16 de noviembre de 2017
Palabras Finales de
"Diario de un escritor sirio"
Los últimos capítulos de la revolución siria aún deben ser narrados. Se están definiendo en los combates que se desarrollan en las últimas trincheras de la revolución, que aún resisten. Se están escribiendo en la lucha de los trabajadores y los pueblos oprimidos de todo el mundo, que están lejos de rendirse, en momentos en que el imperialismo solo se sobrevive atacando una a una las conquistas de la clase obrera en el planeta, profundizando el saqueo de las naciones semicoloniales y con nuevas guerras.
El año 2015, del que damos cuenta en esta obra, como ya vimos, fue un verdadero punto de inflexión en el calendario de la revolución siria.
Dos años más tarde, nos encontramos con una Siria partida, desgarrada y ocupada por potencias extranjeras, con la imposición de un verdadero genocidio que aún está lejos de haber terminado. Cuando escribimos estas palabras finales siguen cayendo las bombas de Putin y Al Assad, demoliendo las ciudades sirias.
Lo que estamos viviendo hoy es el avance de la contrarrevolución. Las “zonas seguras” anunciadas en la última conferencia de Astana, han demostrado ser una verdadera trampa. Es que allí, donde aún vive la resistencia, se ha concentrado todo el fuego de Al Assad y Putin, con el apoyo de Turquía y EEUU. No cesan los bombardeos sobre las provincias de Alepo y de Hama, así como tampoco sobre Idlib y Ghouta, que son las zonas más castigadas.
Como vemos, con el avance de la contrarrevolución en Siria no se está imponiendo ninguna civilización, sino todo lo contrario. Siria ha sido llevada a épocas medievales y ha sido mil veces más destruida. La barbarie ha llegado de la mano de una contraofensiva imperialista, que vino a aplastar una revolución que, de Túnez a Damasco, conmovió desde 2011 a todo Magreb y Medio Oriente y al mundo.
Mientras tanto el cólera, al igual que los misiles, se ha adueñado del Yemen martirizado por el clan saudí que, bajo las órdenes de la British Petroleum y los ejércitos de los Emiratos Árabes Unidos, no deja piedra sobre piedra de esa nación. Hoy es la contrarrevolución y el fascismo los que avanzan en Magreb y Medio Oriente.
Cuando cerramos esta obra y los autores nos encontramos abocados a escribir el Volumen III de Siria Bajo Fuego se están viviendo los momentos más trágicos de la heroica revolución siria. Se trata no sólo de bombardeos y de cercos por hambre a las “zonas seguras”, sino también del ingreso ya directo del imperialismo yanqui al norte de Siria, a las provincias de Raqa y Deir Ez Zor. Comienza a consumarse la partición y la ocupación de Siria, ahora con el comandante en jefe de todas las tropas de ocupación en el territorio mismo.
En esas provincias, donde están volviendo los verdaderos dueños de los oleoductos y la infraestructura petrolera de Siria, el ISIS comienza a ser retirado por sus jefes yanquis y por Al Assad, que en 2014 lo habían enviado desde Bagdad y Damasco para controlar a los explotados de esa zona que habían sido la avanzada en el aplastamiento del ejército del régimen en el año 2011.
El ISIS fue allí a cerrar “el círculo de la muerte”. En 2011/2012, el ejército sirio, con su casta de oficiales contrarrevolucionaria alawita, se desintegraba cuando Al Assad daba la orden de atacar y masacrar al pueblo desarmado. Los soldados rasos se pasaban al lado de las masas revolucionarias. Por ello, la burguesía y el imperialismo –que no podía intervenir directamente, como ya demostramos extensamente en este trabajo- habían enviado a los generales sunnitas del ESL y Al Nusra a desarmar a las masas. Cuando ello ya no fue suficiente, enviaron al ISIS a controlar manu militari las regiones petroleras del norte de Siria.
El ISIS fue a Raqa y Deir Ez Zor como guardián de los hidrocarburos. Desde allí garantizó el flujo de petróleo a Turquía, a Al Assad y a Bagdad durante toda la guerra civil. El petróleo extraído de allí durante estos años fue procesado en las refinerías de Al Assad en Latakia y comprado a 7 dólares el barril por Erdogan. Pasó por las fronteras del norte, transportado en camiones, que eran protegidos por todas las fuerzas burguesas “beligerantes” en Siria.
Ahora, marchan a Raqa y Deir Ez Zor los verdaderos dueños del “oro negro” producido en abundancia en los países del Magreb y Medio Oriente: las petroleras imperialistas y sus jefes, los yanquis.
En estas condiciones, las masas han comenzado una nueva sublevación contra el ISIS que, en retirada, pierde el férreo control militar de la región. Ni EEUU ni Putin ni Al Assad bombardean al ISIS, sino que lo retiran en autobuses con aire acondicionado.
Ellos bombardean a mansalva a las masas que se han sublevado para sacarse de encima al régimen de terror del ISIS, y que en su levantamiento -como vemos en Bu Khamal o en barrios de Raqa y Deir Ez Zor- plantan la bandera de la revolución y vuelven a gritar: “el pueblo quiere la caída del régimen”. Allí bombardean Putin y Al Assad. Allí también ataca el imperialismo y se ensaña con el fuego de su aviación, con sus tropas terrestres kurdas -aliadas a Al Assad- y con fracciones del ESL coordinadas directamente por el Pentágono. Todos van a cubrir el repliegue del ISIS en aquellas ciudades y a garantizar la toma de mando yanqui de esos pozos de petróleo y oleoductos.
En esas provincias, el tormento y los bombardeos se intensifican. Hoy las provincias de Raqa y Deir Ez Zor, como ayer sucedió con Homs, Alepo, Daraya o Qsair, están siendo demolidas. Mujeres y niños huyen hacia el Éufrates, donde son masacrados por la aviación rusa y de Al Assad.
Estas son las “batallas” de cobardes y asesinos que atacan a mansalva a masas indefensas. Esta es la “guerra contra el ISIS”: el exterminio del pueblo oprimido sirio que “osó” levantarse por el pan, la libertad y la dignidad. Esta es la operación masacre, que por sí misma atestigua lo que venimos denunciando los socialistas: que cuando triunfa la contrarrevolución coordinada por Rusia, EEUU y Turquía, con sus tropas gurkas y mercenarias, ellos imponen en las ciudades que recuperan un régimen de terror, exterminio y destrucción, un millón de veces superior y más cruel que el que impuso el mismo ISIS.
Estamos ante una política de ocupación y saqueo comparable con la que impuso el sionismo en la nación palestina. Entre las tropas mercenarias se reparten las viviendas y bienes de los más de 15 millones de refugiados y desplazados internos sirios. Los trabajadores y el pueblo sirio han quedado, al igual que la nación palestina bajo la ocupación sionista, como parias en su propia tierra.
Mientras redactamos estas “Palabras Finales”, termina de celebrarse la reunión de la APEC (Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico), que se realizó bajo el mando de EEUU. Allí, Trump impuso condiciones, país por país, sobre las relaciones que debe tener cada uno de ellos con los amos de Wall Street. Intimó a China a cumplir sus órdenes de abrir los mercados y a que embargue y cerque a Corea del Norte para hacerla rendir. Con Putin, coordinó que se termine en pocas semanas la operación contrarrevolucionaria en Siria. Se dieron un corto período de tiempo para terminar de recuperar todo el territorio de ese país. Y además acordaron que sólo tendrán lugar en este plan los generales de la burguesía sunnita del ESL que realmente logren controlar y disciplinar a las masas en las ciudades rebeldes.
En la Siria martirizada, se desmoronan todas las mentiras e infamias que han arrojado contra las masas de esa nación las corrientes de izquierda de palabra, pero traidores en los hechos. La vida está dando su veredicto. Los genocidas se sacan la careta. Trump y Putin discuten abiertamente –y ante los ojos del mundo- su alianza que siempre fue estratégica para terminar de aplastar la revolución bajo el mando yanqui.
Aquí se acaba el engaño vertido por esta “izquierda” de una supuesta “Tercera Guerra Mundial” que habría comenzado en Siria entre EEUU y Rusia. Aquí termina la mentira de las “comunas autoorganizadas de Rojava”, cuando vemos a las YPG combatir muy lejos de sus “comunas” masacrando, bajo el mando yanqui y coordinadas con Al Assad, a las masas empobrecidas de Raqa y Deir Ez Zor.
Aquí se terminan todos los inventos. Al Assad fue sostenido por todas las fuerzas enemigas de la revolución durante estos 6 años. Él fue quien le hizo el trabajo sucio a todos.
Aún le queda trabajo por realizar. Las últimas trincheras resisten. Los generales burgueses del ESL, de rodillas en Astana, claman que quieren ser ellos los que las entreguen y controlen. Mientras tanto, las fuerzas del régimen y la Guardia Republicana Iraní se ofrecen a invadir Idlib. La “mesa de operaciones” de la contrarrevolución planifica sus últimos golpes.
“Que caiga el régimen” fue la consigna que motorizó la lucha de las masas en 2011-2012. “Que el régimen de Al Assad no caiga y se sostenga masacrando a las masas” es la consigna y el programa de la contrarrevolución.
Al Assad fue el garante de los negocios de toda la burguesía y el imperialismo en Siria y para ello fue sostenido con fuerzas mercenarias contrarrevolucionarias, enviadas por el imperialismo, de la burguesía chiita del sur de Irak, del Líbano con Hezbollah y de Irán (que fue premiado por Obama con el levantamiento del embargo). Estas tropas demostraron ser las más aptas para cumplir este objetivo de impedir la caída de Al Assad.
Mientras tanto, al clan saudí -la otra pandilla burguesa agente del imperialismo-, se le otorgó la tarea de aplastar a sangre y fuego la revolución yemení y el levantamiento de las masas chiitas de Bahréin de 2011. Desde Qatar, esta pandilla burguesa buscó ingresar a la partición de Siria, vía los generales del ESL, pero aún no logró hacerlo. Es que la verdadera fuerza contrarrevolucionaria que estaba en condiciones de aplastar esta heroica revolución era la Guardia Republicana Iraní, las milicias mercenarias de las petroleras imperialistas del sur de Irak, y el mismo ISIS, que desde el triángulo sunnita se cuidó muy bien de que su “Califato”, mientras existió, estuviera muy, pero muy lejos de Damasco.
La falacia de que Irán y Arabia Saudita serían “dos potencias regionales” cuasi-imperialistas disputándose el Magreb y Medio Oriente no resiste el más mínimo análisis serio de las condiciones políticas, económicas y sociales de esa región. Estas son fuertes burguesías nativas, pero socias menores de los verdaderos dueños de la región que son las petroleras imperialistas, las “siete hermanas”, que manejan el petróleo y los bancos de esos países, bajo el comando de Wall Street, de la City de Londres, de París y el Bundesbank.
Definir a Irán o a Arabia Saudita como potencias imperiales podría ser un chiste de mal gusto, si no fuera un engaño a los trabajadores del mundo sobre los verdaderos organizadores e impulsores de la contrarrevolución en Magreb y Medio Oriente. Pero lo que es peor es que hacen pasar al régimen semi-fascista iraní como “antiimperialista”, cuando es un régimen asesino, carcelero y represor de los trabajadores que hace empalidecer al sionismo o a la dictadura militar egipcia.
Irán estuvo años embargado. Su aparato industrial y financiero está quebrado y sólo se sostiene por Alemania. Estamos hablando de uno de los mayores productores de petróleo del mundo; pero Irán no tiene refinerías y por ello debe comprarle a la Merkel su propio petróleo refinado en Alemania para obtener gasolina, fertilizantes, etc.
La empresa petrolera estatal de Arabia Saudita (Aramco) cada vez puede demostrar menos “independencia” de su verdadero directorio, que sigue estando en Nueva York y en la City de Londres, puesto que la British Petroleum maneja el gas que esta empresa produce.
La ENI italiana es la que rapiña el gas de Libia de la Tripolitania, con el que se abastece el 70% de la producción de Italia. El petróleo de Bengazi es saqueado por la Total francesa. Este reparto de los hidrocarburos de Libia acompaña la partición de esa nación por parte de las pandillas imperialistas. Antes, Qadafy era el garante, manu militari, de la entrega de gas y petróleo. Hoy esta entrega la realizan directamente las distintas pandillas burguesas, todas ex -qadafistas.
En el Magreb y Medio Oriente mandan las “siete hermanas”.
En Egipto lo hace la marina norteamericana, que financia con 13 mil millones de dólares anuales al ejército egipcio, porque así controla el Canal de Suez y todas las rutas navieras del mundo.
Es hora de terminar con tanta mentira e infamia lanzadas por el “frente antiterrorista” islamofóbico de todas las potencias imperialistas, sostenidas por la izquierda socialimperialista, que sólo busca encubrir el feroz saqueo imperialista de una región donde se produce el 80% de la energía con la que funciona la economía mundial.
Escribieron ríos de tinta para mentir y engañar a los explotados… para que las masas no perciban que el imperialismo yanqui y las potencias europeas no pudieron intervenir directamente para aplastar las revoluciones abiertas en 2011/2012 porque el pueblo iraquí y su heroica resistencia venían de arrinconar y expulsar a las tropas de los 23 ejércitos que habían invadido Irak bajo el mando de Bush.
Esas tropas imperialistas y sus lacayos fueron derrotados y obligados a salir de la región, porque se levantó la clase obrera de EEUU, del Estado Español, de Francia, de Alemania, de Inglaterra, al grito de “¡Vuestra guerra, nuestros muertos!”.
Por ello el imperialismo tuvo que poner en marcha una estrategia basada en los pactos contrarrevolucionarios, que significaron que cada pandilla burguesa del Magreb y Medio Oriente, e inclusive el mercenario Putin, eran los que intervenían para llenar de sangre los procesos revolucionarios que conmovieron al mundo y que amenazaron con llegar a las calles de la Europa imperialista y con provocarle un “nuevo Vietnam” a EEUU.
El imperialismo yanqui, en última instancia, “tercerizó y concesionó la contrarrevolución” a la que supervisó férreamente desde las conferencias de Ginebra y Astana. Esto lo hizo no sin agudas contradicciones, donde cada una de las fuerzas que formaron parte activa de la contrarrevolución comienza a disputar su parte del botín tras sus victorias militares. Los choques por ver quién llega primero a hacerse cargo de los pozos de petróleo y oleoductos de Raqa y Deir Ez Zor son un ejemplo de ello.
El gobierno de la Gran Rusia sale fortalecido de estas victorias contrarrevolucionarias, luego de que la OTAN hiciera retroceder sus tropas de las fronteras con Ucrania.
Turquía sale resentida de esta guerra contrarrevolucionaria. No pudo intervenir directamente, luego de entregar las zonas rebeldes y pactar el dominio de Siria, porque las masas no lo aceptaron y porque ni EEUU ni Alemania lo permitieron. La ocupación de Siria (o parte de ella) por parte de Turquía hubiera significado la vuelta del imperio otomano y esto es algo que las potencias imperialistas dominantes no están dispuestas a permitir.
En estas “Palabras Finales”, los autores queremos adelantar estas conclusiones sobre la situación actual de la revolución siria, puesto que en estos momentos cruciales se están definiendo los últimos actos.
Si se produce la caída de las últimas trincheras de la revolución y se asienta la contrarrevolución, lo que devendrá no será una época de paz y estabilidad.
Es que el plan imperialista no termina aquí.
En Siria se le está propinando un escarmiento a todos los explotados del mundo. El imperialismo busca que sus agentes terminen de masacrar a las masas, pero que quien el que gane la guerra y defina la post-guerra sea Wall Street. Buscan garantizar que los explotados de Bahréin a Marruecos, de Túnez a Trípoli, de El Cairo a Sanaa, de Damasco a Jerusalén, nunca más “osen” volver a levantarse y a poner en riesgo los negocios de las “siete hermanas” y de la oligarquía financiera mundial.
Si la revolución siria termina siendo aplastada, ninguno de los “vencedores militares” que se centralizan en la Conferencia de Astana bajo el mando yanqui se fortalecerá estratégicamente, como aparenta suceder ahora con Irán y la misma Rusia. Ellos, por ahora, son vencedores de la masacre y el aplastamiento de las masas. Pero EEUU ya está en el terreno. Wall Street tiene embargados 300.000 millones de dólares de la burguesía gran rusa para que ésta sepa a quién hacerle caso. Los que van a ganar la guerra y a repartir los negocios serán las potencias imperialistas, las petroleras y la oligarquía financiera mundial.
Rápidamente el imperialismo sabrá cómo disciplinar a todo agente que se extralimite en sus funciones. Ya lo vimos con las YPG en el norte de Irak. Éstas habían querido conquistar la independencia de esa región luego de la caída de Mosul, y lo que recibieron fueron balas y tiros por parte del gobierno del protectorado yanqui.
Lo mismo sucederá con la siniestra y asesina burguesía chiita, si intenta llegar más lejos del rol que le ha asignado el imperialismo en Siria: el de sostener a sangre y fuego a Al Assad. EEUU tiene el látigo del sionismo para disciplinar a Irán, pasándolo nuevamente, cuando así lo necesite y decida, al “eje del mal”.
Los directores de las compañías no son generosos con sus gerentes y mucho menos con sus socios menores, una vez que utilizaron sus servicios.
El imperialismo ha utilizado a las burguesías islámicas y a sus distintas facciones y partidos para estrangular a la clase obrera y a los pueblos oprimidos de la región y crear entre ellos un río de sangre. Que sea la burguesía chiita el mejor agente que tiene el imperialismo para masacrar en Siria es porque el 80% de su población es sunnita. Esta masacre dejó un odio y un resentimiento fratricida entre todos los explotados y oprimidos de esa región. Esto impide y desorganiza toda lucha común de explotados chiitas y sunnitas contra el imperialismo.
En los ’80, el imperialismo organizó una guerra entre Irak e Irán, que duró 8 años y dejó 4 millones de muertos. Esa guerra fratricida abrió un río de sangre entre las masas chiitas y sunnitas, y facilitó enormemente las invasiones yanquis a Irak y Afganistán.
Mientras la contrarrevolución busca asentarse en la Siria martirizada, mientras las masas resisten en las últimas trincheras, en Arabia Saudita suenan tambores de guerra.
La British Petroleum está comprando la mayoría de las acciones de Aramco, que está en bancarrota. La caída del precio del petróleo está provocando el inicio de una crisis económica en Arabia Saudita y en los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Todos los gobiernos de la región se han llenado de armas de última generación, que les han vendido EEUU, Inglaterra, Francia, Turquía y Rusia. Las armas se venden para ser usadas.
Si la clase obrera mundial no lo impide, después del genocidio sirio el imperialismo ya tiene en carpeta un verdadero plan contrarrevolucionario, que de ser necesario reeditará la guerra de Irak/Irán en una escala mil veces superior. Si lo necesita, el imperialismo no tendrá ningún problema en organizar una guerra no solamente del sionismo que, retomando poder de fuego, ataque a Irán, sino también impulsar un choque militar de proporciones entre Arabia Saudita e Irán, como el que impulsó en los ’80 entre Irak e Irán. La política del imperialismo, como ya se demostró en el Magreb y Medio Oriente luego de su retirada de Irak, es en última instancia, que se enfrenten todos contra todos para así aplastar los procesos revolucionarios y en el futuro reestablecer sólidos dispositivos de control de las rutas del petróleo, sobre la base de profundas derrotas históricas propinadas a las masas. Pero esto se deberá hacer en el medio de una monumental puja política y comercial entre las potencias imperialistas.
Asimismo, la posibilidad y la amenaza de guerra contra Corea del Norte y el cerco a China, también son las guerras contrarrevolucionarias que tienen en carpeta la industria militar norteamericana, el Pentágono y las capitales imperialistas supervisadas por la OTAN.
Pero para que esto sea así, para que el imperialismo tenga las manos libres para semejante holocausto, antes debe derrotar a la clase obrera de los países centrales. Y está muy lejos de poder lograrlo.
La rebeldía de la clase obrera norteamericana persiste y se profundiza día a día. El combate contra la flexibilización laboral aún se desarrolla en Francia. La crisis de los Borbones no hace más que acrecentarse en el Estado Español. La juventud y los obreros hambrientos de Alemania le dieron su infierno al G20 en Hamburgo. Para nada las masas se han retirado de la escena del combate de clases a nivel internacional.
Los últimos actos de la revolución siria no se escribirán en las carpetas del Pentágono ni en los planes contrarrevolucionarios de Wall Street. Las próximas guerras contrarrevolucionarias se tendrán que definir antes en la guerra de clases. Y ésta aún no ha dicho su última palabra.
La enorme ventaja que tienen el imperialismo y sus agentes en la región es el pérfido rol contrarrevolucionario de las corrientes de la izquierda socialimperialistas y las burocracias sindicales corruptas que viven de las monedas que se caen de la superexplotación de la clase obrera y el saqueo del mundo semicolonial.
Cuando las masas explotadas del Magreb y Medio Oriente irrumpieron por el pan con una cadena de revoluciones obreras y socialistas, derrotando gobiernos, demoliendo estados, atacando la propiedad transnacional y armándose, la izquierda reformista proclamó que se trataban de “revoluciones democráticas”, “primavera de los pueblos” y buscó al burgués “progresista” y “democrático” que controle a las masas revolucionarias.
La izquierda le decía a las masas del mundo que “venían tiempos de paz, democracia y progreso”, así desarmaron al proletariado para que no se haga del poder. Apoyaron llamados a elecciones y Asambleas Constituyentes que fueron una estafa mientras los políticos y generales “democráticos” terminaron imponiendo un baño de sangre en la región a cuenta del imperialismo como lo vimos en Egipto y Túnez. La “democracia” que pregonaba la izquierda no fue más que un rodeo al fascismo.
En Siria, el reformismo se dividió entre, por un lado quienes le pedían a Obama que arme a la resistencia siria, mientras era él quien enviaba a los generales de la burguesía sunnita del ESL para desarmarla. Y por otro lado hubo quienes apoyaron directamente al genocida Al Assad. Estas corrientes de la izquierda reformista han sostenido que “el enemigo es el ISIS” y no las petroleras imperialistas, ni Wall Street, ni Al Assad ni Putin que le hacen su trabajo sucio. Ellas aislaron a las masas sirias y le dejaron las manos libres al perro Bashar para que las masacre.
15 millones de refugiados, el Mediterráneo regado con sangre de refugiados e inmigrantes de Medio Oriente y el Norte de África. ¿Esta es la civilización? No. Es la barbarie. Es el saqueo. Es el hambre. Es el genocidio.
El imperialismo es reacción en toda la línea. En su contraofensiva en el Magreb y Medio Oriente, inclusive, redibujará las fronteras que dibujó a su imagen y conveniencia a la salida de la primera y segunda guerras mundiales. No dudará en dibujar nuevos califatos, feudos y pequeños “emiratos” en Libia, volver a hacerlo en Siria o partir Líbano. No dudará en hacer de Yemen una provincia saudí de segunda. Es la barbarie imperialista la que inclusive hará retroceder a las actuales naciones a pequeños feudos y califatos, si las petroleras imperialistas así lo requieren.
Lo que se vive hoy en Medio Oriente en llamas es el contenido de la contrarrevolución. La civilización, que surgía en la historia luchando contra el hambre, contra el saqueo y por la libertad, fue ahogada en sangre. Es una tarea de la clase obrera mundial hacer justicia y terminar con la barbarie… y lo hará.
La última palabra no está dicha.
La última trinchera de la revolución siria aún no ha caído.
La última piedra de la Intifada palestina aún no ha sido lanzada.
Las primeras huelgas de la clase obrera de Egipto post-revolución ya han comenzado.
Las masas de Yemen siguen reclamando su mendrugo de pan.
Los últimos combates de la clase obrera norteamericana, francesa, japonesa, alemana, inglesa, del Estado Español y demás países imperialistas, están muy lejos de haberse agotado.
En sectores del planeta, como en el Pacífico y en la misma Rusia, esos combates están aún por comenzar.
Por ello, antes que se asiente la contrarrevolución en Siria, aplastando la última trinchera de la revolución, lo que comenzará, como ya lo está haciendo, será una nueva intifada: la de los campos de refugiados sirios de Jordania, de Turquía, de Líbano, de Grecia, donde millones de explotados sin vivienda sobreviven en las peores condiciones. Ellos serán la avanzada del combate que volverá a golpear Damasco, Homs y Alepo, que combatirá en Hebrón, en Jerusalén, en Gaza, en Bahréin, en El Cairo…
Más temprano que tarde, la clase obrera mundial, sacándose de encima tantos enemigos de la revolución, romperá el cerco de los valerosos explotados de Siria. Y al hacerlo, encontrará el camino para derrotar a sus propios verdugos: las pandillas imperialistas que amenazan con llevar a la civilización entera a la barbarie.
Para estos enormes desafíos históricos, la lucha por refundar la IV Internacional es la tarea del momento. Esta será la organización que le permitirá a la vanguardia revolucionaria de Siria poner en pie un partido revolucionario insurreccionalista, que lleve la “segunda revolución siria” a la victoria.
Para escribir estos últimos capítulos de revolución, contrarrevolución y guerra, no contaremos con nuestro camarada Abu Al Baraa. Pero miles como él lo escribirán en el campo de batalla de la lucha de clases.
¡Y la verdad será contada!
¡Y no habrá olvido ni habrá perdón!
Carlos Munzer y Abu Muad |