Ucrania - 3 de abril de 2022
Las condiciones internacionales
y la guerra de Ucrania
Por el Comité Redactor de “El Organizador Obrero Internacional”
La relación entre la Europa de Maastricht y EEUU en medio de la catástrofe y el crac de la economía mundial
Esta grave crisis que se abre en Maastricht y en el Este europeo comenzó cuando Biden dijo: “Ucrania es de la OTAN” y esta gustosa aceptaba serlo. Para Putin esto fue la gota que rebalsó el vaso porque significaba que Ucrania, al igual que Bielorrusia, quedara como Letonia, Lituania, Estonia y el Glacis europeo: bajo el mando yanqui y con EEUU cercando a Rusia.
Esto sucedía cuando estaba terminándose de construir el gasoducto Nord Stream II que configuraba un enorme salto en la relación de Rusia con la Europa imperialista de Maastricht, que está bajo el mando del eje franco-alemán.
Fueron los yanquis los que, con su ofensiva pro-OTAN en Ucrania, patearon el tablero de esta “comunidad de negocios” de Europa. El eje franco-alemán había conquistado su espacio vital y una división del trabajo en las últimas décadas no solo en Maastricht sino en toda Europa, sacando las materias primas de Rusia en particular. Este espacio vital del eje franco-alemán conspiraba y conspira, a cada paso, contra la supremacía norteamericana en el planeta. EEUU largó entonces su ofensiva en Europa apoyándose en su fortaleza, la que le dio la guerra, es decir, la OTAN, que logró una enorme expansión hacia el este europeo, apuntando con sus cañones a Rusia.
En el mapa de los 30 países que pertenecen a la OTAN, podemos ver que 14 de ellos son ex repúblicas soviéticas sometidas y controladas como colonias o semicolonias por EEUU. La OTAN, “Organización del Tratado del Atlántico Norte”, se puso en pie a la salida de la Segunda Guerra Mundial. A través de ella, EEUU se ubicó como “el garante militar” de los países de la Europa imperialista. Había sido el vencedor de la Segunda Guerra. Por este resultado, Alemania, que había sido derrotada en la guerra, no se podía armar y quedó sometida a la OTAN bajo el mando militar del imperialismo angloyanqui.
Mientras tanto, EEUU le dejaba al stalinismo el control de las masas del Este europeo hasta Rusia, a condición de que este salvara de la revolución a la Europa imperialista que salía totalmente en bancarrota de la guerra.
Esta situación cambió radicalmente a partir del ’89, cuando se terminó de definir históricamente el doble carácter de la Segunda Guerra Mundial, que incluía imponer la restauración del capitalismo en la URSS, cuestión que no se logró con los tanques de Hitler sino con el dólar y las finanzas de Wall Street.
En el ’89 Alemania salió unificada, con el poderío de su industria pesada metalmecánica y de alta tecnología, y junto a Francia cerraron la Europa imperialista y abrieron sus fronteras interiores para imponer un libre comercio que incluía un “patio trasero” en los países del Glacis, con maquiladoras y mano de obra esclava, y la succión de las enormes fuentes de materias primas, de energías, alimentos y minerales a la “gran” Rusia, en sociedad con los oligarcas y la burguesía de Putin, acompañando paso a paso la ofensiva yanqui en todos los ex estados obreros.
Francia y Alemania en particular comenzaron a controlar el mercado europeo, a la vez que se disputaban con EEUU la colonización de los ex estados obreros del Glacis. Los yanquis les fueron imponiendo a cada uno de estos países que ingresen a la OTAN para controlarlos políticamente, mientras estos también se integraban a la Unión Europea.
Con el control de la OTAN, los yanquis hacían valer su peso en la economía europea y con los negocios de Wall Street capturaban las inversiones y los excedentes financieros de los bancos europeos. Tal es así que en el estallido de la crisis económica de 2008, el 70% de los activos de los bancos en Europa se perdieron, pues estaban en Wall Street.
Así se articulaba el mercado común europeo de conjunto y de esta forma se relacionaba con la economía mundial que está bajo la hegemonía norteamericana.
Todo parecía estar bien hasta que estalló el crac económico mundial. La crisis de 2008 y de 2019-2020, que golpearon al plexo a EEUU, llevaron a Europa a cerrarse más y más. El mercado europeo y mundial se achicó.
Los piratas de Maastricht también comenzaron a hacer acuerdos paralelos con Pekín intentando fortalecer el comercio y sus inversiones en China como bloque europeo. Esto abrió una disputa abierta de EEUU contra Maastricht, por y contra China.
Así apareció Trump “a las patadas” en la economía mundial, subiendo los aranceles de los productos europeos para que ingresen a EEUU, mientras le exigía a Europa que abra sus mercados, como los yanquis lo habían hecho con las empresas de Europa instaladas en México y Canadá vía el TLC. Así estallaba una guerra comercial abierta por Europa, por China y por el conjunto del mercado mundial.
Eso llevó a Alemania a profundizar, junto a Francia, sus relaciones con Rusia en el terreno económico y político. De esto se trató la construcción con empresas alemanas del gasoducto Nord Stream II que va directo de Rusia a Alemania, lo que la convertiría a esta en la gran distribuidora de gas a toda Europa y le daría independencia energética estratégica, acoplando a su economía las fuentes de materias primas rusas sin tener que pasar por el gasoducto de Ucrania controlado por la familia Biden ni por el del Cáucaso, que vía Turquía va al Mediterráneo, y está controlado también por EEUU.
Así, entre la crisis yanqui y una Europa que avanzaba más y más hacia el este europeo, las relaciones de esta con EEUU llegaban ya a un nivel insoportable.
El Nord Stream II ya estaba terminado al inicio de esta guerra. El presidente del consorcio del Gazprom que construyó ese gasoducto es el ex Primer Ministro alemán, Schröder.
El gasoducto ya estaba listo para funcionar. En la disputa del mercado europeo EEUU no podía permitirlo. Esta vez, el stalinismo y la izquierda reformista mundial que primero apoyaron a Obama y luego a Biden, se rompieron los dientes cuando pregonaban las bondades “democráticas” de los bandoleros y piratas del Partido Demócrata yanqui: fue Biden quien pateó todos los acuerdos prexistentes y llevó hasta el final la guerra comercial que había iniciado Trump, y fue quien hizo valer el peso de la OTAN y de su control militar de Europa para imponer que ese gasoducto, el Nord Stream II, no se abría. Y así está hoy, cerrado. Pero no por las tropas de Putin, sino por el embargo impuesto a Rusia por EEUU. Así, este quiere seguir proveyendo de gas envasado a Alemania, que a su vez lo tiene que pagar mucho más caro.
La interrupción del Nord Stream II fue cortar un hilo decisivo de la organización del trabajo europeo desde Portugal a Rusia, puesto que los otros gasoductos y oleoductos los controla EEUU.
Maastricht ya estaba por completar su espacio vital en Europa, por el cual Alemania fue a dos guerras mundiales. Desde el año 2008 EEUU intenta impedir esto, primero con Obama y luego con Trump. Hoy con Biden logró imponerlo, utilizando el peso de la OTAN y la guerra. EEUU se interpuso entre Maastricht y Rusia con la OTAN y con el control militar que ejerce en los países del Este europeo.
Con esta ofensiva yanqui se rompió el equilibrio político, económico y militar de Europa, cuestión que trajo enormes consecuencias para la política y economía mundial.
Por eso la guerra de Ucrania tiene entonces un segundo carácter que es clave: EEUU fue a romper el pacto del eje franco-alemán con Rusia. Insistimos, Biden no podía permitir que Alemania y Francia terminen de construir su espacio vital europeo en el medio de un marasmo capitalista solamente comparable con la crisis de los años ’30.
La Segunda Guerra Mundial se dio por esta misma situación: Alemania invadió Francia y luego la URSS porque opinaba que si ejercía su control desde Portugal hasta las estepas rusas, se convertiría en el imperialismo dominante a la salida de la guerra. La Segunda Guerra Mundial fue porque EEUU no aceptó ni que Alemania controle Europa ni que Japón haga lo mismo en el Pacífico. Los yanquis iban por todo el mercado mundial en una guerra de piratas contrarrevolucionarios por el dominio del planeta y sus zonas de influencia.
Esa guerra la ganó el imperialismo angloyanqui y aún en el siglo XXI hace valer el reparto del mundo que surgió de ella. De eso se trata el grito de EEUU de que Ucrania ingrese a la OTAN: ser ellos los que cercan a Rusia en sus fronteras y los que ponen detrás suyo a la Europa de Maastricht.
El año ’89 tuvo una paradoja: Alemania, que había sido derrotada en la guerra, surgía unificada y junto a Francia reconstituía un espacio vital en Europa y avanzaba a ser la potencia imperialista que más se benefició de la restauración capitalista en la URSS.
La posición de Biden de “Ucrania es de la OTAN” fue también un duro golpe a las pretensiones del eje franco-alemán, que ubicó nuevamente a EEUU en el Este europeo, intentando llegar a las fronteras mismas con Rusia, haciendo estallar no solo el Nord Stream II, sino también el pacto de Alemania y Francia con Putin y los negocios de este en Europa.
Este es el doble carácter de la ofensiva yanqui, que le ha provocado a Europa una enorme crisis y ha desestabilizado, como ya dijimos, todo su equilibrio político, económico y militar.
EEUU va por lo suyo y sometió, por ahora, a regañadientes al eje franco-alemán. Las potencias imperialistas menores como España, Italia y Portugal se plegaron rápida y plenamente al plan yanqui, demostrando que tienen enormes lazos financieros con la City de Londres y Wall Street.
Durante estas semanas de guerra en Ucrania, Alemania suspendió el Nord Stream II, no sin antes incautar y estatizar la filial alemana del Gazprom, mientras sigue recibiendo el gas ruso, aunque ya ha anunciado que ha iniciado el camino a la independencia energética de Moscú.
Que el eje franco-alemán acepte subordinarse provisoriamente al plan de EEUU, no significa que no vaya a ir agresivamente a la disputa por las fuentes de materias primas, commodities y minerales de Rusia y las ex repúblicas soviéticas.
Alemania ya ha anunciado un enorme aumento de su presupuesto militar en más de 100 mil millones de dólares. A no dudarlo, que con su alta tecnología armará en cuestión de semanas o meses uno de los ejércitos más poderosos de Europa.
EEUU, como planteaba el marxismo revolucionario, entró al control del mundo como un volcán en erupción para apropiarse del mercado mundial con sus enormes fuerzas productivas. Así logró ser uno de los grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial por el reparto del mundo, inclusive sometiendo a Inglaterra, que aceptó rápidamente esa relación de fuerzas establecida a mediados del siglo XX.
Los piratas de Wall Street son los que encabezaron la restauración capitalista en la URSS, China, Vietnam…
Y ahora, en el siglo XXI, con la caída del Pacto de Yalta y en el medio de la enorme catástrofe y crisis que ha provocado el capital parasitario de los países imperialistas a la economía-mundo, EEUU como potencia dominante intenta mantener su hegemonía. Pero esto solo lo puede hacer lidiando con sus competidores, impulsando guerras comerciales y aventuras militares e inclusive, con guerras regionales y continentales por las zonas de influencia.
El imperialismo yanqui se mantiene como el primus inter pares de las potencias imperialistas partiendo Europa, cercando con un bloque del Pacífico a China, a través de una mini OTAN que está poniendo en marcha alrededor de su base militar en Japón y Australia, controlando primero militarmente y luego con sus agentes las rutas del petróleo de Medio Oriente, y manteniendo sometido a su “patio trasero” latinoamericano.
Estas relaciones interimperialistas reafirman la tesis leninista de que si a un imperialismo o a un bloque imperialista le va bien, al otro le tiene que ir mal. La economía mundial no basta para todos. Son bandidos saqueando zonas de influencia.
Si en el ’89 con la restauración capitalista las venas escleróticas de un sistema en bancarrota recibieron sangre fresca, ahora en medio del marasmo de la economía mundial, el imperialismo necesita quedarse con esos mercados internos construidos y moldeados por las fuertes inversiones imperialistas en China y Rusia.
Por eso, desde el punto de vista estratégico, podemos decir que los bombazos de Ucrania son los primeros destellos de la próxima guerra mundial, si el proletariado no lo impide. Es que lo que está en cuestión es qué potencia imperialista termina de quedarse con los nuevos mercados de Rusia y China.
Allí existen, producto de la restauración capitalista, poderosísimas burguesías nacionales. Estas se enriquecieron, por un lado, por la sociedad que mantienen con el imperialismo y sus inversiones en esos países, aprovechando las ventajas comparativas de los mismos, y por el otro, controlando las empresas estatales de servicios y materias primas con las que abastecen a las transnacionales en China o que exportan a nivel mundial como es el caso de Rusia.
Ser el capataz y explotador directo de centenares de millones de obreros chinos incorporados a la economía mundial capitalista, le da un poder a estas burguesías nacionales, que solo el imperialismo podrá quebrar tirándole mil y una crisis y con guerras. Repetimos: con guerras.
La cuestión es clara: si el eje franco-alemán sigue imponiendo su impronta y consolidando un espacio vital en Europa y si EEUU pierde el control de las rutas comerciales del Pacífico, se iniciará la decadencia del imperialismo norteamericano. Pero ninguna potencia imperialista se retira pacíficamente del planeta y eso es lo que estamos viendo en furiosas guerras comerciales, que no dejan de profundizarse, y en guerras de ocupación y anexión.
Desde este punto de vista es que decimos que, por un lado, Ucrania es un peón que entregan los yanquis para romper la división del trabajo del eje franco-alemán en Europa y, por el otro, una Ucrania masacrada y aplastada es una buena ruta para EEUU para cercar Moscú.
Por ello EEUU solo manda armamento defensivo a Ucrania, para con un gran cinismo permitir que esta sea aplastada por las tropas de Putin, pero sin que este gane la guerra. Biden prepara un nuevo pacto de partición de Ucrania, que quede tutelada por la OTAN y los yanquis, con la “gran” Rusia recibiendo como premio el Donbass y Crimea, pero cercada económicamente por una feroz guerra comercial. No podemos descartar tampoco que el imperialismo transforme a Ucrania en un pantano para que el ejército ruso se hunda en él. En esta guerra, en la que EEUU no pelea, nunca pierde. La que pierde, en primer lugar, es Ucrania y su clase obrera, quienes quedan aplastadas por el cerco de la OTAN y la masacre del garante de los negocios del imperialismo en Ucrania: la asesina burguesía “gran” rusa.
Con la actual ofensiva política y cerco económico contra Rusia, como vemos hoy, con esta feroz guerra comercial que lleva a un nivel superior la que iniciara Trump, los yanquis buscan decantar un agente directo pro-yanqui al interior de la “gran Rusia”. Como EEUU va por todo, ya no necesita un agente indirecto como lo es el gobierno de Putin y sus oligarcas, que son grandes socios en sectores clave de las fuerzas productivas manejadas por el Estado ruso.
El mercado mundial se ha achicado. En 20 años del siglo XXI, tres cracs han evaporado más de 90 billones de dólares de la economía-mundo. Wall Street ha subsidiado, con miles de millones de dólares, a las grandes transnacionales y bancos en crisis y en bancarrota, tal como lo hizo Maastricht. Los capitalistas se han gastado y consumido beneficios que el trabajo humano aún no ha producido.
Las crisis recurrentes de las bolsas demuestran la desvalorización del capital, sostenido de forma ficticia por créditos a tasa cero de interés, como repartieron los bancos centrales de Europa, Japón y EEUU en los últimos años. Con una enorme emisión de dólares, salvaron a las transnacionales y banqueros en crisis.
La búsqueda de nuevas monedas que garanticen el valor del capital frente a un peligro inflacionario en el medio de una feroz recesión, crea, por un lado, tendencias permanentemente a la debilidad del dólar, y por el otro, empuja a que EEUU tenga una política totalmente agresiva con sus competidores y en el mundo colonial que oprime y saquea.
Las fuerzas productivas bajo el control de esta podrida economía capitalista mundial, ya se han constreñido a grados extremos, mientras millones de hambrientos no encuentran ni una cama en un hospital, ni un banco de escuela, ni una casa ni un país donde sobrevivir.
Mientras la Europa imperialista de Maastricht buscaba convivir pero a la vez rapiñarse jugosas ganancias de sus fuentes de materias primas a la Rusia de los grandes oligarcas y multimillonarios, la más grande superoligarquía financiera mundial de Wall Street y la City de Londres quieren ser ellos los oligarcas… también de Moscú. De allí el ensañamiento con esa burguesía “gran” rusa, el cerco y el robo a sus millones y riquezas acumulados. Son bandidos disputándoles los negocios y ganancias a los nuevos ricos de Rusia que son tan opresores, contrarrevolucionarios y enemigos de la clase obrera, como los que hoy pretenden quedarse con sus riquezas.
Si la ofensiva angloyanqui no ha avanzado aún más contra sus competidores y los pueblos que oprimen es porque la clase obrera norteamericana y europea no se lo permiten. Han tenido que salir de Irak y Afganistán porque enormes movimientos contra la guerra en Europa y EEUU y un enorme combate de las masas de Medio Oriente fue lo que frenó semejante ofensiva contrarrevolucionaria que pretendía el imperialismo.
En estas condiciones, el imperialismo concentró todas sus fuerzas en Siria y Ucrania. En Siria, para aplastar a las masas y cortar la cadena de revoluciones que amenazaba con barrer al estado de Israel e incendiar inclusive todo el Mediterráneo. Masacraron al pueblo sublevado, desangraron a la nación siria, la partieron y la ocuparon con Putin, Turquía y los yanquis, utilizando los buenos servicios del fascista Al Assad.
También volcaron sus fuerzas a Ucrania. Utilizaron a Putin en el pacto de Minsk para partir esa nación y quedarse con los negocios del gas, expropiando los levantamientos de masas del año 2014. Impidieron así la unidad de la clase obrera del este y el occidente europeo, y por otro lado, EEUU no ha permitido que Francia y Alemania consoliden su espacio vital en toda Europa.
De imponerse esta victoria contrarrevolucionaria en Ucrania, en la que el imperialismo está empeñado desde hace años, como ya se impuso en Siria, los piratas imperialistas quedarán con las manos mucho más libres para ir a nuevas ofensivas militares y también para redoblar su ataque contra la clase obrera de los países centrales.
Al igual que en el siglo XX, en este siglo XXI las masas no han dejado de pelear...
Es la crisis de dirección la que le cierra a la clase obrera el camino a la victoria
No ha sido la fortaleza de los ejércitos imperialistas que tuvieron que huir, como ya vimos, de Irak y Afganistán, lo que ha detenido las enormes acciones revolucionarias de masas que se dieron en estas dos décadas del siglo XXI.
En América Latina dos oleadas de lucha de masas fueron desviadas por las direcciones traidoras y su pérfida política de colaboración de clases. Primero fue con la estafa de la “Revolución Bolivariana” y ahora es de la mano de la así llamada “Nueva Izquierda” que ha constituido gobiernos de colaboración de clases vestidos de “izquierda”, que son agentes directos del imperialismo, como es el de Castillo en Perú, Boric en Chile, Arce en Bolivia y los que se preparan en Brasil con Lula y en Colombia con Petro. Estos gobiernos vienen a aplicar los peores planes del imperialismo, luego de sacar a las masas de las calles con “cantos de sirena”.
También el imperialismo intentó salidas fascistas y contrarrevolucionarias como fue el golpe en Bolivia en 2019 y testear las condiciones para ello en Brasil, como hicieron con Bolsonaro.
La burguesía utiliza a todos sus agentes, el imperialismo yanqui en particular, para controlar su “patio trasero”.
La gran traición del stalinismo deviniendo en nueva burguesía en Cuba, aplastando la sublevación de obreros hambrientos como hicieron en julio de 2021, es un hito de los tiros por la espalda que recibió la clase obrera de América Latina y de EEUU en su combate contra el imperialismo.
El desvío de las oleadas revolucionarias de masas de estos últimos años es lo que prepara las condiciones para nuevas ofensivas contrarrevolucionarias directas por parte del imperialismo y sus regímenes en el continente.
Hemos visto a los renegados del trotskismo ser parte de todas estas trampas y fraudes contra la clase obrera y llamar a apoyar abiertamente a estos gobiernos de colaboración de clases que impulsan el stalinismo, las burocracias sindicales y las fracciones burguesas de izquierda para engañar a las masas, sacarlas de las calles y que las fuerzas represivas aplasten y encarcelen a lo mejor de la vanguardia revolucionaria, como vimos en Colombia, Chile, Bolivia y Perú.
También fue siniestro el rol que jugaron las direcciones reformistas frente al levantamiento revolucionario de los EEUU, con la clase obrera norteamericana luchando con piquetes, huelgas, combates en las calles, etc. con la consigna de “disolución de la policía” y “sin justicia no hay paz”.
Pero no fue el gobierno archireaccionario de Biden ni los “socialistas democráticos” farsantes de Sanders y Ocasio-Cortez los que diluyeron y controlaron este ascenso de masas, sino que fue el stalinismo y los ex trotskistas los que actuaron como sirvientes de izquierda de los piratas yanquis llamando a apoyar primero a Sanders y luego a Biden… “contra el fascista Trump”. Hoy estas direcciones se quejan y gritan todos juntos “¡Fuera la OTAN!”… “¡Fuera los yanquis!”… “¡Basta de Biden!, cuando fueron estas las que llamaron a apoyarlo abiertamente en EEUU, sacando a las masas sublevadas de las calles.
Biden no es más que un nuevo Trump que viene a impulsar su ofensiva contrarrevolucionaria a nivel internacional en un terreno mil veces superior y a gran escala.
Es la crisis de dirección revolucionaria de la clase obrera la que ha permitido estas aventuras militares y estas políticas contrarrevolucionarias de ataque brutal a las masas por parte del imperialismo y sus regímenes.
Prueba de lo que aquí decimos son los sindicatos y organizaciones obreras que están en manos del stalinismo, reciclado por los capitalistas y sus regímenes, que lo preservaron luego del ‘89 para que controlen como policía interna al movimiento obrero mundial. Ellos son los que les han dejado las manos libres a los gobiernos y regímenes contrarrevolucionarios de Pekín y Moscú, para que sean los verdaderos gendarmes y guardianes de los negocios de los capitalistas en los cinco continentes. Y lo pueden ser porque ellos se asientan en las derrotas históricas y estratégicas que le han propinado a sus propias clases obreras, luego de entregar y traicionar la revolución socialista en Occidente durante todo el siglo XX.
Estos gobiernos como el de China y Rusia se sostienen también en el apoyo que le brindan todas las direcciones traidoras a nivel internacional. En la primera década de este siglo, lo hicieron pregonando la infamia del “socialismo del siglo XXI” y el “socialismo de mercado”. Luego, cuando se sacaron la careta en Siria apoyando al fascista Al Assad y al asesino Putin, o al gobierno stalinista de Pekín que llegó a aplastar más de 200 mil revueltas de las masas chinas, cambiaron de mentira. Ahora se dedican a presentar a estos gobiernos como los sostenedores de un “mundo multipolar” que supuestamente debilita a la hegemonía norteamericana. ¡Como si un mundo de múltiples polos contrarrevolucionarios le sirviera en algo a la clase obrera y a los pueblos oprimidos! ¡Farsantes!
Ayer stalinistas, burguesías nativas estafadoras de sus pueblos, renegados del trotskismo y burocracias sindicales varias pusieron en pie el así llamado “frente antiterrorista”. Se juntaron en Túnez en 2013 y 2014 para plantear que “en Siria había que aplastar al terrorismo”. Así dejaron que al Assad, Putin, Erdogan y los propios yanquis masacren sin piedad y cometan un genocidio en Siria. Son los responsables de haber aislado a la clase obrera y las masas sirias y de Medio Oriente del proletariado internacional.
Ahora en Ucrania, son “neutrales”, predican la “paloma blanca de la paz” o sostienen abiertamente a Putin con la mentira de que este marcha a “aplastar al fascismo de Kiev”… El gobierno de Putin, lleno de fascistas y de fuerzas contrarrevolucionarias, que ha tomado medidas y leyes antihuelgas y antiobreras que harían empalidecer a Hitler, no es para nada irreconciliable con los fascistas de Kiev, con quienes gobernó con sus oligarcas amigos desde el año ’89.
Putin fue a destrozar a la nación ucraniana; fue a aplastar a su pueblo para desde allí negociar su relación con las potencias imperialistas de la OTAN y con EEUU en particular.
Con la restauración capitalista, las masas de los ex estados obreros fueron aplastadas y sacadas de escena. Hoy cuando vuelven a entrar al combate, como en Bielorrusia y Kazajistán, y ayer en Rumania, Georgia, Kirguistán y Ucrania, estas corrientes las acusan de ser “agentes del imperialismo”, tal como calumnian a los miles de obreros y jóvenes que ganan las calles en Moscú y en distintas ciudades de Rusia para frenar la masacre de Putin contra sus hermanos de Ucrania.
El imperialismo no solamente cuenta con la lacra stalinista devenida en nueva burguesía como socia para el saqueo de las riquezas de China, Rusia, Vietnam y ahora de Cuba, sino también con todas las direcciones traidoras del proletariado mundial que los apoyan. También cuentan, como hemos visto, con los renegados del trotskismo que rompiendo con la IV Internacional y su legado, los sostienen a todos ellos por izquierda.
Esto último significa la más grande derrota y crisis de la subjetividad del proletariado internacional. Basta ver a los renegados del trotskismo junto a los partidos de la monarquía como Podemos en el Estado Español, sosteniendo al imperialismo francés o apoyando a Lula y su frente con la burguesía en Brasil. Estas corrientes que pregonan el “socialismo”, le organizaron la “internacional” al multimillonario Sanders, que le dio sus votos y el apoyo de la clase obrera norteamericana a Biden. Ni hablar de la política cretinamente parlamentarista y desorganizadora de la vanguardia obrera del FIT-U en Argentina. Todos ellos se reunieron en La Habana para apoyar al ala izquierda del castrismo que entrega la revolución cubana, mientras sostienen abiertamente al fascista Al Assad y a Putin causantes de las carnicerías en Siria y Ucrania.
Semejantes traiciones cometidas en nombre de la IV Internacional, que incluyen el apoyo descarado a gobiernos burgueses antiobreros, agentes directos del imperialismo, como los de la “nueva izquierda” en América Latina, como ayer hicieron con Syriza en Grecia, es el golpe más duro propinado al ala izquierda de la clase obrera mundial en las últimas décadas.
Estas corrientes han hundido en el pantano de la colaboración de clases a las limpias banderas de la IV Internacional. Sostienen y llamaron a apoyar al gobierno de Boric, que puso como ministro de finanzas al hombre de confianza de Wall Street, que Piñera había puesto en el Banco Central. Llamaron a votar a Castillo y su frente de colaboración de clases en Perú, que ha atacado abiertamente a las masas y lanzado un verdadero plan de carestía de la vida que ni el mismo Fujimori se hubiera animado a implementar. Se preparan para apoyar al PT en Brasil, que mantuvo controladas a las masas durante el gobierno de Bolsonaro.
El revisionismo ha puesto a la IV Internacional como parte del bloque de las direcciones que vienen a salvar al sistema capitalista y no a luchar por la revolución socialista.
Esta junta de traidores, defensores de los negocios de Wall Street, la City de Londres y Frankfurt, hoy sostenidos por izquierda por los renegados del trotskismo, se ofende por el “atraso político” de los obreros ucranianos o sirios. ¿Qué quiere esta gente? Si ellos en nombre del “comunismo” y el “socialismo” apoyaron y sostuvieron abiertamente a los gobiernos que aliados a Moscú aplicaron los peores planes del imperialismo y el FMI en Ucrania. Y lo que es más grave aún: apoyaron al fascista Al Assad, sostenido por Putin, que cometió una verdadera carnicería contra las masas sirias, como no nos cansaremos de denunciar y sobre lo cual estas direcciones deberán rendir cuentas en la historia. No nos callaremos por más silencio que guarden los traidores.
Los que hoy se llenan la boca hablando “contra la OTAN”, son los que apoyaron al gobierno de la OTAN de Syriza en Grecia. Son los que entregaron la lucha de la clase obrera francesa que defendía las 35 horas de trabajo y enfrentaban los planes de flexibilización laboral contra el gobierno de la OTAN de la V República Francesa. Son los que, como ya dijimos, sostuvieron a Biden. Son los que entregaron la lucha revolucionaria de masas en Colombia y toda América Latina. Son los que apoyan abiertamente a los regímenes infames contrarrevolucionarios del Pacífico. Son los que desde el gobierno de Sudáfrica actúan como gendarmes con el ejército de Pretoria de todas las masas negras de África del Sur. Son los que salvaron a las empresas imperialistas que estaban arrinconadas por el ascenso revolucionarios de masas en Medio Oriente a partir de 2011.
De esto se trata la crisis actual de la clase obrera mundial: la sobreabundancia de direcciones traidoras que deshacen a cada paso lo que las masas construyen con su lucha y el pasaje ya abierto de los ex trotskistas a las filas del oportunismo y el reformismo.
Se vuelve imprescindible un reagrupamiento revolucionario de las filas de la clase obrera, bajo las banderas, el programa y la teoría de la IV Internacional y el bolchevismo, que han pasado la prueba de la historia.
El enojo de Putin con Lenin es un homenaje al programa revolucionario del bolchevismo y a su política frente a la cuestión nacional en particular. Y es una condena a toda la lacra y los desechos del stalinismo y a los entregadores de la IV Internacional que lo sostienen por izquierda.
En manos de la burguesía y el imperialismo toda la sociedad está amenazada con marchar a la barbarie, mientras los traidores del proletariado ya han proclamado y proclaman que el “socialismo no va más” y que “otro mundo es posible”, sin la revolución proletaria, sin que la clase obrera vuelva a intentar tomar el poder.
Hoy Ucrania se ha transformado en el test ácido clave de la lucha de clases mundial. Como ya hemos visto, en el movimiento marxista internacional se esbozan distintos programas y posiciones oportunistas y traidores frente a la guerra en Ucrania: los antidefensistas, los “neutrales”, los que apoyan abiertamente a Putin o los que piensan derrotarlo con el apoyo del imperialismo “democrático”.
Por un programa revolucionario frente a la guerra
Lo que no se ha escuchado en los debates y las posiciones de las corrientes que se reivindican de la clase obrera mundial, o se califican a sí mismas como “anticapitalistas”, es que defiendan las posiciones del bolchevismo, de Lenin y de la III Internacional sobre Ucrania.
Fueron los bolcheviques los que dieron un combate decisivo en defensa de las naciones oprimidas contra las pandillas imperialistas y las naciones opresoras. Tuvieron la valentía de enfrentar la primera guerra interimperialista al grito de “confraternización de los obreros en el frente de batalla y dar vuelta el fusil, para transformar la guerra en el inicio de la revolución socialista internacional en nuestros países”. Este programa hace rato que lo liquidó el stalinismo, y ni hablar también –para tragedia de la vanguardia del proletariado mundial– de las corrientes que renegaron abiertamente con la IV Internacional y su legado.
Ningún pueblo que oprime a otro puede liberarse a sí mismo. “El enemigo está en casa” debe ser el grito de guerra de todo obrero consciente de los países imperialistas que oprimen a los países coloniales y semicoloniales. En los países semicoloniales, la tarea central es expulsar al imperialismo y disputarle la dirección de la clase obrera a las burguesías nativas. Es que solo la clase obrera, aliada a los campesinos pobres, tomando el poder, podrá liberar a la nación de toda opresión.
A esta tesis revolucionaria marxista se redujo la política del bolchevismo que tomó el poder en 1917 en Rusia, que no solo luchó por la tierra para el campesino para establecer con él una alianza revolucionaria. No solo llamó a “dar vuelta el fusil” al grito de “el enemigo está en casa” durante la guerra. Sino que también dio una lucha despiadada contra los mencheviques y los SR de Rusia alrededor de combatir al chovinismo gran ruso y de poner todas las fuerzas del proletariado, los soviets y el Ejército Rojo para darle el derecho a la autodeterminación, e inclusive a la independencia, a las naciones oprimidas durante siglos por el zarismo.
Este programa y este combate fue un punto de apoyo fundamental para que el proletariado de las naciones oprimidas por el zarismo encabece, con los campesinos, la revolución socialista. Así surgió la URSS y la Federación de Repúblicas Socialistas.
Los trotskistas combatimos bajo las banderas de Lenin y Trotsky, de la III y la IV Internacional.
Nos colocamos incondicionalmente del lado de la nación ucraniana, aplastada e invadida por las tropas “gran” rusas. Estamos por la derrota militar de las tropas blancas contrarrevolucionarias, que están bajo el mando de Putin, el continuador de Anton Denikin, el comandante de las fuerzas contrarrevolucionarias de la Rusia zarista que emprendió una ofensiva para invadir Ucrania cuando los bolcheviques tomaban el poder.
Combatimos con la posición de Trotsky que planteaba que para frenar y debilitar la invasión de Alemania a la URSS en la Segunda Guerra Mundial, era clave sacarle la bota stalinista de opresión a Ucrania. En su pelea, los revolucionarios llamaban abiertamente a respetar el derecho a la independencia de la Ucrania soviética. Es que, de no ser así, el fascismo iba a encontrar base de masas producto de la desesperación de los explotados por liberarse de la opresión stalinista de Moscú. Por el contrario, una Ucrania independiente y soviética sería un bastión de combate contra Hitler y el fascismo.
Denunciamos que el imperialismo yanqui, con la OTAN, ha pisado Europa para tomar el mando de los bandidos imperialistas, que buscan llegar a quedarse con todas las riquezas de Rusia. Por ahora, le impuso al eje franco-alemán que lo sigan, bajo el mando de la OTAN.
La lucha clave contra la OTAN es el combate por derrotarla en EEUU, donde están sus verdaderos comandantes en jefe: el régimen asesino de Wall Street.
Para esto es imprescindible la ruptura de la clase obrera con Biden y los piratas del Partido Demócrata, continuadores de las guerras económicas, políticas y militares de Trump. La izquierda reformista norteamericana fue la que sometió a los trabajadores en lucha al Partido Demócrata para sacarlos de las calles.
¡Hay que volver al combate porque las vidas de las masas de Ucrania, de Medio Oriente y de la clase obrera mundial también importan!
Está en manos de los trabajadores norteamericanos poner nuevamente la moción de la disolución de la policía asesina de los obreros negros de Minneapolis y todo EEUU y de la misma manera, el combate por parar la máquina de guerra de la OTAN. Esta será una tarea de la clase obrera norteamericana armada en los consejos de obreros y soldados.
Los trabajadores de EEUU tienen una enorme experiencia en paralizar la máquina de guerra de la OTAN. Los combates por la derrota del imperialismo en Vietnam y la vuelta de sus soldados a casa, y el movimiento de la “marcha del millón contra la guerra” en Irak, ponen a la clase obrera norteamericana como un aliado central de los pueblos oprimidos invadidos por el imperialismo.
La tarea del momento es la lucha por expropiar sin pago la poderosa industria de guerra y de alta tecnología militar del imperialismo norteamericano, cercar a Wall Street y expropiar sin indemnización a la oligarquía financiera, ese 1% de parásitos que acapara el 50% de las riquezas del planeta, para poner esos fondos al servicio del trabajo, la salud, la educación y la vivienda de los obreros y el pueblo pobre de EEUU.
¡El enemigo está en casa! ¡Hay que transformar el combate contra la OTAN en guerra civil revolucionaria de clases!
Una lucha decisiva de los trabajadores norteamericanos en solidaridad con los obreros de Ucrania significaría un paso clave en el combate por la unificación de la clase obrera de ese país, para que tome la dirección de la guerra.
Los bandidos de Maastricht a cada paso han sacado sus uñas y han intentado negociaciones secretas con Putin, como lo hizo Macron o el gobierno alemán. Es que están arriesgando jugosos negocios por las sanciones a Rusia. Ahí está la candidata a presidenta de Francia, Le Pen, que es representante de un sector de la gran burguesía francesa, llamando a romper Maastricht, a hacer su “brexit”, mientras, como Trump ayer, apoya a Putin afirmando que no es ningún genocida. Es la voz de las grandes transnacionales francesas que tienen enormes inversiones y fabulosas fortunas extraídas de Rusia y ven que sin el gas ruso que llegue directamente a Alemania por el Nord Stream 2 pierde sentido un bloque con Frankfurt.
A la gran Alemania le han cerrado y cercado enormes negocios que tenía con Rusia. Alemania se ha negado a mandar armas a Ucrania, ni siquiera defensivas. A regañadientes, y buscando la primera oportunidad, no tendrá ningún problema en hacer acuerdos o romperlos, ya sea con los yanquis o con Putin, puesto que de negocios se trata. Ya ha anunciado que por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial armará su propio ejército con 100 mil millones de dólares de inversión.
Las direcciones de los sindicatos y las organizaciones obreras de Maastricht han sometido al proletariado a sus regímenes y gobiernos imperialistas. Una infame burocracia y aristocracia obrera que vive de las migajas que se caen de las superganancias obtenidas por el saqueo imperialista. El combate por romper toda política de colaboración con el Maastricht imperialista, el llamado a unificar la lucha y las demandas de la clase obrera europea con los trabajadores inmigrantes, la pelea por poner en pie una dirección revolucionaria de los sindicatos que garantice la unidad de las demandas y la lucha del proletariado europeo, es clave para combatir por derrotar a las potencias imperialistas de Maastricht y a la OTAN, cuestión que solo se logrará con la revolución de los consejos de obreros y soldados europeos.
Luchamos por el retiro inmediato de las bases militares y de las tropas contrarrevolucionarias de Moscú en las ex repúblicas soviéticas musulmanas, como en Kazajistán, y el retiro del carnicero Putin de Bielorrusia.
Llamamos a los obreros del Este europeo a unirse con los trabajadores de Maastricht, a luchar por sus intereses comunes de clase, enfrentando a la Europa imperialista y a los gobiernos de los países del Glacis, verdaderas maquilas de las trasnacionales europeas. Llamamos a ponerse de pie para exigir el retiro de las tropas de Ucrania e ir en ayuda de la clase obrera ucraniana.
El proletariado ruso tiene en sus manos la capacidad de paralizar, desde adentro, la máquina de guerra del chacal de Moscú. La burguesía empuja a los sectores más explotados de la clase obrera y las masas al frente de batalla para que sean los que mueran en la guerra de Ucrania. Los obreros de Rusia no ven al pueblo ucraniano como su enemigo. Este está en Moscú, y es el régimen infame de la restauración capitalista de Putin y su banda contrarrevolucionaria de súper millonarios. Confraternizar con los obreros ucranianos y pasarse con sus armas a la resistencia, es una tarea que los obreros conscientes deben organizar dentro del ejército opresor.
En Ucrania combatimos por el armamento generalizado de los trabajadores y el pueblo, cuestión que la burguesía ucraniana y el imperialismo se cuidan muy bien de que no suceda. Luchamos por poner en pie el control de los sindicatos y organizaciones de masas del armamento de los reservistas y de su preparación e instrucción militar.
Llamamos a los soldados a poner en pie sus comités para elegir a sus jefes y oficiales, para tomar en sus manos, junto con los comités obreros en cada fábrica y cada ciudad, la dirección política y militar de la guerra, comenzando por expropiar todos los negocios, tierras y empresas del imperialismo y de los oligarcas, socios del asesino Putin, en Ucrania. Llamamos a la nacionalización sin pago y bajo control obrero de las transnacionales y las grandes empresas de los oligarcas de Ucrania, para ponerlas a producir para ganar la guerra y para que el pueblo coma y viva dignamente. Llamamos a poner bajo control de las organizaciones obreras toda la industria y cadena de comercialización de alimentos y abastecimiento del pueblo.
¡Por un consejo nacional de obreros y soldados ucranianos que confraternice con los reservistas y soldados rasos rusos, la base del ejército de Putin, para frenar esa monstruosa máquina de guerra y que estos se pasen con sus armas al campo de la defensa de la nación oprimida y de sus hermanos de clase de Ucrania!
Confiar en que la OTAN, los gobiernos de los bandidos imperialistas de la Europa de Maastricht, los más grandes asesinos de los pueblos oprimidos, vayan a actuar como “tropas de liberación” de la nación ucraniana, o a armarla para que esta triunfe, es una utopía reaccionaria y un engaño brutal a los trabajadores. Los bandidos imperialistas de la OTAN y de Maastricht, mientras amplían la OTAN en el Este europeo, le han dejado Ucrania para que sea masacrada por Putin, para luego repartírsela. Así buscan quedarse ellos con los mejores negocios, cada vez más cerca de Moscú para luego ir por él.
Llamamos a los obreros portuarios y transportistas de todo el mundo al boicot a todo el armamento que vaya a fortalecer la máquina de guerra de la OTAN o de Rusia, y hacer llegar toda arma que vaya a fortalecer la resistencia de la nación ucraniana.
La clase obrera ucraniana tiene en sus manos el único camino para terminar con la masacre y para unirse con sus hermanos del Donbass. Este camino es levantar la demanda de “pleno derecho a la autodeterminación del Donbass” y la lucha contra los despidos y las privatizaciones que impulsan el imperialismo y los capitalistas de todas las minas de Ucrania. El camino a la unidad de la clase obrera ucraniana es también, y de forma decisiva, levantando un pliego de demandas que contenga como primer punto la ruptura con el FMI y el desconocimiento de la deuda externa fraudulenta para conquistar salario, educación y una vida digna. ¡Fuera Putin y fuera el FMI de Ucrania!
La demanda de devolución inmediata de Crimea a la nación ucraniana es parte de la lucha que enfrenta la partición que el gobierno de Zelensky está negociando, de forma secreta y a espaldas del pueblo, con Putin y la OTAN.
La unidad de la clase obrera ucraniana con el proletariado ruso y europeo volvería a poner a la orden del día la lucha por una Ucrania obrera, soviética e independiente, que reinstaure la dictadura del proletariado, pero bajo la dirección de los obreros y soldados rojos, y no de los lacayos stalinistas que se la entregaron al imperialismo en el ’89, una y mil veces.
La unidad de la clase obrera europea pondría a la orden del día el combate por terminar con el Maastricht imperialista y avanzar a conquistar los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Bajo la bandera de la IV Internacional afirmamos, con el Programa de Transición de 1938, que “la burguesía y sus agentes usan la cuestión de la guerra más que ninguna otra para engañar al pueblo con abstracciones, fórmulas generales y fraseología patética: ‘neutralidad’, ‘seguridad colectiva’, ‘armamento para la defensa de la paz’, ‘defensa nacional’, ‘lucha contra el fascismo’, y demás. Todas estas fórmulas se reducen en definitiva al hecho de que la cuestión de la guerra, es decir, el destino del pueblo, es dejada en manos de los imperialistas, de sus gobiernos, de su diplomacia, de sus generales, con todas sus intrigas y conspiraciones contra el pueblo.”
Es necesario ayudar a las masas a descubrir los intereses de la clase obrera en esta guerra. Por ello, luchamos por el desarme de la burguesía por parte de los trabajadores, y para ello, combatimos por el armamento generalizado de los mismos en el medio de la guerra. No somos neutrales, como dice el Programa de Transición: “El proletariado es cualquier cosa menos neutral en la guerra entre Japón y China o en una guerra entre Alemania y la URSS.” Defendemos a la China y a la URSS por medio de la revolución proletaria, “no por medio de los imperialistas, que estrangularán tanto a China como a la URSS”.
En este caso, defendemos a Ucrania como nación oprimida con la unidad internacional de la clase obrera, de Maastricht y de Moscú, para terminar con la UE imperialista y el guardián de sus negocios en Eurasia, el carnicero Putin.
Cuando el obrero ucraniano habla de la “defensa de su nación” o de su “patria”, se está refiriendo a la defensa de su casa, de su familia y de otras familias como la suya ante la invasión, las bombas y la masacre. Está defendiendo su derecho a tener una nación que no sea saqueada ni tutelada. Para el capitalista, la “defensa de la patria” son sus negocios, la toma de colonias y nuevos mercados. El pacifismo y el patriotismo burgués son embusteros totales.
“La guerra es una empresa comercial gigantesca, especialmente para la industria de guerra” afirma el Programa de Transición (negritas nuestras). Y luego sigue: “el control obrero de las industrias de guerra es el primer paso en la lucha contra los ‘fabricantes’ de la guerra” (negritas nuestras). Esa es la primera tarea inmediata que debe tomar la clase obrera en toda la Europa imperialista, en todos los países donde está la OTAN y en la “gran” Rusia en particular.
Llamamos a los obreros de Rusia y toda Europa a confiscar las ganancias de guerra y expropiar la industria bélica, o ponerla bajo control obrero allí donde está nacionalizada. ¡Ni un hombre, ni un centavo para la maquinaria de guerra de los países que oprimen a otros pueblos y masacran a su clase obrera!
En las reuniones secretas entre la cobarde burguesía ucraniana, la OTAN y Putin, en medio de un mar de sangre del pueblo ucraniano, se está negociando cada paso de la invasión y también las nuevas fronteras de Ucrania, con ciudades enteramente destruidas y demolidas, como Mariupol. ¡Abajo los pactos, que como el de Minsk de ayer, hoy preparan la partición y la colonización de Ucrania!
Contra la infamia de la izquierda reformista, que ata la suerte de la guerra a la victoria del chacal Putin o a las falsas ilusiones y engaños a las masas ucranianas de que la OTAN las va a liberar, afirmamos que el único “mal menor” en esta guerra es la victoria de la nación ucraniana contra las fuerzas contrarrevolucionarias de Moscú. Esta dejaría en las mejores condiciones a la nación oprimida para derrotar al imperialismo y sus planes de transformar Ucrania en una colonia tutelada y pondría rápidamente a la clase obrera a la ofensiva. Es que esta victoria solo la podrá garantizar el proletariado dirigiendo la guerra nacional en contra de la burguesía ucraniana y sus pactos infames, siempre dispuesta a entregar la nación oprimida por el bien de sus negocios.
La guerra es partera de revoluciones, a condición de que el proletariado encuentre el camino para luchar en la misma por sus intereses, atacando a los capitalistas, defendiendo a los pueblos oprimidos, armándose y uniéndose a la clase obrera internacional. Allí están las condiciones para la victoria. ¡Paso a la IV Internacional! ¡Bajo las banderas del bolchevismo! ¡Ucrania soviética! ¡Que vuelva la URSS revolucionaria sin lacra stalinista y con el ajusticiamiento de todos los asesinos de Moscú! |