14 de diciembre de 2018
Los Pueblos Quieren la Caida de los Regímenes
Ecos sirios en el despertar de los Chalecos Amarillos
Publicado en lundimatin#169
Nosotros, que hemos conocido la revolución siria, tanto en el lugar como en el exilio, nos alegramos de ver el levantamiento del pueblo francés. En cambio, nos preocupan las “medidas de seguridad” y “mantenimiento del orden” ejercidas contra los chalecos amarillos en este país que se dice de los “derechos humanos”. Sin embargo, no nos engañamos con el escaparate democrático de la República Francesa, sólo queremos dejar constancia de que es el propio Estado el que lo está rompiendo.
El número alucinante de detenciones que han tenido lugar en las últimas semanas, los motivos y los juicios de comparecencia inmediata que apuntan a las personas por sus convicciones políticas sin que haya pruebas de delito, los llamamientos a la intervención del ejército, las detenciones preventivas, los vídeos de la represión policial que se ven en todas partes en Francia, la propaganda gubernamental y mediática y sus ridículos intentos de apaciguar la situación, todo esto nos remite a lo que vivimos durante el estallido de la revolución siria.
La violencia de las fuerzas del orden francesas, por supuesto, está lejos de las municiones reales del régimen sirio. Sin embargo, lo entendemos como una señal de prudencia y no como una falta de voluntad de intensificar los medios empleados. En las declaraciones y el comportamiento del presidente, de la policía y, a menudo, de los medios de comunicación, reconocemos la reacción de un régimen que está dispuesto a mantener su poder a toda costa.
La escena de la redada en Mantes-La-Jolie (donde la policía hizo arrodillar con las manos en la cabeza a estudiantes secundarios, NdT) nos dio escalofríos. A nosotros los sirios nos recuerda a los alumnos en Daraa, en 2011, que por unos graffitis (“tu turno llega, doctor” y “Libertad”) en las paredes de su escuela fueron detenidos, y a algunos les arrancaron las uñas. Ambas escenas, aunque difieren en cuanto a la magnitud de la violencia, demuestran la misma capacidad de los gobiernos puestos en cuestión para humillar a quienes lo desestabilizan. La revolución en Siria se inició de facto luego de que el gobernador de Daraa se negara a liberar a los niños detenidos con una respuesta: 'Olvídense de sus hijos, sus mujeres les darán otros. Si no, tráigannos a sus mujeres. Lo haremos por ustedes.'
Pero volvamos atrás; la plaza de la Contrescarpe el pasado 1° de mayo. Porque eso era algo en lo que creíamos tener la exclusividad. ¡Benallas tenemos muchos! Los llamamos Shabiha; las milicias del régimen, un poco como la BAC (brigada anti criminalidad de las fuerzas represivas francesas, NdT) excepto que no son ni el ejército ni la policía, sino bandas de civiles. Además de los saqueos y las confiscaciones instigados anteriormente por el régimen, durante la revolución los Shabiha se especializaron principalmente en el apaleamiento, la tortura y el asesinato de manifestantes armados o no.
De hecho, el tashbih se ha convertido en una forma de normalizar la violencia del régimen y hacerla patriótica. Se trata de un mecanismo discursivo y material que se ha extendido así, poco a poco, a las personas no vinculadas al Gobierno, pero que están decididas a defender al régimen hasta el final. El comentario (¿de un policía? ¿de un civil?) que se oye en el vídeo de la redada de Mantes-la-jolie: “Este es un curso que se porta bien”, es un ejemplo del tashbih por excelencia. En el fondo, toda represión es sádica.
Ciertamente, la represión no se manifiesta de la misma manera aquí - hay varias maneras de dominar a una población. En el caso francés de hoy, las migajas que este régimen acepta ceder a regañadientes no son más que pretextos frente a la opinión pública para justificar mejor los golpes a las personas que todavía no quieren regresar a sus hogares.
Hace algunos años se felicitó a los pueblos árabes por su rebelión. La Primavera Árabe fue una gran sorpresa porque, por fin, ya no aceptaban el yugo de la dictadura. En cuanto al pueblo francés que supuestamente tiene libertad de expresión y de reunión y que puede votar en elecciones “libres” (aunque puestas en escena por los ricos, su dinero y sus medios de comunicación), se levantarían por “cuestiones sociales”, como dicen los expertos y los especialistas. Para responder a esas cuestiones, hay que recordar que la gente en Siria no se ha levantado sólo para utilizar sus boletas electorales o escribir artículos de opinión en un periódico. Se trataba de dignidad. Así que nos levantamos contra la dictadura en Siria. Hoy en Francia acompañamos a manifestantes que luchan por una mejor distribución de la riqueza y contra una minoría que abusa del poder. No podemos permanecer neutrales. La dignidad debe conquistarse aquí como en otros lugares.
Así que se habla de radicalización. Lo que vemos es, por un lado, violencia contra las cosas, vidrieras de tiendas de lujo, bancos. Cosas muy (in)significantes. Del otro lado, es una violencia contra las personas, una violencia que, para defender estas “cosas” pone vidas en peligro. El Estado, él, mata. En todas partes y no sólo en países como el nuestro.
El vocabulario nos resulta muy familiar. Sus vándalos (casseurs) y perturbadores son nuestros “delincuentes” “agitadores”, sus ultraizquierdas y de extrema derecha son nuestros “infiltrados” y “agentes externos”. El régimen sirio creó todo un léxico. Ahora bien, el borrado de la ira y de la contestación, descalificándolas, haciéndolas extranjeras - y así extremistas - nos muestra que tan pronto como se pone en tela de juicio, el poder comienza a hablar el mismo lenguaje. Nunca permitamos que instalen la confusión.
Por último, en cuanto a la inmigración y el racismo, hemos escuchado el discurso de Macron. El cambio que ha operado respondiendo a “la crisis de fiscalidad y representación” por lo que sería un “malestar ante los cambios de nuestra sociedad, una laicidad desbordada y modos de vida que crean barreras, distancia” es grave y es peligroso. Este discurso no es diferente al de Le Pen y otros. Tampoco es nuevo, y se traduce en efectos concretos y sistemáticos; encierro, humillación, deportación. Para aquellos que se resisten a unirse a los chalecos amarillos, una cosa es segura: lo primero que hay que contrarrestar es el estado racista.
En cuanto a las palabras anti-migrantes de algunos chalecos amarillos, el combate es diferente. Aquí, el encuentro, el diálogo pueden ser una ocasión. Un té en una rotonda, charlas sobre las barricadas, permiten finalmente hablar lejos de las bocas institucionales y gubernamentales, que son las verdaderas barreras. Para decir que pensamos que quienes privan a los franceses de una vida digna no son ni los inmigrantes ni los exiliados, sino la insolente riqueza de algunos.
Por ello, llamamos a los exiliados en Francia a que se manifiesten, a que tengan el valor de asumir nuestra presencia, a que nunca se sientan en deuda con un Estado colonial como si nos hubiera concedido por gracia el derecho a vivir. Ya no hay gente a la que esto no ataña.
No queríamos hacer una comparación. Nos pareció, sin embargo, importante trazar algunos paralelos. Hacer cruzar los caminos. Alimentemos las circulaciones revolucionarias que van más allá de la solidaridad unilateral (a menudo blanca burguesa humanitaria y caritativa). Por nuestra parte, elegimos poner nuestras fuerzas a disposición para tratar de construir un verdadero intercambio de herramientas, ideas y preocupaciones. En el fondo, queremos decir - lo que nos hubiera gustado escuchar en los últimos años - que nuestra lucha es común. La voluntad de destitución no es ni fragmentable ni restringida a nivel nacional: no se puede estar a favor de la revolución en Siria al mismo tiempo que del lado de Macron. Luchar contra él y su mundo es para nosotros un paso hacia adelante para terminar con Assad y su infierno.
Todavía es demasiado pronto para volver a casa, pero no es demasiado tarde para salir. Siempre será hora de sacar algunas cabezas. En cualquier caso, las cosas no serán como antes. Los pueblos ya no quieren un mundo podrido. Pero el derrocamiento de los regímenes no será suficiente, es en lo que sigue donde tenemos que ganar nuestras batallas... Es la caída de un sistema que engendra a los Macron y Assad lo que nos satisfará.
Hasta pronto.
Revolucionarios sirios y sirios en el exilio.