Después de un viaje de sufrimientos a los sótanos del régimen criminal y sus fuerzas de seguridad, donde estuvimos un período de tres meses, fuimos llevados a la rama 248 por un período de 18 días y luego a la rama de la policía militar en Qaboun. Nos maniataron con grilletes de metal y nos taparon los ojos. Luego, nos condujeron a la prisión del infierno, la humillación y el sufrimiento, que es la prisión militar de Saidnaya, el edificio rojo. Fuimos trasladados en un auto llamado “celda” de la policía militar. Éramos aproximadamente 70 personas. En nuestro camino a la prisión, uno de los detenidos que estaba con nosotros, el héroe Tariq Mohammed al-Qaisi, dijo: “que Dios acepte a los mártires” y recitó el Fatih (una parte del Coran, N. del T.) “para que alivie nuestro sufrimiento”.
Desde la “celda” le habló un guardia y su voz era de miedo y de terror (“Por Dios, dejá de recitar el Fatih, por tu alma hijo de… Ahora solo vayan a la prisión, hijo de…”). De hecho, poco después llegamos a ese lugar tan espantoso y aterrador, el matadero humano, el edificio rojo de la prisión militar de Saidnaya.
Luego de eso, nos sacaron de la “celda” con fuertes golpes e insultos. Los carceleros nos recibieron como perros rabiosos salvajes ansiosos por cazar.
Y nos sentamos en el suelo en posición de rodillas y de cabeza al piso. Estábamos atados con los grilletes de metal y con vendas sobre nuestros ojos. Nos habló uno de los cerdos carceleros, con una voz aterradora, y escuchamos las instrucciones de la prisión:
“Cualquiera de ustedes mierdas que baje sus manos ante mis ojos, quiero maldecirlo. Cualquiera de ustedes cerdos que pronuncie pequeños susurros, quiero bajarles una rueda sobre ustedes directamente. Y cualquiera de ustedes mierdas que diga que está enfermo, quiero matarlo lo suficiente hasta que esté bien muerto. Y cualquier cerdo que recuerde el nombre de Dios acá, quiero…..” Y dijo una blasfemia, ese hijo del pecado.
“Y todo eso nos da la autoridad de la autoridad. Digan en voz alta, ¿Entendieron, hermanos de….? ¿Entendieron, hijos de….?”
Poco después, nos quitaron nuestros grilletes y nos bajaron a dos lotes subterráneos. Nos golpearon como si no fuéramos seres humanos, sino animales, delante de ellos, aunque los animales estaban mejor que nosotros en esa situación. Habló el carcelero criminal (y nos pusieron todas las caras contra la pared, y nos cubrieron con un manto como una madre a un hijo que no quiere para nada que una parte del manto cubra su cuerpo, es decir, completamente desnudos y un manto sobre la cabeza). Nos dijo que nosotros íbamos a seguir las instrucciones como dijo el otro cerdo, y después dijo (mientras nosotros estábamos inclinados, con nuestras manos en los ojos y levantando los pies), “está bien, nosotros tenemos algo nuevo y esto se llama tener una rueda”. (Gritó con la voz más alta y quise dejar que su voz le llegue hasta su madre, hijo de …..)
Los perros rabiosos empezaron a golpear a los prisioneros con insultos raros, que son difícil de describir, como si estuvieran golpeando a animales delante de ellos, golpeándolos con el método de la rueda, ya sea con el cable de una rueda o un cobertor de ventilador, que es la más famosa de esta cárcel y que se caracteriza por tener un ruido muy atemorizante y una gran fuerza como para poder romper huesos y fragmentar carne humana; y también tubos de plástico (botellas verdes de agua), y también picanas y una “tabla de viento” (que es un sistema simplificado hecho de madera y sostenido por la mitad, en donde se puede levantar los pies juntos, de forma que el preso está totalmente controlado por el carcelero y lo tortura de la manera que quiera) y palos de goma policiales.
De aquí la intensidad de los golpes y torturas, con gritos de los presos que agitan el corazón y revuelven el estómago (Y que Dios nos cuide… ay por Dios…). Acá el carcelero golpea cada vez más e inunda de blasfemias e insultos.
Después de que nos dieran esa paliza, el carcelero llamó individualmente a cada preso (parados) y ese hijo de... dice una palabra castigada por Dios. En dos palabras, los perros rabiosos se llevan a los presos hasta su celda solitaria.
Nos pusieron a cuatro presos en la celda solitaria de Kahnem, que es pequeña. Nos sentamos en ella. Rezamos por Dios (sobre el inodoro). Todos los presos estábamos desnudos, sin ropa; y nuestra condición era de destrucción de nuestros corazones y de nuestros ojos al ver tanto dolor, sufrimiento y fatiga.
Malos olores emitían nuestros cuerpos debido a la sarna y las infecciones que roían nuestros huesos.
La comida era solo una al día; media hogaza de pan, dos aceitunas, algo de trigo (burgol) y algunas veces un pedazo de papa hervida para los cuatro detenidos. En cada comida hay un castigo: golpean las manos del preso cuando éste retira la comida por donde se la pasan, que es un agujero que hay debajo de la puerta de la celda (la ranura).
Un mes más tarde, el carcelero nos llamó a que nos paráramos en fila en la puerta de la celda (lo que significa que dimos la espalda al suelo, cada uno de nosotros puso su mano sobre sus ojos y la otra sosteniendo la cintura del preso frente a él). Abrieron la puerta y nos llevaron en forma de fila, a nosotros y a varias otras celdas, al segundo piso de la prisión, con los constantes golpes de los perros, hasta que llegamos al ala. Luego fuimos llevados al dormitorio. Éramos 25 presos e inmediatamente al llegar, nos recibieron con la rueda, golpizas y palazos a todos.
Luego escuchamos ese ruido espantoso, con tono sucio y distante (escuchamos las instrucciones del dormitorio ...): “Cuando escuchamos cualquier movimiento o sonido de una caminata o una voz, la posición a tomar será de cara a la pared”.
También nos dijo que la puerta del dormitorio es sagrada para él, como si miráramos la desnudez de su hermana y su madre, por supuesto, con insultos, palizas y blasfemias.
También dijo: “Cuando se da comida por la mañana, hay que quitarse la ropa por completo e ir al centro del dormitorio y luego sentarse en posición inclinada, con las manos y las piernas llevadas a los ojos (posición de la rueda)”, aunque la pequeña ración de comida para los presos no es suficiente ni para un niño pequeño.
También dijo: “no quiero escuchar algo como que suene enfermo o la palabra "enfermo" o "hambriento" o cualquier otra palabra que no sea una palabra "alabadora". Quiero alabanzas todos los días. No quiero enfermos. ¿Entendido?”
Él también dijo: “bendita sea la prisión de Dios, pero aquí (con el perdón de Dios todopoderoso) si voy a escuchar un rezo, quiero que sea el rezo de su funeral”.
Y también dijo: “cualquier instrucción que escuchen o que se les ordene son para cumplir de inmediato, y no quiero fallas ¿entendido? Y se puso a insultar con blasfemias como quiso, el muy hijo del pecado.”
Luego pusieron a un presidente del dormitorio. Esta es la mayor responsabilidad de cualquier preso, ser presidente que cumpla, porque él soportará el castigo más grande, el tormento y asesinato de más uno en el dormitorio.
Luego trajeron ropas gastadas y llenas de piojos y de malos olores, que no son suficientes ni para la mitad de los presos en el dormitorio. Nos dijeron compartan, y cerraron la puerta. Él y los criminales que estaban con él salieron del ala.
Estos días fueron muy difíciles y graves, con miedo, horror, frío, piojos, enfermedades e infecciones que comen nuestra piel y nuestro delgado cuerpo.
Todas las mañanas, nos quitamos la ropa simple y el mayor número de detenidos no tiene más que pantalones cortos, zapatillas y una camisa interior. Nos ponemos en el centro del dormitorio y llega la comida (una comida al día). Cuando entran, está la rueda como un castigo colectivo, con tubos de plástico, palos de goma, picanas; insultos y blasfemias, golpes por todas partes del cuerpo; y luego se mezcla la comida con algo de eso y nos la tiran a nosotros o al suelo, y toman a tres presos y los hacen pisotear la comida; o los golpean en el suelo y les arrojan comida. Después cierran la puerta y dicen (“provecho, hermano de la…”) y completan la distribución que les queda de los otros dormitorios del ala. Luego dan la orden de empezar a comer, y el tiempo para eso es de 10 minutos.
Entonces comemos los alimentos, los repartimos en el momento para comerlos, aunque no alcanzan ni para un niño pequeño.
Unos días después de que ingresamos al dormitorio, en el primer mes de 2012, un joven, Abd el-Nasser Mohammed al-Nassif, de la ciudad de Daraa, murió afectado por el ambiente, la sarna, las enfermedades y las infecciones.
Oh Dios. Esta es la vida en este dormitorio y esta prisión. Todos los días son de miedo y horror, humillación y asesinato, como si no fuéramos humanos; de formas de injusticia y sectarismo que hace la vigilancia de la prisión y nadie está persiguiendo los crímenes y violaciones a los seres humanos al interior de esta prisión.
Nos miramos el uno al otro y vemos nuestras figuras con miedo y delgadas, como si estuviéramos muertos.
Además de todo el tormento, la humillación y la presión psicológica, los cerdos empezaron a cambiar el tratamiento, para hacerlo todavía peor, aumentando la política de inanición, cometiendo crímenes y asesinatos, propagando tuberculosis, sarna, diarrea significativamente. Los presos mueren uno tras otro, como pájaros, cuando eran todos jóvenes en edad de flores. Y aquellos que no mueran por tuberculosis, sarna y diarrea, seguro morirán bajo los pies de los carceleros criminales, como si nosotros no perteneciéramos a algo llamado seres humanos.
Oh Dios, que estés con mis hermanos en las cárceles del régimen criminal, y libéralos, devuélvelos a sus familias, y dales paz, oh Señor de los Mundos.
Mohamed Abu Faisal