29/3/2016
Voces desde el campamento de refugiados de Idomeni, en la frontera de Grecia con Macedonia
¡Apertura de fronteras ya! ¡Queremos una vida digna!
¡Basta de pelear solos! ¡Necesitamos el apoyo de los trabajadores europeos!
¿Donde están sus organizaciones?
En territorio griego, a metros de la frontera con Macedonia, se encuentra el campamento de refugiados de Idomeni. Allí y a sus alrededores, 14.000 de ellos soportan un crudo clima con intenso frio, lluvias, falta de comida. Están a la intemperie, durmiendo en carpas en el medio de la nada. Así han quedado luego de la decisión de Macedonia, de todos los países balcánicos, Austria, Hungría y de hecho toda la UE, de cerrar las fronteras a todos los refugiados, impedir su ingreso al “viejo continente” y comenzar sus deportaciones.
En esta situación se encuentran desde hace tiempo, algunos desde hace más de un mes. Porque Macedonia había cerrado la frontera en diciembre, primero restringiendo ciertas nacionalidades (dejando afuera a marroquíes o argelinos), luego restringiendo el número de personas que pasaba por día (20, 50 ó 100), después cerrando varios días consecutivos y sólo abriendo algunos pocos días para dejar pasar un par de decenas, luego cerrando sus fronteras para todo aquel que no sea sirio o iraquí con pasaporte, y finalmente hace 20 días la cerró completamente para todos.
Hartos de estas condiciones infrahumanas, sin un horizonte en donde pudieran rehacer sus vidas destruidas por las potencias imperialistas y sus lacayos, los refugiados comenzaron planes de lucha con huelgas de hambre, cortes de vía y rutas, marchas y hasta llegaron a inmolarse. Muchos refugiados ocupan puertos y plazas públicas y marchan por las calles de las dos principales ciudades griegas, Atenas y Tesalónica, con la consigna: “No nos iremos hasta que abran las fronteras”.
En medio de estas protestas llevadas a cabo desde estos campamentos de refugiados varados en la frontera conversamos con varios compañeros.
Con la voz entrecortada, en expresiones de desesperación, agitando sus brazos en el aire, ellos expresaron que escaparon de la guerra contrarrevolucionaria en Siria, donde sus casas fueron destruidas por las bombas de barriles de Bashar y sus vecinos asesinados por los bombardeos rusos de Putin. Tuvieron que irse de su hogar y dejar su tierra no porque hayan querido, sino porque ya no podían vivir bajo semejante masacre y destrucción. Pero incluso afirmaban que antes de la guerra, Siria, con salarios muy bajos, con pocas oportunidades de trabajo, con una creciente carestía de la vida y ninguna posibilidad de libertad de expresión ante una terrible dictadura totalitaria, se había convertido en un lugar muy difícil de vivir.
Algunos habían pasado algunos meses en Turquía, intentando rehacer su vida allí. Pero les fue imposible. Los refugiados no tienen ninguna seguridad laboral. Si tienen la suerte de encontrar trabajo, los patrones turcos pueden no pagarles, despedirlos en cualquier momento, los hacen trabajar largas horas y por un muy bajo salario. Y como si fuera poco, también sufren los maltratos del estado turco, donde la policía los puede detener y encarcelar cuanto crean necesario, no tienen derecho a su defensa, no tienen derecho a un abogado... no tienen derechos. Según ellos, en Turquía ni siquiera son considerados seres humanos y son tratados peor que a los animales.
Dejando todo eso atrás, esperanzados de poder rehacer su vida en el “viejo continente”, muchos de ellos teniendo familiares en Alemania, Francia u otros países esperando por ellos, llegaron a Grecia solo para encontrar que las fronteras para salir del país helénico y cruzar a Macedonia para seguir su camino les fueron cerradas delante suyo.
Frente a esto comenzaron a acampar en la frontera con el sueño de que ésta volviera a abrirse. Pero poco a poco ese acampe “provisorio” se fue convirtiendo en permanente. Día a día, más y más gente fue llegando. Armaron sus carpas, compartiendo siempre la misma meta de poder continuar su viaje.
Pero a su vez también llegaron ONG, provistas con fondos de la UE y el gobierno griego de Syriza, para impedir que entre ellos se unifiquen y sigan su camino, acepten que las fronteras permanecerán cerradas y que permanezcan en sus carpas, diciéndoles que “ahí están seguros y por lo menos tienen comida”. Mientras más y más los refugiados levantan su voz llamando a la clase obrera europea a solidarizarse con ellos, más y más las ONG intentan tapar la voz de los refugiados con apenas un trozo de pan.
Pero a pesar de ello, los refugiados se han mantenido en su plan de lucha. Es que su situación es desesperante. Los fondos que tenían para poder solventar su viaje hasta llegar a Alemania se han acabado. Ya sólo tienen unas pocas pertenencias que caben en sus mochilas y su esperanza de algún día poder cruzar. En sus palabras: “Lo único que podemos hacer es dormir y comer. No hay trabajo, no hay casa, no hay nada. ¿Es esta una vida? ¿Qué hay de los niños? ¿Donde está la educación para que tengan un futuro? ¿Donde están los derechos humanos y el respeto a la vida que dice la UE que hay en toda Europa?”.
No dejan de agradecer la solidaridad que han recibido del pueblo griego. Pero tienen plena conciencia de que es un país con alto porcentaje de desocupación, donde sería prácticamente imposible conseguir un trabajo, y aún si lo logran, con el salario miserable que se les pagaría no podrían mantenerse ellos ni a su familia.
Por esto saben que su única solución es poder seguir su camino a Alemania. Y le piden a todos los que se han solidarizado con ellos, tanto jóvenes y trabajadores griegos como alemanes, españoles e italianos -entre otras nacionalidades- que han llegado desde varias partes de Europa y el mundo, a que luchen junto con ellos y los apoyen para poder cruzar la frontera.
Este llamado desesperado que realizan las decenas de miles de refugiados dejan al descubierto como las organizaciones obreras y de lucha, que hablan en nombre de la revolución y se autoproclamaban de ser los campeones de la solidaridad con los refugiados, los han dejado completamente solos, a merced de las ONG, que lo único que hacen es lucrar con las miserias de decenas de miles de parias, que han quedado atrapado en un limbo de incertidumbre, frio, hambre y enfermedades.
El rol que han cumplido las direcciones de la clase obrera europea, en primer lugar de la burocracia sindical, del estalinismo y de los renegados del trotskismo y partidos socialimperialistas varios ha sido de dejarlos aislados. Estas corrientes se han convertido en el altavoz de las sucias campañas islamófobas que los estados imperialistas europeos realizan contra los refugiados, acusándolos de “terroristas”, luego de los autoatentados en Francia, Bélgica o los de Turquía, así como también los supuestos “ataques sexuales” en Alemania.
¡Los refugiados son el corazón de la clase obrera europea! ¡De sus países, el imperialismo saquea el 80% del petróleo del mundo! Los explotados del Magreb y Medio Oriente son los legítimos dueños de esas riquezas y se encuentran como parias en carpas en medio de la nada, mientras los parásitos imperialistas disfrutan en sus mansiones y yates.
Los refugiados ya combaten contra estos parásitos imperialistas que con sus lacayos masacran y destruyen el Magreb y Medio Oriente, superexplotan a la clase obrera europea y le han lanzado un ataque de “medidas de austeridad” con el cual buscan arrebatarle todas sus conquistas.
¡Es necesario unificar las filas obreras en toda Europa! La burguesía imperialista busca imponerles a los trabajadores europeos las condiciones de vida de los refugiados y los explotados del Magreb y Medio Oriente. ¡No lo podemos permitir!
¡Huelga general europea ya!
¡Abajo la burocracia sindical!
¡Qué los refugiados sean reconocidos como miembros de honor en los sindicatos y organizaciones obreras! ¡Papeles para todos! ¡Igual trabajo, igual salario! ¡Apertura de fronteras!
¡Fuera Frontex, la OTAN y todas las fuerzas de represión de los estados europeos!
¡Deportemos a los banqueros chupasangre y parásitos imperialistas!
¡Abajo Maastricht!
Corresponsales en Grecia:
Leandro Hofstadter, periodista de la Editorial Rudolph Klement
Abu Muad, co-autor de libro “Siria bajo Fuego” |
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