13 de agosto de 2016

A propósito de la crisis turca:

Un subimperialismo cercado que no puede expandirse
a nuevas zonas de influencia,

anclado entre un Medio Oriente en llamas disciplinado por la OTAN
y una Europa imperialista de Maastricht en bancarrota que tampoco lo admite

Las condiciones internacionales que sacuden y conmueven a Turquía

Presentamos la posición de los marxistas revolucionarios frente a la crisis que está en pleno desarrollo en Turquía. Lo acontecido en ese país y las condiciones que allí se desarrollan son fogoneadas por las condiciones internacionales que la moldean, como así también será internacional la evolución de una crisis abierta en la que ha entrado el estado turco.
Allí, semanas atrás, Erdogan dejó correr un golpe militar de una fracción minoritaria del ejército, para luego aplastarlo y poder elevarse así por encima de todas las fracciones burguesas, dando de hecho un contragolpe, que desplaza a la burguesía opositora y busca conquistar un gobierno de unidad nacional, apoyado en la moderna clase media surgida en la última década del ciclo de expansión capitalista en ese país.
Con este golpe de mano, Erdogan se transforma él en el gran Bonaparte para unificar a las pandillas burguesas, asentado en las clases medias ricas, con un primer objetivo: pegar duro al movimiento obrero e impedir que éste irrumpa –como intentó hacerlo en 2013/2014- en lucha política de masas. La gran burguesía turca reunifica sus filas, puesto que busca ubicarse como gendarme del Magreb y Medio Oriente, cuestión que las potencias imperialistas europeas y EEUU no le permiten.
El Imperio Otomano ya fue derrotado en la primera guerra mundial. Pero las condiciones de crisis del régimen de dominio mundial, y sobre todo la crisis de los dispositivos contrarrevolucionarios del imperialismo en el Magreb y Medio Oriente (con la caída de Camp David, la imposibilidad de intervención directa del sionismo, las caídas de Mubarak y Ben Ali en Egipto y Túnez), empujan más y más a Turquía, como gendarme de la OTAN, a querer jugar más y más ese rol y expandir su dominio en la región.

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18 de julio de 2016

Entre el golpe del partido militar y el contragolpe bonapartista de Erdogan
¡HAY QUE APLASTAR Y DERROTAR A TODA LA CASTA DE OFICIALES DE LAS FUERZAS ARMADAS TURCAS Y SUS GENERALES DE LA OTAN!
ver declaración

 

Turquía es el sexto exportador de armas del mundo. Tiene bases militares de la OTAN con ojivas nucleares instaladas en su territorio. Por allí pasa también el 80% del petróleo y gas de Medio Oriente y Cáucaso. Ante la intervención de Rusia e Irán, o de Hezbollah del Líbano en la crisis siria, y al no poder intervenir Turquía directamente, la lleva a chocar, tanto con Alemania –que le niega su ingreso a Maastricht- y con EEUU que le impide intervenir directamente en Medio Oriente, salvo disciplinar a la nación kurda en su territorio. Es que en Irak y en Siria, el que se encarga directamente de hacerlo es EEUU.

 

Turquía, un subimperialismo cercado

Este país busca salir de su encierro. Las pandillas capitalistas cierran filas. Buscan obtener base de masas para nuevas ofensivas contrarrevolucionarias al interior y al exterior de Turquía. Ha chocado con Rusia, celosa por su intervención en Siria. Ha chocado con la Gran Alemania, de la cual es un importador decisivo. Ha chocado con EEUU, que le impide jugar el rol de gendarme de la OTAN en Medio Oriente.
Para el imperialismo, las zonas de influencia se conquistan y se pierden en la guerra; y el mundo ya fue repartido por las dos guerras mundiales que se sucedieron. Por eso Turquía no puede ocupar y quedarse con Siria. No puede mandar allí su ejército… mucho menos a Irán ni al Líbano. Es que ello significaría, como ya dijimos, el renacer del Imperio Otomano.
Turquía no es una semicolonia ni una republiqueta, como Irán, cuyas tropas son gurkas de alguna potencia imperialista. Turquía es un país imperialista. Es una de las más grandes potencias militares de la OTAN (ver recuadro).
Todos los oleoductos y gasoductos de Medio Oriente y el Cáucaso pasan por su territorio, por lo cual cobra una comisión y así saca una enorme renta petrolera de todos esos países. Sin embargo, Turquía no tiene petróleo en territorio propio y no puede controlar ninguno de los países vecinos que sí lo tienen. No tiene permiso para ello. Por eso la burguesía turca alienta la guerra de Azerbaijan con Armenia para quedarse con el control del petróleo de Nagorno Karabaj.

Estamos frente a un subimperialismo que tampoco encuentra su lugar en la Europa de Maastricht. Sus exportaciones se cobran en dólares. Pero sus importaciones son de Alemania, y las tiene que pagar en euros, que es más caro que el dólar. Así, en el comercio de Turquía con Europa, cobrando en dólares, pero pagando en euros, Alemania y Maastricht se quedan con un porcentaje de sus ganancias. Año a año le postergan a Turquía su ingreso a la UE.

Turquía es un imperio que fue y que hoy ya no puede ser, ni europeo ni asiático, y mucho menos a partir del estallido del crack del 2008, que planteó que sobran potencias imperialistas y gran parte de ellas –por no decir casi todas las menores- están quebradas y sometidas bajo verdaderos “pactos de Versalles”. Italia es la última que se ha caído al precipicio de la bancarrota, con sus bancos quebrados, como sucediera ayer con España, Grecia y Portugal.
La “Gran Turquía”, sin nuevas guerras, sin nuevas alianzas interimperialistas, políticas y militares, jamás podrá desarrollarse como tal.

Erdogan primero le derribó un avión a Putin y después le pide disculpas. Parecía que chocaba militarmente con Rusia en la frontera de Siria y luego se reúnen (inclusive con Irán) a “negociar una solución de la cuestión siria” como así también sus negocios de gas, centrales nucleares y agroindustria con Putin.
Erdogan se pelea con Alemania porque ésta no lo deja entrar a la UE y luego se reúne con ellos para mendigar su ingreso a Maastricht.
Se pelea con Obama porque lo denuncia de alentar el golpe en Turquía, pero mientras, aplica a rajatabla sus órdenes en Siria.

Turquía es un subimperialismo que ha acumulado, en el ciclo de expansión de los últimos 10 años, una enorme masa de capitales y que no encuentra zonas de influencia ni en la región, ni en las relaciones interimperialistas a la altura de esta posición que ha conquistado. Se muere de rabia cuando ve que Arabia Saudita -una colonia de la British Petroleum- junto con los Emiratos Árabes Unidos invaden Yemen; cuando Hezbollah desde el Líbano, con los ayatollahs iraníes y Rusia entran a Siria. Se llena de odio porque no puede invadir Siria. Turquía ha quedado como una pelota de ping pong rebotando en una pequeña habitación cerrada.
Unos pocos días atrás, Erdogan viajó a Rusia y se abrazó con Putin, al que llamó “mi querido amigo”. Es que también explora negocios en el Cáucaso junto a Putin, mientras acuerda con él, bajo las órdenes de Obama, estrangular juntos la revolución siria… Putin sosteniendo directamente en el campo de batalla al genocida Al Assad y Erdogan controlando a los generales burgueses del ESL y Al Nusra, a los que prepara para entregar la revolución en un futuro pacto con los generales basharistas.
Así, Turquía busca ubicarse en la región. Para Erdogan, las masas son simples monedas de cambio.

 

Turquía tiene sobre sí todas las contradicciones de la revolución y la contrarrevolución y de la crisis económica mundial que golpea a todas las potencias imperialistas del planeta

La crisis mundial no deja de profundizarse. EEUU no deja de tirarle su crisis al mundo. La oligarquía financiera de Wall Street tiene en los grandes bancos valores sin respaldos en bienes por 263 billones de dólares (valores en derivativos, como bienes a futuro, acciones, hipotecas, seguros, swaps, canasta de monedas, etc.). La crisis china y de los BRICS ha achicado todos los mercados. Europa empuja brutalmente a las potencias imperialistas a la bancarrota. Las potencias imperialistas ganadoras de esta crisis comercial de Maastricht han sido Inglaterra, Francia y Alemania. ¡Y ya ni siquiera hay lugar para esas tres!
Es que, repetimos, los mercados se han achicado cada vez más. Por ello, Inglaterra amenaza con el Brexit, negocia con Alemania su salida de la UE. Es que Inglaterra no acepta pagar la crisis de Maastricht, ni subvencionar al euro ni a los campesinos franceses, pero por sobre todo, no acepta subordinarse a los acuerdos políticos, económicos y militares que firmen Francia y Alemania en la UE. Es la quinta potencia mundial y también fue triunfadora en la guerra.
Inglaterra siempre se vio a sí misma como parte del imperialismo anglo-yanqui, dominando junto con EEUU el mundo. Pero ya EEUU la trata como una potencia europea más. Ya no piensa marchar con Inglaterra hacia todos sus negocios en el mundo. La ha considerado últimamente como una “potencia del Atlántico”. El imperialismo anglo-yanqui se ha bifurcado en la ruta de los negocios. EEUU quiere ir solo al Atlántico –pactando con Alemania y con Inglaterra como una más- y solo al Pacífico a conquistar China.
Pero Inglaterra no es una potencia solo del Atlántico, sino también del Pacífico. En Hong Kong y Singapur tiene dos grandes bases militares y financieras. Por eso, la gran Inglaterra no acepta este nuevo rol que le quieren imponer EEUU y Alemania.

Una enorme y nueva ronda del crack mundial se ha abierto. Se ha agudizado la crisis económica, se ha trastocado la división internacional del trabajo y la relación entre las potencias imperialistas vencedoras del crack económico. Ha empezado la disputa por semicolonizar Rusia y China, que son países capitalistas en transición que no pueden ser potencias imperialistas y cuyo destino solo puede ser o bien semicolonias domesticadas o bien la restauración de la dictadura del proletariado bajo formas revolucionarias.
El aparato industrial militar ruso y su gas es codiciado por Alemania, Francia y EEUU. La mano de obra esclava china, sus empresas del estado, sus bancos, empujados por una apertura económica y aduanera en el medio de su marasmo económico, abrió el camino a una nueva oleada de penetración y control imperialista de sus negocios, como el que se abriera en el ‘75 en todo el sudeste chino con el pacto Nixon-Deng Xiao Ping.

Se ha agravado entonces una disputa interimperialista. En el medio del marasmo del crack mundial, se ha agravado una crisis del régimen de dominio del imperialismo que no le permite a éste asentar derrotas estratégicas sobre las masas. La crisis más grave, en última instancia, es que el imperialismo yanqui (y también europeo) no tiene poder de fuego luego de su derrota en Irak y Afganistán. Es que la clase obrera de las metrópolis no se lo permiten.
Esto es lo que les empuja a las pandillas imperialistas a atacar cada vez más a su clase obrera, como lo viéramos en Francia, e imponer un doble saqueo a las naciones oprimidas.

Estas condiciones de “síndrome de Irak” es lo que empuja a Turquía a desatarse las manos para poder hacerlo ella en la región, como gendarme. Lo exige abiertamente. De eso se trata el plan bonapartista de Erdogan y el gobierno de “unidad nacional” que quiere imponer, de disciplinar a las masas, centralizar a la oligarquía dirigente para que vuelva “la Gran Turquía”.
Esto ha tensado las relaciones de Turquía con el resto de las potencias imperialistas del mundo.

En Turquía, la izquierda mundial puntillosamente pro-YPG y que apoya clamorosamente el accionar del PKK kurdo en Irak y en Siria, ha anunciado que “la clase obrera fue la que derrotó el golpe en Turquía”. Pintan que “habrían sido las masas explotadas las que salieron a las calles y derrotaron, junto con los soldados rasos, a los oficiales golpistas”. Esto es ciencia ficción. Es un invento y una película que jamás pasó.
Aquí está claro que la gran Turquía y Erdogan necesitaban de este golpe para avanzar en imponer un régimen totalmente bonapartista. Jamás Erdogan llamó a la clase obrera a que lo ayudara a aplastar el golpe. Hubiera significado llamar a los obreros sirios, turcos, kurdos, a que se armen para desarmar a los oficiales, apoyados en los soldados… ¡Jamás haría esto un burgués, y mucho menos Erdogan! La verdad, ya hace más de un siglo y medio que la burguesía no llama a las masas a armarse. Sabe cómo termina esto, con los obreros y soldados armados.
Erdogan tenía perfectamente controlada la situación del golpe. Se apoyó en una moderna clase media enriquecida en un ciclo de expansión del 2003/2013, luego que Turquía jugara un rol central en las invasiones yanquis a Irak y Afganistán, donde transformó de hecho todo su territorio en una base militar de la OTAN, apoyado en el partido militar, que tiene un enorme peso en la historia de Turquía.
Pero, como veremos más adelante, fue la fracción burguesa “islámica” de Erdogan la que acaparó todos los negocios provenientes de la guerra. Hoy termina de sacarse de encima a todas las fracciones burguesas que aún se lo disputaban.

La izquierda reformista no distingue a la clase obrera cuando está en procesos de la guerra civil como no lo hizo en ninguna de las revoluciones del Magreb y Medio Oriente, y mucho menos la ha distinguido en la enorme crisis política y contradicciones que golpean y tensionan todas las clases y sectores de clases en la Gran Turquía.
La clase obrera, que inició enormes procesos de lucha en la Plaza Taksim en 2013, que amenazó con un ascenso durante todo el 2014 –con la huelga general- y 2015, fue brutalmente reprimida, atacada a los bombazos y militarmente, sobre todo el movimiento obrero kurdo. Pero no fue solamente a éste, también lo vimos en la bomba colocada en la enorme marcha de masas de los trabajadores turcos en Estambul del Primero de Mayo.
La clase obrera viene por lo suyo. Como veremos después, luego de años de crecimiento y expansión económica, el poderoso movimiento obrero turco pide lo que le corresponde de ese crecimiento. Pero justo lo hace en el momento en que el ciclo de expansión de la economía ha culminado, que el estancamiento y la recesión ya se han abierto, y las leyes de este podrido sistema capitalista plantean que en los ciclos de expansión económica no reparte la riqueza generada, sino todo lo contrario, genera esta riqueza multiplicando por mil la explotación del movimiento obrero. Y cuando el ciclo de expansión culmina, le arroja toda la crisis despiadadamente.
Las tendencias bonapartistas en el régimen político de La Gran Turquía expresan esta doble necesidad del subimperialismo turco. La de pelear por una nueva ubicación, agresiva, como potencia regional, negociando sus relaciones económicas con EEUU y Europa; y por el otro lado endurecer y blindar al régimen para atacar al movimiento obrero, que amenaza sistemáticamente con entrar en maniobras de combate.
La izquierda reformista ya no tiene pruebas. Los hechos la condenan. No puede definir que ha sido el movimiento obrero el que ha intervenido para parar el golpe junto con los soldados. Eso es una falacia.

Es la clase obrera turca la que más sufre del golpe y del contragolpe de Erdogan. Sin embargo ésta tiene la fuerza y la autoridad ya ganada como para ser una alternativa frente a los generales y la burguesía asesina gran turca.
Su aliado está en las masas rebeldes de Siria, en el pueblo palestino, en los combates de Yemen y de todo el Magreb y Medio Oriente. Sus aliados están en París, en Atenas, en Ucrania… y en la gran Alemania, donde 1 millón 200 mil obreros turcos realizan los peores trabajos. Los obreros turcos son la clase obrera alemana y europea… son parte de la clase obrera internacional. Hacia Medio Oriente, Asia y Europa, a donde mira la Gran Turquía, allí debe buscar la clase obrera turca a sus aliados.

La clase obrera de Turquía tiene deparado un lugar de combate decisivo, puesto que contiene a la clase obrera kurda y Siria. Resurgirá como clase obrera internacionalista y será el baluarte para disputarle la dirección de las masas a la siniestra burguesía sunnita, chiita y kurda, lacaya del imperialismo yanqui. En gran medida, la suerte de la clase obrera del Magreb y Medio Oriente está atada a la suerte de la clase obrera en Turquía y de la nación oprimida kurda, en la medida de que ésta rompa con la burguesía y con las direcciones que, como el stalinismo, la someten a ella.

Carlos Munzer