Luego de la caída de Ben Alí, el proletariado y las masas enfrentan el intento de instauración de un gobierno de colaboración de clases para expropiar la revolución
Las heroicas masas tunecinas derrotando a la policía en las calles, saqueando las comisarías y conquistando el armamento, poniendo en pie barricadas, confraternizando con los soldados rasos, con huelgas generales regionales, ocupaciones de fábrica, paralizando el país y rodeando la ciudadela del poder, es decir con una verdadera insurrección impusieron el 14 de enero el derrocamiento revolucionario de Ben Alí y su dictadura de 23 años, dejando descalabrado al régimen y totalmente debilitado al estado burgués.
El imperialismo y la burguesía cipaya reconocieron muy bien que estaban ante el inicio de una grandiosa revolución obrera y socialista, cuyo motor es la lucha por el pan, la tierra, el trabajo, la libertad y la independencia nacional. Es por eso que para intentar cerrar la crisis revolucionaria, inmediatamente montaron un gobierno de “transición” de frente popular, comandado por el presidente Mebazaa, el primer ministro Ghannouchi y los dirigentes sindicales de la UGTT (Unión General de Trabajadores de Túnez).
Pero la clase obrera y los explotados de Túnez demostraron ser un millón de veces más perspicaces que los “estados mayores” y los “estrategas” de las corrientes reformistas, que aún hoy siguen hablando de supuestas “revoluciones democráticas”.
A una semana de haber caído el gobierno de Ben Alí y el RCD, las masas continuaban ganando las calles. Esta vez contra el gobierno de “transición” de los mismos patrones que sostuvieron la sangrienta dictadura. Decenas de miles de manifestantes llegaban desde todo Túnez y rodeaban el parlamento al grito de “no nos iremos de acá hasta que caiga el gobierno”.Trazando un ángulo de 180° con las direcciones reformistas, el proletariado y las masas explotadas marcharon sobre la UGTT y obligaron a los dirigentes traidores a renunciar inmediatamente a sus cargos como ministros del nuevo gobierno.
Así, conquistando la verdadera independencia de clase y desarrollando sus organismos de doble poder como los llamados “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”; las masas, es decir la amplia mayoría del pueblo, los trabajadores, los desocupados, los estudiantes, las clases medias arruinadas del campo y la ciudad, ganaban confianza en sus propias fuerzas, derrotaban a la burocracia colaboracionista y se ponían como objetivo no dejar piedra sobre piedra del régimen infame. Al calor de sus combates, el fuego de la revolución se propagaba al norte de África y Medio Oriente, aterrorizando a la burguesía imperialista y a todas las fracciones de la patronal cipaya.
Con acciones revolucionarias suplementarias, las masas barren al primer ministro Gannouchi y dejan en crisis al gobierno de “transición”
El aún más débil gobierno de “transición” de Mebazaa y Ghannouchi intentó con algunas “reformas” cosméticas fortalecer las instituciones del régimen derrocado, como el archirreaccionario parlamento, la casta de oficiales del ejército y la policía asesina. Esto enfurecía a las masas que veían que se había ido “Alí Baba” –Ben Alí- pero que aún continuaban en los puestos claves del gobierno “los 40 ladrones” –los miembros del RCD-. Las masas tunecinas sacaban la conclusión de que este gobierno de “transición”, lejos de traer “democracia”, venia a expropiar la heroica revolución por pan, trabajo y libertad de las masas insurrectas, para salvar la propiedad privada y los negocios del imperialismo y la burguesía nativa.
Es más, los "democráticos" de hoy, que sostuvieron la autocracia de Ben Alí ayer, llamaban, junto a los piratas imperialistas como Sarkozy, Obama y Zapatero, a que los empresarios aterricen en Túnez para volver a repartirse los fabulosos negocios que administraba la pandilla de Ben Alí. Pero las masas hambrientas no aceptaban este plan, ya que ellas, que entregaron su sangre con cientos de muertos y miles de heridos, no reciben ni pan, ni trabajo, ni libertad. El grito de la revolución ahora era: “nos robaron las riquezas, no dejemos que nos roben nuestra revolución”.
Durante la segunda quincena de enero y todo febrero los combates no dejaron de sucederse. La clase obrera imponía su peso con sus métodos de lucha. Manifestaciones, huelgas, tomas de fábricas, movilizaciones, piquetes, ocupaciones del parlamento y marchas a la Embajada francesa al grito de “¡Fuera el imperialismo, fuera el embajador Boillon!, obligaban al gobierno de “transición” a tener que conceder algunas demandas ultra parciales. En varias regiones los organismos de autodeterminación y democracia directa de las masas en lucha, los “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, los comités de fábrica, los comités de desocupados y los comités de vigilancia obreros armados, ya habían tomado el control de la situación, estableciendo un doble poder territorial, que disolvió las fuerzas de represión, se hizo cargo del funcionamiento de los hospitales, las escuelas y hasta de las municipalidades, de donde las masas echaron a todos los representantes del RCD.
La fortaleza de la revolución que había comenzado en Egipto y Libia, renovaba y potenciaba la combatividad de los explotados en Túnez, quienes volvían a irrumpir de forma generalizada contra el gobierno de “transición” que en los primeros días de febrero anunció la asunción de 24 nuevos gobernadores, de los cuales 19 eran del RCD.
El 20 de febrero las masas se movilizaron en todo el país contra el gobierno de “transición”, desconociendo el dictado de “estado de emergencia”. En la plaza central 200.000 manifestantes rodearon el palacio de gobierno. Una columna de obreros y de la juventud revolucionaria combatió por horas contra la policía, sostenida por el ejército. Las masas saquearon negocios y supermercados. Tres comisarías en el centro de la ciudad fueron incendiadas. Cinco muertos y decenas de heridos fue el resultado de la batalla.
Las masas agitaban sus consignas de “Gannouchi lárgate”, “RCD lárgate”, “basta de mentiras y mascaradas”, “fuera todos los que quieren robar nuestra revolución” y “revolución en Túnez, revolución en Egipto, revolución hasta la victoria” junto a proclamas en apoyo a la revolución en Libia.
Al otro día el primer ministro Gannouchi era derrocado, y con él todo su gabinete de miembros del RCD. Pero esto no cubría la satisfacción de las masas que ahora declaraban “se tiene que largar todo el gobierno y también el presidente”, en referencia al jefe de estado Mebaaza y al nuevo primer ministro Essebsi.
El ejército, al cual toda la burguesía y las direcciones traidoras describían como “defensores de la revolución”, también comenzó a ser cuestionado: “¿Dónde está Rachid Ammar (militar con cierta popularidad) y sus promesas de “proteger la revolución”?” era el grito que tronaba en las calles durante esas jornadas.
¡Viva las masas tunecinas que con sus acciones revolucionarias nuevamente le marcan el camino al proletariado mundial! ¡El único poder que los explotados deben reconocer es un gobierno de las organizaciones obreras y de las masas en lucha, que basado en el armamento generalizado y la autoorganización, expropie al imperialismo para conquistar el pan y la independencia nacional!
El gobierno de Essebsi y su llamado a una “Asamblea Constituyente”, sostenido por toda la burguesía, la burocracia sindical y las direcciones reformistas, intenta frenar la ofensiva revolucionaria de las masas
La revolución en Túnez ha entrando en una carrera a contrarreloj. Las masas han llegado muy lejos imponiendo un doble poder local y regional basado en los “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, organismos de autodeterminación y democracia directa de los explotados en lucha, que aún tiene la tarea inconclusa de ganarse a los soldados rasos para la revolución.
Pero esta situación debe definirse. En 1917 Lenin alertaba de esta cuestión en plena Revolución Rusa en “Las tesis de abril”: “Este doble poder se manifiesta en la existencia de dos gobiernos: uno es el gobierno principal, el verdadero, el real gobierno de la burguesía, «el gobierno provisional» de Lvov y Cía., que tiene en sus manos todos los resortes del poder; el otro es un gobierno suplementario y paralelo, un gobierno de «control» encarnado por el Soviet de diputados obreros y de soldados de Petrogrado, que no tiene en sus manos ningún resorte del poder, pero que descansa directamente en el apoyo de la mayoría indiscutible y absoluta del pueblo, en los obreros y soldados armados (…) No cabe duda de que tal «entrelazamiento» no puede durar mucho. En un mismo estado no pueden existir dos poderes. Uno de ellos está destinado a desaparecer, y toda la burguesía rusa está ya, en todas partes, haciendo todos los esfuerzos posibles por eliminar y debilitar a los soviets, por reducirlos a la nada y por establecer el poder exclusivo de la burguesía”.
Esto que en la revolución rusa de 1917 intentó hacer la burguesía, es lo que ahora se apresta a realizar el gobierno de “transición” bajo el mando de Essebsi, quien ha llamado para el mes de julio a una “Asamblea Constituyente”. En total sintonía con el gobierno, veintiocho partidos políticos burgueses “opositores”, incluidos los islámicos del Ennahda –que fuera legalizado luego de 30 años de proscripción-, han llamando en una declaración realizada en común con la burocracia de la UGTT y el “frente 14 de enero” de la izquierda tunecina (apoyado por el NPA francés y las corrientes reformistas a nivel internacional), a que se ponga en pie un “Consejo para la protección de la revolución” para convocar a una “Asamblea Constituyente”.
Con la coalición de todos los sectores de “oposición” al RCD y su llamado a “Asamblea Constituyente” han montado una nueva trampa. Han puesto en pie un verdadero frente popular cuyo objetivo es, al decir de Trotsky, engañar, adormecer y desorganizar a la clase obrera y las masas explotadas con ilusiones “parlamentarias” o “constituyentes”, paralizando la voluntad política del proletariado que a través de sus direcciones colaboracionistas es sometido a la burguesía.
Con esta pérfida política de colaboración de clases -que no hace más que allanar el terreno para que la reacción y la contrarrevolución levanten cabeza-, buscan expropiar la heroica revolución que ha comenzado salvaguardando la propiedad privada de los monopolios imperialistas y la burguesía nativa. Quieren impedir que las masas centralicen sus organismos de doble poder, fortalezcan sus milicias, avancen en partir al ejército, aplasten a la casta de oficiales, se hagan del Poder y expropien al imperialismo y la burguesía para conquistar el pan y todas sus demandas.
Los trotskistas alertamos a las masas tunecinas que nada bueno vendrá de la “Asamblea Constituyente” llamada por toda la burguesía, la UGTT y la izquierda reformista. Esta es la experiencia de la revolución boliviana donde la “Constituyente” no sólo no le dio ninguna de sus demandas a las masas sino que fue el ámbito donde se dio el pacto entre el gobierno de Evo Morales con la oligarquía de la Media Luna fascista y las transnacionales, que garantizó la continuidad de las superganancias de los monopolios imperialistas, saqueadores de la nación boliviana, y le permitió al conjunto de la patronal asentar un régimen de transición expropiador de la revolución.
Ante la revolución obrera y socialista que ha comenzado en Túnez, lo único “democrático”, contra la estafa de “Asamblea Constituyente”, es que la clase obrera y las masas explotadas tengan pan, trabajo y puedan liberar al Túnez semicolonial del imperialismo. Estas tareas, tal como demuestra el gobierno de “transición”, jamás podrá cumplirlas ninguna fracción de la burguesía nativa. Sólo el proletariado que es la única clase verdaderamente nacional, que no tiene ningún interés que lo ate al imperialismo, elevándose como caudillo de la nación oprimida puede conquistar la ruptura con el imperialismo y expropiar los bancos, las fábricas, las tierras y todas las propiedades de las transnacionales y de la burguesía tunecina. Solamente un gobierno basado en la autoorganización y armamento de las masas en lucha es el único gobierno que puede garantizar que haya pan y trabajo para todos los explotados de Túnez. Solo las masas armadas tomando el poder podrán conquistar la democracia hasta el final. Como plantea Trotsky en “Nota biográfica de Lenin”: “La dictadura del proletariado, dijo Lenin, representaba el nivel de democracia más alto posible para la mayoría trabajadora del pueblo, poniendo en manos de los trabajadores todos los bienes materiales (edificios para las reuniones, imprenta de periódicos, y demás) sin los cuales la “libertad” sigue siendo una ilusión.”
La clase obrera y las masas explotadas no deben detener su ofensiva. Es necesario demoler y destruir al Estado burgués e imponer la República obrera y socialista que será un millón de veces más democrática que la más democrática de las republicas burguesas. ¡Abajo el gobierno de “transición” que comandan Mebazza y su secuaz Essebsi! ¡Abajo el “Consejo para la protección de la revolución”! ¡Hay que imponer la ruptura de las organizaciones obreras con la burguesía y el imperialismo! ¡Hay que tomarse las comisarías y desarmar a la policía asesina, para fortalecer las milicias obreras y populares! ¡Hay que aplastar a la casta de oficiales asesina! ¡Hay que poner en pie los comités de soldados rasos! ¡Hay que desarrollar, extender y centralizar los organismos de autodeterminación y democracia directa de las masas en lucha! ¡Hay que conquistar un Consejo nacional con delegados de base de los “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, los comités de fábrica, los comités de desocupados, los comités de vigilancia obreros armados y la UGTT, es decir un gran Congreso nacional de los trabajadores, los soldados rasos y las masas en lucha, que tendrá un millón de veces más legitimidad y autoridad que este gobierno sostenido por el imperialismo y las direcciones colaboracionistas de las masas!
Para conquistar el pan, el trabajo y la independencia nacional…
¡Hay que imponer la ruptura de la UGTT y las organizaciones obreras con la burguesía, y luchar por un programa obrero de emergencia! ¡Todo el poder a la UGTT, sostenido por los comités de fábrica, los comités de desocupados y la milicia obrera!
Frente a este verdadero frente popular que intenta erigirse para sostener al gobierno de “transición”, las masas deben imponer la ruptura de las organizaciones obreras, principalmente de la UGTT, con la burguesía. La burocracia sindical no puede seguir más al frente de la central obrera. Las masas ya le impusieron a los dirigentes de la UGTT que retiren a sus ministros del gobierno de Gannouchi, y estos burócratas nuevamente quieren poner de rodillas al proletariado frente a la burguesía.
Como si esto fuera poco el comité ejecutivo de la UGTT el 8 de febrero emitió un comunicado, en una clara defensa al gobierno de “transición”, planteando que van “a trabajar para reestablecer la seguridad, hacer frente a las fuerzas anti revolucionarias que están tratando de desestabilizar a la gente, lo que dificulta el normal funcionamiento de las instituciones, y que influyen negativamente en el clima social”. También dicen detrás de las movilizaciones, las huelgas y las ocupaciones de fábrica está el RCD, y llaman a sancionar a todos los afiliados que no acaten la disciplina de la central obrera.
Es por todo esto, que NO pueden estar más al frente de la UGTT los burócratas colaboracionistas que se abrazan al imperialismo y la burguesía “democrática”, como antes lo hacían con el asesino Ben Alí, y se ponen en la vereda de enfrente de los obreros y jóvenes revolucionarios que entregan a sus mártires, ponen en pie las barricadas, enfrentan y derrotan a la policía, riegan las calles con su sangre, ocupan las fábricas y establecimientos, imponen el aumento de salario y levantan la demanda de escala móvil de salarios y horas de trabajo para que la juventud desocupada pueda ingresar a trabajar. |
Al calor de la crisis económica mundial, las masas tunecinas responden con la revolución obrera y socialista al ataque de los capitalistas
El heroico levantamiento revolucionario de las masas de Túnez ha sido parido por las condiciones impuestas por la crisis económica mundial que estallara en 2007. El grito de guerra de la burguesía mundial fue “¡que los costos de la crisis los paguen la clase obrera y las masas explotadas!”. En Túnez, el gobierno de Ben Alí impuso una terrible desocupación -con un 60 % de los jóvenes sin trabajo-, carestía de la vida, salarios de hambre y miseria, sumados a una sangrienta represión contra cada levantamiento de la clase obrera y los explotados.
Frente a esta situación, desde hace algunos años, sectores de vanguardia del proletariado tunecino venían enfrentando el feroz ataque de los capitalistas. En lo profundo del país, en ciudades como Metlaui, Kasserin y Thala, las masas entraban al combate con durísimas luchas locales contra los padecimientos inauditos. Durante el 2008 y 2009, en Gafsa, miles de obreros mineros irrumpieron con una huelga general local que enfrentó a los traidores de la burocracia de la UGTT, uno de los principales sostenedores del gobierno y el régimen burgués.
Con estos combates, la clase obrera de Túnez comenzaba a ponerse de pie y a pelear codo a codo con sus hermanos de clase de Egipto quienes en 2007 y 2008 protagonizaron un poderoso auge proletario encabezado por los obreros textiles contra el gobierno de Mubarak.
Durante 2010 y lo que va del 2011, al tiempo que se agudiza la crisis de la economía mundial capitalista, también se agudizan los combates de la clase obrera en el Norte de África y Medio Oriente. Es que un puñado de transnacionales se dedica a acaparar los cereales y comoddities del mundo, para hacer subir artificialmente sus precios y así acrecentar sus superganancias en base a la hambruna generalizada de los explotados del planeta; mientras el imperialismo yanqui comandado por el carnicero Obama continúa descargando la crisis de los parásitos de Wall Street inyectando miles de millones de dólares sin respaldo en el mercado mundial, generando una terrible inflación que acrecienta aún más la miseria de la clase obrera y las masas.
Fueron estas penurias y los heroicos combates previos protagonizados por la clase obrera en los últimos años, los que llevaron a los explotados tunecinos a sacar la conclusión de que debían centralizar su combate y librar una gran lucha política de masas contra el gobierno y el régimen asesino, sirvientes del imperialismo, como única forma de conquistar el pan, el trabajo y todas sus demandas.
El combate de Túnez despertó la furia revolucionaria de las masas de Egipto que derrocaron la dictadura asesina de Mubarak, y también de los explotados de Libia, que continúan sus combates para terminar de derrotar al gobierno antiobrero de Kadafhy. La batalla del proletariado y las masas explotadas contra la burguesía, ya se ha extendido a Yemen, Bahrein, Marruecos y Argelia, donde la clase obrera y los explotados protagonizan enormes levantamientos, sublevaciones e insurrecciones revolucionarias contra sus gobiernos y regímenes pro-imperialistas.
La revolución que ha comenzado en todo el Norte de África y ya se ha extendido a Medio Oriente, es la revolución contra los parásitos imperialistas de Wall Street, Obama y los acopiadores de alimentos como Cargill, Monsanto, Dreyfus y Bunge, que hambrean a las masas del mundo entero; es la revolución contra las “guerras del petróleo” que comandara Bush y continuara Obama y el régimen infame de los “Republicratas” yanquis que masacraron a cientos de miles de explotados en Irak, Afganistán, Palestina y todo Medio Oriente, para que los pulpos imperialistas de la Exxon, la British Petroleum, Chevron, Texaco y la Total obtengan millonarias superganancias. ¡Hay que expropiar a los parásitos chupasangres de Wall Street! ¡Por la expropiación sin pago y bajo control obrero de las transnacionales cerealeras y petroleras y todas las fábricas, bancos y propiedades del imperialismo!
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La magnífica insurrección de la clase obrera y las masas explotadas de Túnez que derrocó a Ben Alí
La inmolación de Mohamed Bouazizi, un joven estudiante desocupado, el pasado 17/12 fue la gota que rebalsó el vaso para las masas de Túnez. Millones de explotados se sublevaron en todo el país contra el gobierno y el régimen antiobrero del odiado Ben Alí y su partido RDC (miembro de la Internacional Socialista), quienes por 23 años impusieron una dictadura sangrienta que garantizó el saqueo imperialista y dejó a las masas de Túnez hundidas en el hambre y la miseria.
Al mismo tiempo los obreros ocupados y desocupados, la juventud obrera y estudiantil y sectores de las clases medias arruinadas, en las ciudades como Metlaui, Kaserín, Gafsa, Thala, Sbeitla, Sidi Bouzid, Regueb, Douz y Kairuán, irrumpieron como un solo puño contra el régimen de Ben Alí. En distintas regiones, la vanguardia obrera marchaba sobre los sindicatos de la UGTT donde se enfrentaron y derrotaron a los burócratas traidores, imponiendo que las organizaciones obreras estén a disposición de la lucha revolucionaria que había comenzado.
Durante los meses de diciembre del 2010 y enero del 2011, las Huelgas generales revolucionarias, las barricadas, los combates contra la policía asesina, las marchas sobre los sindicatos y la golpiza a los burócratas de la UGTT, los ataques a las comisarías –donde los obreros y explotados conseguían armarse- y los incendios a los edificios gubernamentales, comenzaron a ser la vida corriente del Túnez revolucionario. Una verdadera insurrección estaba en curso, se había roto la paz social entre las clases.
En su lucha revolucionaria los explotados entregaron cientos de muertos, miles de heridos, millares de presos políticos. La juventud obrera y el movimiento estudiantil combativo eran la vanguardia en los combates contra la odiada policía asesina, que fue derrotada en las calles y luego humillada al tener que ponerse de rodillas y saludar a los obreros insurrectos que desde todo Túnez marchaban hacia la capital.
En distintas localidades y regiones surgían los soviets bajo el nombre de “comités obreros de protección y supervisión de la revolución”, verdaderos organismos de autodeterminación y democracia directa de las masas en lucha.
El ya acorralado y odiado régimen daba la orden al ejército para que masacre y bañe en sangre la revolución. Pero los soldados rasos se negaban a reprimir. Las masas insurrectas confraternizaban con ellos. La ciudadela del poder ya estaba rodeada. El 14 de enero las masas tiran a Ben Alí, quien huye a Arabia Saudita.
Con este levantamiento revolucionario por el pan y el trabajo, embistiendo contra la ciudadela del poder, derrotando a la burocracia sindical traidora de la UGTT en las calles, enfrentando la sangrienta represión, desarmando y aplastando a la policía asesina, atacando las comisarías, derrocando al gobierno antiobrero, descalabrando al régimen y dejando totalmente en crisis y debilitado al Estado, las masas tunecinas transformaron su chispa en el incendio de todo el norte de África, que ya está irrumpiendo en Medio Oriente y amenaza con penetrar a la misma Europa imperialista. ¡Vivan los obreros y explotados del Túnez revolucionario, que mocionan al proletariado mundial que para conquistar el pan, el trabajo, la libertad y la independencia nacional hay que enfrentar al imperialismo, sus gobiernos, regímenes y estados capitalistas, y a sus agentes al interior del movimiento obrero!
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Los ojos del imperialismo se han concentrado en Túnez para impedir que triunfe la revolución en el Norte de África y Medio Oriente
Las masas con sus combates revolucionarios vienen de descalabrar gran parte de los dispositivos contrarrevolucionarios del imperialismo en la región. La burguesía mundial es conciente de esto por eso los estados mayores del capital financiero internacional están sacando al día lecciones contrarrevolucionarias del combate revolucionario de la clase obrera de Túnez para impedir que en el resto del norte de África y Medio Oriente se desarrollen procesos revolucionarios que lleguen tan lejos como la revolución tunecina donde las masas impusieron sus organismos de doble poder y siguen embistiendo contra el gobierno de transición, lo que amenaza el dominio del imperialismo y sus intereses en la región.
Es por eso que para impedir que surja la revolución, en Arabia Saudita, Jordania y Siria los gobiernos títeres del imperialismo empiezan a darle algunas concesiones a las masas, y en Bahrein y Yemen continúan masacrando a la clase obrera y las masas que se levantan contra los regímenes burgueses.
En el caso de Egipto, cuando la lucha revolucionaria pegó un enorme salto tirando al gobierno asesino de Mubarak, la burguesía rápidamente puso en el poder a la casta de oficiales del ejército –la única institución que no había sido descalabrada por las masas- cuya primer orden fue "disolver" el Parlamento y "no reconocer" la Constitución de Mubarak, justamente para impedir que, como sucedió en Túnez, las masas revolucionarias saquen la conclusión que este nuevo gobierno no es “su” gobierno, sino que viene a expropiar y ahogar en sangre y fuego la revolución.
En Libia mandaron a generales asesinos de las Fuerzas Armadas y los “jefes de las tribus” que durante años sostuvieron al gobierno y al régimen del chacal Kadafhy, a pasarse de bando a último momento para que se monten sobre la lucha revolucionaria de las masas para intentar expropiarla. Mientras tanto, el imperialismo italiano ya ha movilizado sus flotas por el Mediterráneo y el conjunto de las potencias imperialistas continúa discutiendo sobre la intervención militar de la ONU y la OTAN. Así se preparan los piratas imperialistas para en nombre de la “paz” y la “democracia” dar un nuevo zarpazo contrarrevolucionario para aplastar a las masas para defender su propiedad y dominio en la región
De esta manera es cómo el imperialismo y las burguesías nativas, jaqueados por los enormes combates de las masas insurrectas, se disponen a expropiar los procesos revolucionarios. Pero no está nada dicho. En la batalla del Norte de África y Medio Oriente se juega en gran medida el futuro inmediato de la clase obrera de todo el mundo. La revolución que ha comenzado es una enorme oportunidad donde el proletariado mundial puede atalonarse, concentrar sus fuerzas y preparar una contraofensiva de masas a nivel mundial para derrotar el ataque de los capitalistas y hacerle pagar la crisis. ¡Para que la clase obrera viva, el imperialismo debe morir! |