Abril de 2022
¡Hay que derrotar la invasión rusa a Ucrania!
Bajo la bota de Moscú o de la OTAN Ucrania seguirá siendo una colonia tutelada
por Carlos Munzer
La invasión rusa a Ucrania ha desarrollado una amplia discusión en las corrientes que se reclaman de la izquierda marxista internacional. Amplios sectores de trabajadores quieren saber de qué se trata. En las pantallas de televisión y a través de las redes sociales está entrando a la casa de millones de obreros del mundo una guerra de invasión de Rusia a Ucrania.
Un enorme aparato de las corrientes stalinistas y demás desechos del Kremlin intentan hacerle creer a las masas explotadas del mundo que Putin es un “aliado en la lucha contra la OTAN y el imperialismo”. Esto constituye una verdadera mentira y un burdo engaño por parte de los que se proclaman defensores de un “mundo multipolar”, que no es más que la defensa de “múltiples polos” que explotan a la clase obrera y saquean a los pueblos oprimidos en el planeta.
Es imprescindible para los trotskistas plantear la posición del marxismo revolucionario ante este acontecimiento que es la invasión rusa a Ucrania, donde se repite el accionar de los bandidos asesinos de Moscú, que habían ingresado a Georgia, luego a Bielorrusia y recientemente a Kazajistán para aplastar enormes levantamientos de masas, en defensa de los negocios de los capitalistas y del saqueo imperialista a esas naciones de Eurasia y el Cáucaso.
Una política de clase ante la cuestión de la guerra
Lo primero que intenta un marxista en una guerra es definir cuáles son los intereses de la clase obrera en esa guerra concreta. Toda política que no parta de esta premisa no es ni socialista ni le sirve a los trabajadores para liberarse a sí mismos. Sea el carácter que estas tengan, en las guerras los que luchan y mueren son los obreros. No tener una política de clase entonces ante las guerras es una ruptura abierta con la revolución y el socialismo.
Los revolucionarios partimos de la premisa de Marx de que “ningún pueblo que oprime a otro o colabora en hacerlo puede liberarse a sí mismo”. Es desde este punto de vista que los trotskistas estamos fijando en esta conferencia nuestra posición ante la guerra y la invasión rusa a Ucrania.
El proletariado interviene en los distintos tipos de guerras pero siempre luchando por sus intereses. El marxismo vulgar, de verdaderos pacifistas en particular, toma un elemento cierto sobre la definición de la guerra, pero lo aísla y lo separa de la lucha de clases. Lo hace afirmando, como decía Clausewitz, que “la guerra es la continuidad de la política por otros medios”. No hay duda de ello. Pero esa definición técnica-política de la guerra no plantea en sí misma qué significa para la clase obrera. ¿Cómo expresa el proletariado su política y sus necesidades durante la guerra?... El charlatán que quiere pintarse de radicalizado debatiendo sobre la guerra, ignora lo sustancial de esta y lo que implica para la clase obrera.
El marxista que no responda a esta cuestión no solo es poco serio sino que no entiende nada de la guerra y la lucha de clases.
Trotsky insistió una y mil veces, como lo hicieron la III y la IV Internacional, que la guerra significa un momento de exacerbación de la lucha de clases. En ella se pone a la orden del día la guerra civil de clases, el armamento de las masas y el combate decisivo contra la burguesía, a condición de que los trabajadores y explotados, dirigidos por un partido revolucionario, tengan una política correcta. No por nada Lenin planteó que la guerra era una gran partera de revoluciones.
Ante las guerras interimperialistas, donde las pandillas imperialistas se disputaban el botín y las zonas de influencia del mundo colonial y semicolonial, como fue en la Primera Guerra Mundial, o para ver también quién conquistaba la URSS, como fue el caso de la Segunda, la consigna antidefensista de los revolucionarios fue plantear que los obreros no nos debíamos matar entre nosotros por los intereses de nuestras propias burguesías imperialistas. Los internacionalistas llamaban a confraternizar en el frente de batalla y a dar vuelta el fusil porque el “enemigo está en casa”, afirmaban. Esa fue la política de Lenin y luego de la IV Internacional: dar vuelta el fusil, es decir, transformar la guerra interimperialista en el inicio de la revolución socialista. Tan es así, que con este programa el proletariado tomó el poder en Rusia.
De esto se trata para el marxismo la guerra, que es la continuidad de la política por otros medios, pero que para la clase obrera significa la exacerbación de la lucha de clases a un grado extremo, lo que pone a la orden del día la lucha por la revolución.
Para reafirmar lo que aquí decimos, veamos la política militar que tuvo el proletariado con su Ejército Rojo para defender la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. La estrategia de los bolcheviques para ganar la guerra contra 14 ejércitos imperialistas que invadían la URSS luego de la toma del poder, tan solo en un 10 o 15% se refería a la técnica militar a utilizar en esos durísimos combates. Lo sustancial fue tener un programa audaz de “reformas sociales” por parte del proletariado, como afirmaba Trotsky, el jefe del Ejército Rojo. Otorgarle la independencia a los pueblos oprimidos por los zares, darle la tierra a los campesinos, conquistar la paz, confraternizar con el proletariado alemán y llamar a sublevar a la clase obrera europea, fue la clave de la victoria del Ejercito Rojo, más allá de que este haya tenido a su frente genios militares como Trotsky y el estado mayor bolchevique, que aplicaron la mejor técnica militar con su “guerra de maniobras” para vencer al enemigo imperialista.
Insistimos, el Ejército Rojo fue el puño de acero de los soviets para desarrollar a grados extremos la guerra de clases en el territorio de los zares y para expandir la revolución a toda Europa y a nivel internacional.
Comencemos por afirmar entonces, contra los marxistas vulgares que proclaman su supuesto conocimiento de la guerra pero que huyen de todas y no entienden nada de ella (como es el caso del grupo de Albamonte en Argentina, el PTS), que para el marxismo revolucionario la clave en toda guerra es desarrollar la guerra civil de clases, pues está planteada como tarea inmediata el armamento de las masas. El punto más álgido de esta guerra civil de clases es la insurrección… El arte de la insurrección, es decir, de la toma del poder bajo la conducción de un partido revolucionario, apoyado en las masas armadas de los soviets y en la fuerza ciega y el odio de millones de explotados que embisten para demoler la ciudadela del poder de los explotadores.
Como vemos, el manual de la guerra civil para la clase obrera, que comprende y subsume la cuestión de la técnica militar, es lo decisivo que toda dirección revolucionaria debe comprender. Son las corrientes parlamentaristas y socialdemócratas las que hablan de la guerra en general, pero para renunciar a la guerra civil y a la lucha por la revolución en ella en particular.
Es que hay distintos tipos de estado: imperialistas, semicoloniales, coloniales, dependientes económicamente pero relativamente independientes políticamente, naciones que no han logrado surgir en la época imperialista como tales y que son subsumidas y oprimidas por otras naciones creadas y dibujadas por el imperialismo para sus beneficios y negocios. Por ejemplo, está el pueblo kurdo en Medio Oriente, la Palestina ocupada por el estado sionista-fascista de Israel, las nacionalidades de la Península Ibérica que son oprimidas por el capital financiero de los Borbones como Catalunya y el País Vasco, Irlanda en Inglaterra, etc.
Distintos tipos de estados plantean también que hay distintos tipos de guerra que, al decir de Lenin, SON EL FACTOR ECONÓMICO MÁS IMPORTANTE DE NUESTRA ÉPOCA. El desarrollo de fuerzas destructivas es el mayor negocio del planeta porque es la producción de mercancías para un mercado ilimitado, puesto que las armas se destruyen. Por ejemplo, EEUU hoy gasta por año el presupuesto militar que gastó durante toda la Segunda Guerra Mundial para mantener a su ejército controlando el planeta. De eso se trata también el rol de Putin, que heredó el aparato industrial-militar de la ex URSS, que hoy está en manos de un puñado de oligarcas y grandes burgueses que, al controlar el estado, manejan ese enorme y fabuloso negocio. Lo hacen en sociedad con la alta tecnología de Francia y Alemania. Esta última venía entrenando a 30.000 soldados rusos por año en simuladores de guerra que funcionaban de manera virtual, mientras Francia le vendía cuatro portahelicópteros, pero solo le entregaba dos, sin cederle la tecnología, porque este negocio fue suspendido por EEUU en 2014. Es esta burguesía “gran” rusa la que tiene verdaderos joint ventures con todas las transnacionales imperialistas en todas las ramas de producción. Inclusive esto sucede en las estatales, como en el Gazprom, la Rosneft y en la agricultura con Cargill, Monsanto y Dreyfus, que se llevan gran parte de la renta agraria del mayor exportador de trigo del mundo como es Rusia.
Entonces, hay distintos tipos de guerra que le imponen a la clase obrera tareas precisas para no morir a cuenta de sus verdugos bajo el sistema capitalista y en esta época imperialista de crisis, guerras y revoluciones… Insistimos, de guerras y revoluciones.
El movimiento trotskista, que fue el bolchevismo en la resistencia en la URSS y la III Internacional, durante todo el siglo XX llamó al proletariado internacional a defender incondicionalmente de todo ataque militar del imperialismo a los estados obreros, más allá de que tuvieran a su frente a la burocracia stalinista. Esta tarea está resumida en el “Manifiesto de la IV Internacional y la guerra imperialista” de 1940, con la consigna de “Defendemos la URSS pero no apoyamos a Stalin que la entrega a cada paso con su política de colaborar con el imperialismo”.
Hay otros tipos de guerras, que son las de liberación nacional contra la opresión imperialista. Trotsky afirmaba que si la Inglaterra “democrática” invadía al Brasil “fascista”, el proletariado debía estar “junto al Brasil ‘fascista’ contra la ‘democrática’ Gran Bretaña. (…) Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría a Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés”. (“La lucha antiimperialista es la clave de la liberación. Una entrevista con Mateo Fossa”, 23 de septiembre de 1938)
Por ello, en las guerras de liberación nacional, la tarea del movimiento obrero es luchar con el método de la revolución proletaria contra el imperialismo y contra toda nación que oprima a otra o a sectores de ella. La pelea es por que sea la clase obrera y las masas campesinas y populares las que tomen la dirección de la guerra contra el imperialismo, desarrollando el armamento generalizado de los explotados, expropiando al imperialismo y todos sus bienes en la nación oprimida y llamando al proletariado del país agresor a sublevarse contra su propia burguesía imperialista u opresora. Estas son, y no hay otras, las condiciones para la victoria.
Como planteaba Trotsky, más allá de las diferencias del tipo de estado que existe entre la Inglaterra imperialista y la “gran” Rusia opresora de los pueblos de Eurasia, de ninguna manera Putin invadió Ucrania para reemplazar a Zelensky por un demócrata radical… El chacal de Moscú pondría en su lugar a un centurión con un sable en la mano peor que el de Zelensky y que sin ninguna duda, se reportaría a Wall Street y al FMI, para esclavizar juntos a Ucrania.
Otro ejemplo de guerra de ocupación fue la invasión de EEUU a Irak, que terminó llevando a ese país a la cuasi Edad Media y lo partió en tres regiones, extrayéndole todo su petróleo y sus riquezas, mil veces más que con Sadam Hussein, e imponiendo un régimen basado en un millón de muertos por parte de las tropas invasoras.
También vimos la invasión de EEUU a Afganistán y antes a Vietnam, donde el imperialismo yanqui fue derrotado por la sublevación de la clase obrera norteamericana contra la guerra, tal como había sucedido anteriormente, a la salida de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota brutal que sufrieron los yanquis en la guerra de Corea. En aquel entonces, fue la burocracia maoísta quien contuvo a las masas en el paralelo 38° para que no avancen a tomarse el poder en toda la península coreana.
Hay corrientes, como el PTS de Argentina, que escribieron libros enteros sobre la relación entre Clausewitz, el marxismo y la técnica de la guerra, pero que no han comprendido nada de ella. Para ellos desaparece o se suspende la lucha de clases cuando hay una guerra. Así lo plantean en Ucrania con un silogismo totalmente antidialéctico y por lo tanto antimarxista: “la guerra es la continuidad de la política por otros medios”. Y continúan diciendo: “La política de la OTAN es apoyar a Ucrania. La política de Rusia es invadirla. No estamos políticamente ni con la OTAN ni con Rusia. Por lo tanto llamamos a la paz”.
¿Y la clase obrera ucraniana? ¿Y el proletariado ruso que muere como soldados rasos? El pacifista pequeñoburgués mira para otro lado y saca la bandera blanca en el frente de batalla.
Millones de obreros ucranianos hoy son refugiados en las fronteras. Otros mueren bajo las bombas de las tropas invasoras de Putin. Ya decenas de miles de obreros rusos han sido detenidos por movilizarse contra la guerra contrarrevolucionaria del dictador de Moscú, que pelea por ser él el verdugo a cuenta del imperialismo de los pueblos de las ex repúblicas soviéticas europeas… La consigna de “paz” del PTS no tiene en cuenta esto, ni la cuestión nacional ucraniana. Aunque los burócratas de izquierda no lo quieran reconocer, Ucrania es una nación que solo consiguió su independencia como tal con la victoria de la revolución socialista y la guerra civil en la URSS y lo hizo con el triunfo de una Ucrania soviética y revolucionaria.
Liquidar el carácter nacional de la guerra en Ucrania, hoy invadida por Rusia y saqueada por el imperialismo, es ser un sirviente arrastrado de Putin, pues significa convalidar que Ucrania es territorio ruso, como ayer afirmaban los zares y hoy lo hacen desde Moscú.
La OTAN está usando el territorio de Ucrania para que Putin la termine de aplastar y arrodillar definitivamente, y también para debilitar a la “gran” Rusia, a la que el imperialismo busca cercar económicamente cada vez más para quedarse con sus fuentes de materias primas y su mercado interno.
Si triunfa la invasión rusa, quedará una Ucrania devastada, partida y tutelada por un nuevo pacto entre las potencias imperialistas y Moscú, esta vez quizás bajo el paraguas de la ONU o de un “comité de naciones imperialistas veedoras de la paz”. Las fuerzas productivas quedarán diezmadas y destruidas. La clase obrera partida y dividida por el reparto, la ocupación y el pillaje imperialista. Posiblemente, de acuerdo al resultado, se redibujen las fronteras de Ucrania. Pero lo que habrá quedado es una “gran” Rusia fortalecida, en tanto y en cuanto pueda seguir siendo el gendarme de los negocios del imperialismo en las ex repúblicas soviéticas de Asia, mientras que quedará totalmente debilitada en su relación con Europa, donde estará cada vez más cercada por el imperialismo.
En cambio, una victoria de la nación ucraniana y una derrota de la invasión rusa, dejaría a la clase obrera de pie para sacarse de encima en el transcurso de esa guerra, o durante y después de la misma, a su gobierno antiobrero, con las armas en la mano. El combate por la victoria de la nación ucraniana es inseparable de la lucha por unificar las filas de la clase obrera del Donbass a Kiev, atacando la propiedad del imperialismo y de los oligarcas socios de Moscú. No hay dudas que una derrota “gran” rusa en Ucrania crearía las mejores condiciones para que vuelva al combate político la clase obrera rusa y se lancen a nuevas contraofensivas los obreros de Kazajistán, Bielorrusia, el Cáucaso, hoy disciplinados por el látigo de Moscú. De darse estas condiciones de la clase obrera de Eurasia sublevada, con un régimen debilitado en Rusia, esto estratégicamente significaría un durísimo golpe a la OTAN y al imperialismo. Entrarían al combate batallones decisivos del proletariado internacional, que harían temblar a la Europa imperialista de Maastricht y pondrían a la orden del día el combate contra el mismo enemigo: las potencias imperialistas que los saquean y oprimen.
La derrota militar ucraniana significaría una catástrofe de consecuencias profundamente contrarrevolucionarias puesto que quedaría una nación partida y tutelada en común por las potencias imperialistas, el sable de Putin y los misiles de la OTAN. Sería el espejo en el que tendrían que mirarse todas las naciones oprimidas de Eurasia, de Europa y la misma Rusia.
¡Que vayan los teóricos de la “paz” a intentar impulsar huelgas y luchas del proletariado ucraniano si se da semejante derrota nacional! El movimiento obrero de Ucrania quedará mil veces más esclavizado, tal como quedará el proletariado ruso bajo las botas de Putin.
Una derrota nacional ucraniana a manos de Moscú no es ninguna amenaza para la OTAN. Muy posiblemente Rusia se quede con el Donbass junto a Crimea. El resto de Ucrania quedará como una colonia bajo el mando de los yanquis. Es decir, será el imperialismo el que siga dominando y controlando esa nación oprimida (como lo hará Moscú en la tajada que se lleve), como lo hace hoy con todas las ex repúblicas soviéticas devenidas en colonias o semicolonias. Con Putin vencedor, los intereses de las inversiones imperialistas millonarias en Rusia, Europa del Este y Eurasia, estarán garantizados. Ucrania terminará atada entonces con doble o triples cadenas.
El programa de la “paz” encubre una política abstencionista frente a la invasión rusa a Ucrania y es una política gemela de la que levantan los sectores de la izquierda que apoyan a Putin. Es que el programa de “paz”, que va directamente en contra de la victoria de la nación oprimida, esconde la peor de las hipocresías porque en última instancia reniega de la intervención de la clase obrera europea y de todas las obligaciones internacionales que tiene el proletariado mundial con la Ucrania ocupada. Una política pacifista que ata a la clase obrera a los pies del stalinismo y la misma iglesia, comandada por el Papa de Roma.
No enfrenta a la OTAN el que no lucha y combate contra los pactos que esta tiene con Moscú para masacrar en Medio Oriente y el Cáucaso en un frente con Turquía, como lo hizo hasta hoy con el Pacto de Minsk firmado entre Rusia y EEUU para saquear y partir Ucrania.
Se combate a la OTAN desenmascarando ante los obreros europeos que los yanquis pisan Ucrania porque se están disputando con el eje franco-alemán las rutas del gas y el petróleo que extraen de la “gran” Rusia como fuente de energía barata.
Enfrentar a la OTAN es llamar a la clase obrera de toda la Europa imperialista y del Este europeo a ponerse en pie de guerra para enfrentar a los gobiernos y regímenes antiobreros de la OTAN, para entrar en apoyo a las masas y la nación ucraniana, con el método de lucha de la clase obrera: la huelga general en toda Europa, que termine de sublevar a los obreros rusos contra la masacre de Putin en Ucrania y a los trabajadores del resto de Europa contra la OTAN, para salvar a la clase obrera ucraniana y a la nación oprimida de ser partida y doblemente saqueada.
Es la clase obrera de toda Europa, y la de Maastricht y Rusia en particular, la que debe protagonizar una ofensiva decisiva contra la invasión rusa a Ucrania y contra la OTAN y sus gobiernos imperialistas saqueadores, en defensa del proletariado ucraniano.
La izquierda reformista oculta el Pacto de Minsk, que estranguló el levantamiento revolucionario de masas de 2014 y partió a la nación ucraniana
Antes de la invasión a Ucrania, esta estaba gobernada y tutelada por gobiernos fantoches y títeres del Pacto de la OTAN y Rusia, en lo que fueron los Acuerdos de Minsk que se impusieron en el año 2014 para partir Ucrania, dividir a su clase obrera e impedir todo proceso revolucionario como el que se abrió a la caída de Yanukovich, el gran agente de Putin y el más grande pagador y sirviente del FMI de todas las ex repúblicas soviéticas del Este europeo.
Con este pacto entonces se partió Ucrania, se dividió a su clase obrera y se abrió una guerra fratricida a su interior que dejó más de 14.000 muertos… Muchos de ellos fueron asesinados en el Donbass por las bandas paramilitares de Kiev y por el mismo stalinismo asociado a Putin al interior del Donetsk y Lugansk. Ellos fueron, con la pistola del ejército de Kiev en la sien de las masas, los que impusieron los peores planes del FMI estos años en el Donbass. Cerraron decenas y decenas de minas y dejaron a miles de obreros en la calle, tal cual sucedió también en Kiev y en el occidente de Ucrania. Los 6 más grandes oligarcas de Ucrania que controlan el grueso de las fuerzas productivas junto al imperialismo, ganaron en ambos bandos, mientras la clase obrera fue desgarrada en un baño de sangre.
Unir a la clase obrera del este y el oeste de Ucrania es la tarea decisiva para ganar la guerra contra la ocupación rusa. Para ello, la lucha por la autodeterminación de los pueblos del Donbass es inseparable del combate por la derrota militar de la invasión de Moscú. La unidad de la clase obrera ucraniana es la única garantía de la victoria de la nación oprimida por el imperialismo y las botas de Putin.
Como desarrollaremos más adelante, los que se dicen “leninistas” de hoy le dan vuelta la espalda al único programa y política revolucionaria que se tuvo para la nación ucraniana que fue la de Lenin en 1922, de la cual el carnicero Putin y las fuerzas contrarrevolucionarias de la OTAN son los más grandes enemigos y por qué no decirlo, también la izquierda reformista colgada a sus faldones.
La política de Lenin fue luchar por una organización independiente de la clase obrera que tome en sus manos las tareas nacionales, comenzando por derrotar la invasión a un pueblo que no quiere ser dominado por tropas extranjeras, sean de la nación que sean, y mucho menos por Rusia, que oprimió a Ucrania durante siglos. Más y más oprimieron a Ucrania los zares, el stalinismo y hoy Putin, y más y más las masas ucranianas quieren ir a Europa Occidental para escaparse del horror de la opresión, la muerte y del hambre. Apoyada en estas condiciones es que la burguesía ucraniana puede manipular a las masas, prometiéndoles que “recibirán el paraíso” de la mano del Maastricht imperialista.
Y vaya paradoja: los gobiernos más pro-rusos que tuvo Ucrania, como el del millonario y oligarca Yanukovich, fueron los más sirvientes del imperialismo y el FMI. ¿Cómo no iban a serlo? Si venían del riñón de la lacra stalinista que le entregó la URSS a Reagan, Thatcher, el Citibank y los banqueros imperialistas de Londres.
En cambio, bajo la dirección de los bolcheviques, la Ucrania soviética fue un gran bastión de la lucha revolucionaria contra el imperialismo europeo.
La política marxista ante la guerra entonces, parte de impulsar en ella lo que esta genera: el exacerbamiento de la lucha de clases y la guerra civil al calor de la misma. Todo lo demás es palabrerío para ocultar la capitulación.
La política antidefensista de “dar vuelta el fusil” encubre que se deja a la clase obrera ucraniana desarmada ante la masacre de Putin y a una nación oprimida y ocupada
Este también es el caso de las corrientes que levantan una política antidefensista en la guerra de opresión nacional que se desarrolla en Ucrania, que le abre las puertas a la invasión “gran” rusa. Esta posición es gemela a la política de “paz” en general, pues también liquida la cuestión nacional ucraniana. La guerra actual se desarrolla con una invasión concreta a un país concreto que es Ucrania, porque el objetivo que tiene esta guerra es arrodillar a la nación ucraniana y masacrar a su pueblo, salvo que los actuales teóricos de la “Rusia imperialista” estén viendo un Pearl Harbor, un bombardeo a Londres, la toma de París o a las tropas rusas marchando a Alemania.
En su política de mantener sus negocios en Europa, la “gran” Rusia no acepta que EEUU controle sus fronteras. Sí está de acuerdo en compartirlas en el negocio de los hidrocarburos con el eje franco-alemán, con quienes construyeron un gasoducto, con presidente alemán, que llega a las puertas de Berlín y que hoy los yanquis han congelado. Alemania ha aceptado esto y junto a la Europa de Maastricht se ha plegado a regañadientes a la dirección yanqui en su ofensiva por los negocios de Moscú, mientras se prepara a “estatizar” el Gazprom en Alemania para que le quede claro a Putin quién manda y quién oprime a quién en los negocios de Europa. El eje franco-alemán está muy lejos de entregar la supremacía que conquistó en su control comercial del gas ruso. Y esto lo hace acompañando la ofensiva de EEUU. Es que en el medio del marasmo de la crisis económica mundial, todas las potencias imperialistas necesitan el mercado interno y las fuentes de materias primas de Rusia y China para sobrevivir, cuestión que empuja más y a más a la guerra por semicolonizarlas.
Los que mueren en esta guerra son los obreros ucranianos y los obreros rusos que van como soldados rasos a matar a sus hermanos de clase de Ucrania, bajo las órdenes de Moscú. Hay que definirse y dejar de ser “neutrales”: o se está con la Ucrania oprimida, tenga el gobierno que tenga, contra el país opresor que la invade hoy, como punto de partida para enfrentar al imperialismo yanqui y europeo, o se es un lacayo del imperialismo o de la nación opresora.
“El obrero ruso debe dar vuelta el fusil”, dicen. De acuerdo. “Deben poner en pie comités de soldados rasos”. De acuerdo. ¿Y el obrero ucraniano? ¿Da vuelta el fusil y contra quién tira?
¿Qué le proponen a la clase obrera ucraniana? ¿Que marche sobre Polonia y le declare una guerra abierta a la OTAN que está allí?
Esta gente se ha perdido entre tres pinos. Solo una clase obrera ucraniana victoriosa, que tome en sus manos la dirección militar de la guerra nacional, armando y generalizando el armamento de todo el pueblo pobre, aliada a la clase obrera rusa y con un Putin debilitado, creará las mejores condiciones para enfrentar al saqueo imperialista.
Tanto la política que niega la defensa de Ucrania como nación oprimida, como la que pregona la “paz” junto al Papa y la que le da apoyo directo a Putin, son las tres políticas que le despejan el camino a los asesinos de Moscú para que aplasten la nación ucraniana y luego se la repartan con el imperialismo yanqui y europeo, como ya está negociando Putin con su gran amigo Erdogan, el hombre de la OTAN en Eurasia.
Mientras tanto, insistimos, los que ponen la sangre son los obreros de Ucrania y los soldados rasos de Rusia que son obligados a ir a pelear contra sus hermanos de clase de la nación ucraniana.
Otra fracción de la izquierda reformista internacional sigue los pasos del stalinismo y su política de pactos y acuerdos con los imperialismos “democráticos” para “aplastar al fascismo”
Esta es la política que plantean viejas corrientes morenistas como la LIT-CI y la UIT-CI. Ellas le exigen al imperialismo “democrático” que le mande armas a Ucrania.
Pedirle al imperialismo que arme hasta los dientes a una nación oprimida en medio de una guerra, con el peligro de que estas armas queden en manos del proletariado, no solo es un engaño, sino un despropósito. Es hacer pasar a EEUU, Inglaterra, Francia y Alemania como fuerzas de liberación nacional. Realmente no conocemos ni nunca hemos visto a los imperialismos que ellos llaman “democráticos”, apoyar jamás ninguna lucha de liberación nacional. Es más, todas las guerras de liberación nacional en la época imperialista han sido contra ellos. Como planteaba el marxismo revolucionario en el siglo XX, los imperialismos “democráticos” son los más fascistas en las colonias y semicolonias que oprimen.
Hoy la OTAN dirime quién es el carcelero del pueblo ucraniano. Moscú afirma que ellos tienen que jugar un rol clave en la colonización de Ucrania. Hoy se negocia en Turquía la constitución de un gobierno “neutral” en Kiev, con la familia Biden, Dreyfus, Cargill y las empresas imperialistas controlando el gas y todas las riquezas de Ucrania, y con Moscú rompiendo y secesionando al Donbass y Crimea con fronteras claras. Esto es lo que ya le hizo Rusia a Georgia, sacándole Osetia del Sur y colocándola dentro de la Federación Rusa junto a Osetia del Norte, no sin antes aplastar a sangre y fuego al pueblo georgiano que se sublevaba contra el hambre en 2008. Así Putin le dio pruebas al imperialismo de que sus armas están para masacrar a los pueblos sublevados y están muy lejos de atacar sus negocios.
Esto es lo que pelea Putin: continuar siendo el gendarme y el guardián de los negocios del imperialismo en Asia, pero también en Europa, como lo viene siendo hasta ahora. Para los yanquis esto llegó a su fin. EEUU ya no permite que Putin sea el carcelero que pise a las ex repúblicas soviéticas, puesto que quiere allí a la OTAN y a agentes directos suyos, justamente para romper el espacio vital europeo del eje franco-alemán y ser ellos los que tomen el control de los negocios claves de Europa con Moscú. Por eso la guerra comercial que ayer comenzó Trump, hoy Biden la lleva a la enésima potencia, inclusive entregando abiertamente a Ucrania a la masacre rusa. La energía barata y la succión del gas de la “gran” Rusia pasa a Europa por Ucrania pagándole comisión a la empresa de Biden y por el Caspio, por los gasoductos de Turquía.
EEUU en bancarrota, con 3 cracs mundiales en 20 años superiores a la crisis de los 30, ya necesita el espacio vital europeo para sobrevivir. Y va por él, con Moscú incluida, como ya dijimos.
Por eso, pedirle que envíe armas a Ucrania al imperialismo “democrático” alemán, que puso como presidente del Gazprom ruso y de su gasoducto Nord Stream II a uno de sus más grandes ejecutivos y ex canciller como es Schröder, es una falacia. Alemania no se va a suicidar. Ya bastante tiene con que la OTAN bajo el mando de EEUU haya pisado Europa y haya roto su espacio vital y la división del trabajo que Maastricht tenía con Rusia y el Este europeo, mientras los yanquis e Inglaterra son los que encabezan el plan de recolonizar inclusive a la Rusia relativamente independiente del imperialismo, que será, como dijo el mismo Biden, un trabajo a largo plazo.
Mientras el segundo ejército más poderoso del planeta invade Ucrania con 150.000 hombres, el envío por parte de varios países de la OTAN de algunos misiles demuestra que EEUU y la OTAN entregaron a Ucrania como un peón para preparar a su marcha a Moscú y controlar el espacio vital del Maastricht imperialista en Europa.
Esta fracción de la izquierda reformista, al igual que los luchadores por la “paz”, ha liquidado de antemano el combate por la intervención independiente del proletariado ucraniano, tomando en sus manos la dirección de la guerra y llamando a la sublevación de la clase obrera rusa y de toda Europa para frenar la maquinaria de guerra de Putin y para preparar a la clase obrera para una guerra decisiva de clases contra el Maastricht imperialista.
La política de “paz” y de frente con los verdugos “democráticos” de los pueblos oprimidos, junto a la del stalinismo que con algunos de sus secuaces ex trotskistas salieron a apoyar a Putin, son las que maniataron al proletariado europeo, ruso, norteamericano y mundial para que intervengan decisivamente en esta guerra para que sus hermanos de clase de Ucrania tomen el control político y militar de la misma.
Combatiendo abiertamente esta política de “frente democrático”, el trotskismo intervino en la Guerra Civil Española en los años ’30.
Los trotskistas estuvieron muy lejos de poner el armamento del proletariado español en manos de Francia e Inglaterra, los imperialistas “democráticos”, como dice la LIT-CI.
Trotsky planteaba que en la Guerra Civil Española los trotskistas no éramos neutrales, sino que combatíamos en el frente republicano. Pero el arma fundamental que tenía el proletariado para vencer a Franco en un 90% era el programa de la revolución socialista y no el sometimiento a los verdugos “democráticos” de la clase obrera europea y mundial, mientras que la cuestión técnica-militar era tan solo el 10% de la solución.
La clave de la victoria estaba en desarrollar la guerra civil con una política independiente del proletariado en la misma y unirse a la clase obrera internacional. Había que expulsar a la iglesia de la tierra y dársela a los campesinos, combatir por otorgarle la independencia a Marruecos y tomarse las fábricas y bancos. Estas eran tareas que solo el proletariado podía garantizar, disputándole a la burguesía “democrática” la dirección de la guerra contra el franquismo. Con ese programa y esa política, el proletariado y la “república” se podían abrir camino a la victoria, dejando sin base social a las fuerzas del fascismo.
La LIT-CI falsifica abiertamente la posición del trotskismo en los ‘30, como ya lo hizo en Siria, donde sostuvo y apoyó a los generales “democráticos” del ESL que, ligados a Qatar, Turquía y los yanquis, terminaron entregando la heroica revolución de masas, los comités de coordinación de obreros, campesinos y soldados y todas las ciudades rebeldes… al fascista Al Assad y a Putin. Mientras tanto, el imperialismo “democrático” norteamericano se quedó con todo el petróleo del norte de Siria sin disparar un solo tiro, salvo el que disparó con previo aviso a una base militar desierta, que hacía rato había sido desalojada por Al Assad.
Contra los capituladores que propugnaban estos “frentes democráticos” con la burguesía “republicana” para ganar la guerra, la IV Internacional afirmaba que los bandidos imperialistas “democráticos” de Francia, al igual que los bandidos fascistas de Alemania, solo se disputaban negocios y zonas de influencia en el planeta. Por eso se asociaron en la República de Vichy y fueron juntos a masacrar a los pueblos del Norte de África cuando ya Hitler ocupaba Francia.
Los obreros socialistas que siguen a estas corrientes no pueden permitir que se haga carne en el movimiento obrero semejante programa y política socialdemócrata. Los trotskistas no nos negamos a recibir ayudar de nadie en medio de una guerra, afirmaba Trotsky, pero esa confianza la depositamos en el proletariado internacional, al que hoy llamamos a embarcar todas las armas que vayan dirigidas a la nación oprimida, en este caso a Ucrania, y a no hacerlo con las que van a la nación opresora, en este caso a Rusia.
Alertando contra los capituladores de las burguesías “democráticas”, la IV Internacional afirmaba que el arma más poderosa que enviaron Inglaterra y Francia a la Guerra Civil Española fue la quintacolumna stalinista para que asesine por la espalda a los mejores combatientes que encabezaron la lucha contra Franco, puesto que estos ponían a cada paso en riesgo la propiedad de la tierra de los terratenientes y de las empresas y bancos de los capitalistas.
En España se desarrollaba una guerra de campos burgueses, donde la República “democrática” contuvo y desvió la revolución y el fascismo de Franco se preparó para aplastar a los obreros y los campesinos.
Justamente, el programa marxista ante una guerra de dos campos burgueses que se disputaban en última instancia con qué política derrotar mejor a las masas que estaban en estado de revolución, fue claro: para ganar la guerra contra el fascismo había que expropiar a los capitalistas. Es decir, combatir contra el fascismo con el método de la revolución socialista y la guerra civil.
En España la guerra quedó conducida por la burguesía republicana que puso en la retaguardia a generales tan contrarrevolucionarios como los de Franco, porque ellos debían desarmar a las masas, y permitió que las masas marroquíes y el movimiento campesino peleen del lado de Franco. El gran periodista trotskista Felix Morrow, relatando la tragedia de la Guerra Civil Española, transcribía el grito del campesino y el obrero marroquí: “¿Qué nos ha dado a nosotros la República para que vayamos a morir por ella?”.
Tanto estas corrientes socialdemócratas como el PTS que lucha por la “paz”, tienen un gran punto en común que es que durante la guerra se suspende la lucha de clases, en este caso llamando a construir un frente militar con la OTAN para salvar a la nación ucraniana. Esto, como ya vimos, es lo mismo que hicieron en Siria. Allí el PTS también se declaró “neutral”: ni con los “bárbaros”, como ellos acusaron de ser a millones de obreros sublevados en Medio Oriente contra regímenes y gobiernos dictatoriales y fascistas, ni con Al Assad y Putin. O sea, “paz”, lo que significaba dejar al verdugo con su víctima atada para que la degüelle y que Siria sea para los americanos.
Ya está claro que el PTS en la guerra siempre está en la barricada de Putin, tirando bombas de humo como los luchadores ninja para que las masas no vean quién es su enemigo.
Mientras tanto, las burocracias sindicales europeas y de todo el mundo ligadas al stalinismo, con la excusa de un “mundo multipolar”, han salido a apoyar y a poner al proletariado a los pies de ese agente contrarrevolucionario, guardián de los negocios de los capitalistas y el imperialismo en toda Eurasia, que es Putin.
Esta corriente no es neutral frente a la clase obrera ucraniana, sino que llama junto a Putin a aplastarla. Con la excusa del “frente antifascista” sostienen la invasión del gobierno bonapartista de Rusia a Ucrania y la masacre a su clase obrera.
Ellos no son neutrales. Ellos definen a Ucrania por tal o cual gobierno reaccionario o contrarrevolucionario que pueda tener (y el de Moscú no tiene nada que envidiarle al de Kiev en este sentido), y no por el tipo de estado que es Ucrania, una colonia ya tutelada en el Pacto de Minsk por el imperialismo y aplastada en el Este por Rusia.
En su política el stalinismo siempre fue y es consecuente. A partir de 2014 mandó sus “brigadas internacionales” a “combatir al Donbass”, donde lejos de estar en la primera línea contra el imperialismo, actuaron como una verdadera quintacolumna masacrando a lo mejor de la vanguardia que se había sublevado contra el gobierno de Yanukovich y que defendía la unidad de la nación ucraniana y su fuente de trabajo en las minas que amenazaban ser cerradas por el plan del FMI.
Con la aparición de miles de cadáveres de trabajadores y explotados asesinados por las tropas invasoras en Ucrania, se entiende claramente qué significa la infamia de Putin de intentar justificar su invasión con el argumento de “derrotar a los nazis de Kiev”. Putin es un miserable asesino del pueblo pobre de Ucrania, como lo es del de la “gran” Rusia.
La cuestión nacional y la revolución socialista
Tanto en la época de los Zares como en la de la política contrarrevolucionaria de la burocracia stalinista en la URSS, Rusia no fue más que una “cárcel de naciones”.
Dejó de serlo tan solo cuando el proletariado revolucionario dirigido tras las banderas internacionalistas de la III Internacional en 1917, derrotó y expulsó a 14 ejércitos imperialistas que la invadieron, gracias al apoyo del proletariado europeo y a los heroicos combates de la clase obrera soviética. Combatiendo por la revolución socialista en Europa y a nivel internacional, el Partido Bolchevique pudo dirigir revoluciones victoriosas en repúblicas que luego se federaron con la URSS, libre y democráticamente. Ucrania fue una de ellas. Lo hicieron con los obreros y campesinos en el poder.
De allí el odio de Putin contra Lenin, denunciando que la Ucrania independiente fue una locura y un desastre histórico de este, como también lo consideran la mayoría de los grupos reformistas que hoy no ven que en Ucrania existe un problema nacional tan o más grave que en el siglo XX.
Al inicio de la época imperialista en el siglo XX, de decadencia del sistema capitalista, de opresión y saqueo de las naciones por parte de pandillas de parásitos de los países centrales, se acabó la época del surgimiento de nuevas naciones independientes. Las que no lo habían hecho, fueron tuteladas como colonias, semicolonias o directamente anexadas por las potencias imperialistas.
Los Zares en Rusia mantenían a decenas de naciones oprimidas, a cuenta de su alianza para el saqueo con el imperialismo inglés y francés. Este era el caso de las ex repúblicas soviéticas musulmanas en Eurasia como Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Turkmenistán y Kirguistán, de las naciones del Cáucaso como Armenia, Georgia y Azerbaiyán, o las que lindan directamente con Europa como Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia y la misma Ucrania.
Estas eran naciones oprimidas que eran explotadas y sus riquezas succionadas con impuestos y saqueos directos de los Zares de la gran Rusia, que era el eslabón más débil de la cadena de dominio imperialista.
En la Primera Guerra Mundial, Rusia y su frente con Francia e Inglaterra, se disputaban mantener el control de estas naciones, guerreando con Alemania. De ganar la guerra, ya tenían acordado con Inglaterra quedarse con toda Persia, es decir, lo que es Irak e Irán hoy.
La tesis marxista que afirma que solo la revolución socialista puede llevar hasta el final las tareas democrático-revolucionarias, como son la liberación del imperialismo y la nacionalización de la tierra, se reafirmó con la victoria de la Revolución de Octubre. Solo tomando el poder, el proletariado pudo resolver las tareas democráticas nacionales, combinándolas con tareas socialistas. Así surgió la Ucrania soviética federada con la URSS.
La burocratización de la URSS que liquidó todo vestigio de democracia obrera y soviética, llevó como alma al cuerpo una brutal represión a las repúblicas soviéticas, donde el stalinismo se impuso con manu militari.
Para derrotar y aplastar la democracia soviética, el stalinismo liquidó todo carácter independiente de esas naciones federadas con la URSS y por lo tanto, las tareas nacionales que había resuelto allí la Revolución de Octubre. Bajo las botas de Stalin, nuevamente volvía la “cárcel de naciones”.
Sintetizando entonces, el Ejército Rojo y el Partido Bolchevique revolucionario llamaron a fundar la III Internacional y unidos a los obreros de Europa, liberaron a todas esas naciones oprimidas por el zarismo. Fue un gran acontecimiento histórico, cambió a la civilización del siglo XX y les mostró a todos esos pueblos oprimidos cómo se podían liberar, con la victoria de la revolución socialista.
Los obreros revolucionarios de Rusia con su política democrático-revolucionaria y soviética, les demostraron a sus hermanos oprimidos durante siglos por los Zares, que ellos eran sus aliados y enemigos de toda opresión.
Este recorrido es el que definió la Ucrania independiente, por la cual hoy Putin le echa la culpa a Lenin.
La cuestión nacional en Ucrania y en las demás repúblicas de la ex URSS se puso al rojo vivo a partir de la entrega de los estados obreros en el ‘89 por parte del stalinismo
En ese año la ex burocracia stalinista, ya agente directo del imperialismo, devino en una nueva clase poseedora en la URSS, China, los países del Glacis, Vietnam… Fue el derrumbe de la pseudo-teoría del “socialismo en un solo país” del stalinismo, que planteaba que la URSS en sus estrechas fronteras nacionales podía superar al imperialismo que controla la economía mundial con una enorme productividad del trabajo.
Durante los años ’80 los ex estados obreros acumulaban un enorme endeudamiento con el FMI y el imperialismo, mientras surgía una burocracia restauradora del capitalismo en la URSS, encabezada por Gorbachov con su “perestroika” y su “glasnot”, como antes había surgido Deng Xiao Ping en China. Fue la burocracia maoísta la que en el ’75 le entregó todo el sudeste chino al imperialismo, dándole mano de obra esclava de millones de obreros para que sean súper-explotados en fábricas bajo el control de las transnacionales en directorios comunes con los hijos de la burocracia china que, asociados a las mismas, devinieron luego en una nueva clase poseedora, no sin antes masacrar la rebelión de los trabajadores en Plaza Tiananmén en el ’89.
Producto de estos regímenes restauradores del capitalismo, en el ’89 ya las fuerzas productivas de los ex estados obreros estaban en bancarrota total. La clase obrera no tenía conquistas que defender. La burocracia stalinista las había entregado todas al imperialismo.
En el ’89 se terminaban de desplomar los ex estados obreros y con su caída se desenmascaraba la falsa teoría de que existía en la época de Yalta un “bloque socialista” y otro “bloque capitalista” a nivel mundial. Esto lo pregonaban el stalinismo y amplios sectores de los renegados del trotskismo, cuando en realidad la burocracia, luego de traicionar la revolución proletaria en la Europa imperialista, mantenía un pacto con el imperialismo en el cual ella era la encargada de controlar los procesos revolucionarios en el Este europeo, impedir la expansión de la revolución china a todo el Pacífico y abortar toda lucha revolucionaria a nivel mundial, como lo hizo.
Fue luego del desvío y la derrota del ascenso revolucionario de masas del ‘68-’74, que puso en cuestión el dominio imperialista del planeta y de la propia burocracia en los estados obreros, como se demostró en Checoslovaquia, antes en Hungría y también en Polonia, que la lacra stalinista aceleró rápidamente su pase abierto al capitalismo, antes que otro ascenso de masas la derroque con la revolución política.
El proceso de restauración capitalista en la URSS que comenzó con Gorbachov, culminó en el ’89 con Yeltsin y los jerarcas del Partido Comunista deviniendo en una nueva burguesía que se apropió de la totalidad de las fuerzas productivas que estaban nacionalizadas. Como ya vimos, esto mismo sucedió en China.
En la ex URSS, capas ávidas de la ex burocracia impusieron las “sociedades por acciones” en todas las empresas. Mientras a cada obrero le daban una acción, los ex burócratas, francamente millonarios, se quedaban con la mayoría de las acciones en todas las fábricas y empresas. Fue una restauración y una acumulación capitalista basada en estas “sociedades por acciones”.
La catástrofe que esto significó se expresó en un retroceso total de las fuerzas productivas y en una desorganización y reconstrucción de un mercado capitalista que se realizó de forma salvaje y violenta. Esto incluyó la separación de la mayoría de las naciones que eran oprimidas por el stalinismo, salvo excepciones que quedaron dentro de la nueva Federación Rusa que emergía, lo que en algunos casos fue impuesto de forma sanguinaria, como sucedió con el genocidio en Chechenia, impulsado primero por Yeltsin y luego consumado por la pandilla burguesa de Putin. Y la masacre de los Balcanes, como sucediera con la disolución de la ex Yugoslavia, cuyas naciones fueron rápidamente subsumidas por el imperialismo, luego que la gran Serbia hiciera el “trabajo sucio” de masacrar y disciplinar a las masas, como lo hicieron con el genocidio en Bosnia.
Las distintas pandillas stalinistas de las ex repúblicas soviéticas federadas a Rusia, se disputaron el botín rompiendo con Moscú.
Todas las ex repúblicas soviéticas musulmanas se independizaron de Rusia, al igual que las ex repúblicas soviéticas en el Cáucaso, como Azerbaiyán, Georgia y Armenia, y en el Este de Europa, como fue el caso de Ucrania, Bielorrusia, Letonia, etc. Ni hablar de los países del Glacis que desde el año ’45 fueron oprimidos e inclusive saqueados y aplastados en cuanta rebelión hubo, por las fuerzas contrarrevolucionarias del stalinismo.
En las ex repúblicas soviéticas los Partidos Comunistas de esas naciones siguieron la ruta de sus hermanos gemelos de Moscú: tomaron el control de los estados para quedarse con toda la propiedad estatal.
Si la pandilla de Yeltsin se había quedado con el gas, los minerales e inclusive con el aparato industrial-militar de Rusia, en las naciones oprimidas, las viejas Nomenklaturas de los Partidos Comunistas se transformaron en los oligarcas de hoy, estableciendo durísimos gobiernos bonapartistas que a sangre y fuego aplastaron a las masas, para robarse la propiedad estatal.
Este proceso de restauración capitalista lo hizo la burocracia imbricada íntimamente con el imperialismo mundial. Como ya dijimos, los estados obreros se encontraban totalmente endeudados con el FMI, como sucedía con cualquier país semicolonial. Es que la vieja burocracia necesitaba créditos en dólares para importar lo que la URSS no producía. Así quedaron la mayoría de los nuevos oligarcas asociados al FMI, al Citibank y a la banca imperialista mundial. Esa lacra y excrecencia del estado obrero que fue la burocracia stalinista devenía en una nueva clase poseedora asociada plenamente al imperialismo. Esta vez, el capitalismo penetraba la URSS no con los tanques de Hitler, sino con el “tractor Ford” y las finanzas del Citibank, como era uno de los pronósticos que planteaba la IV Internacional sobre cómo se iba a dar la restauración capitalista si la burocracia perduraba al frente de los estados obreros.
Ver hoy al stalinismo a nivel internacional apoyar y sostener a la “gran” burguesía de Rusia y de las ex repúblicas soviéticas, haciéndolos pasar como “luchadores antiimperialistas” y “antifascistas”, no puede menos que despertar la indignación de todo obrero consciente ante semejante falacia y engaño.
No nos cansaremos de insistir en que hoy la gran producción cerealera de Rusia y también de Ucrania está en manos de Cargill, Dreyfus, Monsanto y Bunge, en estos países que concentran un tercio de la producción agrícola del mundo. La British Petroleum y la BASF alemana tienen el control del gas ruso, mientras que son Francia y Alemania los que le proveen de alta tecnología al ejército de Putin. Esto demuestra que este país capitalista relativamente independiente que es Rusia, se encuentra en una verdadera transición, no a ser imperialista, sino a ser también colonizado por el sistema capitalista imperialista mundial en crisis y bancarrota. Esto a pesar de que hoy una poderosa burguesía rusa defiende su parte cualitativa en esos negocios, que han sido ensamblados en el último período en una división del trabajo común con la Europa de Maastricht. Pero la bancarrota del crac mundial de 2008 y de 2019-2020 empuja más y más a las potencias imperialistas a quedarse con todos los mercados internos de consumo y la totalidad de las fuentes de materias primas.
En su intervención, la compañera Eliza Funes explicó en profundidad que el control de las fuerzas productivas por parte del imperialismo comienza a crecer cada vez más en la misma Rusia.
Mientras tanto, todas las ex repúblicas de la ex URSS, tanto musulmanas como las del Cáucaso y las europeas, han devenido en colonias o semicolonias, totalmente controladas por el imperialismo y sus empresas. En todas las fuerzas productivas centrales, tanto de servicios, como su sistema bancario y su producción agrícola e industrial, tiene un peso clave el capital financiero imperialista y sus transnacionales, como sucede en todo país semicolonial.
La consolidación de esta nueva clase poseedora en los ex estados obreros a partir del siglo XXI se expresó entonces en una recolonización de las ex repúblicas soviéticas por parte del imperialismo, mientras que en el caso de Rusia, fueron Putin y la vieja KGB los que tomaron el control del estado para ordenar la economía capitalista estrangulada y desorganizada abiertamente por las capas ávidas de la nueva burguesía que surgieron con Yeltsin en el ’89.
Esta fracción burguesa bonapartista de Putin retomó el control de las empresas del estado en Rusia, asociándose con las transnacionales, como sucede en el Gazprom, en la producción de cereales e inclusive en el sistema financiero. Esta pandilla capitalista pasó a controlar todos los negocios del estado, como la obra pública y los servicios. De allí que esta burguesía depende de manejar el estado ruso y su gobierno, desde donde acumuló enormes fortunas. El ejemplo de esto es Putin que ya lleva 22 años controlando el estado y el gobierno de Rusia.
Esta fracción de la burguesía rusa fue creando así lazos financieros, políticos y militares en un espacio común con el Maastricht imperialista y en el comercio mundial con el conjunto de las transnacionales, en particular con las norteamericanas en lo que se refiere a la producción agrícola.
Asimismo, esta fracción burguesa pactó con el imperialismo su papel de gendarme en las ex repúblicas soviéticas de la ex URSS. Era central que Putin jugara este rol en estos nuevos países capitalistas ya colonizados, donde estados débiles podían ser barridos por acciones revolucionarias de la clase obrera y los explotados.
Las fuerzas contrarrevolucionarias de Putin invadiendo Kazajistán el pasado mes de enero para aplastar una enorme acción revolucionaria encabezada por los obreros de las acerías y las petroleras, demuestran con claridad lo que aquí decimos: gobiernos débiles tironeados por el control militar y las rentas nacionales que se lleva Rusia, por un lado, y por el otro, por el control del imperialismo de sus ramas de producción claves.
Lo mismo vimos en Bielorrusia, donde la intervención de Moscú y la ocupación con sus fuerzas militares fueron para aplastar un enorme proceso de huelga de los obreros automotrices y de las empresas metalúrgicas y salvar al gobierno de Lukashenko.
Ucrania no es más que un eslabón que se ha escapado tanto del control militar de Moscú, como también de una relación estable y sólida con la Europa imperialista de Maastricht.
Ucrania concentra todas las contradicciones de la situación mundial y europea en particular. Es una de las grandes rutas del gas a Europa, controlada por un lado por la familia Biden y los yanquis, mientras que por otro lado, las minas del Donbass están articuladas para la producción para el aparato industrial-militar ruso.
Pero más allá de ello, lo decisivo es que Ucrania es una nación que de la entrega de los ex estados obreros en el ‘89, salió totalmente saqueada por el FMI, como es la situación de cualquier país latinoamericano o de toda nación semicolonial de África. La deuda externa de Ucrania es de 127 mil millones de dólares, con la banca imperialista saqueando la mayoría de su renta minera y agrícola.
Semejante succión de riquezas llevó, en el año 2014, no a un “golpe de estado” como afirman los stalinistas, sino a un enorme levantamiento revolucionario de masas para derrotar al gobierno pro-ruso de Yanukovich, que venía de imponer un enorme plan de ajuste, de ataque al movimiento obrero y de entrega nacional, dictado por el FMI. A la respuesta de los explotados contra semejante ataque, los lacayos y sirvientes del FMI, lo llaman “golpe de estado”. Son unos miserables.
2014: la lucha antimperialista contra el gobierno de Yanukovich es abortada... Ucrania en guerra
Ni los sindicatos europeos ni las organizaciones obreras del proletariado mundial, dirigidos por la canalla y la lacra stalinista que perdura al frente de ellos, se solidarizó con la enorme lucha de masas que, en 2014, se desarrolló contra el imperialismo y el FMI que sometía a Ucrania y que lo sigue haciendo como nación oprimida.
En aquel momento, a condición de que continúe el odiado Yanukovich en el gobierno, Putin se ofreció a pagar los 15 mil millones de dólares de la deuda externa de una Ucrania que estaba en DEFAULT.
La increíble crisis y contradicción que se le presentó a la clase obrera ucraniana fue la traición de las direcciones de la clase obrera a nivel internacional y europea en particular, que dejaron sometida a esa nación oprimida al imperialismo, es decir, a la fuerzas de Kiev, y por otro lado, estrangulada y partida por la opresión “gran” rusa, que venía actuando, y aún lo sigue haciendo, como garante de los negocios del imperialismo y el FMI en Ucrania.
Como vimos, el gobierno de Yanukovich era un agente directo de Moscú y también del FMI, oprimiendo con 6 oligarcas a las masas, como lo intentó hacer anteriormente la pandilla burguesa de Kiev con la “revolución naranja” en el año 2004.
Ese proceso revolucionario de 2014 fue abortado, tal cual se desarrolla extensamente en la nota sobre la génesis de la actual guerra de Ucrania, escrita por Nadia Briante y Eliza Funes, que ya fue publicada en nuestra prensa internacional días atrás.
En 2014 una fracción burguesa en Kiev, ligada íntimamente al imperialismo, pro-europea y pro-yanqui, se montó sobre la sublevación de la Plaza Maidán, con la consiga de que para salir de la miseria que imponía el gobierno pro-ruso de Yanukovich, había que irse con la Unión Europea. Para la clase obrera que gana un salario de 200 euros, ingresar a la Europa de Maastricht en su conciencia significaba su justa aspiración de aumentar su nivel de vida.
Mientras tanto, los mineros del Donbass, que habían apoyado el derrocamiento del gobierno pro-ruso de Yanukovich que aplicando el plan del FMI quería cerrar sus minas, iniciaron un proceso de organización independiente. El proletariado minero del este de Ucrania, con la promesa de que se iban a mantener las minas abiertas y su fuente de trabajo, fueron llevados a los pies de los oligarcas pro-rusos del Donbass.
Así la revolución ucraniana y la lucha antiimperialista de masas fue estrangulada. Pero la clave de ello no fue el “atraso” de la clase obrera, sino la traición de las direcciones contrarrevolucionarias del proletariado mundial, que sostuvieron a los gobiernos pro-rusos del Donbass, que fueron los que terminaron cerrando las minas y despidiendo al 50% de los mineros. Al mismo tiempo, en Kiev surgía una fuerza contrarrevolucionaria para derrotar a la clase obrera ucraniana y lejos de llevarla al “paraíso” de los salarios de la Europa imperialista, la sometió a los peores de los escarnios y explotación y a una guerra fratricida organizada por el imperialismo y la burguesía “gran” rusa en el Pacto de Minsk. Como ya dijimos, allí partieron Ucrania para que la familia Biden se quede con el gas, el imperialismo controle las más grandes riquezas de la nación y Putin se anexione Crimea y termine de aplicar el plan del FMI en el Donbass de cierre, despidos y reestructuración de la minería. Esto lo hicieron con los obreros del este ucraniano teniendo la pistola en la sien de las bandas de mercenarios de Kiev, puesto que la clase obrera del conjunto de Ucrania se negó a enrolarse y a enviar a sus hijos a pelear con sus hermanos de clase del Donbass. Esos son los hechos. Esa es la verdad.
Durante todo ese período, la clase obrera ucraniana buscó a cada paso conquistar su unidad. Ucrania es uno de los países proletarios más importantes de Europa del este, con un poderosísimo movimiento minero, no solo en el Donbass, sino en el conjunto de la nación. Esta tiene una enorme fuente de minerales, como carbón y zinc, mientras ya se ha descubierto una de las reservas de litio más grandes del planeta, que las potencias imperialistas se la repartirán a dentelladas y que los comisionistas de Moscú pelearán por obtener una porción menor de la misma. Además de la minería, la industria del acero, de la alimentación y las constructoras, son los sectores claves de la clase obrera ucraniana.
La tragedia es que este poderoso proletariado fue dividido por la traición de las direcciones stalinistas y social-imperialistas de la clase obrera europea, que son sirvientes de Putin o de la Europa imperialista de Maastricht.
El fracaso de la revolución ucraniana expresó todas las contradicciones y crisis que concentra esta nación que es una verdadera bisagra entre la Europa de Maastricht y el Glacis, y la Federación Rusa. |