Ucrania - 15 de julio de 2023
La sublevación de Prigozhin y sus mercenarios fascistas...
Choque en el frente ruso…
crisis política en Moscú
La clase obrera rusa, para terminar con su martirio,
debe provocarle un Vietnam a Putin
¡Las organizaciones obreras de Ucrania deben tomar
el control político y militar de la guerra!
En toda Europa, hay que combatir junto a Francia para terminar con el Maastricht imperialista y la OTAN
El 24/6, Prigozhin y unos veinte mil hombres del grupo paramilitar ruso Wagner, encabezaron un levantamiento contra Putin. Partieron desde Ucrania, donde participan como un batallón central de la invasión de Putin, y llegaron a 200 km de Moscú. Estos acontecimientos desembocaron en una negociación de Prigozhin con Lukashenko, el presidente de Bielorrusia, y luego también con Putin. Pero el grupo Wagner no cesó en sus funciones mercenarias ni en Ucrania ni en ninguno de sus teatros de operaciones: se trata de verdaderas bandas fascistas que llevan a cabo “misiones” en Medio Oriente, América Latina y África, a cuenta no solo de Putin, sino de los pulpos imperialistas yanquis y franceses. Ellos son los que custodian los pozos de petróleo de la Shell, la BP y la Total en Irak. Así como en Bengasi y Trípoli, Libia, apoyan y pelean por Heftar que le entregó el oro negro de la región a los yanquis. Y en Siria, donde masacran a las masas desde el año 2015, haciendo como Putin y Al Assad, el trabajo sucio del imperialismo, son como en Raqqa y Deir e Zor, la guardia de seguridad de las petroleras imperialistas.
Frente al levantamiento de Prigozhin y sus hombres, la crisis política del régimen ruso quedó al descubierto. Esta es la expresión política de la impotencia de Moscú de no poder pasar las fronteras de guerra que ni siquiera llegan a abarcar lo que controlaba antes políticamente en Donetsk, Lugansk y Crimea.
Es que el grupo Wagner era la verdadera guardia pretoriana, el círculo de más íntima confianza de Putin, y se dirigió a la capital rusa “contra los traidores de la patria” ante los ojos del mundo y la inacción del ejército ruso. La neutralidad de amplios sectores de la oficialidad de las fuerzas armadas permitió que los atacantes avancen y forzaron a una negociación entre las pandillas de oligarcas y la casta de oficiales del régimen cívico-militar de Putin.
Lo que sucede realmente es que el carnicero Putin, que se ha mantenido en el poder a fuerza de masacres y un régimen de terror contra las masas de Rusia y las nacionalidades que esta oprime a su interior y también en Eurasia (donde actúa como verdadero gendarme del imperialismo), se ha empantanado en Ucrania. A un sofocamiento económico generado por los gastos exorbitantes en armamento y los bloqueos, sanciones e incautaciones del imperialismo a Moscú, se suma el descontento generalizado ante los 200 mil muertos que se estiman en esta invasión y un resultado que sabe a derrota: Putin, como ya dijimos, no logra controlar hoy en Ucrania el mismo territorio que el que controlaba previo a la invasión.
Y, como vimos desde 2022, las masas rusas se han opuesto a esta guerra de invasión y masacre al pueblo ucraniano, con miles escapando de la conscripción obligatoria, centenares de puestos de alistamiento militar incendiados y vandalizados; y pese al régimen de terror, manifestaciones de protesta tuvieron lugar en toda la Federación. Cientos de luchadores se encuentran en las mazmorras de este asesino condenados a decenas de años de prisión. Es que en el maldito régimen ruso, el mero hecho de portar un cartel en una calle constituye un delito, y esto se ha exacerbado a grados extremos a partir de la invasión. Hoy en la Rusia de Putin puedes ir preso simplemente por un dibujo de tu hijo que se considere que menoscaba la imagen del ejército blanco.
Prigozhin, como el perro que muerde la mano de su amo, busca hacer valer su peso en el frente y en la retaguardia, en la medida en que la base del ejército regular se traba a cada paso en su ofensiva, porque la juventud explotada rusa que fue reclutada forzadamente, se niega a morir por Putin. Tanto es así que Rusia ha tenido que atacar por aire, en gran medida. Por eso, como hemos dicho, a casi un año y medio del inicio de la invasión rusa a Ucrania, con miles de exiliados, y centenares de detenidos y procesados, los ataques a los centros de reclutamiento en Rusia no cesan.
Esta es la verdad. Por eso, el misil más poderoso de la clase obrera ucraniana ha sido y es la negativa de la clase obrera rusa a matar y morir por Putin. Esto ha dejado al régimen ruso ante una crisis, que a casi un año y medio de la “misión especial” fallida está saliendo a la luz. Una crisis que, de profundizarse, política y socialmente, abriría un escenario tipo Vietnam, pero esta vez no en Washington sino en Moscú. Para nada el imperialismo busca este final para el régimen contrarrevolucionario de las Rusias. Es que caería el gendarme de los negocios de todas las potencias imperialistas y los grandes capitalistas antes de que surja uno más afín a los yanquis.
La cumbre del G7 y la OTAN: una parodia de “apoyo a Ucrania”
Mientras Prigozhin y sus hombres se dirigían a Moscú, el cínico Zelensky anunciaba que “estaban preparando una contraofensiva”… que por otra parte nunca llegó. ¡Es que ese era el momento para hacerla! Se habían roto las líneas de las tropas de ocupación rusa por una crisis en el estado mayor. Se subió el telón y se ve la realidad como es. Para la famosa “contraofensiva”, lo que Ucrania tenía era chatarra. Ni aviación, ni misiles de largo alcance, ni siquiera drones. Solo buscaminas para patrullas dispersas de ataque.
¡Y todavía hay que escuchar a pseudo-izquierdistas que afirman que en Ucrania se libra “una guerra de procuración entre la OTAN y Moscú”!
Reunida la OTAN, en estas circunstancias, le dieron algunas palmadas de despedida de la reunión a su lacayo Zelensky diciéndole “vuelva, vuelva y ataque solo con los suministros de tanques y artillerías que le dimos de los años ’70”. “De aviones, ni hablar”. “Pero contraataque solo una vez que se cierre la crisis política y militar en Moscú”. Esto le dijo la OTAN a Zelensky, mientras le prometían que una vez finalizada la guerra entraría a la OTAN.
Queda claro que EEUU ha entregado Ucrania como un peón para que Rusia la masacre y destruya, pero sin que Putin gane la guerra. El plan del imperialismo es que Putin desangre la nación ucraniana y la hunda en una guerra de desgaste para Moscú, en la que los que ponen los muertos son los trabajadores y las masas explotadas.
Mientras tanto, más masacra y destruye Putin, y más sigue el imperialismo succionando las escleróticas venas de Ucrania con la fraudulenta deuda externa y con un endeudamiento colosal por el armamento del siglo pasado que le venden los países occidentales.
Es que lejos de lo que afirman los farsantes que dicen que “la OTAN arma a Ucrania para enfrentar a Putin”, esta solo le brinda armamento defensivo. El objetivo del imperialismo es que la “Gran Rusia” se desgaste política, económica y militarmente, pero no al extremo que se derrumbe el régimen autocrático de Moscú y estallen las masas en revueltas revolucionarias. Inclusive, la OTAN no quiere una derrota militar de Putin, porque es el que sigue manteniendo a raya con su bota a los pueblos de Eurasia, y en particular a los de las ex repúblicas soviéticas.
Es el carnicero Putin con su bota de hierro el que tiene controladas, aplastadas y cuando es necesario, masacradas, a todas las masas de Eurasia y de la propia Rusia. Este territorio, de una enorme extensión y con una poderosa y revolucionaria clase obrera que puso en pie la URSS, es controlado férreamente con un régimen de terror por el asesino Putin y sus aliados.
Por eso contra quienes afirman que esta es una “guerra reaccionaria” en la que no hay un “mal menor”, hay que decir la verdad: la derrota de Putin y el estallido de su régimen bonapartista significaría la caída del dispositivo contrarrevolucionario del imperialismo en la región y una bocanada de aire fresco para todos aquellos a quien Putin oprime. Serían las mejores condiciones para que irrumpan nuevamente al torrente revolucionaria las masas de las ex repúblicas soviéticas, incluida Rusia… Para que esta vuelva a arder como Francia, aunque a los lacayos y sirvientes del asesino Putin y su banda de banqueros y superoligarcas les disguste.
Sin embargo, Estados Unidos hace rato necesita en Rusia un aliado agente directo, que no tenga la relativa independencia que mantiene Putin. Independencia que le permitió incluso convertirse en socio menor, proveyendo materias primas (como gas, petróleo, cereales, etc.), de la Europa imperialista de Maastricht bajo la égida alemana. Esto le permitió al eje franco-alemán lograr su espacio vital en toda Europa de oriente y occidente. Justamente, la verdadera guerra que está librando EEUU es para romper la hegemonía franco-alemana desde Portugal a las Estepas Rusas. Y lo está logrando, haciendo valer todo el peso de la OTAN, como vencedor de la II Guerra Mundial. Le recordó a Alemania, volándole el gasoducto “Nordstream 2” construido junto a Rusia, que ella fue derrotada en la guerra. Y a Francia le demostró que al Pacífico lo conquistó EEUU con dos bombas atómicas sobre Japón, y le arrebató el supernegocio de construir 20 submarinos que Australia ya le había otorgado.
La política estratégica de los yanquis en esta guerra, junto con comerse Ucrania una vez que la lucha nacional sea derrotada, la nación partida y sus masas exhaustas por el carnicero Putin, no es otra que conquistar una casta del ejército y de todas las fuerzas armadas de Rusia que sea “yeltsinista”, es decir, agente directa de los yanquis. Como lo fuera Yeltsin a partir del ’89 y el ’91, en que el ex alcalde de Moscú aplastó un golpe de pequeños sectores de la ex burocracia soviética que pugnaban por una restauración capitalista con mayor autonomía de Rusia respecto de la City de Londres y Wall Street.
Yeltsin, el primer presidente de la “democracia rusa”, fue el agente directo de Reagan y Thatcher, es decir, del imperialismo angloyanqui y el Citibank. Él se apropió directamente de todo el gas ruso (Gazprom), asociado a sus amos, los yanquis. Las distintas pandillas de la burocracia devenida en burguesía se repartían los negocios y la propiedad nacionalizada a dentelladas.
Fue Putin el que vino a poner orden en el saqueo de las pandillas burguesas e imperialistas y reorganizó, con un férreo régimen bonapartista, toda la región. No es casual que asumiera culminando la masacre de 4 millones de chechenos que Yeltsin no había podido lograr.
Lo que buscan los yanquis hoy en Rusia, en última instancia, es una casta de oficiales, insistimos, yeltsinista, en el sentido en que sea agente directo de ellos (y no de Maastricht) y les permita avanzar en una semicolonización de la “Gran Rusia”.
Si surge ese agente de los yanquis en Moscú, el imperialismo le entregará rápidamente el Donbas y Crimea para terminar así la guerra y comenzar con el otro gran negocio que los piratas imperialistas tienen entre manos: el de la reconstrucción de Ucrania y en Rusia lograr profundizar su control de sus commoditties, hidrocarburos, gas...
EEUU no viene a liberar a Ucrania como nación oprimida de una brutal agresión militar, que le ha costado ya decenas de miles de muertos y millones de refugiados. Vino por recuperar su hegemonía en el mercado europeo contra el eje franco-alemán, y por lograr un socio fiel como guardián de sus negocios en Rusia.
El levantamiento de Prigozhin y el cuestionamiento de los más altos mandos del ejército ruso, como así también la neutralidad de muchos de ellos que dejaron correr dicho levantamiento, parecieran indicar que este camino, el de los yanquis buscando una casta de oficiales abierta y totalmente adicta a EEUU, se ha abierto y se continúa en crisis recurrentes de cesación de servicios e inclusive de tensiones en las máximas jerarquías del ejército ruso.
Mientras tanto, como ya dijimos, el imperialismo se relame en Ucrania por el millonario negocio de la reconstrucción con el que más de 720 empresas de las más grandes trasnacionales, ya se relamen y esperan amasar más de 750 mil millones de dólares. Es decir, las hienas de las transnacionales ya están disputando con qué pedazo se quedan. De allí, pese a que Macron pegó el grito que “Francia no iba a ser vasalla de EEUU”, en la última reunión del G7 todos se anotaron para este negocio… Pero esta vez el que lo reparte son los yanquis.
Y mientras tanto, negocios son negocios. Durante la guerra los “business” continúan. Es que se trata del sistema capitalista. Pese al palabrerío, las empresas imperialistas siguen haciendo fabulosos negocios en Rusia. Como decía Lenin, “el último burgués nos va a querer vender la soga para colgar al anteúltimo”. Es que, pese al anuncio y a las bravuconadas de retiro de empresas imperialistas de Rusia, estas, bajo otro nombre, bajo control de testaferros, o bien dejando patentes, se quedaron todas… Todas. Y las que se fueron, porque no les servía más el negocio, las vendieron y recibieron los dólares del tesoro central de Moscú.
Así actúa el cobarde asesino de Putin con el imperialismo. Este les expropia todos los bienes, cuentas bancarias de toda la oligarquía y la gran burguesía rusa en el exterior y la banda de Moscú le pagan a las empresas que se retiran de Rusia con dólares frescos.
Las bravuconadas de “retirar las empresas de Rusia” entonces no fueron más que eso.
¡Por la dirección proletaria de la guerra!
Ante fragilidad en que se encuentra hoy el régimen ruso y el mismo Putin, el accionar de Zelensky que amenazó con una “contraofensiva” que nunca llegó, deja demostrado que con la burguesía ucraniana dirigiendo la guerra es imposible ganarla.
¡Es el momento! La casta de oficiales contrarrevolucionaria, llena de fascistas y mercenarios, de Putin se disputan las responsabilidades por las derrotas en el frente. Ellos creían que su invasión a Ucrania iba a ser un paseo para Moscú, y se está transformando en un infierno.
Este es el momento, a condición de que sea la clase obrera ucraniana la que tome en sus manos una contraofensiva, llamando a los soldados rusos a desertar y unirse a sus filas, y sublevarse en Moscú. La clase obrera debe llamar a sus hermanos, los obreros del Donbass, Lugansk y las zonas ocupadas, a unir sus filas y organizar una lucha por la misma demanda de trabajo y salario digno y contra la miseria en toda la nación. Una lucha para suspender de forma inmediata todo pago de la deuda externa que el lacayo Zelensky sigue pagando al imperialismo con el hambre y la muerte del pueblo.
¡Ya es hora de que la clase obrera tome la dirección política y militar de la guerra de liberación nacional! Expropiando todas las empresas y poniéndolas a producir alimentos, pertrechos y armas para los trabajadores y los soldados en el frente.
Más y más avanza la carnicería de esta guerra donde las trincheras no se mueven y preanuncian la futura partición de Ucrania, más y más se vuelve necesaria la intervención de la clase obrera ucraniana y de toda Europa… De Rusia, para parar la máquina de guerra contrarrevolucionaria de Putin… De la clase obrera de Europa para embestir contra los gobiernos imperialistas de Maastricht y los archireaccionarios del Glacis.
Los combates de la clase obrera de Francia, Inglaterra, Grecia, Bélgica, Alemania, son los que realmente enfrentan a los gobiernos jefes de la OTAN, como lo hizo y lo hace la clase obrera norteamericana en su lucha. Solo la unidad de la clase obrera ucraniana, rusa y europea puede parar esta masacre, aplastando la invasión rusa a Ucrania, abriendo un Vietnam en Moscú y sublevando a la clase obrera europea contra el Maastricht imperialista.
Desde el transporte y los puertos, los obreros deben embarcar y transportar todo tipo de armas y alimentos para la resistencia ucraniana, y rechazar embarcar y transportar armas y pertrechos militares para Rusia.
Los marxistas no somos neutrales en esta guerra de agresión a una nación oprimida. El único “mal menor” aquí es la derrota de Putin que dejaría en las mejores condiciones a los trabajadores, armas en mano para enfrentar al canalla de Zelensky, el jefe de los oligarcas de Kiev.
La derrota de Putin dejaría absolutamente debilitada a la “Gran Rusia” y a su régimen que aplasta a la clase obrera rusa y oprime a las naciones dentro de la Federación Rusa y a las ex repúblicas soviéticas de Eurasia, como gendarme de los negocios del imperialismo en la región. Abriría el camino revolucionario para la irrupción de la clase obrera de todas las ex repúblicas soviéticas.
Kazajistán o Bielorrusia, como ayer Georgia, devenidas ya en semicolonias martirizadas por el imperialismo, han comenzado a irrumpir con enormes levantamientos de masas y auges proletarios, enfrentando las peores condiciones de vida y la más cruel y dura de las represiones, que vinieron de los fusiles y tanques de las tropas invasoras contrarrevolucionarias de Putin.
El levantamiento de la clase obrera rusa, como fuerza decisiva para derrotar a Putin en el Kremlin, la volvería a ella en caudilla de la clase obrera de toda Eurasia, como ya lo fuera en la histórica revolución de octubre de 1917.
De ello se trata la política marxista frente a la guerra de Ucrania. La de defensa de una nación oprimida atacada y la derrota de la nación opresora, que abre las puertas al levantamiento revolucionario de la clase obrera en todos los bandos en disputa.
La martirizada clase obrera siria estaría en mejores condiciones para volver a sublevarse y abrir todos los frentes en la retaguardia de Al Assad. Ella puede destruir las bases militares que esa basura de Putin en Siria, y a los mismos generales asesinos del grupo Wagner que desde hace años martirizan al pueblo sirio.
La crisis del régimen bonapartista “Gran Ruso” será tapada con una cortina de bombas en Ucrania, para ocultar las derrotas, cuestión que agudizará la matanza dentro de Ucrania y de decenas de miles de hijos del pueblo ruso llevados a morir por una causa que no es la de ellos, atacando un pueblo hermano.
Este es el momento de poner en pie una alternativa de la clase obrera europea y mundial ante la guerra de Ucrania. El aumento del precio de los cereales será un duro golpe para los trabajadores del mundo y para los 700 millones de hambrientos crónicos, que la misma ONU reconoce que existe en el planeta. Países enteros vivirán procesos inflacionarios y será la clase obrera la que pague esta guerra. En ella solo hacen negocios las grandes empresas y los bancos imperialistas, produciendo fuerzas destructivas, que buscan un mercado ilimitado, justamente para destruirse, que son las armas.
Por ello, ante la bancarrota histórica del sistema capitalista mundial, ante su putrefacción crónica, sin revolución socialista, por delante habrá más guerras y la barbarie. El reformismo, en sus distintas variantes, sostiene a Putin y viaja en sus tanques de guerra para aplastar a la nación ucraniana, o bien están colgados a los faldones de la OTAN. Todos ellos plantean que la revolución no es la única salida progresiva para los trabajadores en la guerra de opresión nacional. Y no hay otra. Moscú necesita aplastar Ucrania y ocuparla, y los yanquis necesitan de esto para quedarse con Moscú.
El combate por la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias y sin la lacra stalinista, opresora de los pueblos oprimidos, en las ex repúblicas soviéticas, es lo único que puede liberar del martirio y sufrimiento a los trabajadores de Eurasia. Y de Ucrania en particular, que como en 1921, dirigida por los bolcheviques y la III Internacional, se les garantizó su derecho incondicional a la independencia, y como tal y soviética, se federó a la URSS.
¡Abajo Maastricht! ¡Por los estados unidos socialistas de Europa!
Ucrania hoy se encuentra más que nunca en una alternativa de hierro. Es que Ucrania será soviética e independiente, o será una colonia tutelada.
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