no dejó satisfechos a los habitantes de la ciudad, quienes se manifestaron marchando contra el Estado, porque no se trataba solo del caso de un violador, sino que venían acumulando el odio de la opresión de más de dos años de masacres, traiciones y calumnias a su revolución. Los padecimientos de las masas son inauditos. La carestía de la vida se ha incrementado en un 400% y, para sostener esta situación y controlar aterrorizando a las masas las direcciones “extremistas”, en nombre de Allah han suprimido por completo hasta las más mínimas de las libertades democráticas de las masas.

Entre otras cosas, en el “Estado Islámico” están terminantemente prohibidas las movilizaciones y también el uso de todo tipo de instrumento musical. Como la protesta en ad-Dana se realizó con las masas portando sus rifles y entonando cantos y haciendo sonar los "darbakah" (pequeños tambores) en contra del Estado, las guardias islámicas largaron la represión. Bajo el fuego cruzado, tres soldados del “Estado Islámico” cayeron en el enfrentamiento y la represalia no tardó en llegar: al día siguiente la guardia islámica capturó a tres de los más conocidos organizadores de la marcha y fueron ajusticiados públicamente; sus cabezas fueron cortadas y todavía hoy las exhiben en el centro de la ciudad diciendo que "el que no acepta el camino de Dios será penado con la muerte".

Movimiento de Obreros Voluntarios Internacionalistas